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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Estaba tan absorta en lo que pasaba frente a sí que se le había olvidado por completo lo que ocurría a su alrededor. Uno de los elfos había pasado por su lado, lo que le recordó que debía hallar al fugitivo. ¿Hacia dónde huiría? En vano había conservado la esperanza de que regresaría pronto, no era más que otro de sus berrinches de sirviente, al cual tendría que responder tarde o temprano, pero ya se había tardado demasiado.

 

— ¿Realmente crees que necesito de un tatuaje? —por fin había recuperado su voz ante el encaramiento de Colt sobre el Ministro Ruso— ¿Acaso piensas, que por tener una simple marca de agua grabada en la piel, eres más que yo?

 

Candela avanzó hasta la ventana sin poder contener su risa. Ya era muy entrada la noche, los jardines permanecían en penumbras a excepción del lago, casi siempre emitía su luz propia, como si quisiese competir con la luna, la cual no se veía. Sin embargo, podía percibir cuatro auras, cuatro almas. Una de ellas más familiar que la otra.

 

— Como si hiciera falta —se volvió hacia Patrick— ¡Como si pudieras matarme!

 

Su respiración se tornó agitada. Estiró los brazos con parsimonia, mientras sus ojos cambiaban de color a un rojo sangre, su piel era ahora cobriza y, de su espalda, brotaban puntiagudas espinas. Esa era su verdadera marca. La salamandra tatuada en su cuello palpitaba con total frenesí, expandiéndose por todo su cuerpo.

 

— La muerte es sólo un paseo para mí, he ido y venido de ella tantas veces... ¿crees que puedes amedrentarme? —detestaba su forma demoníaca, pero no podía evitarla cuando se alteraba.

 

Le hacía gracia que el Cardenal trate de amenazarla de esa manera, cuando él era también su igual.

 

— Oh... —murmuró cuando vio que él no se inmutaba— en tal caso, será mejor que continuemos nuestra charla en otro lugar. Esto se ha llenado de inoportunos oídos...

 

Y tras una voluta de humo que se encogió rápidamente, desapareció del vestíbulo... sólo para reaparecer entre las figuras que parecían rodear a la de un hombre.

 

Sus pies descalzos se afirmaron en el suelo y avanzaron con velocidad inhumana hacia el individuo; sus manos, garras animales, aferraron el cuello del hombre y lo golpeó contra las enormes verjas. Sus ojos, rojos como la sangre, se enfocaron en el rostro demacrado de aquel intruso, que mas que hombre parecía un espectro.

 

— Tu cara me suena (xD) —sus palabras arrastraron la rabia que guardaba en su interior, y la sacaba a relucir en ese momento— Lo lamento, señoras... —Candela decidió dirigirse entonces a las féminas que lo acompañaban y les dedicó una despectiva sonrisa, que con su imagen demoníaca la hacía verse algo siniestra; quizás más de lo que ya era.— Si quieren algo de él, la lista es larga... —y sin dar más explicaciones volvió a desaparecer, pero esta vez con su presa.

 

El majestuoso castillo Triviani invitaba siempre a todo tipo de eventos y escenas, mucho más si se trataba de una como las que presenciarían miembros de la familia y elfos a continuación. El cabello borgoña de Aland fue la señal de detención de su hija, quien se materializó con su nueva víctima en las estancias del castillo. Cuando pisó suelo firme, Candela soltó al recién llegado con tal fuerza, que el pobre terminó por impactar al pie de las escaleras.

 

La gitana había recuperado su forma humana. Aunque su cabello era una maraña castaña y disfuncional, sus ojos eran el calco de los de su madre, grises. La salamandra recuperó su tamaño original y las espinas de su espalda se esfumaron.

 

— ¡Mira madre! —llamó a Aland cuando ésta acababa de entrar del brazo de alguien a quien Candela no reconoció.— Encontré un vago... —ronroneó mientras se acercaba al incauto— Oh... pero si es mi padre... —fingió no haberse dado cuenta y rió.

 

Puso el pie a la altura de la barbilla de Cubias, que aún no graba incorporarse y lo empujó.

