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Wishes Banned & Strange Passions (MM B: 80297)


Kahlan Blackthorn
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El barman no demoró con su bebida provocando que el joven mago desviara su atención del bullicio hacia la barra. A su lado una bruja con joven voz solicitaba un vodka haciendo al pelinegro girar la cabeza con curiosidad para mirarla; no le pareció una chica que soportara bebidas tan fuertes, pero a menudo el demonio se equivocaba en esas circunstancias; había sido testigo en numerosas ocasiones de equívocas deducciones acerca de la fortaleza de un humano.

 

Una mortecina luz proveniente de la pista de baile iluminó la barra por un pequeño instante, permitiéndole a Salazar descubrir el rostro de la bruja con más detalle. Reconoció a Madeleine en el acto. Recordó la última vez que le había visto, precisamente en el mismo club nocturno en el que se encontraban; aquélla ocasión Salazar había tenido que desaparecerse temprano, por lo que desde entonces ya no tuvo contacto con nadie de los que había acompañado aquélla noche. El nuevo encuentro le pareció curioso…

 

- Hola Maddy – saludó, alzando su grave y aterciopelada voz lo suficiente como para que la castaña le escuchara; al atraer su atención le mostró una sonrisa, esperanzado en que le recordara; con lo antisocial que se consideraba, el mago no confiaba demasiado en ello, sin embargo se aventuró -, que agradable coincidencia verte por aquí ¿Cómo estas?

Editado por Salazar Darcy

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Madeleine Haughton.

 

El barman asintió, y se fue a otro lugar de la barra para servir las bebidas. Recordaba la última vez que había tomando vodka; si bien a ella no le pasó mucho, ya que casi no había tomado, dos de sus primas habían tomado algo más de la cuenta. Madeleine todavía recordaba verlas tiradas en el suelo del baño, llorando y gimiendo que se querían mucho. Pero, después de todo había sido divertido, no lo podía negar.

 

Luego de pedirle al encargado que también le llevara zumo de naranjas, recordando que era domingo y no podía ir tan arruinada a San Mungo, le pareció que alguien que alguien cerca de ella la saludó. Entrecerró los ojos un momento, pues las luces de colores de la discoteca la mareaban, especialmente cunado esas franjas y lunares luminosas iluminaban toda el lugar. Al principio, no reconoció al joven que le habló; sin embargo, luego de unos segundos, logró se dio cuenta que lo conocía. Él había estado allí, y otro enorme grupo de gente, en la última salida al lugar.

 

Hola, Salazar —musitó, recordando su nombre—. Obstinada y difícil, pero bien —dijo Maddie, luego de pensarlo un poco—. ¿Y que tal tú? ¿Sigues en la Academia? —quiso saber. La última vez, todos ellos (salvo Bridget) eran estudiantes, aunque, poco después, la Haughton se graduó...

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Llevándose el vaso con su bebida hasta sus labios, el pelinegro escuchó a la joven arqueando ligeramente las cejas ante su peculiar respuesta. Sus labios se curvaron como reacción antes de dar un pequeño trago a su bebida, sintiendo a esta deslizarse por su garganta dejando a su paso un desagradable sabor. Definitivamente no estaba acostumbrado a ese tipo de bebidas, y no dudó en volver a colocar el vaso sobre la barra para olvidarse de ella de una vez por todas.

 

- Sí, aún sigo – respondió, medio frunciendo el cejo. Si bien, era cierto que a pesar de las demoras no pretendía dejar la academia y le pareció que estaba por demás decir que le costaba trabajo adaptarse a ella. Aquello le molestaba – tengo entendido que tú te has graduado !Te felicito! – mencionó, desviando un poco el sentido de la conversación - ¿A que te has dedicado desde entonces?

 

El mago se descubrió verdaderamente atraído en el tema, apreciando el momento que el destino le daba para interesarse en algo más que en sus problemas. Se dio cuenta de que en las últimas fechas no había tenido gran oportunidad de charlar con alguien estando su hermana y su mejor amiga fuera todo el tiempo, y Maddy había caído como del cielo.

Editado por Salazar Darcy

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Madeleine Haughton.

