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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Pik no tuvo que responder, cuando despegó los labios para hablar Alyssa ya tiraba de él hacia el bosque. Se deleitó observando a la Triviani, podía notar y sentir la felicidad que radia por todo su cuerpo, su rostro estaba iluminado y lleno emociones que no podría enumerar, nunca la había visto así, libre y sin ocultar ningún temor. Corría descalza por el bosque como una musa que alumbraba el lugar tras cada paso que daba, absorbía el frescor. la vitalidad del bosque y lo sentía en ella, más viva que nunca. El viento soplaba con delicadeza en el bosque, escuchaba el susurro de las hojas como un millar de palabras soltadas al aire intentando dar un mensaje.

 

Corría de la mano tras ella, sin soltarla en ningún momento. Las ramas de los arboles creaban encima de ellos un techo en donde los rayos de la luz descendían, creando pequeños fosos donde el blanquecino resplandor se filtraba creando pilares de luz. No sabía hacia donde se dirigía pero no temía en lo más mínimo, se sentía confiado y sabía que podía confiar en Alyssa. La oscuridad se apoderaba del lugar por completo, como un vacío en donde la espesura de las ramas impedía que se filtrara ni un solo rayo de luna, pero sentía el tacto con ella, sabía que nada les ocurriría.

 

Se toparon con un claro en donde ya la magia no hacia efecto, la fachada del refugio se encontraba cubierta de un manto blancuzco que rodeaba todo el lugar. Podía sentir un cambio en la atmósfera en el lugar, la magia se deslizaba por el aire, el aire era puro y captó diferentes aromas de flores dulces, se sentía dentro de un cuento de hadas. Asintió ante sus palabras para no romper el silencio que se apoderaba del lugar. Tomó su mano nuevamente sin querer soltarla, su tacto era cálido y recorría cada centímetro de su cuerpo, se expandía hacia la silueta del Macnair y ambos creaban una perfecta armonía.

 

Sus grisáceos ojos brillaban como un par de lunas, profundas y calculadoras, sosteniendo la mirada de Alyssa, lo capturaba y se apoderaba de él. Devolvió la sonrisa por un acto de inercia, contemplarla desde tan cerca y captar sus finos y hermosos rasgos lo hacían estremecer, no era algo que podía retener ni ocultar, necesitaba ser mostrado. La atrajo hacia él acortando la distancia entre los dos, sentía sus respiración y su cálido arriendo despertar cada poro y sensación en su rostro. La delicada risa de la Triviani lo hizo sonrojar un poco, agachó la cabeza todavía sonriente a pesar de sentir cierta pena, seguidamente la Black empezó a jalarlo hacia el interior de la cabaña. Dentro del refugio el aire que se respiraba era totalmente diferente a el del bosque, la calidez se apoderaba del lugar y dejaba el frío invernal fuera. Era agradable.

 

Me agrada tu guarida —sentenció con seriedad y frialdad en su voz fingida. Tiró de ella hacia él y posó sus labios en el lóbulo de la Black— pero me agrada más estar junto a ti —susurró con calidez y sinceridad, haciendo sonar sus palabras puras y sin ningún rastro de misterio en ellas.

 

Una vez más sus miradas se encontraron, rápidas y precisas, encajando la una con la otra como un par de piezas. Notó el rubor en las mejillas de la Triviani y la fina sonrisa que dibujaba en sus labios, Pik respondió de la misma manera y sintió nuevamente la calidez de su aliento se deslizarse en su rostro como un manto que lo acarició. Se acercó y posó sus labios en los carnosos y rojizos de Alyssa, en aquella oportunidad sus labios no fueron tontos y perdidos, estaban pidiendo el uno del y otro y esperando aquel momento. El beso fue delicado y cada segundo tomaba más poder, su mano se deslizó hasta el rostro de la Triviani, acarició su mejilla y subió hasta enredar sus dedos con la espesa cabellera rojiza. Se separaron por un segundo y Pik la observó.

