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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Ya habia permanecido demasiado tiempo en el castillo, y ni la habían podido recibir por tanto ataque hacia la familia y ni tampoco habian llegado aun sus aprendices. La rubia se alejo con paso sereno hacia las puertas del castillo que estaban algo maltratadas por el ultimo ataque y las empujo con facilidad.

 

El frío viento nocturno le pego de lleno en la cara despeinando un poco su cabellera rubia. Aspiro con calma los aromas de la noche y se sonrió satisfecha.

 

-Adoro la noche...-dijo y enseguida comenzó a caminar por los jardines en una ultima ronda por el lugar.

 

Mientras caminaba y observaba por posibles ataques o artefactos fenixianos una blanca lechuza se poso en su hombro y le pico juguetonamente tras la oreja sin apenas hacerle daño. No traía mensaje alguno por lo que supuso que Alan, su lechuza blanca, andaba de cacería y la había reconocido al pasar por ahí.

 

-Vamos pequeño, es hora de partir, te veo en la mansión, que tengas buena caza...-le dijo mientras le daba la señal para que volara. En cuanto la vio desaparecer en el horizonte ella misma desapareció dejando tras de si una estela de humo negro.

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El reencuentro con su gemela era algo que todavía no conseguía asimilar, habían desaparecido juntas de la Taberna rumbo a su castillo donde esperaban poder almorzar y ponerse al día sobre todos esos años que habían pasado distanciadas. Sin embargo cuando la Black se materializó en la entrada miró a ambos lados buscando a la susodicha pero esta no se encontraba allí, extrañada se giró hacia los jardines esperando verla por ahí pero tampoco. Fue entonces cuando le llamó la atención el extraño movimiento de la copa de uno de los altos árboles que se encontraban a escasos kilómetros del castillo, podía verse que algún objeto pesado caía rompiendo las ramas a una precipitada velocidad…, y no necesitó pensarlo dos veces para saber de quien se trataba.

 

Una sonora carcajada surgió desde lo más profundo de su pecho, hacía años que no se reía de esa manera. Pudo casi palpar como la dura coraza que había formado a su alrededor a través de todos esos años se resquebrajaba lentamente, poco a poco se recuperaba a si misma de aquel embotamiento en el que ella misma se había metido. Negando con la cabeza y aun conservando la sonrisa en sus labios la matriarca ingresó al castillo, se ocuparía de unas cuantas cosas antes de que su gemela llegara.

 

- Prepara algo de comer para dos y ponlo en la mesa de la cocina, volveré en unos segundos y quiero que ya todo esté listo - le espetó a un Chuck que rondaba por ahí.

 

Sin detenerse se dirigió hasta la sala donde el enorme tapiz familiar decoraba la pared del fondo, allí en la parte superior rezaba quienes eran los Patriarcas y Matriarcas de la familia en aquel momento para que de ese modo los miembros de la familia supieran a quien acudir. A un costado se podía leer el nombre de su gemela como fundadora de la familia, y en letras pequeñas rezaba “desaparecida”. Con un ligero movimiento de su varita Alyssa modificó el tapiz colocando el nombre de la misma de nuevo entre las Matriarcas activas de la familia, se quedó por unos segundos contemplándolo y regocijándose ante el nuevo cambio que esperaba fuera por un largo tiempo.

 

Tras un breve suspiro bajó la mirada y se encauzó de regreso a las cocinas, ya desde donde estaba podía sentir la voz de su hermana torturando a los elfos del castillo. La sonrisa volvió a aparecer en sus labios, era como si el castillo hubiera estado dormido por mucho tiempo y al fin se despertara de su letargo. Cuando llegó la vio ya sentada a la mesa zampándose el pollo que les habían preparado, ella la miró con los dientes incrustados en el muslo que sostenía con ambas manos y luego lo depositó de nuevo en el plato limpiándose la boca con una servilleta como si nada hubiera pasado.

 

- ¿Está rico? - le espetó la mortífaga ocupando su lugar en la mesa frente a ella.

