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Matt Blackner

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Todo lo publicado por Matt Blackner

  1. Calabozos, salvando a Sagitas. Con @ Ada Camille Dumbledore Ada era sobrina de Sagitas, eso estaba claro. Me sonrojé aun más, desviando un momento la mirada, muerto de vergüenza. Sagitas siempre bromeaba con eso, y lo que me faltaba era que más gente se uniera a sus bromas. - Ya, bueno, creo que prefiero pasar desapercibido. - contesté. Caminé junto a Ada en dirección a las mazmorras. La joven conocía a Sagitas lo suficiente como para entender que no mentía. Aquello era típico de la pelivioleta. Según lo que pensaba, debían mantenerla en las mazmorras para interrogarla por el espectro qeu Sagitas decía haber visto. Eso nos daría el tiempo justo para encontrarla y evitar que acabase en la cárcel francesa. - Ya, menos mal qeu no estuviste cerca de Sagitas. Al parecer Jack la acompañó y el fantasma de Maria Antonieta intentó acostarse con él...fantasmalmente hablando. Francia casi pierde a esa fantasma esa noche. - comenté mientras la seguía. Seguí a Ada hasta una escalera descendente, que iluminó utilizando su varita para prender las antorchas. Tras la bajada y un largo pasillo, encontramos una puerta metálica que daba a la oficina de los aurores franceses. Sagitas estaba allí, nada contenta, acompañada por uno de los aurores. Me mantuve un paso por detrás, dejando que ella hablase. Su tono con el francés fue serio, mucho más que en la conversación que manteníamos durante el camino. En seguida, Sagitas alzó la barbilla. Estaba de espaldas, pero reconocía sus gestos. Los hombros se tensaban ligeramente y la cabeza se inclinaba ligeramente hacia atrás. Su tono airado me hizo aguantar la risa, el pobre agente solo hizo su trabajo, pero aun asi se llevaba la regañina de Sagitas. Al parecer la dejarían marchar, y eso me alivió. Aquella noche no tenía humor para enfrentarme a la seguridad de Francia. Agradecí a Ada la ayuda con un gesto de la cabeza, pero en ese momento, Sagitas pareció darse cuenta de que yo también estaba allí. Tragué, palideciendo ligeramente. - Eh...aquí está la pajarita - dije, señalando la corbata. - de nada por traer refuerzos. Volvemos a la fiesta? - propuse a las dos, intentando evitar que Sagitas se desquitara conmigo.
  2. Oficina de Benjamin Whisper, con @ Darla Potter Black y @ Rory Despard Sentí una pequeña punzada de nostalgia al escuchar que Kim se refería a Helike como mi esposa. Hacía tiempo que me había quitado el anillo, pero aun tenía la sensación del acero entre los dedos. No lo habíamos comentado, al menos los dos éramos partidarios de pasar desapercibidos en ese sentido. Asi que no podía extrañarme si no lo sabía. - No hay que darlas. - contesté. No llegué a contestar a la última pregunta de Kim, ya que al abrirse las puertas del ascensor nos encontramos de frente con Whisper, qeu nos esperaba en la puerta de su despacho. Eso me hizo fruncir ligeramente el ceño mientras dejaba pasar a la vampiro y tomábamos asiento. Sentía al hombre tenso, incómodo. Algo le preocupaba. Él era el hombre de confianza del Ministro, asi que, si tan incómoda era la situación para él, quería decir que, o no sabía las intenciones reales del hombre, o que no estaba de acuerdo. Su mueca conforme hablaba confirmó mis sospechas. No estaba de acuerdo y Despard actuaba por su cuenta. Lo siguiente me gustó menos. Nosotros tendríamos que hacernos cargo de la mayor parte del trabajo que traería aquella declaración. Eso quería decir que no solo trabajaríamos durante la rueda de prensa. Sin dejar de mirar a quién nos había citado, tomé el portafolio. Un vistazo rápido me reveló, primero, qeu quién había escrito aquellas notas cuidaba su caligrafía mucho más de lo que yo había hecho jamás. Segundo, eran solo dos medidas, pero... "Esto va a ser peor que con los edictos de Sagitas. Al menos él no vive conmigo" pensé. Fue Kim quien se adelantó a cualquier comentario qeu pudiera hacer, mientras por un momento pensaba en mi hija y agradecía que fuera demasiado pequeña aun para ir al colegio. La vampiro me sacó una media sonrisa, aunqeu mi mente ya pensaba en qué debíamos hacer. - Con el debido respeto señor, pero el Ministro no sabe lo que hace. Tres días es poco tiempo y tenemos demasiado por hacer. No solo se trata de seguridad. Tendremos que regular el comercio, armas, animales, criaturas, pociones...tanto muggles, como mágicas. No solo los colegios deberán controlarse. Y ese trabajo me iba a tocar a mi, al menos, el trato con los muggles. O tratar de mediar con ellos. Accidentes siempre había sido el departamento con mayor contacto al mundo no mágico. - Prefiero que Accidentes se haga cargo de los poblados. Al fin y al cabo Hogwarts ya es terreno mágico, solo deberán aclararse las medidas para aceptar muggles. Y en ese aspecto - miré a Kim - la señorita Black tiene razón, @ Mael Blackfyre es quién se hace cargo de la educación, él debería acompañarla hasta allí. Según que medidas toméis allí, Blackfyre tendrá que ayudarme a instaurarlas también en los poblados. Pero si nos dividimos, podremos cubrir más trabajo en menos tiempo. Dejé la carpeta en la mesa y volví a frotarme la barbilla, pensativo. - Sabemos donde tendrá lugar la declaración? Con los últimos ataques, tendremos que vigilar la zona, y me gustaría tenerlo preparado. - dirigí la mirada hacia los ojos de Benjamin - Al menos espero qeu no se le ocurra dar ese discurso en el exterior. Sería un suicidio. (Accidentes, con Sagitas) Había esperado un poco, al menos hasta cerciorarme de que estábamos a solas. Sagitas se había colado en el despacho de Matt y se había encerrado dentro. Bien sabía que el sillón y el sofá del chico eran comodísimos, y ella no iba a dejar pasar la oportunidad de pasar un rato en ellos. La primera vez se me había hecho demasiado extraño verla con el aspecto de Ericen, en especial por el pelo azul. Ahora estaba acostumbrado a verla cambiar cada día, antes de salir de casa, siempre después de Matt se marchase. Además, procuraba no acercarme a ella cuando los demás estuvieran cerca, lo que limitaba bastante el contacto entre los dos últimamente. - Ese café huele muy bien. Mataría por uno - murmuré a su oido. Con una sonrisa, levité hasta "sentarme" a su lado. Algo la preocupaba, aunque no estaba seguro de si era por @ Sean -Ojo Loco- Linmer , que rondaba en el exterior del departamento, o por el chico. Él también había salido con mala cara de la Potter Black. - Nuestra nieta duerme mientras dos lobos y Harpo la vigilan, asi que he pensado que tal vez querrías un poco de ayuda con el trabajo. O algo de compañía. - comenté. - Sigo sin acostumbrarme a esto. Algún día él se dará cuenta. - le dije, preocupado. La miré a los ojos, ladeando ligeramente la cabeza. - Te conozco, y se que algo te ronda por la cabeza.
