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Melrose Moody

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Todo lo publicado por Melrose Moody

  1. ¿Era posible que Richard Moody estuviera en semejante aprieto? Hacía apenas unas semanas, con un par de motos voladoras, gran cantidad de escobas y ninguna falta de autos deportivos, Richard no tenía siquiera que imaginar una situación así. Sin embargo, luego del edicto y debido a la estupidez de sus inquilinas, así como la rígida disposición de su hermana (Catherine) Richard había tenido que afrontar la absurda realidad de verse reducido a las privaciones de la plebe de Ottery. Sin embargo, eso no representaba un problema mayúsculo al inicio. Sí, haberse desplazado por primera vez en el autobús noctámbulo, tener que apreciar la cara llena de acné del joven que ayudaba con el equipaje y los comentarios absurdos del conductor, había sido cosa pasable mientras tenía la capacidad de silenciar sus conversaciones e imaginar que se encontraba de vacaciones en Italia o de vuelta en la seguridad y comodidad de la sala de música de la cabaña en Luss. Lo más indignante, había ocurrido sin duda ese día, donde un anciano desdentado y desvergonzado recostado sin aspavientos en uno de esos catres de fierro maloliente se había aprovechado de su posición delante del brujo en el bus para soltar unas sonoras ventosidades que, con ánimo de sorna, fingía no haber expedido luego de mostrar ante todo el bus su mejor cara de víctima de la tercera edad, dejando a Richard no solo en ridículo, si no expuesto al escarnio. Después de un par de intercambios subidos de tono con el conductor (que había tenido el cinismo de usar el término "maltratador de abuelitos") Richard estaba más que harto de ese roce pueblerino. -¡DIJE QUE ME QUIERO BAJAR!
  2. Melrose no había pensado (o querido pensar) en lo que había sucedido en aquella ocasión en el bosque, aquel extraño mensaje de las entidades que los miembros de la Orden consideraban sagradas. Todo el asunto la abrumaba y la hacía sentir incómoda, como si el llamado mismo que ella hubiera recibido de Thor fuera alguna clase de embuste. Decir abiertamente que la mismísima personificación de ese poder la había convocado, la hacía sentir como una embaucadora pretenciosa. Sin embargo, era cierto y ella estaba allí ahora porque el rayo en la anterior ocasión había terminado por consumirla. Aún desde los agradables terrenos alrededor, cubiertos de hierba, era fácil distinguir el poder que la construcción ante ella emanaba. Su cuerpo, recubierto con la energía interior que tanto le había costado dominar para poder convertirla en Fortress, se queda paralizado antes de poner un pie dentro del templo. Ve a sus demás compañeras aproximarse a las figuras de ojos velados, las estatuas de mármol. Le resulta increíble creer que ella forma parte de aquello que se guarda al interior de ese templo. No necesita utilizar su bastón corto de metal para saber que hay una energía subyacente, que parece querer penetrar bajo su protección y su piel. Que atrae y repele cosas. Una advertencia muere en sus labios antes de que Despard salga despedido e intenta dilucidar si la han visto, si su idea de qué es lo que sucede es correcta. Finalmente, termina por aproximarse, intentando no estar demasiado cerca de todos ya que conoce a casi todos pero muchos de ellos son tan distintos a ella que no consigue comprenderlos para nada, ni sus motivaciones ni aquello que a veces terminan diciéndole. —Creo que el templo espera encontrar los tres tipos de energía —dijo por fin, sin saludar a nadie, sabiendo que todos modos, nadie está interesado en que ella se presente—. Y sabemos cuál es aquella que puede facilitarnos el trabajo. No entiende por qué y, usualmente cuando no lo hace, a veces tiene que ver con el llamado mismo y no con sus conocimientos, sus ideas o su raciocinio. Melrose camina decididamente hacia la fuente seca y extiende una mano. Es capaz de percibir el aura que parece rodear a la estructura pulida pero persiste. Su mano parece quemarse, fundirse y reconstruirse, todo en cuestión de segundos: Melrose sabe que es el Fortress, nutriéndose de la energía que intenta penetrar su protección, que al hacerlo alimenta el círculo del que los paladines se nutren; por lo tanto, se encuentra en un círculo vicioso de destrucción (o descomposición), nutrición y rápida sanación. Hasta que la protección parece abrirse, fundiéndose con su energía. Melrose se da cuenta que no es capaz de abarcarla y que todo su cuerpo parece haberse convertido en una bola de energía... pero también se da cuenta de que no es la única que parece estar influyendo en su entorno. Hay algo más allí que no comprende, pero que parece estar apoyándola y jugando un papel importante. Tiene que ver con sus compañeras de bando así que podría ser que su teoría de las tres energías fuera cierta pero hay algo más que no cuadra, algo que parece estar encauzando sus esfuerzos. Melrose se vuelve hacia las demás, como si buscara consejo, ya demasiado tarde y luego de haber actuado sin pensar cuando todos estaban esforzándose por ser cautos y cuidadosos. La energía, que recorre su brazo, su pecho, todo su cuerpo como si fuera un calambre, vibra.
  3. ¿Ya viste la mesa de póker de la gala de los Moody? Deja que te desplumen de tus riquezas por una buena causa ¡el apoyo a los más necesitados por la guerra mágica! xD

  4. Catherine Moody La bruja le guiñó un ojo a Bel con una naturalidad asombrosa, tomó otro poco de espumante y suspiró: —Con total honestidad, también yo me pregunto por qué Mel no está aquí. La bruja jamás se perdía un banquete, punto. No había más que agregar, sin importar el motivo. Incluso, Catherine estaba segura, la bruja sería capaz de vestirse de gala y comportarse, solo por el privilegio de quedarse pegada a la mesa de pollo frito y tebo asado. Le preocupaba que la bruja hubiese podido tener alguna clase de desacuerdo con Richard, por inverosímil que eso sonara. Sobre Madeleine, no se siente con el derecho de decir nada, así que le da otro sorbo a su copa para intentar disimular el silencio repentino que la aqueja. Por otro lado... —¿Acaso dijiste Cillian? La bruja se quedó con una expresión entre intrigada y pensativa. Había conocido de manera muy breve al muchacho rubio, debido a que había sido amigo y conocido de Pandora. Catherine misma había visto su desempeño como director del entonces departamento de criaturas mágicas a la distancia, entre admirada y exasperada. Ni siquiera se había dado cuenta del cierto grado de conmoción que sucedía a su alrededor, por la serie de situaciones que se desarrollaban en rápida sucesión, cuando escuchó el sonido de un gong. No era tan escandaloso como para ser irritante pero sí llamó su atención enseguida. Era un pequeño instrumento, sostenido por un elfo que procedió a retirarse. Richard, de manera ceremoniosa, extendía la mano en dirección a Ada. Las luces artificiales y la luz de un candelabro hacían que los colores de su rostro titilaran un poco, resaltando sus ojos miel. Era extraño verlo demudado de sus característicos rizos aureorojizos pero el color parecía resaltar en contraste con el tono oscuro de la máscara. Era la señal para dar inicio al baile. Catherine miró a Bel de lado, con una sonrisa de disculpa. Sabía que su compañero todavía no llegaba y se había adelantado. Con sorpresa, notó también que en una esquina de la sala, se empezaba a organizar una mesa. Lo que también significaba que así como habría baile, también se dispondría de mesas para que los que no deseaban bailar, tomaran asiento, con bebida, para charlar. También, se instalaron las mesas de póquer, donde los acaudalados traficantes de autos de lujo, se codeaban con un grupo de freelancers similares a Mel. Sujetos con habilidades especiales que realizaban "trabajos" para gente acaudalada. Catherine estaba un tanto estupefacta pero no dijo nada. En lugar de eso, llevó a Bel en silencio, aprovechando el sonido de la música para pasar desapercibida cuando se aproximó hacia la esquina en donde se encontraba la ministra de Nueva Zelanda. —Señorita Juv, es casi un milagro verla luciendo un perfil bajo en una festividad semejante ¿le molesta si Bel y yo la acompañamos por un momento? No estaba segura de por qué, pero tenía la impresión de que Richard la asesinaría si dejaba que una funcionaria de alto nivel como ella se fuera insatisfecha de la celebración. Por si eso no bastara, Cath también notó que una vez finalizada la primera pieza (Richard inclinándose hacia Ada en agradecimiento, los aplausos y los suspiros velados de parte de la orquesta le habían dado el toque justo de romanticismo), un maestro de ceremonias empezaba anunciando que habían recibido su primera donación de la noche. ¡Agradecemos la gentil colaboración de la familia Ollivander que ha adelantado nuestra primera recaudación de la noche con cien mil galeones! Una cálida salva de aplausos desde la mesa de los jugadores de póker. Catherine quiso alzar una ceja pero se contuvo ¿Los Ollivanders habían sido los primeros en donar? ¿Y cómo, en pago adelantado? Habría podido jurar que el único Ollivander que conocía, Hessenordwood, apenas había llegado hacía unos minutos a la fiesta. Sin embargo, en lugar de hablar de eso, se atrevió a preguntar: —Me temo que estoy muy oxidada en temas contemporáneos —añadió en dirección a sus dos acompañantes— ¿qué novedades hay justo ahora? @Ada Camille Dumbledore @Rory Despard @Juv Macnair Hasani
