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Eobard Thawne

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Todo lo publicado por Eobard Thawne

  1. Ha sido un día de mala suerte para ambos, tal vez. Susan al parecer no ha traído varita, pues se había cubierto el rostro con las manos, cuando normalmente un Protego habría hecho el trabajo. Entiendo que el mago jamás sale de casa sin su varita, pero el olvidarla también debe ser una equivocación común. Y no la culpo, pues en mi caso, de haber tenido mis poderes posiblemente habría evitado esto. En realidad, todo esto pude haberlo evitado si hubiese pedido otra cosa. ¿En serio tenía que ser ese asqueroso pantano portátil? No imagino la cara de los Myrddin si hubiera liberado tal cosa dentro de su mansión. Lo admito, era buen regalo de despedida, pero ahora tenía cosas más importantes en las que pensar. -Ya es tarde para poner a salvo a todos los sujetos allá arriba. Ni siquiera haciendo uso de mi habilidad podría limpiarlo del todo. Lo interesante de estas cosas es su persistencia. -hago una mueca mientras bajamos con dirección a la segunda planta. Corta una cabeza y dos más tomarán su lugar. En el tiempo que lograra diluir el fango, otra gran ola arribaría, seguramente con mayor viscosidad. -Sé que es mi culpa. Con esto me queda claro que la venganza no siempre es buena. -río con ironía ante el comentario de la joven. Pero no puedo dejar de pensar en que habría sido una excelente broma. Tal vez, una vez que salgamos de esto, pida una a domicilio. -Lamento lo de tu ropa, por cierto. -comienzo a vibrar, causando que el fango en mi vestimenta se diluya y finalmente se forme un pequeño charco bajo mis pies. He quedado prácticamente impecable. Pongo una mano sobre su hombro y comparto mi frecuencia de vibración, limpiando parte de su ropa. -Esto complica las cosas. -llegamos a la segunda planta. O lo que queda de ella. Con suerte, debe haber una caja que contrarreste los efectos del pantano. Generalmente se encuentran al lado de las que liberan ese molesto fango, pero éste ha sumergido las estanterías al punto que es casi imposible examinar los productos. Entonces la veo. Tan discreta, que hubiese pasado como contenedor de cualquier otra broma. Un símbolo de lo que parecen ser algas, cubiertas por una gran cruz negra. Era un desecador. Similar al encantamiento del mismo nombre, pero de utilidad especifica para deshacerse de los pantanos portátiles. -Ahí está nuestro boleto de salida. -señalo el objeto y miro a Susan, quién parece estar a punto de vomitar. Pero, naturalmente, las cosas no podrían ser tan fáciles. La caja se encuentra al otro lado de la tienda, en la cima de una pila de cajas cuya madera comienza a podrirse. Si el fango toca el desecador, estamos perdidos. Sumado a esto, noto la cabeza de un dugbog asomándose sobre la superficie del pantano cual cocodrilo muggle. Pero no está solo, pues en cuestión de segundos más cabezas reinan aquel pantanoso escenario. ¿Desde cuándo estas bromas contienen criaturas mágicas? -Tendré que distraer a esas cosas mientras tú vas por el desecador. Intenta no vomitar en el proceso, por favor. -indico mi plan a la chica, pensando en una forma de obtener la atención de dichas criaturas. Será un tanto difícil cruzar aquel denso fango sin una varita, pero no subestimo las habilidades de Susan. -Confío en que no harás, así que, suerte. Le entrego mi varita, esperando que no tenga problema con usarla. A pesar de que el nogal negro es conocido por ser una madera difícil de manejar, espero que no resulte un problema para la joven el emplear su poder. @@Susan V. Goldstein
  2. -Bueno, te he tomado por sorpresa, entonces. -esbozo una leve sonrisa a Susan, quien parece sentirse un poco aliviada ante la explicación de mis habilidades, pues mi negativa a hablar posiblemente habría desencadenado un aura de incomodidad alrededor de ambos. Sería la segunda persona en Reino Unido a la que le contaba parte de esta historia, por lo que me ha hecho considerar si debía seguir manteniendo esto en secreto. Al menos la mayor parte. Durante la explicación de los velocistas, vinieron a mi mente algunos de ellos, todos unidos por la misma esencia de Savitrí, pero con naturalezas tan opuestas, tan literalmente, que incluso existían algunos que no se podían denominar humanos del todo. En un instante, mi más reciente encuentro con el último emisario de la deidad hindú reemplaza mi alrededor. Hace años que no lo veo, y considerando que aquella ocasión no salí tan bien parado, supongo que es mejor seguir oculto. -Se podría decir... -río ligeramente