  3. - Tranquila, no te preocupes, no me lesionarás tan fácilmente - bromeé, al notar la preocupación de Kim (@ Darla Potter Black ) por el encontronazo en el ascensor. La sujeté para que no acabara en el suelo, y la ayudé a enderezarse de nuevo. - genial, toda la ayuda que podamos reunir será buena. Y si son novatos, van a tener una interesante toma de contacto con el trabajo. El ascensor no solo me había dejado a mi en el departamento, sino que también trajo a uno de los nuevos aurores. Estreché la mano de @ Ludwig Malfoy Haughton , mientras ella hacía las presentaciones. - Encantado Ludwig. Si te refieres a mi departamento como Accidentes, te aseguro que todo el mundo sabrá de lo que hablas. - comenté, despreocupado. - Mejor vamos a hablar directamente con el ministro en la sombra. Seguro que hay tanta gente solicitando permiso para hablar con él, que no se esperará que nos presentemos directamente en la puerta. - terminé, llamando al ascensor. Era un gusto que llegase tan rápido, teniendo en cuenta que al departamento de Accidentes nunca quería ir, y siempre paraba en todos los pisos posibles para evitarlo. - Seguramente nos veamos luego, chicos. - me despedí de Ludwig y la secretaria, ya que, si el día marchaba como debía, era probable que tuviéramos que formar equipo. - Yo tengo un par de accidentosos - dije a Kimberly, una vez las puertas se cerraron. - Mandaré aviso a @ Helike R V PB cuando salgamos de la reunión con Whisper. Hace un par de años que dejó el ministerio, pero siempre ha sido parte de Accidentes. Si está aquí, podremos contar con su ayuda. Se que en el último destrozo del Atrio salieron varios aurores heridos. Tuve que sacar a algunos de entre los escombros. Al menos no perdimos a nadie. Me apoyé en la pared, bajando la voz, con los brazos cruzados sobre el pecho. - No, no confío en Whisper. Apenas me fío de @ Rory Despard . Se que mi posición nunca ha sido cómoda, y aunque me mantuve en mi puesto, no me fío. Aun asi, debemos hacer nuestro trabajo, evitar problemas y que inocentes pierdan la vida. Miré a la vampiro, frotándome la barbilla, pensativo. - Yo tampoco se donde decidirá dar su gran anuncio. Llevo años haciendo contactos en la policía muggle, asi que tengo algunos planos de construcción de sus edificios, por si quisiera hacerlo en algún sitio público para que ellos participen. Ya sabes, para unir nuestras comunidades y eso. Respecto a edificios mágicos, no habrá problemas. Mi idea básica es que nos presentemos allí con el tiempo suficiente para poder reforzar las estructuras del lugar. Se me ocurrió tras un ataque al atrio, y por eso ayer no lamentamos pérdidas. Si aseguras los cimientos básicos del lugar, evitas que se hunda, al menos, el tiempo suficiente para tratar de salvar todas las vidas que puedas. - me froté los ojos, cansado, enderezándome de nuevo antes de que se abrieran las puertas del ascensor. - Solo espero que no se le ocurra hacerlo en un sitio totalmente al aire libre. Eso si que sería un problema.
  4. Aun con el avioncito en la mano, Ericen y yo dejamos el despacho. Cerré la puerta de mi despacho, y permanecería asi hasta que yo regresara. Apenas cerré, escuché la voz de @ Sean -Ojo Loco- Linmer , que parecía tan animado como siempre. Lo miré con el ceño fruncido. Hacía mucho tiempo que no aparecía, y verlo tan feliz, teniendo en cuenta que seguíamos sin encontrar a los niños me enfadaba. - Ella ha trabajado más estos días que tú en bastante tiempo, Sean. - le dije, mientras entraba al ascensor. Esperaba que ella no le contara mis planes. Había algo que no me gustaba, y prefería ser lo más reservado posible. - Volveré lo más pronto posible, en cuanto hable con Whisper. - les dije, antes de que las puertas del ascensor se cerrasen. Mi camino habitual solía ser Atrio-Accidentes-Atrio, en mi camino de llegar a la oficina, pasar el día en el despacho y regresar a casa. Aunque últimamente había un poco más de variedad, teniendo en cuenta los últimos ataques. La reparación de la noche anterior, en el Atrio, me había llevado más tiempo del que creí, entre sacar a los heridos, asegurar la zona y reparar. Bostecé sin poder evitarlo, justo mientras las puertas se abrían para dejarme paso al departamento de Seguridad. Casi me di de bruces con Kim ( @ Darla Potter Black ) que parecía salir con prisa. Alcé la mano, dejando ver la nota arrugada. - Vosotros también habéis recibido una de éstas? Iba a hablar con Whisper ( @ Rory Despard ) pero pensé que tal vez queríais que nos pusiéramos de acuerdo entre nosotros. Hice un ligero gesto con la cabeza, a modo de saludo para la joven que parecía ocupar el lugar de recepcionista. - Si mis predicciones son correctas, vamos a tener mucho trabajo y probablemente, tendremos problemas. Asi que espero que puedas tirar de refuerzos, porque voy corto de accidentosos.
