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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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La Haughton miró a su compañera cuando respondió aquella pregunta que había lanzado al aire tras escuchar gritos. No había esperado una respuesta tan concreta, aunque estaba de acuerdo con lo que había dicho a pesar de que parecía que a ambas les producía unos sentimientos distintos.

 

Sí, eso me había parecido a mí... auténtica música para los oídos, ¿no crees? —comentó paseando la mirada por los alrededores, consciente de que su compañera se había lanzado contra la puerta para llamar. Parecía que nadie se había percatado su presencia—. Espero que no sean así de descuidados con todas las visitas, creo que las visitas no deseadas podrían hacer mucho daño con este tipo de atenciones —murmuró, con cierta molestia. La paciencia no era precisamente una de sus virtudes, por lo que esperar se le hacía prácticamente insoportable.

 

Intuía que había alguien en la verja. ¿Sería amigo o enemigo? ¿Y qué estaba sucediendo dentro del castillo? ¿Saldría alguien a recibirlas? Lo cierto es que lo que más le molestaba en aquel momento era no saber qué pasaba. ¡Necesitaba saciar su curiosidad! Se giró hacia la puerta y levantó entonces la mano izquierda para aporrearla, dándose cuenta entonces de que aún sostenía su varita con firmeza. Bajó aquella mano y alzó la diestra. Tras varios golpes en la superficie, se giró nuevamente hacia Darla.

 

¿Sinceramente? Creo que ahí dentro no están atacando a ningún Triviani... a mí me da la impresión de que, más bien, ellos están torturando a alguien —comentó con el gesto torcido por no poder saber a ciencia cierta de quién eran aquellos gritos.

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El fuerte viento golpeaba de lleno los rostros de ambos mortífagos que mantenían un paso bastante tranquilo en las calles de Ottery. El pueblo estaba en completo silencio y no era para menos, ya no era una hora a la cual los vecinos estuviesen haciendo demasiado alboroto. Era extraño volver a observar aquellas viejas fachadas tan intactas como siempre a pesar del tiempo que estuvo ausente.

 

Su andar de inmediato los llevó a los jardines del Castillo Triviani, provocando una media sonrisa en los labios de Lacrimosa quien tenía algunos recuerdos divertidos entre las paredes de aquel imponente lugar.

 

- Había olvidado que éste lugar parecía un manicomio de locos… - dijo al ingresar por un camino marcado por terracería, crujiendo bajo sus pies, mientras mantenía la cintura de Alyssa aferrada con una mano cuidadosamente colocada. – Sin ofender Alyssa, pero tu familia tiene una reputación algo… chispada .- dijo girando la punta de su dedo frente a su oído, mostrando una sonrisa que buscaba contagiarle un poco de alegría.

 

Desde que habían salido de la fortaleza, la chica parecía algo desconectada de todo. Las palabras de sus amigos y familiares dentro de la taberna habían conseguido que su mente divagara en lo que había pasado y las consecuencias de sus actos. Sin embargo, en aquel momento el ojimiel quería despejar su mente, suficiente tenía con el cargo de conciencia que se reflejaba en sus ojos.

 

- Te mostraré un lugar que te gustará… - al terminar aquellas palabras, el hombre tomó a la chica por la cintura con ambas manos, quedando de frente y clavando su mirar miel sobre el rostro tan delicado de la mortífaga. Pese a la trifulca, solo estaba un poco despeinada.

 

En un parpadeo, una densa capa de humo negro los comenzó a envolver provocando así que ambos desaparecieran como una flecha en lo alto. De inmediato, el viento se intensificó ondeando las ropas de los magos que yacían en lo más alto de una de las torres de aquel castillo. Era un amplio lugar desde donde se podía observar todo el pueblo, al igual que la cordillera y el lago que pocas veces la gente visitaba.

 

La noche era casi perfecta para cualquier cita romántica, y sin embargo aquello no tenía mucha pinta de ser algo demasiado sexual. Lentamente Lacrimosa acarició el rostro de Alyssa, dibujando sutilmente sus labios con la punta del dedo sin despegar la mirada de sus ojos y caminó hacia el borde de piedra, apoyando ambos brazos en él y observando atento lo que el viento cantaba, cerrando los ojos al sentir el viento sobre su rostro.

