.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)

[Susan V. Goldstein]

Jamás se había visto tan muggle.

 

Ese día se decidió a por fin tomar algo de sol y practicar un deporte muggle que se le daba bien. En los jardines del castillo Susan lanzaba una pequeña pelota a uno de los Chuck y este intentaba tomarla con un guante. Se protegía el rostro con una gorra mientras que el cabello caía lacio hasta sus caderas. Las mallas ajustadas le daban facilidad al correr y la camisa de rayas con su apellido hacía el toque final del atuendo.

 

Alzó una pierna y se dispuso a lanzar una vez más la pelota, esta salió con tanta fuerza de sus manos que en cuanto el Chuck quiso tomarla golpeó su pecho y cayó contra una piedra inconsciente. Susan bufó, cada vez era más inservibles. Esperó a que los demás elfos se llevaran al Chuck inconsciente y otro tomara su lugar. Entre ello cogió uno de los bates que había encargado y lo dirigió hacia el nuevo lanzador.

 

—Escúchame Chuck, tomarás esa pelota y la lanzarás hacia mí con todas tus fuerzas.— Susan tocó con el bate la punta de sus puntiagudos zapatos —Si lo haces bien, te devolveré la oreja que te falta.

 

Con suerte eso avivaría al elfo, Susan le había cortado la oreja hace meses y la colocó en uno de sus libros.

 

La bruja dobló sus rodillas y alzó el bate lo suficiente pero, el elfo temeroso, apenas logró lanzar la pelota hasta la mitad del camino. Susan suspiró, eso le pasaba por jugar con elfos. Se irguió y con lentitud fue dando pasos hacia Chuck, cuando estuvo lo suficientemente cerca alzó el bate para golpearlo pero un grito detuvo el intento ¿Esa era Candela? Sí mal no había escuchado, había sido victima de un robo ¿Cuanta sangre correrá por ello? Se alejó del Chuck dispuesta a presenciar la dramática escena, se acercó a un hacha enorme de doble filo que yacía en un tronco de un árbol cortado, estampó en uno de sus filos el bate dejándolo inerte para luego dar media vuelta y desaparecer de los jardines.

 

Apareció dentro del castillo, a unos cuantos pasos de Zoella y Candela. Intentó que su atuendo de beisbolista pasara desapercibido por las brujas así que apenas se acercó.

 

—Quien te haya quitado lo que haya sido ha ignorado tu amenaza de tres segundos, Candela. —Miró a Zoella— ¿Por qué no nos dices que te robaron? Así Zoella y yo podemos encontrarlo para ti... además de traerte al ladrón.

 

Esperaba que Zoella entendiera la indirecta, aquel día se divertirían mucho más que destruyendo un par de locales.

[Jeremy Triviani]

El saco de boxeo se sacudía con cada golpe que el vampiro le daba. Era el tercero que usaba para entrenarse, los otros dos no le habían resistido mucho tiempo los fuertes golpes que aplicaba y habías terminado por pincharse desparramando la arena por toda la habitación. Llevaba puesto en ambas manos un vendaje color blanco para amortiguar los golpes y que su piel no sufriera daño. Por lo demás estaba solo con un short deportivo de color negro y descalzo.

 

 

El rubio se puso en pose de ataque, midiendo la fuerza para aplicar un nuevo golpe, cuando un grito llamó su atención e hizo que bajara los brazos. Frunció la ceja agarrando una toalla para secarse el sudor de la cara y del pecho. ¿Qué estaban haciendo? Se acercó a la ventana para observar fuera y vio que Susan desaparecía, dejando aterrorizado a un chuck.

 

 

-¿A que están jugando? –preguntó en voz alta levantando la ceja.

 

 

No tardó en salir de su habitación y recorrer el pasillo, para ver qué pasaba. Un grito de mujer era lindo de escuchar, cuando no cuando era de furia como aquel. Se asomó por la baranda de la escalera y apoyó sus codos mirando para abajo. Estaban Candela rabiosa rodeada por Zoella y Susan. Parecían en perfecto estado, no vio sangre ni heridas a simple vista.

 

 

-¿Por qué gritan? –Les pregunto – Interrumpen mi ejercicio.

Editado 23 de Marzo del 2018 por Jeremy Barton

[Rhaella Triviani]

Robar aquel anillo de Nigromancia había sido sencillo.