 

Eso de <<Aún sigo>> no le pareció como tal a la muchacha, debido al ceño fruncido que estuvo presente ante la respuesta del muchacho. Sin embargo, decidió no insistir mucho; y no tuvo que hacer otra pregunta, pues Salazar había formulado una rápidamente, ansioso por esquivar el tema. No era que Maddie fuese una experta en el tema, pues a duras penas podía comprenderse a sí misma casi por completo, pero le pareció que él prefería evitar sus propios asuntos. ¡Que familiar se me hace!, pensó la Bruja, con la cabeza por un momento en el Castillo Haughton.

 

Más que a nada, me he dedicado trabajo —dijo, cuando en realidad quería decir <<La Orden>>, pero sabía que no podía—, en San Mungo; es que soy sanadora en la primera planta.

 

O algo así, por lo menos. A decir verdad, esos días no había mucha gente yendo a la Planta de Accidentes provocados por artefactos mágicos y heridas provocadas por animales o criaturas mágicas en busca de una cura, pues al parecer ya nadie se caía de escobas y en las clases de Duelos ya no había heridos por hechizos rebotados o cualquier cosa. Sin embargo, no podía simplemente no ir, ya que la paga no era tan mala y a ella no la mantenían desde que que se graduó.

 

No hay muchas personas —murmuró ella, más para sí misma para que el chico—. Uhm, tengo curiosidad, ¿por ué se te ocurrió aparecerte por acá, si se ve un poco... solo?

Editado por Marijo Lovegood

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  • 3 semanas más tarde...

GOMITA Y MIKAEL HAUGHTON M. WESTRONG

 

Ambos chicos se encontraban en la mesa del negocio cuando de pronto un elfo apareció y les preguntó lo que querían de tomar. Mikael miró a su hermana y ésta sonriendo traviesa le dijo a la criatura que con una soda para empezar estarían bien, mientras miraba la expresión decepcionada de su hermano. La chica sabía perfectamente la curiosidad de éste para probar bebidas desconocidas simplemente porque gozaban de colores atrayentes, sin embargo Mikael estaba bajo la custodia de Gomita en ese sentido.

 

- No me había fijado en eso - dijo la chica señalando el estuche que su hermano había dejado al lado de la silla donde estaba sentado.

 

- Ya me di cuenta - el joven miró a su hermana - ya me extrañaba que no me hayas atropellado a preguntas.

 

- ¿Qué es? - la chica se estiró un poco y tocó el estuche - ¿Tu nueva guitarra? ¿Ya la compraste? ¡Genial!

 

- Sí claro - Mikael recibió las bebidas del elfo que ya regresaba y le dio un vaso a su hermana.

 

La chica tomó su vaso de refresco y bebió un poco sin despegar la vista del estuche que tenía Mikael, hasta ese momento ella no había pensado que su hermano tomara clases de música ni tampoco lo había escuchado tocar en la casa. La única que hacía ese tipo de ruidos en la mansión era ella, por lo que se preguntó cuánto tiempo tenía Mikael con ese estuche en su poder. No era para menos la curiosidad de la chica y menos al ver la indiferencia con la que su hermano estaba tomando la situación. Él jamás cambiaría.

 

- ¿Puedo verla? - preguntó la chica tomando el vaso de refresco.

 

- No.

 

- Anda... ¿Por qué no?

 

- Porque no.

 

El chico simplemente miró con seriedad a su hermana, quien parecía niña pequeña con una enorme curiosidad y posteriormente recorrió todo su alrededor con la mirada.

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  • 3 meses más tarde...

Salí de los terrenos de la mansión Black Lestranger después de terminar mi primera ronda como guardián de la marca tenebrosa. Desaparecí tras una nube de humo negro directo hacia el callejón diagón. Una suave sonrisa se me dibujó en el rostro haciendo brillar mi perfecta sonrisa de dientes blancos perlas. - Ya casi terminamos Federico -

 

Dije en un suave susurro a mi Demonio protector que se encontraba en frente de aquel local, la primera impresión que mi dio era que estaba abandonado, solo tenía que que esperar que alguien llegara a atenderme, necesitaba presentarme con algún propietario del local o algún trabajador. Me acerqué por detrás de Federico ya que cuando llegábamos a lugares desconocidos el se ponía en frente de mi.

 

Mi mano reposó en la puerta y después de un suave empuje esta se abrió dándome paso a su interior, por los momentos no había nada que me hiciera pensar de alguna presencia indeseable, de hecho, no creo que halla ninguna presencia en el lugar. Camine hacia lo que parecía una barra y ya cerca de ella me senté como si fuese un cliente común y corriente.

