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Báleyr

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Todo lo publicado por Báleyr

  1. Báleyr

    Nigromancia

    El viejo escuchó las palabras de la fémina y sólo se limitó a sonreír. No era la primera que vez que las oía, y más, proviniendo de alumnos sedientos de conocimiento, pero ellos ni se imaginaban los horrores que se desataban al ir recorriendo las páginas del Grimorio. - Debes ser más cuidadosa con lo que contestas, Black Lestrange – musitó olvidándose un poco de la otra estudiante – Las palabras pueden llevarte hasta la mismísima muerte y, más, cuando estás en su propio territorio – se acomodó el parche y se dirigió al libro. Con su vara de cristal, lo hizo levitar y lo dejó flotando por encima del mesón en el que estaba. - La energía que contiene este Grimorio es insoportable para aquellos que no poseen nada de poder mágico llegando a ser mortal – explicaba mientras el libro flotaba – Pero para un mago inexperto, además de mortal, puede perder toda su magia con solo recorrer las páginas y no volver a recuperarla nunca – sentenció haciendo que se abriera la tapa del mismo. Unos pequeños destellos de luz iluminaron los trazos dorados que contenía la primera página del Grimorio. En ésta, se daba una pequeña introducción de su contenido, una especie de índice y una lista de cuatro advertencias (ni más ni menos) que se debía tener al ir leyendo las páginas del mismo: “No intentar arrancar ninguna página por más deshecha que esté.” “No leer más de treinta páginas por cada jornada de estudio.” “Es necesario que el futuro Nigromante haya tenido contacto con la muerte.” “Conservar el libro bajo el hechizo de la segunda página y en un lugar oscuro.” Dejó esa página a vista de las alumnas para que pudieran leerla y así ponerse al corriente con lo que podía llegar a guardar dentro este libro. La Gaunt era la que le tenía que prestar atención ya que sería la encargada de comenzar a recorrer los rincones más oscuros y peligrosos de la Nigromancia y otras artes oscuras. Cambió su mirada hacia Mia. - Black, he de volver a preguntarte: ¿estás lista para comenzar la última etapa de tu estudio? Si la respuesta era afirmativa, la muchacha, estaría lista para dar las últimas pruebas para obtener el anillo de la habilidad. - De ser sí, te espero mañana a las nueve de la mañana en punto en la orilla del lago que está en medio de este ateneo para comenzar la última etapa – sentenció dándole el permiso para irse.
  2. Báleyr

    Nigromancia

    La Black Lestrange había conseguido salir sana y salva de aquél hospital. La muerte se le había presentado en una forma que ella no esperaba y esa era su principal característica: la muerte se nos hace presente de una forma en la que nosotros jamás esperamos. En el momento en que cruzó el portal, éste se cerró dejando todo lo que había vivido atrás con el plus del recuerdo que tuvo que sacrificar. Cuando estuvo reunido con ellos, el Nigromante le hizo una seña para que se colocara frente a él junto a la Gaunt. - Tu compañera acaba de responderme lo que es este libro - señaló el pesado grimorio que descansaba sobre la mesa - Ahora te pregunto a ti, ¿son capaces de abrirlo y enfrentar sus peores miedos? - dijo de manera serena como si siempre hiciera aquel tipo de propuestas. La verdad es que era la primera vez que soltaba ese interrogante y, más, tratándose de alumnos que recién comenzaban con el estudio de la rama oscura. - Gaunt, ¿tienes la valía suficiente de hacer frente a lo que la muerte te depara y hacerte con conocimientos que muchos matarían por tener? - posó la mirada sobre la fémina de la derecha - Black Lestrange ¿estás lista para tu último paso antes de pasar a tu prueba final de a habilidad? - ahora su ojo y parche descansaban sobre la figura de la fémina de la izquierda. El Grimorio de la Nigromancia, al menos el que él tenía, era el original más antiguo que la edad de la Tierra. Contenía los secretos más oscuros, los rituales desarrollados por todos los nigromantes de decenas de civilizaciones, hechizos y contra-hechizos de un poder inimaginable para un simple mago (que no llegaría ni a pronunciarlos antes de perecer seco en el suelo) y, al margen, algunas notas del mismísimo Báleyr refutando algunos renglones en varios puntos del libro. Miró a las féminas nuevamente esperando la respuesta de cada una.
  3. Báleyr

    Nigromancia

    - Gaunt ... otra más. Susurró el anciano al leer el nombre de la muchacha en el pedazo de pergamino que solicitaba su inscripción. Le hizo acordar a varios, con el mismo, que habían pasado por las mazmorras. - Pase, y aguárdeme un segundo. Mientras la chica se acomodaba, Báleyr fue hacia la parte trasera de una repisa. En el tercer estante, descansaba un libro de unas dos mil páginas. Tapa y contratapa de color negro con unas inscripciones en letras doradas que ya habían perdido el brillo con el paso del tiempo. Se trataba de uno de los grimorios de Nigromancia más antiguos que había tenido el mundo, del cual, el Arcano se hizo con el original batiéndose a duelo con su último dueño; sólo había dejado algunas copias desperdigadas por el mundo para despistar a aquellos curiosos. Salió a duras penas de allí atrás y llegó a la mesa. Dejó el libro y miró a la muchacha. - Mirando lo que tiene enfrente, Gaunt ... ¿Se imagina lo que contiene este grimorio? Esperando la respuesta de la bruja, su mente, volvió a conectarse con el mundo en que la Black Lestrange estaba. Notó la escena que había pasado y cómo había logrado hablar con aquella pequeña niña que se le presentó apenas hubo ingresa allí. << Busca el hospital psiquiátrico abandonado. Dentro, en la habitación dos mil trece, encontrarás el portal para regresar. Pero ten cuidado, la muerte siempre estará buscando su paga por haber estado rondando en el mundo en la que ella es la dueña >> Las palabras le llegarían a la bruja de manera directa. Lo que no se esperaba era encontrarse con el espíritu de aquél hombre que tanto la lastimó y, para pasar de él, iba a tener que sacrificar uno de sus mejores recuerdos. Caso contrario, la muerte no la dejaría en paz ... hasta cobrar lo que le corresponde. Volvió con la Gaunt. - ¿Y?. ¿Ya puede decirme de lo que se trata?
  4. Báleyr

    Nigromancia

    Los espíritus estaban agitados y molestos, el anciano podía sentirlo. Las mazmorras siempre habían sido el punto de partida en donde, cada uno de los estudiantes, comenzaba el estudio de la Nigromancia y sentían aquella carga energética distinta a la del resto de la Universidad. El arcano estaba acostumbrado a convivir y controlar las ánimas del otro lado pero podía sentir que habían cambiado, algo las estaba perturbando y no sabía que era ... por el momento. Dejó aquel asunto atrás y se dispuso a ver lo que su pupila estaba haciendo y cómo iba llevando su travesía. La bruja estaba siendo guiada por una pequeña alma, una niña de cabellos rubios que le enseñaba algunos puntos de la ciudad de Nueva York; eso le hizo recordar a sus días de estudios junto a grandes Nigromantes de dicho lugar. Podía notar que la mujer estaba paralizada. Algo la había hecho detener y, de su boca, no salía ninguna palabra siendo la voz de la pequeña lo único que se escuchaba en ese lugar y que le pedía que hablara o dijera lo que ella esperaba. Seguro lo tenía que hacer. Una nueva carta había llegado de la dirección anunciando que una pupila se iba a llegar pronto. El Arcana la estaría esperando para comenzar su camino.
  5. Estaba impresionado y debía admitirlo. Báleyr no era una persona fácil de impresionar y, mucho menos, cuando se trataba de usar las habilidades y poderes. Sin embargo, sus últimos pupilos habían logrado expandir sus mentes mucho más allá y lograr pasar las pruebas que se les habían presentado en el camino. La chica manejó de manera impecable los consejos que el Nigromante le había dado, y lo notó a la hora de ver cómo trataba de descubrir la causa de muerte analizando ambos cuerpos. Báleyr podía afirmar que ella estaba casi lista para recibir la sortija y vincularse con la habilidad. Por otro lado, el muchacho seguía un poco más perdido. Quizás no entendía o no sabía que los objetos, de los libros de hechizos, no le servirían dentro de la prueba ya que solamente tenían su sortija y la varita. Además, tenía que reconocer el momento justo en el que debía utilizarla; eso Báleyr si lo pudo notar a diferencia de hace un momento. Había actuado de manera apresurada y eso lo había llevado a actuar sin pensar y, quizás, a sacrificar mucho más de lo que esperaba. *¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨* Esfinge de Alessandra Un nuevo pupilo había aparecido. La esfinge se sentó en sus patas traseras protegiendo el portal que Báleyr le había dejado a su cargo. - Si la prueba deseas pasar este acertijo tendrás que contestar - comenzó a recitar como lo hacía siempre - Solo tendrás una oportunidad, piensa bien, caso contrario, en mi cena te convertirás - aclaró con un ronquido al final. - Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera - soltó - ¿Quiénes son?. De contestar correctamente, al Esfinge, dejaría cruzar a la chica por el portal reuniéndose con el anciano nuevamente en la base de la pirámide. *¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨* Esfinge de Demian El muchacho había aparecido sobre la arena que marcaba el comienzo de tierra firme. Se veía algo derrotado y cansado pero su viaje no terminaba allí. - Si la vinculación deseas obtener este acertijo tendrás que resolver - mientras se posaba sobre sus patas traseras protegiendo el portal - En caso de que tu respuesta sea incorrecta te quedarás toda la vida como un alma en pena - masculló produciendo un eco casi interminable. - Es aquello que te mueve y te conmueve a hacer algo sin tener en cuenta el precio, el lugar, la hora, las dificultades, los problemas, quién te mira, qué riesgos hay, dónde hay que hacerlo, cómo, qué te dice la gente, qué piensa - le dijo aguardando la respuesta.
  6. Báleyr

