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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Rol Auspiciado por la Spritze

Nia Romanov, 37 años—

 

—Mira pequeña, lo que tengo que contarte es delicado y no lo haría si es que no encontraba la necesidad. Pero veo que estas muy entusiasmada con todo esto de halloween. Lo que quiero explicarte no es algo muy bonito y tampoco es que quiera asustarte, ¿me entiendes? —dijo la rubia de ojos azules, mirando a su sobrina con una sonrisa franca.

 

Acarició la mujer el rostro fino de aquella criatura, entendiendo su aprobación y dispuesta a contarle todo sobre su pasado. Además de que tenía la leve sensación de que iba a morir dentro de unos cuantos meses, si no eran días. Las lágrimas se derramaban como nunca, no podía aguantar la tristeza pero debía ser fuerte. Intentó calmarse y, cuando estuvo suficientemente lista, siguió. La niña todavía la miraba con sus ojos claros profundos, con mucha atención.

 

Cuando era niña tenía unos amigos muy buenos... todos nos queríamos entre nosotros, aunque digan que William era malo. Eso nunca, pequeñita. Si es que te llegan a decir eso, es mentira. Él siempre fue... —sus lágrimas empezaron a ceder nuevamente, pero seguió contando— bromista y justamente fue eso lo que más me enamoró. Lo amaba con todo mi corazón, pero dudaba que él lo hiciera, ja, ja. Tus abuelos me obligaron a alejarme de él luego de haberse enterado de lo que supuestamente hizo. Pero te cuento que él no lo hacía con malas intenciones... —suspiró— tus abuelos me obligaron a casarme con mi difunto esposo y, luego de la muerte de tu tío, William y yo logramos vernos unas cuantas veces más. Sin embargo, mis padres hicieron una denuncia contra él al enterarse, quedé totalmente devastada. Yo lo amaba y él creía que yo lo traicioné... ja, ja, ja —rió con pena para no continuar llorando—, en realidad eso no es lo importante. Lo importante es que Emily murió en el faro por culpa mía —se culpó, tratando de proteger a su amado—, en noche de halloween... no obstante, muchos y hasta tu... verdadero tío contaban que ella todavía viv....

 

Se secó nuevamente las lágrimas, luego de haberle contado la historia de una manera muy enredada gracias a su nerviosismo y tristeza en mezcla. Amaba a William con todo su corazón, no quería que él terminara en un centro psiquiátrico y mucho menos que su memoria fuera malhablada. Comenzaba con su sobrina y terminaría difundiendo la historia que inventó hace unos días, culpándose de todo a sí misma. Rochere sería libre por lo menos luego de su muerte... el gran Rochere... Pero no pudo terminar de contar la historia. Vio la imagen de Emily tras la figura de su sobrina y murió esa noche, de la mano a su sobrina favorita.

 

 

Andrea, 19 años—

 

Escupí queriendo librarme del sabor horroroso de aquel cuchillo oxidado, el mismo que utilizaba para cazar animales en la soledad de aquel bosque oscuro. Estaba cansada, había huido de los guardianes forestales por lo menos durante unos dos días. Ellos me odiaban por naturaleza y hasta habíamos discutido por lo menos un millón de veces, querían que me vaya y deje a los animales vivir en paz... como si fuera que eran pocos.

 

Hay como miles y ellos no me dejan matar a uno por semana —murmuré dando un golpe al tronco que tenía enfrente.

 

Empezaba a hacer frío, debía coger el mayor número de troncos pequeños para poder tener calor por la noche. Pero algo me detuvo... había estado huyendo durante dos días enteros... dos días. ¡Ya pasó la fecha de halloween! El enojo me recorrió todo el cuerpo, por lo que tomé el cuchillo entre mis manos, lo excluí de la madera y di un golpe fuerte que, estando en una ocasión normal, me dolería hasta el hombro.

 

—Maldita sea —grité espantando aves y pateando a la vez todo lo que tenía enfrente—. Esta fecha ya era obligatoria, necesitaba ir... ¡mi****! —mi rubia cabellera saltaba a cada paso que daba, pues iba quejándome de un lado a otro. Pegando con manos desnudas los árboles y pateando a los restos de hojas— Si no fuera por los idi***s guardianes ya habría descubierto el misterio de... de…

 

No podía pronunciarlo. No podía decir su nombre. Emily... sólo rondaba en mi mente como un duro recuerdo no vivido por mí. Un recuerdo ajeno que necesitaba ser vengado de alguna manera. Mi tía... mi tía favorita y millones de imágenes sin sentido volaban por mi cabeza. Me encontraba ardiendo por dentro, necesitaba descargar todo el enojo por algo, tenía que matar a alguien, pero acababa de quitarle la vida a un animal. No importaba, mataría miles aunque no estén nada más que como una carga inservible sobre mi espalda.

