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.: Castillo Triviani :. (MM B: 78361)


Mentita
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La escena parecía pasar en cámara lenta, Alondra se había colocado a un costado de Candela mientras un mundo de gente entraba al castillo como Pedro por su casa, la castaña frunció el cejo con molestia, se sentía algo incomoda en medio de aquel mar de desconocidos, por lo que aprovechando el arrebato de Jeremy decidió tomar su silla y colocarla a diestra de la matriarca para comenzar su cena.

 

Mientras el caos y dimes y diretes se llevaban en la mesa la bruja se limitó a alimentarse, un trozo de pollo, un poco de puré de papas, iban alternándose mientras repasaba con la mirada a los presentes, que pese a supuestamente tener todos el mismo tema, parecía que nadie lograba ponerse de acuerdo, entra la llegada de aquella mujer que parecía sacada de una serie muggle, Jeremy pataleando por la noticia de su padre y las confesiones que llegaban por montones, ojala ella también tuviera algo que decir.

 

Se encogió de hombros llevándose la copa de vino a sus labios, saboreando aquel dulce sabor con un toque ácido y amargo, mientras volvía a mirar expectante a la comitiva a su alrededor. Sus ojos azules chispeaban entre la diversión y el fastidio, ante las palabras de aquella mujer que parecía sentirse más de lo que realmente proyectaba. Una suave risa fue ahogada con la servilleta ante la respuesta de Ashura, quien era esa mujer que se atrevía a venir a meterse a la boca del lobo y justo en aquel momento donde las aguas estaban realmente agitadas.

 

Candela se puso de pie invitado a todos a seguirla, al parecer solo Alondra y ella habían decidido probar bocado, mientras los otros miraban expectante el espectáculo, de forma inmediata Alondra se puso de pie para seguir a la matriarca al salón continuo, donde seguramente el show continuaría, agradecía el haber bajado a cenar aquella noche de lo contrario se habría perdido aquel pintoresco alboroto. Aunque no le estaba gustando nada el tono que la mujer estaba utilizando para hablarle a la dueña del castillo.

 

Muy dentro de Alondra aquella chispa comenzó a arder, aquello no era algo que le gustara, siempre intentaba detenerle a toda costa, pero en ocasiones como aquella, su autocontrol pendía de un fino y delgado hilo, sin que nadie sospechara apenas de su aparente calma y dulzura. Buscó con la mirada a Matthew, sonriendole.

 

Otra risa fue ahogada con una fingida tos, no podía evitarlo, le parecía realmente cómica la manera de aquella mujer y aquel porte de muñeca antigua que no parecía estar acorde a la época actual. Negando suavemente y de manera “protectora” aun sabiendo que Candela no necesitaba de ser cuidada, se sentó en uno de los brazos del sillón donde ella se encontraba para no perder detalle de aquel singular encuentro mientras susurraba al oído de su abuela:

 

--De que museo se ha escapado a esta mujer….

 

 

@Trivianis @Colados xD

Editado por Alondra L. Santoro

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Jeremy sentía rabia, mucha rabia dentro de su cuerpo. ¿Acaso nadie se daba por enterado? Bueno, sí. Todos venían al drama que estaba armando, pero no podía evitarlo. Miró a sus familiares uno por uno deseando estar a solas con Candela para gritarle un par de cosas que pensaba de ella. Obviamente no lo hizo, se quedó allí parado viendo como Alondra le robaba el lugar, como la extraña se acercaba hasta la matriarca y como los aullidos de risa que producía Zoella llenaban por un momento el aire.

 

Eso no fue todo. Una voz muy conocida, irrumpió en la escena, haciendo que Jeremy sonriera por primera vez en la fatídica noche. Callum estaba de vuelta. No pudo evitar acercarse al Askar que había tomado asiento y degustaba la comida, que por lo visto en los comensales, los Chuck no habían envenenado. ¿O el frasco que habían bebido hacía unos minutos los inmunizaba para eso?

