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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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Era costumbre que ciertos magos o brujas de Ottery desapareciesen de la noche a la mañana sin dejar rastro alguno, desvaneciéndose como volutas de humo en el aire. Se solía decir que cuando pasaba algo así, era porque se habían tomado la libertad de cogerse unas pequeñas vacaciones, despreocupándose de todo lo demás. Muchos habían desaparecido así durante largos días que a veces incluso se convertían con el paso del tiempo en años, pero a la hora de la verdad todos regresaban a donde pertenecían.

 

Yo mismo había hecho aquello, pero no por voluntad propia. Quizás por miedo o por simple arrepentimiento, había huido temeroso de todo mi pasado en aquel lugar, intentando olvidarlo de forma desesperada. A ojos de cualquiera había sido un acto cobarde, pero ahora ya no había vuelta atrás. Al fin y al cabo, ¿para qué odiar el ayer, si jamás volvería? Por más que lo intentásemos, sabemos que el perderse inútilmente en algo que sólo nos entorpece es algo que nos hace humanos, aunque intentemos evitarlo.

 

Corriendo de boca en boca, así a mis oídos habían llegado ciertos rumores, pero desconocía si eran ciertos o no. Aland Black Triviani, la madre adoptiva a la que apenas conocía, había vuelto. Ni siquiera recordaba el instante en el que se había ido, aunque quizás todo había sucedido cuando yo también me encontraba lejos de allí, en alguna parte alejado del mundo. No iba a perderme su regreso, aunque quizás ni siquiera recordaba a uno de sus hijos perdidos, al cual había aceptado como uno más.

 

Precedido por una vasta extensión de hermosos jardines en donde destacaba un enorme estanque frente a la entrada principal, el Castillo Triviani se alzaba, imponente en su soledad, sobre el resto de construcciones arquitectónicas de Ottery. Había muchas cosas que me ataban a él, pero ahora mismo sólo me interesaba una de ellas y la que me conducía hasta allí.

 

Caminé hasta el portón del Castillo, el cual desplegó toda su magia al abrirse solo ante mí sin que interviniese, provocando un gran chirrido que se escuchó en todos los rincones del interior. Apenas dados un par de pasos adentro, escuché un estallido al mismo tiempo que se formaba una pequeña neblina ante mí. Un despreciable elfo doméstico apareció tras la misma una vez se desvaneció.

 

Llévame junto a Aland, Chuck – le exigí, dibujando una mueca en mi rostro. Todos los elfos de aquel lugar respondían al mismo nombre, al igual que ninguno de ellos tenía mi respeto –. Ya.

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Tumbada en el sofá del salón de la gran mansión Rambaldi, observaba pasar los minutos algo distraída. Mis orbes verdes clavados en el brillante reloj de oro, colgado a una distancia de unos 3 metros de la pared del fondo, seguían rítmicos el recorrido de las largas manecillas. Debería hacer algo, pensaba mientras el tiempo seguía pasando. Llevaba allí tumbada como unas tres horas. Después de todo el lio de semana que había tenido, era reconfortante no hacer absolutamente nada. Mi mente reclamaba descanso, pero mi cuerpo y la adrenalina acumulada durante los días pasados, me exigían a gritos que me levantase e hiciese algo de provecho. Accediendo a la petición, salte del sofá y con una sonrisa en la cara me decidí por fin por la actividad del día.

 

Llevábamos semanas decorando el jardín y la mansión para la inminente fiesta de Halloween y no podía evitar pensar que la organizadora de dicho evento tan solo habría invitado a gente del bando de la luz, cosa que me molestada muchísimo, puesto que los patriarcas de la casa habían decidido hacerla neutral en su inicio y aun seguía así. Mi deber era hacerles llegar la invitación a todas las personas que yo considerara importantes en mi vida y así iba a hacerlo, aunque pusiesen el grito en el cielo. Mi bando era la marca tenebrosa y no había más que hablar. Recogiendo una de las invitaciones de la mesilla del vestíbulo, salí en dirección al castillo Triviani.

 

Con mi pantalón corto pegado a mis torneadas piernas y mi camiseta de tirantes del mismo color, hice acto de presencia en las inmediaciones del castillo de una de las personas que mas me habían cuidado desde mi inicio en el mundo tenebroso, una persona a la que le tenia gran cariño, pero que por motivos ajenos a nosotras casi no nos veíamos. Tenia la intuición de que se encontraba en casa y por eso había decidido pasar a verla. Cuando pise los jardines del imponente castillo, un suspiro salió de mis labios. En presencia de la Black siempre me había sentido diminuta, su poder y su forma de ser me encantaban y a la vez me imponían. Con valentía llame a la brillante puerta de madera. La invitacion para Alyssa estaba en mi mano derecha,esperando ser aceptada por la lider mortifaga.