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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¿En qué momento pudo pensar que aquello era buena idea?, ni por un instante se imaginó que su vuelta desencadenaría una marea de reclamos, lo que él tenía planeado era llegar de manera sigilosa al lugar, mantenerse un tiempo lejos de cualquier contacto externo al castillo, y sobre todo fuera del alcance de los Malfoy, pero evidentemente aquello fue imposible.

 

Parecía la santa inquisición, sus dos hermanas parloteaban como loras en época de reproducción, hablaban, reclamaban, insultaban, amenazaban, era todo un coctel de palabras proferidas en contra de Cubías, que en ese momento no pudo hacer más que guardar silencio, era muy sabedor que cualquier cosa que él dijera solo agravaría la situación, y eso era lo que menos deseaba.

 

-Ustedes dos no tienen idea de…- Cubías se interrumpió antes de terminar su frase –no tiene caso explicar nada, si buscan explicaciones, pues mucha suerte-, les sonrió a las dos. Por alguna razón sabía que aquellas palabras terminarían de incendiar a las dos brujas, pero eso le causaba cierto placer.

 

De pronto y sin que pudiera advertirlo, Cubías se vio empujado contra la verja –¡insolentes!- pensó en un primer momento, hasta que se percató que no se trataba de un hechizo ni de ningún ataque de parte de sus hermanas, más bien era una figura demoniaca la que lo había apresado, él no lo admitiría nunca, pero claro que sintió miedo, y más que temor lo abordó el desconcierto, pues todo aquello era una locura; de reclamos familiares pasó a una situación que parecía verdaderamente peligrosa, tenía la varita en la mano, pero no se le ocurrió ningún encantamiento, ya no era tan habilidoso, antes quizá aquella figura que lo apresaba estaría rogando piedad…

 

Todo se puso oscuro por un instante, la luz regresó y cuando mirar a su alrededor se dio cuenta que estaba en otro lugar, el engendro lo había trasladado hacia el interior del Castillo, y en ese instante la figura horrenda adoptó una figura femenina, era su hija.

 

-Encontré un vago- , alcanzó escuchar el mago y observó al mismo tiempo a una segunda mujer dentro del hogar –¡Aland!- susurró. Al ver el rostro de aquella bruja y mencionar su nombre tampoco pudo evitar el carrusel de imágenes que pasaron por su cabeza; su manos acariciándola, sus labios unidos en un beso… -Aland- susurró nuevamente, y esta vez su mirada estaba más impregnada de lujuria que de otra cosa. En medio de aquello también agradecía el haberse alejado de los gritos en el exterior del castillo, aunque sus hermanas seguramente no tardarían mucho en ingresar y volverlo a inquietar.

Editado por Lord Cubias

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Al escuchar la voz de May detrás suyo maldijo por dentro, detestando haber sido descubierta en su tan... precario? escondite. La miró de reojo, sin decir ni una palabra y siguió sus pasos para acercarse a Afrodita como a su acompañante. Y su rostro quedó perplejo. Quien estaba allí, no era nada más, ni nada menos que Cubias. Tenía tiempo sin saber una gota de información de aquel sujeto, hasta podría jurar que había desaparecido de su cabeza, luego de tantos años sin cruzarlo dentro de la Marca Tenebrosa.

 

-Al parecer los fantasmas están volviendo a cobrar vida, ¿eh? -Giró su rostro hacia la Malfoy.- Vaya, Afro, ¿siempre te encuentro envuelta en algún enredo familiar o es sólo una suposición mía?

 

Soltó una carcajada dirigida a Afrodita y cuando volvió la mirada hacia el recién llegado, notó cómo sus ojos no estaban puestos en los suyos, sino en el escote que asomaba de un botón desprendido de su camisa. Con vergüenza en el rostro y una media sonrisa que mezclaba picardía y timidez se cubrió con las manos, haciendo caso omiso a las palabras de May, y con delicadeza pero en un rápido movimiento volvió a prender aquel botón, tornando su rostro serio y atento nuevamente.