  5. Esta noche hay ganas de: rol

  6. Un tramo de escaleras y un par de cafés en una mesa, situada en un rinconcito del segundo piso de la librería nos separaba. Sujeté la taza humeante con ambas manos, notando el calor intenso. Al otro lado de la mesa, Tess aun parecía sorprendida. No podía decir nada al respecto, a fin de cuentas no era normal cruzarse con alguien que tratara con demonios, y menos, que los cazara. - Como te decía, ese demonio era incapaz de pasar a nuestro plano por si mismo. Necesitaba utilizar un recipiente, asi que se aprovechó de un chico que no tenía demasiadas luces en la cabeza. Tuve que atarlo a la cama, subirme sobre él, y utilizar un espejo para sacarlo. Creo que cuando volvió en si no le hizo demasiada gracia tenerme encima. - terminé, riendo, al recordar la cara de espanto del chico. Me eché hacia atrás en el asiento, aun con la mano en la taza. Habíamos hecho un trato, yo le aconsejaba sobre demonios, y ella intentaba ayudarme a encontrar algo adecuado para niños. - Pero no creo que esa historia te interese demasiado, a no ser que quieras matar demonios. Espero que no quieras matar demonios, y si quisieras, que buscaras a la persona adecuada. - le advertí, alzando una ceja. - asi que dime, que quieres, o qué necesitas saber? - pregunté. - Por los padres del pequeñajo no te preocupes, creo que los conozco bastante bien. - bromeé - Mi hija tiene dos años, y le gusta que le cuenten historias antes de dormir, pero hablarle de demonios o criaturas nocturnas no me parece la mejor de las formas de hacer que se duerma, al menos, no si quiero dormir por las noches. Y no soy precisamente el mayor conocedor de cuentos para niños, asi qeu necesitaría algo de ayuda con algún libro de cuentos. O para niños. @ Darla Potter Black
  7. Cuando paré la moto, el motor aun tardó unos segundos en quedar en silencio. El sonido del motor de mi Triumph negra siempre me relajaba, aunqeu tal vez fuera más ruidosa de lo qeu a Sagitas le gustaba. Me quité el casco, aun sentado en la moto, a oscuras. Era tarde, pero no podía dormir, y aprovechando qeu Elentari tenía una buena noche, y sabiendo qeu Sagitas la atendería si era necesario, había salido para dar una vuelta, intranquilo, con una vieja camiseta sin mangas y un pantalón corto. No había pensado donde iba, solo arranqué y aproveché la falta de gente en las calles para dar gas. Ahora que lo pensaba, hacía mucho tiempo que no me pasaba por allí. Desmonté, reduje el casco hasta el tamaño de una moneda, y metí las manos en los bolsillos, mientras avanzaba hasta el Dragón Verde. Había una luz encendida en su interior, asi qeu imaginé que era @ Helike R V PB , trabajando hasta tarde. O montando una buena fiesta, aunque por la falta de ruido, me decantaba por la primera opción. Me adentré en el local, hasta quedar junto a la barra. Me sentía inquieto, aunque tal vez los recuerdos qeu me venían a la cabeza tenían algo qeu ver. Tras mirar alrededor, carraspeé. - Eh, Helike, estás ahí?
  8. Los rumores de la desaparición del ministro habían traído cierto revuelo al ministerio. Normalmente era fácil pasar, y con el tiempo, las miradas fueron calmándose. A veces alguno cuchicheaba o compartían un par de codazos, pero nada comparado con como fueron las cosas con el cambio de mandato de Despard. Aunque su desaparición trajo una nueva inquietud: dónde estaba el ministro de magia? Los empleados se hacían la pregunta, en la privacidad de sus casas, entre compañeros, como una ligera preocupación mientras compartían una taza de café. Y los periodistas lo compartían como si fuera la última novedad. Poco a poco fueron tomando la costumbre de apostarse en la entrada del ministerio, o en el atrio los más atrevidos, ávidos por cazar un rumor, una palabra suelta, o por cruzarse con alguien dispuesto a hablar. Normalmente los esquivaba, pero a veces era casi imposible. Esta fue una de esas veces. Con la noticia de la rueda de prensa, parecían haber doblado sus esfuerzos, y en la entrada al atrio, un par de reporteros se atrevieron a abordarme. Evitaba las cámaras siempre que podía, pero al final, siempre existía algún periodista que recordaba mi cara, o que había visto alguna foto donde aparecía con Sagitas. MI respuesta, fuera cual fuera la pregunta, fue la misma de siempre, gruñirle y apretar el paso para dejarlos atrás. Quería refugiarme en la tercera planta, en mi despacho de Accidentes. Metí la mano en la mochila, apretando la pelota de goma roja con la mano para tranquilizarme. Si todo iba bien, en un par de minutos estaría lanzándola contra la pared de mi despacho. Aunque claro, mis planes se torcieron cuando la voz jovial de Ericen llegó hasta el ascensor. - Tranquila, novata - dije, dejando el ascensor atrás, acercándome hasta la recepción. - Llegas a tiempo para el trabajo. Buenos días Babila. - dije, mirando al grandullón. - Eh, puedes ir hasta el puesto de donuts? cafés y donuts para los tres, diles que lo pongan en mi cuenta. Con una sonrisa, dejé que Babila corriera hasta el ascensor. Me fijé en el avioncito sobre la recepción. Alargué la mano libre para cogerlo e hice un gesto a Ericen para que me siguiera hasta mi despacho. Con un suspiro, solté la mochila en el sofá y me apoyé en el escritorio mientras ella cerraba la puerta. Leí el memorandum, reconociendo la letra de Whisper. - No se que trama el Padre, pero tengo ganas de que se acabe ya. - dije, mirando a Ericen. - Whisper quiere saber si tengo preparado algún plan de seguridad. Y lo tengo, claro que si. Tiré de mis contactos en la policía muggle, conseguí un par de planos....tendremos que trabajar en el terreno antes de la conferencia. Y tendremos que estar presentes. Al menos, yo - comenté, mientras le tendía la nota a ella. Pasé la pelota de una mano a otra, pensativo. Tomé un pedazo de pergamino, en el cual garabateé mi respuesta, informando de que tenía un plan de seguridad, al menos respecto a los muggles y el entorno. Si necesitaba una reunión, estaba disponible. El avioncito no tardó en salir por debajo de la puerta, en busca del asesor del primer ministro @ Rory Despard - Pudiste librarte de los periodistas? - pregunté.
  9. La ligera reverencia del elfo y el hecho de que se alejara un par de pasos me alertó de que se acercaba alguien importante. Apenas me giré, ahí estaba la prima @ Ada Camille Dumbledore . Aun me era curioso pensar en alguien de la familia como un alto cargo... ya me costó con Sagitas. Debía de haberme escuchado, o al menos, había oido una parte, a lo qeu también ayudó el hecho de no verme con Sagitas. Me cogió de la mano y nos apartamos, buscando un área un poco más privada, lejos de la zona de la pista de baile, cerca de la entrada. No me pasó desapercibida su mirada hacia mi camisa, cosa que me hizo sonrojarme, levantando tímidamente la mano derecha qeu sujetaba la pajarita, reconvertida en corbata negra, a modo de disculpa. - Es que la pajarita me agobiaba un poco - dije, como disculpa, mientras levantaba el cuello de la camisa. - Bueno...de eso quería hablar contigo. - comenté, sin saber cómo empezar. Mientras hablaba, anudaba la corbata. - Llegamos juntos aquí, y en la entrada nos pararon unos vigilantes. Pidieron invitaciones, porque decían que su nombre no figuraba en la lista. - nudo de la corbata listo, bajé el cuello de la camisa de nuevo. - No me preguntes que pasó, gritó no se qué de un espectro en su bolso, los guardias se pusieron nerviosos... Miré a Ada, riendo por lo bajo. - Ya sabes como es Sagitas, se enfada, grita, tal vez lanza alguna que otra amenaza...Cuando me di cuenta, se la llevaban a rastras, imagino que al calabozo. Aquí tenéis calabozos? - pregunté. - asi que me preguntaba si podías ayudarme a sacarla de allí antes de que te haga un agujero en la pista de baile para escapar. - terminé, con una media sonrisa, sabiendo que Sagitas era capaz de tirar las paredes de donde la hubiesen encerrado con tal de acudir a la fiesta.