ante la pregunta de Susan, pues ese tipo de interrogantes eran comunes entre los velocistas. -A pesar de poseer dicha habilidad, ya no es algo permanente. Esto es, la puedo usar a momentos, y si me fallara en, digamos, la frontera húngara, bueno, creo que sería un problema. -hago una mueca ante la idea de echar a perder la cubierta del mundo mágico con tal imprudencia. Me arrepiento un poco de hacer mi pedido, pues sé el riesgo que conlleva el arrastrar la caja hasta la zona de comidas, con tantas probabilidades de detonarla. Quizá lo mejor habría sido recoger el pedido, pero ya no tengo tiempo de poner reparos, pues el mesero se ha marchado. Escucho a la chica opinar sobre el peligro que representan los fuegos artificiales en la tienda y concuerdo con ella hasta cierto punto. Dejarán de ser inofensivos en cuanto uno de ellos impacte en la caja del pantano portátil. -Muy bien, creo que esto se va a poner f... -Ni siquiera con mis habilidades de velocista, soy capaz de evitar esta catástrofe. Ha sido un mal momento para no poder hacer uso de mi velocidad, por lo que el fango impacta directamente en mi espalda. Tal es la fuerza con la que lo hace, que soy despedido hacia un lado de la mesa, sumergiéndome en la piscina pantanosa que ha resultado de activar la broma dentro de la tienda. El golpe me deja inconsciente por unos segundos, por lo que en ese breve instante, que resulta para mí una eternidad, viene a mí la memoria del día en que decidí partir de la mansión Thawne. Había llegado a las verjas de entrada, dando un último vistazo a aquella casona que reinaba la colina, y echado a correr sin más. Recupero el conocimiento, pero sé que no debo abrir los ojos, pues resultaría contraproducente. Comienzo a patalear y alcanzo la superficie, donde al parecer Susan ha tenido más suerte que yo. -¿Estás bien? -la miro, y de cierta forma intuyo la respuesta. Si lo está, no será por mucho, pues el fango comienza a actuar como aspiradora, esto ocasionando que muchas de las personas en las mesas vecinas se sumerjan casi con facilidad. -Muy bien, si puedes sacar tu varita y cubrirte de esto, sería buena idea, a menos que quieras más fango. -tras darle la indicación a Susan, comienzo a trazar círculos con mis brazos. Al inicio sólo parezco un pobre tonto intentando salvarse, lo cual es cierto, pero eventualmente mis brazos comienzan a vibrar. Savitrí ha decidido devolverme temporalmente mis poderes. El movimiento que realizo retrasa momentáneamente la acción del fango, pero no será suficiente para resolver esto. Pero lo es, al menos, para liberar a la joven y a mí. -Tendremos que bajar a la segunda planta, ahí debe haber algo con lo que podamos contrarrestar los efectos de esta cosa. @@Susan V. Goldstein
  3. Ni siquiera mi pésimo acento alemán ha distraído la atención de la joven en esta ocasión. A juzgar por su expresión, y tal como predije, no ha pasado por alto mi titubeo hace unos momentos. ¿Qué estaba diciendo sobre la cautela? A esto me refería: Una palabra más y pude haber cambiado todo. La conversación fluye, de momento. -En ese caso, me disculpo. -suspiro ligeramente y me dedico a mirar superficie de madera de la mesa por unos segundos. -Concuerdo con usted, y si bien, Ilvermorny fue cofundada por un no mago, no hay razón para considerarla inferior. -en sus palabras algo me hace comenzar mis cavilaciones. La historia nomaj y mágica coincidían de cierta forma. Hogwarts surgiendo en la época medieval. Inglaterra reclamando aquellos territorios del norte en el Nuevo Mundo y estableciendo sus colonias. Para 1634, antes de la independencia de dichas colonias, Ilvermorny ya figuraba en los escritos. La competencia no era algo ajeno a los colegios de magia. Y a decir verdad, Hogwarts tuvo un auge de popularidad debido al joven Harry Potter. -Vaya, cuando uno recibe más de una opción es normal la confusión. -no me da tiempo de sonreír, pues posteriormente explica la razón por la que había decidido marcharse. -Cuanto lo siento, señorita. Y compartimos la opinión...El niño que destruyó media escuela intentando salvarse a sí mismo, el héroe nacional mágico. -enfatizo un tono sarcástico al referirme al ahora auror de esa forma. Me sorprende ver que casi no he consumido de mi bebida, pues aún no me acostumbro del todo a ver a Juliette dando largos sorbos a la cerveza. La sola mención de Potter me da acceso a mis recuerdos de la estadía en Durmstrang, donde se mencionaba de vez en cuando al personaje, pero naturalmente no se le veía como un salvador. Muchos, incluyendo el director, Karkarov, lo veían como una amenaza potencial. Al