 

-Al parecer no es la única a la que le gustan los dramas...

 

Murmuró, mientras escuchaba atenta la conversación entre las tres partes como simple espectadora. Sentía por un lado que sobraba, pero no quería perderse de tanto cotillerío. Seguramente tendría un desenlace interesante, más encontrándose en un lugar como aquel: Los jardines de la Triviani.

 

Cuando May sacó su varita Goshi se adelantó unos pasos intentando tomarla del brazo para que se detuviera, pero no llegó a alcanzarla.

 

"No te metas, Goshi, no es de tu incumbencia."

 

Apretó los puños y sacó la varita del bolsillo de un sacudón para no quedarse tan atrás en la historia, pero fue allí cuando un rulo de humo hizo aparecer frente a sus narices a la delgada figura de la más desquiciada de las Triviani. Goshi negó con la cabeza. Sabía que aquello no iba a terminar nada bien. Guardó la varita en el bolsillo e ignorando lo que hacía Candela con Lord Cubias dio medio giro dirigiéndose al resto de las Malfoy.

 

-Yo que ustedes, no me entrometería...

 

Al girar nuevamente, a pesar de buscarlos con la mriada, tanto Candela como Cubias habían desaparecido. Chasqueó la lengua en el paladar y luego de soltar un suspiro avanzó hasta la puerta del castillo para golpear la enorme puerta que lo antecedía. La figura de un elfo diminuto se asomó por una rendija.

 

-Chuck, ¿verdad?

 

Sonrió. A pesar de que la criatura continuaba inmutable, no dejaba de parecerle gracioso.

 

-Busco a Alyssa Triviani, de parte de Goshi Malfoy Rowle. -Miró de reojo a las Malfoy que seguían allí detrás suyo.- Y solamente soy yo quien la busca, ellas no han venido conmigo.

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Una vez rodeada de la seguridad que me aportaban las paredes del castillo Triviani, recogí a mi mascota del suelo y la aferré con fuerza contra mi pecho. Junto a Alexander, esperé en el gigantesco vestíbulo a que alguno de los patriarcas hiciera acto de presencia. Muy de vez en cuando, el frío hocico de Apocalipsis me rozaba la mejilla alentadoramente, pues hasta el conejo sentía mi inquietud, pero ni aquellos gestos ni la inquisitiva mirada de mi hijo consiguieron respuesta alguna de mí. Permanecí en absoluto silencio y quietud hasta que un chasquido a mis espaldas me obligó a despertar de mi dilema mental.

 

Una criatura que desgraciadamente se correspondía con mi hija acababa de aparecerse en el hall de entrada, a escasos metros. La había identificado incluso antes de girarme, ya que la esencia de Candela estaba inevitablemente unida a la mía. Ricé los labios en una sonrisa carente de diversión, más sarcasmo que alegría, e incluso Apocalipsis dio muestras de reconocimiento alzando sus dos orejas y clavando sus verdes ojos en ella. La salamandra que me surcaba parte del rostro suavizó su quemazón cuando la Zíngara adoptó por fin su aspecto más humano.

 

Encontré un vago... — mi sonrisa se marchitó cuando por fin comprendí a qué venía aquel despliegue demoníaco.

 

Cubias parecía haber evadido los efectos del tiempo; seguía siendo el mismo de siempre. Mi nombre, pronunciado por él, me hizo recordar tiempos pasados, demasiado pasados. Fue inmediato, mi piel fue adquiriendo el tono de la grana alcanzando niveles de bochorno insospechados y enrojecí hasta la raíz del pelo. Supuse que mi vergüenza sería evidente desde Australia, con aquel aspecto de remolacha tan poco favorecedor. Preferiría haber pospuesto nuestro encuentro hasta haberme mentalizado, pero la (infinitos apelativos negativos) de mi hija había decidido arrastrarlo hasta mis pies. Ojalá pudiera patear su pequeño cuerpo sin sentir culpa alguna hasta convertirla en una alfombra más del castillo. Me limité a acuchillarla con la mirada, antes de dirigir mi atención de nuevo al Malfoy.