  10. El Ministerio había sido raro el último par de meses. Vale, en Accidentes hacíamos poco o casi nada (salvo esa reparación unas semanas atrás, después de otro ataque que dejó el atrio...bueno, no dejó rastro del atrio) porque las cosas en el departamento estaban demasiado tranquilas. Apenas teníamos trabajo, pero ahí estaba cada día, pasando el rato en mi despacho a la espera de un poco de trabajo. Pero los rumores...al principio corrió la voz de que el Ministro había vuelto con su creador, de las formas más variopintas que podías imaginar. De ahí, pasaron a extender los cuchicheos que estaba en Francia, o que planeaba entregar el país a otro gobierno europeo a cambio de vete a saber qué. Luego, con el Mundial de Quidditch, algunos aseguraron y afirmaron que habían visto al Ministro vestir los colores de la selección brasileña, mientras bailaba muy animado con los aficionados y daba buena cuenta de unas caipirinhas. Aquel rumor me hizo bastante gracia. Pero no dejaba de ser extraño que el Ministro hubiera desaparecido. Si era voluntario o no, nadie lo sabía, solo quedaba especular (algo que ya hacía el resto de la comunidad mágica ante su falta) porque además, su ayudante, Benjamin, tampoco es que soltara prenda, en mi opinión poruqe tampoco sabía donde se había metido. Traté de estirazar la camisa negra que me había puesto aquel día, con las mangas remangadas por encima de los codos. Estaba inquieto. El ministro había decidido dar señales de vida para anunciar que pretendía dar un discurso. Eso me daba mala espina. No me gustaban los cambios ni las sorpresas, y a pesar de la sorprendente calma que se había instaurado con los muggles después de la llegada del sacerdote, no quitaba que, según que pretendiera anunciar, pudiesen dar lugar a disturbios. Por eso había escrito una nota, dirigida a...a seguridad, o al ayudante del ministro, a quién fuese. Me preocupaban no solo los bandos habituales (mortífagos y fenixianos) que pudieran decidir causar estragos en un acto concurrido donde el Ministro "regresara" sino que además estaban los muggles. Incluso esos ridículos grupos de "cazadores de brujas" que habían decidido formar. Tal vez no fueran especialmente peligrosos, peor no era buena idea traer nuevos problemas a Ottery, a Londres. Me despedí de todos en la Potter Black, dejé a mis padres mi hija y desaparecí, rumbo al ministerio.
  11. Siwa Escuché pasos que salían, pero apenas me fijé en ellos. Tenía los sentidos embotados y la cabeza me daba vueltas. Me costaba centrarme en algo concreto, asi que intenté seguir la voz de Sagitas, mientras de fondo la voz de Bayek parecía disculparnos con los ancianos que salían. De inconscientemente sonreí al sentir el abrazo de Sagitas, la había asustado, lo sabía. Sagitas actuó como madre, preguntando si estaba mareado, aunque esa no era la definición más acertada de qué me pasaba. Su mano en mi frente me hizo notar que su piel, de que ella, estaba mucho más fría que yo. El siguiente movimiento fue cambiar la frente por mi estómago, y sin querer, me aferré con fuerza a su ropa, temblando, convirtiendo el grito de dolor en un gruñido ahogado, notando qeu se me nublaba la vista. - Todo lo bien....que puedo sentirme....después de que un dragón int...intente partirme por la mitad. - contesté, intentando sonreir, probablemente sin éxito. Aya pidió algo a su padre en egipcio y luego, ayudó a Sagitas a llevarme a la cama de nuevo. Apenas pude protestar, pero no podía seguir de pie. Desvié la mirada hacia la joven, qeu recordaba más joven. Ella me miraba, preocupada, seria. - Hey. - murmuré. - No deberías de haberte... - No debería hacer muchas cosas. La pregunta de Sagitas me hizo mirarla, sin saber bien qué contestarle. Cuantos querían matarme? Muchos. Enemigos? Bastantes. Míos, de Jack, de otros parientes de los que no había oido hablar. Me dejaron sobre la cama y de nuevo, intenté ahogar un quejido. Por inercia llevé la mano a la zona herida, pero Sagitas me sujetó. Aya se separó, ayudando a Bayek a traer lo que había pedido: plantas, ungüentos y agua limpia, lo que necesitaran para tratarme. - No lo se. Tal vez porque ya vine una vez. Tal vez porque aquí no me trataron como a un monstruo, y no podían llegar hasta los elfos. Miré a Aya, que dejaba las cosas junto a Sagitas. Asentí, cediendo a lo que quería Sagitas. - Sayidat Zahra. - dijo la joven, dirigiéndose a Sagitas. Ladeé la cabeza, alzando la ceja. - Si me necesita estaré en la entrada. - y tras dirigirme una última mirada, salió fuera. - Te han dado un nombre. - dije, sonriendo.
  12. En la entrada a la fiesta El viaje fue...bueno, fue. Me sentía incómodo con el traje, a pesar de que me quedase perfecto, simplemente, no estaba cómodo. Reconozco que tal vez protesté un poco más de lo que debería, o de lo que habría hecho en cualquier otra ocasión, pero mi humor no estaba para fiestas, y menos para multitudes. Asi que protesté todo el camino, por el pantalón, por la chaqueta, por la pajarita, porque hacía calor o porque me asfixiaba con tantos botones abrochados. Me habría quejado hasta de los calcetines si hubiese podido. Ella, supongo que con la paciencia que le da ser madre, fue contestando a cada una de mis protestas, incluso se atrevía a bromear con el hecho de que encontraría novia. Al final, terminó por engancharme en la chaqueta un pequeño lazo del carruaje con los colores de Francia, en honor a la fiesta a la que acudíamos. Mi única respuesta fue un gruñido, antes de cruzarme de hombros. Pasé el resto del camino enfurruñado, mirando hacia la calle, aunque sin fijarme realmente en nada concreto. Otras ideas me rondaban la cabeza aunque no quisiera, asi qeu Sagitas disfrutó de meterse conmigo sin que le contestara hasta que llegamos a la fiesta. Los elfos nos recibieron mientras ayudaba a Sagitas a bajar del carruaje, y nos guiaron hasta la fiesta. Sagitas se agarró a mi brazo y me resigné a quedarme en la fiesta, caminando junto a ella, qeu parecía muy feliz de estar alli (y también tranquila, con Jack en la PB, no habría fantasmas femeninas ni reinas pasadas que lo persiguieran) En la recepción ya había mucha gente riendo, bailando, bebiendo en elegantes copas y charlando, tanto en el exterior como en los bordes de la zona de baile. Intenté decirle que nos sentásemos, pero Sagitas quería seguir allí hasta que llamaran a la mesa. Creí reconocer al tío Adrian, a antiguos compañeros de trabajo y conocidos...Pero Sagitas no era como yo, qeu prefería pasar desapercibido. Ella alzó la mano y trató de llamar la atención de Adrian. Eso me hizo fijarme mejor, y casi estuve a punto de protestar porque él apenas llevaba camisa abierta y nada de pajaritas, pero Sagitas se adelantó para hacerme callar. Algunos invitados se giraron y cuchichearon. Pero también llamamos la atención de un par de camareros que le pidieron la invitación para la fiesta. Me distraje un momento al escuchar que alguien daba un pequeño discurso, y para cuando quise darme cuenta, Sagitas amenazaba a los hombres, luego gritaba por ve a saber qué, y decidieron llevársela. Tardé un momento en reaccionar. Como se había torcido asi la fiesta? Lo primero qeu hice fue quitarme la maldita pajarita. Realmente me estaba asfixiando. Mientras me desabrochaba el primer botón de la camisa, ahora si, me mezclé con la multitud, agitando la mano con un golpe seco, la pajarita pasó a ser una corbata negra que me puse mientras caminaba. Caminaba soltando pequeñas disculpas aquí y allá mientras pasaba junto a parejas y grupitos que charlaban animadamente, evitando en todo momento la pista de baile, hasta que paré a un elfo vestido para la ocasión. - Perdona, necesito hablar con momento con la Ministra @ Ada Camille Dumbledore . Dile que es sobre su tía Sagitas.