    Nigromancia

    La muchacha seguía teniendo respuestas acertadas, al menos desde el punto de vista de Báleyr, con respecto a las preguntas que el anciano le hacía para poder tantear el terreno y ver donde se encontraba ubicada frente a la habilidad. Las palabras lo convencían pero ya llegaría el momento en que la Black Lestrange tendría que poner en práctica y conocer hasta donde iba a ser capaz de llegar. - Muy buena respuesta. Soltó el anciano volviendo a llevar la pipa hacia su boca y soltando otra bocanada de humo. - Además, puedo darme cuenta de que has descubierto la relación entre el verdadero significado de la muerte y lo que representa la habilidad de ser Nigromante; es algo que muchos tardan en comprender y, algunos, ni siquiera llegan a sacar tal conclusión. Se sentó en su mecedora de madera mientras el anillo continuaba flotando, pero ahora, frente al anciano. - Como sabrás ... - pudo notar como el espíritu de aquella pequeña saludaba a la muchacha - ... el llamado "mundo de los muertos", "el otro lado", etc; no sólo es una simple mención sino que es todo un mundo que muy pocos son los que poseen la posibilidad de conocerlo y, muchos menos, los de poder entenderlo - explicó - Habiendo dicho esto y, como habrás visto recién, los espíritus están en este mundo sólo que la mayoría no puede verlos pero sí los perciben. Báleyr, desde donde estaba, agitó su vara de cristal y la piedra de su anillo comenzó a emitir un brillo violáceo. - Es hora de que emprendas el viaje y comiences a trabajar estas palabras que me has dicho. Si es verdad lo que sientes y es real la utilidad que le quieras dar a la habilidad, podrás expandir tus límites mucho más allá y terminar de comprender que, ser Nigromante, es más que poder comunicarse con los muertos. El portal la llevaría a una de las tantas locaciones del plano paralelo. El anciano le le había dado ninguna advertencia pero, seguramente, ella sabía muy bien que no tenía que confiar en todo lo que veía, escuchaba o percibía con sus sentidos y, mucho menos, en las ánimas que se le presentaban.
  7. Báleyr se quedó observando las elecciones de sus pupilos. Ambos habían logrado entrar exitosamente a cada una de las locaciones a las que habían sido enviado. Alessandra se encontraba enfrente de los cuerpos. La muchacha podría llegar a pensar que esa escena ya la habia vivido pero no sabía a lo que se enfrentaba: si no lograba descubrir la causa de muerte de cada uno de los cadáveres, éstos se levantarían e intentarían atraparla para dejarla presa en el laberinto. Por otro lado, el muchacho, parecía no haber comprendido lo que tenía que hacer. Todas las acciones que llevó acabo resultaron completamente inútiles debido a que no surtieron efecto y él continuaba dentro de la barca rodeado de inferis que reclamaban su cuerpo para hundirlo en las aguas oscuras de aquél lago. Si no lograba descifrar el uso que tenía la sortija de la habilidad quedaría atrapado en las ánimas.
  8. Báleyr

    Nigromancia

    Apenas había enviado a sus dos pupilos a la prueba, Báleyr, volvió a la mazmorras para atender a la respuesta de la Black Lestrange. Cuando notó la presencia del viejo, la muchacha comenzó a responder al cuestionamiento que le había dejado para pensar. Su pipa seguía soltando humo con cada bocanada mientras escuchaba a la muchacha. Jamás se habría esperado esa respuesta de un pupilo recién llegado. Esas palabras eran de esperarse mientras la clase avanzaba y cuando los alumnos se enfrentaban a las pruebas. - Exactamente. Dijo soltando otra bocanada de humo. - Los mortales temen a la muerte, justamente, porque no la comprenden y, lo poco que saben, es solo el lado oscuro - explicó mientras daba una caminata alrededor de la muchacha - Sólo hay que conocer el otro lado y tener contacto para poder entender que es lo que se siente y comprender que ambos mundos están conectados - finalizó haciendo que su vara de cristal y su anillo, original de la habilidad, flotaran delante de él y la pupilo. - Dime, ¿porqué deseas hacerte con la sortija de la habilidad? ¿Que esperas que pueda darte? Cuestionó.
  9. Estaba aguardando la llegada de ambos. En su vieja y huesuda mano descansaban las copias del anillo original de Nigromancia que Báleyr debía entregarles a sus pupilos. Ambos ya guardaban el poder pero estaba en sus alumnos activarlo, comprenderlo y usarlo durante la prueba que iban a enfrentar cuando cruzaran alguna de las puertas. Las figuras aparecieron y se acercaban al Arcano. - Veo que se dignaron a cruzar el portal - refunfuñó por la demora que habían tenido - Les advierto que a partir de ahora estarán solos. Solamente, el anillo, su magia y ustedes tendrán que sortear la última prueba que pondrá en vista las habilidades que ustedes tienen para poder activar el poder de estos anillos que les entregaré - ambos flotaban enfrente de los pupilos - Debo decirles, también, que apenas que crucen alguna de las puertas ya no habrá vuelta atrás por lo que no quiero tener que ingresar para sacarlos inertes y sin vida. Aquellas palabras podían resultar chocantes pero eso era lo que los hacía despabilar. - Tomen uno cada uno y síganme - les ordenó. Subieron un par de escalones llegando a la sala central de las puertas. - Frente a ustedes tienen las dos puertas. Apenas se acerquen a la correcta su anillo comenzará a vibrar y sentirán que la habilidad comienza a envolverlos pero está en ustedes mismos ocupar su poder correctamente y en el momento indicado - los miró - caso contrario, quedarán atrapados - volvió a recordarles. Ambas puertas estaban enumeradas con un uno y un dos tallados sobre las mismas. La decisión estaba en ellos. Pero el Arcano sabía que fuera la puerta que eligieran tendrían que pasar por lo mismo. Uno de ellos aparecería en la orilla de un lago que tendría que cruzar pero, al entrar en él, inferis intentarán apoderarse de su cuerpo sacudiendo el bote de un lado a otro. Si lograba sortearlos una neblina lo invadiría llevándolo por el camino de las ánimas que iban a hacer todo para poder llevarlo hacia el "otro lado" y no dejarlo escapar. En caso de pasarlas exitosamente, llegaría a la orilla pero, antes de poder cruzar el portal para finalizar, tendría que intentar responder el acertijo de la esfinge que lo protegía. Por otro lado, la puerta dos, guardaba un laberinto que tenía que sortear muchas situaciones. A los pocos pasos, dos cuerpos sin vida estarían tendidos en el suelo por lo que el pupilo tendría que averiguar las causas de muerte de ambos para poder continuar ya que el camino estará bloqueado por una pared de vegetación que sólo iba a abrirse cuando dijera correctamente las respuestas. El primero de los cuerpos estaba completamente calcinado y el segundo no tenía absolutamente nada por fuera. Como Báleyr les advirtió en sus primeros pasos, tienen que aprender a ver todo para saber que es lo que pasó. Luego de pasarla, la misma neblina inundaría el lugar para que las ánimas volvieran a hacer sus jugarretas; ahí es donde entraba la habilidad del anillo entregado. Si lo sorteaba, y antes de salir del mismo y poder cruzar el portal para finalizar, iba a tener que resolver el acertijo de la esfinge que lo protegía. - Es momento que hagan la elección - masculló mientras seguía con su pipa - ¿Puerta uno o dos mis queridos? - finalizó. @ @
  10. Báleyr