notar que el silencio se ha prolongado más esta ocasión, decidido imitar hasta cierto punto a la señorita, cuidando de dejar un poco de cerveza en la pinta par más tarde. La fría sensación en mi garganta es casi tan reconfortante como una bebida caliente en estos tiempos. Pensando desde el inicio que sólo se trataba de un movimiento aislado, comienzo a pensar que el tamborileo de los dedos sobre la mesa es una especie de tic cuando la joven está estresada. Espero que no se deba a algo peor. -Le sorprendería mucho saber... -río leve, recordando a los pocos nomaj a los que les tenía aprecio. -Quizá no tenga mucha idea de cómo es ese amor, pero algo me dice que en algún momento lo experimentó. -suspiro y cierro mis ojos durante un breve instante, pues sé que me he pasado. -Una disculpa por el atrevimiento, señorita Macnair. Adelante con su pregunta descabellada. -lo que me agrada de la joven es que no se precipita, o quizá sí, pero no tanto como yo. Los años nos han dotado de una inmensa cautela, pero ella al parecer la ha desarrollado más que yo. Noto un tic más, como si quisiera hacer algo pero la propia regulación pudiera más que su deseo. No obstante, y puedo ya afirmarlo, sabe que estos pequeños detalles no los he dejado ir. -El infierno y el perdón, buena analogía. -asiento, pensando mi respuesta un par de segundos. ¿Un mensaje oculto? -Pero me temo que en esto la decepcionaré, pues no creo en tales cosas. Al perdonar aceptas las acciones, generalmente malas, por parte de alguien, incluso das, inconscientemente, el permiso de que de repita, creo que es un error. -y antes de responder acerca del infierno, me viene a la mente mi ávido perseguidor, a quien por fin parezco haber evadido. -Sobre el infierno, bueno...Cada quién tiene una visión distinta. Podría decir que he estado en él, pero tendría que explicar la existencia de un plano aparte al mundo mortal. @Juli-ette
  4. Siempre me he vanagloriado de mi predilección por las bebidas, particularmente las cervezas. No es que sea un alcohólico, ni mucho menos, pues como el único representante vivo de los Thawne en este periodo de tiempo, reconozco el efecto que tiene el alcohol sobre los seres vivientes. Lo veo más como una forma de socializar, de estrechar vínculos de confianza, como aquel que desarrollo en este momento. En el tipo de cerveza elegida por alguien puedo darme una idea del tipo de persona que se trate. Naturalmente, no es una suposición acertada la mayoría de las veces pero, ¿qué puedo perder? -Digamos que la cervecería alemana jamás me ha decepcionado. Al igual que la inglesa... -agrego, volviendo a hacer énfasis en su elección. -Más amarga, quizá, pero cuyo resabio, de forma irónica, te incita a pedir una pinta más. -río leve, recordando los clásicos enfrentamientos de pub que generalmente se veían en películas muggles, y ocasionalmente presenciaba entre los magos. Juliette se toma su tiempo en responder, como analizando las preguntas que le he formulado. Y no es como que lleven una intención oculta, vamos, simplemente estoy intentando conocerla un poco, determinar si puedo continuar desarrollando este vínculo de confianza. Mantengo el contacto visual con ella, y a juzgar por su expresión, intenta decidir qué información me proporcionará, lo cual me parece razonable. Quizá se protege a sí misma, o a ambos. -Si le soy honesto, tenía algunos buenos conocidos en Pudwudgie, todos ellos con grandes aspiraciones. Era la casa que solía albergar a eminencias del mundo mágico de Norteamérica, por excelencia. -en ese momento, viene a mi memoria mi rival, si le podía llamar así, durante mi época en el colegio, Bartholomew, pues él perteneció a dicha casa. Escucho con detenimiento su pertenencia en Ilvermorny, siendo su casa un detonante aún más de mi intriga, pues no había tenido el gusto, hasta ese momento, de conocer a un miembro de Wampus. -¿Puedo intuir, entonces, que es una gran guerrera, señorita Juliette? -le sonrío, como intentando imaginarla en un frente de batalla. No por burla, sino porque parece que ha estado envuelta en algún altercado. -Es inútil que hagan comparaciones con Hogwarts...Deberían ir aceptando el prestigio que tendr... -en ese momento, me detengo, pues casi cometo la imprudencia de revelar algo. -El prestigio que tienen ambas escuelas, es decir. -corrijo la frase a tiempo, pero sé que mi pequeño desliz no pasará desapercibido. No tengo tiempo de ponerme a pensar en ello, pues el elfo está de regreso en nuestra mesa. Incluso a Juliette la ha tomado por sorpresa, pues se mueve casi imperceptiblemente en su asiento. Es lo único