 

Me encantan tus cambios drásticos de personalidad —comentó con gracia y rompiendo el hielo como él solo podía, a pesar de eso una picara sonrisa hacia se encontraba en su rostro. Le había sorprendido lo severa que podía ser en un segundo y al siguiente ser tan delicada como el pétalo de la flor más hermosa, le gustaba que sabía manejar la situación y adaptarse a ella.

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  • 2 semanas más tarde...

<<Comenzamos de nuevo>> me dije, mientras me miraba al espejo de la habitación y comprobaba con orgullo como estaba perfecta para empezar nuevamente y tras mi ausencia con las guardias para la marca tenebrosa. Reconocía que agracias a ella había conocido mucho más a mis camaradas, hasta tal punto de que algunos de aquellos aspirantes habían pasado a ser muy buenos amigos en poco tiempo. Mi mente viajaba al primer día con la Haughton y sin querer sonreí, aquella licantropa ahora contaba con mi plena confianza y había sido por los momentos pasados por las calles de Ottery con la única compañía de la soledad, la oscuridad y nuestras varitas.

 

Cogí la varita y como si de un acto reflejo se tratase, me desaparecí de la habitación en la cual estaba, para hacerlo segundos después ante la mansión de la que ya era mi madre adoptiva por excelencia, la líder mortifaga me había arropado y cuidado como la que más, pasando a ser en pocos meses una de las personas en las cuales mas confiaba y con la que más contaba para mis momentos de bajón, tan característicos en una joven de 23 años, como era el caso.

 

El día estaba bien, con un ambiente cálido y sin nada de viento, mas propio de primavera que de principios de febrero, pero con esto del cambio climático todo podía pasar. Traspase las verjas de la gran mansión y me acerque a la puerta de esta. No iba a estar sola, mi compañero no había llegado, pero decidí esperarlo para comenzar con la guardia, pues creía firmemente en que el trabajo en equipo siempre era mejor.

 

Me apoye en el lindel de la puerta con orgullo y actividad. Era mortifaga, por mis venas corría sangre pura y por ello estaba por encima de la mayoría de las personas que vivían en aquella comunidad. Sonreía con altanería, captando todos y cada uno de los movimientos que había por allí cerca. Mis ojos estaban ocultos tras una gafas de sol negras, que me daban un aíra aún más misterioso. Mi varita en el bolsillo trasero dispuesta a entrar en acción si se daba el caso.

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Una vez dentro de la cabaña el cálido ambiente de la misma los envolvió resguardándolos del frío invernal, la pesada puerta de madera se cerró hasta eliminar el último eco de la ventisca que corría fuera quedando del exterior solo aquella silenciosa imagen que se mecía a través de las ventanas. El Malfoy analizó meticulosamente el lugar exhibiendo en su rostro una fingida seriedad, y mientras la Black lo escuchaba la tomó por sorpresa al apresarla entre sus brazos y posar los labios en su oreja. Todos y cada uno de los vellos de su piel se erizaron mientras que una descarga eléctrica sacudía su columna vertebral de punta a punta, y para rematar se le escapó un ligero jadeo a causa del asombro. Pero este quedó rápidamente disimulado por una risa ligera, en su rostro se exhibía una pícara sonrisa a juego con aquella chispeante mirada que se cruzó momentáneamente con la del Macnair.

 

Fue uno de esos momentos en los que pierdes el hilo de la situación, un minuto se encontraba perdida en aquellos plateados ojos y al siguiente sus labios se habían enredado con los del mortífago. Suave, tímido y titubeante al principio, pero que rápidamente ganaba fuerzas y se volvía cada vez más osado. La mano del Mago Oscuro ascendió hasta depositar una suave caricia sobre la mejilla de la Triviani, y al separarse ambos dejaron escapar unos inherentes suspiros; ahora se había instalado el silencio y una leve tensión que anticipaba a voces las secretas intenciones que se acunaban allí. Pero antes de que ésta pudiera hacerse más grande la voz del Malfoy rompió el aire con su quedo susurró, un comentario que se encargó de resquebrajar aquella tensión.