    Nigromancia

    El pasado de ambos venía a cada momento a acosarlos. Sus pupilos estaban luchando por intentar comprender que es lo que había pasado y aquellos hechos que sucedieron que los habían marcado tanto. Además, tenían que dejar aquél recuerdo que más valor tenía para ellos para así terminar con esa travesía de comprensión. Ninguna podía escapar de su pasado. Todo formaba a la persona en sí, junto con los hechos y decisiones que se tomaban. El pasado, el presente y el futuro siempre estuvo, está y estaría marcado por sucesos que uno no podía controlar. Veía lo que pasaba como si fueran películas. Ya estaba acostumbrado, después de tantos años, a ver las distintas reacciones que tenían cuando se enfrentaban a esa mini prueba para exponer su fortaleza, tanto mental como física. El primero en llegar fue el muchacho pero algo había pasado con la chica ya que vio que salió pero ella no había arribado al lugar en cuestión. Seguramente estaba en la Mazmorra. ¿Cuándo se iban a dignar a comprender lo que el Arcano decía? Eso lo sacaba un poco de las casillas pero tenía que mantener la forma y no tomar algunas decisiones en apuras. - Veo que no has comprendido para qué te hice enfrentar a aquél momento de tu vida - le respondió al muchacho mientras volvía a ponerse la pipa en la boca para llenar sus desgastados pulmones de humo nuevamente - Es una lástima porque tendrás que resolverlo durante la prueba que viene. No iba a darles todo servido en bandeja y, mucho menos, cuando se trataba de cuestiones que ellos mismo debían resolver. Blandió su varita con unas florituras complicadas y volvió a abrir el portal. Lo atravesó, le hizo una seña al chico para que lo siguiera y salieron a las mazmorras nuevamente. - Veo que has terminado aquí nuevamente, muchacha. No estaba en la lista del Nigromante aprenderse los nombres de sus pupilos. - Pero, por lo que pude ver y a diferencia de tu compañero, has podido comprender el porqué de la situación que has pasado en el otro plano - le dedicó una mirada al masculino cuando otra muchacha irrumpió en la oficina. Se posó, por unos minutos, en la figura de la nueva fémina que había aparecido y se olvidó de los otros dos. - Has llegado en el momento justo, Black Lestrange - no supo como lo recordó - dime, ¿cómo puede ser que una persona no comprenda la muerte? - soltó sin más. Quería saber que es lo que conocía la muchacha antes de proceder a un análisis más exhaustivo. - Por parte de ustedes ... - volvió a agitar la varita para abrir otro portal - ... los veo en la base de la pirámide para el comienzo de la prueba. Báleyr desapareció por un momento de las mazmorras para dar comienzo a la prueba de los otros dos aspirantes. Mientras, la Black Lestrange, tendría tiempo para pensar y, hasta que no le avisara ella misma, el arcano no iba a regresar.
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    Nigromancia