que me desagrada de los elfos: sus pasos ligeros. Y más de uno ha usado dicha cualidad para otros fines. -Prost, fräulein Macnair. -una vez que el elfo deja las bebidas sobre la mesa, nos encontramos en un momento en el que los dos decidimos darle un trago a nuestras bebidas. Inclino la pinta hacia ella, dedicándole el trago a su salud, empleando una vez más mi pésimo acento alemán. Permito que la esencia de la cerveza alcance cada uno de mis receptores, tomando mi tiempo para digerirla. No es una Jacobinus, definitivamente, pero tampoco está tan mal. Apostaría a que se trata de una Paulaner. -Bulgaria, ¿eh? País frío, pero bastante agradable. -asiento ligeramente, escuchando la historia de la señorita explicando cómo fue que estudió en Ilvermorny. -¿Qué hay de Hogwarts? Es decir, viviendo en Inglaterra, ¿nunca consideró estudiar ahí? La cercanía era un tanto más razonable pero, le entiendo, a decir verdad, mis mejores conocimientos los adquirí en Norteamérica. Lo cual era hasta cierto punto cierto. Si bien había adquirido extenso conocimiento en el colegio americano de magia por excelencia, estaba perfectamente consciente de que no confiaba mi supervivencia totalmente a la magia. Y no era para menos, considerando los eventos que desencadenaron mi afinidad con ésta, lo cual veo más como producto del azar que el haber estado destinado a ser un mago. La señorita forja una sonrisa ligera, como intentando encajar con lo que ha dicho, pero no le juzgo, pues al recordar a veces vienen a la mente momentos no tan deseables. -Vaya, no me esperaría conocer a alguien que pudiera relacionarse con los nomaj sin perder los estribos. -río leve, recordando mis propias experiencias. A pesar de haber optado por una rama un tanto distinta a la que eligió Juliette, deparaba un autocontrol y una paciencia enorme para no revelarme ante aquellos entes no usuarios de la magia. -Aunque, sí, puedo imaginar la experiencia. Yo estuve un tiempo entre ellos. Hace años de eso, pero me llevé más conocimientos de su cultura que buenas experiencias, me temo. Hago una mueca, quizá la primera con total sinceridad, pues sé con seguridad que mi tiempo con los no magos fue el punto de partida que finalmente me trajo a Reino Unido. Como buen Thawne, siempre he querido estar a la altura del apellido que ello conlleva pero, ¿en esta época? Aún habiendo fallado en tan importante prueba, la mejor recompensa ha sido mantener tan bajo perfil, con todas las tentaciones de no hacerlo. Le devuelvo la mirada a Juliette, y sé que, muy en el fondo, sabe lo que estoy pensando. @Juli-ette
  5. Ladeo mi cabeza, observando a Juliette terminar con su bebida al fin. El tiempo que transcurre entre que ella deposita la taza vacía sobre la pila de libros me parece eterno. Y estoy totalmente seguro de que no hago uso de mi percepción aumentada, porque de otra forma todo a mi alrededor se desarrollaría con la misma lentitud. Quizá estaba intentando analizar cada uno de sus movimientos, lo cual era una vieja costumbre: Anticiparse al enemigo. Pero, ella, ¿un enemigo? Ha quedado más que demostrado que no se trata de alguien hostil. Su reacción posterior hace que salga de mi ensimismamiento, de nuevo mirando a esos ojos verdes. -Y es extraño. Las sombras te traicionan, a pesar de acompañarte a casi todas partes. Hay quien las adopta, las usa como herramienta, pero sé de otros que nacen en ellas, son parte de ellos. Entonces percibo la tranquilidad que se cierne sobre la mesa. El ambiente parece relajarse a medida que vamos desarrollando un vínculo de confianza. Normalmente, habría evadido cualquier relación de ese tipo, pero esto en definitiva era distinto. La joven Macnair parece interesada en develar todo lo posible acerca de mí. No es como que no cedería, pero no quería simplificar las cosas tan rápido. No es como que Zolomon sea el sujeto que tenga aliados, pero mi costumbre aislacionista me instaba a dar un paso a la vez. -Digamos que mi asistencia a cada escuela se desarrolló en distintos periodos. No me lo creería si se lo dijera, señorita Juliette. -río ligeramente ante el comentario sobre mi edad. Y vaya que me veía relativamente joven, a pesar de las pésimas decisiones que había tomado. La explicación a todo ello también es mi más codiciado secreto. -Pero me temo decepcionarla. Fui miembro de Thunderbird. Soy una persona de aventura, pero no siempre la busco. ¿Qué hay de usted, a qué casa pertenecía? Otro lapso de silencio, en el que sí aprovecho para hacer uso de mi percepción aumentada. La chica concentra su mirada en uno de los elfos que se encargan de atender