  13. Taberna O Menino Dá Silva. Bajos Fondos. Sagitas creyó que no, pero tuve que reprimir la sonrisa cuando gruñó. No supe si era por llamar a Jack viejo, o tal vez porque su orgullo se había visto herido, ya que no sabían quien era Sagitas. Pero el el ambiente que nos encontrábamos, la sociedad de Ottery, mortifagos y fenixianos les importaba más bien poco. Tendría que explicárselo al salir de allí. Como también debería haberle explicado que lo mejor para ella sería no probar la bebida. Yo me había acostumbrado a aquel matarratas con los años, pero a ella no iba a sentarle bien. Además....bueno, hacía tiempo que no bebía. E intentaba seguir asi. - Si, susurran. Siempre hay rumores y esos rumores llevan a quien lo necesita a contactar con algún cazador dispuesto a solucionar su problema. - expliqué, manteniéndome de brazos cruzados. Miré a Sagitas, pues había decidido no callar más y soltar lo que estaba pasando, sin más. Miré a Camilo y me encogí de hombros. - Ya la has oido. Esos críos son mi hermano y mi sobrino. Ese brujo está muerto. Si sabéis algo, será mejor que lo sepamos. Pero tras aquel momento de amenaza...Sagitas pidió agua. No aguantó más el ardor de la bebida de Camilo, cosa que hizo al brasileño estallar en carcajadas. Se levantó y sirvió un vaso de leche fresca que dejó delante de Sagitas. - Leche fresca. Es lo mejor si es la primera vez qeu pruebas el especial de mi establecimiento. Su hijo se acostumbró al sabor a los quince años. O fue antes? - preguntó en tono jovial, mirándome. Yo aun me mantenía serio, esperando. - Olvidaba con quién hablo. Si, las calles hablan. En los últimos días se han producido varios asesinatos. Jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, todos de los bajos fondos. Parecen asesinatos entre familias rivales, pero mis pajaritos han dicho que vieron símbolos extraños en los cuerpos y en los lugares del crimen. Que el ambiente era muy pesado en el área. Algunos no pudieron comer durante un par de días porque eran incapaces hasta de levantarse. - Donde? - pregunté. En ese momento, se escuchó algo diferente. Al otro lado de la puerta, poco a poco, volvieron los sonidos típicos de la taberna. El murmullo de los cazadores, vasos, alcohol que corría desde el grifo hasta el vaso, algún grito o golpe aislado. Pero sobre todo aquello, llegó el canto de un zorzal. Ladeé ligeramente la cabeza, alzando la ceja. - Curioso. El zorzal no abunda en esta zona. Y su canto parece casi ensayado. - me apoyé en la mesa. - Cuando cantan al caer el sol, significa desgracia, verdad? - me levanté, serio. - Dinos donde lo han encontrado.
  14. Debí haber calculado la reacción de Sagitas. Ya la conocía, y sabía como se ponía cuando estaba preocupada. Pero no tenía la cabeza para pensar demasiado. Me daba la sensación de que llevaba toda una vida en una suerte de sueño sin descanso. Sagitas salió corriendo, gritando por mitad del pueblo para pasar de la tienda donde estaba a la mía. Algunos ancianos murmuraron con desaprobación, mientras los niños miraban y reían, porque nosotros éramos toda una novedad para ellos. Apenas frenó cuando llegó hasta mi, abrazándome nada más llegar. Solté el aire casi de golpe. Apenas tenía fuerzas para estar de pie, y menos para intentar frenarla. Aun asi sonreí de medio lado, aliviado, abrazándola. - No me sueltes o acabaré en el suelo. - susurré utilizando un tono de broma, solo para ocultar que, en realidad, si me soltaba realmente acabaría por el suelo. Abrí los ojos al escuchar que pasos entraban en la tienda. Un desconocido que parecía vivir en el gimnasio, Bayek, más mayor que la última vez, y Aya. - Creo que esta vez no he sido de ayuda, sino el problema. - dije, mirándolos a todos. Notaba la boca seca, y cada palabra me costaba un mundo, como si mi cabeza siguiera embotada y no pudiera pensar con claridad. No pude evitar dejar escapar un ligero gruñido. Aun notaba la parte izquierda del cuerpo adormilada, pero el dolor ganaba en intensidad poco a poco. - Os atacaron para hacerme salir de Ottery. Volví a mirar al desconocido. Parecía Egipcio, pero no de aquel pueblo. Fruncí el ceño, no dejaba de mirar a Sagitas, aunque casi con más adoración que otra cosa. - Y él quién es? - pregunté, desconfiado. Pero las fuerzas me fallaron y tuve qeu apoyarme en Sagitas. Noté que alguien más me sujetaba, y al mirar, era Aya. - Deberíamos darle algo, y revisar qeu esté bien. - hablaba a Sagitas, como si yo no estuviera. - No tendría que haberse levantado.