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Y nuevamente se encontraba frente a la puerta de aquel colosal castillo, preguntándose si sería conveniente ingresar por la entrada principal o escabullirse por alguna ventana como antaño. Observó sus manos durante unos segundos, llenas de tierra y cortes por demás extraños, siguió con su inspección hacia su aspecto; la verdad era que no se veía nada bien, su vestido rasgado que parecía el de un mendigo y su cabello echo una maraña espantosa no eran propios de una bruja de su clase. Quien la viese tendría la impresión de estar contemplando a una pobre desquiciada y no a una de las matriarcas de tan prestigiosa familia.

 

Suspiró resignada tomando el chal viejo y desteñido sobre sus hombros y lo colocó alrededor de su cabeza, cubriendo parte de su rostro. Dio inicio entonces a la pequeña y tortuosa marcha que sería el ingreso a su hogar, con un aire bastante teatral por si llegaban a pillarla. No tuvo mas sorpresa que la sola presencia de un elfo que la miraba con ojos de sospecha.

 

- Soy una íntima amiga de la familia - pronunció aquella frase con un perfecto acento inglés que hasta se sorprendió de sí misma. - Permiso. - e ignorando al elfo continuó su camino. Por supuesto que Chuck la dejó seguir a sabiendas de quién se trataba, pero a ella le gustaba pensar que lo había engañado. Así como se mentía constantemente sobre el hecho de no haber acabado con aquella dueña de su maldición, mas tarde se dio cuenta de que no hizo mas que dormirla y que era cuestión de tiempo para que volviese y descargase su furia sobre la italiana.

 

Estando en el vestíbulo se decidía hacia dónde tomar vuelo, si iba directo a su habitación se encontraría con algunas cosas de infante que no estaba preparada para ver aún, todavía le dolía su ausencia y en todo ese tiempo había aprendido a convivir con ello, por lo menos algo positivo. Si continuaba hacia los jardines, corría el riesgo de ser vista por alguien y tampoco estaba muy segura de querer eso; frunció los labios en un intento de tomar una determinación, pero no lo logró.

 

- Y si me tardo demasiado acá, podría verme alguien... - pensó acariciándose el cuello, liberando tensiones. - Lo dejaremos a la suerte. - y sacó un par de astillas pegadas al vestido.

 

Se rió de si misma una vez más, le hubiese gustado mucho verse frente a un espejo para poder burlarse a sus anchas del aspecto que tenía, pero tenía que actuar con seriedad y...

 

- ¡Pero qué tonta! - dijo levantando un poco la voz y obligándose a callar al instante con ambas manos.

 

Mantuvo una de ellas en la misma posición, sobre sus labios, y con la otra buscó su varita debajo de los remedos que llevaba por vestido. En otras ocasiones la había escondido dentro de sus botas, pero no era el caso, había olvidado por un momento que podía hacer magia, ¿por qué no olvidar dónde la guardaría? Suspiró con fastidio ante ese hecho mientras hacía los arreglos convenientes. Con su cabello no hubo mucho que hacer, siempre estaba alborotado.

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Las cosas para mi eran de mal en peor ya que cuando estaba recuperándome de un golpe fuerte sobre la muerte inesperada que había tenido unas personas con luces en sus rostros vinieron y se llevaron al que me había ayudado para salir de aquel paraíso, así mismo no pude ni gritar ya que el trauma que me dejaron fue tan grande que solo quería salir corriendo para ver si alguien me podía ayudar pero mis piernas no me reaccionaron así que me quede, allí sin hacer nada solo mirar con inercia la puerta por donde se habían llevado al hombre que me había salvado o llevado hasta esa recamara.

 

Pasaron varias horas cuando por fin mi cuerpo dio la orden de poder caminar y al hacerlo un mareo me inmundo por completo tanto que sosteniéndome de las paredes camine hasta mi recamara donde busque con desesperación una botella de un licor raro el cual me habían dado cuando la transformación de demonio había estado completada, así que al terminarme la botella de la bebida suspire y espere a que los mareos se fueran como habían venido, a los pocos minutos después poco a poco los síntomas se quitaron y me dejaron en paz por lo que se vería un largo tiempo.