a los clientes. Parece que reciben un trato justo, pero no dejan de ser sirvientes de los magos. No es como que sea un radical en pro de los derechos de las criaturas, pero no necesito serlo para darme cuenta que Juliette mira al elfo como intentando comprender su pesar. Realiza un movimiento, casi imperceptible, como si quisiera deslizar su mano sobre la mesa, pero parece pensarlo mejor en el último momento. Tal vez entienda, eventualmente, que sólo intento no cometer un error garrafal. Pero, ¿había algo mal en todo esto? -Muy bien, ¿qué puede decirme de usted, señorita Macnair? Me refiero a su lugar de origen, sus estudios mágicos. Como usted dijo, un fragmento suyo. -sonrío mientras me acomodo el armazón de los lentes, evitando que estos se caigan. Debo admitir que me confieren un aspecto más intrigante, o quizá de alguien mayor, pero la verdad es que los uso por gusto. Es una moda tonta entre los muggles, pero al menos los magos parecen hacer algo al respecto en lo que a la salud ocular respecta. No pasa desapercibida la forma en que la joven trata al elfo que en ese momento se desplaza por nuestra mesa. Sólo he visto tratos similares por parte de dos personas antes, pero ninguno tan intrigante como ella. -¿En serio quiere beber conmigo? -río, desviando la mirada hacia la superficie de la mesa por unos instantes. Su pedido me había tomado por sorpresa, tanto que no me fue posible rechazarlo. -No es que desprecie su invitación, más bien me parece peculiar. No obstante, permítame decirle que hizo una buena elección de cerveza. @Juli-ette
  6. Contemplo el cambio en estilo de peinado de la señorita Macnair con curiosidad, pues a pesar de que era el elemento corporal que hacía de aliado y enemigo a la hora de querer modificar la apariencia, en su caso le confería un aspecto más relajado. Pero no mucho menos enigmático. Decido sacar los lentes del bolsillo de la camisa, además de un pequeño pañuelo color crema para limpiarlos un poco antes de colocármelos. En realidad, no se puede confiar totalmente en lo que se ve usando los globos oculares, pero quizá podía hacer una excepción para este caso. He sido un poco cauteloso con las respuestas que he dado. Algo concreto, pero también abierto a la interpretación. No es como que sea tema de todos los días en los pubs pero, no podía confiarme del lugar casi solitario. -Y me extrañaría de existir algo que le sorprenda, señorita. La mayoría tiene un conflicto constante con su demonio, aunque en mi caso, parece que se ha rendido en su búsqueda. O yo soy demasiado tonto como para creer eso. Quizá la opción correcta sería la segunda. Sonrío, desviando mi mirada hacia el contenido de la pinta. La cerveza, aún fría, continúa burbujeando. Deslizo mis dedos sobre el cristal, corroborando la temperatura de la bebida. -Debo admitir que su interés es intrigante. Y estoy totalmente seguro de que no es debido a mi pésima pronunciación del alemán. -río ligeramente, como quien simplemente ha confirmado sus sospechas. Durante mi breve análisis de sus facciones, apoyo mi mentón sobre los dedos de la mano derecha, como si estuviera pensando en algo. Sí, su apariencia física sin lugar a duda llamaría la atención de más de uno pero, ¿por qué limitarse a lo superficial? Está más que demostrado que la joven no es sólo una cara bonita. Detengo mis cavilaciones para dar otro trago a la bebida, procurando no pasar de media pinta. -Es irónico, pero a veces en la boca del lobo es donde uno se encuentra más seguro. No lo digo por experiencia, me temo. -hago una mueca, recordando aquel pequeño incidente, una de las principales razones por las que me encontraba en Reino Unido. -Del MACUSA, del Ministerio Noruego de Magia, e incluso agregaría a los británicos, pero al parecer aquí me han recibido con los brazos abiertos. -pongo las manos detrás de la nuca, cual sujeto despreocupado. Aún con la hospitalidad brindada por el gobierno mágico, no me sorprendería regresar a casa y que ésta fuera objeto de una redada. Puedo percibir que Juliette se enfrasca una vez más en ese éxtasis, como recordando algo. Parece tan concentrada que comienzo a pensar que esta vez se quedará pasmada o algo por el estilo. Su, quizá, característica sonrisa vuelve a curvarse en aquellos labios. Y la conversión cambia un poco de tema; de huidas y demonios, pasamos a algo más común, como lo es la educación mágica recibida. Y no puedo evitar recordar algunos fragmentos de aquella vida. Lo cual no es de sorprenderse, al menos no cuando estuve en más de una escuela. -Se lo permito, señorita Macnair, después de todo, creo que este lapso