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^ High Flights ^ (MM B: 87651)


Mackenzie Malfoy
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Demonios, y yo por qué tenía que meterme en estos líos?

 

POr mi hermana.

 

Sagitas había perdido la pista de Perenela, la verdad es qeu últimamente iba y venía demasiado, no teníamos forma de controlarla demasiado, y no queríamos encontrarnosla cualquier día por ahí moribunda. Asi qeu mi madre, preocupada, nos había convocado a Harpo y a mi para buscarla.

 

Asi que ambos abandonamos los terrenos de nuestro hogar y nos separamos, repartiendo los lugares donde buscar. Me recorrí hostales, hoteles y lugares donde bueno...compartir un rato con tu pareja. de hecho en alguno incluso había tenido que escaparme de alguna que otra mujer que pretendía no dejarme escapar.

 

Lo que me extrañaba era que Harpo no apareciera ya. Se suponía que estaba en el High Flights, asi qeu me aparecí en las cercanías, y, aun siendo ilegal, me colé en el interior del parque.

 

- Harpo? - pregunté, en voz baja, mientras me moví por los terrenos de aquel parque. - HAR...

 

ME callé. De repente frente a mi tenía a Anne, a Harpo...y un aethonan que le mordisqueaba la oreja al elfo. Metí las manos en los bolsillos del pantalón y ladeé la cabeza, observando aquella escena.

- Harpo...por qué te está mordiendo la oreja ese aethonan? - pregunté. En casa, a aguantaba a duras penas que Fenrir le diera lametazos de vez en cuando.

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Harpo se encontraba en un gran apuro. La señorita no se había creído nada de lo que él había dicho (con razón) y encima el bicho alado le estaba mordisqueando una oreja. Gritó al sentir el dolor y me puso las manos huesudas en ella, echándose al suelo.

 

-- ¡Lo siento, Harpo no sabe mentir! ¡Harpo es bueno! ¡Harpo no quería decir el motivo por el que vino a este negocio!

 

El Elfo intentaba que el animal llamado Zar (?) no siguiera mordisqueando su oreja, así que se puso las dos manos en la cabeza y besó prácticamente el suelo a los pies de la humana.

 

-- ¡Harpo no es un ladrón, señorita! ¡Harpo es un elfo bueno! ¡Harpo sólo busca a su dueña díscola antes que la Ama se entere que volvió a fugarse! Cuando la Ama se enfada, la mansión tiembla y Harpo sólo quiere paz en la familia. ¡Harpo es bueno, señorita!

 

El elfo estaba asustado pero había tenido la precaución de no rebelar el nombre de la familia a la que pertenecía ni el nombre de la Ama. Sabía que, en el fondo, era buena, sólo que tenía genio. No quería meterse ni meterla en problemas. Sin embargo, la voz de su amo Blackner acabó con todo el misterio que él mismo generaba.

 

-- ¡Yo no quiero que me muerda la oreja, Amo Matt! -- chilló desde el suelo, aún con la cabeza protegida por sus manos. -- ¡No quiero que me llamen Harpo Media-Oreja! -- y se puso a sollozar.

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Me aproximé a Harpo, aun con las manos en los bolsillos y aquella expresión divertida. El elfo, seguramente asustado por el aethonan devora orejas y que le hubieran pillado mintiendo, se había tirado al suelo llorando y suplicando mientras clamaba que era un buen elfo.

 

Puse los ojos en blanco y sonreí, como si aquello fuera de lo más normal. ME agaché y con facilidad levanté a Harpo, poniéndolo de pie a mi lado, estando yo entre ambos seres.

 

- Vale, Harpo, vale, tranquilo, si, si... - intenté tranquilizarlo, mientras trataba de ver la oreja mordida. - Demonios Harpo, déjame verte la oreja.

 

Estudié el oreja del elfo familiar, pero aparte de las marcas de los dientes, y alguna pequeñita herida, no tenía nada grave, y desde luego no había perdido la oreja.

- Debo decirte que Harpo el Media Oreja es un buen nombre para un elfo pirata...pero sigues teniendo la oreja de una pieza. - y usando la varita, murmuré un episkey que sanó cualquier posible herida que pudiera haber sufrido.

 

Volví a guardar la varita en el bolsillo, y ahora si, me volví a Anne. Sonreí, encogiéndome de hombros.

- Verás, es que mi hermana ha vuelto a escaparse y nos toca a nosotros intentar encontrarla. Y el pobre Harpo se pone nervioso a veces.

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  • 3 meses más tarde...