 

—No... —un sonido había llamado mi atención, en todo el berrinche hecho había echado al suelo mi única brújula y no sólo eso, estaba rota.

 

Suspiré de rodillas. No sólo estaba perdida en medio del bosque, sino también había perdido la oportunidad de averiguar sobre la maldición de Emily. Tía Nia me había contado muy poco sobre ella antes de morir. Todo había sido muy extraño, yo necesitaba aclararlo. Luego de unas horas acostada en el suelo, llorando y rogando el suelo con mis lágrimas me levanté, tomé mi cuchillo, ropas, un poco de comida y comencé nuevamente mi viaje intentando ir instintivamente al norte.

 

Contaba los segundos en mi mente, por lo menos ya pasó una hora desde el lloriqueo anterior cuando me rasgué la cara con una rama puntiaguda y, seguidamente vi la figura de un hombre mayor de edad tirando una piedra al lago. Me alejé dos pasos cuidadosamente, no parecía un guardia, pero tampoco quería arriesgarme... sin embargo mi escándalo con la rama ya fue suficiente para captar su atención.

 

Disculpe —musité sin sonreír ni mostrar mínimo gesto de pena.

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§« Arcturus Black »§

 

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La mirada gris del canadiense, se perdió en la última onda del agua chocando con la orilla; el leve murmullo de las aguas mecidas por la brisa tibia, que por momentos se tornaba helada, trayendo consigo escalofríos, que erizaban los cabellos de su nunca; era el único sonido en el entorno, ni siquiera las aves de la región emitían algún sonido, estaba acompañado; solo por su respiración acompasada, el croar de alguna rana, el murmullo del grillo y las ocres vestiduras de los aboles de maple; que crujían bajo sus pies.

 

Aunque la figura fantasmal de Emily; lo acompañaba algunas veces, aun le asustaban algunas cosas, en el fondo, aun llevaba al chico asustadizo dentro de él, solo que, ya era un hombre, y a los hombres, no se les permitía llorar, suplicar o quebrarse. Entonces; lloro, en silencio, casi escuchando, como sus lágrimas se estrellaban sobre el enjuto cuerpo de las hojas; fue entonces que sintió su fría mano; la gélida sensación se alojó en el centro más recóndito de sus entrañas, casi paralizándole el corazón, empezó a girar la cabeza para verla, y terminar de una vez, con ese calvario.

 

Pero ya no estaba, apenas vio los pálidos dedos que se aferrabana su hombro, como si quisiera detenerse de algo que la arrastraba, no era la primera vez que aparecían rasguños, moretones o golpes en su cuerpo; ya lo había asimilado. Sin embargo, una persona saliendo de la nada con el aspecto de esa chica, sí que lo asusto, se sobresaltó al escuchar la voz de la fémina y dio un traspié que casi lo tira al agua del el lago.

 

--no te preocupes, nome habría hecho mal un baño –

 

Dijo sonrojado, tenía poco contacto con la sociedad, aun se cohibía delante de las mujeres, fuesen de la edad que fuesen, además se creyó sorprendido en plena crisis, disimuladamente, fingiendo acomodar los largos mechones de sucabello, acomodo su viejo saco pasado demoda, sonrió, y se inclinó a saludar a la jovencita de cabellos enmarañados, su educación y buenos modales, un tanto arcaicos y fuera de moda, los conservaba intactos.

 

--No es un buen lugar para una jovencita de tu edad, ve a casa…-

 

Giro sus pasos y emprendió su marcha, estaban a unos dos kilómetros del Faro, y de supueblo natal, iría a encontrar su destino, a salvar el alma de Emily, y a descansarpor fin en paz.

Editado por Ethiane Slytherin B. L.

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Rol Auspiciado por el Spritze

Andrea, 19 años —

 

Hice un gesto malhumorado luego de escuchar el comentario de aquel hombre, pero mi rostro se ablandó cuando recordé que necesitaba alguien que me ayude a salir de ahí. Sonreí amablemente, algo que pocas veces me había salido desde ver a mi tía morir sobre mí. Respiré hondamente y caminé acercándome a aquel hombre, procurando no dar la mala impresión de una niña rebelde.