    Era interesante ver como todo mortal se doblegaba ante lo que la muerte era capaz de demostrarles. Audaz y sencilla pero producía el mismo efecto en todos y sus alumnos no habían sido la excepción. El Nigromante seguía cada uno de sus pasos para actuar en cualquier momento. Había pasado muchas veces que algunos no aguantaron aquellas imágenes que se les aparecían por lo que Báleyr había tenido que intervenir antes de que quedaran atrapados en el otro lado. Sus cansados y viejos ojos estaban encima de ambos escenarios; como si fuese una película de terror transmitida en vivo por cámaras de video hacia todo el mundo. Podía sentir que cada uno de ellos afrontaban las escenas más significativas, ya sea por dolorosas o felices, de su vida intentando dejar todo para obtener lo que más querían. Se sentó nuevamente. Ya no estaba en las mazmorras de la Universidad sino que se había aparecido en medio de un glaciar. Ni el viejo sabía donde estaba pero el frío lograba atemperar los dolores que por ahí sentía en sus "casi hecho polvos" huesos. - Recuerden: no se dejen alcanzar ... sacrifiquen lo que más aprecian y obtengan lo que anhelan. Sólo así le demostrarán que pueden ser dignos. Aquél mensaje les llegaría a ambos, fuerte y claro, pero ellos no iban a poder responder ya que se encontraban dirimiendo sus temas en aquél plano. Sólo faltaba un paso más para que ambos pudieran pasar lo último hasta la prueba y comprobar, realmente, si eran dignos de ser llamados Nigromantes.
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    La última bocanada de humo, que salió de su boca, fue la que le dio la fuerza para levantarse de su asiento en el que estaba reposando. El sonido de cada uno de sus huesos acompañaron el movimiento; parecía que se hacían trizas cada vez que Báleyr intentaba incorporarse en sí mismo. Se paró en medio de ambas mesas de autopsias y observó ambos cuerpos. Ambos pupilos habían dado sus conclusiones finales acerca de la causa de muerte de los cuerpos que tenían enfrente. Escuchó a la muchacha rubia que, habiendo hecho caso de prolongar el corte, pudo ver que el corazón de la chica se encontraba marchito a causa de una maldición que habían usado contra ésta. Por el otro lado, y el que parecía más desorientado, el muchacho volvió a tomar muestras de los líquidos corporales pero terminó concluyendo que fue una muerte provocada por un golpe en la cabeza. - Con esto que ha pasado aquí quiero hacer verles que la muerte puede tomar miles de formas, en cualquier época y en cualquier momento. Dijo después de haber estado callado por un buen rato mientras se dedicaba a observarlos. - Ella no puede ser engañada y siempre exigirá un sacrificio por aquello que no ha podido tomar. Agregó mientras que, con un movimiento de su varita de cristal, hacía desaparecer los cuerpos y abría un portal a sus espaldas. - Si ustedes pueden entender las palabras que les he dicho recién, podrán encontrar aquello que más anhelan cruzando el portal - explicó mientras caminaba por el reducido espacio - Pero recuerden, del otro lado del portal, el espacio, el tiempo y la materia, tomarán la forma de lo que ustedes imaginen y el camino a recorrer intentará ser truncado por sus miedos más profundos - continuó como si de un cuento se tratara. Volvió a pararse frente a ellos, aún con el portal abierto a sus espaldas y se dirigió por última vez a sus pupilos. - Un último detalle, para hacerse con aquél anhelo, deberán sacrificar un recuerdo muy valioso para ustedes. Solo así lograran volver y estarán listos para continuar. Una vez que ambos cruzaran el portal no podrían comunicarse con el Arcano. La magia de sus varitas no funcionaría, ni los amuletos de los Libros de Hechizos ni ningún otro anillo de habilidad. Estaban solos del otro lado y, una vez que volvieran, Báleyr se daría cuenta que ellos podrían comenzar la prueba.
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    Los gestos de sus pupilos iban demostrando lo que sentían al encontrarse cara a cara con su cuerpo inerte y frío sobre la mesa de trabajo. El nigromante había aprendido a interpretarlas debido a la cantidad de estudiantes que pasaron por sus enseñanzas. Caminaba por detrás de las espaldas de ellos. Sabía que podían sentir la pesadez de su mirada controlando todo lo que pasaba mientras ellos llevaban a cabo el trabajo. Las desvencijadas piernas del Arcano hacían un pequeño ruido que denotaba que sus huesos, desgastados y viejos, aún seguían acomodándose; pero parecía que no era una distracción para aquellos que estaban estudiando. El muchacho había tomado la iniciativa. Recogió el una especie de líquido que salía de la boca de su cuerpo inerte pero terminó descartándola como prueba de muerte cuando llegó a la conclusión de que sólo se trataba de los fluidos de un cuerpo en descomposición. - Nunca sueltes una conclusión sin haber revisado cada intersticio del cuerpo. Puedes hallar algo que te sorprenderá en el lugar menos indicado. Señaló el viejo habiéndose detenido a espaldas del mago. Lo miró una vez más, soltó un pequeño suspiro de aire frió y siguió hacia el otro lado de la mesa para continuar con la muchacha. - No puedo negar la perfección del corte, eso me hace notar que has tenido práctica haciendo cortes en cuerpos. Hasta podría decir que te dedicas o te has dedicado a la medicina. Dijo refiriéndose directamente a la chica de pelo rubio. Ella había comenzado con un corte, completamente vertical, empezando por el ombligo. Báleyr suspiró y se acercó a un lado. - Recuerda prolongar el corte hasta el mentón – dijo – Se debe revisar cada milímetro para conocer qué es lo que ha pasado – concluyó. El Arcano dio una última vuelta, encendió una pipa que sacó de su bolsillo y se sentó. Aún les quedaba tiempo a sus pupilos para terminar. Debían hallar la causa de muerte de aquellos cuerpos para poder proseguir.
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    Báleyr miró por sobre su tupida barba al recién llegado, quien decía llamarse Demian Luxure. El aire se turbó de repente, existía allí, entre sus alumnos, un deseo de muerte inexplicable que no pasaba desapercibido a alguien como él, después de todo aquella había sido casi su única amiga en los —según se sospechaba— últimos trescientos años de vida. Más le prestó mucha atención a lo que Alessandra decía, por el contrario. No era la primera vez que alguien, sobre todo ingleses, acudían a él buscando obtener conocimiento para prever muertes, para salvar el mundo, para de alguna manera volverse por un día como los muggles decían "La madre Teresa de Calcuta", ni siquiera ella caminaba en aquel terrible plano, más según tenía entendido residía en una alta y apartada montaña habiéndosela otorgado la vida eterna. —Señorita Delacour— comenzó el discurso, con las manos entrelazadas sobre su fibroso abdomen, de pie, en medio de las húmedas mazmorras, caminando lentamente hacia lo que parecía ser una mesa metálica que ninguno de sus pupilos hubo visto minutos antes, como si no hubiese estado allí. —Debe entender que la Nigromancia no es un juego, ni un conocimiento del que se aprende mayoritariamente en libros— dijo esto segundo mirando de soslayo al muchacho —Cuando hablamos de quitarle una vida a la muerte ésta buscará un equilibrio, quizás sea en ti y en tu esencia, quizás ella quiera arrebatarte algo a cambio, pero jamás podrás traer a alguien de entre los muertos sin llenar el espacio vacío. Sobre la mesa yacía un bulto cubierto con una sábana blanca. Trillado. Báleyr jaló de un extremo, la tela se escurrió como arena entre los dedos emitiendo un susurro desgarrador, descubriendo un secreto, un cuerpo desnudo. Se trataba de una mujer, de unos 23 años de edad, cabello dorado como el sol y unos profundos ojos —antaño azules— blancos e inexpresivos, cerrados. Nadie sabía a ciencia cierta las causas de muerte lo único que el Arcano tenía en claro y lo expresaba tras una sonrisa cínica, es que el cuerpo se encontraba bajo un encantamiento espejo; cuando Demian se acercase, no por curiosidad sino porque debía hacerlo si deseaba avanzar en la clase, vería a un muchacho de edad indefinida, muy similar a la suya con el cabello oscuro y los ojos melosos, tan muertos como los del reflejo que la bruja veía entonces, de procedencia Egipcia. El Nigromante carraspeó. Se estaba divirtiendo demasiado notando las expresiones en rostro de sus pupilos al verse ellos mismos en situación deplorable, con el corazón muerto, aunque uno de los dos ya lo poseía así o quizás ambos. Báyler sabía mucho acerca de vampiros pero para él ser inmortal no guardaba ninguna relación con la habilidad. El aroma a descomposición comenzaba a inundar las mazmorras y las fosas nasales de todos los presentes, sin embargo el fornido anciano siquiera se inmutó, estaba demasiado familiarizado con él. En cambio, y con un hábil movimiento, extrajo del cinturón de cuero que ceñía sus vaqueros una navaja de hoja afilada. —¿Quién hace los honores? Preguntó, ensanchando la sonrisa, alguna luz perdida reflectó en el filo del cuchillo que, tras un segundo movimiento imperceptible, se duplicó. Una para cada alumno y la autopsia comenzaría.
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    El tiempo se veía muy distinto cuando se era un viejo nigromante cansado de los detalles cotidianos de la vida. Quizás porque estaba acostumbrado a vivir entre los que habían perdido aquel preciado bien que tanto valoraba la humanidad y que tan a menudo se esforzaban en arriesgar en empresas sin verdadera importancia. Se sentía viejo. Bueno, realmente lo era, y aquel pensamiento le arrancó una especie de sonrisa que disimuló sin esfuerzo alguno. No era un hombre dado a expresiones alegres. Su rostro, anciano y marcado por una profunda cicatriz que le cruzaba desde la ceja hasta el mentón, solía ser una máscara de seriedad y rectitud que solía amedrentar a quienes no lo conocían. Y también a los que sí lo conocían, ciertamente. Aunque él no entendía porqué, porque realmente no era una persona agresiva o desagradable. O quizás sí, pero él no lo veía del mismo modo. Recordó que la dirección de la institución para la que ahora "trabajaba" le había notificado de la llegada de dos nuevos aspirantes a nigromantes. ¿Serían dos magos resueltos y decididos? ¿Poderosos, quizás? ¿O a lo mejor se trataba de un par de alcornoques sin sentido que iban a poner a prueba su paciencia? Chasqueó la lengua: solo podría saberlo si acudía a su encuentro. Dirigió sus pasos hacia sus aposentos imaginando que les habrían dicho que le buscaran allí. Caminaba lento y silencioso, perdido en sus pensamientos y con su único ojo clavado en el techo, como si pudiera ver más allá de la edificación. Escuchó unos toques sobre madera: alguien tocaba a su puerta. Desvió la mirada para comprobar que se trataba de una muchacha cuyo rostro no pudo ver, pues estaba de espaldas. Se echó ambas manos a la espalda con la varita guardada en una de sus mangas y siguió caminando con sigilo, intentando que ella no se percatara de su presencia hasta que no estuviera a su lado. Y lo consiguió, por supuesto. — No creo que nadie pueda responderte ahí dentro —dijo entonces, en cuanto alcanzó la espalda de la joven. Suponía que se trataba de una de las muchachas anotadas para sus lecciones, pero ni siquiera la miró a la cara. Alzó una mano para que la puerta se abriera y ésta se movió sola, como permitiéndoles el paso a ambos. Hizo un gesto con la diestra indicándole que pasara—. Adelante, no me gusta dar clase en el pasillo. No le cedió el paso. Él caminó hacia la pequeña sala que hacía de recepción de su vivienda en la Universidad. Era una sala pequeña y sobria en decoración, aunque con muchos libros colocados con esmero en estanterías con algunos sillones dispersos, posiblemente para atender visitas. Aunque no solía tener muchas. Frunció el ceño cuando echó un último vistazo hacia el pasillo y no vio a nadie más. — ¿Vienes sola? Me avisaron de la llegada de un alumno más, pero parece que se demorará. No me gustan las tardanzas. Tampoco los desafíos innecesarios ni los aprendices que no sepan seguir las instrucciones sin cuestiones y remilgos. Sólo enseñaré a aquellos que quieran aprender de verdad. Dime, muchacha, ¿tú quieres aprender de mí? ¿Por qué nigromancia y no otra de las especialidades que enseñan mis compañeros arcanos? ¿Qué hay en esta magia que pueda interesar a alguien como tú? —la cuestionó mirando a Alessandra a la cara por primera vez.