de confianza sirve para que uno conozca al otro. -asiento ligeramente, para después suspirar antes de responder a su segunda pregunta. -Sí, digamos que estuve un periodo de mi vida en Hogwarts. Aunque la mayoría de mi formación mágica la obtuve en Ilvermorny, antes de darle problemas al sistema, claro. Tuve un breve paso por Durmstrang, y finalmente recalé en Hogwarts, esto con la finalidad de profundizar en algunas ramas de la magia. Aprovecho la pausa para volver a beber de aquel recipiente cristalino. Dejo que la fría bebida se deslice a través de mi garganta, lentamente, como si quisiera desglosar los componentes encontrados en la cerveza alemana. Escucho el tentativo ofrecimiento de la joven para preguntar lo que yo desee, quizá en compensación por el breve interrogatorio. ¿Una trampa? Tal vez. No es la primera ocasión que me enfrento a una situación así. No es como que no haya tenido que hacerlo en su momento, pero esto era totalmente distinto. Estoy acostumbrado a ser el interrogador y el interrogado, pero su reacción ha roto cualquier posible esquema. -Como ya sé su propósito aquí, procederé a otras preguntas más interesantes, al menos para mí. -me encojo de hombros, pues realmente no planeaba beneficiarme totalmente de la confianza que parecía inspirarle. En una situación distinta, habría extraído hasta la más mínima gota de información. Era el proceder de los Thawne, o más bien el mío. Fui forzado a obtener hasta el último detalle de la vida de alguien, esto con el afán de sobrevivir. Cierro brevemente los ojos, mientras el recuerdo de Wells agonizando aparece momentáneamente. Dedico el instante de silencio para darle el trago final a la cerveza. El sabor de la cebada se mantiene en mi paladar, lo cual deriva en una curiosa sensación de frío. Pero no de ese que cala y te hace sentir débil, más bien de aquel fresco, como el del amanecer visto desde una montaña. Considero pedir otra bebida a uno de los elfos que camina cerca de la mesa, pero decido abstenerme, pues no es una prioridad inmediata. La intriga crece a cada minuto que converso con la señorita Juliette, pero sé medir mis pasos, y naturalmente no me excederé en cuanto averiguar sobre ella. Concentro mi mirada en su taza de café y puedo decir, casi con seguridad, que un recuerdo ha retornado a su mente, y se encuentra analizándolo. @Juli-ette
  7. A decir verdad, de inicio consideraba que el ofrecimiento de Maida respecto al tiempo de esparcimiento era en parte una broma, una de esas lejanas promesas que la gente rara vez cumplía pero, ahí estábamos. Una vez que abandonamos el local donde nos conocimos, tras un gracioso encuentro que casi termina en dos personas repartidas a lo largo de la calle, nos encontramos frente a esas rejas de gran tamaño, como si detrás de ellas hubiese algo valioso. Aprovecho en ese momento para consumir lo poco que queda de mi postre. Durante al camino al Parque de las Lamentaciones, habíamos procurado romper el hielo. Al menos un poco. Y no resultó tan mal, pues la señorita Yaxley poco a poco dejaba de inhibirse, siendo más abierta a la hora de hablar. Lo que me sorprende es la facilidad con la que yo continué dicha conversación, pues, reitero, no soy de muchas palabras. -El Central Park tendría que estar un poco más contaminado por aquello que los muggles llaman smog, me temo. -río ligeramente, metiendo las manos en los bolsillos. Definitivamente era una perspectiva distinta a la de Norteamérica. Más allá del parque en el que había familias y grupos de amigos conviviendo, frente a mí se extendía un paraje en el que podías venir a desconectarte un poco de todo el mundo. No hubo tiempo de seguir mirando, pues en ese momento, Maida salió despedida hacia un puente que parecía cruzar el lago. -Ah, ¿por qué no? -la distancia que me separa de ella es considerable, por lo que decido hacer uso de mi peculiar condición. Una vez que pongo un pie sobre el verde césped, echo a correr de aquella forma que no había utilizado en casi 17 años. Observo mi alrededor como una borrosa mancha, pero la sensación del viento contra mi rostro es definitivamente aquello que me motiva a continuar así. Me detengo justo a unos metros de donde se encuentra Maida, apenas habían pasado unos segundos. -Buena carrera. -me giro sobre mis talones y observo la reja de entrada, donde a partir de mi idea, ha quedado una especie de marca que indica el camino que he seguido hasta llegar a ese punto. Por suerte, no incendié el césped en esta ocasión. Para haber pasado mucho tiempo sin correr de esa forma, aún no perdía la práctica. -Por cierto, le agradezco muchísimo la ayuda con mis trámites ministeriales. -sonrío, sosteniendo una pequeña nota, que me había llegado en el lapso hacia el puente. @