 

- ¿Cambios drásticos de personalidad? – Repitió la Black entre risas, al mismo tiempo en que se separaba del mortífago y se alejaba de él hacia el interior de la cabaña – Yo siempre he sido así, distinto es que pocos sean los que me conozcan de este modo… – Las palabras de la demonio fueron adquiriendo cada vez una cadencia amarga a medida que los recuerdos invadían su mente, recuerdos de heridas que no se podían borrar ni siquiera con el paso del tiempo – Hay que ser precavido en estas cosas, enseñarle a alguien las facetas de tu corazón es un movimiento muy arriesgado, puede resultar extraordinariamente satisfactorio como catastróficamente desastroso… - murmuró justo antes de voltearse y encarar una vez más al Macnair, en esta ocasión su mirada atravesó al mortífago exhibiendo un rastro de tristeza, rencor y desconfianza, como si de pronto tuviera miedo de las libertades que se estaba tomando – Pero solo un necio trataría de razonar con el corazón, él solo entiende de riesgos, el todo o nada…

 

Un nuevo silencio se apoderó del lugar, completamente distinto al que antes lo había abrazado en su intimidad, éste era más bien como un ácido que buscaba quemar y ver cuánto podrían aguantar. Sus miradas se cruzaron una vez más, esta vez serias y cargadas de una amplia variedad de emociones, y en el profundo vacío de la habitación sus corazones deliberaban si es que estaban dispuestos a correr el riesgo o no.

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<<Castillo Triviani>>, pensó mientras caminaba por las calles de Ottery, rara vez visitaba esa familia por cuestiones de guardias, pero en aquella ocasión había tenido la suerte de ser enviada a aquel sitio. Los golpes secos de sus zapatillas resonaban contra el frío pavimento y hacían eco a los alrededores, las calles estaban solitarias, como solía verlas en la mayoría de las ocasiones que decidía hacer un recorrido a pie.

 

Hizo una pequeña pausa y dejó que el viento pegara directamente en su pálido y fino rostro, dejó que la sensación de libertad la invadiera por un momento para enseguida volver a la realidad. Soltó un suspiro y continuó con su caminata, no le quedaba mucha distancia por recorrer y tenía que continuar con sus labores.

 

Tomó un mechón que había caído sobre su rostro y enseguida notó como su melena castaña se había alborotado a causa del viento, sacó un listón de color negro y amarró su cabello, dejando libre su rostro. Mientras más se acercaba a los terrenos de los Triviani más pulió su presentación, hizo desaparecer arrugas invisibles de la capa de viaje que llevaba y lo mismo sucedió con la túnica que tenía debajo. Siempre había sido bastante pulcra con su presentación y a la hora de realizar sus respectivas guardias, resultaba ser más cuidadosa.

 

Observó el castillo y sus jardines al acercarse a la verja de entrada, los jardines estaban cuidados exquisitamente y le daban una apariencia bastante única al lugar. Atravesó la verja y recorrió con tranquilidad el sendero que llevaba hasta la puerta principal, no tenía demasiada prisa por apurar su visita, sobre todo si podía dedicar un momento a admirar la naturaleza que de un tiempo para acá le había traído tanta paz a su muy ajetreada vida.

 

Al llegar ante la puerta dudó por un momento y se miró a si misma, su aspecto era impecable. Tras haberse asegurado de estar presentable tocó varias veces la puerta. No estaba bastante segura de cuanto tiempo tardarían en atenderla, o si alguien podría salir a recibirla, fuese como fuese el asunto, ella terminaría por concluir su guardia.

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La calidez del rostro de Alyssa se transmitía y afectaba a todo el Macnair, cumpliendo la misma función de un nervio que se aferraba a cada centímetro de su cuerpo. Sus tímidas miradas se cruzaron como un destello, rápidas y brillantes, fue una observación mínima pero profunda, captando todo lo que ambos podían transmitir. Lo tomó distraído cuando la Black se alejó unos pasos tras sus palabras, su voz sonaba nerviosa y soltaba pequeñas risitas intentando disimular la incomodidad. Bajó el rostro intencionalmente, mientras los recueros hundidos volvian a flote.