  5. Melrose no estaba segura de por qué estaba allí. Es decir, ella sabe que ha sido convocada por el líder de la Orden del Fénix y también es consciente de que la situación últimamente ha sido difícil pero tiene que admitir que no la está pasando mal y que, a decir verdad, desde que sus viejos compañeros licántropos habían dejado de ser acosados por la guerra mágica, se la había pasado más apagando fuegos en tierras extranjeras que otra cosa. Al lado de la devastación que habían sufrido las sirenas en Italia, los rumores de revueltas de los duendes al sur de Irlanda, la quiebra de cientos de negocios escoceses y el hambre y la devastación que había asolado Perú desde que se empezara a exterminar Vipertooth debido al miedo de los muggles, las cosas que sucedían en Inglaterra se le hacían casi un berrinche. Sabía que había gente sufriendo pero ¿cuánto realmente sufrían aquellos que nunca caían en desgracia como todos los demás pobres y desamparados? ¿Que siempre tenían un pan, una varita y una casa para resguardarse del frío a pesar de toda la miseria? De todos modos, esos eran los cuestionamientos recientes que rondaban su cabeza. Nunca se había planteado todas esas cosas antes. Melrose nunca había llegado a implicarse en política y mucho menos en ayudas humanitarias. Se sentía extrañamente vagabunda y vacía. Era también por eso que había decidido hacer caso del llamado de asistir al evento. Después de todo, quizá le haría bien hablar con el anarquista. Quizá él fuese el tipo de persona con la que necesitaba hablar para aclarar sus dudas ¿por qué no? Su primera opción para conversar sobre lo que rondaba su cabeza últimamente habría sido Richard pero Mel dudaba que el "hombre de negocios" pudiera separar sus finanzas de su moral. Por otro lado, estaba Rory. Sabía que el pastor tenía buen corazón pero había algo de él que no encajaba del todo con cómo ella pensaba. Luego, había pensado en Ellie, pero la bruja parecía estar siempre demasiado ocupada en los últimos tiempos. Finalmente, había pensado en ese curioso cuadro del castillo Evans McGonagall: la bruja Pandora. Al final, no había terminado de decidirse. Así que allí estaba, con la esperanza de cruzar caminos con el anarquista durante algún momento de la noche. Era un espacio tibio y algo húmedo, con el sonido de las bandas rompiendo el silencio. Agradables conversaciones parecían estar llevándose a cabo aquí y allá; era un ambiente placentero como no había experimentado desde hacía mucho (excepto por los días que pasaba tranquilamente en casa). Las luces también invitaban a sentarse en el pasto a contemplarlas, a compartir un trago y hacer amigos. Al menos, eso imaginaba Melrose, que nunca había sido especialmente sociable o resaltante antes de su licantropía y no mejoró después de esta. De todos modos, la bruja encontró con rapidez al líder. Cuál no sería su sorpresa al verlo rodeado de gente. Si bien amable, el pastor no parecía ser precisamente un blanco de popularidad, así que eso desencajó un poco sus expectativas. Se aproximó con precaución, notando que había muchísimas personas que no conocía. Reconoció a Lunita y a Darla Potter Black: la primera le agradaba y parecía ser una persona muy atenta y de confianza. A la segunda no la conocía en profundidad y le causaba cierta desconfianza (o tal vez, solo lucía intimidante, Mel prefería mantenerse al margen). También había un chico colgado de un tobillo, un muchacho rubio muy hermoso y una pareja que Mel no había visto ni en pelea de perros. No había ni señal del anarquista. Decidiendo que su deber estaba primero, la bruja se acercó al grupo con cautela. Saludó primero a Lunita y luego a Rory. Si alguien preguntaba, obviamente diría que lo hacía porque los conocía debido a los contactos de la familia Evans McGonagall: hacía ya un par de meses que había aprendido a ser más cauta respecto a sus vínculos con la orden. No había escuchado ni siquiera los últimos trozos de conversación pero todos lucían muy invertidos en ello ¿de qué podrían haber estado hablando? —Ehm... buenas noches ¿ocupados? —sus ojos se clavaron en los presentes con la fijeza que le era característica cuando se mostraba como un ser atento a los detalles, como si acechara— Solo pasaba a saludar —alzó la mano agitándole en dirección a Lunita y Rory, esbozando una pequeña sonrisa—. Un gusto verlos aquí, chicos —sus ojos rodaron alrededor del cúmulo de desconocidos y se limitó a hacer una venia vaga en dirección a ellos—. Ehm... si están ocupados puedo volver más tarde... Porque, de todos modos, era mejor que buscara al "anarquista" ¿o no? ¿De todos modos, realmente estaba ese chico rubio así de cerca del pastor porque Rory así lo quería? Mel no sabía qué hacer o decir primero, así que al final se quedó quieta y a la espera. @ Luna Gryffindor Delacour @ Rory Despard @ Darla Potter Black @ Syrius McGonagall @ Helene Eloise Bellerose @ Cillian
  6. Holaaa venía a hacer una consulta. Básicamente, es que cuando roleo por el CMI casi siempre uso 3 pjs para mis roles, pjs recurrentes que llevo roleando por años, así que pensé en darles algo de formalidad. Uno de ellos ya tiene ficha de pj secundario y el otro no. Mi pregunta es ¿pueden estos pjs figurar dentro de mi apartado de empleos del cmi? Los tres tienen "ocupaciones" distintas pero siempre los ando vinculando al trabajo del pj principal, entonces pensé que sería más fácil para aquellos que recién empiezan a rolear conmigo si es que podía hacerlo formal para que puedan leerlo en mi ficha si desearan fijarse y pudiesen reconocerlos. Yo imagino que para poder hacer eso tendría que crear la ficha del segundo personaje secundario pero no quiero darme el trabajo (la verdad) si luego resulta que no puedo inscribir su empleo. De todos modos, pregunto porque siempre se me ha hecho más cómodo rolear varios pjs a la vez y bueno, se que puede ser engorroso para alguien que no esta acostumbrado a rolear conmigo. Gracias de antemano a quien pueda responderme o/
  7. Catherine Moody A Catherine no le había pasado por alto la cortesía de Darla y todavía le daba vueltas al asunto aún estando junto a Bel. Era como si de pronto, todo hubiese empezado a florecer ante ella, la sociedad que había dejado de lado, las personas que había desestimado o simplemente olvidado porque no se encontraba bien bajo ningún estándar. Mientras tanto, sus manos sujetaron brevemente las de Bel; ella intentaba enfocarse lo mejor que podía: no podía seguir culpándose por haber tratado de manera terrible a aquellos a su alrededor durante el tiempo en que no se había encontrado bien. Tenía que pensar más bien en compensarlo de alguna forma, en lugar de lamentarse. —Dónde están mis modales —agregó en dirección a Evans con una venia de disculpa mientras tomaba una copa de champaña de una pequeña bandeja cargada por un elfo diligente que pasaba por allí—. Por favor, ten un poco de espumante, está delicioso. Por supuesto, era una nueva faceta que mostraba a todos y Bel. Esperaba que la bruja no lo encontrara extraño y pudiera adaptarse a ella pronto. Richard Moody El brujo intentaba darse a basto pero era difícil. Eso era parte del reto: tenía que admitir que hacía mucho que no se había esforzado por hacer actividad alguna. Era un buen ejercicio mental y físico. —Debo concordar con la Madame Dumbledore —se apresuró a agregar Richard—. Hoy usted se ve radiante, señorita Bellerose. Por el rabillo del ojo, Richard alcanzó a notar dos figuras de las que no se había percatado antes. Los elfos no habían dado ninguna alarma, así que suponía que al menos una de ellas debía tener una invitación, como en el caso de Leonid con Hélene. Sin embargo, no tenía tiempo de revisar su lista y pasar desapercibido al mismo tiempo, por lo que descartó la posibilidad de averiguar quiénes eran en ese momento. Solo esperaba, que la misteriosa interacción de la bruja seguida de cerca por un mago, fuera tan solo eso: una interacción entre amigos, si bien poco ortodoxa. Por si eso no bastara, notó que otra persona definitivamente no invitada y con una máscara más fea que la cara de Evans McGonagall se aproximaba justamente a la condenada pelirroja... o así pareció al inicio, hasta que se quedó petrificado en medio del recibidor. Richard había estado a punto de excusarse con sus invitadas para intervenir, sin embargo se detuvo al final, al ver quién se acercaba a éste. Solo lo había visto una vez antes de eso, en compañía del pastor y eso no cambiaba su impresión de saberse frente a un semejante. Amusgó los ojos y se desentendió del asunto. Catherine estaba allí cerca, ella podría encargarse de Hessenordwood. Ese día no tenía intenciones de lidiar con alguien que era casi igual de "puntilloso" que él. Así que en lugar de armar una escena (recordándose que para empezar, ya no poseía la libertad de armar una) se volvió hacia Dumbledore y le pidió los dos primeros bailes, si eso era posible. —Es una formalidad —le aseguró, esperando que el pedido no le resultara invasivo— pero considero que usted lo haría de forma excelente. Era evidente que también estaba el asunto de lo conveniente que sería para Richard abrir el baile de la mano de la ministra de Magia francesa pero eso era apenas una "pequeña" ventaja. Había considerado pedírselo a Yaxley primero pero sabía, sin explicarse del todo por qué, que eso no funcionaría en su vínculo con la bruja. La conocía apenas un poco más que a Dumbledore pero le daba la impresión que ambos no llegarían a compartir un baile jamás en sus vidas ¿secretos? ¿Información conveniente? Tal vez. Eso sí, jamás un baile. Frakin - Elfo de planta ¿Demasiado pequeño él, Frakin? Frakin jamás se había sentido tan insultado. Había cierto grado de orgullo, un orgullo profundamente oculto, en el grupo de elfos que trabajaba bajo su mando en el evento de ese día. No era que no pudieran ser serviciales o que no disfrutaran de su condición de servicio para con los humanos. Sin embargo, su proximidad con los círculos de los duendes le habían dado cierta perspectiva sobre su condición. Tomaban orgullo en lo que hacían, aún si la paga no era grande y sus servicios eran siempre impecables. Frakin se acomodó el smokin y siguió al mago, tomando cada pequeño detalle de sus instrucciones, dejando que lo acompañase y, en suma, mostrándose siempre correcto y a cargo de cada indicación. Si pensaba que él se negaría o cometería un error, el humano se equivocaba por mucho. Sus servicios para eventos no habían recibido jamás crítica alguna y así seguiría siendo. Frakin suspiró: siempre ser valet parking era el trabajo más agotador de todo el servicio, por inverosímil que eso sonara.