 

Ehm... Cubias — inconscientemente, retrocedí un paso. Si se podía morir de vergüenza, yo estaba a punto de demostrar que era posible —. Has vuelto — acababa de ganar mil puntos en el mundo de la obviedad. Carraspeé. ¿Cuándo se había instalado el desierto del Sahara en mi boca? —. Qué sorpresa — un nudo atenazó mi garganta y mi corazón, y de repente solté lo que realmente deseaba expresar —. ¿Has venido a Ottery por Ludwig? ¿O por tu esposa? Porque entonces te has equivocado de dirección — mi voz no podría haber estado más cargada de celos ni aunque lo hubiera intentado, y así sentencié la escena más bochornosa que recordaba, delante de mi familia y del único hombre por el que había mostrado interés en mi vida. Quería salir corriendo de allí para tirarme a un pozo o, con suerte, a un agujero que pudiera ser tapado para siempre.

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En apenas unos minutos todo el escenario había cambiado. Cuando antes nos encontrábamos mi madre Aland, su escuálida mascota y yo en la más absoluta confidencia, aparecieron de la nada una bruja que alcancé a reconocer como mi hermana en la familia Triviani, y un hombre de porte honorable que sí que era incapaz de asociar con nombre alguno.

 

Sabía que mis deducciones respecto a todo aquello no iban demasiado desencaminadas. Al comprobar la sorprendente reacción de Aland al ver a aquel mago, estaba bastante seguro de que se trataba de aquella persona a la que había procurado evitar de todas las formas posibles, incluso tirando del brazo de su hijo y arrastrándolo hasta esconderse como una comadreja miedosa en las entrañas del Castillo.

 

Esto parece una reunión familiar. Por un lado los hijos desaparecidos, y... Un viejo amor, o algo parecido, por el otro – dije recorriendo con la mirada a cada uno de los presentes, los cuales parecían absortos en aquella escena que sin duda se presentaba como más que interesante. Contuve la risa al ver a Aland, guardando la compostura pero dejando escapar los nervios propios de una adolescente hormonada –. Quizás ha llegado la hora de las presentaciones.

 

Volví a mirar a mi madre, aguardando a que desvelase las identidades de los que allí se encontraban. Sabía que aquella segunda bruja era Candela por el cierto parecido que sus facciones guardaban con su madre, siendo ésta vez la sanguínea y no como en el caso de aquel Malfoy de cabellos rubios, el que se tenía que conformar con la adopción por parte de una Triviani.

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-Oh, ¡Qué bonito! ¡Una reunión familiar!- saludó Danyellus con sorna, apoyado contra el arco de ornamentada madera que daba paso desde el vestíbulo del castillo hacia el Gran salón. Había estado en las cocinas, buscando algún veneno abortivo que proporcionarle a su madre y olvidado por completo del Ministro ruso que se desangraba en las mazmorras, cuando un Chuck había ido a informarle que Lord Cubias se encontraba en los terrenos del castillo. Aquello era algo digno de verse. ¿Aquel hombre seguía vivo? Había desaparecido mucho tiempo atrás dejando a la familia Malfoy y al antiguo casino de la Trifuerza ahogados en deudas. -Y apesta a Malfoy- murmuró, tras ver a Cubias y a Alexander.

 

 

El demonio sostenía una copa con vino en una mano mientras que el otro brazo lo ocupaba Sinh, su dorada gata, que había bufado en cuanto había olido que Apocalipsis se encontraba en el Castillo. La salamandra en el cuello del Triviani palpitaba con fuerza ante la presencia de su tía y su prima. Sólo hacía falta que apareciera Alyssa para completar el bonito cuadro familiar. Aparte de los presentes, eran pocos los Triviani que quedaban.