  15. - No, no, estoy bien, tranquila. - contesté, en realidad había sido más el sobresalto por la distracción entre tanto libro, que el hecho de sufrir algún daño por el casi encontronazo. Tess, como dijo que se llamaba, parecía divertida con la situación. Parecía interesada en conocer los demonios, pero no estaba seguro de que fuera correcto preguntarle si era por trabajo, curiosidad, o algo más personal. - Bueno, al menos eso es más inteligente que lanzarse de cabeza hacia el peligro. - dije. - Si....si, podría decirse que he tratado con ellos. Si por tratar, queríamos decir que les había dado caza desde que tenía uso de razón. - Tengo tiempo. Y arriba huele a café. Una taza, y trataré de explicarte lo qeu pueda de ellos. Si no te importa escuchar alguna que otra historia por el camino. - propuse, con una ligera sonrisa. - Aunque yo también necesito un poco de ayuda con...con lo que estaba buscando. Agaché un poco la cabeza, azorado, echando un rápido vistazo alrededor, como si lo que estaba a decir fuese un secreto o algo tremendo que nadie más pudiera escuchar. Pero sabía de muchas cosas, y aquello me daba un poco de corte. - Sabes si aquí hay libros para niños? - pregunté. En realidad había entrado para eso, con la idea de buscar algún libro de cuentos o simplemente, para niños. - Es que no tengo ni idea y no creo que "El compendio de las criaturas más venenosas de Oriente" sea adecuado.
  16. Con Sagitas. No era justo. No, no lo era! daba vueltas por la habitación, con prisa, gruñendo quejas mientras intentaba dar con el traje y con una camisa limpia. - Mi plan era no hacer nada. Por qué no puedo quedarme aquí?! - me puse los pantalones y giré sobre mi mismo, buscando una camisa limpia, ignorando sus gritos como respuesta desde su habitación (si, su habitación se situaba un piso por encima de la mia, pero ambos gritábamos tanto que, sin quererlo, nos contestábamos). Una que no fuera ni de colores, ni con cuadros. Tenía que ser blanca. Demonios. - Por qué no puede acompañarte Jack!? Os encanta ir juntos y seréis la pareja más adorable de toda la fiesta. No era el alma de la fiesta. No era el mejor en los eventos sociales, ni entre grandes masas de gente (que solía ser, en mi caso, cuando reunías a más de seis personas), y mientras me ponía los zapatos, me lamentaba pensando en mi increible plan para esa noche, que consistiría en tumbarme en la cama, o sentarme en el alféizar de la ventana y leer algo, o no hacer nada. Metí la cabeza en el armario, mientras Sagitas gritaba no-se-qué acerca de Jack y un casi lío con María Antonieta. Eso me hizo gracia, como más gracia me habría hecho ver a Jack atravesando las paredes de la habitación de Sagitas, cabizbajo y repitiendo que él no tuvo la culpa, que las damas de la corte de la reina habían intentado tenderle una emboscada y que todo se trataba de un malentendido. Pero claro, hice una referencia tal vez mal interpretable sobre Jack, ectoplasma e intimidades mientras me ponía una camisa blanca limpia que provocó que Sagitas me gritara, esta vez si. Fue ella quién despertó a Elentari, eso podría jurarlo. Soltó un hipido y, de pronto, comenzó a llorar, asustada por haberse despertado de repente. Intenté acercarme, pero Sagitas (cómo podía andar tan rápido en tacones?) y una elfina, armada con un biberón, llegaron antes que yo. - Cómo...sabes el calor que hace? Da gracias que voy a llevar chaqueta y camisa de manga larga. - protesté. Mi idea no era llevar corbata, y mucho menos, pajarita, que era lo que Sagitas sostenía. De donde la habría sacado? Intenté protestar, pero Sagitas logró abrocharme la camisa hasta el último botón, antes de colocarme la maldita pajarita. Mis protestas, para colmo, hicieron reir a Elentari, que nos miraba encantada mientras cenaba. - Venga ya, me voy a asfixiar, o peor, me deshidrataré. - protesté. Pero Sagitas metió el dedo en el interior del cuello, burlándose porque según ella, no era para tanto. Bajé las escaleras tras ella, poniéndome la chaqueta. Eché un vistazo rápido al espejo, para vestirme con prisas, había logrado encontrar el traje negro justo a tiempo para irnos. Monté en el carruaje tras ella, con la cara roja. - Ya, claro, seguro. Rico, con una hija, y con un matrimonio fracasado. Y con la habilidad social de una ameba. Seguro que triunfo. - murmuré, recostándome en el asiento y cruzándome de brazos.
  17. Taberna O Menino Dá Silva. Bajos Fondos. Me crucé de brazos, con una media sonrisa mientras Dá Silva se presentaba a Sagitas, tratando de engatusarla. El recuerdo de cómo destrocé aquella barra me hizo reir, pero automáticamente dejé de hacerlo. En otra situación me habría sonrojado, pero allí no podía permitírmelo. La voz de Sagitas demostraba que se sentía perdida en aquel ambiente, y las revelaciones, como saber que destrozaba barras de bar, la sorprendían. - Eh....si. Es una historia...ya te la contaré. - contesté a Sagitas. Había muchas cosas que ella no sabía. Supongo que las imaginaba, o las intuía, pero nunca me había preguntado exactamente por ello, ni nos habíamos sentado a hablar. Simplemente ignorábamos el tiempo que habíamos pasado separados. - Si. Aquí no suelen preguntar por parentescos. - Aunque Camilo tampoco preguntó, y comenzó a alagar a Sagitas. Ladeé la cabeza, mirándoles. - Camilo, Sagitas es mi madre, la mujer del viejo Jack. El hombre se abrió de brazos, en señal de "rendición". nos ofreció asiento frente a su escritorio, y sacó tres vasos que no tardó en llenar con su mejor alcohol, el que reservaba para él y las ocasiones especiales. - Llevas años desaparecido, aunque como tu padre y vuestra familia, nunca fuisteis los más sociables. Si estás aqui es para hablar de negocios. Alargué la mano para tomar el chupito y lo aparté despacio, sin probarlo, para dejarlo frente a Camilo de nuevo. - Qué es eso de que están cazando inocentes? - pregunté, recordando las palabras del chico que nos habíamos cruzado en el callejón. - creía que vosotros os hacíais cargo de cuidar las calles. Miré a Sagitas. - Andamos detrás de un mago. Un nigromante, anciano. Se hace llamar Dernhorn y viaja con dos niños pequeños a los que mantiene secuestrados. Lo último qeu supimos es que estaba por aquí. Supongo que vuestras muertes tienen algo que ver con él. Que susurran las calles?