 

- Aquí es donde vengo cuando necesito tranquilizar mis pensamientos... ¿Fue una noche de locos, verdad? – sus palabras tenían aquella despreocupación, como si aquella trifulca hubiera sido un vago recuerdo.-

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Rol con Lacri

 

 

Aquella era una típica noche de invierno, el viento se movía impetuoso y la gruesa capa de nieve que se acumulaba en las calles crecía sin cesar, sus pasos quedaban marcados al hundirse en aquel colchón blanco dejando un rastro tras de sí que conducía directo al Castillo Triviani. Lacri mantenía su brazo entorno a mi cintura, paseábamos en silencio mientras que yo me encontraba perdida en mis pensamientos y él cada tanto no podía evitar inspeccionarme con rápidas miradas.

 

- No me ofendes en lo absoluto – respondí tras soltar una ligera carcajada – No puedes ofenderte de lo que es rotundamente cierto

 

Las risas se apagaron lentamente hasta perderse en la noche y un intenso silencio les sustituyó, su mirada se engarzó a la mía en un intercambio cargado de sentimientos que me abrumaron de tal manera que era como si me hubieran asestado un baldazo de agua fría. Su dedo recorrió mi mejilla con un suave tacto para luego tomarme con ambas manos por la cintura, una espesa niebla oscura nos envolvió cual espiral y en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos a lo alto de una vieja torre desde donde se podía contemplar todo el pueblo. Alzó su mano nuevamente depositando una suave caricia en mi rostro, demarcado la línea de mis labios mientras que sus ojos no dejaban de contemplarme intensamente.

 

- Sí… - repliqué ante su comentario, se había separado de mi dirigiéndose hasta el borde de piedra – Hace mucho tiempo que no experimentaba tanto drama en mi vida – agregué esbozando una desganada sonrisa.

 

Me coloqué junto a él apoyando también mis codos sobre el borde de piedra mientras dejaba que mi mirada se perdiera en el horizonte, el viento sacudía ligeramente mis cabellos lanzando mechones sobre mi rostro. El Malfoy los acomodó tras mi oreja con un gesto sutil y delicado, mis ojos se desviaron una vez más hacia el rostro del mortífago quien me correspondió una vez más con aquella mirada cargada de sentimientos ocultos. Y entonces fui yo quien lo acarició, posé mi mano sobre su mejilla y me permití recorrer la línea de su mandíbula con ella. Me sentía tan sola, tan desamparada…, y él estaba allí ofreciéndome no solo su consuelo sino que un monto de cariño que hace ya mucho tiempo nadie me ofrecía. Y entonces lo besé otra vez…, pero esta vez fue suave y delicado, pero no por ello menos intenso.

Editado por Alyssa Black Triviani

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Rol con Alyssa

 

La sensación que uno podía experimentar en aquel lugar era algo indescriptible, pero sin duda, el pensamiento podía aclararse de una forma sorprendente. El viento era bastante gélido, tornando las mejillas de la mortífaga de un tono rosado, mostrándola aún más… tierna. ¿Qué era lo que le estaba pasando al hombre?.

 

- Ya sabes lo que dicen, un poco de drama, alcohol y diversión nunca viene mal. Aunque en tu caso creo que ha exagerado… - respondió al comentario, observando de reojo como se colocaba justo al lado de él perdiendo su mirada y dejando que la luz de la luna definiera la línea de su rostro.

 

Uno de sus mechones cayó sobre su rostro, de modo que se acercó a ella y lo apartó cuidadosamente, colocándolo tras su oreja sin dejar de acariciar su rostro con ternura. Sus ojos hablaban por si solos, mostrando el verdadero sentimiento que se ocultaba detrás de aquella coraza de serenidad. De nuevo y sin esperarlo, Alyssa lo sorprendió, aunque a decir verdad simplemente se adelantó a lo que él estaba a punto de hacer.