 

Una sonrisa tonta atravesó el rostro de Pik tras sus palabras, lo había agarrado totalmente desprevenido y no pensó que su comentario causara aquello en la Triviani. La dejó hablar y no intervino, la sonrisa en sus labios desapareció, mostrando un semblante serio y atento, detallando cada palabra y cada movimiento de la Black. A pesar de no conocer el pasado de Alyssa, pudo detectar la tristeza en su rostro y en su voz, titubeante, mostrando un profundo dolor desde lo mas hondo de su alma.

 

¿Estarías dispuesta a dar tu todo nuevamente si te demuestro que puedes confiar en mi? —Preguntó, directo, sosteniendo la mirada con la de Alyssa. Sus orbes grises brillaban, sinceros, sin vacilar en sus palabras— Me gusta verte de esta manera, libre, quiero conocerte más de este modo —se acercó hacia la Triviani y la tomó por las manos, todavía sin desviar la vista— aveces hay que arriesgarse para obtener lo que uno quiere, en algunas ocasiones no funcionan, en otras sí , todo depende si encuentras a la personas adecuada… ¿Tomarías el riesgo?

 

Su voz sonaba sincera y clara, era algo que quería y estaba dispuesto a luchar por aquello. A pesar de que a su mente llegaron recuerdos dolorosos, entendía por lo que estaba pasando Alyssa en aquel momento. Pik reprimió sus pensamientos como pudo y mantuvo el semblante serio, sosteniendo la mirada de la Black. El silencio se había apoderado de la cabaña nuevamente, los pensamientos de ambos recorrían sus mentes y si se pudieran escuchar, sería como un millar de personas manteniendo una conversación. El Malfoy estaba dispuesto a cambiar aquella parte en su estilo de vida, era algo que quería y deseaba, habían transcurridos años desde que no se sentía de esa manera.

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Sus palabras le habían dejado un sabor amargo en los labios, inmediatamente después un profundo silencio lleno el espacio que los separaba pero el Malfoy en ningún momento desvió aquella firme mirada de los ojos de la Black. Lentamente, titubeante, se acercó a la mortífaga hasta entrelazar sus manos con las de ella acariciando con delicadeza la tersa piel. Alyssa mantenía aquel semblante frío y distante, una ensayada máscara que afloraba de manera automática cada vez que sus emociones amenazaban con desequilibrarla, pero sus ojos eran incapaces de mentir y en ellos se reflejaba aquel tumulto de sentimientos que le azotaban cual feroz tormenta.

 

La pregunta del Macnair quedó flotando en el aire, el silencio paso de ser expectante a una duda que a medida que pasaban los segundos iba creciendo a pasos agigantados. Podía verlo en las facciones del Mago Oscuro, como estas lentamente iban dando paso a la misma máscara que cubría el rostro de la Triviani, frío y distante; sus manos ya no se aferraban con firmeza sino que iban soltándose paulatinamente.

 

- Hay algo de mí que deberías saber… - replicó la Black tras la prolongada pausa, en aquel momento se separó del Malfoy y paseó lentamente por la habitación hasta detenerse en una de las ventanas, dándole la espalda a su acompañante contemplando el inmaculado paisaje que se extendía por el bosque – Hace unos años atrás estuve casada…, curiosamente él también es un Malfoy. Éramos compañeros de bando, jóvenes e impulsivos, apenas llevábamos unos meses juntos cuando decidimos unirnos en matrimonio. No nos importaba nada, estábamos profundamente enamorados…, o al menos yo lo estaba – su voz era apenas un tenue susurro, en aquel momento se volteó para encarar una vez más al mortífago que la contemplaba imperturbable desde el centro de la sala – Nos duró unos cuantos años, tuvimos 3 hijos…, creo que conoces al mayor, Danyellus. Pero un buen día lo descubrí engañándome con una prima suya, algo que sin duda no vi venir.

 

Una amarga sonrisa se formó en los labios de la Black a medida que los recuerdos pasaban por su mente cual afiladas dagas, abriendo una vez más aquellas cicatrices que había enterrado en lo más hondo de su ser. Recordó entonces la pregunta que le había realizado el Macnair, que si estaba dispuesta a correr el riesgo que implicaba involucrarse con él y dejarlo entrar allí donde nadie lo había hecho desde hacía años, alzó la vista y clavó sus ojos en los del mago que continuaba allí de pie sin formular ni una sola palabra.

