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Báleyr

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Todo lo publicado por Báleyr

  1. Aviso a los presentes que hay dos Nigromantes más en el mundo con el poder de doblegar a la Muerte en sus manos al vincularse a la Habilidad de Nigromancia. Yo, de ustedes, tendría miedo de Zoella Triviani y Ellie Moody
  2. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr permaneció sentado en la silla con el ojo fijo en sus dos alumnos, con las dos manos ancianas descansando sobre los brazos de la misma, en una actitud ajena a la situación de peligro que corrían. No era cierto, era mero postureo. Sus seis sentidos estaban muy atentos a todo lo que sucedía, allí dentro y allá abajo, pues no olvidaba que tenía más pupilos de los que encargarse, no sólo los que estaban en ese momento en la mazmorra. El alumno que se autopresentó como Matthew iba bastante acertado con la lucha contra el cadáver, no así la mujer, sabiondilla que intentaba sobresalir de la calidad de mediocridad de los miles de alumnos que se presentaban a sus clases y "desaparecían" en el intento. El Arcano no era paciente, así que rompió el silencio autoobligado para intervenir levemente. - Muy bien su sujeción, Sr. Triviani. Bien sus conjuros de sangre, buen trabajo los dos. Mal su idea de acceder a los recuerdos de este ser. ¿Es qué no me escuchaba cuando expliqué que hay dos tipos de muertos y éste era de los sin alma? No podrá acceder a los recuerdos de nadie si no tiene alma. A este tipo de muertos sólo les mueve la obligación, la necesidad de cumplir la orden de su creador. Los otros son fácilmente identificables, tendrán brillo en los ojos muertos, lo único que reflejará una vida interior en el cuerpo putrefacto. Creador no era la palabra correcta pero era la más normalizada en este tipo de magia. El muerto no había sido creado sino molestado en su descanso y movido a actuar sin elección. - Deben hacer que hable, por lo que necesitarán regenerar su lengua y sus cuerdas vocales. Arriesgarse a algo más implica que tendrá más fuerza para defenderse de toda atadura no mágica. Y creo que eso no les gustaría. Sin embargo... Dejó que sus alumnos acabaran de hablar con el muerto y que éste les confesara quién les había creado y el motivo por el que había entrado así en la Mazmorra. No reflejó ninguna emoción cuando lo oyó aunque algo turbó su ojo azul. Parpadeó varias veces, respiró algo más fuerte de lo normal, chasqueó los dedos y aquella cabeza decayó sin señales de seguir activa. Después, prosiguió. - Sin embargo, tiene razón a medias en que hay que regenerar un cuerpo antes de conseguir que se mueva como antes. Piensen que la muerte no es inmediata, el alma sale antes que el cuerpo muera totalmente y se desconecte por completo; aún hay reflejos y posibles movimientos antes del final. Si tenemos un cuerpo muerto al que queramos reincorporar a su estado anterior, cuanto menos tiempo lleve muerto, más fácil será que conserve todos sus recuerdos. Si podemos infundir esa alma en su propio cuerpo, evitaremos el rechazo. Porque el Rechazo existe, caballero. Y señorita, y la lucha contra un cuerpo que no es el suyo puede destruir tanto el cadáver como al alma que queríamos hacer hablar. Tome nota de eso, Señor Triviani. Podría conseguir el tiempo suficiente de convivencia entre continente y contenido como conseguir la información que quiere buscar. Sólo que es una ardua labor y yo le aconsejo que pruebe más de una, dos e incluso diez veces con éxito antes de arriesgarse con su ladrón. Sólo tendrá una oportunidad. Por fin se levantó y se dirigió a una de las paredes de roca húmeda del fondo de la habitación. Puso la mano en un punto concreto y ésta se abrió: una imagen de neveras de aluminio, temperatura muy fría, camillas... La Sala de Autopsias de un hospital aparecía en aquel portal creado de forma impoluta por el Arcano. - Pero le recuerdo que es ilegal juguetear con los muertos. - Su sonrisa dejaba bien claro que pensaba que a ninguno de los dos alumnos le importaría ese nimio detalle. - ¿Quieren que les enseñe a levantar a un muerto con alma? No infundar vida, señorita Snape. La vida se pierde y no regresa. Infundamos energía para que sigan muertos y anden, se muevan, estén con nosotros. Pero no se confunda, nunca estarán vivos. Delante de mí, por favor... Antes de que llegara sus respuestas, unos pasos ascendentes resonaron levemente antes de que se abriera la puerta con escalones: de ella apareció un hombre agotado, sangrante pero con vida. - Le esperaba, Sr. Gryffindor. Veo que ha conseguido salir vivo del viaje al inframundo. ¿Le gustó? - No esperaba una contestación, ni positiva ni negativa. Era algo que debía aprender por sí mismo y lo había hecho. - Puede venir a otra excursión con nosotros o, si lo prefiere, puede ir a descansar para recuperar fuerzas. La Prueba del Portal le exigirá el triple de lo que ha hecho hoy y necesita estar al cien por cien de sus posibilidades. El ojo azul del anciano brilló al hacerle la pregunta: - ¿Porque quiere hacer la prueba de vinculación con el Anillo de Nigromancia? Si se ve capaz, le veo en dos días delante de las ruinas del antiguo cementerio de Ottery. A las doce en punto de la noche. Si cree que aún no podrá soportarlo, acompáñenos a ver más muertos con estos novatos. Lo que usted prefiera... [@Elvis F. Gryffindor]
  3. Báleyr se mantuvo así, con las manos cruzadas en su espalda, un buen rato desde que sus pupilas atravesaron el portal. Quieto, estático, casi majestuoso en aquel silencioso salón... Cualquiera podría pensar que no le importaba lo que sucedía allá dentro. Muy al contrario, el único ojo del Arcano se movía intensamente de un lado a otro del Portal de la Habilidad, ahora cerrado, preocupado por la suerte de las mismas. Estuvo ahí, al lado de las dos, cuando sus decisiones las llevaban de un camino a otro. Incluso en un par de ocasiones, estuvo a punto de sacarlas del Portal, temiendo por sus vidas. Sabía lo que eso significaría para cada una de ellas, volver a atrás, olvidar lo vivido y también perder la oportunidad de vincularse a la prueba. El Portal no olvidaba, no permitía la injerencia ajena para salvar a nadie. Quien entraba, era válido o no, sin más posibilidad, sin piedad hacia ninguno de los aspirantes. Se preocupaba en vano. Ambas habían sabido actuar en todo momento. La primera en salir fue la Señorita Triviani, con la vela encendida durante breves instantes. Cuando se apagó, el Arcano parpadeó con su ojo azul fijo en ella. Sudorosa pero vencedora, la saludó con un leve movimiento de cabeza y no pronunció palabra. Sólo un movimiento con su mano hizo levitar la vela, ahora consumida, hacia las otras velas que proclamaban la victoria de otros pupilos que, como ella, habían vencido la prueba del Portal. Enseguida apareció la segunda. Ella resplandecía de una manera especial. El Arcano atrajo la vela, casi encendida, hacia sus manos. La contempló un breve instante y, después, la apagó de un soplido. Era interesante mirar su contenido. La transportó hacia el resto de velas e inició la salida de la Pirámide, dejándolas de nuevo a su espalda. - En sus dedos luce el Anillo de Nigromancia. Úsenlo con sabiduría. Les va la vida en ello. La Muerte ya se ha quedado con sus caras... Si esperaban algún gesto amable, la Nigromancia no lo tenía. Era una Habilidad despiadada.
  4. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr no se dejó intimidar por el mal carácter demostrado por la pupila que se sentó en la silla, como si no le importara tener un cadáver aporreando la puerta. Había lidiado con muertos, había mirado a la Muerte a la cara, había perdido mucho más que un ojo durante el aprendizaje de aquella Habilidad, ¿le iba a molestar el descaro que demostraba aquella mujer? Su ojo azul casi cristalino le contempló un breve momento para después ignorarla de forma muy evidente. Se dirigió al joven. Su pregunta, al menos, le parecía interesante. - Piense bien en lo que necesita. ¿Puede recuperar el alma de una persona? Sí. ¿Puede recuperar el alma de una persona concreta que lleve tiempo muerta? Difícil respuesta... La Nigromancia le enseñará a levantar muertos, a devolverles la vida, a cambio de un precio muy alto y durante un tiempo corto. Si además, quiere que ese muerto le haga caso, el pago será mayor y el tiempo igualmente corto. La habilidad mueve muertos. Las almas son... tema de Sacerdotisas y no veo ninguna por aquí. Las Almas fluctúan, se elevan más alto que los muertos; unir el alma concreta en el cuerpo concreto es aún un capítulo del Libro de los Muertos que aún está por descifrar. Golpeó levemente el volumen que la mujer había dejado tan amablemente sobre la mesa. - No sea descarado, joven - contestó a su siguiente pregunta. - Tendrá suerte si usted llega a asimilar los mínimos conocimientos para convencerme a mí de que puedo permitirle llevarle hasta el Portal. No dude que yo puedo enseñarles porque de la patada que le dé en su inútil trasero irá a conversar con el muerto que golpea mi puerta. "Aunque eso me cueste la vida...", una frase que había oído tantas veces y, sin embargo, que nadie cumplía. Muchos se asustaban ante lo que tenían que pagar sólo para los experimentos y huían. Pocos soportan hablar con los muertos de forma directa y casi nadie se atrevía a moverse entre ellos como el paseo por una avenida. Báleyr creía que sus alumnos eran cada vez menos capacitados. ¡Malditos contratos de Honor y Sangre que le ataban a aquel centro educativo! Giró lentamente hacia la puerta, frunciendo el ceño. Su rostro tuerto pareció ensombrecerse. En algo tenía razón aquella mujer insolente: si ella no lo había invocado, ¿qué hacía un muerto atacando aquel recinto? - Buena pregunta, Señorita Snape. ¿Cómo le preguntamos a este... cuerpo muerto... cuál es el motivo que le mueve? Capítulo III, página 25, línea segunda: Sólo necesitamos la cabeza pero, si quieren, podemos usar todo el cuerpo, a su gusto, aunque será más difícil de controlar. Será una buena experiencia para iniciar la clase: sujetar al individuo, inmovilizarlo, hacer un hechizo de sangre haciéndole una cruz en el cráneo, o una gota, no hace falta un dibujo así si le incomoda, Señorita... Tal vez encuentre aquí la forma de diferenciar a un muerto con alma y sin alma. Éste es de los segundos, sólo le mueve la voluntad de obedecer al Nigromante que lo ha creado. El Arcano retrocedió unos pasos y se sentó en una silla, alejado de la puerta, para dejarles espacio a sus dos alumnos para el enfrentamiento con el cadáver. Guardó silencio hasta que recordó que se les podría pasar un pequeño detalle: - No olviden pasar la página. Es importante la parte en la que dice que, para que hable, tiene que tener lengua y cuerdas vocales. Tendrán que recomponer esa parte si quieren que les diga algo. Los brebajes para las pociones regeneradoras están allá, en el estante de la izquierda. Ahora sí, guardó el silencio para contemplar la evolución de los dos candidatos a morir si no paraban pronto a aquel muerto.
  5. Báleyr tiene un aire oscuro y algo siniestro esperando allá, en la pirámide. De pie, su gran altura imponía respeto en el silencio de la gran Sala de Ouroboros y las dos pupilas le encontraron allá, con las manos a la espalda, contemplando los diferentes portales, apagados aún. - Veo que han regresado vivas. ¿Qué les ha parecido el trayecto hasta aquí? Interesante, ¿verdad? - Les dijo, sin mirarlas, con la vista de su ojo único fija en otro lugar, a uno que ellas aún no veían. El Arcano había seguido el transcurso de las dificultades que habían tenido que superar cada una de ellas y podría parecer frío pero no era así. Báleyr se había preocupado por cada uno de los escollos surgidos y alegrado por ellas cada vez que lo superaran. Pero eso no lo llegaría a demostrar. - Si estáis aquí puede que aún tengáis alguna oportunidad. ¿Conserváis los anillos de Principiantes? Son muy importantes. Sin ellos, no se abrirá el Portal. Dejó que ambas comprobaran y aseguraran que no los habían perdido antes de seguir. Su ojo azul, por fin, se dirigió hacia ellas, girando sus pies en un círculo redondo tan perfecto que pareció que había levitado sobre ellos. Se acercó sólo un par de pasos a ellas para avisarlas del peligro. - Una de esas puertas es el Portal de la Habilidad de Nigromancia. Cualquier cosa puede aparecer que la crucen. Cualquier cosa. No voy a decirles lo que van a pagar a cambio de salir de ahí. Personalmente, no me importa si salen vivas o muertas. Mi única condición es que me traigan una de aquellas velas encendidas. Son de un sólo uso así que si se apagan, me es igual que el portal se abra porque yo lo cerraré para que se queden encerradas. Su ojo azul brilló con cierta intensidad que era poco común en él. - ¿Están dispuestas a cruzar el Portal para vincularse con el Anillo? En cuanto digan que sí en voz alta, el Portal se abrirá y podrán cruzarlo. Tomen una vela y que esa llama no se apague. Les va la vida y la prueba en ello. El Arcano volvió a darles la espalda, esperando que sus decisiones fueran las correctas.
  6. Báleyr