 

-Debo decir que esa otra forma te luce más, Candela- le sonrió a su prima, empleando el tono de voz que usaría para dar un cumplido -Ya sabes, la de las espinas y las garras y la baba. Va más contigo... aunque eso no explica porque te dedicas a traer vagos ahora. El i****** que se pudre en las mazmorras, aquel ególatra... el Gorrión de la Muerte o como se haga llamar que está en la otra habitación y ahora este... ¿Haces puntos para las hermanitas de la Caridad?-

 

La gata entre sus brazos se agitó y se bajó de un salto para acercarse a Apocalipsis, bufarle, y lanzarle un zarpazo. La bestia rosa, a su vez, le lanzó una dentellada con aquellos colmillos monstruosos que tenía. Los dos animales se odiaban a muerte pero parecían comunicarse de algún modo porque de inmediato empezaron a olfatear a Cubias con enfermiza avidez. Danyellus ensanchó su desquiciada sonrisa mientras se bebía el contenido de su copa de un trago.

 

De no ser porque su gata ya estaba molestando al conejo, Danyellus habría aprovechado la oportunidad para meterse con Aland; cuya piel había adoptado un tono escarlata que no pegaba nada bien con el rojo de su cabello. En realidad, sólo le faltaba echar humo por las orejas para que pareciera haber tomado una poción pimentónica. Y aunque fastidiarse era una obligación casi filial entre ambos, el demonio se hacía una buena idea del motivo por el que su tía se encontraba tan colorada: ver aparecer a su ex no era en absoluto la mejor experiencia que desearle a nadie. Así pues, volvió dirigirse a Candela.

 

-Si lo vas a despedazar para alimentar a Sinh o a ese maldito bicho que la loca de tu madre llama conejo, ponlo en la cocina, donde sólo estorbe a los Chuck. Si los animales quieren hacer un desmadre de sangre con él creo que no queremos ese reguero en el vestíbulo.... Y si lo traes para que sea uno de tus amantes, deberías ponerlo en tu torre donde no fastidie a nadie-

 

Lo que ninguno se esperaba era que en aquel momento entrara una riada de visitantes Malfoys al Castillo, encabezada por aquella mujercita que se hacía llamar Goshi.

Patriarca Triviani |

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Últimamente parecía imposible encontrar paz, añoraba aquellas horas muertas en el jardín acompañada solo por mis pensamientos, lo curioso es que en aquellos momentos lo único que conseguía pensar era en lo mucho que deseaba algo de acción en mi vida y ahora que por fin la tenía ya no la quería. Mi suspiro lo resumió todo, al desperezarme mi mano se topó con el sedoso pelaje de Shae que se había acurrucado en el otro lado de la cama, aparentemente dormida pero en silenciosa y constante vigilia. Recurriendo a toda mi fuerza de voluntad conseguí levantarme y arrastrarme hasta el baño, mi cabello parecía un enjambre mientras que mi rostro había perdido cualquier encanto que podría llegar a tener.

 

- ¿Quién no querría amanecer a tu lado todos los días, eh? – espeté al espejo con cierto sarcasmo.

 

El agua comenzó a correr, zambullí mi cara en el cuenco que habían formado mis manos restregando con fuerza en un vano intento por quitar aquellas densas ojeras, aparentemente mi memoria había echado a la basura todo recuerdo de mis embarazos pasados pues en aquel momento me costaba trabajo recordar que me hubiera dado tanto problema. Tenía el sueño cambiado, mi reloj biológico era el equivalente a nada y la mera idea de una comida me daba nauseas… Suspiré otra vez, un hábito que había adquirido recientemente, y mientras secaba mi rostro capté una figura con el rabillo del ojo.

 

- ¡¿Pero qué diablos…?! – por poco y caía de culo, agitada y sobresaltada me encontré con la temerosa silueta de un Chuck que ya se esperaba lo peor.

 

- ¡Lo siento! Cuck es un mal elfo, lo siento, Chuck no debe sorprender a su ama Alyssa – el muy est****o no dejaba de estampar su cabeza contra la pared, me hubiera encantado dejar que lo hiciera indefinidamente hasta que se volara los sesos pero sabía que si estaba ahí es porque tenía un mensaje para mí.

 

- Ya deja eso y has algo productivo en tu miserable vida – por lo menos me di con el gusto de patearle en la cara - ¿A qué has venido?