 

- Paso mucho tiempo escuchando solo a la voz de mi razón, porque mi corazón no ha querido hablarme desde entonces… - masculló la Black en un susurró casi inaudible – No sería tan tonta como para ignorarlo justo ahora que ha decidido latir una vez más – Paso a paso fue acercándose hasta quedar una vez más frente a frente con el Macnair, alzó su mano y depositó con ella una suave caricia en la mejilla del mortífago – Lo que pretendo que entiendas con esto es que para mí ya no hay otra opción, no debo elegir entre correr o no el riesgo porque la elección ya ha sido tomada… La verdadera pregunta es ¿estás tú a tiempo aún como para elegir?

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Las anteriores palabras del Macnair sólo causaron que este se preguntara más sobre el tema, sentía como su mente se llenaba de burbujas las cuales deseaban explotar y salir de ahí, pero era un caso imposible, su cerebro trabajaba rápido y más preguntas lo abordaban, ahogandolo. El silencio no ayudaba en lo absoluto, solo hacia que se concentrara en sus ultimas palabras que no llegaron a salir, se quedaron en su mente como un intruso el cual no había surgido a flote desde hace más de lo que podía llegar a recordar.

 

En un acto en el cual no se dio cuenta, había retrocedido un paso y sus manos no sujetaban a la Triviani con aquella firmeza y confianza, bajó el rostro hacia las manos y se las quedó mirando, hasta que la cálida voz de Alyssa rompió aquel silencio gélido, casi eterno para él. Elevó el rostro cuando está se separó y tomó distancia, meditando sus palabras y diciendo exactamente las que quería pronunciar luego de aquella larga y pensativa pausa.

 

Comparado con las palabras que soltaba la Black, aquellos pensamientos suyos no eran más un juego de niños, indefensos e infantil, sin ningún toque de seriedad en el asunto. Desconocía sobre el matrimonio del cual hablaba y todos los sentimientos que surgían a flote tras cada oración, recordando su pasado y aquel punto tan importante en su vida el cual la marcó, convirtiendola en la mujer que es hora. Por puro instinto, Pik frunció levemente el ceño al escuchar el nombre de Danyellus, le tenía un gran respeto a aquel mago que le sirvió como tutor durante mucho tiempo pero, sentía todavía un poco de rencor por hacer llegar al Macnair a su limite, aunque eso hizo de él un mejor mago.

 

Pik no interrumpió, se quedó en silencio como el buen oyente que era, podía sentir como cada emoción y sentimiento recorría la voz y cada centímetro del cuerpo de Alyssa, podía notarse en el aire que recordar aquello era doloroso, pero una enseñanza que la convirtió en una hechicera más fuerte. Un nuevo silencio cortó había terminando, marcando la pausa y la separación de los temas, lo siguiente lo desconcertó.

 

Como una brisa cálida y acogedora, la mano de la mujer se plantó en su rostro a la perfección, sintió su suave roce y aquel acto que lo hizo estremecer, creando un leve escalofrío desde la mitad de su espalda hasta su cuello. Sus pupilas se habían dilatado un poco tras su pregunta, ya que nunca la esperó, había captando todo lo que pensaba el Macnair sin que este se diera cuenta de que reflejara todo aquello. La mascara gélida y calculadora que tanto lo caracterizaba se había roto en mil pedazos, dejando al Malfoy a la intemperie, descubierto y casi desnudo. Su rostro podía reflejar más que todas las palabras que podía decir para explicar aquello. Sabía la respuesta a la pregunta y, aunque fuera fácil y sencilla de decir, le costó más de lo que suponía. Despegó los labios y se quedó en silencio, pensativo, recordando su pasado.