    Nigromancia

    El Arcano elevó la vista hacia la puerta de entrada. La llamada era apremiante pues lo había hecho dos veces en poco tiempo. Báleyr cedió al placer de hacer esperar a aquella vampira que aporreaba, sabiendo que, si no le dejaba entrar, le sería difícil traspasar aquel umbral. Su atención, así, volvió hacia sus otros alumnos que estaba vigilando en aquellos momentos. Le interesaba mucho la reacción del gitano. Aquel Triviani parecía molesto de hallarse en el interior de la mazmorra, del humo de su pipa que formaba una mescolanza con el aroma de la Muerte de la que es imposible deshacerse cuando te formas como Nigromante. Aquel olor, si algún día llegaba a vincularse con el Anillo de la Habilidad, le acompañaría de por vida. Y de por muerto. - ¿Quiere que le enseñe a desentrañar todos los secretos de la Nigromancia, muchacho? - El Arcano era demasiado mayor, demasiado sabio y demasiado seguro de sí mismo para dirigirse así a @. - ¿No apunta demasiado alto? Siguió sentado en aquella silla. El Arcano era muy alto y, aún así, parecía despropocionado con respeto a la altura de la mesa. Golpeó dos veces en ella, con cierta impaciencia. Baléyr no era una persona paciente. - ¿No entendió que debía escoger un libro y traerlo aquí, Sr. Triviani? Su voz sonó gruesa, dura, aunque no había enfado en ella. A veces, sus indicaciones no eran lo suficiente claras, así que volvió a indicarle la silla que estaba a su lado. Después, siguió hablando: - Ni yo mismo sé todos los secretos que comporta el conocimiento de esta Habilidad, Sr. Triviani. Es algo que se adquiere con la práctica y con el pasar del tiempo, asimilando experiencias. Aquí tendrá suerte si llega a conocer los mínimos necesarios para que el Portal se digne a abrirle paso. Báleyr se tocó la herida que cruzaba su cara, desde la ceja hasta el mentón, dejando a la vista su ojo perdido. - La Magia se paga. La Nigromancia es muy cara. Cada vez que la use perderá algo y ese algo será muy duro cuanto más se adentre en su estudio. Lo que pretenda hacer con ella lo pagará en sí mismo. Aquí no sirven sacrificios de otros. Es usted quien se sacrificará, así que tendrá que decidir siempre si merece la pena el fin que busque. ¿Aún quiere seguir aquí y vincularse, muchacho? Esperaba su respuesta y su acción. Pero no le dedicaba una total atención puesto que recibía información de alguien. Un espíritu invisible estaba cerca, susurrando a su oído que una de las alumnas se había perdido y que el otro compañero la había encontrado pero se le había escapado. El ojo de Báleyr se achicó y arrugó el entrecejo. - ¿Ha muerto? - le preguntó al espíritu que su pupilo no vería. - ¿No? Vaya... Dejémosla un poco más ahí abajo, a ver si es capaz de volver por sí sola. ¿Y el otro muchacho? El Arcano asintió un par de veces ante la información que recibía de @. - Bien... Vigílale. Los muertos ansiarán su cuerpo y tendrá que huir sólo en el bote. Es probable que se pierda en el Lago de los Espíritus. Tendrá que usar la nigromancia para hablar con alguien que le enseñe la salida para regresar aquí. Es curioso, ¿quién se atreverá a hablarle en vez de poseerle? Báleyr hizo el además para que aquel espectro se alejara. Sin embargo, notó a un muerto cerca, algo que era inusual. Los muertos no suelen levantarse si nadie les invoca. Un muerto en sus terrenos, que él no había permitido que se paseara por ellos, era una trampa. Alguien había levantado a un muerto para atacarles. ¿Pero a quién? En ese momento recordó que tenía una alumna nueva esperando en la puerta. No corrió. Báleyr nunca corría. Pero llegó rápidamente a la puerta, la abrió y, de un tirón, hizo entrar a la mujer pelirroja. Cerró la puerta de un empujón y sintió con aquel no-ser la golpeaba desde fuera. - ¡Señorita @@Hayame Snape Potter Black! Me avisaron de su presencia pero nunca se me ocurrió que fuera tan insensata como para leer el Libro de los Muertos sin protección. ¿Es que su eternidad como vampiro no le ha enseñado lo que es la prudencia? Pocas veces el Arcano de Nigromancia se sentía tan enfadado. Los locos son los que hacen las cosas sin pensar y precisamente aquella habilidad tenía que tener todos los cabos bien atados. Señaló a los dos, Matthew y Hayame, para añadir, moviendo antes la mesa contra la puerta con un movimiento de su Bácul-o. - Cualquier mal uso de la Nigromancia acabará con ustedes muertos y siendo usados por otros nigromantes para sus estudios. Ese es el fin de los que descuidan los detalles. No creo que ninguno de los dos quiera morirse. Bueno, usted está muerta pero lo que le espera si no utiliza bien la Habilidad es mucho más peor que eso, se lo aseguro. El enfado se pasó tan rápido como llegó. Al sentir otro ataque de aquel fallecido en un intento nulo para entrar, Báleyr volvió a arrugar el ceño. - Dudo que ustedes tengan el poder suficiente para levantarlo, sin embargo... ¿Quieren que les dejemos entrar y le preguntemos? Y la sonrisa que apareció en su rostro le hizo parecer, a pesar de ser tan mayor, a un niño con un juguete nuevo en sus manos.
  7. Las luces de la media tarde volvían el escenario lúgubre. Báleyr había citado a las dos mujeres a orillas del lago que entonces se veía sumamente gris. Una fina capa de neblina llegaba a sus tobillos pero la visibilidad aún era buena por lo que no sería sorpresa cuando Madeleine y Zoella arribasen al lugar. Dió unas dos o tres caladas a su pipa y contempló el cielo, cuando el sol se perdiera por completo las ánimas estarían preparadas para cumplir su función. Hasta entonces los colores que teñían aquel lienzo se entremezclan, rojos, anaranjados y azules, una verdadera belleza. —Bienvenidas, jóvenes. El recibimiento sería calmó, como las aguas que descansaban a sus espaldas. Había torturado al menos a una de ellas lo suficiente como para comenzar a presionar desde temprano. Triviani era un caso particular, la estaba utilizando sin que ella lo supiera para lograr devolver el alma de la pequeña Amelia a donde pertenecía. —Espero que ambas sean conscientes del por qué están aquí y de lo incierto que les espera más allá. Hizo una pausa breve en la que ninguna dijo absolutamente nada. —Necesito que lo afirmen, por favor, en voz alta para que pueda oirlas. Solo así las dejaré pasar Aguardó. Cuanto más tiempo pasaba la niebla subía poco a poco, centímetro a centímetro y se volvía densa, casi sólida. Y cuando por fin obtuvo respuesta, casi al unísono por fracciones de segundos, enseñó lo que sostenía su mano oculta dentro de las capas de una modesta túnica ocre. Una pequeña caja donde les pidió amablemente que depositaran sus pertenencias y a cambio les otorgaría a cada una una sortija plateada, simple, lisa, como un fino listillo gris al que alguien le sacó brillo. Eran los anillos de aprendiz. Una fina barcaza de madera oscura emergió a la superficie. Las brujas deberían montarse en ella para cruzar al otro lado, allí comenzaría la primer de sus pruebas. Las terminaciones del transporte en ésta ocasión no poseían esfinge alguna que intentaste hundirlas si respondían mal alguno de sus acertijos, sino que simplemente tenía una fina hoja de grimorio clavada con una daga. Para que un Nigromante pudiera por fin completar su camino debía trazar tres sendas, la primera de ellas era "La Senda del Sepulcro". Con éste dominio serían capaz de doblegar almas y hacerlas a su voluntad, accionar que deberían deducir al leer la definición que Báleyr les regaló. Las ánimas despertarían cuando emprendieran viaje, intentarían tumbar la barcaza y apoderarse de los cuerpos que les servirían de envase para regresar al mundo de los vivos, estaban ansiosos y desesperados. Más si conseguían emplear todas sus fuerzas para utilizar las almas en pena a su favor tocarían tierra firme en cuestión de minutos, quizás unos cinco minutos. Solo entonces, en la proximidad con el otro lado verían las inmensas puertas del laberinto que posiblemente conocerían por antiguas habilidades, los Arcanos solían tener gustos en común para impartir conocimientos. En ésta oportunidad las puertas se abrirían sin más, sin pedir demasiado de las mujeres, pues el segundo reto se encontraba dentro de sus laberinticos pasillos. Flotando, a varios centímetros del suelo, del otro lado de la entrada había una segunda hoja de grimorio en la que rezaba el título "Senda del Osario" y "Senda de las cenizas". La primera de ésta garabateaba varios rituales mediante los cuales un Nigromante podía devolver momentáneamente la vida a un cadáver o de forma permanente, como Madeleine lo hubo ensayado sobre el corazón. La segunda, la senda de las cenizas era un poco más profunda y aunque no todos lo considerasen así, la más peligrosa de las tres; el Nigromante, dominando éste área del grimorio sería capaz de echar un vistazo al mundo de los muertos, caminar en él, particular incluso de manera indirecta en lo que sucede. Pero se dice que practicarlo demasiado debilita al mago o bruja en cuestión. Caminarían largo rato, hasta que los pies dolieran, casi hasta perder la noción del tiempo. Entonces oirían los gruñidos, los rasguños irregulares en las paredes de piedra húmeda, los temblores en el suelo frío, de tierra y granito. Unos siete ínferis se lanzarían a la persecusión, de golpe y sin previo aviso. Deberían concentrarse pues un pasadizo secreto les llevaría a la última prueba para poder dar con la ansiada pirámide que poseía la marca de Uróboro y las siete puertas sagradas que les permitirían vincularse con la habilidad. El pasadizo que debían encontrar intentando sobrevivir a los ínferi, les transportaría a un corto pasillo de tonos violáceos con antorchas incrustadas en las paredes. Frente a sus ojos, nuevamente y para el cansancio, la opción de seis puertas, pero solo una haría brillar la sortija del aprendiz en sus manos al acercarse. La puerta que correspondía a Zoella tenía del otro lado un cuarto que ella reconocería de inmediato y en el centro una mesita de té con alguien que le esperaba ansiosa. —¿Jugamos? La voz infantil de la niña resonó por doquier hasta que ambas quedaron solas. Allí continuaba su misión, averiguar qué había sucedido mientras vivía, quién le había dejado estancada en el limbo, y cómo la devolvería a su sueño eterno. Y por último, Madeleine. La joven que aún se rehusaba un poco a las artes de la sangre y la muerte. Su puerta la plantaría frente a un cuerpo inerte, con varias partes de su cuerpo calcinado, al cual debería revivir pues éste era el único capaz de abrir la cerradura para llegar a la pirámide. En dicho sitio oscuro y pulcro, silencioso y frío, tras haber sorteada las tres pruebas esenciales, las tres sendas, les estaría esperando Báleyr fumando de su pipa y tironeando de su barba larga, debía hacerles una última pregunta, la misma que al principio ¿Están verdaderamente listas? Cuando el portal las absorbiera irían a parar a habitaciones diferentes, blancas, repletas de burbujas que albergaban recuerdos a lo largo de toda su vida. Recuerdos trágicos, tristes, emotivos, grises. Allí donde habían perdido una vida el portal les permitiría devolverla o no, pero al menos intentarlo para saldar aquella cuenta pendiente que no permitía cerrar la herida.
  8. Báleyr

    Nigromancia

    Para Madeleine Moody ( @@Ellie Moody ) Una fila de perlados dientes afloró por entre aquella poblada barba canosa. Báleyre metió un dedo en el cinturón que le recogía las nobles ropas y dejó que su huesuda mano colgaste sin más, satisfecho. Después de varios intentos, de palabras duras y fuerte presión su pupila por fin había logrado dominar el ritual. Los latidos de aquel corazón retumbaban por toda la mazmorra, hacían temblar la humedad de las paredes. Pero todo eso que demoró una eternidad para Moody, con un chasquido de sus dedos. Como por arte de magia absolutamente todo lo que tuviera que ver con la Nigromancia desapareció, el lugar relucía como incluso antes no lo hizo, estaba pulcro, impoluto. —Si considera, señorita Moody, que puede repetir éste accionar sin vomitar y no sólo en corazones, le recomiendo que regrese a su casa a descansar pues la veré al atardecer en las orillas del lago. Demostró entereza y eso era, al fin y al cabo, lo que verdaderamente se necesitaba para dominar ceremonias y rituales. Debería enseñarle durante la marcha cómo funcionaba la purificación entrelazada, cuerpo, alma y mente para poder cruzar las puertas del mundo de los muertos, pero podía hacerse sobre la marcha. Por lo que no le dió mucho margen de respuesta. La abandonó pues había otra alumna que aguardaba en una situación más compleja su presencia y conocimientos. *** Para @@Zoella Triviani Cuando Zoella se negó a su pedido la niña se echó a llorar, y lejos de ser su llanto un quejido lastimero e insoportable como el de todo niño caprichoso, resultó ser deprimente, triste, penetrante. Cualquier alma capaz de oír llorar a Amelia sentiría dolor, rabia, confusión. Más éste cesó tan rápido como una estrella fugaz surca el cielo nocturno, luego de oír el nuevo trato que le proponían. Sus ojitos brillaron de una forma algo diabólica y una blanca sonrisa afloró a su rostro juvenil, sonrisa que Triviani desearía olvidar por siempre. —¿Un secreto por un secreto? Me gustan los secretos Garabateó las palabras de manera infantil recostando la muñeca de trapo sobre su falda y colocando las manos a la vista, al igual que la estaca. El rubio con que compartían espacio vital comenzó a esfumarse, como si se tratase de un mal drama romántico, de esos que les encanta ver a las jovencitas en el cine, cuan fantasma. Quizás fuera porque la mente de Jeremy estaba conectada a otro sitio, tal vez, a ciencia cierta Amelia no lo sabría y tampoco le importaba pues había logrado una efímera conexión con la calva, aún ésta no juraba por toda la eternidad pero tarde o temprano lo haría. —Tú primero. Y volvió a sonreír. Cada vez que lo hacía sus labios se torcían de manera espantosa. *** Para @ Báleyr miró sus manos, específicamente la que portaba el anillo y regresó la vista al joven que le hablaba. No hacía demasiado tiempo envió a una muchacha con similares convicciones escaleras abajo entre oscuridad y pasadizos. Pero Triviani se presentaba ante él pulcro por demás, sin buscar respuestas o con alguna inquietud en mente, solo queriendo ser su pupilo, abiertamente aceptando la idea de adoptar la Nigromancia como una forma de vida, y eso, de manera desinteresada, era algo peligroso. —Veamos. El Arcano dió una profunda calada a su pipa y desvío la atención hacia su interminable biblioteca. —Usted sólo quiere de mi conocimiento, palabras que le sirvan en la práctica. Sin más ni menos. Y por cómo se plantea dicha situación en mis manos está aceptar o no ¿Existe reciprocidad en ello? Volvió a mirarlo mientras terminaba la frase y luego señaló los lomos de los libros que no estaban muy lejos de donde descansaban sus piernas. Con un movimiento de sus largos dedos, como ahuyentando el aire viciado, lo invitó a qué tomase uno, cualquiera, el que más le llamase la atención. Lo que Matthew desconocía es que éstos tenían un aura especial que les confería algo de consciencia viva, por lo tanto, el primero que llevase frente a Báleyr sería el que hablase desde lo más profundo de su ser, entre demonios, fantasmas y secretos. Aquel que le dijese al Arcano con quién estaba tratando y cómo proseguir con la clase. La habitación olía a humo de hierbas. Fuera una serpiente siseaba, pero allí dentro, en la mazmorra era donde la verdad arañaba por salir, siempre. Y Báleyr aguardó con paciencia su llegada. **** Para @ —¿Miedo a pagar? La neblina se disipó tan pronto como el mago hiló ideas. De la misma forma en que inundó la habitación húmeda formando un halo de meditación, regresó todo a su estado natural. El silencio luego de la pregunta del Arcano fue duro. Con su ojo bueno miró a Elvis, tenía la ceja fruncida en muestra de descontento pero no expresó nada más sino hasta que golpeó ligeramente su pipa con el apoya brazos del asiento. —Déjeme decirle señor Gryffindor que no existe herida suficientemente profunda o duradera, amor propio o entereza mental que no tiemble ante el precio que la Nigromancia se cobra, así usted crea que es pequeño, algún día notará el vacío. No se trata de tener miedo o no, se trata de saber cuándo parar, pues el día que no lo sepa su vida y su muerte habrán dejado de ser suyas… La puerta interrumpió sus palabras. Alguien más aguardaba, Matthew Triviani, por lo que debería ser franco con quién le oía entonces. Separarlo de la mujer no había sido del todo buena idea pues con pensamientos diferentes conseguían armonizar un accionar. La joven Macnair podría parecer osada allí abajo, frente a Cirse y sus cuestionamientos, pedidos y acertijos pero carecía de lo que Elvis poseía de sobra, autocontrol. Aún así, dicho control sobre sí mismo como él lo planteaba no se traducía a límites, pues estaba demasiado seguro de ellos. Entonces, Arya sería capaz de perderse para siempre en el mundo de los muertos ya que estos presentirían sus debilidades, y por otro lado, el hombre podría hacer estragos pagando precios demasiado altos o trayendo consigo algo que jamás debió cruzar el umbral. Sus alumnos curiosamente se complementaban. —Ahora, hágame un favor. No me gustaría perder una alumna el día de hoy, así que será el encargado de guíar nuevamente a la señorita Macnair de regreso aquí puesto que...— hizo una pausa para rellenar su pipa con y contar los segundos —...en éste preciso instante la misma acaba de cruzar el umbral entre los vivos y los muertos con nada más que los conocimientos de un libro que una envidiosa alma en pena le brindó. La puerta camuflada por dónde la pelirroja hubo desaparecido momentos atrás volvió a abrirse enseñando toda su oscuridad al mago que debería tomar la decisión de descender o de seguir debatiendo con Báleyr de qué era capaz para adquirir la vinculación con la habilidad. **** Para @@Arya Macnair Cirse asintió lentamente mientras la bruja hablaba sin mover los labios. Le encantaba aquel tono de voz resonando en toda la zona subterránea hasta perderse en la negrura de los pasillos. Pero la pequeña ofrenda que ésta le hizo no era suficiente, bien sabía que si quería lograr su cometido debía hacerle creer lo contrario. La mujer sonrió y con un ademán hizo que el grimorio brillara de manera cegadora, luego su tono, el que hubo adquirido por sacrificio, respondió a Macnair sin que ésta preguntase. —En efecto, señorita, debe usted dominar las sendas de manera ordenada si desea obtener un completo control de la mancia ¿Pero quién soy yo para impedirle ponerlas en práctica con una ojeada al libro de los muertos? Ven, no tengas miedo, yo te guiaré. Poco a poco su luminoso cuerpo blanco se fue expandiendo hasta completar un círculo a centímetros del piso, desde el otro lado poco podía verse pero la propia voz de la muchacha era quien la llamaba. O mejor dicho, Cirse. Arya podría echar un vistazo sin restricciones al grimorio que aún vibraba y luego zambullirse en el fino umbral que aquel ente había abierto especialmente para ella. El otro extremo resultaba frío y gris. A cada lado de un fino río que fluía en una única dirección se alzaban árboles sin hojas, nubes negras, una luna gélida y la carencia de animales. El silencio lo llenaba todo y un delicado aroma a menta prestaba a confusión. Antiguamente se decía que las hojas de menta se utilizaban para tapar el hedor de los cuerpos en comienzos de descomposición, pero que fuese lo que predominaba el escenario resultaba peculiar. No sería fácil dar con algún personaje, bueno o malo. Las ánimas solían vigilarlo todo, las sombras custodiaban la gran puerta y quienes iban camino a ésta lo hacían mediante una delgada balsa de madera roja. Cirse solo debía acompañar desde las penumbras a su maestra hasta que la misma se topase con algo que le debilitase, pues su aura exhudaba tristeza.
  9. Báleyr