 

La demonio esperaba estar tensa y enojada al llegar a la propiedad de la familia Triviani para ver a sus familiares después de todo el tiempo que había pasado desde la ultima vez, ¿se acordarían si quiera de ella?. Sin embargo, al llegar a las puertas de el prominente castillo, no había sentido mas que nostalgia. Esperaba que la entrada a la propiedad fuera un problema, pero aquello también resulto mas fácil de lo que habría creído, así que en ese momento se encontraba caminando con lentitud en uno de los jardines de la propiedad, con la verde mirada fija en el interesante anillo que reposaba en la palma de su mano.

 

Era consciente de que tomar aquel objeto había sido una muy mala idea, conocía a Candela Triviani y sabia que su reacción no iba a ser buena, pero desde el momento en el que había visto el castillo por primera vez en tanto tiempo, había decidido que quería divertirse un poco con su familia. En honor a los viejos tiempos.

 

Lo único que quedaba ahora era pensar en un plan para que la ira de su madre no cayera sobre ella. Pero se encargaría de eso después, la Black Lestrange era buena improvisando, después de todo.

 

Incluso allí, fuera de el castillo, pudo escuchar el grito de Candela, lo cual provoco que una gran sonrisa se extendiera por sus labios inmediatamente. Guardando el anillo dentro de el bolsillo mas seguro de el interior de su largo abrigo carmesí, se encamino por fin a el vestíbulo de el castillo.

 

-Por Merlín, ¿que es todo este escándalo? -soltó, dirigiéndose a su madre por primera vez en algún tiempo.

 

Les dedico una pequeña sonrisa a ella y a todos los demás presentes mientras entraba a el amplio vestíbulo de la residencia Triviani.

Editado 23 de Marzo del 2018 por Rhaella

[Matthew Black Triviani]

Matthew llego caminando hasta el hermoso castillo, por fuera parecía una fantasía, una verdadera obra de arte. Tras las rejas podrían escucharse gritos de dolor o simplemente eran de pura satisfacción del sufrimiento ajeno. << Realmente asombroso >> pensaba en su mente, descubrir este lugar donde podría disfrutar de las mismas actividades sádicas que rumoreaban practicar allí.

 

Se adentro a los extensos terrenos verdes debidamente cuidados de la residencia Triviani, todo parecía un mundo lleno de alegría y color, pero la presencia de entidades desconocidas y la fluctuante sensación de artes ilegales a medida que el Licántropo avanzaba daban para pensar lo contrario.

 

Unos par de golpes secos en la puerta maciza de la entrada y esperar que alguien lo recibiera o quizás, lo torturara tan solo por diversión, pensar las peores cosas, si, eran de sus cualidades. No podía utilizar la magia en este país desconocido, ser reciente y sin identidad, eran cosas que los famosos infieles estarían buscando.

 

-Bueno, quien se atrevería entrar aquí, solo para valientes dirán.- Murmuro mirando los alrededores buscando opciones ante el peligro.

[Eobard Thawne]

Considerable cantidad de arena fue esparcida al momento de aparecerse frente a las verjas de metal. Nunca antes había visitado aquella residencia, por lo que se tomó un momento para maravillarse con la elegante arquitectura del lugar, contemplando los alrededores por encima de sus lentes oscuros.

 

Dejó caer el baúl de siete cerrojos que llevaba cargando a la espalda. Antes moriría que permitir que su gabardina beige se arrugara cargando aquel artefacto. Como aquel contenedor no tenía gran cosa dentro, salvo quizá un quintaped (?), decidió hacer uso de los servicios que disfrutaba al ser parte de la familia. De forma adoptiva, al menos.

 

-Necesito un par de Chucks, maldita sea. -se quejó, hurgando entre los bolsillos de los jeans ajustados para buscar un cigarrillo. -Ah, ahí están.

 

Media docena de elfos domésticos, todos de apariencia similar, se acercaron a recibirlo. Con un cabezada, les indicó su tarea. Sólo los había escuchado mencionar por parte de Candela, pero no creía que fueran reales. ¿Acaso los había clonado? Era posible, considerando el giro en el que se dedicaban en Quick Labs.

 

Hay que admitirlo, tiene buen gusto.

 

Valiéndose de las botas de siete leguas, se desplazó más ágil que las criaturas, las cuales a duras penas lograban mantener el equilibrio para que el artilugio no se les viniera encima. Notó un bosquecillo, ideal para ocultar cuerpos. Probablemente lo visitaría más tarde. Primero tenía que instalarse, o de menos, dejar un par de cosas en la primera habitación que encontrara.

 

-Hay que ser muy valiente. O muy tonto.