  16. Por fin llegaban los chicos a la Pirámide... Uno, dos... Tres... Los tres habían llegado. El Tuerto contempló la entrada de cada uno y a todos les dijo lo mismo y con todos tuvo la misma comunicación. Parco en palabras, leyó en sus rostros lo sucedido. - Veo que, por fin, la Muerte se ha convertido en una vieja conocida... ¿Estáis seguros? ¿Después de lo que ha pasado allá fuera, aún queréis intentarlo? No sé si sois atrevidos o unos insensatos. Es lo mismo, las dos palabras no son contrarias en muchas ocasiones... El Arcano se había acercado a cada uno y había chasqueado los dedos. Un anillo se materializó en el aire, delante de cada uno, brillante, oscuro, similar al suyo pero muy sencillo. Aún no estaba demostrado que fueran VERDADERAMENTE aptos para poseerlos. - Tomar el Anillo. Ya que todos habéis afirmado que queréis pasara la prueba, habéis aceptado los riesgos que implica cruzar el Portal. Una leve luz insinuó que el Portal comenzaba a abrirse para permitirles la entrada. Cada uno tendría que dar ese paso solos, sin ayuda ni del mismo Arcano. - El Anillo os ayudará a pasar y a moveros por el espacio que el Portal os cree para pasar la prueba. Sólo se abrirá para permitiros el regreso si os cree aptos para la Vinculación. Si no es así, no saldréis nunca. La luz se iba acentuando poco a poco, aunque una bruma parecía palidecer su brillo y volverla opaca... Báleyr no podría ayudarles y así se lo comunicó. - No puedo entrar. Si veis que algo no va bien, tocar el anillo con el pulgar y os sacaré de ahí. Perderéis la oportunidad de vincularos a la Habilidad pero lo prefiero a que muráis allá dentro. No quiero tener que justificar más muertes ante los Directores de esta institución... Decidirlo por última vez... Si estáis seguros de intentarlo... ¡Pasar!
  17. La tercera prueba era la más dura para todos. Sería lo peor por lo que habrían pasado aquellos muchachos en todo ese tiempo. O tal vez no... ¿Habían muerto alguna vez? Los tres, en cuanto llegaran al Arco de entrada del laberinto, serían curados de todas sus heridas, liberados de los restos de sus acompañantes, limpiados de toda prueba del paso por el limbo que se habían visto obligados a cruzar. Porque, desnudos, entrarían allá de nuevo, como muertos, y expiarían todas sus culpas si querían llegar a la pirámide. Sería la prueba más dura porque era un trabajo de introspección sobre sus actos durante su vida, su infancia, sus miedos, sus relaciones de amistad o de amor, sus asesinatos o sus actos impúdicos... Todo se desgranaría en aquel consejo de la Muerte donde entrarían en cuanto atravesaran el Arco del laberinto. Si querían llegar al centro, donde encontrarían la pirámide, pasarían por el juicio de estar muertos. Después de todo lo que saliera a la luz ante sus iguales, cada uno por separado vería el lugar donde les esperaría, por fin, el Arcano de la Nigromancia. Si su vida pasada iba a ser analizada palmo a palmo, minuto a minuto. Después... La Muerte decidiría si bajaban a los mismo infiernos donde penarían por lo que había hecho o si ascenderían a la Pirámide, con la oportunidad de volver a la vida. El Arcano se encargaría de devolverles a su cuerpo, a los que llegaran hasta él. Esa era la finalidad de la tercera prueba, demostrar que eran aptos para vincularse a la Habilidad, ser reconocidos como aptos para ello. En cuanto su alma ascendiera hacia la Pirámide, subiendo por la gran escalinata, entrando a su interior, se les devolvería el cuerpo y todas las pertenencias que llevaban encima antes de empezar la prueba, la ropa y los utensilios desaparecidos y, volviendo a estar vivos, responderían a la pregunta que les haría Báleyr: - ¿Estáis preparados para traspasar el Portal y buscar la vinculación con el Anillo de Nigromancia?
  18. La segunda prueba estaba destinada a entender la Muerte, si eso era posible. La Muerte es, además, tramposa. Siempre quiere ganar. Por ello, los pupilos, al llegar a la orilla avanzarían hacia una zona verdosa conformada para entorpecer el avance de cualquiera presencia y sufrirían para superar aquella fase. El Arcano avanzó con cuidado, golpeando con su vara en el suelo para alejar las ramas, raíces, zarcillos, hojas afiladas que intentaban detenerle. A Báleyr, ninguna se atrevía a rozarla. Sin embargo, se recolocaban en cuanto pasaba e incluso alguna rama parecía atreverse a acercarse a su paso cada vez más alejado de ellas. El Arcano llegó, así, hasta la zona del laberinto, donde se iniciaría la tercera prueba. Aunque era dudoso que llegaran hasta aquel lugar. La primera vez que golpeó con su vara se desprendió una bruma que se movía informe delante de los primeros arbustos y árboles, dotando de una magia que haría que todo ser vivo que la atravesara, única manera de avanzar, quedaran desnudos. La ropa, armas, joyas, cualquier objeto o lo que llevaran encima, sobre la piel, quedaría fuera, amontonado, como enseres muertos que esperarían allá su regreso. Si lo hacían. El aspirante debería avanzar así, sin nada encima que le protegiera de aquello que intentaba detenerle. Por supuesto, los árboles y la vegetación no eran la prueba. Estaban allá como defensas naturales de la isla donde se camuflaba la pirámide, el punto final de aquellas pruebas y el inicio de la Vinculación. La segunda prueba era más cruel que pinchazos, arañazos o ligaduras que pudieran sufrir los cuerpos de los muchachos. Éstos deberían buscar el camino para cruzar, un camino que no existía. Sólo las almas que pululaban entre los árboles, a salvo de sus ataques por ser intangibles, sabrían indicarle dónde estaba el camino, a cambio que las dejaran entrar en su cuerpo vivo. Esta era la prueba, conseguir que de entre todas las almas que les camelarían sobre que conocían cómo llegar a la puerta del laberinto, encontrar la que verdaderamente le llevaría allá y no se aprovecharía de la posesión para imponerse a ellos y salir de aquel lugar en el que estaban condenados de por vida, abandonando la prueba y viviendo una vida que no les pertenecía. La segunda prueba acabaría en el momento en que llegaran ante el laberinto, donde la magia de Báleyr volvería a funcionar y exorcizaría al pupilo, recuperando su libertad, sólo si llegaba a tocar el arco vegetal del seto de entrada. Allá sería donde comenzaría la tercera prueba quien llegara.
  19. ¿Cuántas veces había cruzado el Lago central de la Universidad que llevaba a la Pirámide? Tantas que el propio Arcano las había olvidado. Ahora estaba allá de nuevo, contemplando la bruma nocturna que luchaba por imponerse a los rayos moribundos del Sol que renacería pronto, en el ciclo habitual de la lucha que mantenía con la Noche desde el origen de los tiempos. Él era un sabio entre los Sabios, un docto entre los propios Arcanos, un solitario empedernido entre sus conocidos, una gran compañía si el tema de conversación era interesante... Pero en momentos como éste, en que la primera estrella indicaba el fin del reinado del astro de luz y la noche extendía su manto sobre todos los que la ojeaban, él, El Tuerto, El Nigromante, El Oscuro, El Viejo, Báleyr, no encontraba palabras para definir la hermosura de los colores que se sucedían en un instante antes de que la oscuridad imperara. Ese momento era uno de los pocos en que Báleyr se cuestionaba si ya habría encontrado todo lo que necesitaba y podía dejar que los más de trescientos años que (dicen) tenía, le alcanzara. La primera estrella titilaba en el cielo, aún demasiado claro para llamarlo noche, ya demasiado oscuro para creer que aún era de día. El muelle derruido, oculto en unas aguas oscuras, emergió de repente, lanzando agua a doquier, resquebrajando algunas maderas podridas que no habían podido resistir la presión de salir a la superficie, flotando, bailando entre las olas inquietas formadas por la repentina aparición. El Arcano no sonreía nunca y la vista de aquel muelle sólo le provocó un leve gesto en su rostro desfigurado. Allá empezaba la aventura de la Vinculación para los tres alumnos que ya deberían estar acercándose a aquel punto de encuentro. El muelle era una obra mágica imposible que pocos en el Mundo podrían haber reproducido. Los Arcanos eran seres capaces de modelar el presente y el pasado (y en ocasiones muy concretas, el futuro) para conseguirlo. El resultado, en este caso, era una visualización mágica del antiguo muelle que hacía muchísimo tiempo que había desaparecido, tanto que ni los Directores actuales sabían que existió en algún momento. Los alumnos lo verían, tanto llegaran juntos o separados, pero en cuanto lo pisaran, dejarían de ver a nadie más. Desde ese momento, la prueba empezaba para cada uno sin tener consciencia ni conocimiento de que tres habían llegado hasta allá. Era una medida de protección, sobre todo, por si alguno (o ninguno) no conseguía acabarla. Nunca recordaría qué sucedió, con quien estaba y ni siquiera si alguna vez lo había intentado. El muelle, resbaladizo, pringoso de algas y conchas, con habitantes desorientados al estar en un elemento gaseoso en vez del agua del que procedían, que correteaban por las maderas descompuestas y peligrosamente afiladas hasta alcanzar el agua salvadora. Para ellos. Porque el agua contenía algo que pondría en peligro la primera prueba a superar por los alumnos: en ella se arremolinaban las almas de los miles de miles de muertos que habían fenecido en algún momento de la historia y que tenían allá un lugar donde aparecerse, un portal por el que pelearse para salir del mundo de los muertos y regresar con los suyos. El Arcano sabía que cualquier intento por cruzar el lago sería baldío si no usaban aquel Portal. No podrían cruzar el espacio de ninguna forma tradicional; nadar o bucear o cualquier otro experimento que supusiera que su piel tocara el agua provocaría su muerte inmediata y una disolución de su cuerpo tan rápido que no habría nada que salvar y su alma permanecería atrapada por siempre con el resto de las almas que se mezclaban en aquel líquido elemento. Tampoco podrían intentar pasar con trucos de vuelos o metamorfosis o utilizando la magia ni los poderes de los libros o habilidades adquiridas. Allá, la única Magia reconocida y permitida era la que estaba ejecutando El Nigromante con su vara de cristal, extendiendo un limbo impuro entre los dos puntos del muelle en ambas esquinas, de manera que deberían entrar en aquella infame e informe neblina (de la misma materia que la de su anillo de Nigromancia) en el que desaparecía en la parte en la que ellos se encontraban y cruzar por lo que supuestamente sería/fue cuando aún persistía, hasta llegar a los restos visibles del muelle del otro lado. Era la única manera de llegar allá, atravesando el mundo de los muertos, sabiendo que las almas inquietas y letales intentarían arrastrarlos fuera de su estrecho y resbaladizo camino e intentarían pegarse a ellos para conseguir escapar a la salida de aquel portal, ahora que se acercaba la noche de Sanhain. Era peligroso pero los tres lo habían practicado, sabían lo que tenían que dar a cambio y, además, sabían lo que podían perder en el camino. Báleyr no era bondadoso y no regalaba ayudas a nadie pero sabía que su Viejo Amigo siempre estaba allá, con un espíritu más misericordioso que el suyo. Tal vez, sólo tal vez, si lo encontraban, si lo convencían, si les daban lástima o si le recordaban lo duro que a él le resultó aquella Vinculación y si lograban que les confesara qué perdió en aquella primera prueba, les ayudaría a recorrer el camino que les salvaría hasta llegar a la orilla opuesta. Aunque algunos no usarían la palabra "salvación" si supieran cual era la segunda prueba...
  20. Báleyr