    Nigromancia

    Para Elvis F. Gryffindor Báleyr, que ha estado poniendo cuidadosa atención en el brujo que expone sus respuestas, no se da cuenta de que incluso se inclina con cierto interés sobre sus brazos para poder escucharlo mejor y, cuando lo hace, es por que se percata de que en realidad todo este tiempo se ha estado haciendo una idea diferente de lo que el mago Gryffindor busca en la nigromancia. Podría haber sido sólo la falta de concentración con la que el viejo arcano ha comenzado esta nueva sesión, pero, aunque aún es un poco disparatado, ahora cree que entiende mejor al muchacho, aun cuando no necesariamente le gusta lo que escucha. No obstante, fuera lo que fuera, y aunque no acierta a la primera sobre la impresión que el mago le da de buenas a primeras, Báleyr rescata, de entre todo lo poco que sabe de él hasta ahora, el hecho de que Gryffindor tiene un entusiasmo bastante singular sobre aprender de la magia de la sangre. Tal vez el muchacho no ha escuchado bien a Báleyr antes, mientras daba una casi advertencia a Arya Macnair sobre los riesgos y consecuencias que hay dentro de este camino oscuro que es la nigromancia, o si lo ha hecho el arcano imagina que aun no lo ha sopesado lo suficiente y si lo hace también, como nigromante, se cuestiona sobre en que podría convertirse alguien como Elvis Gryffindor al final de esta larga enseñanza que les queda por delante. Por otra parte, y para terminar con las introducciones, el arcano considera que, junto a Arya, él ya les ha ofrecido explicaciones bastantes como para que, aquellos que verdaderamente no estaban preparados para esto, disciernen y esperen su mejor momento, y a pesar de eso, nada hasta ahora parece haber influido en la disposición del brujo por comenzar su aprendizaje, por lo que habrían de continuar sin más retraso. Con una larga calada a su pipa, Báleyr se recostó una vez más sobre el respaldo de su asiento, desviando su mirada azul hasta el techo de la habitación nuevamente, pensativo en sí intentar adentrarse más en los motivos que inspiran las razones del brujo dentro de la nigromancia conseguiría alejarlo del objetivo (dominar la habilidad), o si mejor resultado tendría al volver con la bruja Arya para ojear juntos el grimorio y dejar que fuera la misma nigromancia la que decidiera por él la senda que debían explorar, ¿qué elección tomaría Elvis si Báleyr se lo propusiera? No duda de que la persona que tiene enfrente sea un mago con un alto control de sí mismo, y de su mente, sin embargo, la metáfora sobre el faro que Gryffindor intenta usar para explicarse mejor deja a Báleyr apenas con un grado de desconcierto y, ciertamente, si su rostro no se hubiese endurecido ya por agrios años, se hubiese mostrado inclusive sorprendido. Debe seleccionar cuidadosamente las palabras para evitar confundir. —Verlo como un faro…-, medita solo un poco más de lo habitual la analogía del muchacho, despejando a sí mismo las dudas que tiene sobre el brujo Gryffindor, al que, aparentemente a pesar de todo, el arcano no ha sabido interpretar bien. —Los faros sirven para guiar a los navegantes perdidos por las noches más oscuras, cuando las tormentas o la niebla no dejan ver más allá de la visión humana y sobre el alta mar la esperanza de sus vidas cuelga solamente de ese escaso hilo de luz que a la distancia el faro ofrece -, Báleyr resopló una gran bocanada de humo espeso que ha estado conteniendo en su interior, y la nube que se forma, casi ahogando la habitación en un instante, se vuelve como una representación de sus palabras que, de apoco, hacen que la visión entre el arcano y el aprendiz sea cada vez más complicada. En un parpadeo todo era humo blancuzco y grisáceo como nubes de lluvia a su alrededor. —Dime entonces muchacho, ¿te sientes de ese modo?-, la voz se escuchó desde todas las direcciones de la habitación, como si hubiese cambiado de sitio sin que Gryffindor lo notara y fuera difícil de saber de donde se origina. —No considero para nada loco verlo como un faro, un poco inusual si, tal vez, pero es que señor, tenga en mente siempre esto, que en los senderos de la magia de la sangre, eso que nubla su visión ahora, que no lo deja encontrar aquello que desea comprender, con el enfoque de la nigromancia, podría siempre espesarse aun más y, mientras más profundice, la luz verdadera que busca podría estar cada vez más lejos-, el gas comenzó a sentirse un poco más sólido tras cada palabra que Báleyr pronunciaba, una tras otra, alrededor de Gryffindor se sentían como largos brazos que lo envolvían y lo jalaban hacia abajo, y que dejaban al cuerpo la sensación de estarse hundiendo hasta lo más oscuro, lo más profundo, de un frío estanque. —Incierta, la nigromancia verdaderamente podría guiarte, sin embargo ¿hacia dónde es que te llevaría?-, las ultimas palabras del arcano apenas pueden escucharse entre aquella casi desesperante sensación. Aquel ejercicio es el de una visión, mezcla de la magia oscura del nigromante y lo demás del aprendiz. De esto, el arcano quiere conocer un poco más sobre el brujo y si es que hay un acercamientos previo antes de su encuentro con Báleyr hoy que más lo han llevado a estar entre ese estrecho espacio que existe de la vida y la muerte. Aquello que se refleje desde la espesa humedad que envuelve al mago es lo que hay dentro del alma, mente y cuerpo del brujo que a la oscuridad tanto atrae, que intentaría atacar una y otra vez con insistencia para cobrarle al mago una y otra vez cada cuota de su hechicería maldita. ¿Qué cosa seria? ¿Que haría que Gryffindor, en pleno uso de sus facultades, físicas y mentales, lo hiciera arrastrarse como último recurso hasta lo más oscuro de sí mismo? Por supuesto que esto no es una visión del futuro, si no una representación, del interior del mago, y de aquello que es capaz de ofrecer a cambio del conocimiento de la nigromancia. Aquel ejercicio es el de una visión, mezcla de la magia oscura del nigromante y lo demás del aprendiz. De todo esto, el arcano quiere ahondar un poco más sobre el brujo, quiere saber si es que hay un acercamiento previo, antes de su encuentro con Báleyr hoy, que lo ha llevado a sufrir en ese estrecho espacio que existe entre la vida y la muerte. Aquello que se refleje desde la espesa humedad que envuelve al mago, revelará lo que hay dentro del alma, mente y cuerpo del brujo que a la oscuridad tanto atrae, y que intentaría atacar una y otra vez, con insistencia, para cobrarle al mago cada cuota de su hechicería maldita. ¿Qué cosa sería? ¿Que haría que Gryffindor, en pleno uso de sus facultades, físicas y mentales, se arrastrase como último recurso hasta lo más oscuro de sí mismo? Por supuesto que esto no es una visión del futuro, si no una representación, del interior del mago, y de aquello que es capaz de ofrecer a cambio del conocimiento de la nigromancia. Para Madeline Moody Báleyr le da vueltas a las palabras de Madeleine, poniendo mucha más atención en las conjeturas que ella ha hecho rápidamente por cuenta propia tras aquel primer intento con la reanimación de carne muerta. Ella es una bruja de mente ágil, sin duda, pero aún con eso, tras ella haber realizado tal hilo de ideas tan correctas, no ha sido capaz de poner en orden su mente y sus emociones, por lo que no consigue mantener el órgano vivo por más tiempo. El arcano se imagina entonces que no existirá acción en esta vida suya que ella no piense dos veces antes de realizar, aun cuando sea un reflejo de supervivencia. Es eso, de alguna manera, algo de admirar, sin embargo, y aunque el nigromante considera que es muy sensato de su parte el ir con cuidado tratando de adentrarse por las sendas de la magia de la sangre, el viejo brujo razona también que eso mismo es lo que la está llevando a retroceder cada vez que ella decide avanzar hacia adelante. [...]Pero recordé que no debía hacerlo [...] que no puedo, que literalmente no tengo la habilidad de hacerlo por mucho que lo deseara [...] Por otro lado, Madeleine Moody debe poner de su parte y entender que, si finalmente ha llegado hasta este punto en su historia, después de haber aprendido la magia de otros arcanos e, inclusive, haberse fortificado con la magia de esos guerreros Uzza, ella posee ya el conocimiento, el poder, la fuerza y el control suficiente sobre sí misma y la magia que es capaz de realizar como para conseguir dominar la habilidad de la nigromancia con la cautela y dedicación que ella decida, y no podría ser de otro modo. A no ser que ella así lo quisiera, y aun así, los límites que ella ponía seguían siendo su decisión. La nigromancia podría ser capaz de destruir a las personas, pero aun dentro de esa imagen, generalmente perturbadora, deja también en claro cual siempre sería el punto de inflexión para cada persona y, si se sobrepasaba, aun no siendo conscientes de ello, esa habría sido su verdadera voluntad. Báleyr le devolvió a la bruja una mirada mucho menos dura tras su pregunta, y con un suave suspiro se preparó para responder. —Se necesita algo más que un hechizo proporcionado de un libro maldecido y una varita mágica para hacer un conjuro de reanimación como este-, comenzó la explicación con tranquilidad, mientras nuevamente se inclina sobre el escritorio para observar lo que queda de aquel corazón. —Tan solo piensa en las clases de encantamientos o pócimas que has llevado anteriormente, en la particularidad que hay en algunos de ellos para poder realizarles. Algo parecido ocurre con las artes oscuras; el usuario que ejecuta tiene que sentirlo, el desearlo verdaderamente, y para ello necesitas el valor para hacerlo real-, Báleyr guardó su varita por unos instantes para volver a las caladas que consumían una mezcla de hierbas secas. —Se requiere de una alta voluntad y de una amplia visión de lo que quieres alcanzar para poder completar el hechizo. La cuestión es que, al ser magia tan oscura, siempre exigirá algo de ti que pueda obtener a cambio, algo que común mente no estarías dispuesto a ofrecerle a cualquiera, y es por eso que cuesta solo un poco más cuando la moral del usuario es tan férrea, indispuesta a ceder. Finalmente el arcano abandonó la pipa atrapada entre sus dientes, la dejó arrumbada también en algún lugar de la sucia mesa mientras que con ambas manos recogía el podrido órgano nuevamente sin vida. Ante la visión de ellos, y cómo si el hechizo de Moody para regenerarlo hubiese caducado, la carne volvió de apoco a su estado natural de pudrición, cambió de color, de textura, el aroma descompuesto de nuevo se intensificó en la habitación, pero a Báleyr nada de eso parecía molestarlo. Y lo hizo palpitar, una, dos, tres veces hasta que la falta de líquido le impedía continuar bombeando, y aun así, el músculo se contrae sin fuerza, una y otra vez, como si luchara por no detenerse, aun cuando es casi imposible que lo haga. Desde luego que no es esa una visión agradable, pero siendo realistas, la nigromancia era esto, ¿por qué habrían de decir que un brujo nigromante se atrevía a menospreciar la vida, cuando también era inclusive capaz de devolverle, de algún modo, a algo tan descompuesto, tan olvidado por el tiempo, tan maltratado por la naturaleza, la oportunidad de estar nuevamente funcionando para existir? Claro que, para muchos, entre existir y vivir el significado podría ser demasiado remoto. Debe ser la longeva vida que ha llevado, que incluso ideas como esa, tienen un buen sentido en la cabeza para el viejo Báleyr. Sobre la mesa lo dejó descansar finalmente, el órgano desgastado pareció exhalar un último intento por funcionar luego de ser abandonado por el tacto del nigromante. —Se dice que el mago nigromante puede llegar cada vez más a tomar la apariencia de sus propias creaciones. A eso solo considero que falta aclarar que no necesariamente se trata de algo físico-, Báleyr se llevó la punta de un sucio dedo índice hacia la cabeza y lentamente la bajó hasta la altura de su pecho, siendo claras su referencia, hablando de la mente y corazón (o la interpretación de un alma). —Esos nigromantes capaces de reanimar cadáveres que no están en mejor estado son aquellos con la suficiencia de sobre llevar los sentidos perturbados que la simple visión de dichas creaciones pudieran provocar. Son personas con atracción o desinterés por aquellas cosas que pueden resultar desagradables, crueles, prohibidas o que van contra la moral establecida, o simplemente son personas que, por así decirlo, se han habituado ya a convivir más tiempo con los muertos que entre los vivos, cosa que, eventualmente, ha hecho que su sentimiento de repulsión y desprecio sea sustituido por algo más...usual, y es por eso que para ellos, la reanimación del cuerpo descompuesto, se vuelve algo tan normal, tan natural como la vida misma. Con un gesto rígido el arcano señaló nuevamente lo que queda del corazón inerte sobre la mesa, casi ordenando con esto a que Madeleine pusiera toda su atención en el órgano. —Inténtalo de nuevo ¿quieres? Haz que exista. No pienses en si es correcto o no, lo único que debe importarte, en tu mente, es lo que tienes aquí ahora, lo que quieres que haga y el para que de eso. Se consciente de que, no importa si lo haces bien o lo haces mal, cada elemento que fabrica este conjuro cobrará su parte y tú debes ser siempre la que obtenga el beneficio mayor, la que se imponga ante esta magia que querrá hacerlo antes, que te querrá consumir. Hazlo sin que te alcance, antes de que penetre en tus sentidos más sensibles y te haga doblar las manos y rodillas nuevamente, demuestra el coraje de tu voluntad para sobreponerte y subyugar-, de las manos se sacudió el líquido que aún escurría de lo que resta de aquel corazón y, con mucha más serenidad con la que le ha dicho todo esto a Moody, vuelve por su pipa para rellenarla de algo más en su interior. —Hazlo entonces, y hazlo preferentemente bien, porque si esto es ahora solo con un pedazo de carne podrida, ¿qué va a ser de ti cuando camines entre las almas de los muertos? Para Arya Macnair Tardó en hacer efecto, pero funcionó. Como si tuviese voluntad propia, el libro no considera que el de ella ha sido un gran sacrificio, pero aún así la dura portada del libro maldito cedió finalmente, y sus páginas, con el mismo hilo de sangre de la bruja, de apoco revelan una a una las líneas con conocimiento sobre la nigromancia en ellas. Lentamente los escritos se van pintando sobre las viejas hojas de papel, con el mismo cuidado con el que Arya ofrece al grimorio algo tan importante para ella como lo podría llegar a ser el sonido de su voz. Es un reflejo de lo que hay dentro de ella, el libro la pone a prueba entonces; él no le diría nada más de lo que ella sea capaz de ofrecerle y, de ese modo, solo le dejará ver lo que considere que tenga el mismo o mayor valor. Es una forma de atraparla entre sus textos, de conseguir más de ella antes de que Macnair pueda notarlo siquiera, y para antes de que ella termine de leer la última página, habría sido consumida por aquel ejemplar maldecido. El carraspeo de Báleyr se escuchó entonces provenir de un oscuro rincón de aquella habitación, es como si hubiese estado ahí desde antes de que Arya perturbara el espacio con su presencia, pero ¿habría sido tal vez solo un gesto para distraer a la bruja?, pues en realidad el arcano no hace más que eso y, cruzado de brazos, se queda solo apartado, sentado sobre el borde de un viejo escritorio, al margen de la situación. Por otro lado, como si la presencia del arcano molestara, las páginas del libro se alborotaron violentamente con una fuerte corriente de viento que parecía provenir del mismo libro, y así se mantuvo por algunos segundos hasta que se detuvo casi al llegar al capítulo final. En ese punto, la hoja se encuentra en blanco, no hay nada escrito ahí y, por el contrario, de su interior parece provenir un susurro, inentendible y algo escalofriante. De apoco, las palabras van tomando forma en un idioma distinto, es un lenguaje antiguo o quizá prohibido, pues casi lastiman a los oídos humanos aun cuando no son pronunciadas con fuerza sino más bien cómo susurros secretos. Estos también provocan una fuerte sensación de desequilibrio en el cuerpo que, por breves instantes, hacían sentir a cualquiera en esa habitación atrapado en sí mismo, con intensas punzadas en las sienes de la cabeza, náuseas y visión borrosa. Pero los síntomas solo duraría lo que aquellos siseos, pues apenas cesaron lo hicieron también aquellos malestares. Era como si se tratase del efecto de algún maleficio exclamado por el grimorio abierto, y que se hacía mas intenso ante el dolor que él mismo iba provocando a su paso. Cuando Macnair finalmente se sintiera recuperada de todo eso, entonces lo vería; la alta figura casi cristalina de una mujer esbelta frente al grimorio, que irradia una luz clara intensa, pero que no es capaz tampoco de iluminar más allá de sus narices. Toda ella es de un color blancuzco; lo es su cabello, sus iris, su piel, casi parece un frágil manto que ha tomado la forma de una bella mujer, pero que a mitad de la metamorfosis ha quedado atrapada entre una y otra cosa. La forna en la que ella tampoco parece tocar el suelo con sus pies da la impresión de estar ante la presencia de un ser divino, pero, aun con todo eso, estar cerca de ella se siente tan real, tan humano, como lo es Arya o Báleyr en esa habitación. Para rematar, sus gestos son suaves en comparación a su mirada clavada ahora en el rostro de Macnair, es esa visión como la de un fantasma que ha salido del libro para interactuar personalmente con su pactadora. —Finalmente un maestro viene a mi-, la voz era como la de la bruja Arya, tan idéntica que podría decirse que es Macnair la que habla y no aquel ente que se a manifestado. —Y qué regalo tan maravilloso has de ofrecerme-, ella rió con picardía en sus elegantes gestos. —Déjame presentarme, maestra Arya. Yo soy Cirse, señora de la brujería y hechicería por toda una eternidad, he permanecido cuidando de estos textos antiguos durante tantos años que ya ni siquiera puedo recordarlo, y lo he hecho para que no cualquiera pueda aprender de mi magia sus talentos. Sin embargo, hoy me has ofrecido esta simple, pero singular ofrenda para que te hable ¿sobre que? ah sí, ya veo, las sendas de la sangre, muy bien. Por cierto, tienes una voz hermosa, ¿lo sabes?-, la criatura se movió con soltura en la habitación, como si realmente disfrutara de ello. —La vida se conoce y se forma con la unión de tres elementos más que conocidos, ni uno más importante que otro, aunque se piense lo contrario. El cuerpo, la mente y el alma son la unión de ese todo que se conoce como la vida, y juntas funcionan de maravilla, aunque ¿sabes? si los separas, cada uno de ellos lo hará igual, funcionará, aun que lo hará de diferente manera y quizá, para los ojos de muchos, no esta bien que sea de esa manera. Contradictoriamente, a lo largo de los años, el hombre, tanto mágico como aquel que no lo es, se ha esforzado por profundizar en cada uno de estos tres elementos, que ha hecho de todo esto un tema tabú-, asintió, está casi segura de que Arya entenderá de qué es lo que habla. —Dentro de los conocimientos que puedo por ahora ofrecerte, debes saber que para cada una de estas partes o elementos existen tres sendas; la senda del sepulcro, la senda de las cenizas y la senda del osario, ¿has oído hablar de ellas alguna vez? estoy segura de que si. Aquella representación de Cirse se plantó frente a Arya hasta el punto de ver reflejado su pálido rostro en los ojos de ella. —¿Que más me puedes decir, bella criatura, de estos tres conocimientos? Aportame algo bueno, y te mostraré. Para Matthew Triviani La tarde era casi noche cuando Báleyr está por regresar a las mazmorras, no parece apurado en llegar a pesar de que sabe que ha tenido mucho trabajo por parte de la universidad estos días, ¿qué cosa traía a los jóvenes magos en estos tiempos hasta su mazmorra? Está seguro de qué es lo que buscan ellos, sin embargo, no puede evitar preguntarse si hay algo más que justifique el repentino número de aprendices nigromantes, algo, quizá relacionado con la crisis en la Inglaterra mágica (y posiblemente en la no mágica también) en la que se encontraba envuelta. Pero a pesar de que Báleyr apremia de alguna manera u otra a cada brujo que busca fortalecerse ante las circunstancias, el viejo arcano también sopesa la realidad de que, tal vez la nigromancia no era garantía de algo bueno para el desenlace de esta guerra, por que es bien sabido que el juicio de los buenos, de los justos, de los sensatos, se nubla también ante tanta oscuridad. De igual manera, todo podría ser solo coincidencia. —Asmodeus es un nombre algo inusual para un ofidio como este, ¿se lo has puesto tu?-, el rostro de Báleyr es rígido, severo de mas, pero su voz es mucho más tranquila, quizá le quita mérito a todas esas cosas malas que se hablan de él por los campus universitarios. —No quise hacerte esperar, pasa y la serpiente puede acompañarte si quieres, aunque yo tampoco recomendaría hacerlo-, solo cruzó brevemente su mirada con el muchacho antes de pasarlo para poder abrir la puerta que da al interior de su helada mazmorra. Mientras el muchacho termina por decidirse si entrar o no, si hacerlo solo o en compañía, el viejo brujo encendió un puñado de inciensos alrededor del amplio espacio pero, aunque ahúman rápidamente la sala, no hacen desaparecer el aroma penetrante a humedad. Después de eso, busca acomodarse en alguna silla, y parece demasiado cansado cuando finalmente se recuesta dejando descansar su espalda en el respaldo del asiento. Báleyr es un mago mucho más viejo de lo que son muchas de las cosas que guarda en esa mazmorra, incluyendo aquellos volúmenes de herbología, anatomía y artes oscuras que se acomodan entre los estantes que hay alrededor, aun así, algunas veces, no ha de aparentar ni los cien años cuando se siente particularmente interesado en algún nuevo texto, pareciera incluso tan joven cómo aquellos años en los que empleó la nigromancia por primera vez. Buscó relajarse solo un poco más con ayuda de su pipa, Báleyr dio un par de caladas antes de volver el ojo azul hasta donde el muchacho se encontraba y, solo entonces, se dedicó a inspeccionar un poco mejor. —¿Qué es lo que haces aquí joven persona? y ¿cómo es que Báleyr puede ayudarte?-, si lo juzgase por su apariencia, tan pulcramente elegante bajo esos oscuros colores, el nigromante cree saber por adelantado la respuesta del brujo, el muchacho no le dirá algo que como arcano no ha escuchado antes, y por su puesto, Báleyr tendría que redoblar esfuerzos para intentar adentrarse en ello. Por otro lado, si lo hacía por lo impuro de sus ojos, si se deja encantar por esa fría mirada clara, entonces tal vez encontraría algo más interesante, algo quizá envidiable para muchos otros que han pasado por aquí, algo que refrescara la enseñanza que el arcano puede alcanzar a ofrecerle. Pero eso nada sabría hasta que el muchacho finalmente hablara.
  10. Báleyr