 

La voz que estaba en mi cabeza había desaparecido por completo así que me quite la ropa para colocarme otra totalmente diferente la cual era un vestido blanco perlado y unas zapatillas del mismo color a juego que dejaban ver mis pies totalmente perfectos, así que con un ligero maquillaje que me había realizado al frente de un reflejo de mi misma un poco demacrada, al bajar de las habitaciones fui hasta el jardín para sentarme en el césped hasta que alguien me viniera a buscar o hasta que pudiera escuchar una voz familiar donde poder abrazar y poder descansar de tantas cosas que habían pasado en pocas horas.

 

Como pasaban las horas y ya estaba totalmente aburrida de la misma vista de verdad y azul por el cielo me levante y fui hasta la cocina para tomar algo de comida y así poder quitarme las ganas de fastidio que tenía desde hacía mucho tiempo atrás, al entrar a dicha cocina me encontré a dos de mis tías, una no la recordaba pero sabía como se llamaba era Aland, y la otra era Alyssa la cual se pasaba poco por el castillo pero se pasaba. Con una sonrisa llegue hasta la mesa de la cocina con cara de disculpa y sobre todo un poco mas animada que antes.

 

--Hola tía Alyssa, Hola tía Aland... ¿Han regresado al castillo para quedarse cierto?--

 

Esa pregunta era mas para saber si por fin ya todos los que yo conocía estaban regresando, anteriormente el castillo estaba lleno de Ludwig mi padre, mis tías y tíos, pero ahora solo estaban los de las generaciones mas jóvenes los cuales eran desordenados y algunos que otros consentidos hasta un punto de alarma, con una sonrisa espere las respuestas mientras que tomaba una manzana que había en una de las bandejas alejadas de la mesa ya que presuntamente las frutas no hacían daño al metabolismo cosa que estaba causándome muchos problemas de humor.

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Se despertó en una cama desconocida. Se asustó y se levantó de un salto, tomando la varita que reposaba sobre la mesita de luz. Apuntó a todas partes pero el lugar estaba vacío, y fue bajando su arma poco a poco, a medida que recordaba lo sucedido.

 

Había estado hablando con su madre y su hermana en la sala, pues habían recibido visitas de Aleera. Pero luego su madre se había retirado, y la castaña seguramente se quedó dormida en el sillón de la estancia, ajena a todo lo que sucedía. Leah la habría dejado durmiendo allí, pero, ¿Qué había sucedido con Anastasia?

 

Un cúmulo de información atacó su memoria al pensar en ese nombre, y comenzó a ver ciertos recuerdos que compartía con su madre, o quizás con su gemela. Se tambaleó y tuvo que apoyarse en la pared, cerrando los ojos para concentrarse en lo que veía.

 

Tomó aire y suspiró audiblemente. De todas las imágenes, lo único que había sacado en claro era que su madre había sufrido un colapso mental o algo por el estilo y la muerte le había pasado cerca. Demasiadas confusiones y mucho tiempo de descanso innecesario, no era bueno para la castaña en lo absoluto; aunque no podía hacer mucho, ya que cuando dormía pocas cosas la despertaban.

 

El piso del baño estaba frio al contacto de sus pies descalzos, y odió su reflejo despeinado. Decidió tomar una ducha antes que nada, no quería aparecerse ante el resto de la familia con tal aspecto. Cuando se estaba vistiendo el estómago le gruñó, y supo que su siguiente parada seria en la cocina.

 

Observó la habitación donde se había despertado, la cual sería suya durante sus constantes visitas al castillo. Tomando su varita, cambió el tono carmesí de las cortinas, alfombras y paredes por un frío azul, mucho más apropiado con su personalidad. Se acercó al baúl ubicado en la punta de su cama y en una floritura toda su ropa y sus pertenencias se acomodaron en los muebles. Por último, un buen número de libros se apiló en una de las repisas y varios portarretratos se colgaron en las paredes.