    Nigromancia

    El Arcano observó, desde la lejanía de su aposento, la situación de sus pupilos y la forma como se enfrentaron al problema en que les había dejado. Estaba pensativo, con el ceño fruncido, sopensando las palabras que habían pronunciado. Una de las mujeres había dicho una frase terrible, al considerar a La Muerte como alguien seductora. No, Báleyr no pensaba igual y ahora lamentaba no haberle contestado cuando aún estaba con ella. Sin embargo, como no podía retroceder en el tiempo para hacerlo (o al menos, de forma legal en el mundo "civilizado" en el que se movían sus , era mejor que ella descubriera la barbaridad de pensar de esa manera. O no, ¿quién sabía lo que le deparaba el destino? Tal vez la seducción por esa amante sedienta de vidas que segar le llevara a convertirse en una Hannibal mágica... Como había dicho que quería vincularse, él sólo asintió desde sus dominios aunque no pudiera verle; fuerte era su valor, firme su decisión. Si pasaba o no, el Portal lo decidiría... El muchacho era más parco en palabras, más decidido a una acción directa que a perder el tiempo en discursos superfluos. Eso era del agrado del Arcano, a quien también le gustaba poco perder el tiempo en frases que se llevaba el viento del tiempo y desaparecía de la memoria de los Hombres. Báleyr era demasiado perfeccionista y no despreciaba el valor de la edad que tenía y la que le quedaba aún por vivir como para malgastarlo si no merecía la pena sacar algo de valor en ello. Sin embargo, valoraba el Honor, la Lealtad y el Valor, tres características que demostraba aquel licántropo. Como también confesó en voz alta que quería vincularse, Báleyr asintió y dejó que se alejara en busca de consuelo y alivio en la familia que le esperaba en algún lugar de aquel pueblo. Suerte de él, que aún tenía una que le esperara cuando llegaba la hora del descanso... La tercera muchacha tampoco era habladora, al menos hacia fuera. Su mente era un torbellino de palabras y sentimientos que se desarrollaban mientras se acercaba a la salida. El Arcano, con el único ojo que le quedaba, miraba al infinito en un gesto ambiguo para cualquiera que se atreviera a acceder a su habitación, que pensaría que estaba meditando en algo profundo. No era así, o no del todo. Con su frío ojo azul contemplaba la escena de aquella estudiante que luchaba más consigo misma que con las almas que le intentaban vetar el paso hacia la luz del mundo de los vivos. Parecía más resignada que decidida. Pero como también afirmó su deseo de presentarse a la prueba de vinculación, el Arcano asintió por tercera vez y, al fin, abandonó la comodidad de su asiento y paseó hacia la ventana, para mirar a un exterior incierto. Ser Nigromante era condenarse a ser un ente solitario de por vida, mientras ésta durara. Pero si esos eran sus deseos..., que así fuera... Tenía que preparar una prueba.
  21. Báleyr

    Nigromancia

    Báleyr podía entender que aquellos alumnos pusieran pegas a destripar un animal, a pagar con su propio cuerpo el traer a alguien a la vida. Podía entenderlo pero no significa que estuviera de acuerdo con las expresiones de ellos cuando les tocó hacerlo. No lo habían entendido todavía. Los sacrificios eran propios, cuerpo propio, sangre propia, músculos, piel, ligamentos... Todo propio. Incluso el entendimiento podrían perder al iniciar una de estas ceremonias. Debían iniciar y acabarla. Era imprescindible si querían seguir cuerdos, o todo lo cuerdo que necesita un ser humano para resistir el día a día en estos tiempos difíciles... Esperaba que las señoritas Moody y Evans McGonagall hubieran entendido eso y que lograran vencer esa obligación de perder algo. No se llega a ser un buen Nigromante con todo lo que tenías el día del nacimiento. Del Señor Blackner... O lo soportaba o se iría de aquel lugar para siempre, perdiendo la memoria de que lo había intentado siquiera... El Arcano permanecía sentado en el Inframundo, rodeado de almas que paseaban a su lado, ignorando su presencia. Era uno de esos momentos en que el tiempo pesaba en sus espaldas y le hacía pensar en el futuro. ¿En realidad eran necesarios tantos Nigromantes vivos en el mundo? ¿Merecía la pena enseñar los rituales a aquellos alumnos, a los que estaban a punto de traspasar el portal y presentarse ante él y a los futuros que entrarían en sus dominios con el propósito de dominar la Muerte. - Y la Muerte no se deja dominar por nadie, viejo amigo. Las palabras iban dirigidas a un aire grisáceo que dominaba el espacio que había elegido para sentarse. Pocos (o nadie vivo al menos) notaría en aquel momento la figura amorfa (no masculina o tal vez sí; no femenina o tal vez lo fuera...) con la que hablaba. El viejo Arcano, sentado en aquel leve bancal de tierra caliza ennegrecida, observaba con su único ojo un lugar incierto mientras el alma se iba arremolinando y aposentándose a su lado. Susurró... El Arcano tocó el anillo que llevaba encima brilló levemente y la informe neblina de su piedra se hizo pálida frente a la negrura que emanaba del suelo y parecía ascender para cubrirle hasta las rodillas. - Sí, seguramente morirán. No es requisito imprescindible seguir vivo para vincularse. Y tú eres un ejemplo de ello, viejo Amigo. - La voz de Báleyr era contundente en aquel espacio vacío de todo menos de las almas que parecían seguir un movimiento sinuoso en todas las direcciones y en ninguna concreta. Algunas se giraron para buscar al dueño de la voz pero, la mayoría, siguió su camino sin molestarse en hacerlo. Había amargura en su voz que calló al instante que notó presencia humana viva cerca de él. El resto de Almas también lo notaron y se contorsionaron en un movimiento imposible para acercarse al Portal por el que aparecían. Eran una, dos... ¡Tres...! No se esperaba que el muchacho, al final, hubiera decidido aparecer ante él. Supuso que conocía más a fondo aquel mundo de lo que confesaba en un principio. De los tres, era quien menos esperaba y en quien menos confiaba que saliera con vida de aquel lugar. Suspiró... Estaba decidido... - La Muerte os acompañará en el camino, muchachos... - Su voz resonó grave mientras las brumas grisáceas se arremolinaban a su alrededor, rodeándoles. Los tres estaban allá, a punto para ser lamidos por la oscuridad. - Si estáis dispuestos a enfrentaros a Ella, podéis pasar a la prueba de la Pirámide, pero... Para ello... Baléyr se levantó y su acompañante furtivo se desvaneció en una corriente de movimiento negruzco que pareció envolver a los tres, examinándolos, cotejando sus metas y sus conocimientos antes de desaparecer en algún sitio de aquel mundo de los Muertos. - Debéis contestar a mi pregunta con total firmeza: ¿Queréis pasar la prueba de Vinculación con el Anillo de Nigromancia? Tanto digáis que sí o que no, para volver al mundo vivo, debéis salir sin arrastrar ninguna alma con vosotros. Un sacrificio de sangre propia debéis dejar aquí al Alma que no os deje atravesar el portal. La sangre humana es muy preciada aquí; su olor les vuelve locos. Darle la justa para distraerla y poder escaparos o quedaros aquí para siempre. Yo vengo a menudo y puedo haceros compañía si decidís quedaros dentro. El Arcano estaba ya en la puerta y la negrura que una vez había envuelto sus piernas se desprendía ante la luz pálida que se vislumbraba por el portal de salida. - Si decidís salir y hacer la prueba, os espero mañana en cuanto la primera estrella alumbre la noche, delante del muelle derruido que llevó en algún momento a la Isla de la Pirámide. Quién esté allá en ese momento, podrá empezar la prueba. El Arcano desapareció con tanta rapidez que hasta las almas que susurraban su nombre pensaron que sólo había sido... ¿un sueño?
  22. Báleyr