  18. Siwa. Volver de la muerte siempre era desagradable. No era mi primera vez, pero desde la última había pasado bastante tiempo desde la última. Los recuerdos de lo que pasó en el avión, el accidente y los dragones se acumulaban en mi cabeza, como ráfagas, recordando de golpe lo que había pasado. Y el dolor. Ese que me partía en dos y no me dejaba respirar. Quería gritar, pero no podía. Levantarme, imposible. Tenía la sensación de que alguien me arrastraba, pero me era casi imposible procesar la situación entre la nube de dolor. Noté que perdía el ancla, el contacto familiar, lo único que diferenciaba en aquella situación. Lo que me arrastraba nos había separado, asi que traté de levantarme para buscarla, aunque el cuerpo no me respondiera. Hasta que volví a sentirla. Noté el tacto de su mano sobre mi hombro y automáticamente me agarré a su mano, con miedo a volver a....aquel lugar. Ignoraba lo que sentía, el dolor del pueblo, los gritos de Aya organizando a los que aun se mantenían en pie para apagar incendios o sanar a los heridos. Ni al hombre que juraba una deuda de honor con Sagitas. Solo aguantaba, agarrándome a ella hasta qeu el hechizo hizo efecto, y el dolor pasó a ser ruido de fondo. Logré coger aire y mirar a Sagitas, antes de perder la consciencia. Un par de días después del ataque. - Aún debemos encontrar a los culpables del ataque. Y el prisionero no quiere hablar. - Bayek, cansado, hablaba en voz baja a quienes le acompañaban alrededor de la hoguera, entre mullidos cojines. Su hija Aya, pues Sett estaba fuera con la partida de caza. Mert Ekert, el joven Uzza a quién habían enviado para completar su entrenamiento con mi gente, y que ahora guardaba una deuda de honor con Sagitas, a quién habíamos logrado separar de la cama del inconsciente Matt para que comiera algo. - Al menos la reconstrucción del campamento ha sido exitosa gracias a Ekert y Aya. Nuestros heridos sanan gracias a su ayuda, Sayidat Zahra. Lamento haber arrastrado hasta nuestros problemas. - He sido yo quien os ha arrastrado a esto. - dije, con voz ronca, mirándolos a todos. Las miradas se clavaron en mi, como si estuvieran viendo un fantasma. Supongo que no andaba lejos de parecer uno. No estaba seguro de como estaba aguantando de pie, con la mano izquierda sujetando el costado que Sagitas había sanado. - Qué miráis? Ni que fuese un fantasma - bromeé.
  19. No me paré a pensar en cómo había conseguido Ithilion traerlo hasta alli. Los escorgutos no eran precisamente famosos por su docilidad o su habilidad para seguir órdenes, asi que imaginé que seguirlo hasta allí respondía al ansia de la criatura por, en algún momento, darle caza. Debía de haberse roto la pata con alguna trampa, o en alguna pelea con otro ser. Sentí las manos de Ithilion agarrarse al pantalón, a la altura de mis rodillas, lo que me hizo desviar la mirada hacia abajo de forma rápida. Alternaba la vista entre el escorbuto y el niño, encantado con la "sorpresa" que me había dado. Sentí la pena del niño por su nuevo amigo, y la emoción, porque en casa siempre había criaturas y mascotas, como en el circo, pero nunca una como aquella. No supe que contestarle, porque me daba pena ser demasiado duro con él, pero tampoco podíamos llevarlo a la PB sin más. - Ah... - dudé sobre qué contestarle, mientras It comenzaba a gimotear, como le hacía a Sagitas cuando quería algo. Sagitas....a ella le encantaban las criaturas. Tenía el circo lleno de ellas porque la mayoría no podría tenerlas en casa sin que el ministerio se le echara encima. El niño sabía bien de donde tirar y eso me hizo un poco de gracia. En un momento, saqué la varita y murmuré un hechizo que redujo la criatura al tamaño de un hámster. Antes de que escapara, tomé un tarro de cristal vacío y lo atrapé en su interior. Me giré hacia Ithilion, alargando el tarro cerrado con Compi en su interior para que lo llevase. - Lo llevaremos al circo, pero tiene que ser asi. Si alguien extraño nos ve podría asustarse. Y podrían poner a Compi nervioso. - Ojalá no le enseñara aquellos trucos a mi hija, o me pondría aun más difícil no ser un padre pésimo
  20. Buscando a Dernhorn. Bajos fondos. Mi sentido de la orientación seguía siendo excelente. Había doblado el mapa de mala manera y lo había encajado en la mochila, sin miramientos, solo para que se callara. Pero en lugar de eso, solo había logrado que comenzara a protestar aun más fuerte, silenciado solo porque estaba dentro de la mochila. Caminamos a contracorriente de la multitud, al principio luchando para abrirnos paso. Poco a poco, los aficionados se redujeron para dar paso a grupitos que se apresuraban hacia la masa, jóvenes que habían preferido alojarse un poco más alejados de la zona mundialista para ahorrar unos galeones, hasta que finalmente comenzamos a ver más lugareños. Dejamos de ver tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas, para ver cada vez más pequeñas tienditas de barrio, y gente cada vez con peor cara hacia nosotros. No me fijaba en las caras de los demás. Por experiencia, lo mejor era no dudar y caminar con la vista al frente, en tus asuntos. Si te veían mirar demasiado, o notaban que estabas perdido, probablemente no acabarías demasiado bien. Sabía que alguien ya nos había visto, qeu me habrían reconocido y que ya corría la voz. - Deja que proteste. Será una buena hoguera esta noche. - contesté a Sagitas en voz baja. - O Menino dá Silva. No necesitamos preguntar. Solo necesito que me vean. Percibí el movimiento entre las sombras del callejón, pero no me preocupó. El chico, de tez morena, escupió a nuestros pies antes de huir, mientras un hombre, evidentemente bebido, se adelantó desde el muro de uno de los tugurios, de los pocos abiertos en la zona. Evidentemente, estaba borracho. Ladeé ligeramente la cabeza, mirándolo con las cejas alzadas. - Tully. Nunca has aguantado el alcohol. - contesté, mirándolo fijamente. Sagitas se adelantó, mostrando sorpresa mientras preguntaba sobre el asesino. - Venimos a ver a Da Silva. - contesté con tono seco. Abrí la puerta y entré por delante de Sagitas. Se hizo el silencio, y supe que todos me clavaron la vista. Llevaba años sin aparecer, y algunas caras no me sonaban. Caminé entre el silencio repentino del bar, en dirección a la barra, cuando alguien me cortó el paso. Era un chico de pelo largo, negro. Apenas había comenzado a salirle barba. Me puso una mano en el pecho, que miré un segundo antes de alzar la ceja, mirándolo a los ojos. - No me toques. - gruñí. - No se admite la entrada a turistas o desconocidos. - su voz dejaba ver cierto desprecio. Noté que miró por encima de mi hombro, hacia Sagitas. - Mejor volved por donde habéis venido tu y tu n.. En un solo movimiento agarré su mano, la que tenía sobre mi pecho, se la retorcí y lo levanté, antes de estamparlo sobre la mesa en la que había estado bebiendo junto con sus compañeros. Comenzó a chillar, quejándose, pero con un gruñido lo callé, presionándolo sobre la mesa. - Te dije que no me tocaras. Y no te atrevas a hablar de ella. Malditos niñatos. Es que esto se ha ido al infierno mientras yo no estaba! - grité, mirando alrededor. - No sabes con quién hablas? - Habla con el Lobo Blanco. El último de los Blackner, una de las familias de Cazadores más antiguas. Una de las últimas familias. - Desde la barra, probablemente desde la cocina, un hombre mayor, de pelo corto canoso y piel morena, de rasgos que dejaban ver sus orígenes indígenas y ojos verdes de algún pariente europeo, hablaba con voz calma, mirando la escena como si fuera lo normal en el día a día. Todos comenzaron a cuchichear a nuestro alrededor. - Seguid bebiendo, gusarajos apestosos! Los profesionales tenemos asuntos que tratar. Solté al chico de mala manera, antes de mirar a Sagitas y con un gesto de la cabeza, pedirle que me siguiera. Dejamos los susurros a nuestra espalda antes de pasar tras la barra, hacia el pequeño despacho de dá Silva. - Al menos esta vez no me has destrozado la barra. Te lo agradezco. - me dijo, esta vez en un tono más afable. Sonreí de medio lado. - Camilo dá Silva, aunque me conocen como el Menino dá Silva. Y usted, bella dama, es...