  8. Precisamente, estaba dándole un segundo sorbo a su champaña, cuando un pequeño elfo se acercó con un sujetapapeles. Tenía un porte casi gracioso, de no ser porque su pequeña ropa estaba adecuada para él de forma tan puntillosa y precisa que en realidad resultaba inquietante. Era evidente que no había ni un solo hilo fuera de su lugar. Si alguien pendiente de los detalles (o más bien frenético) le echaba un ojo, se le haría claro que había mucho más en esa fiesta de lo que saltaba a la vista tan solo con ver los trajes de aquellos encargados de llevar el conteo y servir las bandejas. —La señorita Yaxley ha llegado. Richard asintió y recibió el pergamino con la lista de invitados que el elfo le alcanzaba. La plegó con cuidado y despidió a la criatura con un gesto relajado. Esta se dirigió enseguida hacia la entrada, de donde había provenido, encargado con el mensaje para el anfitrión. En la lista, el nombre de Maida Yaxley había sido cuidadosamente tachado, de la misma forma en que el elfo tacharía cada nombre de aquellos que llegaran (o escribiría el nombre de posibles advenedizos). Eso, se replicaría mágicamente en la copia que le acababan de entregar a Richard: así era cómo el anfitrión se enteraría de cuántos invitados asistirían y sabría sus precisas identidades aún cuando no pudiera reconocerlos entre ellos una vez en la fiesta debido a las máscaras (por supuesto, algunos otros saltarían a la vista). Catherine prosiguió a su lado, en silencio, cuando se dirigieron al salón de baile y luego hacia la recepción. Las primeras dos invitadas, Maida Yaxley y Bel Evans McGonagall, ya se encontraban con sus antifaces. Para sorpresa de Richard, no eran las únicas. Una comitiva importante de personas debía haber llegado apenas poco después porque Richard los encontró a todos reunidos en el recibidor, algo inesperado, ya que ni siquiera había tenido tiempo de revisar el pergamino por segunda vez. Dumbledore's. Sí, no alcanzó a distinguirlos por identidad a cada uno pero dio un rápido vistazo a su pergamino para asegurarse, antes de acercarse del todo. La flamante ministra de Nueva Zelanda. Richard se sintió satisfecho de sí mismo en su fuero interno: ese era exactamente el tipo de personas de quienes había esperado asistencia, personas importantes y adineradas que pudieran contribuir no solo a su causa de socorro si no también que permitieran que él empezara a navegar las aguas de la sociedad mágica, tal cual hiciera hacía muchísimo tiempo atrás. Hay otra pareja que no le pasa desapercibida tampoco debido a que conocía a uno de ellos: Darla Potter Black, conocida miembro y alto rango de la Orden del Fénix, además de una persona vinculada estrechamente, con muchas familias londinenses y funcionarios importantes del ministerio. El último apellido que había registrado tachado en la lista antes de aproximarse había sido Crouch pero ¿no era eso imposible? ¿No había acaso conocido a ese hombre hacía mucho tiempo en los bosques, buscando los rastros de un tesoro en medio de una misión y éste había llegado acompañado del pastor Despard? Pero eso había sucedido hacía mucho tiempo. No entendía por qué o cómo eso se colegía con su presencia allí, hasta que se aproximó al grupo que empezaba a verse nutrido, allí en el recibidor. Muchos magos y brujas, de distintas familias, intereses e índoles, que se congregaban sin parecer con mucho ánimo de ingresar todavía. Richard, ya más seguro, terminó de aproximarse y abrió los brazos con un gesto de bienvenida, los ojos castaños brillando bajo el antifaz de color blanco. —Sean bienvenidos al baile de los Moody. Es un placer tenerlos a todos aquí. Como si hubieran estado coordinados (en realidad lo estaban, gracias a Catherine, que no se había acercado del todo si no que había visto de arreglar ese pequeño detalle) apenas había dicho esas palabras cuando la banda que se encontraba en la parte exterior que daba al jardín de flores empezó a tocar con suavidad una melodía. Catherine empezó a aproximarse hacia los invitados también y Richard aprovechó para acercarse a los Dumbledore y Bellerose. Al acercarse, se dio cuenta de que conocía al acompañante de Bellerose. Eso se le hizo extraño pero no comentó nada al respecto. A quienes había esperado conocer más a profundidad eran Ada Dumbledore y Helene debido a su posición e influencia en los ámbitos franceses. Eso no hacía descartable al chico, por supuesto, solo alguien a quien Richard evaluaría de cerca antes de emitir un juicio. —Veo que ya se conocen —dijo, fingiendo ignorancia respecto a su conexión. Inclinó la cabeza hacia Ada, Helene y Leonid. En ese preciso instante, los elfos empezaron a recorrer el recibidor para ofrecer las primeras copas de champaña y espumante—. Me alegra ver que van sintiéndose cómodos. Por favor, no olviden que pueden visitar el jardín de flores, las mesas y las exhibiciones. Estaría encantado de ayudar y... —su brazo se deslizó hacia un lado, para dar paso delicadamente a una figura que hasta ese momento había estado próxima pero no acoplada al grupo que ellos habían formado sin darse cuenta— también, no me olvido de la señorita Yaxley por supuesto —Richard mostró una sonrisa deslumbrante—. Disculpen que desconozco si han cruzado caminos antes. Ella es una persona agradable e importante que ha venido a presenciar este evento con la mejor de las intenciones—luego se volvió en dirección a Maida—. Madame Dumbledore esta aquí por una invitación expresa al igual que usted y Madame Bellerose también hizo el favor de asistir gracias a que alcancé a formalizar la invitación a tiempo—Richard hizo un gesto parco, como si pidiese disculpas por lo acelerado del proceso a pesar de todo— Es un honor. No quería parecer grosero, así que también presentó a Leonid con Maida Yaxley, aunque todavía era un misterio para él saber qué conexiones lo habían impelido a asistir ¿se encontraba acompañando a la señorita Bellerose, en calidad de miembro de la familia Evans McGonagall o simplemente como miembro de la Orden del Fénix? Era algo para desentrañar más tarde, pues sabía que el mago era un miembro relativamente reciente de la sociedad londinense. Sí, presentaciones algo abruptas, quizá faltando un poco a la debida etiqueta, era consciente de ello pero no le bastaba con estrechar lazos con todos los presentes. Necesitaba también que se conocieran un poco entre ellos ¿o...? Catherine Moody El nerviosismo de Richard en su punto álgido había sido un poco contagioso pero para el momento en que alcanza el recibidor, Catherine ya se encuentra tranquila. Cuando se aproxima hacia la entrada, su vista se dirige automáticamente hacia Bel, Darla y Lunita. Las conoce mucho más que a los demás, así que decide recibir primero a Darla y Lunita, que van acompañadas de un muchacho que se encuentra conectado con la primera del brazo y otra figura con antifaz que Catherine esta casi segura de que no puede ser otra que la primera ministra de Nueva Zelanda (¿o se equivoca? Se había aproximado al par de pelirrojas y al chico casi al mismo tiempo que Catherine). La anfitriona por su parte se aproxima con pasos moderados, algo dubitativa al inicio, pues solo desea darles la bienvenida y no interrumpir su velada. Richard ya les ha dado una cálida acogida a todos, claro, pero quiere ser más próxima con ellos debido a que los conoce más. —Hay música, comida y bebida de sobra, siéntanse como en casa —es lo que dice luego del saludo, haciendo una breve inclinación en señal de respeto y esbozando una sonrisa. Sus modales, por supuesto, son impecables pero es más que eso. Tiene la vista centrada, el tono conciliador, moderado. Es alguien totalmente distinta a la persona de recuerdos manipulados que habían conocido la primera vez, la líder impulsiva que había tomado el lugar de Pandora, la esposa de Kaiser ajena a la realidad, la mujer enloquecida de pena y sufrimiento de hacía un año. Nunca, como en ese momento, había vuelto a ser ella misma. —Espero puedan disfrutar este