 

Sus labios se cruzaron de una forma dulce y lenta, disfrutando el contacto el uno del otro. Posó su mano justo en el costado de su rostro, tomándola un poco por la nuca, ladeando el rostro y sintiendo el calor de sus labios. El contacto fue una extraña mezcla de pasión, pero al mismo tiempo delicadeza, pegando su cuerpo al de ella, acercándola más y tomándola con la otra mano de la cintura, dejando que sus dedos acentuaran la fina curva que formaba su cuerpo.

 

- Drama y sorpresas, diría yo.- aquellas palabras fueron suaves, despegándose lo suficiente para poder mover los labios y al hacerlo, continuar rozando los de la mortífaga de una forma dulce. Su mano acarició de nueva cuenta su mejilla, mientras la observaba, percatándose de su belleza. –

 

Sin embargo, no permitió respuesta alguna y tomándola de nuevo por la nuca, ahora fue él quien la besó, dejando que su boca atrapara su labio inferior, jalándolo con cautela y provocando que aquel contacto sacara el verdadero sentir de la Triviani, provocando un deseo entre ambos, sentimiento el cuál parecía aflorar poco a poco a medida que la noche avanzaba. Una de sus manos se permitió una caricia más íntima, deslizándola por un costado de su cuerpo, deleitándose con su figura, pero al mismo tiempo mostrando un sentido de protección aunque era evidente luego de la trifulca, que no lo necesitaba demasiado.

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Era difícil descifrar mis emociones en aquel momento, mis heridas por lo sucedido recientemente aún estaban frescas debido principalmente a que aún poseía sentimientos por Pik, y sin embargo aquella velada con Lacri estaban trayendo a la superficie otro tipo de sentimientos que no sabía que existían. Me dejé llevar por el momento correspondiendo tanto a sus besos como a sus caricias, la cercanía de nuestros cuerpos y el roce de nuestros labios no hizo más que intensificar aquella tensión entre nosotros que no hacía más que ir en aumento. Un beso dulce y tierno pronto se tiñó de pasión, las suaves caricias se transformaron en apremiantes recorridos, y sus cuerpos buscaban incansablemente la cercanía del otro.

 

- Una sorpresa sin duda - susurré con nuestros labios aun rozándose entre sí en medio de agitados suspiros – Yo… - dudé por un momento, tal vez era demasiado pronto para comentarle aquel mar de sentimientos confusos que le atormentaban el alma – Te agradezco que estés aquí conmigo, aunque no tengo idea qué motivo en tu sano juicio puede llevarte a querer estar conmigo luego de lo que has tenido que ver hoy.

 

Me las ingenié para morderme la lengua y sustituir mis palabras por otras que también eran ciertas, luego de los penosos sucesos de la taberna no concebía como es que alguien querría estar conmigo, había sido tan vergonzoso y humillante… ¿Tan difícil resultaba encontrar a alguien que me amase de verdad? Todos los hombres a los que he querido han terminado por engañarme ¿por qué? Tal vez sería que ellos veían lo que yo negaba, y es que no estaba hecha de material para durar…; resultaba atractiva y entretenida en un principio, pero luego ya nadie quería permanecer con alguien tan inestable. La pena me embargó otra vez, aparentemente seguía con las emociones a flor de piel.

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Una pequeña lágrima se deslizó por la mejilla derecha de Alyssa. Al parecer los sentimientos aún los tenía bastante inestables, eso, o el ojimiel había perdido la práctica en besar de manera correcta a una chica. Sin embargo, rápidamente limpió aquella gota con su dedo, tomándola por el mentón y levantando un poco su rostro cruzando su mirada destellante.

 

- Hay veces que un hombre no valora lo que tiene… - murmuró de manera tranquila sin soltar su rostro, manteniendo su cuerpo junto al de ella de manera férrea, protectora. – Y tu vales demasiado… - dijo en un último susurro depositando un cálido beso en sus labios.

 

El frío comenzaba a ser más fuerte, por lo que el mortífago tomó a la chica entre sus brazos; colocando una mano bajo sus rodillas y la otra tras su espalda, cargándola sobre su pecho. Una sonrisa se desprendió de sus labios, esbozando diversión en un destello dorado de sus orbes hacia la mujer. Dentro de aquella torre, había una habitación la cual pocas veces necesitó, sin embargo lo tenía todo para deleitarse con la bella postal.

