Wishes Banned & Strange Passions (MM B: 80297)

[Afrodita.]

-De la botella entre otras cosas -sonrió divertida, guiño en ojo derecho. Ya sabía que May le quería dar mala fama, seguro como venganza por las últimas travesuras y no dudaba que se alejaría un poco de ella para no caer en el juego que siempre recreaba a su placer la Malfoy.

 

Cuando la música comenzó a sonar, simplemente comenzó a mover las caderas, suaves movimientos sexuales, sintiendo el ritmo de la canción. Pidió oro tragó, esta vez seria vodka y se lo tomó de un solo trago, la noche era noche y no se dudaba que dudaría hasta la madrugada.

 

-Como quisiera que hubiera uno que otro chico -Murmuró, apoyando a Cass, vio de manera divertida el tubo que estaba en el escenario y luego a su hermana. Tachó la idea de su mente, era mejor ver que tan atrevida era May.

[Cass Black Lestrange]

Sin poderlo evitar terminó su copa de un trago y la dejó sobre la barra de una manera algo tosca. Por un momento sintió que esta se rompía. Al darse cuenta de que todo estaba bien, aunque si no hubiese sido así hubiera sido lo mismo, tomó a May de la mano y la llevó hacia la pista de baile, sin importar su vaso.

 

-Podemos animar esto un poco. La música está buena!

 

La bruja comenzó a bailar de manera desinhibida con su amiga realmente sin pensar muy bien en la que estaba haciendo. A ratos abría los ojos para ver si esta aún continuaba ahí o si ya debía hacerse la loca.

[May Malfoy]

A penas llevaba la mitad de su trago cuando sintió que la mano de Cass tiraba de ella, una suerte pues de otro modo tendría que haber escuchado las palabras siguientes de su hermana. Puso los ojos en blanco mientras terminaba su bebida, se negaba a derramar aquel líquido, además había escuchado decir que había escasez de agua en el mundo, así que ella ponía su granito de arena tomando alcohol, al menos con sus amigas.

 

— Había olvidado lo que era salir con amigas —comento mientras movía sus caderas al ritmo de la música que la embriagaba y la hacía querer saltar.

 

Su cabeza se movía, alborotando su propio cabello al igual que Cass había cerrado por un segundo los ojos pero ahora los tenía abiertos de par en par. Era cuestión de segundos para que tanto su hermana como Eva se unieran a las mortífagas que bailaban sin cohibirse en la pista. Una sonrisa se extendió en su rostro, la razón ni ella la sabía.

[Afrodita.]

La Malfoy se carcajeo divertida cuando se dio cuenta que Evarela, para el poco tiempo ya no se encontraba en sus cinco sentido, había bebido más que las tres jóvenes juntas, así que por consecuencia estaba bailado en el tubo, disfrutado de la discoteca.

 

-Pues, no quiero estar sola -Susurro, bebiendo otro trago, esta vez tequila, sintió como la garganta le picaba, ignoro aquel detalle y se acercó a la pista de baile, agarró por el brazo a las chicas y las subió a la barra.

 

-¿A qué no es genial?-Dijo divertida, subiendo Afrodita también a bailar, sin importarle nada. Tal vez los tragos se le habían subido un poco, pero no era por la simple rumba de hoy, sino que se iba sumado los días anteriores, dando este resultado.

[Cass Black Lestrange]

La joven bruja (ok, no tanto u.u) seguía bailando, perdida en su mundo paralelo, ya sin saber si May la seguía o no, cuando sintió que alguien la jalaba fuerte del brazo. Por un momento perdió el equilibrio pero no se dejó caer. Eso hubiera sido demasiado vergonzoso, aunque hubiera sido bueno encontrar alguien que la levante.

 

Guiñó el ojo a Afrodita cuando esta la ayudó a subir a la barra, desde ahí podía ver a Evarela algo perdida también. Cuando pudo equilibrarse bien a esa altura pudo sentir la música fluyendo y apoderándose de ella. Su cuerpo se movía ya sin control y solo pudo vaticinar que era muy probable que terminara con Eva en ese tubo.

 

-Una de ustedes deberá llevarme a casa en algún momento.

 

Los ojos de la Black Lestrange ya habían perdido la capacidad de abrirse a voluntad y era muy probable que cayera, pero mientras siguiese la música ella bailaría. No había nada que la detenga.

[Kahlan Blackthorn]

Aiiden Aiel Malfoy Haughton

 

Sus orbes azul oscuro, estaba fijos en la ventana de su despacho. Había perdido por completo la noción del tiempo, intentando hilar con calma, todos y cada uno de los sucesos que marcaron su vida en las ultimas semanas. Intentando que la furia, la decepción, la nostalgia y todos ellos sentimientos, no provocarán que su poca tranquilidad, entrará en colapso.

 

-Extraña la forma en que te siento a mi lado, a pesar de que no estas presente físicamente-dejo escapar esas palabras de sus labios, cerrando sus ojos. Trayendo a su mente la imagen de ese hombre tan maravilloso, tan genial y que era el amor de su vida-Ye extraño tanto, aunque confío en que pronto podremos vernos-alargo la mano, para tomar el trozo de pergamino y leer con detenimiento su contenido.