 

- Esperemos que este en casa - Dije mas para mi misma que para el mundo- Apoyada en la pared espere que alguien me abriese la puerta.

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Mis guardias estaban cubiertas, aunque solo en una me habían recibido, en el negocio de Juve. Había valido la pena sin embargo la visita en el D.D.E.S.A, puesto que era la primera vez que veia a mi hijo Mathias en mucho tiempo.

 

Tenía el informe de que el castillo Triviani no había tenido visitas en mucho tiempo, por lo que deje las cosas que tenía que hacer y apareci en las afueras de los terrenos del majestuoso Triviani. Desde que aspirara a la Marca, mi vestimenta sufrió un cambio, al dejar la ropa muggle, como pantalones de mezclilla por ejemplo, hasta volver a usar las túnicas convencionales.

 

Al menos eso usaba cuando eran mis visitas diarias, cuando entraba a asaltos, siempre iba vestida con iromujis, un kimono que se caracterizaba por ser de un solo color.

 

Alise las arrugas imaginarias de mi túnica color lavanda azulado, mientras jugaba un poco con mi varita que llevaba en la mano derecha. No tenía adornos, solo llevaba también mis sandalias del mismo color y mi monedero de piel de moke en los bolsillos bien disfrazados.

 

En el antebrazo izquierdo, resaltaba sobre mi piel blanca, el tatuaje de una serpiente enroscada en el petalo de una rosa. Al menos eso era lo que veian los que no eran mortífagos o aspirantes, para ellos se mostraba la Marca Tenebrosa. Ese tatuaje demoniaco de la serpiente enroscada en el tallo de la rosa, desaparecía cuando iba a un asalto, mostrando solamente la Marca Tenebrosa.

 

De esa forma no me podían identificar por el tatuaje si llegaba a ser capturada. Admire los preciosos jardines, jugando con mi cabello castaño, largo y claro. Me acerque a la puerta principal y vi a Lisa, a quien salude.

 

-Hola, LIsa, ¿cómo estas?- Pregunté amablemente.-Espero no interrumpir nada, vengo a hacer una guardia por el castillo, espero que me dejen.

 

Pasee la mirada de nuevo para contemplar los jardines. No sabía cuanto tiempo llevaba Lisa esperando. Si tardaban, me daría una vuelta alrededor y daría reporte de la visita.

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No sabía cómo es que terminaría aquella reunión, pero por su parte ya de por sí se encontraba absorta en pensamientos que la alejaban cada vez más del tema de conversación que predominaba en la mesa. Estaba considerando seriamente levantarse e irse a sus aposentos cuando uno de los elfos se le acercó por un costado, tiró levemente de la manga de su túnica para llamar su atención y luego le hizo señas de que lo acompañara hasta la puerta.

 

- ¿Qué pasa Chuck?

 

- Dos señoritas acaban de llegar al castillo, una de ellas viene a verla y la otra es la Guardiana asignada.

 

Sin más miramientos la Triviani dejó las cocinas sin que los demás lo advirtieran, atravesó un corto trecho del pasillo hasta que finalmente desembocó en el vestíbulo. Lisa esbozó una amplia sonrisa en cuanto la vio entrar, y Lyra se encontraba distraída contemplando la decoración del lugar; ambas aguardaban pacientemente a que alguien les recibiera, pero lo cierto era que en el castillo reinaba el silencio característico de la desolación.

 

- Lisa, Lyra… - les saludó a ambas, esbozando una cálida sonrisa de bienvenida- Que gusto me da verlas por aquí, espero que hayan venido con la intención de acompañarme aunque sea un rato en esta tarde.

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Sonrei al ver que Alyssa nos recibía en el castillo de su familia. Recordaba haber ido hace mucho, cuando ella apenas empezaba en la Marca y terminaba en sollozos, todo por un amor imposible a causa de su padre, Glenin Black.

 

No pude evitar ruborizarme ante ese recuerdo, de haberme comportado como una adolecente en ese entonces y que ni el o Alessandro se hubieran enterado. Afortunadamente las cosas habían cambiado y nadie se había dado cuenta de esa situación, al menos eso esperaba.

 

-Con gusto te acompaño, Alyssa. Me gusta la tranquilidad en el castillo, si fueras a la Rydleturn no aguantarias mucho tiempo.- Mencioné, pensando en mi famiilia.

 

Recordaba que había momentos de tranquilidad, pero eran pocas veces. La mayor parte del tiempo el castillo era escenario de batallas campales, aunque no podía regañarlos, al haber heredado mis hijos la capacidad de meterse en lios.

 

-¿No has tenido visitas indeseadas en estos días? - Pregunté, refiriéndome a la Orden del Fenix.- Al parecer han tenido mucho movimiento, inclusive el castillo ha sido visitando, aunque no se de que nos pueden acusar.