  21. "Criaturas marinas....Profundidades....Venenos..." No negaba que podrían ser libros interesantes, pero desde luego aquello no era lo que estaba buscando. Suspiré, pasándome una mano por la cara, dándome un pequeño momento de respiro. En esos momentos lamentaba no tener ni idea. Pero seguro qeu en aquella librería tenían algo sobre n... Giré distraido, ojeando los libros en los estantes, por si un barrido rápido me orientaba, aun con el olor a café, como si me llamara. Parecía venir de la planta superior y con un poco de suerte, me despejaría las ideas antes de seguir buscando. Fue aquel giro, en el que tampoco esperaba cruzarme con nadie por el silencio del lugar, que casi choqué de bruces con una joven de pelo rubio que sostenía un libro en las manos. - Lo...lo siento. - dije, notando que me sonrojaba. - Es...yo... Cerré los ojos un segundo. - Prestaba más atención a los libros que por donde iba. - me disculpé, aunque algo torpe. - Si quieres aprender sobre demonios, mejor tratar con ellos que leer libros. Aunque no siempre es agradable. - señalé el libro que sostenía en las manos - Mejor echarle primero un vistazo a ese libro. Por cierto, soy Matt.
  22. Juicio de Osiris. Sala de las Verdades. Mi mente estaba confusa, turbia. Como el agua del lago que agitas con una rama y de pronto se mezcla con el lodo del fondo. No recordaba como había llegado allí, pero veía la preocupación en Sagitas, y eso me dijo que no estábamos en casa, ni en Siwa. Algo me decía que no estábamos en un sitio físico. Al menos oir el nombre de Artagracia la hizo sonreir un instante. Seguía mirándola, intentando ordenar los pensamientos, tratando de recordar qué había pasado. Observé su mano extendida, invitándome a seguirla. Quise alargar el brazo, pero lo notaba dormido. Notaba parte del cuerpo entumecido, y de pronto, mi cerebro reaccionó en un estallido de dolor. Miré asustado a Sagitas hasta que una ligera risita me distrajo. - Por un momento creí que no lograría traerte hasta aquí. - Osiris parecía complacido, aunque no estaba seguro del motivo. Reparé en la balanza tras Sagitas y de golpe, ahora si, comprendí lo que estaba pasando. Volví a mirar al dios, negando con la cabeza. - Tranquilo. Hice un trato con ella. Y yo cumplo con mi palabra...si es lo que quieres. Desconfiaba, pero algo pasaba....donde fuera que estuviera Sagitas, porque desde luego su cuerpo físico no podía estar en la habitación de Osiris. Ella parecía nerviosa, y de pronto cayó al suelo, como si hubieran tirado de ella. "De ella, no de mi. Solo piensan en sacarla a ella" pensé, descartándolo al instante. No podía pensar en lo que significaba. Alargué la mano, agarrándome a ella. El silencio pasó al ruido. A gritos, a olor a humo, y a tambores rítmicos acompañados de voces. La explosión de dolor en mi cabeza, sintiendo de golpe todo lo que debería haber sentido durante horas, hizo que no pudiera respirar, tratando de moverme, como si huir ayudara a que dejase de doler, agarrándome con toda la fuerza que podía a lo que sostenía mi mano. A Sagitas.
  23. Normalmente no paseaba por allí. O tal vez, había pasado mucho tiempo desde la última vez que simplemente había paseado por el callejón. Pero la mañana en el ministerio había sido de todo menos divertida, y en lugar de volver a casa, había decidido dar una vuelta sin rumbo fijo por Diagon. Esa era la idea, hasta que me fijé en un edificio de piedra que destacaba por su tamaño y por el material en que estaba construido. Ladeé ligeramente la cabeza, leyendo el cartel. - House of books... Hacía calor, y aquel cartel de pronto encendió una idea en mi cabeza. Asi que abrí la puerta, agradeciendo el fresco del interior. En seguida, me fijé en las paredes repletas de libros. Si aquel edificio tenía varias plantas, probablemente los libros llegarían hasta las plantas superiores. Metí las manos en los bolsillos y me acerqué a las estanterías, buscando, aunque sin saber muy bien qué buscaba. En realidad me sentía un poco perdido. Entendía de otro tipo de libros, que probablemente allí no tenían. Lo que yo buscaba, más bien, era precisamente aquello que se movía fuera de mi terreno. Me moví entre las estanterías, murmurando títulos aquí y allá, ladeando ligeramente la cabeza tratando de imaginar el contenido de cada libro e imaginando si aquello era lo que estaba buscando. Los elfos iban y venían, atareados con sus obligaciones en la librería, cuando me llegó el olor a café. Definitivamente, aquel sitio no estaba nada mal.
  24. Pues ya estaría. Matt se va, una última vez. Llegó una noche, solo, y se marcha de nuevo, sin hacer ruido, con la compañía de su lobo y de su hija. Un último viaje. Tal vez algún día nuestros caminos se crucen de nuevo.

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    2. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      no te  rías @ Helike R V PB  cuando leí a @ Matt Blackner  justo me estaba yendo a acostar y le respondí desde la cama antes de dormirme, mala mía, creo que por algún otro lado vi una falta que me mandé cuando hago esas cosas >.<

    3. Helike R V PB

      Helike R V PB

      no te enfades mujer! xD (espero no equivocarme de género o.ô) y no te preocupes, que incluso yo, estando sin dormir, tb me mandé sus buenas faltas de ortografía xD y mira que siempre tengo cuidado con eso, pero ese día fue, ¿wtf? y porque me avisó sagis que sino, me voy a tomar por c... jajaja no recuerdo cuál era, pero había metido una "h" en un lugar en dónde no debía... eso sí, mañana a matt, lo acoso (?) supongo que ya se iría a dormir T_T

    4. Darla G Dumbledore

      Darla G Dumbledore

      mi sexo y mi género coinciden con tu mención xDDD

      esa ha sonó en un muy mal lugar xDD

      no sé si iba a dormir o no, pero ignorador serial seguro que es u.u

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