 

-No esperaba verte por aquí, hermano. Te tardaste en llegar, hace… -Se interrumpió unos segundo como si pensara algo -... meses que espero hallarte. Por favor, no me digas que las mujeres te hicieron perder el tiempo -Su sonrisa se volvió malévola cuando una idea se le ocurrió -¡Chucks! -Llamó a un elfo que lo miraba asustado, mientras sostenía la fuente de papas - Encierren a Callum en las mazmorras, pero manténganlo cómodo -Ordenó antes de volver a mirar al viajero - Hablaremos dentro un rato, tengo que matar a alguien antes.

 

Los Chuck asustados por la orden, no tardaron en atrapar al Askar y desaparecer con el rumbo a las mazmorras. Allí pasaría un tiempo a solas, que lo ayudaría a meditar sobre el sufrimiento que le había causado a él. “Cabrón, ingrato” pensó mientras volvía su atención a la rara mujer que decía ser italiana y salvadoras de familia. Su madre parecía interesada, por lo que el vampiro espero detrás de la silla de la matriarca, hasta que se levantó. Tuvo la caballerosidad de correrle la silla, para que siguiera el camino a la sala, porque Candela, podía ser (Y era) de todo, pero no dejaba de ser su madre.

 

-¿Dejaremos que hable antes de matarla? -Le preguntó a Matthew, mientras seguía a los demás hasta el salón.

 

La mujer lejos de prestarles atención, se paseaba como una reina por el castillo, como si tuviera derecho a estar ahí, diciéndole como deberían confiar en ella para elevarse a la cima. ¿Acaso los Triviani no habían trabajado a las sombras del poder siempre? No la necesitaban para eso, pero su familia parecía querer seguirle el juego. Jeremy se colocó detrás del sillón de su madre, de pie. Esperando una señal para atacar. Puso una de sus manos, sobre el respaldo del sillón, mostrando la varita en ella.

 

-No hay preguntas que nos hagan confiar en ti, mujer -Le dijo a la Di Medici, luego de que terminara de beber la poción de la verdad.

 

 

@Todes

Editado por Jeremy Askar Triviani

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Por más extraño que pareciera, no entendía ni el 90% de las cosas que pasaban. Mi risa había cesado en cuanto la mujer habló, quizás para aclarar o nublar más la mente de todos aquí presente. Por algunos segundos me quedé callada, otra vez, pensando en mis hijos ¿Donde estarán? Sabía que Frankie no deseaba saber mucho de nosotros, esa pequeña se parecía más a su padre de lo que hubiese deseado, sin embargo, quién me causaba más incertidumbre era Thomas, poco le conocía a pesar de todo.

 

Las diferentes personalidades presentes intercambian miradas gélidas, sonrisas tensas y preguntas silenciosas. Por primera vez en meses, el castillo estaba lleno de magos y brujas, aunque lo diferente era que no había guerra, no aún, sonreí para mis adentros preparándome para ver a todos lcuhar. Hoy, no sentía esa atracción por pelear y menos por mi estado actual, había vomitado y ahora moría de hambre. Cuando todos comenzaron a andar hacia la sala, tomé una bandeja repleta de aperitivos y los seguí a todos, sentándome en un sofá individual para empezar a comer.

 

La bruja renacentista, que ahora sabía se llamaba Lucrezia, me causaba gracia, intentaba no seguir riéndome de ella, o bueno, de su aspecto pero me era imposible no burlarme de su andar y comportamiento. Mientras comía y bebía del delicioso vino que la mujer trajo, observé a todos posicionarse alrededor de ella, expectantes.

 

- ¿Cuando empezará el show? - interrogué con la boca llena, observando a todos.

 

@Todes xD

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Siguio observando atenta la escena tan divertida. Unos por un lado con la vestimenta del siglo actual, otra que desentonaba completamente y que parecía sacada de un libro de historia queriendo aparentar la fina aristocracia del siglo del dinosaurio. Trató de ahogar una risa que de no haberlo hecho habría terminado en carcajadas y no le habría importado ser el centro de atención. Al contrario, le encantaba serlo y no le importaba si tendría que verse poco ortodoxa o refinada como parecía que habían educado a aquella finura de doncella.