 

—Lo siento, estoy perdida —asumí, luego de darle algunas vueltas al tema en mi cabeza—. Se me cayó la brújula hace unas horas, además... —no sabía si contarle que ni siquiera tenía casa, así que sonreí nuevamente como pidiendo ayuda.

 

Poco después de haberme acercado a él se escuchó la llegada de alguien más. A causa de la gran atención que le di a aquel hombre bien vestido y con apariencia sana, el otro estaba alejándose. No entendía la razón por la cual un muchacho un poco más joven que yo, aparentemente con recursos económicos suficientes esté rondando por un bosque, por lo menos no tan adentro como donde nos encontrábamos. Quizá él también venía en busca de Emily, pues el faro se encontraba cerca... pero no... no podía ser.

 

¿Tienes alguna idea de cómo salir de aquí? —pregunté exasperada, notando como el señor se iba alejando poco a poco.

 

—Tengo un automóvil, pero lo dejé hace unos cuantos metros porque no podía pasar. Busco a Arcturus Black... ¿es ese que se va para allá? —apuntó al hombre que antes se había caído al agua, luego de encogerme de hombros como respuesta corrió hacia él— Disculpe, ¿es usted Arcturus Black?

 

No iba a quedarme atrás, así que seguí a los dos apurando el paso, ya cansada por la carga que llevaba encima. No me interesaba la identidad de ese hombre, sólo necesitaba salir de ese bosque y tratar de buscar otra solución para la muerte de Emily y lo que atormentaba a mi tía.

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§« Arcturus Black »§

 

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Camino rumbo al faro, acompañado de sus pensamientos y recuerdos, tras él, la joven de aspecto salvaje, tenía algo, una mirada extraña, algo le dijo al Black, lo hizo girarse, cuando esta; ya estaba acompañada de alguien que se había acercado en un automóvil, extraño, no le sintió llegar, el conductor era otro joven, menor incluso que la chica, Arcturus arqueo la ceja y les vio intrigado; con esa mirada gris llena de nostalgia.

 

Acaso escuchó su nombre? su mirada se torno entonces mas inquisitiva, poniendo un poco mas de atención; en el dialogo fugas del par de jóvenes, en efecto, habían preguntado por él, y le señalaban, pero quién era ese jovencito que le miraba tan insistentemente, se vio tentado a regresar, pero, torció los labios, no tenía tiempo que perder, así que de nuevo se encamino y enfilo hacia el faro; la cita con Emily, tenia años en espera, este día, no fallaría.

 

 

Los minutos parecían arrastrarse sobre la misma piel del Black, ausente, únicamente consiente de la distancia que le separaba de; tal vez, encontrar a su amada niña, entre mas se acercaba, la maleza; parecía querer detenerle, parecía crecer, sin embargo, atribuyo ese extraño presentimiento, al miedo que tenia y a su mente, jugandole bromas pesadas. Sin embargo.

 

Las ramas de los escuetos arboles de maple, secos,desnudos y rugosos, amenazantes, varios rasguños se llevo en el rostro, en las manos al tratar de sepáralas del camino, espinos en los pies; brazos, espalda, la tarde avanzaba, parecía increíble que tan corta distancia; le representaran tantos obstáculos, se detuvo jadeante, exhausto, saco un pañuelo de su bolsillo; lo paso por su frente y rostro, estaba empapado, a pesar de que la temperatura, era relativamente fresca.

 

Cien metros, cien a lo sumo, sin imaginar, que se encontraba, en el punto exacto donde la dejo por última vez, donde ella le grito aquella sarta de insultos tan dolorosos, todo regreso a su mente; como un baño de agua congelada, sus puños crispados, las risas de sus amigos; aun hacían eco en su memoria, y ese golpeteo de corazón, cuando corrió y corrió como un gamo, hasta que sus piernas no le sostuvieron; después de verla caer.

 

El sabia, que ella aun rondaba por ahí, jamás encontraron su cuerpo, él la había visto muchas veces, con esa mirada suplicante en sus ojos, esos ojos carentes de vida y desbordados de dolor y soledad. El fuerte sonido de un motor se dejo escuchar justo atrás de él, no se giro a ver, solo escuchó las portezuelas abrir y cerrarse; ellos, dando voces, ni siquiera se molesto en contestar, siguió caminando, la vereda; estaba despejada, misteriosamente ya no había mas obstáculos.