momento. Si tienen cualquier consulta, no duden en preguntarme —Catherine señaló el salón—. Quizá en este momento pueda resultar un poco intimidante debido a que no estamos del todo copados pero pueden usar el jardín de flores para bailar con un poco más de intimidad si así lo desean o tal vez disfrutar de las exhibiciones, ya sean las pinturas o los vinos—acotó. Les informó también que cualquier cosa en la fiesta, excepto las exhibiciones, estaba a su completa disposición y que podían pedirle a los elfos que prepararan otras cosas si no encontraban nada de su agrado en las mesas. También les comentó de que habrían varias actividades a lo largo de la velada. Le pareció que recibían sus palabras con avenencia; lo único que le causó cierto conflicto fue el hecho de que ver a Lunita le recordaba a Madeleine, debido a que sabía que eran próximas, y estaba segura de que su "hija" no asistiría. Catherine tenía la corazonada de que todavía le guardaba rencor, así que solo esperaba que, al menos, no recomendara a Eileen seguir sus pasos para faltar ese día. —Si me disculpan, pasaré a saludar a Bel Evans McGonagall, ahora —prosiguió—. Aunque espero poder sumarme a ustedes más tarde. Por favor, no teman llamarme si me necesitan. ¿Hacía cuanto que Catherine había sacado a relucir sus habilidades sociales? Ni siquiera tenía registro del asunto, fuera dicha la verdad. Mientras se aproximaba a Evans McGonagall, se dio cuenta también de que la mujer se encontraba todavía sin compañía, seguro solo de momento. —Bel —dijo no sin cierta confianza, después de todo, a pesar de sus diferencias ambas eran Evans McGonagall—. Me alegro de que pudieras asistir. Era una frase algo cliché pero no por eso menos cierta. Hacía mucho que no había podido conversar con la bruja (ni con nadie además de los Moody y algunos Evans en realidad) así que poco o nada sabía de lo que había sucedido con los demás, con su sociedad, con el mundo. El hecho de prácticamente haber perdido la cordura hacía año y medio tampoco había ayudado pero allí estaban ambas ¿qué era lo que había sucedido con ella? Había mucho que quería preguntarle pero... estaba muy desacostumbrada a conversar. Frakin - Elfo de Planta El elfo se aproximó apurado hacia el par de figuras que se había escurrido desde la arcada. Quizá, porque era un elfo pequeño, no habían alcanzado a notar que intentaba llamar la atención de ambos visitantes, con todas sus fuerzas. —Mis queridos señores —dijo entonces, cuando por fin pudo alcanzarlos, ya bastante cerca del recibidor—. Permítanme las llaves de su auto, para poder acomodarlo en la estación correspondiente para ello. ¿Los magos? No eran muy fans de los autos, voladores o no. Sin embargo, Richard sí que lo era, así que había pensado incluso en eso al momento de organizar el evento. El elfo, por consiguiente, extendió su pequeña manita para recibir las llaves. Si aquellos dos invitados deseaban retirarse más adelante, les traería el vehículo de vuelta en un abrir y cerrar de ojos pero mientras tanto, no podía quedarse en el exterior, tal cual indicaba la adecuada etiqueta del evento. Para eso estaban los valet parking como él. @ Helene Eloise Bellerose @ Juv Macnair Hasani @ Rory Despard @ Hessenordwood Crouch @ Syrius McGonagall @ Maida Black Yaxley @ Ada Camille Dumbledore @ Darla Potter Black @ Danny Lestrange @ Luna Gryffindor Delacour
  9. Muchos meses después de recibir esa inesperada lechuza, Richard observaba los preparativos para la celebración desde el mirador instalado para la ocasión. Era un espacio confeccionado de manera artificial, adornado con madera blanca tallada, hadas, luces flotantes con forma de estrellas y máscaras de colores negro y áureo. La vegetación que rodeaba la glorieta, era también agradable a la vista. Richard soltó un suspiro y descendió por los escalones empedrados que formaban una espiral, rodeando la elevación coronada con el mirador. Permitía tener una clara vista de la parte del bosque adornado, un atisbo del lago y las largas y cómodas instalaciones del salón de baile. El evento, que había sido calculado hasta el más ínfimo detalle, había sido una total sorpresa para los miembros de la familia. Por supuesto, todos habían sido invitados pero Richard no estaba seguro de que sus miembros asistieran, fuera de él mismo y Catherine, que eran los anfitriones. La mayoría de los Moody eran hoscos, poco dados a las reuniones formales y mucho menos en ambitos de socialité. Richard, que siempre había tenido un perfil bajo dentro de la sociedad mágica de Ottery debido a su condición, se veía ahora en la necesidad de dejar esa faceta atrás y adecuarse a otras necesidades que había traigo consigo la guerra. Una de ellas, y quizá la más urgente, era establecer contactos con las familias importantes de Ottery. La lista, que había sido cuidadosamente estudiada, buscaba reunir a personalidades de diferentes ámbitos del mundo mágico: deportistas, artistas, amantes de Baco, comerciantes y aristócratas (muchos de ellos, congregaban varias de esas categorías). También, si bien con cierta reticencia, había decidido incluir políticos y periodistas. De hecho, Richard había evitado del todo ese mundo a propósito en épocas recientes debido a los problemas que eso le había traído en su vida con anteriodad, por lo que había buscado una persona conectada y adecuada que, sin embargo, no representara un riesgo muy grande y con quien pudiera tener una charla propia y cordial. Al final, para ese ámbito en específico, había terminado decidiéndose por Maida Yaxley. Sin embargo, Yaxley no era la única invitada (aunque sí la única miembro de esa familia a quien había extendido la invitación debido a lo fuertemente conectados que estaban con el ministerio): diversas familias del ámbito de la magia habían recibido una solicitud, si bien había intentado no exponerse demasiado en esa primera reunión. La excusa que daría en caso hubieran futuros altercados sería como es obvio, que no había considerado que figuras importantes pudieran asistir a su "modesto" baile, si bien el baile no tenía nada de modesto. No todos eran demasiado ricos, algunas de esas personalidades aportaban a Richard otro tipo de cosas que podrían resultar interesantes y útiles en los proyectos en los que pensaba embarcarse a futuro. Era la primera vez, en casi 250 años, que buscaba establecer aliados y se exponía tan abiertamente en el mundo mágico. No podía negarse que era inevitable cierto componente de nerviosismo. El smokin, sin embargo, era impecable, al igual que la corbata michi, los zapatos que por poco reflejaban la luz de la luna y su cabello adecuadamente peinado hacia atrás y fijado con magia; solo un mechón muy fino y calculado de su cabello pelirrojo, caía por uno de los lados de su rostro para enmarcarlo. No había ni rastro de los bucles desordenados, de los piercings, de sus trajes de estrella de rock. Ningún pantalón de cuero, ninguna hendidura sospechosa en la ropa. Todo estaba limpio, fino, adecuado. Todo tenía que ir acorde a lo esperado y, si eso sucedía, Richard empezaría a tener la vida social activa y política que había abandonado desde que la madre de los gemelos muriera en el incendio de la abadía hacía ya más dos siglos. Richard iba adecuando aquí y allá algunas de las luces que colgaban de árbol en árbol al pasar. El venue del evento, eran los terrenos Moody en Ottery. Los viejos escombros del castillo habían sido retirados, la cabaña destartalada había sido invisibilizada con magia, se había establecido una recepción y un recibidor. Estos se encontraban al aire libre, bajo una arcada iluminada que anunciaba la temática del baile: "Carnaval de Venecia". Luego se podía avanzar a través de un camino iluminado con antorchas, alfombrado y acordonado con tonos vino, para que se pudiera apreciar las exposiciones de pinturas al aire libre sobre caballetes de madera y esculturas de mármol. Se había adecuado el salón de baile con mostradores en el recibidor, para poder