 

Al ingresar a la habitación, el suelo de piedra los recibió con sonoros golpeteos del Malfoy al andar, mientras éste observaba a la chica que parecía más despreocupada por todo lo ocurrido y preocupada de que el hombre no la fuese a tirar. Había una cama de grandes proporciones justo en la pared frontal del lugar, teniendo de paisaje aquella imagen del pueblo iluminado a través de un ventanal. Una chimenea y una mesa con dos sillas se encontraban decorando aquella habitación.

 

- Generalmente te despojaría de toda la ropa dejándote en lencería, tomaría tu cuerpo con fuerza cargándote del trasero y haría que tus piernas quedaran envolviendo mi cadera mientras te beso tan intensamente que gemirías de placer, sin embargo… - hizo una pausa mirando el rostro de Alyssa y dibujando una sonrisa en sus labios, algo que esperaba se mantuviera haciéndola olvidar el trago amargo. – Puedo cumplirte cualquiera de tus caprichos solo por hoy. La oferta está limitada a ésta noche. –

 

Podía observar su rostro iluminado por la tenue luz que emanaba de la chimenea y proporcionaba un suculento calor a todo el lugar. Lentamente dejó a la mujer sobre la cama, recostándola y clavando sus orbes miel en ella. Apoyó ambos brazos a un costado de su rostro y sin más, volvió a besarla, esta vez con un poco de más intensidad, sintiendo su cuerpo con una mano su pecho que se deslizaba delicada pero provocativamente por su escote hasta su abdomen, descubriendo parte de su piel entrando en contacto con sus dedos …

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Aquella noche el Malfoy parecía saber de antemano cuales eran las exactas palabras que debía decir para aliviar mis penas, y también aparentemente qué hacer. Cuando un leve escalofrío recorrió mi cuerpo él me tomó por sorpresa al levantarme en vilo como si estuviera acunándome contra su pecho, mi exclamación pronto se transformó en una carcajada y hasta me di el lujo de reposar mi cabeza en el hueco existente entre su cuello y hombro. El mortífago se encaminó hacia una acogedora habitación que se encontraba justo detrás de nosotros, el espacio era escaso pero suficiente para albergar una amplia cama que se enfrentaba a la imponente vista del pueblo junto a un hogar desde el cual se podía oír el chisporroteo del fuego.

 

Me encontraba por fin en paz deleitándome con el olor de su piel y la calidez que emanaba de su cuerpo, pero sobre todo era la contención que me ofrecía lo que me invitaba a hundirme en aquella nube que comenzaba a taponear los sucesos acaecidos en la taberna. Sin embargo mi ensoñación se rompió en mil pedazos en cuanto aquellas inesperadas palabras del Malfoy llegaron a mis oídos con un suave susurro, mi rostro se transformó adquiriendo una perpleja expresión mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar. Una divertida sonrisa se dibujó en los labios del mortífago al ver mi cara, evidentemente había causado el efecto deseado.

 

Me depositó suavemente sobre la cama acercándose peligrosamente a mí; yo no podía despegar mi mirada de sus ojos miel, estaba hipnotizada a tal punto que apenas si fui consciente de mi pausada respiración. Colocando ambos brazos a mis costados se inclinó hasta que nuestros labios se encontraron, me besó combinando el suave tacto de los enamorados con la intensa pasión de los amantes, acompañándolo con una de sus manos recorriendo mi cuerpo.

 

Si en algún momento existió la duda ya no estaba ahí, me había entregado completamente a las emociones del momento permitiendo que mi cuerpo fuera el que tomara la iniciativa por sobre mi turbada cabeza, y aunque la lujuria luchaba por salir era sabido que en aquellos actos también coexistían poderosos sentimientos. Y así me dejé llevar, olvidé todas mis penas y preocupaciones permitiendo que mis instintos más primitivos asumieran el control de la situación. Tomando como pauta la oferta del Malfoy repliqué a sus besos con mayor intensidad, aferrándolo por los hombros le empujé con fuerza volcándolo a un lado de tal modo que ahora era yo quien se encontraba encima de él.