 

Entonces la escucho – Arcturus!!!...ayúdame, quiero bajar, quiero bajar - …Su corazón se contrajo, el grito era aun mas lastimero y más desesperado que aquel día, no lo dudo mas, se dirigió a los chicos que habían llegado y vocifero – Ustedes dos, quédense acá…si quieren seguir viviendo…- Y emprendió la carrera rumbo al faro, cerrando la distancia que le separaba de él, las puertas estaban abiertas, cuando todos sabían; que por seguridad le mantenían cerrado con varios candados.

 

Estos yacen en el piso junto a las cadenas, la vio entonces, los zapatitos negros de charol brillante; subiendo corriendo las escaleras, la siguió, sus manos sudaban y se quedo pegado a la pared, ya los pocos escalones sanos del faro estaban roídos y la madera crujía abajo sus pies, dejando caer pequeñas nubes de polvo, salvo la distancia, al subir alfaro, los últimos rayos del sol ya agonizaban en el horizonte, y ahí, frente a él, la perfecta silueta de Emily, recortada por los dorados rayos del último suspiro del astro rey.

 

-Emily…pequeña, tienes que descansar, tienes que ir a un lugar mejor!...- suplico con la voz quebrada mientras la hermosa muchacha se acercaba a el; sonriente, con una mirada siniestra, combinación de inocencia y maldad pura, lo abrazo, y Arcturus sintió mil agujas abriéndose paso por sus carnes, congelándole del dolor, sin embargo; la acuno en sus brazos, la apretó contra él, con todo ese amor que había guardado por décadas.

 

-Tenían que pagar!!...tenían que morir…y tu…tu morirás mil veces más que yo…me dejaste sola y me hicieron daño…-Susurro la cavernosa voz de la chica, Arcturus abrió los ojos y la hermosa niña no era más que un cadáver descarnado y pestilente, con las cuencas de los ojos poblados de asquerosos gusanos gordos de pálida piel, una espesa baba amarillenta escurría de las encías faltas de dientes y de labios, pero no le importo, la apretó junto a él.

 

-Te amo, te amo te amo te amo…nunca te dejare de amor, todos te amaban, tus padres murieron de tristeza, nadie te olvido, todos te amaban! - Arcturus sentía las uñas clavarse en su espalda, arrancándole girones de piel viva, cerro los ojos vio los rostros de los chicos asesinados flotando en el aire queriendo alcanzar a Emily, tenía que salvarla de la condenación eterna, no mas vagar, no mas penar, no mas cobrar vidas inocentes. Entonces; escucho las voces de los muchachos ir en pos de él.

 

No había tiempo, el espectro quería soltarse, imagino que iría por el par de jóvenes; y no lo permitiría de nuevo, volteo a mirar a los chicos, con los ojos arrasados en llanto abrazando con desesperación el putrefacto cuerpo de Emily. Era demasiado fuerte, ya chorreaba sangre de la espalda, el ente; se revolvía furioso entre los brazos del Black, no había otro camino, los miro nuevamente y solo dijo. – cristina sepultura

 

La apretó mas contra él y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo, el solo sosteniéndola y caminando peligrosamente a la ventana rota, por donde cayó la primera vez, gritaba furioso, alaridos de impotencia, la espalda de Arcturus era abierta enjirones por las rabiosas uñas del espectro, por fin alcanzo el borde, el cielo ennegrecido,una tormenta salida del mismo inferno azotaba la costa, y el mar embravecido golpeaba las rocas furiosamente. La miro, y aun dentro del aspecto deplorable, su amor, logro ver; únicamente el rostro dulce de la Emily buena, susurro en su oído

 

-Te amo, siempre te amare, perdóname…- y salto envolviendo en sus brazos, el cuerpo descarnado; cubierto aun, de ese descolorido vestido verde botella. Los gritos del par de chicos tratando de evitar el salto; no fue lo único que escucho, ni lo último que vio, casi al final, el rostro de Emily, de nuevo era hermoso, sonrió agradecida y se apoyo en su pecho. Ahí le encontraron, extrañamente el cuerpo de Emily, con la apariencia de una jovencita de 14 años, recién fallecida, el vestido como nuevo, los risos impecables y en sus pies…un par de zapatitos de Charol Negro.