encargar los abrigos, sacos y bolsos en la parte delantera, con grandes almacenes de ropa ocultos a la vista. Había también máscaras negras para los ojos, con adornos simplistas, para aquellos aristócratas con dinero pero sin muchos ánimos de sentirse creativos aquella noche o que eran más bien austeros. Se ingresaba a través de puertas delanteras que se abrían hacia los lados: el salón de baile era una extensión amplia, con un piso de madera lustrada instalado por elfos domésticos para la ocasión. Había largas mesas de comida a los lados y el espacio de baile era casi absurdo en su magnificencia. Adornos de flores con rosas blancas, rojas, magnolias, tulipanes, todo dispuesto con exquisitez. A ambos lados, había puertas abiertas, que invitaban a los comensales a asomarse a los jardines. Del lado izquierdo, estaba instalada la banda, en una parte cubierta con un toldo blanco puro, junto a unos artistas vestidos con los trajes tradicionales del carnaval veneciano que iban haciendo magia llamativa sin varita, rodeados de un cerco tupido de árboles. Del lado derecho, se extendían los terrenos despejados, que mostraban más mesas cubiertas con manteles y manjares diversos: fuentes de chocolate, confitería, pasteles, sopas de todos los sabores, cremas deliciosas, papas asadas, cocidas, ostras, camarones y otros productos marítimos, preparados o sazonados, ya fuera sobre bandejas con enormes cubos de hielo o en copas adornadas. Paté, trufas blancas, foie gras, jamón ibérico, caviar. Cada mesa parecía estar dispuesta para todos los gustos, desde los más exquisitos a los más mundanos. Tendrían un público diverso. Una tropilla de elfos domésticos vestidos todos con los mismos tonos en blanco y negro, pasearía por los terrenos llevando copas y otros elementos a pedido de los invitados cuando estos llegaran. Había champaña y también una zona en donde se exhibían importantes colecciones de los vinos más antiguos que Richard tenía. Habría una serie de actividades: habían programado entretenimiento, una exhibición al aire libre, un paseo en botes en el lago que se encontraba al lado derecho de los terrenos despejados , una "carrera de valor" en un camino trazado con cuidado (y por ahora bloqueado con magia) que se internaba en el bosque que lo rodeaba todo, una subasta. Finalmente, fuegos artificiales al concluir la noche. Richard estaba cada vez más y más tenso. Era raro en él, sentir tanta emoción repentina. Entonces, notó el roce de una mano blanca y delgada sobre su antebrazo. Se volvió para ver a Catherine con un vestido negro, de espalda descubierta y tacones a juego, observando todo con una expresión sobria. Llevaba un moño elegante a la altura de la nuca, el cabello recogido ligeramente hacia un lado de forma que rodeaba su rostro otorgándole porte y un collar de perlas con aretes y una pulsera a juego. Hacía mucho tiempo que Richard no había visto a su "hermana" así. Casi no parecía la viuda demacrada y consumida por la nigromancia que luchaba por recuperar la cordura hacía apenas un año. Era cierto que lucía pálida y su cuerpo nunca dejaría de sentir y seguir pagando el precio por los estragos de la magia negra pero con la iluminación clara de esa noche, la luz de la luna, la ropa y las disposiciones, casi lucía radiante. Podía notarse a metros de distancia, que sabía manejarse en un espacio como ese. —Descuida, todo irá bien —masculló. Richard asintió y notó como sus músculos se relajaban. Era cierto y, aún si no resultaba como había pensado, siempre podría pensar en alguna otra estrategia. Tomó un vaso de champán y le dio un pequeño sorbo. Apenas en unos minutos, los invitados empezarían a llegar.
  10. Seño, en qué momento leveleó tanto, yo quedé clown xDD

  11. Melrose reacciona a las palabras de Bel antes darse cuenta, acercándose automáticamente al desconocido. Sus ojos otean el espacio cuando los vidrios rotos han caído ya al suelo. La sacudida había sido tremenda. Mientras tanto, Catherine se había movido más rápido que cualquiera: en realidad, había sido casi un instinto. Quizá hubiese sido hacía mucho tiempo pero recuerda perfectamente lo que significaba ese castillo, quiénes son los Evans y, sobre todo, cuando ella misma había ejercido una posición en la familia. Sus manos pasan rápidamente una capa de tela gruesa por encima de la cabeza de Bel. Es consciente de que es la persona más vulnerable del grupo, aunque eso no parece importar a Richard. Éste, en lugar de correr hacia un miembro del grupo, se había precipitado a la ventana luego del estallido (lo que, si pensaban a profundidad, era una estupidez, porque inmortal o no, seguía siendo capaz de sangrar). Se había apegado a la pared de piedra entre dos ventanas antes de asomarse y se había refugiado allí mismo con una sonrisa ladeada en su rostro. Un rayo pasó rozando su frente por apenas un par de centímetros. —Van en escobas, casi podría jurar que Nimbus 3000 —¿Cómo diablos era que sabía eso? Melrose le había dirigido una mirada preocupada pero Richard se encogió de hombros todavía sonriendo, con su pecho subiendo y bajando a gran velocidad. Era extraño verlo entusiasta casi en ninguna situación. Melrose solo podía suponer que era en momentos como esos en donde realmente se sentía vivo, luego de arrastrar tantos años encima en situaciones cotidianas y no cotidianas que no representaban un peligro mortal—. Pero ese bastardo me las va a pagar. Richard alzo la mano estirando los dedos como si fuesen garfios y luego distendiendo los dedos al girar la muñeca. Melrose, atenta, escuchó un crack que rompió el silencio subsiguiente al primer remezón y la explosión de los vidrios. Se escuchó un grito al exterior, que Richard aprovechó para asomarse, antes de volver a su posición, a cubierto, cuando varios rayos más cruzaron la ventana en el espacio donde antes había estado su cabeza. Con un gesto atemperado y casi amable, Richard le indicó a Melrose con la mano que se llevara al invitado fuera de la habitación. Tenían que bajar junto con Bel y Catherine (o eso supuso Mel que quería decir Richard). Mientras tanto, el invitado había estado en sus propias preocupaciones. Mel no sabía donde estaba su varita pero entendía por qué le molestaba no tenerla en una situación así. Asintió en su dirección y ambos salieron de la habitación, dejando a Richard atrás. Si bien el invitado se adelantó a ella por mucho y para cuando llegó a la biblioteca, él ya se estaba dirigiendo a Bel, informándole sobre los atacantes, a cambio se ganó las risas de Richard en la retaguardia, a sus espaldas, que susurraba cosas acerca de palos de escoba endebles. Mel, en realidad, a pesar del peligro inminente y la perspectiva de enfrentar desconocidos armados, pensaba más bien en el carrito de fiambres volcado del segundo piso. Había sido descorazonador y un desperdicio tremendo.
  12. Helene. Mel inclina la cabeza al verla y se vuelve hacia el mensajero que hasta ese momento ha estado vertiendo la información que necesita. Tiene la impresión de que no es suficiente: siente que, a diferencia de la mayoría del bando, ella no es un depositario demasiado volcado hacia La Orden del Fénix. Tiene la impresión de que todos conocen más de su significancia, su sacrificio, su lealtad y todas las demás cosas. Intenta fundirse con el espacio, fijando la vista en él mientras intenta asimilar que tiene que buscar un par de cabras e intenta no pensar en leche o la cena. Sus pasos se conducen con naturalidad en un ir y venir constante. A pesar de que el primer individuo con quien trabara conversación no le ha contestado, le parece que no necesita respuesta: no parece ser que vaya a llegar alguien más. No está segura de cómo proceder a continuación. Se decide por una aclaración de garganta, arrepitiéndose al punto cuando las miradas se fijan en ella. —Creo que deberíamos partir —casi puede sentir los rayos de sol ambarinos y naranjas deshaciéndose en el horizonte—. Si no, no lograremos conseguir eso que estamos buscando.