    Nigromancia

    Miró de soslayo a Catherine dar punzadas al corazón con deliciosa atención. Dejó caer el peso de sus años sobre el bastón escondiendo una sonrisa detrás de la espesa barba. El recuerdo cruzó su memoria como una luz cegadora; en otra época había entrado en su mazmorra un joven con la misma disposición, con esa misma inocencia de quien puede identificarse y perderse fácilmente en los pequeños reflejos de otras almas. Era fácil, para un viejo como él que había visto demasiado en ese mundo, leer su mirada y desvelar una peligrosa conexión. Sintió lástima y borró la sonrisa de sus finos labios. ¿Qué había pasado con ese alumno? Casi lo había olvidado, había sido uno de sus primeros alumnos cientos de años atrás. Cerró el ojo mientras sus alumnas realizaban el ritual; una con un anillo, otra bailando. El tercer alumno ni siquiera había alcanzado la nueva fase, se había quedado con la sangre en las manos en la otra sala. Uno menos, pensó mientras indagaba en sus más profundas memorias qué había sido de uno de sus primeros estudiantes. Recordaba que ese caso había causado algo -poco- revuelo entre sus colegas, lo suficiente para que Suluk lo cuestionara ante el resto. No solían entrometerse en las clases de unos y otros, menos en aquella época en la que los métodos de enseñanza eran más bárbaros, y también, mejores. Llegar a la pirámide era un evento excepcional y no la norma como en la actualidad bajo la tutela del Ministerio de Magia. Habían sido mejores tiempos para todos, cualquier arcano estaría de acuerdo. Pero ¿qué había pasado con él? Lo puso a prueba antes de llevarlo a la pirámide, durante la última clase. Entró en un portal hacia el inframundo pero no soportó el viaje, su mente perdió toda conexión con lo real y regresó con un cuerpo habitado por múltiples almas. Terminó matando a uno de sus compañeros de residencia y se ahorcó en su habitación. Abrió el ojo y lo clavó en sus alumnas. Catherine contemplaba al cadáver de la chica incorporarse en la mesa y Nasha estaba junto al cadáver del niño que comenzaba a respirar. Báleyr no se movió ni hizo ningún gesto con su rostro, todavía no era momento de intervenir. De pronto, Nasha ahogó un grito de dolor y escupió sangre. El niño comenzó a respirar de manera agitada y a gritar con una fuerza descomunal. Se llevó las manos huesudas al estómago abultado y luego a las costillas sobresalientes mientras tiraba de la piel con evidente angustia. Sus gritos agudos resonaban en toda la sala, terribles y desoladores. Se incrustaba los dedos en su lívida piel, tratando de arrancarse trozos de carne. Otro grito agudo se unió al niño. La joven sentada sobre la mesa junto a Catherine se llevó las manos al rostro entre gemidos de dolor. - ¿¡Qué me has hecho!? ¿¡QUÉ ME HAS HECHO!? El ruido era ensordecedor, siempre lo era en esa etapa. Báleyr se acercó a las mesas con suma calma. Sus alumnas experimentarían el mismo dolor que los cadáveres mientras volvían a ser consumidos por la muerte. Mientras más fuerte fuese la conexión con esa alma, peor sería para ellas. No podía, aunque quisiera, dejarlas morir, sin embargo, tampoco podía intervenir hasta que aprendieran algo que no podían conocer de otra manera. - Sangre animal para un cuerpo humano -su voz ronca parecía atravesar los gritos-, no es un sacrificio suficiente. Sobre todo cuando todavía no se tiene el poder para doblegar la muerte. Sí, el sacrificio debía ser humano. El dolor seguía, estaban cerca de morir nuevamente y esa vez para siempre. - Humano por humano, mago por mago. Amante por ser amado. Sus cuerpos se convertirán en ceniza pero antes experimentaran un gran dolor, tanto vosotras como ellos. Podéis acabar con eso antes, si así lo preferís. Ambas estaban a las puertas de su última prueba antes de pasar o no a la pirámide. Abrió un portal al inframundo. - Cuando acabéis, atravesad este portal al inframundo y buscadme al otro lado. Allí os diré si pasáis a la prueba de la pirámide. Dio media vuelta y desapareció.
  23. Báleyr

    Nigromancia

    Los animales no se resistieron, tampoco sus alumnos. Cada uno tomó la vida de una manera diferente, sin embargo no dudaron al levantar el cuchillo ni al verter la sangre en los cuencos. Después de todo, solo eran cabras, animales criados para morir. Criados por su leche, por su carne, por su cuero. Nacían con el propósito de servir a sus dueños como comida o moneda de cambio. A veces, incluso, valían tanto como el suelo que pisaban y podían ser la diferencia entre la vida y la muerte para toda una familia. Ellos, en cambio, no podían darse el lujo de considerar todos esos aspectos. La vida de esos animales tenía valor en cuanto servía para el ritual, equivalía al propósito al que servían aquellos magos. Recordaría para siempre la primera vez que tomó una vida. Fue una liebre cuando apenas era un crío. Tampoco olvidaba la primera vez que realizó el ritual en serio y tomó una vida humana. Sangre por sangre; vida por vida. Esa mirada aterrada, el último aliento que escapaba de un cuerpo que dejaba de luchar contra lo inevitable. Una muerte con propósitos egoístas, solo para cumplir los oscuros caprichos de un nigromante. Su maestro nunca dejó que se engañara a sí mismo, nunca dejó que justificara de manera altruista, romántica o por el bien común lo que era magia oscura y asesinato. La nigromancia no dejaba de ser magia negra, un medio por el cual el mago quedaba eternamente condenado. - Tomad los corazones y los cuencos con la sangre. Ayudado por el bastón, los guió nuevamente hasta los cuerpos. - Vais a poner los corazones en su sitio, coser y verter la sangre tibia sobre los cuerpos. Tenéis que ser rápidos y precisos, no dejar que la sangre enfríe. No les iba a dar más instrucciones, tendrían que resolver el ritual solos. La muerte era algo natural que todo ser vivo conocía, conocía el paso de los días, la vejez, el otoño y los oscuros inviernos, conocía la primavera, el renacer de la vida y del mundo, conocía las arrugas, la enfermedad y la violencia. Desde ahora verían y entenderían. Alzó el bastón y lo convirtió en la varita de cristal que desprendía destellos de una luz rojiza. En el aire comenzaron a aparecer varias runas, un listado de todas ellas suspendidas sobre los cuerpos. - Haréis el llamado del alma dibujando las runas con la sangre sobre los cuerpos. El llamado a la muerte es diferente según el propósito y la vida que vayan a recobrar. El pago: la sangre y algo vuestro. Bajó los brazos y volvió a apoyarse en el bastón. - Estáis solos desde ahora en adelante, solos frente a la muerte. Los rituales no dejan de ser un intercambio que siempre va a exigir algo vuestro. Si no logran traer algo de vida a estos cuerpos, al menos un soplo o un atisbo de luz, jamás os convertiréis en nigromantes. Si eso sucede, no volverán a poner un pie en mis clases. Quería que hicieran por ellos mismos el descubrimiento, encontrar las palabras y negociar. Los libros tampoco lo explicaban, no pasaban del ritual y los tecnicismos de éste, pero no se adentraban más allá del negro velo que ocultaba las almas.
  24. Báleyr