 

- Ama Aland desea verla – lloriqueó – Los ha convocado a todos debido a la llegaba del señor Cubias…

 

- ¡¿Cubias?! – se me estranguló la voz justo al final ¿qué hacía aquel sujeto en el castillo? Estaba convencida de que había muerto; me llevó largos minutos procesar la noticia y aun así me costaba creerlo – Esta bien, ya vete…

 

 

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

 

 

No sé qué tiempo llevaba allí arriba, en lo alto de las escaleras resguardada por las penumbras del castillo, lo suficiente tal vez como para haber presenciado todo lo ocurrido. No recordaba la última vez que había disfrutado tanto de un espectáculo, o mejor aún no recordaba cuando había sido la última vez que vi a Aland prendida como una luz de emergencia; resultaba tan tentador…, las carcajadas se agolpaban en mi garganta amenazando con delatarme de un momento a otro, pero fue en realidad la desesperada expresión en el rostro de mi gemela lo que me decidió a intervenir.

 

- Vaya, vaya, vaya…. ¿Cubias? ¿De verdad eres tú? – Me deslicé elegantemente hasta alcanzar el mismo nivel que el resto – Sin dudas esta familia no deja de sorprenderme, cada vez que damos por muerto a un miembro este de alguna manera se las arregla para resurgir de las cenizas...

 

Al pasar junto a mi hermana le dediqué una mirada cargada de risas, estaba loca si pensaba que dejaría pasar una oportunidad como aquella sin mofarme de ella, sobre todo ahora que mi aparición había oportunamente interrumpido su tenso intercambio con el Malfoy – Me debes una – pensé, y sabía que ella había captado el mensaje.

 

- Danyellus – una severa expresión se apoderó de mi rostro al girarme hacia el Triviani - ¿Cuántas veces debo repetirte la lección sobre modales? A veces no pareces hijo mío con esos arranques de salvajismo que expones ante las visitas… Cubias es, como nosotros, parte de esta familia y por ende lo recibiremos como tal.

 

Había un doble sentido oculto en aquellas últimas palabras, Candela y Danyellus de seguro lo captaron al vuelo, y si es que cabían dudas mi torcida sonrisa las disipó todas. Solo un Triviani sabía lo que significaba “recibir” a un familiar, demasiado lejos de lo que podría significar para cualquier otra familia normal.

 

- Sin embargo eso tendrá que esperar – la decepción unánime entre los dos demonios fue casi tangible, paciencia jamás había figurado en la lista de virtudes de aquellos mafiosos – Tenemos también otras visitas quienes están aguardando del otro lado de la puerta, sería muy descortés de nuestra parte el no darles una propia bienvenida.

 

Las conocía a las tres: May, quien resultaba ser una mortífaga con quien había compartido muchos momentos en los viejos tiempos, Afrodita y… Goshi ¿Tenía que estar la madre de Pik presente? Así fue como toda mi picardía se fue al traste. Chuck les invitó a pasar y de pronto el amplio vestíbulo parecía ser un lugar increíblemente pequeño, los Triviani más sus inesperados invitados colmaban el Castillo con una concurrencia que no se veía en años.

 

- Bienvenidas – mi voz cortó el tenso silencio sin ningún esfuerzo – Es un placer recibirles en nuestro humilde hogar pero, si es que se me permite preguntar ¿A qué debemos tan grata sorpresa?

 

No había pasado por alto la presencia de un personaje también familiar ¿Alex? No sabía de él desde hace años, otro muerto en vida sin duda. Le dediqué una curiosa mirada al notar sus ojos clavados en mi de tan impropia manera, esperaba que la sonrisa fugaz que cruzó mis labios fuera muestra suficiente para el Malfoy de que no me había olvidado de él, pero ya habría tiempo de sobra para ponerse al día luego.

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Mirar a lo ojos a Alyssa luego de todo lo ocurrido no era lo mismo. Intentaba dibujar una sonrisa en la cara para disimular, pero su rostro le jugaba una mala pasada, volviéndola chueca y con un casi imperceptible tic en el rabillo del ojo derecho. Volvió a mirar hacia los lados, y tanto Afrodita como May se habían acercado a la puerta. Alzó una ceja y titubeó hasta que le salieron las palabras de la boca.