 

Mas no el cuerpo; de Arcturus Black.

Editado por Ethiane Slytherin B. L.

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  • 2 semanas más tarde...

En medio de las penumbras de la noche una solitaria figura encapuchada avanzaba lentamente desde la entrada de los terrenos hasta la puerta principal, sus pasos dejaban tras de sí sus huellas impregnadas en la nieve, las cuales se borrarían a las pocas horas si las nevadas continuaban como hasta entonces. A pesar del intenso frío, parecía que la joven no irradiaba calor alguno, pues su respiración pasaba inadvertida y su avanzar era integro y elegante, casi como si estuviera en pleno verano.

 

A pesar de poder aparecer dentro del castillo, Gyvraine había preferido caminar por todo el pueblo y entrar por su propio pie al lugar que alguna vez había llamado hogar, aquel que le enseñó cosas que no podía encontrar en libros de magia avanzada. Sus zafiros se concentraron en la gruesa puerta de roble y procuró que aquellas risas lejanas no entraran a su mente producto de recuerdos que había decidido sepultar.

 

- Ama - dijo el Chuck que abrió la puerta apenas ella se paró frente a ella, la criatura tenía sus redondos ojos mucho más abiertos que de costumbre y por un segundo se quedó helado, más por la sorpresa que por el clima. Gyvraine le dedicó apenas una fuga mirada de desprecio y siguió avanzando, mientras el elfo hacía reverencias y cerraba la puerta tras ella para seguirla con un sinnúmero de preguntas - ¿Desea algo de comer? No sabe cuanto me alegro de ver a la ama ¿Se quedará con la familia?

 

"Comer" Gyvraine sonrió apenas escuchó esa palabra, apenas unas horas antes un apuesto joven había encontrado la muerte justo después de ser seducido y enredado en redes que solo, quien llevaba en la genética un rastro de banshee, podía tender. Pero a pesar de aquel gesto que casi pareció humano, la Mortífaga fulminó al sirviente con la mirada para que se callara de una vez, no quería despertar a nadie.

 

Sin saber exactamente por qué, la Malfoy no quería que ningún miembro de la familia percibiera su presencia, ni siquiera sabía por qué después de tanto tiempo en el extranjero, pretendiendo vivir como si aquel pueblo en el que había crecido no existía, incluso esforzándose lo más posible en olvidar todo lo que había pasado para ser simplemente una viajera. No quería aceptar a ella misma que estaba ahí, subiendo las escaleras a su abandonada habitación en el castillo Triviani por no querer regresar a la mansión Malfoy, por alguna razón sentía vergüenza y se iba a su refugio de siempre.

 

Pasó frente a la puerta de doble hoja que una vez atravesó en medio de la noche gracias a una pesadilla y tras la cual encontró a su hermana, dispuesta a prometerle que nada pasaría, pero esta vez no dolió, apenas si se dio cuenta de lo que aquel recuerdo representaba. Solo quería entrar a su habitación y cerrar con llave, para después refugiarse y encontrar respuestas en el único lugar en el que se había sentido segura después de la casa de su familia sanguínea.

 

A pesar de estar todo sumergido en las tinieblas, sabía que su habitación estaba exactamente igual a como la había dejado años atrás, los Chucks habían hecho un trabajo monumental para que ni una partícula de polvo invadiera sus cosas y sin siquiera encender la luz, fue directo a la cama, la cual pareció darle la bienvenida que necesitaba. Cerró los ojos apenas unos segundos, olvidándose del equipaje que había arrastrado todo su camino e ignorando por completo que su larga túnica estuviera empapada por la nieve, de todas formas no sentía frío.

 

Se quedó lo que pareció una eternidad entera así, solo escuchando el crujido de los árboles al ser mecidos por el viento y el sonido de la noche. Sabía perfectamente que no dormiría pero le gustaba perderse en sus pensamientos y al mismo tiempo no pensar en nada, solo ser consciente que estaba sobre su cama, en su refugio y de nuevo en Londres.

 

- Volví - susurró en medio de la oscuridad, con los celestes ojos fijos en la fotografía sobre su escritorio y que parecía brillar con luz plateada, gracias a la luna que entraba por entre las rendijas de la cortina. Las imágenes que se podían ver moviéndose solo podían pertenecer a cuatro Trivianis, que aunque no estaban en esos momentos físicamente en el castillo, su simple recuerdo le daba las respuestas que había buscado por todo el mundo en aquel largo viaje del que por fin se había decidido regresar.