  8. -Qué triste, ha hecho aquello que pensaba hacer yo. -río leve, mirando a Maida depositar el dinero que cubría el consumo de ambos en aquel local. Normalmente habría pagado yo pero, ante su insistencia, supongo que debería dejarle esta ocasión a ella. -Bueno, sólo espero que mis pésimas historias no le hagan arrepentirse de haberle pagado la cuenta a un extraño. Y, volvemos a lo mismo, no es común que alguien se muestre tan dispuesto a pagar algo en su totalidad cuando acaba de conocer a alguien. Lo mínimo era dividirse pero, en fin, quizá así procedían los magos europeos, no iba a discutir eso ni mucho menos. Cada vez, la comunidad del país me dejaba más satisfecho con mi decisión de haber elegido dicho lugar para comenzar de nuevo. -Si no fuera porque prefiero no emplear la magia tan seguido en situaciones cotidianas, diría que tiene miedo de equivocarse un poco y que me burle de ello, señorita. -sonrío al mirar que la joven Yaxley evita mi mirada al tiempo que recoge los restos de los postres para consumirlos más tarde. La burla no era mi intención, ni mucho menos, pero parecía empeñada a no quedar en ridículo ante mí, cuando el que se esforzaba por ello era yo. Y bastante suerte había tenido ya. Alcanzo a atisbar un reflejo leve en sus manos, como si fueran partículas de vidrio que relucían en las palmas. Pero, con base en mi experiencia, puedo asegurar que no se trata de algún material. ¿Sudor? Tal vez, pero la verdadera pregunta era: ¿Por qué? Maida era una chica un tanto extraña, pero eso no parecía incomodarme. -Usted dicte el destino, yo intentaré no perderme. -asiento ligeramente, acomodando el sombrero sobre mi cabello, y siguiendo a la joven a través de las calles del peculiar Callejón Diagón. @
  9. Nos acercamos a una mesa próxima a uno de los ventanales, por lo que me es posible observar una fracción del bien cuidado jardín que divisé durante mi trayecto hacia el local. Percibo el sonido de una pila de libros deslizándose sobre la superficie de la mesa y sé que no fue un lugar elegido al azar. Quizá la chica había estado leyendo aquí antes de levantarse y chocar conmigo. -Buena elección de sitio. Mayor privacidad y tranquilidad. -tomo asiento tras esperar que ella lo haga. Durante breves segundos, puedo notar que mi susurro ha evocado alguna curiosa reacción en ella, lo bastante rápida para que poco después no haya rastros de ella. -En lo absoluto, señorita. Todos tenemos un demonio con el que lidiar, a veces interno. Si fuera una metáfora sería, en todo caso, una de muy mal gusto. -le doy un trago a mi bebida para refrescar mi garganta un poco. Al parecer, la intriga por aquella joven de ojos esmeraldas ha ocasionado una especie de ansia que reseca mi motor del habla. Es curiosa la interpretación que uno puede darle a las preguntas de las personas. Pero, ¿demonios? No era un tema de conversación muy común, a pesar de que tenía algo de idea acerca de estas peculiares criaturas. -No todo tiene explicación, es cierto, y en realidad creo que así debería de ser. Hay cosas, supongo, para las que aún no estamos preparados. -asiento ligeramente y respiro ligeramente, listo para dar respuesta a la interrogante de la joven. -Una vez más, lo dejo al punto de vista desde el que se analice. Bien puede tratarse de esas míticas criaturas que rondan este mundo, o de una simple persona que se encarga de hacerle la vida imposible a otras a tal punto que se le confiera dicho título. Entonces puedo notar que la sola mención de la palabra es lo que ha avivado su interés en mí, pues una vez más, como acostumbrándome, y ella sin miedo a que la juzgue, concentra sus ojos en los míos, como quien intenta develar la respuesta a un misterio que se encuentra frente a sus narices. Mantengo la mirada hasta la joven parece salir de una especie de éxtasis. Se presenta ante mí, dejando de ser una completa extraña, pues ahora sé su nombre. -No diría que son preguntas extrañas. Más bien, preguntas precisas, pero que pocos tienen el valor para formular. -esbozo una sonrisa, y puedo notar que la piel en mis mejillas se arruga ligeramente, evidenciando las pocas veces que había sonreído con sinceridad. -El placer es mío, señorita Macnair. Me presento como el implacable extraño...Eobard Thawne, a su servicio. -dicho esto, levanto suavemente el vaso de la pinta por unos segundos, para después colocarlo en su lugar. La señorita parece un poco avergonzada por no haberse presentado antes. Y se