 

De la cocina sacó un buen plato de palomitas para ella sola, con algo tenía que disfrutar de aquella escena. Solo le hacía falta de un buen compañero con quién debatir las mejores trajedias de aquella carismática comedia. Se dejó llevar y se sentó al lado de Zoella, quién no pudo evitar alzar un comentario cómico ante la situación que estaba viviendo la familia.

 

— ¿Ya puedo aparecer el fango de lodo? — Agregó al comentario de Zoella, llevándose un puñado de rocetas de maíz a la boca, esperando ansiosamente la respuesta de la gitana mayor del castillo. Seguramente aquello sería algo grato de observar, si alguien sabía dar un buen espectáculo ante tales actitudes como las que presentaba lucrezia esa era Candela.

 

— ¿Alguno quiere más palomitas? dejé más en la cocina, se ve que esto promete — Dijo con poca verguenza observando con impaciencia a las dos anfitrionas de la escena.

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Le dedicó una media sonrisa a Alondra, la muchacha que, en ese momento, ocupaba su lugar en uno de los brazos del sillón en el que se había sentado la matriarca. Contempló también a las hijas más jóvenes, que parecían confabular con la escena que se les presentaba a sus ojos. Jeremy, por su parte, había abandonado su berrinche para colocarse detrás de su madre. Un acto instintivo, dedujo la mujer, pues dudaba de que lo hubiese hecho en una situación más "normal", consciente de lo que acababa de escuchar de la boca de Candela.

 

No despegó los ojos de Lucrezia, la seguía con especial atención como si estuviese siendo parte de un ritual. Su mano se cerró con firmeza alrededor de la copa que llevaba, único signo de que algo estaba molestándole más de lo debido, aunque su semblante estuviese empapado de serenidad; bien podría haber sido confundida con indiferencia.

 

El ambiente de confianza lo determinaré yo, independientemente de tus ofrendas —inclinó la cabeza hacia la copa que la mujer acababa de vaciar.— Los improperios que mis hijos te dedican, son poco comparado con lo que podrían llegar a hacer a mi sola señal. Supongo que lo salvaje se hereda...

 

Candela sonrió, la primera sonrisa que le dedicaba a la mujer de bucles dorados. No podía negar que, muy en el fondo, se sentía orgullosa de los engendros que le habían tocado. A pesar de su abandono, sabían defenderse, estaban listos para cualquier imprevisto; y era obvio que actuarían de la manera más violenta y cruel. Eran un calco de Candela, así como ésta lo era de su propia madre.

 

Creo que la única pregunta, cuya respuesta me interesa, ha sido ignorada. —manifestó y dio un sorbo a su bebida, sin perder de vista a Lucrezia— Así que la re formularé, ¿qué ganas tú, con elevar mi apellido? No estamos en tiempos en los que los favores corren gratis, todos tienen fines propios y ocultos... Me gustaría saber cuáles son los tuyos.

 

Tres preguntas, había dicho, pero a la gitana no le interesaba ninguna más.

 

¿Alguien más quiere hacer una pregunta? —se dirigió a sus hijos. Instó con la mirada a Zoella y Ashura, para después girar la cabeza y elevar la vista a Jeremy.

 

Seguido, fijó los ojos en Matthew. Ese chico parecía un poco más tranquilo e interesado en la propuesta de la Di Médici. Y no porque no estuviese igual de molesto que cualquiera de los otros, sino porque sus intereses tenían mucho que ver con la política y con lo que se cocía tras ella; al contrario de Jeremy, por ejemplo, a quien por su carácter mas bien pasional, poco le interesaba. Era la impresión, al menos, que a la matriarca le daba.

 

— Le harías un favor a mi curiosidad si me cuentas qué le ha pasado a Thiago y lo que te haya hablado de mí. —pidió a Lucrezia, con una nota de suavidad en la voz, que ni ella misma se conocía.