 

- Nack Nack Anybody in Home?... - Dije en un ingles bastante malo ya que aquella frase la había escuchado en una película y me había gustado. -... Siempre quise decir eso - Para luego dejar escapar mi carcajada, si alguien llegaba o me veía en ese momento lo primero que pensaría era que estaba mal de la cabeza.

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  • 3 semanas más tarde...

Mis pasos eran seguros mientras resonaban en las oscuras calles del Callejón. Mi silueta avanzaba de forma atrevida entre la muchedumbre y mi mirada, grisácea y surcada por oscuras pestañas, pasaba de un negocio a otro, en busca de aquél en donde debía esperar a la joven aquella noche.

 

Un corto vestido encerraba mi cuerpo entre telas oscuras y acentuaba mi figura. Unas largas botas negras se adherían a mis pálidas piernas hasta las rodillas junto a una delicada cadena de plata que rodeaba mi cuello, de donde pendía una pequeña lágrima tallada en un diamante rosa. Ni siquiera en una noche como aquella era capaz de dejar de lado aquella necesidad de mostrar que ya no era un niña ingenua y que ahora era yo la que dirigía mi vida y mi cuerpo. Además, si estaba de buen humor, al acabar aquella tarea podría salir a divertirme un poco…

 

Pero aunque mi mirada resplandecía de picardía y seguridad, mis pálidos dedos delataban la irritación que recorría por mis venas. No podía sacarme de la cabeza, las palabras que ese molesto elfo había pronunciado. Aunque aquella criatura no tenía la culpa, sus palabras, aquel mensaje que me había trasmitido, me desesperaban y se lo había hecho notar.

 

Me obligué a dejar de clavar mis uñas en mis palmas que ya tenían pequeñas marcas rojizas y alcé la mano, que no podía dejar quieta, hasta mi cuello para jugar de forma inconsciente con la delicada cadena y la pequeña figura que se posaba sobre mi pecho. Me detuve de repente ante la fachada del lugar por donde debíamos pasar aquella noche. Alcé la mirada y tras dedicarle un gesto de indiferencia, me acerqué hasta sus puertas y entré.

 

Me quedé allí parada, con las pupilas recorriendo la sala que se extendía ante mis pies en donde las luces negras se mezclaban con el fluorescente. Deje que mi mano descansara sobre la base de mi cuello mientras esperaba que mi compañera llegara; tal vez podría probar alguna de aquellas bebidas exóticas que descansaban detrás de la barra…

~Entre el descaro y la ironía~


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Mi vista se perfilaba hacia el horizonte, donde el sol se cobijaba entre las montañas –Bocetos de acuarelas y postales perfectas. Inhalé profundamente, retirando mi visión de aquel cuadro “perfecto”. A pesar de la sensación caótica que se despertaba debajo de mis carnes, no tenía intenciones de postergar el siguiente compromiso en mi agenda —como si existiera tal ejemplar— por lo que procuré arrancar mi cuerpo del barandal. Introduciéndome en mi habitación, me dirigí hacia el baño con intenciones de sumergirme en las aguas de la tina, tal vez el líquido serviría para deshelar mi postura.

 

Un par de horas después, me hallaba recorriendo la calzada de una de las calles de Diagon. Mis manos se encontraban dentro de los bolsillos de mi pantalón, un jean celeste con apariencia desgastada. Mi cabello se encontraba mas alborotado de lo normal, cayendo libremente sobre la solapa del cuello de la larga gabardina de cuero negra. Continuando con mis pasos, me detuve frente a la fachada de un local que se alzaba iluminado entre otros edificios, enarcando una ceja, constataba el nombre del pub, leyendo el letrero que lo titulaba.

— Interesante lugar— musité observando unos segundos el tránsito de los mortales, para después, disponerme a ingresar a dichos ambientes, recorriendo el pasillo principal.

 

Manteniendo mi porte altivo e indiferente, me guíe de las pocas luces hasta un sector predispuesto, donde un conjunto de sillones me parecieron el lugar perfecto. Mientras me ponía cómodo, me despojé de mi abrigo quedándome con la camiseta oscura que llevaba debajo de éste. Atisbando a los comensales, buscaba con disimulo a la joven con la que había pactado una especie de reunión. Inhalando profundamente, llamé a uno de los elfos que atendían, para pedirle una copa de cualquier ejemplar de la carta, tomando la espera como excusa.