 

No se arrepentía de lo que había hecho aunque la pagó caro, más caro de lo que esperaba. Sus pensamientos viajaron a una velocidad sorprendente, no supo cuanto tiempo pasó desde que empezó a maquinar todo aquello y la pregunta de la Triviani, sintió como sus mejillas cambiaron un poco de color, lleno de vergüenza por hacerla esperar por aquella pregunta. Pik bajó el rostro y pensó en todo lo que le contó la Black ¿Sí ella iba a tomar el riego por él, por qué él no hacia lo mismo? Un momento de claridad había llegado a su mente, todo su pasado lo había abordado y no lo dejaron ver, quería aquello y su pasado en aquel instante no le importaba, le importaba ella. Alzó el rostro y clavó sus grisáceos ojos en la mujer, mostrando un semblante totalmente distinto, una sincera y fina sonrisa en su rostro.

 

Yo ya elegí —respondió— te elegí a ti —masculló con sinceridad— a pesar de que hay muchas preguntas en mi mente, en este instante esto es lo que quiero, nada más, ésta es mi elección y no hay marcha atrás. —Quería decirle mucha más cosas, sobre que podía confiar en él y que él nunca haría nada malo para dañarla, pero siempre que alguien decía eso, sucedía. Prefirió callar.— Me alegro que compartieras conmigo aquella parte de tu pasado por la cual pasaste, sé que fue uno doloroso, pero tras algo negativo siempre viene algo positivo —o algo así había leído, sonrió con torpeza y tomó nuevamente las de Alyssa, las cuales encajaron perfectas entre las suyas— quiero estar junto a ti.

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El comenzaba a bajar con lentitud, anunciando de esa forma que poco tiempo el día daría paso a la noche, la luz se apagaría para que la oscuridad pudiera reclamar lo que por derecho le pertenecía. Dos figuras blancas caminaban en el ocaso de forma sincronizada, como si de un solo ser se tratara. Y en parte era de ese modo, tantos años cazando de juntos había logrado que las mentes y almas de los dos tigres crearan una especie de conexión; aunque los sentimientos no habían sido los únicos responsables de ello; el un tigre (el más grande) había depositado un pedazo de su alma en el interior del más pequeño de los felinos.

 

Uno de los blancos animales recordó algo al ver el arte italiana que coronaba el sitio a donde caminaban. Fue imposible apartar aquel recuerdo de su mente, fue como si aquel brillo lograra menguar por completo el instinto animal del animago, que en menos de un segundo recobró su forma humana. De esa forma, amo y mascota comenzaron a caminar acortando la distancia que los separaba del castillo de los Triviani.

 

"Candela, Candela, Candela, Candela" pensó Bastian. Desde que aquel recuerdo lo había obligado a adoptar su forma bípeda, le fue imposible apartar de su cabeza aquel nombre. Era normal, el recuerdo había llegado borroso. Era -sin lugar a dudas- de aquellos meses en los que el mortífago había abusado de su habilidad para convertirse en un animal sin antes perfeccionar dicha transformación. La incertidumbre había causado que el color amarillo de sus ojos se oscureciera sin que se percatara de ello.

 

Golpeó la puerta un par de veces, produciendo un sonoro golpe que de seguro alertaría a los habitantes de aquella residencia y alguien saldría a atenderlo.

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La semi-inconsciencia en que se había sumido de forma obligada le permitía sentir lo que ocurría a su alrededor pero no hacer mucho. Sentía, olía, escuchaba... incluso paladeaba un ligero regusto a sangre en la boca pero no veía nada ni podía moverse. ¿Cómo había llegado a esa situación? Un único rostro acudió a su memoria: Mistify.

 

Vale, al menos ya podía hilar pensamientos, aunque totalmente inconexos. Recordaba de algo haber estado con la matriarca Malfoy y luego... los ojos grises de su prima asomaron a su mente de repente. Candela. Si... ella lo había atacado y él, confiado de la chica, no se había defendido. De nuevo la vida le enseñaba por la mala que no debía confiar en absolutamente nadie. Pero... ¿dónde había sido eso?... un palacio de hielo.

 

Los retazos de recuerdos se agolpaban en su cabeza, como en un huracán del que él, ralentizado como estaba, apenas si era capaz de entresacar algún sentido. Notaba que tenía los brazos amarrados por encima de su cabeza y que su espalda tocaba una superficie áspera y fría; tal vez un poco húmeda... tal vez...