 

- Generalmente arrancaría tus ropas, rasgaría tu piel y dejaría que me tomaras con todo el ímpetu del que seas capaz – le respondí con un suave ronroneo en su oído – Y eso es precisamente lo que pienso hacer…

 

Tomando su camisa con ambas manos la rasgué haciendo saltar todos y cada uno de los botones, en mis ojos centelleaba la lujuria mientras que en mis labios se pintaba una salvaje sonrisa.

Editado por Alyssa Black Triviani

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Candela pudo escuchar el lastimero murmullo del Ministro Ruso, vio en las muñecas del hombre el dulce hilillo de la sangre que discurría de las heridas a causa de la presión de las cadenas que lo ataban. Un sólo movimiento de meñique y Vladislav cayó al suelo con gran estrépito.

 

— No queremos que se le suba la sangre a la cabeza, eminencia, digamos que estoy de buen humor —le sonrió.

 

El Ministro Petrov gruñó apenas, tanto como se lo permitieron los eslabones enredados en su cuerpo.

 

— No lo escucho señor Ministro —canturreó y largó una carcajada.

 

Quizás habría seguido divirtiéndose de no ser por la interrupción de uno de los elfos.

 

— Lamento molestar —soltó Chuck, hecho un manojo de nervios— No es mi intención...

 

— Ya lo hiciste pequeña ratita, ¡habla ya! —la voz de la gitana fue determinante, por lo que el elfo empezó a balbucear.

 

Entre todas las palabras que enunciaba atropelladamente Chuck, la Triviani logró dilucidar la frase "Cardenal de Muerte" y "ordenó".

 

— Un momento... ¿Ordenó? —repitió— El Cardenal de la Muerte... ¿ordenó?

 

— ¿Pidió? ¡Eso! El Cardenal de la Muerte pidió... eso, la presencia de la señorita Candela —su nariz ganchuda tocó el suelo por tan pronunciada reverencia.

 

La zingara lo pensó durante unos instantes. ¿Qué querría él allí? Nada bueno seguramente. ¿Qué podría querer aquel mago con ella? Y sin decir una sola palabra, Candela desapareció de la mazmorra en la que se encontraba muy bien resguardada, para ir al encuentro de aquel que se había creado una muy mala fama.

 

 

 

Lo que encontró no le sorprendió en lo más mínimo. Su máscara, su presencia, ya lo conocía. Sin embargo, tuvo mucho cuidado al acercarse a él, era un demonio, como ella.

 

— No sé si son buenas o malas —empezó— pero me gustaría saber con qué objeto ordenas a mis elfos el buscarme. Bastaba con pronunciar mi nombre... oh, no, probablemente eso no hubiese funcionado. —sus labios se curvaron en una media sonrisa, nada amigable.

 

 

 

Mientras tanto... otro Chuck

 

La pobre criatura no entendía por qué seguían metiéndolos en sus líos familiares. Ah, claro, porque eran los sirvientes.

 

Chuck salió de la mazmorra dispuesto hacia la cocina, la comida aún no estaba lista y la gemela más malhumorada podría aparecer en cualquier momento en busca de sus aperitivos. Y si no los entraba listo, pues seguramente metería algún Chuck al horno.

 

Había ido hasta el jardín en buscar de algunas hierbas aromáticas para la cena, cuando vio a dos mujeres frente a la puerta principal. Una de ellas tratando de asomarse para ver mejor por alguna rendija.

 

— Nadie me dijo que habría visitas —declaró en voz tan alta que ambas féminas se volvieron para verlo— Y menos ahora, sólo pueden ser más problemas —aquello lo dijo como para sí mismo— Chuck puede ayudarlas, ¿hierbas? —levantó la mano en las que las llevaba para ofrecérselas.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Al parecer, los Triviani andaban demasiado entusiasmados en sus asuntos porque nadie daba la cara ante la visita de las dos mortífagas. Anne giró el rostro hacia su compañera Darla, que había guardado silencio a su lado. Se encogió de hombros y volvió a tocar a la puerta con fuerza, haciendo que el ruido del golpe seco contra la madera retumbara en el lugar. Sin embargo, el resultado fue el mismo que en los anteriores toques: seguían allí solas, sin atención.

 

Justo entonces, una voz a su espalda hizo que la licántropa se girase sobresaltada, con la varita alzada contra el recién llegado.