 

- Pues... Ellas no sé... -Volvió a mirarlas de reojo y después de tanto aguantarse, no pudo evitar una mirada indiscreta a su vientre. Apretó los párpados, luego los dientes. Gruñó dentro de su cabeza, quejándose de su torpeza y volvió a levantar la mirada hacia la Triviani- Yo vine a verte a ti.

 

Desvió la mirada al escuchar las voces que provenían del interior del castillo y una gota asomó por debajo de uno de los mechones que adornaban su rostro.

 

- Supongo que no es buen momento...

 

Metió las manos en los bolsillos del piloto y sonrió de lado. Imaginaba a Cubias, rodeado de Trivianis, sin entender demasiado de la situación. Con una criatura amenazándolo de muerte, un peliblanco dando órdenes, decenas de torturas aplicadas sobre el cuerpo del pobre Lord, mientras otra lo acosaba por el mero hecho de sentir placer por hacerlo, y las peleas y discusiones que ya conocía de aquella familia.

 

- Una visita inesperada, ¿verdad? -Soltó una carcajada.- Falta cierto Malfoy, y estamos todos aquí para poner las cartas sobre la mesa y desatar una bonita masacre, ¿no les parece?

 

Soltó una carcajada. No esperaba que la Triviani encontrara aquello como divertido, ni pretendía mucho menos. Mucho menos con las Malfoy que la acompañaban, que parecían estar a punto de saltar contra Alyssa con tal de adentrarse en el castillo y culminar con su objetivo. En parte le alegraba ser ella quien encabezaba la fila de visitas. A pesar de todo, no pondría en peligro a ese niño.

 

- ¿Puedo pasar, o prefieres que venga en otro momento?

Editado por GoshI

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Por un momento había pensado que venían todas juntas, pero solo había que prestar un poco de atención para darse cuenta de que en realidad sus propósitos en aquel castillo eran muy diferentes. May y Afrodita no conseguían quitarle la mirada de encima a Cubias y no se podría decir que eran expresiones de deseo, mientras que Goshi centraba su atención en alguien completamente distinto…, en mí. Automáticamente adquirí aquel característico gesto de cuando algo me incomodaba, bastante tuve con todo el drama que aquel asunto con el Malfoy me había acarreado y por mucho que me doliese había decidido que ya no quería saber más del tema, lo cual lo incluía a él y a su madre por supuesto ¿Pero qué podría hacer, echarla de la casa? No, por mucho que me desagradara no me quedaba más que recibirle como correspondía.

 

- Claro… - titubeé por un segundo pero lo disimulé casi al instante – Pasa, iremos a donde haya menos alboroto – Luego me volteé hacia las otras dos chicas y les dediqué mi mejor sonrisa – Aún no sé exactamente cuál es el propósito de su visita pero estamos encantados de recibirlas, pasen y pónganse cómodas – Lancé una rápida mirada hacia los Triviani presentes, una magnífica idea colmó mis anhelantes deseos por seguir fastidiando a mi gemela – Candela ¿te molestaría encargarte de organizar la cena? Creo que sería el modo más apropiado de agasajar a nuestros invitados…

 

Con mi sobrina jamás habíamos sido particularmente unidas, pero la misma sangre corría por nuestras venas y cuando de molestar a otro se trataba solíamos mantener una misma línea de pensamientos; ambas intercambiamos una cómplice sonrisa y supe que había captado mi mensaje. Me volteé una vez más hacia Goshi y le indiqué para que me siguiera, la guie a través de los oscuros pasillos hasta el despacho que se comunicaba con la biblioteca; al igual que la mayor parte del castillo la habitación se encontraba desolada, y a pesar de su limpieza era evidente que no había sido usada en mucho tiempo.