El viaje había sido muy largo. Montada a lomos de Enigma, su pegaso negro, Mackenzie había recorrido miles de millas de distancia para llegar hasta allí, al Parque Natural de High Flights, una de sus más hermosas posesiones y, probablemente, la que más había echado de menos durante sus largos meses de ausencia.

 

En otro tiempo, después de un viaje a un lugar tan exótico y lejano como la antigua China, Mackenzie habría venido cargada de regalos y recuerdos, pero esta vez, la bruja venía con las manos apenas vacías. Se sentía cansada, como si las experiencias que hubiera acumulado durante aquel año y medio, apenas tuvieran sentido ya. Veía al mundo, mágico y muggle, agonizar ante sus ojos, perdido entre las mentiras de los hombres y la falta de fe. Una falta de fe que también se había apoderado de ella, como si aquel fuera un cáncer que se extendiera de unas personas a otras y creciera más y más y con más fuerza, cada vez que un corazón era alcanzado por el cansancio y la desazón que provoca la falta de esperanza.

 

Miró el cielo gris invernal, cubierto de nubes, como tratando de averiguar si aquella falta de fe, la sensación de desesperanza que anidaba en el mundo, no procedería en realidad de la presencia de dementores, capaces de robar hasta la última brizna de alegría de la que se alimentan los corazones humanos. Y aunque el cielo estaba libre de aquellos seres, su propia tristeza la llevó a conjurar a su patronus. Durante unos minutos, Enigma y una forma muy similar a él, aunque mucho más pequeña y transparente, volaron juntos, surcando los cielos nublados, cubriendo la escasa distancia que restaba ya para llegar a High Flights. Pero ni siquiera la presencia de su patronus, apartó la negrura del alma de Mackenzie. No, no eran los dementores los que provocaban aquella desazón en su interior. Lo sabía demasiado bien.

 

De pronto, su propia imagen se dibujó en su interior y se vio a sí misma, algo más mayor, tal vez en sus cuarenta o cincuenta, con la mirada dura y la sonrisa rígida, como tantas y tantas personas que vivían en guerra permanente contra la propia vida, criticando todo cuanto acontecía, quejándose de cuánto les pasaba a ellos y a los demás, convirtiendo los misterios de la vida en esquemas mentales limitados, aptos para el entendimiento de mentes mediocres, que sin duda los aplaudirían como dogmas de fe, de incuestionable certeza, sin darse cuenta de que estaban despojando a la vida de su propia belleza e intensidad.

 

Se negó a aceptar esa imagen de sí misma y el malhumor se apoderó de ella. No se permitiría a sí misma convertirse en esa clase de persona. Espoleó a Enigma con fuerza e inspiró la fuerza del bosque que la rodeaba. ¡No lo permitiría! Pero estaba tan cansada....

 

Quizás su innata rebeldía todavía permanecía en ella, a pesar de todo. Suponía que si había regresado a High Flights, en lugar de a su hogar, la Mansión Malfoy, era porque aún conservaba en su interior una mínima gota de esperanza. Tenía miedo de volver a su hogar y no encontrar en él a las personas que amaba. ¿Quién sabe donde andarían todos? Quizás tan perdidos por el mundo como lo había estado ella durante el último año y medio. En cambio, retornar a High Flights, le hacía pensar en una naturaleza salvaje y no contaminada por las bajezas humanas. Si había un lugar en el mundo, capaz de devolverle la fe, era precisamente aquel.

 

Descendió de Enigma, que al instante retomó el vuelo y se perdió entre los bosques de hayas y castaños. Ella avanzó sin prisas, huyendo del camino de piedra y adentrándose por entre los verdes pastos, procurando que su capa de negro armiño no hiciera mucho ruido, al deslizarse por el suelo. Entró en el Hotel del Parque por una puerta secreta que sólo ella conocía y pronunció un lumus para alumbrar el pasadizo secreto de paredes de piedra que conducía a sus habitaciones, a través de una entrada secreta, detrás de la chimenea.

 

Ya en su dormitorio, abrió las amplias balconadas y dejó que el aire vespertino y la luz del frío día invernal penetraran en su estancia y en su alma. Sin quitarse la capa, se tiró encima de la cama, mientras las lágrimas empañaban sus ojos y rodaban sin pudor por sus mejillas. La altiva viceministra, la orgullosa Malfoy, la caprichosa Mackenzie se vinieron abajo, entre lágrimas, soledad y silencio.

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firma
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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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  • 4 meses más tarde...

-- Te juro que estará aquí -- murmuró Harpo, por lo bajo, a Taga, la elfina de la Vladimir quien le acompañaba en aquel viaje a High Flights.