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tomé su mano y emprendí un viaje hacia lo desconocido, ...cuando las puertas de mi corazón
fueron cerradas y fracturadas, solo me quedan los recuerdos y las cicatrices...

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Ver como la suave brisa de la tarde recorría silenciosamente los jardines de la mansión en la que estaba era sumamente revitalisante. Afortunadamente yo tenía todas las comodidades de ver aquel fenómeno tan relajante para mí desde mi alcoba, era una de las ventajas de ser una de las matriarcas de aquel lugar lo que hacía que mi habitación estuviera en una de las partes mas altas del lugar.

 

Esa misma tarde tenía una reunión con una persona con la que había platicado en un par de ocasiones, por lo cual tenía que arreglarme para acudir aquel lugar.Una vez que me termine de arreglar, salí de mi hogar no sin antes darle una que otra orden a mi elfo para que en el tiempo que estuviera fuera.

 

Aparecí a las entradas del callejón Diagon, lugar en el que había estado en un par de ocasiones con personas que eran muy importantes para mi como era una de mis amigas a la que consideraba como mi hermana. Caminaba lentamente por las calles del lugar rumbo al local indicado

 

Mi atuendo no era nada fuera de lo común, era un elegante vestido color negro que llegaba arriba de mis rodillas, también tenía un discreto escote en la parte de atrás haciendo que mi espalda blanca quedara ligeramente descubierta pero gracias a mi cabello ondulado, apenas se notaba aquel pequeño detalle, ademas llevaba un abrigo para no sufrir del frió una vez que comenzara a tardecer.

 

Una vez que llegue al lugar indicado, entré aquel llamativo local en el que no había estado ni una sola vez.

 

En unos sillones alejados de la puerta logre ver al mago con el que me había citado así que caminé hacía donde se encontraba.

 

-Hola- salude mientras le dirigía una breve sonrisa -Espero no llegar tarde-

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La oscuridad rodeaba tenebrosamente mi ubicación, en la garganta tenía una inexplicable sensación que presionaba contra las costillas, esperando tener la fortaleza necesaria para tragar la hiel, intoxicándome desde adentro. En un leve arranque de descontrol, cuando el elfo volvió con la orden encargada, fulminé a la criatura con la mirada para que ésta se marchara, tratando de mitigar aquel desorden emocional, extendí la mano para coger el elixir, whisky sobre las rocas, pensé enarcando una ceja por el atino acertado. Conocía toda ese estado, sabia el nombre de la cura, sangre.

 

A pesar de los empalagosos aromas que perfumaban la atmosfera, desde los exóticos líquidos en las copas de los comensales, hasta algunas velas en ambientes más privados; aromas que se aglomeraban en los distintos ambientes del local, pude notar el hilo de una fragancia familiar. Desvié mi visión del color de mi cáliz, y me dirigí hacia las sombras de una silueta que se acercaba hacia mi ubicación. Poniéndome en pie para invitarla a sentarse, y articular un saludo rutinario, que en estas ocasiones informales se acostumbraban, recordando los espontáneos protocolos.

— Hola— respondí a su saludo, desistiendo de lo antes pensado.

 

— Llegas a tiempo— repliqué — aunque debo admitir que por instantes llegué a pensar, que habías olvidado nuestra reunión. Te ves… preciosa.

 

Aguardando a que la joven se pusiera cómoda, eché un vistazo fugaz a mí alrededor, con la vaga idea de que todo estuviera en orden. Tomando posteriormente asiento, observa los gestos de la inefable, se veía tan delicada, frágil, humana. Como pocos, poseía la habilidad de producir en mí, una sensación de estar contemplando un ejemplo único de sensibilidad y hermosura natural de la vida, demasiado complicado de explicar, más si es por parte de un vampiro admirador de la vida mortal. La sed no tardó en llegar a mi garganta, por lo que cogiendo el tallo de mi copa, me dispuse a ingerir el alcohol.

 

— Lo siento— me detuve poniendo atención — no estaba seguro de lo querías beber, por lo que no me atreví a ordenar por ti— me excusé disimulando las ansias internas. No tarde en hacer un gesto con la diestra, para atraer a uno de los elfos que servían aquella noche, induciendo a la Diggory a que ordenara alguna bebida para refrescar su garganta. — ¿Qué deseas beber?— pregunté, razonando en ese instante, que, posiblemente la joven no bebiera.

 

— Cuéntame ¿Cómo has estado? Te ves más relajada que cuando trabajábamos juntos— bromeé.

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