    Nigromancia

    Para Arya Macnair & Elvis F. Gryffindor Después de escuchar la introducción de los dos brujos Báleyr no hace más que acomodarse aún mejor en su silla, como si no estuviese planeando levantarse de ahí pronto, y tal vez así sería. Y es que, después de lo que cada uno argumenta, él tiene que detenerse a pensar solo un poco más acerca de lo que le dicen estas personas; son dos aprendices en el mismo lugar y compartiendo el mismo tiempo para aprender la nigromancia con él y, sin embargo, no es difícil de entender que las razones por las que ambos están aquí ahora no son las mismas, a simple vista, ni siquiera rozan en la semejanza, son casi tan diferentes que parece tratarse de un tipo de competición por saber la respuesta correcta a su pregunta, aunque por supuesto que eso no existe. Siente entonces que debe tomar una decisión sobre ellos, pues es de algún modo evidente que, de llevar la enseñanza juntos, los resultados no serían los mismos, pues aun coincide con la idea de que, entre las personas que a él llegaban, siempre poliandria existir un algo que a lo que a alguno faltaba a otro le podría sobrar y a lo que a uno haría fuerte a otro sería capaz de destruir. Si sigue entonces el enfoque de estas dos personas, decide que probara algo diferente para cada uno de ellos es lo mejor y, eventualmente, vería si sus caminos en el aprendizaje se cruzaban de nuevo. Murmuró un gruñido bajo cuando ha terminado su reflexión. —Es solo que no es común que las personas vengan aquí a estudiar la nigromancia por genuino interés-, comienza su charla con neutralidad y cierta monotonía en su voz, como si recuperara el hilo de una vieja conversación. —No es algo extraordinario tampoco, el deseo del querer saber quiero decir-, el único ojo que le queda en el rostro baja desde el techo de la mazmorra, donde se había mantenido pensativo, y se encuentra con el par de magos, uno casi detrás de otro, como si estuvieran presagiando las intenciones del arcano. —Yo puedo enseñarle lo que sé, señora, pero les diré que para aprender de la nigromancia hay que estudiarla y para comprendedla mejor hay que practicarla, como cualquier otra magia o cosa que quiera hacer, por supuesto que, lo que decidan hacer con el conocimiento que les ofrezco es su decisión y aunque dominarle o burlarle no fuera su verdadera intención cómo me dice, le puedo garantizar que eso no hará ninguna diferencia, al final del juego, las cosas sobre la balanza no pesarán lo mismo. El costo no siempre tenía que llegar en forma de culpa o arrepentimiento, pero siempre había algo que perder. —Adentrarse en los oscuros senderos de la nigromancia trae al usuario que la practica el riesgo de cada vez hacerse más indiferente a la vida misma, de convertir su alma en algo parecido a las creaciones que realiza, la magia de la sangre no hace prejuicios, aquellos que sean juzgados buenas personas correrán los mismos riesgos que aquellos que de verdad no lo sean. Es por eso que la ambición por el conocimiento y la nigromancia no son necesariamente una buena combinación, si no tiene cuidado, podría consumirle la cordura antes de siquiera poder adentrarse al mundo de los muertos. A pesar de que habla con ambos, las palabras se inclinan más hacia el argumento de la bruja, Báleyr tiene que ser más cuidadoso de no confundir a la otra persona, aunque igualmente no estaba de más si el mago las escuchaba también, después de todo, no era eso una advertencia lo que recitaba con calma, sino parte de la verdad de lo que seguramente les espera. Intercaló otro breve silencio antes de proseguir, en su mente, vuelve a repasar las palabras del otro aprendiz y se pregunta si la bruja Macnair se habría sentido curiosa o inspirada por alguna de las tantas dudas que el mago le ha arrojado. —A menudo la gente cree que necesita algo por lo que aferrarse a la vida, algunos lo hacen con menos fiereza que otros, pero siempre hay un motivo para quedarse y, de alguna manera con la misma frecuencia, eso les funciona para no dejarse consumir-, continúa ensimismado en la serenidad que le provocan sus palabras, ¿cuántas veces no ha explicado esto ya?. —Por otro lado, hay a quienes eso mismo se vuelve su vulnerabilidad, y los acaba antes de que puedan notarlo-, se detuvo a reflexionar, esperando que ella también lo estuviese haciendo. —Debería pensar en eso, señora, inténtelo-, con un ademán flojo Báleyr consiguió que de la estantería detrás de él se activara un interruptor que revelaba lentamente un pasadizo entre el muro y los viejos libros de herbología que tiene de fachada. —Piense en la vida mientras camina hacia lo que hay más allá de la muerte. Con un ruidoso clack el estante dejó de moverse y ante los ojos de los aprendices se mostró un camino estrecho que apenas entrar comenzaba con un escalonamiento de piedra, los muros oscuros estaban iluminados con la luz de un fuego que parecía que en cualquier momento se apagaría, el camino era tan largo y retorcido al final que desde arriba no podía distinguirse donde es que terminaba. Posiblemente es un lugar aun mucho mas frió que la mazmorra, pero seguramente ahí la bruja tendría el tiempo y la privacidad para ordenar un poco mejor su mente antes de hacer su primer contacto con la nigromancia, era mejor mantenerse de ese modo, con la mente clara. —Ese camino lleva hasta la biblioteca, hay algo ahí que quizá sea de su interés; sobre el atril hay un ejemplar en particular que funciona muy bien-, el viejo arcano hizo una seña invitando a la bruja a tomar el camino escaleras abajo hasta la biblioteca. —Adelántese, estaré con usted en un momento-, Báleyr esperó entonces nuevamente en silencio hasta que la bruja alcanzara la entrada hacia el escalonado pasillo. —Solo una cosa, ese de ahí es un grimorio de nigromancia, por ende, hay algo que debe dar a cambio para que se le sean revelados sus textos, profundice, y encuentre lo que quiere aprender. La puerta detrás de Arya Macnair se cerró luego de que ella se adentrara por el pasadizo, dejando al arcano solo con el otro iniciado. Sabe que él también ha escuchado todo lo que Báleyr ha explicado hasta ahora y, al igual que lo hace con Macnair, al nigromante le interesa saber si es que los aprendices hubieran cambiado sus respuestas luego de eso. Aun mientras hablaba con ellos, las palabras de Gryffindor seguían en su cabeza, yendo y viniendo como si hicieran falta piezas en sus oraciones para terminar de cobrar un sentido, sus interrogantes primeramente le habían parecido tan ordinarias entre aquellos que vienen con él a buscar conocimiento, sin embargo, mientras más se las repite encuentra que tal vez el brujo esconde algo más que simple curiosidad por explorar las sendas de la sangre. —Usted habla como si fuera alguien tal vez incapaz de reconocerse frente a su propio reflejo-, retoma la conversación antes de que el mago pueda interrumpirlo con otro tema. —Como alguien que no solo se ha desprendido de la vida en algún momento, si no que también lo ha hecho de si mismo, de su propia alma-, no tiene con que garantizar que eso sea verdad, después de todo la mayoría de los aprendices siempre llegan a él con una máscara sobre su rostro, si se avergüenzan de ellos mismos o si no quieren ser juzgados por el arcano ante sus verdaderas motivaciones eso es algo que Báleyr desconoce, pero es algo con lo que solo ellos pierden el tiempo. —La nigromancia, como lo es la vida y como lo es la muerte, puede tener significados y alcances tan diferentes para cada usuario, aun para aquellos que no la han explorado, y pueden ir cambiando en base a nuestras experiencias con ella-, tentó. —El único factor que cambia es la persona-, pensándolo mejor, tal vez ha sido mala idea separarlo de Macnair. —Ahora, quisiera cambiar mi pregunta inicial si no le molesta. Báleyr exhaló una gran cantidad de humo por la nariz y la boca que casi llenó todo el aire de la mazmorra con la mezcla. —¿Cómo cree que obteniendo el conocimiento y el poder de la nigromancia puedan ayudarle? ¿Por qué cree que necesita de eso? ¿Y si la aprende y se da cuenta de que no es lo que buscaba, que al final no obtiene una respuesta? Uh, ¿qué hará entonces? Cargar el peso del conocimiento consigo es un arma de doble filo señor, porque con ella por un lado se juega el poder y por el otro la integridad de la persona. Entonces, ¿de verdad necesita esto? Para Zoella Triviani Con cierto recelo escondido en su mirada Amelia siguió los cuidadosos pasos de aquella mujer que se unía a ellos en aquel espacio que ahora parece mucho más pequeño con la presencia de alguien extra, ¿pero que se creía ese Báleyr para dejarle a ella todo el trabajo?. Amelia escondió la indignación que ese pensamiento le provoca y pretendió volver a su juego como si la intromisión de aquellas dos personas no le molestara en lo absoluto. Por otro lado, el espectro de Amelia no tarda en darse cuenta de que, a diferencia del otro mago que aún está en silencio, la bruja frente a ella tiene mucho más contenido sobre lo que desea o debe hacer ahí, y Amelia piensa que eso es algo bueno, por que al menos así conseguirá que se vaya antes. —Señora Nesbitt usted tiene buenos modales, me gusta-, la niña se inclinó para fingir que servía algo en su tasa con la tetera de juguete, después levantó la mirada para encontrarse con la de Zoella, la sonrisa de la menor parecía esconder un secreto, uno que sabía que Zoella buscaría y también estaba dispuesta a no soltarlo con tanta facilidad, o tal vez si, todo dependía de la bruja. —Yo se bien lo que tu quieres aquí-, Adela susurró como si no quisiera que alguien más les escuchara. —Te lo diré sin problemas, pero a cambio debes prometerme que te vas a quedar aquí conmigo hasta que él se marche-, discretamente señaló al brujo que se encontraba en la misma habitación. El fantasma de Amelia se esfumó en un parpadeo y solo quedó el eco de su voz resonando sin parar entre las frías paredes de su habitación antes de recibir cualquier otra respuesta por parte de la bruja Triviani. Amelia es el fantasma de una joven muchachita, posiblemente aún era una niña antes de perder la vida, sus ropas en cambio son demasiado sofisticadas a pesar de no haber pertenecido a la misma época, por lo que es fácil notar donde es que las prendas que viste están dañadas; el borde de su vestido parece carcomido por el calor y las mangas de sus brazos están ligeramente doradas. Además de eso y de que hasta ahora prefiere la compañía de Zoella en lugar de la de Jeremy, no hay más en esa habitación que pueda confesar algo sobre la tragedia en la que Amelia pereció. Para suerte de la Triviani, su única tarea es conseguir que Amelia le revele cómo es que sigue atada al mundo de los vivos. —No solo lo prometas si no lo vas a cumplir-, murmuró desde un rincón irreconocible, aun escondida en un lugar donde no puede ser vista, pero ella si puede ver a Zoella. —Tienes que jurarlo-, esta vez su voz se escuchó susurrarle al oído. — Tienes que jurar por tu alma que te quedaras hasta que él se marche y solo así te diré lo que deseas saber-, con una risa escalofriante, que erizan con un escalofrío el cabello de cualquiera, el espectro reapareció nuevamente delante de Zoella, con una muñeca colgando de una mano y algo parecido a una estaca en la otra. —¿Entonces? ¿te quedarás a jugar? Para Madeleine Moody El arcano aprecia detenidamente el trabajo que Madeleine hace al reparar los tejidos podridos del órgano, es un método cuidadoso el que usa ella para lograrlo, aunque Báleyr considera que, con tal estado de pudrición, si quisiera reanimarlo por más tiempo, tal vez hubiera requerido un tratamiento más largo y elaborado, pero para tratarse de un ensayo pronto, de un primer intento, tampoco es que ha salido del todo mal. Evidentemente la aprendiz entiende con rapidez lo que tiene que hacer, si falla, Báleyr cree que es por la indecisión constante que se refleja en la bruja por continuar con la lección. Desde luego que no era una tarea sencilla lo que le ha pedido, pero el arcano también considera que, entre otras cosas, restaurar y reanimar tan solo un órgano y no todo el cuerpo humano es un buen comienzo para sentir, sin perder la cabeza, los vínculos que se forman con la práctica de la magia nigromante. Su tranquilidad no se alteró y su azulado rostro examinó mejor el órgano ahora derramado sobre la plana superficie de la mesa, luego del gran esfuerzo que le ha costado palpitar nuevamente después de años de no hacerlo pareciera que no solo la bruja Madeleine estaba exhausta, aún cuando el nigromante sabe que aquel pedazo de carne no es capaz de sentir o de pensar por cuenta propia. El silencio se prolonga entre ellos nuevamente, es una terrible forma que tiene Báleyr de reconocer el trabajo realizado por la aprendiz, y un merecido descanso, se imagina que puede darle un momento de privacidad, sola con su mente, analizando lo que acaba de pasar mientras se esfuerza por recuperar el aliento. —Dentro de la práctica de reanimar un cuerpo humano está la importancia que hay en reconocer el estado de deterioro, mutilación o daño por un padecimiento de todo lo orgánico-, comenzó con tranquilidad, con una voz suave incapaz de perturbar la calma de nadie a pesar de lo que está hablando. —Es lógico pensar entonces que, entre más completo y en mejor estado se encuentren las partes, los resultados son mejores, incluso logrando casi alcanzar su estado original-, eso es lo que se esperaría, sin embargo, Báleyr ya conoce el caso de algunos nigromantes donde sus creaciones son tan profanas que ni siquiera hacen el intento por mejorar los cadáveres del estado de descomposición en el que los encuentran. Lo más sencillo para algunos de esos magos oscuros habría sido entonces armar una gran masacre para hacerse de un ejército de inferis con cuerpos frescos que estuvieran bajo su control. Algo como eso es lo que se podría considerar como el desprendimiento de un mago nigromante hacia la vida misma; acabar con la vida de alguien solo para crearla, imitándola, por cuenta propia. —Ese hechizo de reanimación debe su complejidad a la gran variedad de circunstancias que pueden hacer que cambie el resultado. Es por eso que el nigromante debe saber reconocer la frescura de la carne, el daño que hay en los tejidos u órganos esenciales para el movimiento o reflejos, el tamaño y la composición fisiológica de lo que se pretende revivir y, por supuesto, el que sea o no un cadáver entero-, finalmente el arcano levantó la mirada y se encontró con los claros ojos de ella. Sobre la superficie de ellos Báleyr detecta desconcierto, aunque no de lo que le está explicando el nigromante, si no de lo que ella ha hecho. Podría ser tal vez que Madeleine necesitaba algo más de conocimiento subjetivo antes de continuar con la enseñanza. Suspira largamente antes de comenzar a alejarse de la mesa y volver hasta los estantes en busca de algo más. —¿Qué fue lo que sentiste en ese momento? cuando latió tu corazón junto a este otro ya podrido-, Ella no tiene que decírselo a él si no quiere hacerlo, aunque sería conveniente si lo hacía de todas formas. Lo que Báleyr espera es que ella profundice en esa pregunta, que explore y reviva en su mente nuevamente ese instante, que diferencie los sonidos, los aromas, las sensaciones que en esos escasos segundos hicieron palpitar aquel órgano al ritmo de sus propios latidos. Quiere que encuentre, en la magia que ha utilizado para lograrlo, aquello que de alguna manera la ha unido a esa acción, por que al practicar la magia de la sangre difícilmente se pedía algo sin dar otra cosa a cambio. Cauteloso, Báleyr esperó en silencio por su respuesta.
  11. Báleyr