 

Bajó por las escaleras guiándose por los leves y difusos recuerdos que su mente registraba, y dio con la cocina mucho más rápido de lo que esperaba. Al entrar, encontró a su madre comiendo una manzana y a dos mujeres que no conocía.

 

Buenos días—saludó cordialmente, la perfección de sus modales siempre se hacía presente. —Madre, ¿Cómo has estado? Creo que he dormido más que lo usual.

 

Envió una mirada a la pelirroja, haciéndole saber con esa pequeña acción que ya estaba enterada de todo lo sucedido en su ausencia. Llamó a uno de los elfos y le pidió una taza de café cargado y pastel de cerezas. La criatura se tomó menos de tres minutos en servirle su suculento desayuno, y la demonio tomó un sorbo de su bebida amarga.

 

Desafortunadamente, no tenia idea del paradero de la ojiverde. <<Deberías presentarme, madre>> avisó mentalmente a la Triviani, mientras tomaba un tenedor para hincar la cubierta de su sabroso pastel.

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La mañana empezaba a extenderse por el cielo de Ottery, sin causarle una verdadera emoción, en realidad era algo frustrante. El tiempo había transcurrido con cruel velocidad, haciendo que su intento de escape familiar se frustrara casi al instante. Si no iba a visitar a Anastasia seguido...no quería ni imaginarse semejante escena, aunque albergaba la tonta esperanza de que se conformara solo con Romi. Incluso si le hacía una copia a la joven, no lograría engañarla realmente, de modo que no tenía otra opción más que aparecerse a las afueras del castillo.

 

Hacía caso omiso a la cantidad de horas que tenía prácticamente desaparecida, la verdad le daba igual. Esperaba que su madre no hubiera atentado contra media humanidad, aunque con su gemela allí era un poco improbable, como fuera intentaba alargar los minutos casi con desesperación. Se sentía ligeramente obligada a hacer acto de presencia, por alguna razón siempre era usada como puente para cualquier acción, incluso una charla necesitaba de su neutralidad.

 

Sus orbes esmeralda estaban fijos en el lugar, donde uno de ellos era enmarcado por una ceja alzada, casi en un arco perfecto. Tenía al menos diez minutos perdida en la estructura, esperando que algún alma caritativa la alejara de las demás personas. Definitivamente, era uno de sus días asociales y no podría hacer nada al respecto. Resignada, empezó su avance hacia el castillo, con las manos en la cintura y su cabello ondeando tras de sí.

 

Siempre le habían gustado sus familias, ambas por igual, aunque pasaba por momentos donde no quería ver a nadie. Guiada más por sus pensamientos, que por sus pies, atravesó la entrada y luego cruzó el patio con lentitud. El aparato muggle que la pelirroja le había obsequiado, seguía inerte en su lugar, sobre sus cuatro ruedas y dañando el panorama. Algo tendría que hacer con el auto, no pretendía usarlo, le bastaba con aparecerse y odiaba las escobas —no se había molestado en tomar las clases—, así que no le veía algún uso productivo.

 

Movió la muñeca y de la manga de su sweter blanco, su varita de Almedro cayó en su palma. Agitó con suavidad la mano izquierda y casi al instante, la carrocería dejó de molestar su campo de visión. Satisfecha, continuó su camino, hasta que llegó a la puerta principal de la morada. Pasó por el umbral en silencio y subió por la escalinata, esperando encontrar a su copia personal en su habitación. Sin lograr su objetivo, regresó al vestíbulo entre sigilosos pasos, intentando no llamar la atención.

 

Cuando revisó cada puerta cercana, sin encontrar a nadie, empezaba a considerar la idea de largarse antes de que fuera demasiado tarde. Entonces, una voz demasiado similar a la suya llegó a su sentido auditivo, disminuyendo drásticamente su nueva emoción. Su rostro adoptó la misma expresión serena de siempre y siguió el sonido hasta adentrarse en las cocinas. La idea no era encontrarse con demasiadas personas, cosa que no estaba saliendo del todo bien.