 

- Siento mucho que hayas tenido que presenciar todo el alboroto – comenté mientras cerraba la puerta tras de mi – Es bastante atípico de hecho, por lo general no solemos recibir visitas y los propios miembros de esta familia rara vez se encuentran por aquí… - No había mucho cuórum para entablar una conversación amena, nuestra relación había comenzado con el pie izquierdo desde un principio y para ser honesta no creía que pudiera remediarse a estas alturas – Por cierto, antes no tuve ocasión de pedirte disculpas por lo que paso aquella noche en la taberna…, de verdad lo siento mucho, todavía no puedo comprender que fue lo que me paso – carraspeé, cada vez que recordaba aquel suceso solo conseguía enfadarme conmigo misma por lo est****a que fui – Perdí el control, realmente no hay excusas para mi comportamiento, pero quería al menos que sepas que de verdad lo siento.

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"¿Cena?"

 

Más bien parecía que se lo iban a comer a aquel muchacho, antes que preparar la "cena" como la Triviani demarcaba, pero intenté no hacer caso a mi volátil cabeza y continuar enfocada en el objetivo de aquella visita, que se trataba ni más ni menos que de Alyssa. No podía evitar sentir un poco de temor al adentrarme cada vez más en aquel castillo luego de tanto aboroto e incidente. Y estaba más que segura que no recordaba que yo ya había pisado aquel sitio previamente y no se trataba de un simple alboroto, sino una batalla campal de la cual recordaba apenas la mitad de los hechos por a amnesia que me había producido un golpe en la cabeza.

 

Me sacudí, en parte porque el polvo de la habitación había provocado cierta comezón en mi nariz, y por otro lado no tenía ni la más mínima idea de cómo habíamos llegado a ese lugar por estar inmersa en mis pensamientos. Pero no. Evité entrar en pánico por el bien de ambas.

 

Caminé un par de pasos, recorriendo el lugar con la mirada mientras escuchaba a Alyssa con atención y apenas noté un bache de silencio en sus palabras me atreví a interrumpirla.

 

-No tienes que disculparte. -Sonreí con cierta timidez.- Es tu familia, tu castillo, soy yo la extraña en este lugar y hasta me halaga ser partícipe del alboroto. -Solté una suave carcajada para romper el hielo y crucé los brazos encima del estómago, inclinando mi peso sobre una de las piernas.- Años en el Profeta no han hecho más que instalar en mí esa dosis de... ¿curiosidad?

 

Al notar en Alyssa cierta molestia por nombrar al periódico El Profeta me detuve, interrumpiéndome a mí misma, con desesperación en mis gesticulaciones ya que sentía que estaba a punto de echarme a patadas.

 

-¡No, no, no! No vengo por eso, ya no trabajo más allí.

 

"¡idi***! Piensa bien lo que dices."

 

-En realidad vengo justamente para arreglar las cosas entre nosotras y aclarar lo ocurrido. -Me sentí desubicada pero mis manos señalaron un sillón que se encontraba detrás suyo para invitarla a tomar asiento, mientras me ubicaba en otro que se encontraba enfrentado.- Nuestra relación comenzó con un simple y vulgar malentendido que nos llevó a un lugar incierto cargado de enojo sin sentido, sumado a sentimientos que tenía un poco guardados en mí de los cuales tú no tienes nada que ver.

 

Cerré los ojos, recordando a Lacrimosa besándola cual amante desesperado y resoplé al volver a abrirlos para encontrarme con la mirada atenta de Alyssa.

 

-De haberme encontrado en tu lugar, hubiera reaccionado de la misma forma. O peor. -Fruncí los hombros y solté un suspiro.- No tienes que disculparte por ello tampoco.

 

Me incliné hacia adelante, apoyando los codos sobre las rodillas y dejé reposar el mentón sobre mi mano derecha.

 

-Quiero saber de mi nieto y cómo te sientes tú.

 

Mi cabeza estaba un poco más tranquila, y mi rostro más calmado, mientras que lo más retorcido y oscuro de mi mente buscaba de todas formas que la Triviani depositara su confianza en mi de tal forma que confesara si realmente se trataba de mi nieto o mi sobrino.

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