 

 

@Todes

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Mientras el extracto de aquella poción diluida en el vino atravesaba con dificultad su garganta, Lucrezia había posado su mirada en la mujer que había tomado posición junto a Candela, sentada en el reposabrazos del sillón. La matriarca Médici no era tonta ni distraída; era fácil percibir la actitud jocosa de la chica por más que intentara ahogar sus risas o disimular lo que pensaba con la seriedad de su expresión. Sabía que su persona y lo inesperado de su visita, aún más teniendo en cuenta que era una desconocida para los Triviani, no habían colaborado para ser recibida en gracia. No era ajena a la realidad y notaba con facilidad los rumores y las risas lanzadas por lo bajo.

 

Sus azules ojos luego se clavaron en Jeremy, que se había posicionado por detrás de Candela y era quien más aportaba a la tensión palpable en la sala ¿Acaso algo en su accionar o sus formas había infundido en los presentes la idea que su intención era causarle algún tipo de daño a la cabeza de la familia? Los miembros del linaje Triviani se habían colocado como una especie de custodia alrededor, cual aurors defendiendo a los altos funcionarios del Ministerio ante la posibilidad de un atentado. Toda aquella presentación, toda la escena que presenciaba ante sus ojos causó que sus rojizos labios se curvaran en una simpática sonrisa.

 

Si bien su atención volvió a centrarse en Candela, la aristócrata no pudo evitar observar con el rabillo del ojo a Zoella, quien le resultaba llamativamente familiar. La mujer había sido la primera en servirse del exclusivo vino Médici que había obsequiado y la primera, tal vez debido a una actitud más relajada, en no pararse junto a su tía como si hubiera algo que proteger. Lucrezia agradeció en su cabeza que Zoella adoptara una postura mucho menos belicosa que sus familiares, que se hizo realmente evidente cuando abrió la boca para vociferar algo que no logró entender. La pregunta se había ahogado entre los trozos de comida que navegaban sobre su lengua.

 

- ¡Yo!- respondió repentinamente, de forma tan inconsciente que se sorprendió a sí misma. La respuesta iba dirigida a Ashura, que había ofrecido más palomitas. La sinceridad en su respuesta lució desencajada en la voz de la blonda italiana.- Bueno, creo que la primer pregunta fue contestada.

 

Cuando la voz de la Médici volvió a apagarse, fue Candela Triviani quien volvió a tomar la palabra. De repente, Lucrezia solo tenía ojos para ella. Le resultaba cuanto menos curioso como la mujer que tenía en frente lograba infundir un innegable respeto solo con su presencia; resultaba ser la única a la que, si la escena se llevase a cabo en un ambiente más seguro, se hubiera dirigido de igual a igual. Esa imposición de la personalidad tan marcada era algo con lo que se nacía, según pensaba la mortífaga. Allí había algo imposible de ser adquirido.

 

- Ganaré dinero y fortaleceré el apellido de mi familia en Gran Bretaña- contestó con soltura a la pregunta de Candela, sin sonrojarse por la crudeza de su respuesta.- Somos de las pocas familias italianas aquí y, con la guerra, es el momento ideal para sacar provecho económico y político.

 

Lucrezia apretó entre sus delgados dedos los pliegues de la falda de su vestido; aquello podría interpretarse como una señal inequívoca de nerviosismo o de que dijo una verdad no deseada, pero nada se alejaba más de la realidad. Nunca había planteado realmente el ocultar sus intenciones frente a los Triviani, aunque si hubiese carecido del efecto del Veritaserum la aristócrata lo habría encarado con una elección de palabras más medida y censurada. El raquítico equilibro generado gracias a Candela, que amenazaba con quebrarse y terminar con la muerte de la Médici, no ameritaba la mentira.

 

- Thiago desapareció porque se hizo pública, al menos dentro de La Marca Tenebrosa, su lamentable pertenecía a la Orden del Fénix.- intentó detenerse por unos instantes, pero la poción ya había tomado el control de su habla.- Huyó como un cobarde, sin decirme el destino y dejando en mi poder sus cosas. Lo que me dijo sobre ti…- trató de sellar sus labios nuevamente, pero su ímpetu solo logró fruncir su respingada nariz.- es que eras una asesina de gran habilidad y poco juicio, pero que te apreciaba. Que te apreciaba y respetaba porque eras al menos fiel a tus ideas, algo difícil de encontrar en este pueblo.