 

Paseó la mirada por los rostros presentes, fingiendo una sonrisa a su madre y lanzándole una discreta mirada asesina a su gemela. Luego, reparó en las otras dos integrantes de la pequeña reunión, tenía la leve impresión de que habían estado solas momentos atrás. Restó importancia a ese detalle e inclinó levemente la cabeza a modo de saludo, antes de sentarse frente a Anastasia. Por lo que sabía, no estaba pasando por un buen momento.

 

¿Todo bien? —hizo énfasis en la última parte, optando por seguir esperando buenas noticias. Dirigió su mirada al otro par de mujeres—. Leah, un placer.

 

Siempre era educada, cordial incluso, pero el sentimiento de estar interrumpiendo no le hacía gracia. Guardó silencio y quedó inmóvil, tal como usualmente estaba. Había olvidado que su varita estaba en su mano izquierda, así que retomó la movilidad para regresarla a su manga. Ver al elfo que había atendido a Romi hizo que un brillo de malicia se hiciera presente en sus ojos, debía torturar a uno de sus elfos, eso también lo había pasado por alto. Y mientras tanto, intentaba no ver las imágenes presentes en la mente de Romi, tenía bastante en qué pensar ya.

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Si por algo merecía la pena volver a casa, era la comida que los elfos siempre me tenían preparada. No era una bruja difícil de complacer, en realidad, pues mi apetito era bien conocido en todo el castillo. Así que no me extrañó que los Chucks trajeran las sobras de la cena de la noche anterior sin temer que yo los reprendiera por tratarme como a una vulgar vagabunda. Me encogí de hombros; el pollo seguía siendo pollo y a mí me encantaba. Me chupé un dedo y continué devorando las alitas a la velocidad de un muerto de hambre.

 

El rastro que los condenados aurores habían dejado en la mansión se iba desvaneciendo lentamente en el aire y, con él, las arrugas de mi ceño fruncido por la ofensa de que unos emplumados hubieran invadido mi terreno. Más tarde hablaría con Alyssa para preguntarle cómo había resultado el asalto. No parecía haber rastro de ninguna lucha, nada de muebles astillados o techos derrumbados. Tal vez los habitantes de la Triviani ni se hubieran molestado en recibir a los indeseados o Apocalipsis se había encargado de ellos. Apocalipsis, dónde estaría ese est.úpido animal... Mis cavilaciones mentales se detuvieron en cuanto mi gemela apareció en la puerta.

 

¿Está rico? — su tono mordaz provocó que mi ceja se arqueara, interrogante.

 

Me he perdido, no puedes culparme por mi falta de práctica — rebatí, fijando la mirada de nuevo en el muslo del que estaba dando cuenta.

 

Sabía que a Alyssa no le hacía ninguna gracia que mi regreso al castillo se resumiera en una visita a las cocinas, pero mi estómago estaba a punto de digerirse a sí mismo. Afortunadamente, la mortífaga tomó asiento junto a mí silenciosamente, dispuesta a esperar lo que fuera con tal de tener una conversación normal. Royendo el último hueso, suspiré y aparté el plato para que Chuck lo retirara de la mesa, dispuesta a dialogar. Mis ojos plateados buscaron la mirada de mi gemela, con una sonrisa iluminándome el rostro.

 

Es bueno estar de nuevo en casa — admití. La había echado de menos, pero ya habíamos tenido nuestro dramático reencuentro en la taberna y no quería repetir una lacrimógena escena.