 

Saludó con una inclinación de cabeza al muchacho que parecía esperar a que alguien le abriera la puerta. Él, sin más, giró la perilla, y se adentró en el amplio hall. Ahí, notó a varias personas conocidas. Irónico, pues se trataba de gente con la que últimamente convivía, sobre todo en materia del bando. Candela tenía una expresión de los mil diablos, mientras que Jeremy parecía estar observando todo desde un sitio seguro. Una chica que había visto en compañía de éste en el Caldero, también había hecho presencia.

 

-Bueno, aquí estoy. -anunció, extendiendo ambos brazos, asegurándose de exhibir su más irónica sonrisa. -¿De qué me perdí?

 

Observó al resto. ¿Qué hacían Susan y Rhaella ahí? Estaba claro que el mundo era un lugar pequeño, y las probabilidades de que terminaran emparentados de alguna forma, eran viables.

[Mentita]

Susan tenía razón, su amenaza había sido ignorada. Lo que podría significar que estaba perdiendo el toque de su maldá (?), cosa que realmente le importaba poco. Aunque, a decir verdad, tenía la sospecha de que su ladrón estaba muy cerca. ¿O no? ¿Dónde estaba Ishaya? Entre los presentes, se notaba poderosamente su ausencia. Y el motivo sólo sería porque estaría escondiendo algo.

 

Candela soltó un bufido en cuanto escuchó a Jeremy, casi quería soltar una carcajada, pero se contuvo en el momento justo en el que Rhaella ingresaba al salón. Su expresión se descolocó un poco al verla, llevaba años sin saber de ella. O quizás era al revés y la que la había abandonado fue la Zingara.

 

— Disculpe usted, señor. ¿Acaso mis gritos han desinflado sus músculos? —soltó, con la mirada fija en el hijo de Neos.

 

Se giró al ver a Eobard y se extrañó de la perfecta sincronía con el hecho del robo, pero tampoco podía estar desconfiando de cada persona que veía. O bueno, sí. De hecho, podía y lo hacía. Sin embargo, una sexta esencia le hacía cosquillas en la punta de la nariz.

 

La matriarca desapareció y volvió a aparecer con un la mano en el cuello de un muchacho. Lo había traído desde los alrededores del castillo y no se había molestado en hacer un reconocimiento de figura antes, sólo le interesaba tener de vuelta el anillo de la habilidad que tanto le había costado conseguir. Hasta que vio el rostro del chico y lo soltó de golpe.

 

— ¿¡Pero qué demonios es esto!? —retrocedió unos pasos y se topó con Zoella. Candela reconoció a Mathew, otro de sus vástagos.

 

Con él ya eran tres. Estiró el cuello hacia la puerta, por si, de repente, aparecía un cuarto. ¿Cuál era el motivo por el que todos habían llegado a Londres?

 

— Bien. —habló, con un todo indiferente— Alguien ha tomado mi anillo de Nigromancia. Evidentemente no lo ha pensado muy bien, para hacer algo tan est****o... —se fijó en Jeremy, Mathew y Eobard, primero. Luego le dirigió una significativa mirada a Susan. Y suspiró al cruzar sus ojos mercurio con los de Zoella y Rhaella.— Así que, me pensaré en perdonárselo... Por ahora. Si entrega el anillo AHORA MISMO. De lo contrario, aún sin el anillo puedo hacer que pasen los horrores que pasarían en el otro mundo...

 

Casi rugió su amenaza.

 

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[Matthew Black Triviani]

Un extraño saludo a Matthew justo después de su repentina, reflexión, diría por llamarle de algún modo. -Quizás, buenas tardes.- Comento al sujeto sin emoción alguna.

Candela apareció por detrás del Lycan tomándolo del cuello sin quisiera tomar un segundo a reconocer al muchacho, solo lo tomo y desapareció sobre si hasta dentro de castillo nuevamente, donde se encontraban reunidos varios de los Triviani. O quizás solo estaba de llegada -Has de pensar que soy un merodeador oportunista, en busca de objetos valioso cuales vender, ¡NO! soy tu hijo, acaso no me recuerdas?- Comento casi al ras del silencio intentando quitar la mano de su Madre.

La Triviani lo soltó dando unos cuantos pasos hacia atrás al ser reconocido, un grito perturbador invadió su cabeza, alguien había osado a robar el anillo nigromante de su madre Adoptiva Candela y esta estaba dispuesta a recuperar la argolla, al costo que sea.

-Realmente, crees que el ladrón, si estuviera aquí presente diría algo? corriendo el riesgo de que lo mates, o peor, lo tortures hasta desear la misma muerte.- Arqueo su ceja y poso sus manos sobre la cintura.