We're always one...

.::Familia Malfoy::. ||Vacaciones Administrativas (?)||.:Familia Triviani:.

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Será mejor por su bien que aparezca antes que alguien salga del castillo —murmuró el muchacho cuando apenas había terminado de caminar todo el camino de piedra que llevaba desde la reja metálica que separa los terrenos del lugar y los de la ciudad.

 

La fría noche estaba totalmente estrellada y una luna llena iluminaba bondadosamente todos los terrenos verdosos que se extendían hasta donde la vista podía llegar. En su camino hasta la entrada del castillo, había pasado junto a una fuente de agua, la cual aún se mantenía en funcionamiento, en el pilar de esta se encontraba una pequeña figura parada sobre un pie y lanzado agua de su jarrón que sostenía entre sus brazos.

 

Estiró el brazo y golpeó con los nudillos la puerta de madera haciendo resonar el golpe en todo el interior del lugar. Esperó unos segundos sin que sienta algún tipo de movimiento en el lugar y luego repetir la acción una vez más esperando que esta vez alguien aparezca en el umbral. Un ruido minúsculo se logró colar hasta el muchacho y luego la puerta se abrió ligeramente.

 

¿Que desea? —preguntó un pequeño elfo de ojos enormes y nariz torcida, con bastantes arrugas en su rostro.

 

Necesito hablar con algún miembro de la familia —indica el pálido muchacho posando sus ojos verdes en la criatura y manteniendolos allí hasta que el elfo se giró y penetró nuevamente al lugar—. Koa debería de estar por llegar...


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-Avada Kedavra- susurró el aparentemente joven demonio dirigiendo su varita hacia el Chuck que había atendido la puerta. La criatura cayó al suelo, un tanto acosada ya por la rigidez de la muerte, y con los saltones ojos similares a enormes y vidriosas canicas que veían sin ver.

 

Mientras caminaba desde la sala de estar hasta la inmensa puerta de madera reforzada con tiras de hierro mágico, el Triviani pudo notar que había sido un desconocido jovencito de ojos verdes el que había arribado a semejantes horas de la noche, desdibujando con su olor el rastro que Danyellus había estado siguiendo. No sabía quien era el joven y bastante poco le interesaba pero, no podía permitir que el Castillo Triviani pasase por un lugar sin buenos anfitriones.

 

-¿Eres de sangre limpia?- preguntó altivo una vez que se acercó a la puerta abierta. El chico se apresuró a zarandear la cabeza en un gesto de aquiescencia antes de llevarse la mano al antebrazo izquierdo, supuso Danyellus que cortó el gesto con nuevas palabras -¿Esperas ver a alguien o vienes por trabajo, muchacho?- preguntó -Lo que sea, puedes entrar al Castillo; los Chuck te atenderán como es debido-

 

Para aquel momento, ya el cuerpo del Chuck muerto había desaparecido así que, permitiendo el paso del jovencito al vestíbulo del Castillo e indicándole la sala principal, Danyellus cerró la puerta con un sencillo toque con la punta de los dedos. Una vez ajustada, los cerrojos y correderas se movieron a sus posiciones, asegurando la entrada de la antigua edificación. Sin embargo, ni la puerta ni el muchacho merecieron una segunda mirada al Triviani. Él estaba preocupado o mejor, ansioso, por el aroma que había percibido: un familiar olor que sólo podía describir como "azul".

 

Con elegancia, se deslizó hacia las escaleras dobles del recibidor y de allí hacia los pasillos que conducían hacia las habitaciones superiores: las de los hijos e hijas de Aland y Alyssa. Aquel efluvio lo envolvía, arrastrándolo hacia un pasado que no estaba del todo seguro de querer recordar pero que lo atenazaba y lo obligaba a avanzar.

 

-Volví- fue el único susurro que alcanzó a ir tras la doble hoja de madera que daba a la habitación de su prima. Si Gyvraine se encontraba allí, debía verla. Y de seguro ella no esperaba que él estuviera durmiendo... quizá simplemente creía que no se encontraba en el Castillo, como había ocurrido desde que todos los primos se marcharan del lugar, unos años atrás...