 

Mis labios se abrieron para añadir algo más, pero se cerraron súbitamente cuando un escalofrío me tensó la espalda, alertándome de la llegada de cierta individua. Hacía tiempo que no sentía aquel ramalazo de reconocimiento, y era una suerte que no me hubiera pasado desapercibido. No era un vínculo tan intenso como el que tenía con Alyssa, pero el que compartía con Candela eliminaba cualquier duda sobre los sentimientos maternales que pudiera sentir hacia ella. Estaba claro que nunca había ejercido de madre - demasiado joven y demasiado despistada para ello -, pero había intentado compensar esa falta de mil maneras. Que surtieran efecto o no era una cuestión muy diferente.

 

Tengo una hija de la que ocuparme antes de que desaparezca de nuevo — resoplé, poniéndome en pie.

 

No quería abandonar a Alyssa, pues todavía tenía que resolver todas las dudas agolpadas en mi cabeza. Sin embargo, mi persecución tendría que esperar un rato, ya que una desconocida me contemplaba desde el marco de la puerta. Una pelirroja - nuestra familia comenzaba a parecerse a la Weasley con tanta cabeza menstruada - cuyo rostro flotaba en mi subconsciente, mientras que el nombre se me escapaba de la lengua.

 

Hola tía Alyssa, Hola tía Aland... Han regresado al castillo para quedarse, ¿cierto? — entrecerré los ojos, localizando por fin a la joven mentalmente. Al fin y al cabo, tampoco tenía tantos sobrinos.

 

Si no me echa este tufo a auror, sí, tengo intención de quedarme — comenté inclinando la cabeza a modo de saludo. Mis labios formaron una elegante sonrisa; quería dejar una buena impresión a los demás familiares para que Alyssa no tuviera deseos de encerrarme en una jaula permanentemente.

 

Buenos días — una voz flotó a mis espaldas, y mi cuello sufrió al girarme para enfrentarla. Una morena de ojos verdes que se dirigió directamente hacia su madre, lo cual la convertía en... ¿mi sobrina segunda? Rayos, tendría que volver a revisar el árbol genealógico para no matar sin querer a un Triviani por la calle.

 

Podríamos celebrar una fiesta — murmuré sardónicamente cuando una tercera bruja se nos unió, presentándose como Leah. Al igual que con la primera, su nombre hizo zumbar algo en las profundidades de mi memoria.

 

No tenía buena cabeza para recordar a las personas, y al parecer iba a tener que ejercitarme para sobrevivir en el castillo. Entre La Marca y la familia, mi cerebro explotaría por exceso de información. Solté un suspiro, exhausta. Al menos había regresado al hogar. Tomé asiento, dispuesta a conversar con aquellas brujas y ponerme al día en lo respectivo a la Triviani. Alyssa, perdóname, le envié un silencioso mensaje con la mirada. Ya tendremos tiempo de cotillear. Le guiñe un ojo, una pícara expresión que no cuadraba mucho con mi conducta usual, y me giré hacia uno de los Chuks que rondaba por allí.

 

Trae a mi hija a la cocina — la pobre criatura se encogió, esperando algún insulto de mi parte. Pero me sentía piadosa, así que simplemente añadí —: Aunque sea a rastras, pero la quiero aquí en menos de un minuto — siseé. Luego volví a enfrentar visualmente a las jóvenes brujas, más jovial —. Bueno, hace mucho que no me cruzo con ningún Triviani. ¿Cuántos tataratataranietos debo tener ya? — resoplé.

 

 

 

-

 

Perdón por el rol T-T no tengo mucho tiempo.

 

¡¡¡Reunión familiar!!! *O* xD

Editado por Aland Black Triviani

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Empezaba a escuchar demasiado movimientos a unos metros de donde se encontraba que pensó que la atraparían si no se daba prisa; le dio un ligero sacudón a la falda de su vestido y empezó la marcha escaleras arriba. No sabía de dónde venían las voces y los ruidos pero estaba casi segura de que se trataba de la cocina por el bullicio de cubiertos y un pestilente olor a pollo. Hizo una mueca de desagrado y giró la cabeza hacia el pasillo que daba a aquella sala, algo la llamaba y aún no podía reconocerlo.