    Nigromancia

    Para Madeline Moody Lentamente tomó una gran cantidad de aire y la retuvo en sus pulmones, el ambiente ya se encuentra contaminado entonces con el humo que ha estado fumando y la luz que iluminaba el sitio está siendo empañada por la nube de las especies consumidas. De algún modo, el lugar deja de aparentar tanta frialdad y, aunque no reconforta a Báleyr, le trae a la memoria los recuerdos de sus primeras enseñanzas dentro de las artes oscuras y la nigromancia. Considerando que había comenzado a una edad demasiado joven como para que, incluso antes que nada, comprendiera verdaderamente el significado de la muerte, tendría que esperarse que alguien como él pensara algo natural en devolver la vida a los muertos. Pero, por el contrario, es bajo su propia experiencia en la práctica de la misma que Báleyr encuentra un significado más complicado de lo que es la muerte y lo que hay más allá de esta, y por lo tanto de la vida misma también. Es por eso que, hacia con Madeleine, debe ser cuidadoso y seleccionar las palabras correctas para explicarse mejor, no quiere decirle lo que quiere escuchar, sino lo que necesita saber, la verdad, por que entre las escasas palabras de la hechicera se asoma, más que simple curiosidad, una angustiosa hesitación. Pero la verdad es, en muchas ocasiones, algo no tan sencillo de aclarar, mas que nada por que no siempre se puede comprender, aunque Báleyr lo intente, y aunque muestren respeto (falso o no) por él y sus ideas, los aprendices no siempre estarán de acuerdo. [...]conociendo los secretos de la Nigromancia, ¿se puede respetar verdaderamente la vida? [...] Báleyr parpadea lentamente con el único ojo que le queda en el rostro mientras que con la misma calma se inclina sobre la mesa para observar mejor los escritos sobre el grimorio, esos que se van revelando con una fluidez tan ordenada que pareciera que es Madeleine Moody quien los expone a voluntad, y puede atreverse a decir que recientemente no es algo común ver algo como eso en los aspirantes de nigromancia. Cuando sobre lee las primeras líneas, puede terminar de cerrar ideas y sin más preámbulo que el sonido monótono de su voz, comienza su explicación. —Conocer los secretos de una persona no siempre te orillan a entender sus acciones o sus ideales, y aunque lo hiciera, aunque sintieras que le comprendes, verdaderamente no sabes si tomarías las mismas decisiones o acciones bajo las mismas o similares circunstancias. Ahora bien, ser poseedor de esos conocimientos si hacen algo dentro de ti, te abren los ojos ante la verosimilitud del poder hacer, cosechan en ti esa posibilidad. De pronto la idea de que también puedes llegar a hacer lo mismo que ellos, bajo la influencia de lo que sea, no suena tan incapaz, y se queda en ti para siempre.-, para entonces, la mirada del arcano ya no se encuentra sobre las páginas del grimorio o la bruja frente a él, sino observando al bichito de luz que se ha colado en algún momento a ese espacio tan secreto. —Aunque estamos hablando de una magia y no de una persona, aquí ocurre algo similar. Conocer los secretos de la Nigromancia te aclara la mente para entender la nigromancia, más no necesariamente comprenderla, de eso último, en parte, se encarga la práctica. Sin embargo, una vez que se tienen los conocimientos, es el usuario quien decide los límites, hasta cierto punto. Detiene un poco su verbosidad locuaz para echar otro vistazo al libro que se ha descubierto ante los pensamientos de la bruja. El contenido que se muestra es muy específico, y Báleyr se pregunta si algo de todo lo que está diciendo realmente está siendo razonado o tan siquiera considerado por Madeleine. —Habrá entonces quienes decidan explorarlos y quienes prefieren resguardarlos hasta que sea meramente necesario, pero cual sea el caso, una cosa si es verdad, cuando una persona se adentra a la práctica de la magia de la sangre, por las razones que sean, el hilo de su cordura se adelgaza y su mente se pone a juego. Conocer los secretos de la nigromancia y decidir usarla solo cuando es necesario no te exentará de eso. Cargarás contigo con la posibilidad de poder emplearla si es necesario, o sean cual sean las razones que quieras colocar sobre la balanza. Eventualmente, cosas como el respeto, la empatía o la misericordia se hacen aun lado cuando crees en el poder hacer, por que una vez que se adentra por la senda oscura de la nigromancia, la persona se vuelve cada vez más indiferente a sus raíces naturales, y encuentra que la muerte jamás será un límite para ella o él. Ciertamente es un riesgo, un sacrificio. —Ahora, siguiendo ese razonamiento, ¿crees que lo hará? ¿que la nigromancia enseñe a respetar verdaderamente la vida?-, suspiró largamente. —Si quieres continuar, déjame mostrarte algo que quizá puede ayudarte. Trae tu libro, dejemos que él se concentre en lo suyo. Tranquilamente el arcano había abandonado la silla que ocupaba y comenzó a encaminarse por entre las mesas llenas de frascos, de vez en cuando se detenía a observar el contenido que difícilmente se distingue por el polvo que los cubre y, cuando no parece convencido con lo que su ojo divisa a través del cristal, continuaba avanzando hasta los anaqueles casi vacíos sobre los muros. La ambición de Báleyr por enseñar la nigromancia parece ambigua, verdaderamente no tiene el mayor interés por los motivos que ante él se presentan estas personas y, si lo pregunta, solo es para saber cómo guiar su enseñanza. No obstante, esta vez, parece particularmente interesado en explorar más los alcances de la bruja Madeleine, solo por que sabe reconocer que en el enseñar también se puede aprender. —Hace un momento hablaste de considerar natural devolver la vida a los muertos. Debo aclararos que por supuesto que no es algo natural, si lo fuera no se necesitaría de un mago nigromante para hacerlo-, comenzó nuevamente. —Pero si es posible. Y sucede, es algo tan real como tu y yo. Pero escucha, hay una diferencia grande entre devolver la vida a los muertos y traer la vida después de la muerte-, finalmente se decidió por un frasco grande, que apenas puede cargar entre sus dos manos y mover hacia otra mesa. —Se sabe que el inferius es un cadáver reanimado mediante magia oscura, tal como lo has visto, carecen de alma y mente, por lo tanto, de aquellos que ya se fueron, solo les queda la apariencia de quienes solían ser, sus cuerpos solo sirven como marionetas para el mago que los invoca. Quiere decir que, aunque pueden incluso llegar a hablar, no son, ni representan a quienes fueron en vida. Despeja esta mesa, por favor, necesitamos espacio, y mantén tu libro aquí cerca. Después de dejar el recipiente, Báleyr se movió de nuevo por el espacio silenciosamente, de tanto en tanto, la mirada azul del arcano se detiene a observar al otro muchacho que se encuentra del otro lado del salón, pero tampoco se entretiene más tiempo con él. Al volver espera encontrar la mesa desalojada para poder dejar junto al frasco ese otro volumen sobre estudios de anatomía humana que, con un golpe al suelo de su bastón, se abre violentamente, pasando sus páginas con rapidez hasta detenerse en el tema de órganos vitales. —Algunos textos no tan antiguos hablan del cuerpo, la mente y el alma, como elementos independientes que funcionan mejor en conjunto, como componentes de algo mucho más completo. En una cohesión armónica dan como resultado la vida como la conoces. ¿Algo de esto te suena familiar?-, continúa explicando a Madeleine. —Uno sin el otro, por más completo, no funcionan igual-, está tan concentrado en lo que dice cómo en el frasco sobre la mesa, con un gesto molesto, le indica a la muchachita que lo abra y que vacíe su contenido sobre la superficie del mueble. —Este es un corazón-, señala la carne casi descompuesta, los líquidos que lo mantenían en relativo buen estado, ahora están esparcidos por todas partes de la mesa luego de haber vaciado su interior ahí, y de entre todo solo se destaca la pudrición que ha comenzado a carcomer la carne. — Es un órgano vital, una fracción apenas de todo el complejo cuerpo humano que no es capaz de sentir o de pensar por cuenta propia, necesita la señal del cerebro para funcionar, necesita de venas y sangre en su interior para continuar haciéndolo y, aún así, es un órgano indispensable. Invoca inesperadamente su varita para poder levantar el órgano y analizarlo con mayor detenimiento, nada ha evitado su parcial estado de desgaste y descomposición, el olor es desagradable, pero el rostro rígido de Báleyr hace pensar que ni siquiera el arcano parece notar ese detalle. —Utiliza toda esta nueva información que has revelado en las páginas del libro para intentar reanimarlo-, solicitó sin más. Para Zoella Triviani La pequeña figura de la niña se desvaneció en el aire sin dejar más rastro que una espesa tensión en el ambiente. La acción de la bruja no habría sido la primera reacción que Báleyr hubiese esperado que Zoella tuviera ante este segundo intento, no después de su explicación, sin embargo, también entiende que la prueba fue inesperada para ella, y quizá demasiado dura, pero, aunque quisiera (que no lo hace), el arcano no puede a estas alturas de la lección tocarse el corazón con ella, pues esto es lo que los grimorios de la vieja magia arcana quieren que ella enfrente, porque la verdad de todo es que las sendas oscuras nunca en la vida serán flexibles con ella ni con nadie, y entre más profundice con una mente y corazón tan blandos, más pronto sería consumida. Así que por su bienestar, espera que ella pueda comprender eso también. Aún con ese inesperado momento, y aunque bajo el criterio del arcano a Zoella le ha costado mucho más tiempo y esfuerzo realizarlo, finalmente ella lo controló de alguna manera y continuó, e incluso tuvo la sutileza de inclinar el tema de conversación hacia otra dirección. Si es sincero consigo mismo, no aconsejaría a Zoella adentrarse más allá en la nigromancia que las artes y prácticas más rudimentarias, no porque no sea capaz de conseguirlo, porque de alguna manera todo ese puñado de sentimientos acumulados y mayormente reprimidos dentro de ella no solo la corrompen, sino que también arrastran todo eso que alimenta en secreto su alma y la hace aferrarse a sus ideales, le dan fuerza para seguir un día más de pie, pero por el contrario, ella no presenta tener realmente la estabilidad de su mente bajo su total control, y en cualquier momento, en el peor de sus días, la oscuridad que se encuentra al profundizar en las torcidas sendas de la magia de la sangre, un día terminaría por absorber de ella todo y ni siquiera el recuerdo de lo que algún día fue, o el más compasivo de sus sentimientos podría traerla de vuelta. Por otro lado, él ya le ha advertido, la ha puesto ha prueba y, aunque con sobreesfuerzo lo ha conseguido, lo que pase con Zoella después de aquí no será responsabilidad de Báleyr, él ya le ha dado las razones y las advertencias suficientes. Al final del día, Zoella es y será todo aquel resultado de sus acciones, voluntarias o involuntarias. Podría ser duro con ella, pero a las finales estaba hecho, y si Bárleyr asintió en su razonamiento, más que para solo responder una pregunta ajena, lo hace también por su deliberación de que ahora pueden continuar. —Es una creencia, esa de usar el olor de los muertos para pasar desapercibidos, pero es lo que hay en tu interior, tu mente y tu alma, lo que verdaderamente atrae a aquellos del otro lado-, explicó lacónico. —En realidad, existen más de un método cuando se habla sobre la reanimación de cuerpos o la invocación de almas y espíritus para el servicio de un mago oscuro, pero intentar abordarlas todas a la vez nublarían la visión del nigromante y, lejos de lograr el objetivo, los resultados podrían ser perjudiciales-, la voz del arcano se escucha distante, como si se estuviera concentrando en dos temas al mismo tiempo en ese momento. —Pero ya que lo menciona, podemos continuar con el siguiente elemento; el alma-, con un ademán elegante, la luz del pozo de la mazmorra se intensifica dejando a los presentes olvidar un poco la oscuridad casi de ultratumba que guarda aquel misterioso espacio. Báleyr vuelve al grimorio escrito con las lágrimas de Zoella y, con un gesto, invita a la bruja a acercarse a revisar también el nuevo contenido que se ha revelado luego de que la figura de la niña se desvaneciera. —La senda del sepulcro-, lee el nigromante y el ya de por sí duro gesto del arcano consigue mostrarse aún más severo. —Es aquella que se encarga de las almas de los muertos-, explicó. —Dentro de la magia de la sangre el menor de sus problemas será encontrarse cara a cara con un alma (o algo más) mediante una invocación, señora Triviani, comunicarse con ella y convencerla de que es usted ahí quien tiene el control es donde las cosas comienzan a torcerse un poco más, por que cuando un alma, por mas clara que pudiera haber sido en vida, una vez que vuelve de la muerte, jamás será la misma. Luego de la breve introducción al tema, se apartó de Zoella y del grimorio hasta llegar al extremo opuesto del salón, buscando espacio suficiente entre las estanterías ocupadas por las antiguas colecciones de libros malditos y temas varios. Cuando lo encuentra, con la ayuda de su bastón trazó un eje sobre el muro descubierto provocando un ruido chirriante al contacto, inmediatamente no ocurrió nada, pero Báleyr permaneció un tiempo más ahí, observando aquel punto fijo hasta que la piedra crujió. —Traer con usted de regreso a un alma, al mundo de los vivos, es lo que necesita aprender-, la línea que trazó sobre el ladrillo se abrió y dio un espacio tan estrecho que a duras penas una persona muy delgada podría entrar hacia su interior. —Ahí adentro hay alguien que ha vuelto del más allá debido a la nigromancia, su invocador le ha dejado atrapada en el mundo de los vivos. Busque el consejo de ella y averigüe cómo es que lo ha hecho-, Báleyr se hizo a un lado para dejarle el espacio a la bruja de intentar cruzar el camino. —Es posible que se encuentre a un viejo conocido por ahí dentro, pero no deje que la desconcentre, señora Triviani. Para Jeremy Triviani & Zoella Triviani. —¿Pero qué haces?-, la sombra de Amelia apareció tras los destellos de las chispas que provienen de la varita del mago al conjurar su inusual invocación. No va a decírselo de buenas a primeras, pero, sea cual sea el conjuro que ejecuta el mago, crispa el humor de la niñita, y lo único que quiere es que pare de hacerlo. —Interrumpes la hora del té-, Amelia es una figura pequeña al centro del salón, sentada en la mesita, que no parece importarle en absoluto la presencia del mago y continúa su juego, como si él no estuviera ahí. —¿No sabes que es de mala educación interrumpir? y más aún cuando no eres invitado-, la acústica del pequeño cuarto es buena, aun así detrás de la voz dulce e infantil de ella se escucha un lamento. La escasa luz de la habitación provoca que el ambiente casi inocente que rodea a Amelia se pierda, es cómo en una historia de terror, con la incertidumbre de que, si la luz sobre ellos se encendía con mucha más intensidad, la figura de ella se desvanecería sin dejar más rastro que el eco que su aguda voz provoca. Amelia es el fantasma de un alma atrapada en el mundo de los vivos por tan demasiado tiempo, eso se puede notar por el detalle de sus ropas e, inclusive, en los gestos ahora sombríos por la ausencia de buena iluminación. En su tranquilidad, concentrada más en el juego de tazas que tiene frente a ella, su brillante mirada, que no presta atención a Triviani, está ausente de vida, de intenciones, como si interactuara con él en un plano distinto. Intentar atraer su atención no parecía ser algo tan simple. Antes de que finalmente el brujo pueda pretender comunicarse con Amelia, inesperadamente, y para sorpresa hasta del mismo espíritu, una abertura más se muestra en la habitación y da paso a una delgada figura de tez tan pálida como la de ella. Tan rápido como ha sucedido, detrás del nuevo no invitado la entrada se sella, evitando que cualquiera ahí intente escapar. Amelia contempla confundida a esa nueva persona que aparece frente a ellos y por largos segundos que congelan la habitación le observa cómo si pudiera ver a través de ella. No obstante, la sorpresa no dura mucho más antes de que la niñita vuelva a jugar con las tazas sobre la mesa. Ella sabe que Báleyr los ha enviado aquí a molestarla, y eso le fastidia. O lo haría si no pensara que siendo dos al mismo tiempo el juego podría llegar a ser mucho más divertido. —¿Qué es lo que quieren aquí?-, la mirada astuta del espectro por fin abandonó el juego de tazas y observó a uno y después al otro. Existe algo en ellos dos que le provoca una tierna sonrisa divertida. Para Arya Macnair & Elvis F. Gryffindor Pocas veces, desde hace ya mucho tiempo, se siente como el día de hoy, con su mente ocupada en más de un solo lugar al mismo tiempo, a pesar de que no es Báleyr el arcano de la videncia. Hoy, ni siquiera su nueva adquisición, un viejo libro de sortilegios patrocinio de un pasado viejo aprendiz, pueden mantener su mente ocupada en una sola cosa, el presente. Se encuentra distante en mente, atrapado un poco nuevamente en los días de su propio aprendizaje que ha salido a relucir en más de una ocasión por los últimos aspirantes a nigromancia que por su mazmorra han pasado. De pronto se siente inspirado a cambiar sus métodos de enseñanza, para que el recuerdo del pasado no lo hostigue con tanta insistencia, sin embargo, Báleyr recuerda que es ese el peso de todos esos saberes que con recelo resguarda, el que debe cargar sobre él como el anillo nigromante en su mano. La nueva lectura es interesante, va relatando una historia corta que habla de un hombre de buena suerte, de mejores intenciones, de simpleza en su vida hasta que es desventurado hasta el día de su muerte por modificar el destino de los demás mediante el uso de brebajes, remedios mágicos, fórmulas y acciones de hechicería. En algún momento de la historia Báleyr ha comenzado a leer sin prestar atención, recordando que, en una sesión pasada, uno de los más recientes aprendices, confundida sobre sus propias decisiones, cuestionaba si conociendo los secretos de la nigromancia se podría respetar verdaderamente la vida. El nigromante piensa ahora en una respuesta mucho más sencilla esta vez, pero se imagina, soberbiamente, que solo alguien como él pudiera entenderle. Pensar en que necesita de otro Báleyr para conversar y no solo dejar sus ideas al aire es un síntoma tal vez de que finalmente el viejo brujo nigromante debe dejar la universidad. Ni siquiera los ruidos que se escuchan desde el exterior de su mazmorra lo ayudan a dejar hundirse en su apesadumbrar, mucho menos lo ayudan a que concentrarse en su lectura sea más simple. Sabe que es lo que le espera después de esto, ¿quién más se atrevería a bajar hasta ahí, casi del otro lado de su puerta, además de los aspirantes a nigromancia que vienen a buscarle? Por un instante sopesa la idea de que, si se queda en silencio, tal vez ellos se vayan y lo dejen tranquilo un día más, o al menos tengan la consideración con él de dejarlo terminar el siguiente capítulo de la lectura. Pero tal cosa no ocurre, y no puede continuar leyendo con las voces de lo que sabe que se convertirá prontamente en una conversación colada hasta el interior de su espacio, acabando por robarle lo último de concentración que a Báleyr le queda. Haciendo el libro a un lado de mala gana se levanta con mucha más agilidad de lo que tal vez podría hacerlo una persona de su larga edad. La puerta que lo separa de los extraños se ha abierto de un solo y seco movimiento, cortando el silencio del pasillo y la discreta conversación con un fuerte rechinido por parte de las viejas bisagras. El breve intercambio de miradas no dura tanto como realmente se siente; su solitario ojo azul escudriñó apenas de arriba a abajo a cada una de las personas que estaban ahí, lo hizo antes de llegar a cualquier otra conclusión y finalmente conceder su genuina atención. De nuevo son dos, piensa con mucha menos irritabilidad con la que ha abierto la puerta. —Si no encuentran la mazmorra tal vez es por que en realidad no quieren estar aquí-, la voz del arcano no se escucha realmente molesta, el gesto severo y duro ya lo acompaña desde hace mucho tiempo atrás. Tranquilamente volvió al interior de la mazmorra, la puerta detrás de él quedó abierta, por si alguno finalmente se animaba a entrar, aunque tampoco se inquieta si ninguno de los dos lo hace. Los aposentos de Báleyr son un lugar aún más frío que el pasillo y el largo camino que lleva hasta él, particularmente ordenado, pero hay también tantas cosas ahí guardadas que a simple vista pareciera lo contrario, la luz ahí dentro también es nítida, pero solo existe la necesaria, y en lugar de humedad se respira el aroma de las diferentes mezclas que el arcano consume en la pipa. —¿Cómo es que creen que Báleyr pueda ayudarlos hoy?-, masculla apenas, más entretenido en volver a rellenar el cuenco de su pipa con especies que en el par de aspirantes que se han presentado hoy.
  12. Báleyr