 

Él estaba seguro aunque tampoco podía demostrárselo porque la única manera de hacerlo era encontrar a la lagartiza huidiza que se había montado en uno de los Aethonats del negocio.

 

-- Cuando se entera el pobre Babila llorará mucho y no podemos permitirlo, Taga. -- Al elfo no es que le gustara aquel semi-gigante pero, después de tanto tiempo conviviendo con él, había llegado a tenerle afecto. -- Además, la Ama Sagitas se enfadará por haber estado jugueteando con los animales de este negocio.

 

Seguramente, el enfado vendría por haber jugueteado con ellos sin invitarla, la conocía demasiado bien. Pero no le podía decir cómo habían llegado allá ni cómo habían vuelto a sus cuadras, momento en que la lagartija había aprovechado para volar montados en ellos.

 

-- Cuando la pille... ¿La ves? Tiene que estar cerca...

 

Pero era imposible encontrarla. La maldita largartija, mascota de negrito Babila y del departamento de Accidentes, tenía mil lugares donde esconderse entre tanto heno. Y, encima, cabía la posibilidad de que aparecieran los elfos de aquella isla, con lo que sus problemas se multiplicarían. Ahora se arrepentía de haber traído a Taga con él. Sólo pretendía halagarla al lado del lago pero... la búsqueda se estaba eternizando.

 

-- ¡Zancas, zancas, maldita largartija! ¡Regresa!

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  • 3 meses más tarde...

La elfina Taga pertenecía a la mansión Vladimir. Estar en aquel lugar le producía terror. ¿Por qué había hecho caso de Harpo y habían abandonado la tranquilidad de la casa para estar en aquel negocio que ni era de sus amos? ¿Todo por una largartija? Podrían haber cazado una en los estanques de alguna mansión. Aunque sería difícil encontrar un animal huidizo que se había montado en un caballo mágico y se había escapado de la "Ojo Loco", eso demostraba que tenia cierta inteligencia. Más que la de su amo, el negro llamado Babila. ¿Por qué lo le había puedo un collar, para que no se escapara?

 

Lo único que le había movido a acompañar al elfo fue saber que la Señora Sagitas se enfadaría mucho por jugar con animales ajenos. Taga no había sido pero prefería no tener problemas con los humanos. Además, irse con Harpo de paseo...

 

- No, no la veo - contestó, algo asqueada de estar en terreno agrestre. A ella le gustaba más el suelo de una mansión, no el del campo. - ¿Seguro que se escondió por aquí? Como aparezca por casa, me enfadaré mucho contigo.

 

Buscaba entre el heno una lagartija... Era como buscar una aguja en un pajar.

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  • 3 meses más tarde...

Harpo intentaba hacerse el valiente delante de Taga. Era un elfo que tenía que proteger a la elfina para poder... invitarla a una cena y romper la frialdad con la que le trataba. Sin embargo, en aquel momento, el elfo se sentía muy inseguro. Tal vez tuviera razón y no debieran preocuparse por aquella maldita lagartija. Al fin y al cabo, aquel bicho siempre encontraba la forma de volver a casa.

 

Pero no podía arriesgarse a que se perdiera. Con el niño, comprarle otro pececito o otro micropuff para reponer el "desaparecido" siempre funcionaba. Sabía que ese mismo truco no funcionaría con Babila. El negrito reconocería a su mascota entre miles. O tal vez lo contrario, la lagartija Zancas reconocía demasiado bien a su dueño y, si no reaccionaba igual, todos pondrían el grito en el cielo por perderla. Por desgracia, aquel lenguado animal era muy estimado por todos los miembros de Accidentes y lo cuidaban, algo que impedía que la dejaran a su aire y que regresaran a casa sin ella.

 

-- Nos meteremos en un lío por ésto... Seguro...

 

¿Cómo se podría hacer aparecer a un animal esquivo? ¿Tal vez un "Zancas Revelio"?

 

Fue cuando se dio cuenta que, en aquellos establos de Aethonats pasaba algo. Era sólo un detalle... Los animales parecían famélicos y no había ningún Porlock cerca que los cuidara. Eso era impensable en su mansión y dudaba que la Viceministra del Ministerio no tuviera a ningún encargado del mantenimiento de las preciadas criaturas.

 

-- Sssssh, Taga... Vamos a ver qué ocurre.

 

Sabía que la elfina protestaría. No le gustaba el lugar pero cuando a Harpo se le mete algo en la cabeza...