 

Y a mí nadie me dijo que los elfos de este castillo intentan infartar a los visitantes —contestó la Mago Oscuro, llevándose una mano teatralmente al pecho. El elfo continuó hablando diciendo algo de "problemas", pero la Gaunt pasó por alto aquel comentario. Sin embargo, sí posó la mirada en las hierbas que le ofrecía, arrugando la nariz—. No gracias, por mi parte las hierbas mejor para ti y los tuyos... ¿dónde están tus amos? ¿Crees que algún ser humano que lleve el apellido Triviani podría saludarnos? Hemos escuchado gritos cuando pasábamos por aquí, y nos hemos quedado intranquilas. ¿Hay algún "problema"? —preguntó, haciendo especial énfasis en la palabra "problema", la cual había escuchado murmurar a la criatura unos instantes antes.

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Chuck con Anne y Darla

 

Chuck se retorcía los dedos ante sus visitantes, sabiendo que si se iba de la lengua, el elfo que iba a terminar en el horno iba a ser él mismo. Sin embargo, tampoco podía escaquearse de su función como servidor ahora que había atendido a la puerta ni tampoco podía sacar a las mujeres de allí con cajas destempladas. Si se atrevían a acercarse al castillo para ver si había problemas, de seguro se trataba de mortífagas encubiertas. Así pues, maldiciendo su suerte, Chuck supo que hiciera lo que hiciera, en cualquier caso, iba a tener que pillarse las orejas con la plancha como mínimo.

 

Ya que no podía tratar mal a las visitantes, el elfo hizo una profundísima reverencia y las invitó a entrar en el vestíbulo, entornando la puerta lo suficiente para que las mujeres pudieran entrar.

 

-Chuck no promete nada pero verá si algún miembro de la familia puede recibirlas. Los patriarcas se encuentran algo... ocupados en este mismo instante- murmuró el elfo, retorciéndose ahora el dobladillo del enorme paño de color azul que llevaban por uniforme todos los Chucks, y que tenía el blasón de los Triviani bordado e la pechera. Como para corroborar sus palabras, un nuevo grito estremeció el castillo. Lo que fuera que estuvieran haciéndole los amos a aquel ruso, no era nada envidiable. Tras un estremecimiento, Chuck hizo caso omiso del grito y siguió hablando con las mujeres -Pero creo que la señorita Candela subió a atender otro asunto. Tal vez la ama puede venir...-

Y así, temiendo las represalias de la ama Candela, Chuck fue a aparecer ante ella para decirle que dos damas se encontraban en el vestíbulo del castillo. Realmente prefería enfrentarse a uno solo de los cabezas de la familia, aunque esa fuera Candela, que a tres de ellos a la vez. Máxime cuando los otros tres se encontraban torturando a un hombre en las mazmorras.

Danyellus en las mazmorras

 

Patrick Colt había cometido un grave error al acercarse al castillo Triviani y ordenar la presencia de Candela. La chica se lo haría pagar caro. Pero mientras ella lo solucionaba, la más joven de las matriarcas les había dejado al Ministro ruso allí en el suelo y sin mucha información. Así pues, aburrido y sin querer enfrentar el silencio de su madre o la locura de su querida tía, el demonio se acurrucó junto a la mano de Petrov, hizo aparecer un cascanueces con forma de soldadito, e insertó uno de los dedos del hombre en la boca de la figura antes de activar el instrumento. El grito que el hombre dio fue espeluznante. Su dedo índice estaba destrozado más allá de cualquier curación. ¿O aún podría una experta sanadora como Aland hacer algo? Danyellus le sonrió con un gesto infantil antes de accionar la herramienta una segunda vez, en el mismo dedo..

 

-¿Va a decirnos la razón real por la que mi querida prima lo ha traído Señor Ministro? Candela nos lo contará igual, pero no será tan amable como lo ha sido hasta ahora si le colma la paciencia- El hombre lo miró con desmayo, con un gesto de incredulidad. Ahora sabía por cierto que aquella era una familia de locos y de seguro ahora podía deducir que no saldría vivo de allí jamás.

Patriarca Triviani |

http://i.imgur.com/doPaD.gif | Familia Malfoy

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