 

A la bruja la embriagó una sensación de serenidad que recorrió fugazmente su cuerpo. Experimentó como la opresión que sentía en su pecho se liberaba, como si hubiese contenido el aire durante todo el acotado interrogatorio y ahora lo había dejado salir. Volvió a relajar su postura, soltó la fina tela de su vestido y se incorporó un poco en el sillón. Se permitió desviar la mirada de Candela y voltear intercaladamente entre los partícipes de aquel encuentro.

 

- ¿Y bien?¿Se sienten un poco más cómodos con mi presencia o debo desnudarme para demostrar que no llevo nada escondido? Agradecería que apacigüen sus ganas de arrancarme la cabeza y me trataran como una invitada que quiere establecer nuevos lazos y que, además, necesita de gente con la que tener intereses en común.

Editado por Lucrezia Di Médici
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El castillo Triviani, Maida chasqueó la lengua casi sin darse cuenta mientras intentaba imaginarse que el camino hacia la puerta principal era más corto. Al menos eso tenía a favor en la Manor, no tenía que caminar cincuenta kilómetros para tocar el timbre, eso y que no se veían cosas raras como, las que estaba segura, ahí sí. De todas formas, no había más pretextos para retrasar el papeleo de los hijos de Aaron, sino, la cuenta del Ministro se vería seriamente afectada más adelante.

 

Dame paciencia señor de lo oscuro, o envíame un abogado capaz, lo que te sea más fácil —dijo apretando la carpeta llena de pergaminos por firmar y firmados ya, por su primo.

 

Lo bueno del castillo era que al igual en la vivienda de los Black, los elfos domésticos siempre estaban al pie del cañón para cualquier visita, así que en cuanto uno de ellos se acercó, Maida logró el cometido de ingresar. Sentía frío, ¿era normal? ¿Tenían dementores como mascotas? La bruja se tambaleó sobre sus pies, a manera de relajamiento en cuanto se dignaba alguien a recibirla. ¿Vería a sus sobrinos? Los extrañaba, desde que Zoella y Mathew pasaban más tiempo con su madre que en la manor Yaxley, los había visto poco o nada, y a diferencia de sus más cercanos, aunque detestaba el contacto físico no tenía problemas es decir a quién quería o no. Escuchaba voces un poco lejanas, nada que pudiera hacerle partícipe de ninguna conversación, ¿estaba interrumpiendo algo importante?

 

Maida decidió robarse el reflejo de un espejo para distraer la mente, sonrió. Ella no encajaba en el castillo Triviani como jamás lo había hecho en el castillo Black o el Ivashkov, carecía del glamour y la pompa que conllevaban instalaciones con más de veinte habitaciones y calabozos. La túnica gris que vestía el día de hoy la hacían un poco más que la institutriz de cualquier novela de época y su rostro pálido y a veces desencajado, aunque delataban su juventud, escondían su belleza, y se sentía más que cómoda así.

 

No me pagas lo suficiente, primo, te lo juro —musitó ante el espejo con una sonrisa. Tenía en manos los papeles de reconocimiento de Jeremy y el documento que certificaba el proceso finalizado de filiación para Mathew y Zoella.

 

Del tercer hijo en cuestión, ella no sabía nada, además, por los precedentes de Candela quizá era mejor no asumir cosas favorables.

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Matthew Triviani

Cansado, exhausto, hastiado de tanto mequetrefe, chistó y tomo el vaso de la mesa, para girar y dirigirse hacia la bodega, aquella que Candela pensaba tener en el anonimato, claramente su figura era una imagen excéntrica -hablando de Lucrezia- a los ojos de la gente incapaz de comprender sus intenciones, desde su vestimenta, ataviada con un largo vestido, solo notándose brillar dos ojos azules como el mar, cuál lobo solitario en la oscuridad, esperando atacar...