  13. Richard observa descaradamente al recién llegado. El hecho de que llegara junto a Despard no le preocupa, si no más bien la forma en la que se conduce. Preocupación, tal vez, es una palabra demasiado grande para los sentimientos desdibujados de Richard pero es lo más cerca que puede estar de ello, para una persona que ha vivido tanto, que ya los sentimientos no le alcanzan del todo. Al menos es un alivio saber que alguien más en la comitiva sabe que no es necesario vestirse como un pordiosero solo porque se está yendo a una "excursión". Es una lección que Melrose (o la propia Ellie, cuya llegada y evasión de su mirada no se le ha escapado) parece no querer aprender por más ahínco que Richard le ponga. Richard pica una salchicha con un palo y empieza a masticar con lentitud, sin molestarse en planificar. En lugar de eso, toma la carpa de lujo que había tomado de casa y tironea de Melrose para que se la instale. Melrose mueve su varita distraídamente un par de veces antes de poder armarla bien. Richard se disculpa con los presentes antes de ingresar para tomarse una ducha de agua caliente. Mel toma una salchicha del fuego y se vuelve hacia los demás. Ahora, más que nunca, siente patente el hecho de que ser tan poco sociable la afecta. La mayoría se conoce allí de antes por alguna misión con la Orden del Fénix. Ella, a pesar de reconocer varios de los rostros, no ha tratado mucho con ninguno en realidad. —En ese caso, intentaré dormir un poco —dijo Mel con voz tímida, tirando de Ellie que parecía haber perdido la capacidad de resistirse—. Ellie también. Si alguien más quiere pasar a dormir, hay una cama extra y podríamos acomodar a más personas... Su voz se fue apagando a medida que se daba cuenta de que nadie parecía prestarle real atención, así que terminó por meterse a la carpa. Toda la conversación acerca de dietas vampíricas, la ausencia de Kaori y el hecho de que tenían que estar alertas la había dejado exhausta. Además, Ellie no parecía ser ella misma por algo que a Mel se le escapaba y había sido ella la más reticente a descansar allí. Esperaba que no le guardara resentimiento por haberla arrastrado al interior sin más. @@Hessenordwood Crouch @@Sophia Elvira Mackenzie @@Ellie Moody @@Rory Despard @@Valkyria Karkarov
  14. Catherine aparece directamente ya frente al muro de ladrillos. El espacio estaba como siempre: descuidado y desierto. Toma la mano de Pakami y se asegura de que se mantenga a su lado en lo que parece ser un callejón sin salida. Sus labios forman las palabras "deliciosa manzana", tocando con su varita el quinto ladrillo contando desde la izquierda, a 15 ladrillos del suelo. Es apenas un susurro y Catherine observa por encima del hombro para asegurarse de que nadie más es testigo de lo que está por suceder. No es necesario. En la calle solo hay humedad y tinieblas. Ese espacio reducido entre las entradas de dos negocios de poca clientela, como un apéndice que no conduce a ninguna parte al desviarse de Diagon, está vacío. Ni siquiera parece haber contenido en los cubos de basura metálicos cerca de la entrada. —Vamos. Catherine tiene la capucha echada sobre el rostro, cuando tira de la mano de Pakami al mismo tiempo que enciende su varita. La trampilla se ha abierto, por lo que ingresa junto a Gryffindor descendiendo cada vez más hacia el interior. Cuando ambos han empezado a recorrer el tramo de escaleras, y sus figuras ya no se encuentran al nivel del suelo, se escucha con claridad un sonido de cierre. La tierra los ha engullido. Les toma un tiempo que parece casi interminable el llegar al fondo. Entonces perciben los olores del bosque, la tierra húmeda y el sonido de un cuerpo de agua. Catherine tira la capucha hacia atrás cuando llegan al "exterior" del subterráneo pero si bien hay más luz que en el túnel de las escaleras, en el Edén es de noche. La luna asoma en un cielo sin nubes, repleto de estrellas. Catherine conduce a su viejo amigo a través del sendero que se extiende entre los bosques "Verde" y "Frondoso". Les toma otro buen rato de caminata alcanzar la posada. Cuando finalmente lo hacen, Catherine extrae una llave de su bolsillo. Es un pesado manojo de metal antiguo, que tarda en ceder. De todos modos, ambos ingresan el interior. El lugar solo está iluminado por la luna y su propia varita. Catherine cierra la puerta tras de sí, deja la capa en un perchero y se acerca a la barra. De allí, saca una botella de whiskey de fuego y dos pequeños vasos, que coloca sobre la mesa. Abre la botella y sirve en ambos vasos hasta colmarlos, antes de dejar la botella descansar con un golpe seco. Se vuelve entonces hacia Pakami, con los ojos iluminados por la luz de la luna, con los recuerdos de la pena reciente todavía frescos en sus orbes. Le extiende el vaso de cristal reforzado con la vista clavada en sus pupilas. —Ten —su mano alcanza su brazo con delicadeza—. Pa... —está a punto de decir su nombre pero cambia de idea. Su tono se vuelve más próximo cuando añade— Escucha: no puedes hacer esto solo. Necesitas llorar. @@Pakami Gryffindor
  15. Cuando sus manos sueltan el agarre de la mano de Pakami, Catherine levanta la mano formando un puño, hacia su pecho. Siente un temor y una pena que no había esperado sentir. Se siente amenazada por la pérdida, piensa en Pandora y en Báleyr y en Elvis. Su familia, reunida, hace que las cosas que no han terminado de escapar de su cabeza, vuelvan. Espera que Pakami se acerque hacia los demás Gryffindor, espera tan solo el momento en que lo vea reunirse con ellos para fundirse con el fondo que rodea el semicírculo del luto. Sin embargo, eso no sucede. Pakami no abandona su lado y Catherine tiene que asegurarse al ver su rostro, para entender que no lo hará. Sus ojos enrojecidos amenazan con derramar lágrimas. Al final, no llegan a hacerlo. Alza su varita y le cuesta un par de intentos invocar aquello que desea: —Expecto Patronum Sus ojos reflejan la luz que se proyecta de su varita. Pensando en lo que ese patronus significa. Recordando por un último instante a Elvis, y todo lo que significó. La forma del patronus no le es conocida. Eso no importa ya. En lugar de eso, su cuerpo deteriorado rodea al muchacho en un abrazo. Su rostro está casi a la misma altura que el suyo y Catherine tiene que hacer un enorme esfuerzo por no pasar una mano por su rostro: tiene miedo que la expresión de consuelo resulte humillante. En lugar de eso, apoya la cabeza en su hombro y suelta unas palabras balbuceadas apenas. —Es el fin. Luego, Catherine se vuelve, junto a Pakami, dejando a los Gryffindor llorar por su pena con el derecho de la privacidad. No hay más que puedan hacer.
  16. Mientras permanece sentada, con los ojos cerrados, en el suelo de la sala de techo abovedado, Melrose medita acerca del peligro inminente que se supone que acecha. Ella no se había mantenido al tanto de los llamados: a diferencia de muchos de sus compañeros en La Orden del Fénix, Melrose llevaba una vida desconectada del contexto actual, de los peligros y las muertes. Sus apariciones en tales situaciones eran sutiles y siempre breves. La única razón por la que frecuentaba el templo era porque todavía no salía del estupor de haber sido convocada por el Dios del Trueno. Algunos compañeros de bando le habían dicho que eso no era común: que existiera un llamado tan personal por parte de un clan. Melrose no sabía cómo interpretar eso tampoco. No sabía si era una buena o mala señal y tampoco entendía del todo los motivos por los cuales el templo corría peligro ahora. Es decir, conocía sobre el ataque que había llevado a cabo el inquisidor y era consciente de que una brecha en la seguridad de Hogwarts también ponía en peligro al templo. Era solo que siempre había imaginado el poder del Dios del Trueno, una entidad que, incluso, había alcanzado a llamar a la más indiferente de sus miembros para formar parte de su séquito, como algo intocable y poco predispuesto a ser devastado. En medio del conteo de su respiración ininterrumpida le pareció oír un rayo y abrió los ojos al instante: ante ella, un lince blanco perlado sorteaba el viento como si fuese a campo traviesa, para luego detenerse y dejarle un mensaje con una voz desconocida. Melrose estiró los músculos con lentitud para incorporarse. Solo podía tratarse de otro miembro de la Orden del Fénix. El cielo cerrado del templo, con la engañosa consistencia de un remolino repleto de truenos, parecía tener la misma apariencia de siempre, así que el rayo ¿había sido imaginación suya? En otro contexto, habría jurado que el rayo había ido acompañado del sonido de un carruaje o alguna clase de carro acarreado por bestias. Intentando no buscar pistas sobre el significado de cuanto acababa de pasar por su cabeza en los vitrales del templo, salió por las amplias puertas de madera, para dirigirse sin demora al punto de reunión. Sus ojos no tardaron a acostumbrarse a la disminución de luz para observar a la figura que le dirigió la palabra. Era un muchacho, que no podía ser otro que el emisor del mensaje. Melrose hizo una venia a modo de saludo y replicó: —No tanto como usted —Richard, su casero, le había indicado por lo menos quinientas veces que tratara de "usted" a las personas que no conociera, por lo que empezaba a habituarse a pesar de que le disgustaba la formalidad inglesa—. Perdone, no tengo idea de cómo se supone que vaya a ayudar pero vine de todos modos. "Porque el templo paladín me hizo un llamado expreso" habría querido agregar. No lo hizo porque sonaba demasiado pretencioso. De todos modos, un llamado no era un acto coercitivo del todo. Ella había decidido acudir. También estuvo muy tentada de añadir "espero no ser un estorbo" pero tampoco sonaba muy alentador. En lugar de eso, extrajo su varita, cambiando la sobrevesta, los pantalones de montar y las botas por unos pantalones cargo, zapatillas y hoodie. Tenía la impresión de que iba a calzar mejor si tenía que moverse rápido para ser de utilidad.