 

-Hermosas palabras y tan llenas de verdad- deslizó las yemas de sus dedos por la hoja de papel, percibiendo la magia impresa en este. -Lo dicho, estas aquí conmigo…-hizo una ligera pausa-Aunque, no pueda verte, sabes que si puedo sentirte-apoyo su cabeza contra el respaldo de la cómoda silla. Evocando en su mente, todos los momentos que paso al lado del Haughton, sintiendo como el lo mas profundo de su corazón, comenzaba a florecer la esperanza de volver a revivir los mismos.

 

Dado que el amor que ambos se profesaban, permanecía intacto y tan fuerte como el primer momento en que cruzaron sus miradas, aquella inolvidable noche de octubre.

 

-Creo en nosotros y en que los tiempos mejorarán-siseò para sus adentros. Cerrando nuevamente sus ojos, dejo que el momento la relajara, disfrutando de la compañía de esa persona que amaba mas que a nada en el mundo.

[Daphne Malfoy]

Una silueta se materializó en la puerta del local. Al principio solo se veía una capa negra que cubría todo lo que llevaba puesto la mortífaga, desde los zapatos hasta el peinado, ya que la capucha ocultaba completamente su rostro. Hacía tiempo no iba por aquellos lugares, pero aquel día se sentía con ganas de recorrer y conocer bares diferentes que no fueran las tabernas a las cuales concurría con frecuencia.

 

Había recibido grandes halagos de este lugar, y le habían dicho que allí se divertiría, así que sin decirle a nadie se había decidido a ir. En aquellos tiempos no tenía mucho trabajo a la luz del día, ya que no trabajaba en el ministerio y tenía empleadas en sus negocios, pero aún así la marca le sacaba la mayoría de su tiempo, pero aquel día aprecía estar tranquilo, así que había decidido salir a conocer la noche de los magos.

 

No le había dicho a nadie que iría allí, deseaba estar tranquila y no encontrarse con gente conocida, aunque sabía que aquel negocio era de simpatizantes mortífagos, esperaba encontrar algo diferente, pero no se quedaría con la duda, entraría, estar frente a una puerta no parecía para nada atractivo. Antes de arrepentirse, la blonda tomó la puerta y la empujó hacia dentro para poder ingresar al lugar.

 

Su capa se deslizó por su cuerpo hasta llegar al suelo, en donde un empleado la juntó y la colgó en algún lugar adecuado. Había quedado con una sensual túnica color escarlata, que se ceñía al cuerpo. Un escote caía por su espalda hasta casi llegar al borde de sus curvas, donde se podía ver un sensual tatuaje horizontal en forma de finos tribales. Delante era un escote un poco más cerrado, ya que toda la atención la llevaba su espalda descubierta.

 

Su cabello estaba atado en un formal recogido, una delgada cinta negra entraba y salía de su cabello como si estuviera entrenzado, dándole un toque menos formal. Sus taco aguja negros se encontraban escondidos debajo de la túnica que llegaba hasta el suelo y seguía unos diez centímetros de arrastre en la parte de atrás, como si fuera una sutil cola.

 

Caminó hacia una mesa apartada de todos los presente y tomó asiento, esperando que alguien viniera a atenderla. Al parecer el servicio era excelente, ya que apenas se sentó un mago se acercó para entregarle una lista de todas las bebidas y sus precios. La demonio se quedó unos instantes pensando hasta que se decidió, empezaría con algo suave.

 

-Un martini seco.-Entregó nuevamente el papel y sacó un cigarrillo fino, eran cigarrillos de mujer, casi no tenían nada de nicotina, por eso se terminaban muy rápido, eran delgados y blancos completamente.-No puede ser.

 

Sus orbes verdes trataron de localizar al cantinero, pero no lo encontraba por ninguna parte, seguramente estaba preparando su trago. Había olvidado el fuego y quedaba muy ordinario sacar la varita para hacer fuego, además llamaría la atención y no tenía ganas de que la mirasen toda la noche. Además debería sacar la varita cada vez que quisiera fumar.

[Gomita Haughton Westrong]

GOMITA Y MIKAEL HAUGHTON M. WESTRONG

 

 

- Tienes que conocer este lugar.

 

- Genial guía de turistas.

 

La chica tenía la intención de mostrarle todo lo referente al mundo mágico que ella conocía y en el que Mikael debería adaptarse lo más rápidamente posible o estaría en serios problemas. Era obvio que una persona de su edad debería conocer mínimo el mundo no mágico pero él ni eso, ya que todavía guardaba los recuerdos que Gomita tenía ya que ambos habían sido uno mismo en el pasado.

 

- Se ve interesante - el chico miró el área de las bebidas.

 

- Este local es de Juve - Gomita siguió la mirada de Mikael - ni lo pienses.