 

Ignoro a los presentes durante unos minutos, pero aun seguía escuchando las palabras de la Di Médeci. Podría ser que aquella mujer de cabello dorado pudiera ayudar a los intereses personales de la familia Triviani, sus palabras hacían un eco muy importante, podrían tener algo de razón y sensatez; aún que Matthew no compartiera los métodos, podría aceptarlos, incluso tolerarlos. Saco a Frida desde la manga de la camisa de seda azul que traía puesta, y dio tres golpes leves a la pared de piedra importada de la Catedral italiana de Milán. Ahí, una pequeña puerta se abrió y agarro la primer botella de ginebra seco que encontró, para volver con ella en su mano diestra y en su izquierda, el vaso que había tomado de la mesa.

 

Se detuvo un segundo, miro al Chuck que estaba parado a un lado de la mesa y se arrimo unos cuantos centímetros hacia su oreja, Lárgate, o te quemo vivo murmuro, y tomo asiento nuevamente donde se había ubicado al principio de la velada familiar, que pronto se convirtió en una reunión con personas desconocidas.

 

Triviani suspiró brevemente, resignándose. Residía en una ciudad donde ahora, los que no fueran nacidos allí, serian catalogados como traidores. ¿De quien era la culpa realmente? sirvió su vaso y bebió el contenido en un solo sorbo, intento aclarar su garganta, con la mirada perdida sobre la mesa, aun escuchando las palabras todos.

 

Sabes interrumpió Nunca he sido una persona que le guste hacer las cosas de una forma... jugo con sus dedos sobre el vaso ¿Legal? pues, llamenlo como quieran movió su hombro para restarle importancia Prefiero el trabajo sucio, diversión asegurada levanto la mirada y la mantuvo en Candela, dirigiéndose a la invitada. ¿Que buscaba mirando a su madre? quizás alguna señal, de que ella aceptaba lo que estaba sucediendo, después de todo, los únicos motivos por los cuales sus trabajos coincidían, ágatas, era por el bien de la familia.

 

Peeero sostuvo su palabra en un tono, afable, por el momento Me agrada tu propuesta, y si realmente eres capaz de cumplir lo que propones, puedes contar con mi ayuda. concluyo, devolviendo sus orbes negros a Médeci.

 

¿Una tregua? quizá, podría no matarla... Al menos por el momento. Volvió a llenar su vaso y esta vez lo dejo ahí.

 

Chasqueo sus dedos, y apareció Termidor, su elfo personal. Espero seas capaz de acatar una sola misiva lo miro de costado Recibe a la mujer que aguarda en la puerta, es mi tía Maida, compórtate como un galán con ella y haz que llegue hasta aquí para acompañarnos movió su mano para indicarle que debía irse.

 

¿Como sabia que ella estaba ahí? fácil, su olfato era mejor que el de un humano... Su condición le favorecida.

 

 

 

 

 

 

 

@todes. Si, me perdí mucho en el rol, AIAM ZORRY. hice lo que pude, no tengo mucha inspiración (?)

 

Edito: Olvide incluir a la tia Maidis. xD

Editado por Matthew Triviani

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Señorita.

 

El elfo no había hecho más que saludar, sin embargo, los papeles a Maida se le cayeron, casi se cae al retroceder y pronunció la palabra “perdón” unas cien veces en medio minuto, todo un récord, incluso para ella. Carraspeó aclarándose la garganta unos segundos antes de prestarle atención al elfo y se alisó el enmarañado pelo con los dedos. Respiró con fuerza, tratando de espantar los pensamientos que se le habían agolpado de pronto. La guerra la estaba poniendo menos divertida de lo que era, aunque claro, de todas maneras, la valla no era muy alta.

Disculpe señorita, no fue la intención de Termidor asustarla, el amo Mathew me ha enviado a escoltarla con ellos —pronunció mientras hacía una reverencia exagerada con la que su nariz casi toca el suelo, al menos eso relajó a la bruja.