    Nigromancia

    Para Madeleine Moody & Jank Dayne El arcano permaneció en silencio por demasiado tiempo, en su reflexión personal sobre la llegada de estos dos el nigromante no puede imaginarse si es que esa actitud incomoda a los aprendices. Es una respuesta bastante breve la que recibe por parte de ellos, o de solo uno de ellos, a decir verdad es que Báleyr esperaba algo mucho más elaborado, alguna historia, algún pretexto que justificara su presencia ante el arcano, pero, por el contrario, el intercambio de palabras es tan breve que podría incluso no ser suficiente para dejar a alguien pensando por tanto tiempo en eso. Aun así lo hace, y encuentra que, aunque no es mucho, es una característica que igualmente los describe, los diferencía de entre las personas que vienen a su mazmorra e, incluso, los define por separado, a pesar de haber llegado juntos. —Si, si, es el momento correcto-, masculla con la pipa atrapada entre sus dientes, con la mirada aún fija en la persona que se ha atrevido, de entre los dos iniciados, a contestarle la imprecisa pregunta. A lo largo de su vida, tanto como aprendiz de nigromante como también del tiempo antes de convertirse en un poseedor del anillo de magia arcana, Báleyr ha comprendido con insistencia que nunca una persona era igual a otra, podían ser parecidos, pero nunca iguales, por lo tanto, cada quien tendría una idea diferente de lo que está haciendo aquí ahora, de lo que busca en las sendas oscuras de la nigromancia y, por supuesto, que de igual manera cada uno tendrá sus fallas, sus propios temores, angustias, dudas, etcétera. Lo que algunas veces a algunos les sobra a otros posiblemente les hace algo de falta, y era eso de lo que dependía su enseñanza, pero ¿cómo puede Báleyr guiar su camino de aprendizaje con alguien tan poco conversador? Tal vez pueden no todos ser iguales, pero si eran parecidos. —Bien entonces, vamos allá, arriba-, el viejo hombre se levantó de la silla, dejando la pipa sobre una mesita repegada a su asiento para así tener la libertad de tomar de un estante cercano un par de volúmenes, ambos de cáscaras rojizas, resecas por el tiempo, pero con portadas aparentemente distintas, definidas sólo por los trazos labrados a mano y seguramente con algo de magia oscura para sellar en ellos sus escritos. —Por ahí, junto a la jaula vacía, vamos-, el arcano señaló un punto en el muro opuesto, y con un ademán suelto de su bastón, la varita de cristal abrió una brecha sobre el muro, que dejaba libre un camino de delgadas dimensiones, escalonado e iluminado con una luz que llega desde lo alto de la cubierta, aunque no se puede ver con certeza el origen de esta. A pesar de que sus movimientos son cansados o acalambrados, el nigromante se adelanta al par de brujos para encabezar la caminata escaleras arriba. —La gente que acostumbra a venir por aquí, en la mayoría de los casos, no vienen aprender de la nigromancia por interés genuino-, la voz de Báleyr hace eco por el estrecho pasillo que lleva a lo que pareciera ser una torre. —Lo que quieren, casi siempre, es sanar alguna vieja herida, buscan solucionar algo que los intranquiliza, que les hace falta-, por la forma medio torcida de las escaleras, y la falta de vanos sobre los muros, el camino es más sofocante a cada paso y parece no tener final. —Eso tampoco es algo incorrecto, solo así pueden explicarse a sí mismos, o a los demás, por atreverse a profundizar en algo tan oscuro como lo es la magia de la sangre. Y, en lo práctico, les ayuda a mantener los pies sobre la tierra-, han de haber subido alrededor de tres o cuatro pisos desde la mazmorra cuando finalmente se deja ver una pesada puerta de vieja madera oscura. —No es el caso de todos tampoco, claro, pero todo gira en el "poder hacer". Pasen. Del otro lado de la puerta, que cede también con un golpe de su garrote, hay un salón amplio, conserva la altura del pasillo previo a la habitación, y es menos ancho que la mazmorra de Báleyr, los bloques de piedra oscura le dan una forma circular, fría, y los colores más claros sobre el suelo y la cubierta engañaban al ojo humano haciendo creer que el sitio sería mucho más espacioso si no estuviera lleno de mesas cubiertas de frascos y utensilios por todas partes. A diferencia del extenso pasillo y la mazmorra, las ventanas abatibles dejan entrar el fresco aire que rodea Mahoutokoro. —Ve y siéntate-, casi ordenó a ambos distraídamente, mientras él se acomoda en un banquillo frente a una mesa de metal que no parece estar tan ocupada como el resto. Finalmente, sobre la superficie, colocó los grimorios e invitó a que cada uno tomara el que fuera de su elección, incluso si ambos querían el mismo, sería un avance significativo. —Para verlo, debes mostrarle primero tu interior-, aconsejó el arcano. —Déjalo buscar dentro de ti, para que pueda mostrarte lo que necesitas saber. Suspiró, y de entre sus ropas sacó una pipa más nueva, pequeña, que encendió con la ayuda de su varita y el humo llenó rápidamente el salón. Les daría un tiempo, personal, para solucionarlo. —Entonces ¿qué es lo que ves en sus páginas?-, preguntó después de un largo rato, cuando la mezcla en su pipa está por terminarse. Para Zoella Triviani Un gruñido bajo quedó atrapado en la garganta del viejo arcano mientras escudriña con la mirada las acciones de la iniciada con demasiado cuidado y el ceño forzado, como si de pronto su único ojo no fuera suficiente para entender la actitud de la bruja ante su enfrentamiento, aunque en realidad sucede todo lo contrario; Báleyr interpreta cada acción, cada movimiento y cada pensamiento que, si bien no se dice, se proyecta fácilmente entre aquellos dos cuerpos de Zoella que se encuentran, es como una conversación silenciosa, pero seguramente significativa, después de todo los escritos en los viejos grimorios no tendrán consideración de la Triviani, pues si verdaderamente quería aprender de la nigromancia, tenía que explorar lo más oscuro de esta. —¿Cuales son los otros dos elementos?-, la pregunta ahogada en sentimiento por parte de la bruja Zoella desconcertó al nigromante. Báleyr se movió lentamente en su espacio, rodeando la escena que Zoella ha transformado, analizando la figura atrapada ahora entre ellos dos que ha tomado la forma de una pequeña persona, una niña. —Usted sigue sometida a sus sentimientos, señorita Triviani-, el arcano llega finalmente a la conclusión de que Zoella no ha concebido de que va la limpieza de la mente. —Cuando el nigromante entra al mundo de los muertos es detectado inmediatamente como una presencia viva-, comenzó a explicar pacientemente. Báleyr ha pensado que, en gran medida, Zoella no solo sabe sino que comprende bien aquella teoría que memorizaba. Suponerlo había sido su errar, no el de Triviani. —Lo que sea que se encuentre usted al cruzar y/o adentrarse al otro lado, allá, buscará volver al mundo de los vivos de cualquier forma, y si usted se los permite, si usted les muestra sus deseos, sus anhelos, sus debilidades, tomarán todo lo que puedan de usted, falsamente se lo ofrecerán y serán ellos los que tendrán el control dentro del mundo de los vivos, no usted el control sobre ellos. Báleyr suspiró largamente, luego volvió a llevarse la pipa a la boca, mordisqueando la boquilla, mirando algún punto fijo de la figura de la niña que aún está ahí, observando a Zoella. Tal vez, Mahoutokoro debería sugerir a los aspirantes a nigromancia obtener la habilidad de un legeremante o ya sea respectivamente un oclumante, algo como aquello casi debería ser básico para aquellos que practicaban las artes oscuras, al menos de ese modo los aprendices tendrían mas control de sus propias mentes antes de apostar su cordura a la nigromancia. Por otro lado, no cree que estos jóvenes iniciados, que desean aprender del arte de la nigromancia, quieran perder su tiempo con algo como la introspección. Y ciertamente Báleyr tampoco. —Nadie nunca vuelve del más allá solo, sin traer algo consigo de vuelta, Zoella, aun si no lo queremos. Es por esa razón que debe usted ser firme, debe mostrar que tiene el dominio de su propio ser y sobre las demás cosas, debe mostrar autoridad-, se aclaró la garganta al darse cuenta que ha estado hablando un tono de voz mas alto que lo habitual. —Tal vez no hace falta superar esas cosas que la acongojan, o resignarse a vivir con ellas, porque, en muchos casos, esos sentimientos son lo que en un principio nos mantienen aquí, en el ahora, nos hacen fuertes, y nos aferran a la vida-, concluyó su explicación, e hizo una larga pausa para que Zoella sopesara la nueva información. Luego de eso, Báleyr recitó un par de líneas mas sobre los textos escritos en lenguas antiguas, y continuaron el ejercicio. —¿Por que?-, la voz de la pequeña Triviani se escuchaba quebrada entre el llanto que comenzó a correr por sus mejillas. —¿Por qué nos has hecho esto?!! !NO! !No lo quiero!-, la chiquilla podía sentir toda aquella corrosión de sentimientos guardados como si le quemaran la piel, y le reprochaba ahora a la bruja todo ese daño que llevaba dentro. —¿Por qué, por qué nos haces tanto daño?-, el salón se llenó con los ruidos insufribles de una joven Zoella llorando. —Pongámonos a prueba una vez más.
  13. Báleyr