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Un crujido del piso justo frente a su habitación alertó cada uno de sus sentidos y, aunque no se movió ni un centímetro de su posición, su mente se concentró en identificar a su visitante. Casi había olvidado la adrenalina de esperar a que la presa se acercara a ella para atacar, pues su método era siempre disfrutar de la comida antes en lugar de destrozarla por completo.

 

- Si vas a entrar, hazlo de una vez - dijo Gyvraine como si charlara con alguien en la habitación, reconociendo aquel aroma tan familiar y que permanecía guardado y sepultado junto con todos los recuerdos que se había empeñado en dejar donde hacían menos daño, el pasado. No podía recordar la ultima vez que había visto a aquel Triviani, que seguramente estaría exactamente igual a la ultima vez o por lo menos eso aparentemente, porque la Malfoy sabía muy bien donde buscar para saber cuánto había cambiado el mortífago.

 

Se incorporó apenas y se quedó sentada, en la orilla de su cama, esperando a que Danyellus se decidiera al fin a entrar. Miles de escenas de momentos pasados se agolparon en su mente, como si de una interminable y dolorosa película se tratara, ahora entendía el porque se había mantenido tanto tiempo lejos de aquel lugar, recordaba al fin por que se había prometido no volver a poner un pie en el castillo Triviani, aun dolía demasiado.

 

Sacudió la cabeza un par de veces, evitando mirar si es que su primo había entrado o no, aun no estaba segura de querer verlo, no estaba ni siquiera segura de saber cómo reaccionaría al tener una prueba "viviente" de que todas aquellas escenas fueron verdad y no un simple sueño. Mantenía la mirada clavada en el alfombrado piso, con mechones castaños cayendo a los lados de su pálido rostro, mientras que entre sus dedos su varita de arce giraba haciendo que su túnica se secara con tan solo un pensamiento de la mortífaga.

 

- Hola - saludó Gyvraine con la mirada aun clavada en el suelo, como esperanzada a que las respuestas a lo que había ido a buscar al castillo las encontrara en medio de los tejidos de la alfombra. El aroma de su primo había invadido toda la habitación y, para su sorpresa, no perdió la razón al llevar con él tantos dolorosos recuerdos, sino por el contrario una sonrisa se dibujó en sus rosados labios, parecía todo tan familiar que se sintió tonta por no querer enfrentar aquella azul mirada propiedad de Danyellus.

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Una vez frente a la puerta, el mortífago apoyó la mano derecha en la madera pero no llegó a abrirla. En realidad no estaba en absoluto seguro de querer hacerlo. En primer lugar, todavía no entendía porqué había decidido seguir el aroma de su prima a pesar de todos los recuerdos que le llevaba. Y es que era tan similar en tantos aspectos al de... pero no; no era ella. ¡Maldición! Se suponía que él estaba acostumbrado a ver morir a todo el mundo; a olvidar. Pero al parecer aquella vez no sería posible.

 

Cuando escuchó la voz de Gyvraine dándole entrada, sin embargo, se obligó a volver al presente y a poner la misma cara gracias a la cual muchos creían que, tras el destierro al que se había auto condenado, ya había superado aquel pasado: una sonrisita de suficiencia, un brillo pernicioso en las gélidas pupilas y un andar arrogante eran un excelente disfraz... ante casi todo el mundo.

 

Las habitaciones de los herederos de las matriarcas Triviani, así como las de ellas mismas, habían pasado un par de años desocupadas hasta ahora. El Castillo había decaído un poco, la familia casi había desaparecido de Ottery, y la Mafia se había disgregado casi totalmente pero aún así, los elfos se habían encargado de mantener los edificios, como les correspondía, a excepción de las habitaciones que tenían expresa orden de no tocar. Así pues, en cuanto se decidió a empujar la puerta, no le sorprendió ver el perfecto estado del lugar, aunque sí a su ocupante.

 

Verla lo hacía todo muy real: el largo cabello castaño claro que él siempre pensaba rubio, la piel marmórea, la complexión delgada y en el rostro que ocultaba, aquellos penetrantes ojos azules que el demonio quería ver; más que nada para asegurarse de que no eran verdes. Aunque se habían encontrado en otras ocasiones, le parecía que la última vez que la había visto realmente, ella estaba tendida en una cama, esperando a ser transformada en la vampiresa que ahora era.