  17. Holaa pasando a reclamar los premios *-* Para cambio de Nick: ID de usuario: 110981 Nick Actual: Richard Moody Nick Nuevo: Melrose Moody Premio obtenido: Quidditch - Equipo Ganador Para cambio de Subtitulo: Subtitulo deseado: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. Si no pudiera utilizarse la coma, entonces: 10-9-8-7-6-5-4-3-2-1 Premio obtenido: Ranking de Juegos - Segundo Lugar Para llaves: Llave (Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw, Slytherin, Ilvermorny o maestra): Ilvermorny y Maestra (Quidditch - Equipo Ganador) Para Criaturas y Objetos del Magic Mall: Premio obtenido (Criatura/Objeto): Criatura 5x Elección del usuario: Ironbelly Ucraniano
  18. ID: 110981 Nick: Richard Moody Link a la Bóveda Trastero: 105643 Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 90471 Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2021-03-05 Llave utilizada: Ilvermorny Objeto (Grimorio, Ford Anglia o Huevo de Dragón): Grimorio Puntos por unidad: 160 Precio: 8000 Precio Total: 8000 Total de puntos: 160
  19. Catherine Moody La bruja despertó de un sueño incómodo y soltó una maldición en ruso. A veces, cuando la situación fluctuaba, cuando las cosas parecían salirse de control, era como si volviese una y otra vez a esa habitación oscura, a la que solo ingresaban unos débiles haces de sol a través de una cortina de terciopelo rojo, en donde había aguardado con Armand su aparente final. El final no había llegado, ella era una presunta viuda de treinta y cinco años y ahora observaba con el rostro demacrado, el marco de la puerta, en el que una figura pelirroja descansaba, apoyada contra la puerta como si fuera el lugar más cómodo en el qué apoyarse. Los miembros esbeltos, el rostro bello y perfilado: se parecía a Armand, pero no era Armand. Richard la observó por encima del humo de los cigarros de canela que parecía llevar consumiendo por un buen rato y habló. Si estaba fumando y ella acababa de despertar de una pesadilla, no podía ser buena señal: —Así que... tu también lo soñaste. Una afirmación. Catherine cerró su mente enseguida pero ya no era necesario. El brujo había ingresado en un momento de vulnerabilidad. —Necesito saber qué viste, porque la información que poseo es confusa. Creí que moriría, ya sabes cómo es esto. Catherine asintió. Las visiones también solían ser difíciles para ella: solían venir con un dolor físico atroz y humillante. Así había sido, hasta que diera con Sajag y parte de sus problemas se solucionaran. Por supuesto, eso había sido después de que ya hubiera cometido el error de acudir con Báleyr. —Llovía fuego —masculló Catherine, cubriéndose el rostro que, notó entonces, estaba perlado de sudor. Richard, como si hubiera sabido del asunto, le alcanzó un pañuelo de hilo al aproximarse, con el que ella se secó la cara. Hablaban con voz queda—. Un niño anunciaba que era el fin del mundo —Catherine se detuvo por un instante, cerrando los ojos, intentando recordar todos los detalles. Entonces un nuevo trozo de información entró a su mente: los ojos del chico, del que casi parecía un niño, habían estado velados—. El niño, está ciego. Richard la miró con expresión imperturbable, soltando el humo de su última calada. —Dices está, en presente. Como si este niño existiera justo ahora, a tu lado. Catherine se encogió de hombros. No sabía por qué había dicho "está" y no "estaba" o "parecía". Solo sentía unos terribles escalofríos y un dolor de estómago que hacía que quisiera doblarse en dos. —La nigromancia está consumiendo tus órganos —expresó la voz de Richard con indiferencia—. Tu toma un descanso. Averiguaré qué sucede y partiremos mañana en la mañana.
  20. La mano de Melrose se disparó en el aire cuando Potter Black preguntó quien había traído los muffins. Estaba cómodamente despatarrada sobre el mueble más viejo y mullido del salón. Sus hombros estaban acomodados más abajo del respaldar, de forma que parecía como si se hubiese escurrido medio metro hacia el suelo luego de haber estado sentada en una posición adecuada. Sus ojos tenían una consistencia como de ensueño: mordisqueaba su tercer muffin. Al inicio, no había sentido gran cosa, solo que la consistencia era bastante chocolatosa y efectiva. Luego, los ojos parecían haberle jugado una mala pasada, por lo que había tomado asiento para asegurarse de que calibraba bien la forma y el fondo de la pared, de la cara de Luna y finalmente, la de Despard. Mel nunca había tenido problemas de percepción así que todo el asunto se le hacía graciosísimo. Sin embargo, no reía: era como si toda la felicidad estuviera concentrada en un solo punto en su pecho, esperando a que alguien encendiera el asunto con un botón. Poco después, sus ojos se fijaron en el techo, donde una serie de colores se dibujaba y desdibujaba: parecía haber círculos de color azul, amarillo, rosa, verde, violeta... —Jajaja —de pronto, la imagen frente a ella era hilarante y dejó que su dedo índice se detuviera en el aire, señalando la escena que se desenvolvía frente a ella— Darla quiere besar Despard.
  21. Orfeo Diallo Orfeo no se había esperado un hombre como aquel como mensajero de Sayiina. De hecho, se preguntaba si era un mensajero o qué otra cosa podía ser. De todos modos, suponía que fuera lo que fuese, dejaría de ser problema suyo en cuanto lo dejara en isla Diallo dentro de la jurisdicción del bueno para nada de Dante. Si su primo no hubiera sido la vergüenza de la familia, sin duda habría sido agente del espectáculo: su campamento, en lugar de zona de trabajo, por lo que le habían contado, ahora parecía un circo. —Menos de una hora —replicó Orfeo seguro de sí—, es un viaje rápido, suelo hacerlo dentro de mi rutina. Sabía que con los hechizos apropiados, irían a toda máquina. De hecho, apenas el hombre saltó al interior de la barcaza, Orfeo hizo lo propio y avanzó a lo largo de su superficie acomodando los controles con una paciencia inusitada en él. Cuando puso en marcha el mecanismo, al inicio avanzaron sin prisa, antes de que pudiera acelerar en aguas abiertas. Quizá, fue por eso que no se esperó el aviso intermitente, vocalizada con el tono de una amable muchacha. Lo escucharon cuando la isla empezaba a crecer a la vista, tanto así que se sentía casi como si pudiera tocarla: "El Gobierno Británico observa las actividades de transporte de las Islas Eolias por orden del Departamento de Transportes Mágicos del Ministerio de Magia". Orfeo frunció el ceño sin decir nada a su acompañante, antes de seguir hasta desembarcar en la isla. Ese aviso no solo era extraño si no que además ¿cómo habían conseguido activar una alarma semejante en territorio no inglés? Si eso no era violación de la soberanía italiana entonces orfeo era un gusamoco. Lo que, por cierto, le hizo recordar su cargamento de gusamocos. Esperaba que esas porquerías no se murieran por haberse quedado en las jaulas, siendo que volvería apenas dejara al muchacho en la excavación. De hecho, eso hizo: lo condujo por las calles empedradas y luego el sendero de tierra apisonada (y a veces algo de arena) rodeando un extremo de la isla, desde el embarcadero, hasta la entrada de la zona restringida a la excavación. Saludó con un gesto al encargado de los ingresos, le mostró un papel para que Leonid pudiera pasar y notó con estupor que el lugar parecía, si eso era posible, todavía más lleno de periodistas: ¿acaso nadie trabajaba en algún empleo real en Londres? Negando con la cabeza, Orfeo se despidió de Leonid estrechando su mano sin siquiera preguntar. Luego, le dijo su nombre: —Si necesitas ayuda, pregunta por Orfeo Diallo. Era una mera formalidad en realidad. No era seguro de que volviese a la isla excepto por el cargamento y, de todos modos, dudaba que volviese a verlo ¿o no? @@Syrius McGonagall @@Dennis lestrange
  22. Yo solo vengo a imitar al Hesse y Larry -aká la Rory XD- (? ID: 110981 Puntos: Los que estén disponibles al momento del intercambio