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La pequeña risa infantil de dos niños se abrió paso por el fiordo, paseándose por encima de las ondas que creaba el suave movimiento del mar al chocar contra la negra orilla. En un paisaje frío como ese, la curiosa familia parecía formar parte del entorno. El conjunto de cabello blanco y la forma de vestir, en tonalidades blancas u oscuras, hacía la escena digna de una postal. Pero si alguien los veía o no, era imposible saberlo. Los tres adultos estaban centrados en sus hijos y los niños muy ocupados descubriendo el mundo, maravillándose con la belleza en los detalles más pequeños. La Warlock estaba sentada en la orilla, con el pantalón enrollado hasta las rodillas y los pies metidos en el agua.

Sus manos estaban ocupadas por una niña. Sosteniendo sus índices con fuerza, Insomnia estaba de pie en la arena oscura. Daba pequeñas pataditas con sus pies gordos, chapoteaba en el agua y daba pequeños brincos sin llegar a separar las plantas del suelo. Cada vez que sentía el agua fría soltaba una carcajada y su hermano, no muy lejos, la acompañaba. Ambos eran dos gotas de agua sin ser gemelos. Tenía las mejillas rosadas y dos pequeños dientes apenas visibles en el frontal de las encías. Tenía el pantaloncito enrrollado, como Leah, hasta las rodillas y estaba vestida de una forma curiosa. Como un marinero, con el gorrito y todo, un marinero de pancita redonda. Leah parecía estar supliendo su falta de infancia con sus hijos, adoraba vestirlos de la forma más graciosa.

-No quiero que empiece a caminar -lloriqueó.

Giró la cabeza, haciéndole puchero a sus dos amores. Baleiro intentaba alcanzar a Oniria desde los brazos de Sísifo, se estiraba risueño, abriendo y cerrando las manitas.

-Quiero que se queden así siempre. ¿Verdad que sí? -se inclinó y le dio besitos a Insomnia, quien rió complacida.


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Oniria:

 

 

 

 

Cogí a Baleiro, que luchaba contra el agarre de su padre para volver a mis brazos. El agua azul se removía plácidamente, fría, retumbante. Insomnia jugaba a escaparse de las pequeñas olas. Era curioso. Baleiro era un niño reservado, introvertido aunque muy cariñoso. Insomnia, por el contrario, era risueña, traviesa, ajetreada. Parecía que los dos se entendían perfectamente en su pequeño cosmos infantil. Baleiro expresaba sus deseos a través de su hermana; sus interacciones se limitaban a observar atentamente cuanto le rodeaba. Su parecido con Sísifo era descomunal.

 

Leah era adorable. Tenía ganas de abrazarla. Su sonrisa contemplando a los niños rebosaba fascinación. Era precioso verla feliz. Me acerqué a ella, con Baleiro sobre el hombro, para sentarme sobre la arenilla.

 

––Creo que te adoran.

 

 

 

Sísifo:

 

 

 

Observaba al grupo a una corta distancia, sonriendo, en plena calma. La brisa revolvía mi flequillo con suavidad. En las últimas semanas mi vínculo con Leah se había afianzado. Ya no estaba simplemente enamorado de ella: conocía sus secretos, su debilidad. Cada día mi afecto hacia ella aumentaba un poco. Caminé. La arena crujía. Acaricié el pelo de Leah desde las alturas.

 

––Pareces un tesoro que nos ha devuelto el mar.

 

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-Entonces soy la mujer más afortunada del mundo -respondió a Oniria-. Tengo dos niños que me adoran y los tengo a ustedes. ¿Qué más podría pedir?

Besó la superficie de su hombro libre, alzando la mirada para ver a Baleiro. Su hijo parecía feliz de haber logrado su objetivo y hacía algo que se había vuelto costumbre, mirar a Insomnia mientras hacía algo extraño. No podía decir a ciencia cierta si estaba haciéndole señas o si estaba jugando, pero Insomnia de pronto parecía atenta a su hermano. Se encogió de hombros y movió la cabeza, como siempre, adaptándola a la mano de Sísifo. Rió por lo bajo con su comentario.

-Todavía brillas más que yo.

Insomnia se sentó entre sus piernas y ella dejó ir sus manitas. En un gateo torpe que requirió de la ayuda de la Warlock, la niña alcanzó a Oniria y se quedó tumbada sobre una pierna de cada una. Moviendo las manos y los piecitos entre ellas parecía haber encallado. Baleiro rió maravillado.

-Estuve pensando -empezó, palpando los rollitos que se formaban en los muslos de Insomnia-, ¿y si nos hacemos un tatuaje?

Alzó la mirada primero para Sísifo y luego encontró la de Oniria.

-Por la familia. Algo que sea muy nuestro.


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