Según el Lycan tenia entendido por las antiguas leyendas, el anillo de nigromancia optaba al portador con un gran poder sobre las fuerzas obscuras para predecir el futuro o causar daño a los demás, depende con que intenciones se utilizara.

Se movió un par de metros para terminar de apreciar las piezas Italianas y el lujo que abundaba por cada rincón. << Bello, realmente bello >> pensó.

@@Candela Triviani

Editado 29 de Marzo del 2018 por InsaniK

[Saori Rambaldi Ragnarok]

despachando a su sobrina rápidamente con su cuervo saori baja por un baso de agua a la cocina, caminando con tal liviano observa la pequeña reunión familia pues todos sus familiares se encontraban esparcidos por toda la casa ella por su lado solo se centro en ir por su baso de agua mientras pensaba que hacer para leer un poco iba de nuevo como come libros en la biblioteca para ver que lbros interesantes podía in contra en esta enorme casa.

 

Legando a la cocina tocando un poco la puerta para entrar si llamar mucho la atención saori mira donde pueden estar los vasos pues era una cocina amplia no conocía mucho de esta casa pues era nueva en esta enorme casa y tampoco hablaba mucho con las personas desde que su padre la dejo y se fue solo se la pasa en su cuarto encerrada tomando té y leyendo algunos libros de la familia triviani para conocer mas. Al recibir la visita de su sobrina fue algo placentero para saori pues ya la soledad la estaba enloqueciendo un poco.

 

Al encontrar la gaveta de los vasos tomo uno y cerro con suavidad sirvió un baso de agua y con la misma rapidez suave con la que se vino así se fue para la biblioteca pero como conocía mucho esta casa tenia cierta inquietud de donde podía estar la biblioteca.

 

-A quien le puedo preguntar- quedo inmóvil en la sala por un momento mientras mirada a su alrededor

[That is not my name]

En medio de una enorme explosión en los jardines aparecía con mi varita bien aferrada en mi mano derecha cuando me llegó la notificación de uno de los elfos domésticos sobre la situación en la que estaba metida mi familia en esos momentos, un tipo de enfrentamiento que había separado en dos bandos a los presentes y, obviamente, conocía muy bien las maneras tan curiosas que podría usar Candela para tener cierta ventaja.

 

No, debía de presentarme de manera urgente para poner un equilibrio en la balanza, al menos debía de intentarlo para que no se saliera con la suya... aunque ella no haya sido quien comenzara con todo ese caos.

 

Alcé mi varita hacia el interior de la casa para que comenzara a invocar un viejo conjuro meteorológico y que dentro de la vivienda comenzar aa llover sobre todas las mujeres quedando empapadas en unos cuantos segundos mientras que los caballeros estarían completamente secos. Sonreí ampliamente, era momento de calmar las cucharas de mi hermana.

[Mentita]

Levantó una ceja al escuchar a Matthew, no se creía que estuviese alabando sus métodos. Aunque claro, lo más probable es que fuese una crítica y la gitana lo estaba tomando como un cumplido. No tuvo mucho tiempo para responderle como era debido, pues se vio empapada de pies a cabeza a causa de una lluvia que sólo le afectó a Susan, Zoella, Rhaella y a ella misma.

 

― ¡Pero qué...! ―y toda la sarta de improperios, que dedicaba a la persona causante de aquel fenómeno metereológico, quedaron acallados por los sonoros estruendos que siguieron a la lluvia.

 

No era la primera vez que Candela vinculaba su propia magia al castillo. Ya lo había hecho innumerables veces en el pasado, y su estatus en la familia permitía que fuese todo más fácil. Así pues, los cimientos retumbaron, casi rugieron, en respuesta a la colérica matriarca. Ella sabía quién era y sabía que no podía ser mucha coincidencia su reciente aparición. Además, el premio a la paranoia debería ser para la Triviani.

 

― ¡Vigílenlos! ―ordenó a las féminas. Aunque, en realidad, tenía ganas de gritar "Ataquen", pero eso ya se los dejaría a ellas.

 

Volvió a desaparecer, esta vez para encontrarse con Ishaya, a quien se abalanzó apenas vio haciéndolo caer al suelo. Utilizó sus piernas para impedirle movimiento, como si fuesen cuerdas, y hacía presión sobre su cuerpo. Sacó la daga de plata que llevaba siempre consigo y apoyó su filo sobre la garganta de su hermano.

 

― Dame una razón para no degollarte aquí y ahora. ―vomitó las palabras, fuera de sí― ¿Dónde está mi anillo?

 

 

@@That is not my name @ @ @ @ @ @@Susan V. Goldstein @

Candela está loca o.o