 

Era extraño cómo Mikael se sentía atraído por cada bebida o comida que tuviese un color fuera de lo común, todavía no entendía por qué esa conducta estaba tan escondida cuando todavía eran uno mismo. Gracias a Merlín la chica creía que jamás moriría envenenada por probar algo extraño pero de lindo color mientras que Mikael quería saber si esas cosas sabían tan ricas como se veían.

 

- Todavía no puedo creer que tengamos algo en común tú y yo - dijo el chico.

 

- Y yo menos - respondió Gomita.

 

- Eres rara.

 

- Tú más.

 

Luego de un momento entraron y se sentaron a una mesita que estaba cerca de la barra y miraron toda la colección de bebidas y demás cosas que podrían pedir en el lugar. Mikael se quitó el abrigo que llevaba y lo colgó en el respaldo de la silla, suspiró y se peinó su cabello ondulado con los dedos de su mano izquierda. La chica lo miró y se rió bajito por la actitud de su ahora hermano.

 

- ¿Qué?

 

- Eres gracioso.

 

- Pero así me quieres.

 

- Eso sí - la chica tomó aire - Sola con mi soledad - comenzó a cantar bajito - sola sin tu compañía, sola por quererte tanto...

 

La chica continuó cantando mientras sentía que jamás podría pensar ni afirmar lo contrario a lo que había asegurado Mikael. Él por su parte notó la nostalgia en la mirada de ella y le dedicó una débil sonrisa; de ser capaz de hacer algo para alegrar a su hermana, quien ocultaba aquél sentimiento para tener siempre una sonrisa para confortarlo a él, no dudaría en ponerse manos a la obra ni siquiera un segundo.

[Salazar Darcy]

La mirada del mago intentó traspasar más allá de la negrura de la noche, donde las luces psicodélicas del club nocturno, a su espalda, iluminaba tan solo unos metros a la redonda. Era tarde, y no había un alma por el estrecho callejón. El ruido de la música, aún fuera del establecimiento, comenzaba a retumbar en sus oídos…

 

Le agradaba; la música parecía enviar ondas a su cabeza que lograban expulsar los pensamientos que el pelinegro había intentado olvidar desde hacía días. Con suerte, una vez dentro, aquél objetivo se cumpliría por completo. En eso confiaba.

 

Se giró y pidió acceso al interior del club; su pinta era normal y relajada, tan solo unos vaqueros oscuros, remera blanca con cuello en V y un saco encima que le protegía del frío ambiente. Lo básico para cumplir con las reglas de estética en aquél lugar recurrido por la gente mágica y sin llamar mucho la atención.

 

Al entrar, como había predicho, la música y el bullicio le transportaron inmediatamente a un lugar en el que no había pertenecido desde hacía tiempo. Familia, amigos, responsabilidades… y romances, quedaban fuera de escena; nada de eso pertenecía a ese lugar y a ese momento. Luces de colores recorrían el establecimiento, dibujando rostros, cuerpos, mesas, paredes y suelo de tintes llamativos mientras Salazar se acercaba a la barra con suma desenvoltura.

 

- Black Russian – pronunció, cuando el barman se le acercó para ofrecerle algo de tomar. Pedir ese tipo de bebida no era algo común en el Black, pero esa noche no tenía intención alguna de caer en ‘lo normal’.

 

El club estaba a medio abarrotar y el demonio recorrió el lugar con sus profundos ojos color del mar. Detectaba el aroma humano en el ambiente, impregnado de alcohol, humo y transpiración; no era un olor muy agradable, pero también hacía emerger en él sensaciones que dominaban sus sentidos y que desechaban aquéllas que eran mas humanas y doloras. Se quedo allí, simplemente observando, esperando el momento oportuno para cualquier cosa que pudiese pasar…

[Ellie Moody]

Madeleine Haughton.

 

No recordaba muy bien la última vez que había acudido a ese lugar. Sólo le llegaban imágenes de sus amigas bailando como locas por culpa del alcohol y ella marchándose temprano, pero había sucedido hacía unos meses; y, en realidad, no había pensado esa última salida esos días, ya que estaba más ocupada con el trabajo en San Mungo, su familia y las misiones que le iban asignando en su bando.

 

Era tarde, y sin embargo la música se escapaba del local. No le sorprendió mucho a la Haughton, ya que era un club nocturno, y de seguro que de día era aburrido.

 

La Bruja usaba un sencillo vestido vintage gris, unas botas de gamuza negras y un abrigo de lana color verde oliva, para protegerse del frío, que no tenía nunca piedad con ninguna persona ni tampoco esa noche. Su largo cabello castaño caía tras su espalda formando las ondas que tenía desde siempre. A lo mejor cuando era niña lo tenía ligeramente más liso, pero no había manera de que Madeleine pudiese recordar eso.

 

Entró al lugar, simplemente deseando tomar algo y escuchar un poco de música. Se sentó en la barra, y luego de que el barman tomara el pedido del otro chico que se encontraba allí, se acercó a la muchacha.

 

—Vodka— musitó. Ella sabía que no acostumbraba a beber alcohol, pero caer en la rutina de correr desde Ottey hasta el Ministerio de Magia todos los días podía estresar a cualquiera. Y más a Maddie, que era bastante suceptible.