  23. Orfeo Diallo Los tres cargadores del centro siempre estaban pasándola bien y ese día en particular estaba resultando de lo más curioso. Habían logrado escurrir una botella de Averna en la guantera de los vehículos, por lo que estaban de buen humor y sus risas afloraban con facilidad. Habían tenido una buena semana porque les habían pagado sus respectivos aguinaldos por adelantado gracias a que estaban transportando criaturas peligrosas: la semana pasada, había sido un licántropo. La anterior a esa, un centauro. Ahora, se estaba rumoreando que un proveedor había pedido una reunión para ese día porque habrían un par de dragones y si la cosa era cierta, sus ingresos se elevarían como la espuma sin mucho esfuerzo. Para Orfeo, como buen Diallo, licántropos, arpías, sirenas y medio humanos estaban todos en el mismo saco. Algo que transportar, algo comerciable. El hombretón no cejó en su esfuerzo de encajar unas jaulas repletas de gusamocos mientras los otros dos muchachos parecían discutir con una persona nueva. Le habían ofrecido una silla. El sujeto asiático preguntaba por los licántropos. Orfeo se limpió las manos con un trapo y se acercó al sujeto irguiéndose en toda su altura. —El licántropo ya ha sido negociado —le informó. Por suerte, habían conseguido negociar su valor aún muerto. Sus preguntas, lo llevaron a creer que debía ser el nuevo "proveedor" del rumor, del que no sabía mucho. Orfeo, a pesar de ser cuidadoso con su trabajo, no era del tipo de muchas luces o bastante suspicaz. —Sin embargo, si realmente tienes a esos dragones, podríamos hablar de precios —replicó. Era evidente que él era quien estaba a cargo allí pero de todos modos los otros Diallo (primos lejanos todos) empezaron a hablar del problema con las sirenas. Orfeo frunció el ceño, porque no se suponía que fuera información que debieran compartir con el resto pero no dijo nada. Intervenir habría sido peor y de todas formas ese proveedor parecía del tipo "cobro y me voy". Antes, las cosas habían sido más difíciles, siempre estar al pendiente para que no los pillaran o estafaran pero desde que los Diallo ejercían el poder político en las islas, eso ya no importaba. —Descuida, las sirenas son asunto nuestro —replicó, intentando quitarle hierro al asunto y avocándose a lo que le importaba—. De todos modos ¿qué precio estas pidiendo por esos e incluye que tú me los traigas? Le interesaba que fuera el sujeto quien se encargara de todo eso, porque había sabido que el Ministerio de Magia inglés tenía su mira puesta en el reciente tráfico al sur de Italia justamente por los negocios de los Diallo. Siempre queriendo controlarlo todo como si el mundo le perteneciera a Gran Bretaña... y, dado que el transporte era el trabajo de Orfeo, tanto mejor si el proveedor podía ahorrárselo. @ Flashback Ese día, más temprano, Orfeo también había vivido algo fuera de lo común. Normalmente, les tocaba transportar las mercancías desde la casa principal al norte de Sicilia (donde estaban las cabezas de familia) hasta Lipari y luego a la isla secreta, solo conocida por el mundo mágico. Cuando se trataban de especies peligrosas (o de procedencia ilegal) la cosa cambiaba y las transportaban directo a la isla secreta o isla Diallo, como solían llamarla los magos de por allí. Ese día, solo eran grandes cargas de gusamocos, así que le había tocado pasar por Lipari y allí, había recibido un "encargo". Más bien un mensaje, de Sayiina. Quizá la bruja fuera vieja y le pareciera chiflada pero, al fin y al cabo, había prevenido a Orfeo hacía mucho tiempo atrás respecto a una trampa y eso le había salvado la vida, así que tenía una deuda impagable con esa carcamana. Orfeo no se sentía aprecio por ella, que solía tomarle el pelo (o así parecía) pero el mensaje no parecía ser una broma en aquella ocasión, así que se mantuvo alerta, mientras descargaba el carro de gusamocos. Fue así como vio a un hombre, a las claras extranjero, aproximarse a la gran entrada principal de la casa de los Diallo. Orfeo se preguntó si andaría perdido y también por qué Sayiina había hecho hincapié en que lo cuidara, como si sospechara algo sobre su familia. De todos modos, Orfeo supo enseguida que el tipo no duraría mucho por allí sin ayuda de un Diallo o alguno de los guías a los que los Diallo cobraban cupo. —¡Eh! ¡Eh, Ragazzo! ¡Ese que mira como est****o! —agregó, recordando usar inglés. Se acercó a este agitando el trapo con el que se limpiaba las manos para llamar su atención y luego se lo guardó en el bolsillo. Fue un momento incómodo: explicarle que había recibido un mensaje de una vieja llamada Sayiina, si la conocía, si es que era él quien estaba buscando la excavación. —Porque ese lugar, esta en la isla Diallo, si allí quiere ir —informó. Si, en ese momento Orfeo no lo sabía pero tanto la mañana como la tarde, fueron de locos... @@Syrius McGonagall
  24. Richard negó con la cabeza. Su especialidad era romper cosas y detectarlas y para los procedimientos que él utilizaba, averiguar lo que eran siempre era la parte más difícil. Sin embargo, esa era información que no deseaba revelar a alguien como Bel Evans McGonagall. Además, veía la posibilidad de sacarle partido al asunto. Su rostro dejó ver una sonrisa encantadora. Catherine mientras tanto había contestado de forma rápida, práctica y honesta ante la interpelación de Bel. —No veo daños permanentes pero es difícil adivinar los estragos de la magia errática que causa pérdida de memoria. Lo que realmente se preguntaba era¿se trataba o no de pérdida de memoria? Parecía que el hombre buscaba ocultar algo, lo que no tenía sentido si se trataba de una persona confundida que no sabía lo que estaba ocurriendo a su alrededor en lo absoluto. Richard por su parte, no había detenido sus ademanes ni siquiera ante las palabras de Bel, aprovechando más bien que ésta estaba cerca de Catherine y a varios metros de él. —Quizá no pueda haberlo sabido por mis propios medios con un vistazo pero hay una forma muy sencilla de averiguarlo —replicó Richard acercándose todavía más hacia el hombre. Sus ojos brillaron por un instante, fijándose en los del forastero. Eso facilitaba el proceso que podía ejercer para indagar en ello. —Aún si no recuerda cómo sucedió, puedo extraer esa información de su mente —que era un consumado legilimante era información que Bel ya poseía así que no le importó revelarla en voz alta. Su sonrisa se ensanchó, cálida, a ojos de cualquiera que pudiese verlo. Por supuesto, no era cálida en realidad y sin duda los Moody presentes verían a través de ella, privilegio que quizá otros no poseían al conocerlo poco o nada ¿podría ver el hombre a través de ella? Tal vez sí, si era el tipo de persona que Richard sospechaba. Deseaba descubrirlo—. Si me lo permite. Su cabeza se inclinó ligeramente hacia un lado, indicando duda y una petición. Podía ingresar y sacar la información a la fuerza claro, pero no parecía lo más apropiado en ese tipo de situación. Además, probablemente Catherine se confabularía con Melrose y Bel para impedírselo y quizá había entrenado bien a Melrose pero la muy bastarda seguía ganándole en fuerza física. Como un perro sobre-dimensionado que en ocasiones no puedes controlar porque tiene alguna clase de moral propia. Y que si la pateabas, mordía. @@Rory Despard @@Syrius McGonagall @@Hannity Ollivander Evans Freya - elfina en la casa Evans McGonagall Freya retornaba del huerto a donde había ido a recoger fresas cuando la vio: al inicio le costó procesarlo pero no podría tratarse de otra persona que de Helen Evans. —¡Ama Helen! Sus ojos se abrieron como platos y poco le faltó para soltar la canastilla con fresas. Se dirigió enseguida a preparar viandas junto a Freya, pensando en que incluso el ataque había valido la pena. También saludó a Albus y a Nicole con gritos, reverencias y expresiones de alegría. Hacía tanto que no veía a la familia reunida... —Estas son excelentes noticias, la ama Bel se encuentra en la segunda planta —añadió, sin estar al tanto de que P-ko ya les había informado del asunto ¿cómo les ha ido, está bien? Freya no era consciente de ello pero empezaba a envejecer. La emoción desbordante que sentía, era señal de la disminución de su autocontrol. Sin embargo, no se sentía desdichada, si no desbordante de alegría y energía y con los ojos casi llorosos, ofreció a los recién llegados un grupo de empanadas. @@Helen Evans @@Nicole Evans Crowley @@Albus Severus Black
  25. La muchacha observó cómo la pelota viraba una vez más y se adecuó a la trayectoria haciendo movimientos sutiles con la saeta de fuego. Aunque había desconectado del resto del mundo para concentrarse en ese único momento, era difícil no escuchar la bulla proveniente de las gradas cuando era casi como si todos estuvieran gritándole aliento o insultos. La pugna duró lo que pareció una eternidad en la cabeza de Cassidy pero solo un momento en el mundo real. Al virar, Cassidy había quedado a la par con Antoni, quien avanzaba también decididamente hacia la snitch. Habían alcanzado el otro extremo del campo y la pelota dorada bailoteaba ya al alcance. Cassidy estiró la mano pero la pugna hizo que las escobas se apegaran demasiado en el último minuto y su mano resbaló hacia un lado. La bruja dio un par de arcadas sorprendida: la había atrapado con la boca. Una vez la expulsó y la snitch cayó sobre su mano, la alzó apretándola con el puño cerrado con expresión triunfal, teniéndose en la escoba solo sujeta por sus piernas y una mano, mientras daba un giro alrededor del campo. El estadio se vino abajo.

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