 

Comenté esto fingiendo preocupación. Antes se habían tardado en empezar a atacar la Ryddleturn, siendo que era una familia declarada mortífaga casi totalmente. Los que no lo eran todavía, eran al menos aspirantes y si no lo hacían, desaparecían misteriosamente.

 

-Al menos a mi de lo mas que me pueden acusar es de arañar muebles.- Murmuré.

 

Mire una vez mas a mi alrededor. Todo parecía estar tranquilo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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Mientras esperaba que alguien me atendiese, una persona a la cual conocía tanto de verla por la marca como de verla en el castillo Ryddleturn cuando iba a ver a mi amiga Anna, llegaba a donde yo me encontraba. Parecía que venia en calidad de guardiana. Salude a Lyra con un movimiento de cabeza y viendo que aun nadie abría la puerta comencé una pequeña charla con ella.

 

- Todo perfecto – Dije divertida – Parece que por aquí esta todo tranquilo – Comente mientras escuchaba ruidos en la casa – Parece que ya llegan – Señale el interior.

 

Siempre que estaba en su presencia sonreía sin poder evitarlo, la líder de la marca con su porte y su belleza me daba una sensación de tranquilidad increíble, que hacia que con ella fuese yo misma. Cuando la vi llegar no pude evitar soltar un suspiro de alivio. Estaba en casa y podría hablar con ella tranquilamente, puesto que el silencio que reinaba en la mansión indicaba que no había mucho movimiento.

- Aly es un placer verte – Dije disfrutando de la perfecta decoración del gran vestíbulo – Y claro que te acompañare durante un rato al menos, tengo que hablar contigo – Le comente.

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Tanta reunión familiar y tantos compromisos estaban haciéndome plantear huir de nuevo. En poco tiempo me había cargado de responsabilidades en La Marca; no tantas como antaño pero sí las suficientes como para que mi regreso comenzara a ser agobiante. Contemplé a los miembros de la Triviani reunidos en la cocina, y al ver que Alyssa se retiraba, decidí seguir su ejemplo. Era obvio que querían cierta intimidad para tratar temas propios, y yo necesitaba cierta paz mental para organizar mi caótica vida. Cerrando suavemente la puerta de la cocina, comencé mi ascenso por la interminable escalera de la mansión que me llevaba a la más alta torre.

 

Echaba de menos mis antiguos aposentos. Los había situado tan apartados del resto por la simple razón de tener las mejores vistas de todo el castillo. Y porque en caso de una invasión, mi habitación sería la última en ser alcanzada. Apocalipsis me esperaba tendido en la cama, asemejándose a una alfombra de un rosa hortera. El animal no me había acompañado en mis viajes, pues no quería arriesgarme a que el Departamento de Criaturas Mágicas averiguara de su ilegal existencia, y sus rencorosos ojos me indicaban claramente que estaba molesto por tal abandono.

 

Ven aquí, bola de pelo — atusé su algodonoso pelaje, esquivando un mordisco —. Maldita alimaña.

 

La criatura se relajó en mis brazos, permitiendo que continuara acariciándolo. La nostalgia me invadió momentáneamente, pero agité la cabeza, deshaciéndome de ese velo de añoranza. Ya estaba de regreso a La Marca y a la Triviani, así que era hora de ponerse al día y retomar mis responsabilidades en el bando. Un golpe en la puerta detuvo el constante movimiento de mi mano sobre el conejo rosa.

 

Adelante — sabía que era Chuck. Sólo él y mi gemela tenían el valor de molestarme a tales horas. Lo que no esperaba era que, acompañando al elfo, mi hijo adoptivo estuviera en el marco de mi puerta —. Madre mía — logré decir una vez recuperé el habla —. Qué viejo estás. ¿Qué te trae por aquí, Alex?

 

 

-

 

 

Rol rápido y cutre, no doy para más xDDD

 

PD: acabo de leer tu rol, Cande T_T perdón

Editado por Aland Black Triviani

Matriarca Triviani |http://i.imgur.com/YhxI8.gif| Familia Black
http://i2.minus.com/izZq0v6HLLv5v.png
~ Arpía | GrammarNazi | AntMan ~

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Alyssa nos había recibido, mientras platicaba un poco con LIsa, quien al parecer deseaba hablar algunas cosas con la matriarca Triviani.

 

-Si gustan en lo que hablan las dos yo puedo dar una vuelta por el castillo, ya sea en el interior o si lo prefieres en el jardin y cuando terminen me integro a la plática a tomar el te.- Mencione.

 

Lisa había llegado primero y no quería interrumpir, pero ya lo indicaría Alyssa. No tenía problemas en arreglar. En ese momento recorde que tenía que entregar una invitación misma que saque de mi monedero de piel de moke y se las di a las dos.