 

-Pequeña Triviani...- tarareó Danyellus al entrar de lleno en el cuarto y cerrar la puerta tras él. Apenas si se fijó en que la mujer jugueteaba con la varita; no creía que pensara atacarlo. Pero, una vez entró, todo rastro del dolor que creía iba a experimentar desapareció, trocándose en la ternura que antaño había sentido por aquella chica a la que había adoptado, más como una hermana que como la prima que realmente era

 

-Ha pasado mucho tiempo sin que nos hayamos visto las caras, así que levanta el rostro Gyv...- la saludó al fin, dando un paso vacilante hacia el frente.

Patriarca Triviani |

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El siseo de las hojas a causa del viento relajaban sus sentidos, parecían susurrar pequeñas frases ininteligibles que sólo su cuerpo podía interpretar. No había regresado al castillo desde sus interminables visitas por el Ministerio y Gringotts así que, cuando lo hizo, prefirió quedarse trepada de uno de los grandes sauces del jardín. Desde allí podía ver todo lo que se cocía en la noche, magos, brujas, pequeños bichos saliendo de sus encondrijos.

 

Se sobresaltó apenas al ver cruzar las grandes verjas de la entrada a una bruja que se le hizo familiar, sin embargo, al cabo de unos segundos la dejó pasar. La vigiló en su trayecto hasta la puerta y, una vez allí, se despreocupó. Recostó su cabeza en el tronco del árbol y cerró los ojos intentando volver a la paz que la hubo invadido minutos antes, pero no lo logró. Tenía la sensación de que debía estar dentro del castillo, pero no conseguía descubrir el por qué.

 

Candela tenía sus sextos sentidos, que a decir verdad no eran tal cosa, eran simples estelas de su memoria que jamás podía recordar. Mantuvo los párpados pegados hasta que volvió a escuchar ruido en la entrada, sólo que esta vez no se había percatado de su ingreso. Se fijó en la puerta abriéndose y decidió saltar. Cayó elegantemente sobre sus pies, cual felino, y siguió sigilosamente los pasos del visitante.

 

Uno de los Chuck lo atendía, pequeñas ondas llegaban hasta sus oídos para escuchar la conversación que mantenían, aunque no durase demasiado. Logró avistar un rayo y un pequeño golpe sobre el blanco mármol del suelo.

 

— ¿Eres de sangre limpia? —

 

La joven matriarca se heló durante un segundo que pareció interminable, la voz no pertenecía al visitante si no que venía desde adentro. Sacudió la cabeza para convencerse de que no había razón para quedarse tildada, ¿quién era? Seguramente no se trataba mas que de un mortífago más de la familia. Probablemente uno de aquellos que se regodeaban siendo crueles y torturando, como ella misma, sólo que la gitana no necesitaba una marca para hacerlo.

 

— Lo que sea, puedes entrar al Castillo; los Chuck te atenderán como es debido —y se marchó.

 

Escuchó sus pasos alejarse, a pesar de estar la puerta cerrada nuevamente, y apresuró los suyos para llegar hasta el interior del castillo y ver de quién se trataba. Se abrió paso, estaba descalza, y lo único que alcanzó a ver fue unos grandes mechones de cabello blanco; así que se le ocurrió que se trataba de alguien ya mucho mayor.

 

La Triviani se volvió al joven visitante y, con una sonrisa maliciosa, le hizo frente, aunque su altura no ayudaba mucho, y menos cuando no estaba calzada. Su cabello estaba revuelto, lo sacudió un poco para quitarse las hojas que se le habrían pegado estando sobre el sauce mientras mantenía su vista fija en el muchacho.

 

— Es un maleducado. —dijo al fin quitándose una pequeña hoja de la frente— Y eso que es patriarca —agregó.

 

Al detenerse en un momento notó el efluvio que llenaba el castillo, hizo una mueca al darse cuenta de la pequeña puntada de dolor en su pecho y lo disimuló bastante bien mirando hacia un costado sólo para fijarse en la marca que había dejado el cuerpo de la pequeña criatura. Suspiró.

 

— ¿Necesitabas algo? —preguntó con la picardía reflejada en sus ojos mercurio.

 

Si bien no era intencional, era por naturaleza, sus gestos socarrones, un aire de altivez y arrogancia que solía envolverla. Había nacido de esa manera y su crianza fue un eje bastante importante en su carácter, se formó tal cual debe ser un Triviani; aunque Candela era lo más parecido a uno revoltoso y bastante rebelde, con sus cambios ciclotímicos y sus estados de humor tan cambiantes.

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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