 

>> No tienes pinta de ser de los que piden ayuda << escuchó en algún lugar lejano.

 

>> No, no lo soy << pensó él, sintiendo el cerebro como melaza en su cabeza. ¡Por el demonio! ¡Cómo le dolía la cabeza! ¿Se habría dado un golpe? No, Candela se había comportado de forma extraña. ¿Dónde estaba?

 

>> Eres un enigma, y detesto los enigmas... ¡Despierta ya! << esa era la voz de su prima. ¿Cómo que él era un enigma? ¡Ella era la que estaba enigmáticamente loca! Ella lo conocía como pocos. Su cabeza empezó a recobrar consistencia. Sentía el suelo y el mundo ya no le daba vueltas... hacía frío y... un atisbo de algo llegó a sus ojos. Pero estaba oscuro, donde fuera que se hallase...

 

-¡Danyellus!-

 

Aquel susurro apremiante fue el que lo despertó del todo, antes de que abriera los gélidos ojos azules hacia la oscuridad, más allá de la cortina de cabello platinado que su prima le sostenía con dedos temblorosos. El demonio ladeó la cabeza con lentitud, temiendo que el mundo se pusiera a dar vueltas de nuevo pero no ocurrió. Pudo notar que su bonito traje de gala estaba arruinado, que Candela lo miraba con ojos de desquiciada, y que se encontraba atado, contra la pared de una de las mazmorras del Castillo Triviani.

 

-Qué demonios...- murmuró, con más ahínco del que pretendía. Tomó un respiro y empezó de nuevo, reafirmando sus pies en el suelo e irguiendo su estilizada figura. Las cadenas que lo retenían tenían magia pero no la suficiente para mantenerlo cautivo por mucho tiempo... quizá tardara unos minutos en soltarse pero lo haría. El hechizo tal vez habría sido suficiente si él aún fuera un híbrido entre demonio y vampiro pero, y eso era algo que la ojigris no sabía, desde que se había transformado en un demonio completo tenía mucho más poder.

 

-Buena noche mi querida Candela- saludó al final, con una sonrisa amable, como si se encontrará en una sala bebiendo té y no atado en una celda -¿A qué debo el gusto de ser tu invitado a tan tardía hora?- terminó elegantemente.

 

Lo que fuera que ocurriera, de seguro tenía una explicación medianamente razonable aunque, conociendo a Candela, era más seguro que no fuera así. Lo mejor era tomarlo con calma y esperar que la cebra que estaba leyendo el periódico en una esquina se apiadara de él y lo ayudara. Un momento... ¿qué era lo acababa de ver? al parecer, o aún estaba atontado, o las alucinaciones que solían acosarlo volvían a ser parte de su vida. Con un suspiro, se resignó...

Patriarca Triviani |

http://i.imgur.com/doPaD.gif | Familia Malfoy

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Guardias

 

>>Chuck<< pensó la bruja de rulos colorados y mirada asesina. El único elfo que le caía bien pese a pertenecer a otra familia. Recordaba sus jugueteos internos cuando vivía bajo aquel techo. >>Era un elfo pervertido<< Una sonrisa se dibujó en sus labios carmesí al tiempo que se colocaba la campera de cuero y sacaba un cigarrillo del bolsillo.

 

El castillo Triviani. La llevó a la primera vez que que llegó a Ottery. Fue recibida por Silverlyn, Luna y Alexander, una familia increíble que el tiempo se encargó de arrebatarla de su vida y poco a poco de su memoria. Suerte que los recuerdos empezaban a anidar en su memoria, esta vez para siempre. Se despidió de su padre en la mansión Malfoy y salió a los jardines para encender el cigarrillo con su varita y caminar por la avenida rumbo a su próxima guardia.

 

Se detuvo ante el inminente castillo, atravesó el jardín, rodeó la gran fuente, subió las escaleras del porche y se encontró con Bastian, su compañero de guardia. Observó el cielo, en cualquier, el viento se había levantado, en cualquier momento se largaría a llover.

 

-Buenas tardes- le dijo a su compañero con una sonrisa demasiado cortes.

My Ghost
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