    Nigromancia

    Para Zoella Triviani A los viejos oídos de Báleyr las palabras de Zoella Triviani suenan perfectamente pronunciadas una tras otra, memorizadas adecuadamente, aunque no necesariamente aprendidas. Las personas, en la no tan humilde opinión de Báleyr, creen que tienden a saber muchas cosas, aunque en realidad experimentan por cuenta propia poco o menos de la mitad de lo que saben. Es el caso de pocos lo contrario, pero no el de Triviani, posiblemente no estaría ella ahí con él si realmente sopesara todo lo que acaba de recitar como una oración. Báleyr imagina entonces que de pronto ella no quiere mostrarse rota una vez más frente al nigromante. Por el contrario, hay algo en su última revelación que deja al arcano pensando en las verdaderas ambiciones de la bruja Triviani; la venganza, en manos de un brujo nigromante, en más de una ocasión ha dejado muchas otras cosas en el usuario de la magia oscura, excepto satisfacción, es más, si a Báleyr le importara diría que incluso el nigromante da demasiado de sí para conseguirlo, y es que, al final del día, todo se cobra de alguna manera. Es una vara alta, pero Triviani parece dispuesta a alcanzarla, y si lo conseguía, a Báleyr tal vez le gustaría seguir su crecimiento de cerca. Siguió los pasos de Zoella incluso estando dentro de la biblioteca. La concentración de magia en ese lugar es intensa, aunque incierta de alguna manera, Báleyr se cuestiona si ella ha sido capaz de percibirlo, la perturbación, la intranquilidad de las almas que alguna vez han sido llamadas devuelta después de la muerte. Tal vez si ella lo hiciera no estaría tan concentrada en los viejos tomos de Nagah. —Es una definición muy compleja, es evidente que se ha preparado intelectualmente para esto, eso me va ahorrar mucho trabajo-, no es un elogio necesariamente, pero está conforme, por ahora, con su respuesta. —Como usted se habrá dado cuenta en sus lecturas previas a este encuentro, no es en absoluto fácil conseguirlo, pero es posible, si-, Báleyr puso especial cuidado en la selección de la bruja, los nueve libros de Nagash, algo tan antiguo ocupando un espacio entre la colección de grimorios que incluso Báleyr ha olvidado los detalles insignificantes en sus memorias de cómo obtuvo cada uno de ellos, no obstante, hay otras cosas en ellos que son casi imposibles de olvidar, y solo con eso se queda. Cicatrices de la nigromancia. Parpadeó detenidamente, apartando por un momento las memorias que le vienen a la mente, de sus primeras lecciones, sus primeros fracasos, de las personas que ha ido dejando atrás, ahondando en las oscuras profundidades de rituales malditos e invocaciones consideradas prohibidas. —Sin embargo, para aprender a correr hay que saber caminar primero, ¿cierto?-, Báleyr incitó a la bruja a abrir el grimorio. —Hay tres elementos que debe considerar en todo momento al hacer un ritual de nigromancia, él que sea, él que usted quiera. El primero de ellos es el usuario, en este caso, usted. La limpieza de uno mismo es importante para no dejarnos consumir por lo que encontramos del otro lado-, las palabras suenan en su mente mucho más suaves a cómo en realidad salen de su boca, a Báleyr le recuerdan muy bien a su viejo maestro. —Debe tener claro siempre esto, Triviani, en el arte de la nigromancia usted siempre debe mostrar dominio, de su cuerpo y por supuesto que de su mente-, hizo una pausa, admirando pensativamente la página del libro abierta . —Para conseguirlo, se debe abandonar toda sensación o sentimiento que hace perder el control de las acciones sobre uno mismo, lo que empañe la visión del nigromante. Levantó la mirada hacia el rostro joven de Zoella, la escasez de manchas y arrugas en las facciones de ella dejarían a cualquiera pensando que es aún joven de más, sin embargo, Báleyr sabe que en realidad nadie nunca es demasiado joven para vivir en sufrimiento. —Usted ha estado llorando todo ese tiempo su perdida-, Báleyr se acercó al rostro joven de la muchacha, a su piel impecable manchada por largas lágrimas llenas de tristeza y autosufrimiento. Cuidadosamente Báleyr siguió el rastro de una de ellas aunque si tocar el rostro femenino, los viejos y largos dedos trazaron el camino desde el mentón de ella hasta el borde de sus pálidos ojos grises y se detuvo ahí, para atrapar a la próxima. Yacía entonces en la punta de su dedo la pequeña perla que lloraba Triviani, era de un color espeso, cristalino, pero que difícilmente se podría ver a través de ella, es pequeña, casi escasa, y Báleyr la trató como si de algo agotable se tratara. La dirigió entonces hasta la página abierta del libro que, curiosamente, se ha mantenido en blanco todo este tiempo ante los ojos de Triviani. Ahí fue donde vació la lágrima de ella, y de apoco algunos textos se mostraron ante ellos escritos con lenguaje ancestral, nada que Báleyr no hubiera visto antes, pero que aun así siempre remueven algo en su interior al leerlos. Y solo bastó con recitar un par de líneas para que todo a su alrededor se transformara. Las letras de los libros se derramaron como tinta fresca, derretidas sobre las páginas inundaron el libro con las lágrimas de la bruja. Las líneas de los textos cayeron al suelo y la magia sucedió delante de sus ojos; cada oración, cada frase se convirtió en una fracción de Triviani, y de pronto había una versión de Zoella completamente idéntica ante la verdadera, con la singularidad de que cada una guarda un gesto diferente, un tormento interno en las memorias de Zoella, que la intranquiliza, que fractura su mente. —Revivir el pasado es, para muchos, una pérdida de tiempo, para otros cuantos es aprender, y para pocos es una verdadera tragedia-, comenzó la difícil explicación. —Representan sus fracturas, sus puntos de quiebre, sus temores o ansiedades-, él no sabe que significan con certeza cada una, solo Zoella puede saber cómo es que está conformada esa visión que se tiene de sí misma. —No necesita vencerlas o superarlas por ahora. Cada una intentará que sucumba, usted debe enfrentarse a sus propios demonios, Zoella, y dominar. Para Madeleine Moody & Jank Dayne La mazmorra donde se encuentra el arcano nigromante no es difícil de encontrar, sin embargo, el camino es largo, casi eterno para los que esperar les cuesta un poco o mucho más, lo justo para quienes son pacientes y, solo algunas veces, es un presente para los que no son verdaderamente conscientes de la realidad en la que viven. Báleyr considera que es importante, el que las brujas o brujos que vengan a intranquilizarlo en su mazmorra tengan un tiempo a solas consigo mismos antes de llamar a su puerta. Si aún así, cuando llegan al final del camino, no se quedan frente a la puerta sin ganas de continuar a averiguar qué hay del otro lado, entonces él los recibiría casi con gusto. A menudo Báleyr piensa que necesita un camino más largo hasta su mazmorra. Por supuesto que el arcano sabe también que no cualquier persona puede estar detrás de esa puerta llamándolo, esperando por una señal de él para entrar a la mazmorra y aprender de la nigromancia. Es consciente de que para este aprendizaje de magia arcana solo tienen acceso aquellos brujos de alto nivel de magia, con conocimientos y poderes que los hacen acercarse a lo óptimo para dominar una habilidad, algunas mucho más oscuras que otras, como podría ser el caso de la nigromancia, pero aun así, Báleyr cree que los aspirantes llegan mucho mas lucidos de mente luego de haber hecho una introspección, sopesando las razones que los traen hasta este instante. No tiene por qué abandonar su silla para abrir la puerta, pero lo hace de todas formas para sentirse más despierto frente a los que van llegando, y aunque no responde inmediatamente a los tres pesados golpes que se escuchan en su puerta, no los hace esperar más tiempo. El arcano no necesita más de un ojo para definir los rostros que tiene frente a él; las cicatrices que dejan descubiertas a la vista hablan por ellos, hay marcas de viejo agotamiento en ellas y las arrugas de expresiones forzadas por demasiado tiempo han terminado por extinguirla belleza de la juventud, aunque tampoco ve rostros viejos, solo, tal vez, cansados. La proyección de la vivencia muchas veces tiene esa forma, de manchas, arrugas o cicatrices, aun cuando no son visibles. —Adelante, creo que será interesante escuchar lo que tienen que decir-, no les habla realmente emocionado, aunque si esta casi sorprendido porque sean dos personas, y los invita vagamente a que ocupen un sitio dentro de la mazmorra mientras él vuelve al suyo. —¿Por qué?-, se llevó la boquilla de la pipa en la boca y dio una larga calada. —¿Por qué han esperado hasta ahora para venir aquí?-, cuestiona. Ciertamente no los esperaba, a nadie más por un tiempo, ni siquiera al muchacho de entre ellos dos que cree reconocer de encuentros anteriores, sin embargo, el viejo arcano actúa como si así fuera.
  14. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr escuchó pacientemente todo lo que la bruja Triviani le contaba, no escuchaba entre sus palabras lo que él esperaba, lo que él busca escuchar, pero de algún modo la comprendía. El silencio entre ellos nuevamente se prolongó, Báleyr no despegó la dura mirada de la bruja. Ciertamente, los juicios no entran de todo en la cabeza de Báleyr, los motivos por los cuales las brujas y magos deciden venir a aprender de él no son del todo su interés; algunos pueden desear el conocimiento para propio provecho, o buscan salvar sus vidas o la de algún ser querido, tal cual era el caso de Zoella esta vez. Sin embargo, y a lo que a él concierne, es que aunque intrínsecamente no sean razones infames, en un punto de esta persecución antinatural invariablemente la nigromancia los lleva por una senda más oscura, y sobre todo, sea cuál sea la razón, cuando las personas emprenden el camino de la nigromancia, la locura suele acompañarlos en el viaje. Daré todo de mi si es necesario-, promete ella. Después de segundos que parecieron eternos, Báleyr suspiró y nuevamente se llevó la pipa a la boca. ―Yo puedo enseñarle, si, pero debe preguntarse si realmente es capaz de conseguirlo, debe ser consciente de los sacrificios que necesita hacer, pues el camino hacia el arte de la nigromancia es como ningún otro al aprender de las magias de la sangre, y una vez que se sumerge en aguas tan turbias es imposible salir impune. Cuando una persona se adentra por la senda oscura de la nigromancia, se vuelve cada vez más indiferente a sus raíces mortales. Al cuestionarse los secretos de la muerte de forma morbosa, un nigromante puede llegar a parecerse a las creaciones de su magia. La severa seriedad no abandonó nunca el rostro durante el discurso del arcano nigromante, sin embargo, su mirada se volvió más penetrante sobre Zoella. ―Déjeme decirle que muy probablemente el amor a esa persona no la va a salvar de ese destino, señora Triviani-, advirtió, consciente de algún modo en lo delgado que puede ser el hilo de cordura de una persona tras sufrir una pérdida tan dolorosa como la que ella relataba momentos antes . ―Si la criatura vuelve, debe estar consciente de que no será usted la misma persona que es ahora la que lo reciba, y eso será lo menos. Hizo otra pausa para que ella sopesara las circunstancias. El acto de ella no era necesariamente egoísta, sin embargo, no era cuestión de ser una mala o buena persona, la nigromancia siempre corrompía sin piedad a sus usuarios. ―¿Vamos a continuar entonces?-, Báleyr le ofreció a la bruja esta vez el viejo volumen que tenía entre sus manos, un antiguo grimorio de magia arcana. ―Si es así, lleve este libro a la biblioteca, y veamos qué es lo que quiere mostrarle-, el arcano tomó entre sus viejas manos su bastón y dio dos golpes al suelo, a un costado de la habitación se desmontó una trampilla que dejaba libre un camino escalonado hasta lo que parecía un sótano. La biblioteca siempre tiene un aspecto diferente, que va de acuerdo a lo que la bruja o mago en cuestión aprenderá. ―En el camino puede contarme qué es lo que ya conoce sobre la nigromancia, señora.
  15. Báleyr

    Nigromancia

    ―Ya veo-, la boquilla de la pipa se machaca entre sus dientes, y su brillante y único ojo azul se detiene a analizar a la hechicera. Báleyr asintió apenas a las palabras de la bruja, es un movimiento apenas perceptible, pero evidente, no era tampoco como si estuviera completamente satisfecho con ella, pero la aceptaba igualmente. Si, todos tienen un significado subjetivo parecido, aunque nunca igual-, se dio la razón tras escuchar las explicaciones de la bruja, sus necesidades. Entre las personas que llegan hasta su mazmorra es común que la búsqueda de conocimientos tan oscuros recaiga casi siempre sobre un menester, considerada su decisión egoísta o no, eso era algo que estaba fuera de los intereses de Báleyr. No obstante, el arcano considera también que una sola necesidad no es suficiente para formar a un nigromante. Sin apuro alguno dobló el ejemplar del periódico que tenía entre sus manos y con el mismo cuidado lo hizo a un lado para finalmente quedar cara a cara con la aprendiz. El silencio entre ellos era espeso, era el de dos mentes trabajando detenidamente, Báleyr lo veía en la mirada de ella, el cómo a pesar de estar casi al borde de sentimientos con los que ha estado cargando por mucho tiempo hace un esfuerzo para mantenerse sobria, pensando cuidadosamente cada una de sus palabras. Honestamente, no es lo que Báleyr espera ver ahora, él está más interesado en su interior, en conocer más de ella, quiere saber si en realidad está lista para esto, física como mental y espiritualmente preparada, para que Báleyr no pierda su tiempo antes de intentarlo nuevamente. ―Existe una necesidad constante entre los seres vivos de aferrarse a su vida más de lo que se les es permitido-, comenzó una explicación. ―Cada uno tendrá sus razones para luchar por ella hasta el último aliento, pero una cosa sí es seguro, la mayoría de ellos siempre lo va a intentar-, el arcano abandonó su silla por un instante y se dirigió hasta uno de los estantes llenos de libros, el nigromante escogió un ejemplar y un frasco con hierbas secas. ―Lo harán incluso hasta cuando sean capaces de entender qué es lo que sucede después de perder la vida, es algo natural-, volvió a la vieja pero cómoda silla que apenas protestó ante su peso. El semblante demasiado serio del arcano no se doblegó ante la sensibilidad del tema, el ya tiene muchos ayeres viviendo de esto. ―Pero no es igual ese sentimiento al de perder a alguien-, aclaró. ―Cuando se pierde a alguien, a alguien amado sobre todas las cosas…-, negó con la cabeza, sin mucha efusividad y con misticismo en su mirada. ―Cuando alguien amado te abandona es imposible evitar pensar que se ha llevado algo de ti con el y sientes que a cualquier costo quieres recuperarlo; eso es a lo que ustedes llaman necesidad-, Báleyr tomó entre sus manos nuevamente el periódico y se lo extendió a Zoella, ofreciéndoselo. Los encabezados de la primera página no solo hablaban de los actuales acontecimientos que acechaban a la comunidad mágica británica, sino a toda nación que se había visto involucrado en los actos bélicos recientes. La crudeza de la realidad. ―¿Necesitas de verdad tanto a ese alguien como para traerle devuelta a sufrir la muerte una vez más?-, empujó apenas, con una frívola neutralidad en sus palabras.
  16. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr exhaló una bocanada tan larga de humo que casi llenó el aire de la mazmorra con este. Él no ha contado el tiempo desde que ha tenido un estudiante nuevo, ¿por que lo haría? ciertamente se siente algo satisfecho de que nadie cruce su puerta para aprender el arte de la nigromancia. No necesariamente es porque no le guste enseñarlo, es por todo lo que implica tener que recordarles el valor de aprenderlo. Tener que recordarse a sí mismo sus propios sacrificios. Báleyr exhala nuevamente antes de volver a llevarse la pipa a la boca, seguramente es solo que su longeva edad y su largo aislamiento se lamentan por él. La puerta sólo se ha escuchado sonar dos veces, en aquel silencio apacible en el que Báleyr lee las noticias es inconfundible. Sin embargo, no atiende inmediatamente, él se queda en silencio por un largo rato, esperando tal vez a que vuelva a sonar el llamado... o que no lo vuelva a hacer. Báleyr sabe que no cualquier mago o bruja está ahí del otro lado de la puerta esperando por él, por que para aprender una habilidad tan oscura como la nigromancia se necesitaba algo mucho más allá que fuerza, alta habilidad y dominio de sus poderes mágicos. Se requerían experiencias. Si, esa era la diferencia entre aprender de los arcanos a hacerlo de esos guerreros uzza. Con un ademán Báleyr desliza el cerrojo de la puerta, para no levantarse de la silla y no tener que dejar su lectura innecesariamente. No levanta la mirada del ejemplar entre sus manos porque puede escuchar cómo la puerta se abre con timidez tras permitirle el paso. No obstante, las pisadas que le siguen por detrás parecen tener más determinación, aun así no consiguió que el mago arcano abandonara la lectura, es demasiado viejo para saber que no debe confiarse de las primeras impresiones, sobre todo tratándose de los aprendices de nigromancia. ―Si pudiésemos tener consciencia de lo efímera de nuestra vida, tal vez pensaríamos dos veces antes de ignorar las oportunidades que tenemos de ser y de hacer a los otros felices-, masculló el viejo arcano con la boquilla de la pipa atrapada entre sus dientes, insatisfecho, no del todo, por lo que su único ojo en el rostro lee. ―Nos entristecemos por cosas pequeñas y perdemos un tiempo precioso. Perdemos días, a veces años, en intentar recuperar esos días pasados y perdemos el enfoque de nuestro presente-, el arcano apenas movió el ojo que le queda para observar, por encima de las páginas de su lectura, la esbelta figura que lo escucha del otro lado. Báleyr había aprendido también, con el paso de los años, que para cada persona en este mundo, la nigromancia tenía un significado espiritual diferente, algunas veces parecido, pero nunca igual. Eso era parte de sus vivencias; todo aquello que le daba contexto y significado a la existencia mágica de una persona y les permitía la capacidad de dominarse, o no, a sí misma sobre todo lo demás. ―¿Qué estás haciendo aquí, joven persona?-, Báleyr negó con a cabeza levantando la mano impidiendo que ella le diera una respuesta pronta. Luego aclaró, desbordando paciencia en sus palabras. ―Bueno, se que haces aquí, pero ¿por qué?-, otra bocanada de humo inundó el salón.
  17. Báleyr