    Nigromancia

    Torció los labios en un gesto que podría considerarse una espantosa sonrisa de alguien aliviado. Por fin vio señales de que avanzaban y en su larga vida como profesor eso siempre significaba esperanza, incluso para un viejo mago como él. Minutos antes había estado a punto de mandar a los tres de regreso a casa para evitar seguir perdiendo el tiempo. Sin embargo, allí, en la más fría penumbra, los tres alumnos comenzaban a apreciar los terribles desafíos de la nigromancia. ¡Y lo mucho que les quedaba por comprender! Si es que alguna vez se lograba entender todo lo que hay en esta vida y en la otra. Despejó sus pensamientos con un movimiento de su bastón e hizo que las velas volvieran a alumbrar. Los tres parecían interesados pero demasiado inocentes a la vez. Conocían la muerte pero no sabían lo que les deparaba el camino de la nigromancia, un camino de una sola vía que llevaba directamente al abismo. - ¿Que habéis aprendido? Los miró de reojo mientras se remangaba la túnica y describía unos círculos en el aire. - Ser nigromante no se reduce a revivir muertos ni a preparar cuerpos como si fueran recipientes vacíos a la espera de alguien que los llene con algún alma. El camino que deseáis tomar no es fácil y debo prepararos para afrontar esa cruda realidad. Desde el día que comencéis a tantear el otro mundo, pasaréis a estar en conexión con fuerzas que apenas lograréis comprender. Abriréis una puerta que no seréis capaces de cerrar hasta el fin de vuestros días. Seréis un instrumento que puede devolver la vida, por lo que los espíritus os buscarán atraer y convencer, o engañar con el fin de obtener ese don. Constantemente y en cualquier sitio. Era una advertencia que debían escuchar antes de proseguir. Báleyr desde ahora podría llevarlos por caminos más oscuros y peligrosos, no solo para ellos, sino para todo lo que les rodeaba. Un portal se abrió y la mazmorra comenzó a llenarse de cabras que provenían de una granja del desierto, probablemente de un beduino. El sonido de sus campanas al cuello contrastaba bastante con el usual silencio y quietud de esa habitación. - Ahora es el momento del sacrificio. Sangre por sangre; vida por vida. Las cabras, unas cinco, al no encontrar los recipientes con su comida, comenzaron a dar tarascones a las patas de las mesas, papeles y cualquier cosa que se les antojara y estuviera a su altura. El arcano ahuyentó a una con su bastón para que dejara su túnica en paz y le enarcó una ceja a modo de advertencia. La cabra, por su parte, comprendió el gesto y se fue a buscar otra cosa o pierna que morder. - Existen muchos rituales que requieren sacrificios, es algo que se repite a menudo en varias culturas a lo largo del tiempo. Para ver el futuro, para contactar con espíritus, para realizar búsquedas, para rejuvenecer. Como os he dicho, la nigromancia no solo sirve para revivir muertos. Sirve para muchísimas cosas más. Los hizo pasar a una sala contigua, diminuta. En ella se encontraban tres mesas de piedra, apretujadas, con diferentes cuchillos para rituales y libros. Tomó entre sus manos un tumi y comenzó a explicarles el siguiente paso. - Tendréis que matar a una cabra de forma tradicional, o sea, sin magia. En esta oportunidad solo necesitaremos su sangre inocente, la cual recolectaréis en unos recipientes. Podéis elegir el ritual que más os acomode, para eso podéis utilizar vuestros conocimientos o buscar en los libros que os he alcanzado. Volvió a dejar el cuchillo ceremonial junto al resto. No esperaba que matar a una cabra fuera ningún problema ni muchos menos completar el rito de sacrificio antes de proceder con el cuerpo que habían elegido. - ¿Tenéis alguna duda?
  25. Báleyr

    Nigromancia

    Tomaron los corazones, los pusieron en la balanza y comenzaron a hacer preguntas. Báleyr caminaba con parsimonia al rededor de sus alumnos, haciendo sonar su bastón contra el suelo. Toc. Toc. Toc. Otra pregunta, la balanza respondía. Toc. El nigromante los observaba con el único ojo que le queda, pero ese ojo azul era suficiente como para hacerles sentir su presencia inquisitiva ante cada movimiento, palabra y gesto que realizaban. Toc. Otra pregunta, la balanza respondió, el arcano bufó por lo bajo con disgusto. El Juicio de Osiris no era solo un juicio al Ib del difunto, también era un examen para los magos que buscaban obtener la habilidad. - ¡No! -les habló con fuerza, interrumpiendo la ronda de preguntas- ¡Perdeos! Toc. Se detuvo en seco y las luces titilaron con el último golpe de su bastón. - ¡Tenéis que dejaros llevar! ¡Bajad a las tinieblas si es necesario, buscad la verdad que habita en esa alma! El arcano comenzaba a estar harto de aquella tibieza a la hora de enfrentarse a la muerte. Con otro golpe de su bastón se sumergieron en la oscuridad. Ninguno era capaz de ver más allá de su balanza ni tampoco de escuchar al resto de sus compañeros de clase. Los tres se enfrentaban en soledad al corazón ¿Serían capaces de conocer su valía? ¿O reconocer la propia? El nigromante retomó su paseo, siendo el único que podía ver a cada uno de ellos proseguir con la clase. - En la mitología este juicio aparece como esencial para determinar quién merece vivir eternamente en los campos de Aaru y quién irá a parar a las fauces de Ammyt. Un conocimiento de las artes egipcias interpretado, dentro de sus posibilidades, por seres que no comprenden la nigromancia -siguió paseando, su bastón ya no se escuchaba, solo su voz calmada- Ciertamente hay algo de verdad en esa interpretación, pero sus conclusiones solo pueden ser comprendidas en ese mundo que no logra ver más allá. ¿Los estaba guiando demasiado? Bajó el rostro y apretó los labios. Debería haberlos mandado a limpiar frascos antes de pasar a tareas tan complejas. Y no descartaba la idea para valorar a los siguientes alumnos, aunque tuviera que soportar a los directores soltando regañinas por su forma de maltratar a los pobres magos de ciudad. - ¿Qué obtendría un nigromante de este juicio? -preguntó luego de un largo silencio-. ¿Por qué existirá este rito? ¿Realmente solo las almas buenas merecen la vida eterna? ¿Este es, acaso, el límite de un nigromante, la moralidad? "¿Es vuestro límite?" añadió de forma mental revisando desde la distancia los corazones. El viejo arcano estaba realizando su propio juicio a los tres, revisando aquellas motivaciones y barreras que pudieran impedir que se convirtieran en nigromantes. Estaba esperando a que dieran el primer paso hacia el abismo al que se enfrentaban y comenzaran a buscar más allá de lo conocido. Tendrían que estar dispuestos a sacrificar parte de sus propias almas en el proceso. Tal vez lo entenderían pronto, antes de tomar una vida simplemente por la dicha de ver renacer a alguien. O tal vez nunca lo entendieran. Eso sí, nadie salía de su clase sin mácula, jugar con la muerte conllevaba el pago de un precio muy alto. "En mi caso, tengo que enseñar".

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