 

Se inclinó rápidamente a recoger los documentos, mientras el elfo también la ayudaba, disculpándose una y otra vez sobre el susto. Maida intentó en vano explicarle que no era falta suya, sino que su carácter siempre había sido así, de hecho, ya casi se reía del incidente, pero claro, a l mejor, su sobrino no era exactamente un dulce de leche para tratar a su sirviente, después de todo, seguramente había heredado algún gen de Aaron, y Nius no era exactamente el elfo doméstico mejor tratado de Inglaterra y alrededores. Cuando terminaron de recoge todo, la bruja se sentó unos segundos en el suelo, como si hubiera estado realizando las labores durante al menos tres horas.

 

Vamos a ver a mi sobrino —suspiró de pronto levántandose y sacudiéndose antes de seguirlo—, no te preocupes, no le diremos nada de lo que sucedió en el vestíbulo. Lo prometo, y es palabra de Yaxley.

 

Caminó detrás de él, y cuando llegó a la reunión familiar que parecía haberse montado ahí, susurró para sí misma que era mejor volver otro día. Su rostro reflejaba pánico, demasiada gente en la misma habitación y encima casi todos desconocidos. El elfo le jaló la túnica suavemente y le indicó el camino más rápido hacia Mathew, ella, en interno le agradeció y fue casi volando a saludar a su sobrino.

 

Si no me toca cruzar la mitad del pueblo no vuelvo a verte, Mathew —le reprendió mientras se posicionaba a su lado—, hola a todos, lamento la interrupción, pero hay asuntos que requieren de su atención y no puedo dejarlos más tiempo en la sección de pendientes.

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Los primeros luceros comenzaban a aparecer en el cielo nocturno de Ottery y, como me era habitual, mi atención no se hallaba en ningún otro lugar conforme mis pasos recorrían, sin prisa alguna, el sendero empedrado de las calles del pueblo. Fácilmente yo podría pasarme la vida mirando las estrellas. Admirándoles. Escudriñando sus movimientos y descifrando sus secretos, al tanto siempre de sus advertencias.


Esa noche parecía que sería una noche tranquila, aunque Andrómeda había salido a hacer gajes de su belleza a tan temprana hora. La damisela en apuros. Una princesa que había sido encadenada a las rocas para ser ofrecida como sacrificio al majestuoso y mortífero Cetus... una de mis historias favoritas era aquélla sin dudas. Pero no por Andrómeda, sino por otro personaje en cuestión. De cualquier forma, era un indicio de que algo diferente se maquinaba esa noche.


Detuve mis pasos a escasos metros de las puertas exteriores del castillo. No llevaba equipaje, ni otra cosa que no fuera mi varita, visiblemente dispuesta tras mi oreja derecha. Iba vestida con pantalones de mezclilla cortos, y una blusa negra de cuello halter, con los hombros descubiertos y mangas cortas. Por supuesto, con zapatillas deportivas. Había recortado mi cabello, y ahora lucía mi melena rubia unos dedos arriba de los hombros, con algunas mechas azules que resaltaban mis ojos y restaban palidez a mi rostro.


Eran tiempos de cambios, y con los cambios venían nuevas actitudes. Y con las nuevas actitudes... tal vez tratar de ceder un poco con mis padres. TAL VEZ.


Pero lo cierto era que hacía mas de un mes que había terminado mis estudios en Hogwarts y las provisiones, además del dinero, menguaban en mis manos, por lo que no era del todo desacertado pensar que mi visita esa noche a los Triviani tenía un interés monetario. Hasta aquél momento me había rehusado a cualquier ayuda que mis padres me habían ofrecido, pero hacerme la orgullosa no me estaba funcionando muy bien que digamos.


Ni siquiera toqué a la puerta, y entré como si hubiese vivido allí los últimos diecisiete años de mi vida. Una multitud de voces provenían de una región del salón principal, y al asomar la cabeza pude ver que la mayoría de la familia se encontraba allí reunida (supuse que eran de la familia mas no conocía a mas de dos, entre ellos mis padres presentes). Me quedé allí, lo suficientemente para cruzar miradas con Zoella y le advirtiera de mi presencia. Ipso facto, me dirigí a la cocina... no había comido nada desde el mediodía.




@Nadien

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