 

-Casi lo olvidaba, nos pidieron que entregaramos esta invitación, es para una fiesta que se realiza en el DDESA.- Comente.

 

En el pergamino que les entregue, se podían ver los datos de la fiesta que se estaba realizando en el negocio que era propiedad de la Marca.

 

 

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Espere las indicaciones de Alyssa mientras tanto. Tenía bastane tiempo para quedarme a hacerle compañía y hacer la guardia correspondiente.

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Seguía los pasos del elfo doméstico, uno tras otro, a través del Castillo Triviani. No dejábamos de subir escaleras, recorriendo largos y oscuros pasillos que nos conducirían hasta uno de los rincones más apartados de aquel lugar. Según había escuchado alguna vez, mi madre adoptiva solía esconderse en un torreón alejado del Castillo, en un lugar apacible y tranquillo desde el cual se podían admirar hermosas vistas que ningún otro Triviani tenía el privilegio de disfrutar.

 

Aquel fatídico paseo por el hogar de los Triviani comenzaba a tornarse largo y tedioso, y en parte odiaba tener que estar siguiendo la ruta trazada por un triste elfo doméstico. Chuck murmuraba extraños comentarios sin sentido, algunos incluso incomprensibles para cualquiera, mientras echaba miradas de reojo a sus espaldas. Parecía temeroso de algo cada vez que doblaba una esquina en la cual se abría un nuevo pasillo, como si se escondiese algo tras cada una de ellas. No lo culpaba, pues en realidad dudaba de que en aquel Castillo los elfos domésticos gozasen de un buen trato por parte de los magos y brujas que allí vivían.

 

Malditos Triviani, sí, dijo la criatura una vez; Mataré a Alyssa con mis propias manos, sí, alcancé a escuchar en otra ocasión.

 

Sin decirle nada el uno al otro y ajeno a sus comentarios, los dos caminábamos sin cesar. La ruta parecía interminable, y los mismos retrasos colgados de la pared parecían repetirse una y otra vez, a la vez que los laberínticos recorridos trazados que recorríamos dentro de aquel magnífico Castillo. Grandes salones, donde varios familiares se reunían en cómodos sillones alrededor de un fuego, se abrían continuamente, a la vez que numerosas puertas cerradas que daban acceso a cada una de las habitaciones de los Triviani.

 

Ya casi hemos llegado, señor – Chuck parecía tan ansioso de librarse de mí como yo de él.

 

No mucho más tarde, llegamos a una puerta, decorada con hermosos detalles en su madera, que se situaba al fondo de un largo pasillo flanqueado por cuadros, armaduras y plantas decorativas que otorgaban a aquella zona del Castillo un aspecto realmente siniestro. El elfo abrió mágicamente con un chasquido de sus dedos la entrada, y los dos accedimos al interior.

 

Allí se encontraba la conocida y respetada Aland Black Triviani, sentada en un sillón, acariciando a un llamativo conejo rosa que reposaba en su regazo. Los rumores eran ciertos, y la pelirroja parecía tan sorprendido de verme como yo de verla tras tanto tiempo alejados el uno del otro.

 

He escuchado que has vuelto... – quise terminar la frase de alguna manera, como si quisiese llamarla de alguna forma, pero en realidad no sabía cómo dirigirme a ella. Pocas veces me había cruzado con la Triviani durante todo aquel tiempo, y la nuestra era una relación fría, poco común entre una madre y su hijo.

 

Con una fulminante mirada y sin mediar palabra, Chuck comprendió que sobraba en aquella conversación y marchó de allí en completo silencio, dejándonos a solas.

 

No quiero saber por qué has regresado – indiqué –. Tan sólo me interesa saber por qué te fuiste.

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Aquella casa solo le ponía un pero pero no estaba en sus manos negarse a visitarle. Solo esperaba que aquella bruja no anduviera por ahí. Se acomodo el cabello bajo la capucha para no despeinarse demasiado y tras checar que todo estuviese bien desapareció de la Granger para reaparecer en la Triviani. Tras unos cuantos pasos cruzo el jardín y se encontró frente a la puerta.

 

No sabia si esperar a su aprendiz o entrar de una vez al castillo y que la chica que la alcanzara adentro, Al final se decidió por la ultima opción y todo tres veces a la puerta con el puño cerrado. Recordó que aquella casa era el hogar de su amiga Candela y espero que esta anduviese por ahí, tenia ganas de saludarla.

 

-Busco a alguno de los patriarcas o algun familiar que me pueda recibir-dijo en tono serio a lo que el elfo hizo una reverencia y la hizo pasar al recibidor mientras corria a avisar a alguno de sus amos.

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