 

Candela bajó un escalón, tentada por la sensación de familiaridad con la que se encontraba. Si bien el castillo era su hogar, en los últimos tiempos ya no lo sentía como tal, pero en ese momento... Sacudió la cabeza para aclarar mejor sus ideas y decidió que sería mejor ir a su habitación; al fin y al cabo, habría que hacer una total y completa remodelación: tirar un par de cosas, quemar otras, guardar las que servirían y hacer cambio con las que tenían algo de utilidad.

 

- ¡Señorita Candela! - gritó la chillona voz de un Chuck.

 

La bruja se detuvo un par de escalones arriba, no iba a prestarle atención pero se le ocurrió que, quizás, él tuviese la respuesta a lo que le había ocurrido. ¿Y si no la tenía? De cualquier modo, no perdía mas que tiempo al hacerle caso. Para entonces hubo retrocedido lo que avanzó unos minutos antes, con una sonrisa bastante malhecha en sus labios. Tal vez por esa razón el elfo tembló y dudó sobre su cometido.

 

Sin embargo, posiblemente recordó que el castigo por no cumplir la encomienda sería peor que el que le impondría Candela, por lo que se armó de valor e hizo un intento de modular las palabras correctas, pues que su tortura fuese un tanto más liviana no significaba que la joven matriarca no fuese igual de dura.

 

- S... su madre, joven ama - titubeó un segundo y prosiguió. - Su madre me ordena llevarla ante ella. Sígame, por favor. - a pesar de todo, tenía claro que el respeto no lo podía dejar de lado y dio media vuelta, pero Candela no lo seguía.

 

- ¿Mi madre? - preguntó tontamente, pensando que no podía ser lo que estaba pensando. - ¿Y qué hace Katara aquí? - nombró a quien la adoptó con la esperanza de ser contradicha. ¿Aland?

 

- Katara, ¿ha dicho? - el elfo se volvió hacia la bruja con una nota de incredulidad en la mirada. Estaba a punto de burlarse cuando recordó con quién estaba tratando. - Aquella señora no me manda, no me manda. ¡Ryddleturn no manda sobre Chuck! - vociferó el enano ofendido, sólo le faltaba tirarse al piso y hacer pataletas.

 

- Era todo lo que quería oír... - se carcajeó y se apresuró, casi corrió, hacia la cocina.

 

¿Cómo la recibiría? No lo había pensado, no estaba en sus planes volver a verla y tenía miedo de no encontrarla cuando llegase hasta donde las voces hacían eco, o peor, temía verla justo al desaparecer. Pero ¿por qué con tantas personas? No lo entendía, su madre nunca había sido sociable ni mucho menos, no podía haber cambiado demasiado.

 

- M... - y se obligó a callar al ingresar en la cocina.

 

Era un cuadro bastante extraño, con personas que no conocía, una de ellas vagamente la recordaría. Su mirada gris recorrió de punta a punta la escena y hasta le hizo gracia encontrar allí a su madre; se olvidó de la emoción del reencuentro y regresó a su gesto incrédulo y relajado.

 

- Miren nada más lo que nos ha traído... - no nombró a quien hubiera querido, quizás le traía mala suerte. - Señoras - saludó a su tía Alyssa y a su madre, a esta última hubiese preferido hacerlo con algo más de emotividad pero la situación y los presentes no lo permitían. No era muy dada para las muestras de afecto en público y estaba segura de que las matriarcas tampoco. A las tres mujeres, familiares quizás, les dedicó una simple mirada inescrutable; enarcó una ceja y volvió su atención hacia la bruja que tenía rastros de comida en la boca y un par de hojas en el cabello.

 

 

 

 

 

Off:

 

Sorry por la demora... ¿qué? ¿fiesta? LOL xD

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  • 2 semanas más tarde...