    Nigromancia

    Rara vez podía decir que se encontraba cansado o agotado mentalmente. Desde hacía días que aquel pensamiento no lo abandonaba y aunque era consciente de que ese era su precio a pagar, no se terminaba de acostumbrar. Le gustaba pensar que de tener la oportunidad habría hecho las cosas de manera diferente, pero lo cierto es que no, volvería a tomar las mismas decisiones o por lo menos estaba seguro de que hubiese elegido el mismo camino, que hiciera lo que hiciera siempre lo llevaría hasta este punto en el que no dejaba de sufrir; su dolor no era físico, iba mucho más allá y era algo con lo que debía cargar. Con cuidado volvió a colocar el libro en su puesto, tomando otro en su lugar, se sentó en uno de los sillones para empezar a leer, al menos así sus pensamientos lo dejarían en paz. Iba por la mitad de su lectura, cuando un grito que no llegó a alterarlo lo interrumpió. Báleyr, que ya sabía lo que aquello significaba se tomó su tiempo antes de hacer cualquier cosa. Bien podría fingir que no se encontraba allí, por lo que obligaría a la persona a regresar al día siguiente, o bien podría utilizarlo como entretenimiento aunque a veces esto le pudiera salir mal. Los aprendices que no mostraban progreso lo hacían perder el tiempo y en más de una ocasión estuvo a punto de renunciar para no tener que soportarlos más, pero de nuevo se lo pensaba y desistía de la idea. — Adelante —murmuró, aunque su voz se escuchó en toda la habitación. El Nigromante no se inmutó en levantarse, al menos no de inmediato. Esperó a que el aprendiz se presentara delante suyo y solo hasta ese momento se puso en pie, dejando ver su imponente y alta figura —Sígueme —le pidió sin rodeos, conduciéndolo a la habitación continua —Los espíritus guardan muchos secretos y pocas veces deciden revelarlos, a menos que tengan un motivo o que se pague un precio. Muchos espíritus conservan la esencia de quiénes fueron cuando estaban vivos y algunos quieren volver para terminar algún asunto inconcluso —a medida que hablaba ''El viejo'' movió uno de los estantes de libros dejando ver una puerta secreta que llevaba hacia un cuarto pequeño. — Conoce a Amelia, averigua todo sobre ella y con suerte te dirá donde está su cuerpo. Averigua también cómo murió, las causas, es importante que te informes acerca de todo esto y cuando tengas la respuesta, regresa a mí —Hasta ese momento solo parecía un cuarto vacío y es porque Amelia le gustaba permanecer escondida. Tenía una personalidad traviesa, a veces era hasta cruel y le gustaba engañar a los humanos con falsas historias, sobre todo a los hombres y es porque uno de ellos era el culpable de su muerte. Amelia no le gustaban los mentirosos y podía oler las mentiras. Le gustaba conocer secretos oscuros o verdades tan ocultas y profundas que de revelarlo podía arruinar la vida de quién se lo contara, pero solo así, podían llegar a ganarse su confianza. — Si tienes suerte te llevará a dar un paseo —agregó Báleyr, cerrando la puerta tras de sí, aun así su voz siguió atrapada en el cuarto, de donde el aprendiz no saldría hasta que así Amelia lo determinara. @@Jeremy Triviani
  18. Báleyr

    Nigromancia

    Si Báleyr hubiese sabido como sonreír lo habría hecho en ese mismo instante. Como Arcano poco o nada le podían interesar los asuntos que iban más allá de sus habilidades, mucho menos los bandos. En más de una ocasión se había cruzado con algún aprendiz que revelaba quién era o hacía comentarios justo delante de sus narices que lo delataban. Bien pudo haberlo mencionado a los entes correspondientes, pero de nuevo, él estaba lejos de querer interesarse por eso, le parecía algo sin importancia, porque mientras estuvieran ante él el pasado no tenía ninguna relevancia más si sus actos de ahora respecto a la Nigromancia. — Nadie que no haya pasado por una experiencia cercana a la muerte o haya cometido un acto relacionado a ella tendría interés en la Nigromancia. No hay necesidad de mentir, aceptar esa misma oscuridad o deseo que viene del interior es parte del aprendizaje —El tuerto no apreciaba a las personas que no eran honestas, pero no había forma de que él supiera lo que pasaba por la mente de Patrick, o más bien no quería saberlo. @@Patrick Colt — Si quiere convertirse en Nigromante, debe entender lo que es el dolor para que se piense dos veces antes de querer traer a alguien a la vida. Además, ¿por qué lo haría? Cada intento se lleva una parte de ti, puede ser un recuerdo o un mínimo fragmento de tu alma. Es algo que te roba la energía. Es un camino que muchos sueñan con recorrer y lo hacen exitosamente, hasta que no hay marcha atrás ni cabida para el arrepentimiento —Báleyr hablaba a través de su propia experiencia, él simplemente podía advertirles sobre los peligros, pero jamás lo trataría de persuadir de hacer una cosa u otra. — Esos hermanos... ¿Cree que quisieran volver? —preguntó. En todo ese tiempo el Arcano solo había estado observando al hombre desde una esquina, rígido, sin moverse, casi que podía pasar por una estatua --Vamos a averiguarlo. Búsquelos, llévese el Grimorio e intente algo que le resulte útil ahí para hacerlos volver. Pero tenga en cuenta lo siguiente. Las heridas que hayan tenido permanecerán, así que si quiere hacer su proceso menos doloroso le recomiendo investigar primero sus heridas y encontrar la forma de sanarlas mientras aun esté muerto.
  19. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr se había marchado con la bruja para su prueba, pero pasadas unas horas ya estaba de vuelta en su vivienda. Allí había dejado a Patrick, a quién le estaba costando un poco encontrar al nigromante que estaba en él. El Arcano creía que no estaba utilizando todo su potencial, que de hecho estaba desperdiciando su tiempo, el de ambos, pero que siguiera ahí quizás era un indicio de los deseos del mago por mejorar, por aprender. Lo observó desde una esquina por un largo rato sin decir una palabra, mandarlo a hacer alguna actividad o siquiera a leer un poco en el Grimorio no había sido lo ideal, así que decidió empezar por algo más fácil: una conversación. —¿Alguna vez has muerto? —guardó silencio, al cabo de unos segundos re-formuló la pregunta —¿Alguna vez has estado cerca de la muerte? ¿Qué has sentido? —. Báleyr pensaba que quién estaba consiente de lo que se sentía el morir podía entender el significado de la muerte en sí, era necesario que Patrick pasara por ese proceso para poder comprender el arte Nigromántico, de lo contrario sus intentos quedarían en solo eso, intentos sin resultado. Cuando intentas traer una persona a la vida no solo estás haciendo algo que para muchos es una aberración, sino que la estás forzando a revivir la experiencia previa a su muerte, los recuerdos, lo que sintieron. Algunos no se sienten contentos de regresar, otros no se quieren marchar, un Nigromante tiene que entender las verdaderas consecuencias de lo que hace y aceptarlas. —¿Qué sentiste cuando mataste a alguien la primera vez? ¿Cómo se compara esa primera vez a la última? —. No era una acusación, como Arcano estaba acostumbrado a tratar con asesinos, pero no era su trabajo emitir un juicio contra ninguno de ellos. Cuando una persona abandona (hablando del cuerpo) la vida terrenal, no siempre su espíritu lo acompaña, existen almas que quedan vagando, espíritus quiénes sienten que aun tienen pendientes que resolver, otros simplemente prefieren permanecer allí por gusto, ayudando a las personas o atormentándolas.
  20. Dejo constancia de que @ ha terminado con la prueba y desde este momento queda vinculada con el anillo de Nigromancia.
  21. El arcano escuchó su nombre salir de los labios de Felicity, la bruja quería preguntarle algo, pero su respuesta fue silencio absoluto. La escena que tenía en frente la estaba haciendo dudar, por un lado tenía el compromiso que sentía hacia un grupo en específico y lo que ahora ella creía que era lo correcto. No existían las buenas o malas acciones, pero si lo que dentro de los límites de la Nigromancia era considerado como lo más apropiado cuando de traer muertos a la vida se trataba. Báleyr observó atento como la bruja intentaba rendirle el mayor respeto a las personas que revivía, no cediendo ante la presión, teniendo en cuenta lo que podrían estas sentir una vez ella decidiera sacarlos de su estado actual para obtener algo de información por parte de ellos. En algunos el sufrimiento fue inminente, hubiesen preferido seguir como estaban antes de revivir el dolor que los acompañó en sus últimos minutos de vida. En otros el proceso no fue tan terrible, pero se notaban algo confundidos al no saber qué es lo que estaba pasando, pero por fortuna no disponían de tantos minutos para seguir haciéndose preguntas, la bruja se había encargado de eso. Dentro del portal la prueba parecía haber tomado horas, pero para el Arcano habían sido minutos. Felicity se había exigido demasiado, lo que había hecho era algo que pocos podían lograr debido al nivel de exigencia y ella estaba ahí, respirando con dificultad, tratando de mantenerse en pie por su propios medios todo lo que pudiera. — Ven, es hora de vuelvas —le susurró, rozando la superficie del anillo para ayudarla a salir. Una vez fuera, la contempló. — Respira, intenta controlar tu respiración. — Lo que ha sucedido allí adentro... Mira tus manos. ¿Ha valido la pena? ¿Serás capaz de detenerte llegado el momento? — lo que más le preocupaba al Arcano es que Felicity excediera sus límites por complacer a terceros, solo los verdaderos nigromantes eran conscientes del peligro, de las medidas a tener en cuenta y el respeto hacia los muertos, los demás simplemente no eran capaces de entenderlo. En las manos el anillo había cambiado de forma y de color, ahora la bruja permanecería vinculada a él y a todos los demás que habían cruzado el portal. — Se esperan grandes cosas de ti. No te conformes. Por ahora descansa y no vuelvas a practicar nada de esto durante un buen tiempo, dale a tu cuerpo el descanso que se merece, deja que tu magia también descanse. Nos vemos —. Báleyr esperaría hasta que Felicity se sintiera lo suficientemente bien como para levantarse, solo entonces él abandonaría la pirámide y marcharía de regreso a su residencia, donde pretendía continuar pensando en lo que no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
  22. El Arcano asintió ante la respuesta de Felicity, ella había tomado una decisión y la misma puerta reconoció que estaba lista para afrontar lo que sea que le estuviera preparado una vez la cruzara. El anillo que la mantendría conectada con Báleyr ya estaba en su posesión y él estaría al pendiente de todo lo que ocurriera. Las instrucciones por parte de él habían acabado, lo que tuviera que afrontar dependía únicamente de Felicity. Era como si el portal conociera tus debilidades, tus fortalezas y con base a esto decidiera qué era lo mejor para cada aprendiz; su intención no era verlos fallar, pero si quería asegurarse de que estuvieran listos. — En ese caso ingresa. Yo estaré aquí esperándote. Veía el potencial en la bruja, no solo por ser capaz de emplear la nigromancia sino por se consciente de sus propios límites. Ahora, ¿podría él juzgarla si en algún momento determinado decidiera sobrepasar los límites? Por supuesto que no, él era el menos indicado, pero al menos procuraba que conocieran la realidad detrás de tanto poder, como a ellos les gustaba llamarle. Si supiera cómo sonreír sin duda lo habría hecho en ese momento. — Es tu momento.
  23. Para ser Nigromante era necesario entender lo que significaba la vida y la muerte, matar no siempre era una decisión fácil, lo mismo que decidir lo contrario. Los humanos pecaban de querer ser dioses, ansiaban tener tanto ese poder que creían que era prudente que una vez alcanzado podían usarlo cuantas veces quisieran sin que hubiese consecuencias y allí es donde todos se equivocaban: toda magia viene con un precio y Báleyr lo sabía muy bien. Los deseos de los muertos deben ser respetados, pero ellos no siempre saben lo que quieren, al igual que los vivos. El Arcano había decidido esperar a Felicity dentro de la pirámide, una vez pudiera salir del laberinto tendría que ir a buscarlo allí donde las puertas correspondientes a cada habilidad esperaban a ser utilizadas cuando el Arcano o Arcana así lo demandara. La de Nigromancia permanecía cerrada, pero activa y eso se podía notar gracias a la luz blanca que lograba escapar por los pequeños espacios entre el suelo y la puerta. — ¿Cómo te sientes ahora? Mental y físicamente hablando —sin esperar respuesta siguió sus preguntas, ya podría responder al final — A este punto, ¿crees conocer tus límites? ¿Crees poder decirte a ti misma cuando ha sido suficiente? »Y la preguntas más importante, ¿crees poder continuar? Dependiendo de su respuesta el Arcano le entregaría a Felicity el anillo que mantendría la conexión entre él y ella mientras estuviera en el portal, allí dentro únicamente sería la bruja enfrentándose a sus propias pruebas, solo en caso de necesitar ayuda para salir, si encontraba aquella experiencia demasiado abrumadora, el anillo le serviría para comunicarse con él y así poderla ayudar, lo mismo que si se sentía sin fuerzas al terminar la prueba de forma exitosa. — La puerta está delante de ti, cruzar depende de ti, pero una vez ingreses eres tú sola contra lo que sea que encuentres. ¿Estás lista?
  24. Dejo por escrito que @ ha culminado con la prueba y sido vinculada al anillo de Nigromancia.
  25. — Regresaste —¿Estaba sorprendido? ¿Complacido? ¿Decepcionado? Era difícil saberlo. Buscó con la mirada la mano que la Gaunt había decidido cortar para salvar a la niña y si bien no había ninguna herida física, la magia siempre dejaba rastros. Báleyr se mantuvo en silencio, se sentía como si el aire se agotara en el pequeño espacio que Arcano y Aprendiz compartían. Ella había sido valiente, perspicaz y hasta desconfiada, él no esperaba que tomaran su verdad como absoluta, había cometido sus propios errores que le habían costado perdidas irreparables; para llegar hasta donde estaba había tenido que sacrificar mucho en el camino, se había labrado su propia reputación y el arrepentimiento por sus acciones simplemente no tenían lugar. — Tomaste una decisión difícil y decidiste dar sangre a cambio. Cuidado con el precio que pagas. Como Nigromante crearás vínculos con cualquier espíritu o muerto al que le regreses la vida, no solo estás hurgando en sus mentes o sus recuerdos, que son muy valiosos, sino que al mismo tiempo ellos pueden tener acceso a los tuyos y en el proceso hay intercambio de energías —. Como Anne seguía sin querer ver su mano, prosiguió. — Desde hoy, Anne Gaunt, eres una Nigromante. Sin embargo, tu camino no termina aquí, hay muchas cosas que aun debes descubrir. Recuerda que este camino es de constante aprendizaje, pero sobre todo, sacrificio. Puedes irte.

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