Estando en la cocina vi como de a poco se iba llenando esta, con familiares cercanos entre ellos mis hijas las cuales tenían rostros un poco preocupados por la reciente desaparición que había tenido yo y los últimos traumas realizados hacía mi parte ya que en los últimos tiempos mi cabeza había sufrido una pequeña gran batalla mundial entre personas del pasado y personas del presente que se mataban para ver quien se apoderaba del cuerpo actual, al estar consciente de ello solo sonreí en vía de Romi la cual estaba mas que atenta con mis dos tías las cuales se encontraban charlando entre si.

 

--Hijas, ellas son mis dos tías. Hermanas de Ludwig que es mi padre el cual no a aparecido por aquí mucho tiempo... Tías Aland y Alyssa ellas dos son mis hijas, Leah que ya se presento y Romina si son gemelas no se tomen la molestia de identificarlas son identicas y lo mejor es que las dos las quiero por igual...¿O no Leah?--

 

Mire fijamente a Leah sonriéndole y con la mente mandandole un recado <<Algún día te abrazare sin que pongas cara de malas pulgas...>> Sonriendo ante ese comentario mental que iba dirigido en especial a Leah y a Romina, suspire y me senté en unas sillas altas que se encontraban en la cocina, tome otra manzana y le di un mordisco algo con desagrado por el hecho de que la comida me dejaba un muy mal sabor de boca gracias a las horas de fallecimiento que había tenido lugar no hacía mucho tiempo atrás, así que al notar ese sabor nauseavundo deje de un lado aquella fruta y tome un vaso con agua fresca para luego dejarlo en la mesa y ver entrar mas personas. Candela era una mujer muy llamativa la cual daba mucha curiosidad mirarla como actuaba con los demás integrantes de la familia.

 

--¿Tufo auror? Lo siento tía pero yo no soporto ese olor se me hace desagradable de hecho, Y si hija de mi amor e dormido mas de la cuenta y luego te contare con lujo de detalles que me paso para que te quedes totalmente tranquila. Come algo.. de hecho Comed todo mundo que al parecer esta será una linda cena familiar... Con la verdadera familia Triviani--

 

Off

Lo siento por la tardanza!!! pero allí esta!!

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Sabía perfectamente que su gemela no permitiría que se dieran dos situaciones dramáticas en un día, el sentimentalismo nunca fue lo suyo; fue por esto mismo que Alyssa decidió dejarla comer en paz, se cruzó de piernas y brazos e irguió la espalda mientras que contemplaba como se engullía la comida. La impaciencia le carcomía por dentro, no veía las horas de poder llevarla a algún sitio más privado para que pudieran hablar y ponerse al corriente de todo lo que había sucedido en sus vidas, deseaba saber qué había estado haciendo Aland todo este tiempo y por sobre todo, dónde estuvo. Sin embargo parecía que el destino no deseaba proveerles de tal oportunidad, al instante llegó a la cocina su sobrina Anastasia y por detrás sus hijas, Leah y Romina; por si esto fuera poco, al cabo de unos segundos Candela se unió a la pequeña reunión que estaba tomando forma.

 

- ¿Reunión familiar? - espetó la Black.

 

Por un lado le resultaba molesto que justo ahora se les diera por congregarse, pero por otro lado le entusiasmaba aquella escena que resultaba ser una anomalía en la rutina del Castillo Triviani. Extrañaba aquellos viejos tiempos en los que aquel lugar bullía de actividad, siempre repleto de miembros de la familia por todos lados de seguro haciendo alguna que otra locura; sin embargo el panorama que se presentaba hoy en día era el de un paraje desolado, el castillo ya solo era un viejo edificio sin vida. Tal vez era por eso que le contagiaba la alegría al ver aquel aglutinamiento de gente en las cocinas, era como sentirse en casa después de mucho tiempo fuera.

 

- Creo que apenas si nos conocemos de vista - les dijo a Leah y Romi- Es bueno que hayan sobrevivido, Apocalipsis tiene la mala costumbre de devorar a los nuevos integrantes de la familia… Tal vez sea por eso que ahora somos tan pocos –concluyó la mortífaga sopesando seriamente aquella posibilidad.

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