entiende, normalmente uno diría su nombre al otro antes de proceder con las preguntas pero, ¿aplica lo mismo para esta situación? No lo creo, no se me figura como un encuentro casual. Mi atención se centra en aquella constelación de pecas en sus pómulos, una curiosa formación que era prácticamente imposible de ver. Pensaría en la genética pero, ¿en serio, Thawne? Eso es algo muy mundano. No, no, es algo más. Intrigante. ¿Quién lo diría? De todas las personas con las que me he cruzado en Reino Unido, ha chocado conmigo, literalmente, aquella que parece comprender de forma casi perfecta la sensación de persecución, de ansia por develar respuestas. Es como un tablero de ajedrez, cada acción desencadena muchas otras, que bien podrían llevar a la victoria o a la derrota. Ya veríamos qué significaba el ir a beber cerveza en un local tan lejos de Londres. Jugadas y contrajugadas. @Juli-ette
  10. A veces tiendo a experimentar excesos de confianza con los extraños. No soy el típico sujeto sociable, pero tampoco opto por cerrarme. No del todo. Está bien otorgar una pizca de franqueza ante los demás, pero hay que ser cautos. Después de lo que he visto, que no ha sido precisamente algo del otro mundo, no para los magos al menos, lo pensaría dos veces si deseo tentar a mi suerte. Pero eso es lo que hago justo ahora. Una vez más, la chica parece ser tan ajena a aquel entorno, quizá le parecía demasiado mundano. Grande es mi sorpresa al observar que ha decidido no ignorar mi pregunta. Una vez más, esos ojos verde esmeralda parecen estar analizando algo más allá de lo tangible. Aún con mi pésimo acento para pronunciar el alemán, parece que hay algo que ha considerado suficiente como para corresponder mi intento de conversación. -Excelente respuesta, señorita. E irónica, naturalmente. Uno sólo intenta huir de los demás para buscar encontrarse a sí mismo, pero es en ese momento exacto en el que se da cuenta de lo perdido que podría estar. Y, en parte, tenía cierta razón. Aunque es tonto asumir que la experiencia por sí sola me la confiere. Tal vez el hecho de que haya decidido dejar a los demás de lado y afrontar las consecuencias de mis actos me hace pensar que en realidad sólo estoy huyendo. Y no sólo de Hunter Zolomon. De mí mismo. Aprovecho el momento en el que a la joven le es entregada su bebida para darle un ligero sorbo a la cerveza. La esencia fría de la cebada activa varios receptores nerviosos dentro de mi boca, evidenciando que se encuentra a una temperatura agradable. Entonces, percibo el olor de cierto grano, y puedo aventurarme a adivinar de qué bebida se trata, pero prefiero aguardar. Acto seguido, la chica se gira, como alguien que se da a la tarea de continuar con algo que había interrumpido. En su lenguaje corporal puedo denotar un interés, quizá, de seguir la conversación. -Sí, he tenido un par de ellas. ¿Por qué negarlo? -me encojo de hombros y consumo un poco de mi bebida. No esperaba que, a simple vista, mi apariencia o mi "estilo" dijera eso de mí sin necesidad de expresar palabra alguna. Esto resulta una clara evidencia de que mi coartada no está funcionando del todo. O tal vez sí lo hace, pero se encuentra ante mí alguien con la capacidad de poder ver a través de una máscara. -Todas improbables, y sin mucha trascendencia, me temo. Creo que este es un lugar apartado con menos probabilidades de desfallecer debido al clima. Formula otra pregunta, y es curioso, ya que estaba esperando que lo hiciera. O al menos escuchar algo similar. Pero ha resultado directa, precisa. Eso me agrada. Tomo la pinta y me levanto, dispuesto a seguir a la joven a aquel lugar que indicaba, donde probablemente sería más idóneo continuar esta charla. -Es una interesante pregunta. Y graciosa, si me lo permite. -modulo el tono de mi voz de modo que ella pueda escuchar el susurro mientras nos desplazamos. No es una habilidad muy útil a la hora de la verdad, pero al parecer le he encontrado un uso. -Ha hecho la pregunta correcta. No de quién, sino de qué. Demonios. Si interpreto de otra forma, pensaría en muchos demonios. Pero, en mi caso, sólo se trata de uno. Bueno, si es que podemos llamarle así. Sonrío al mirarle una vez más, al tiempo que inclino ligeramente la cabeza. Sin ningún antecedente ni pista que pudiera haberle dado, ha formulado una cuestión bastante interesante: ha visto más allá de lo que hay, del aquí y el ahora. Siempre he estado consciente de que no soy el único que puede percibir ciertas cosas pero, claramente, la joven se encuentra en un punto más allá de lo que quizá podría aspirar. @Juli-ette
  11. -Agradezco con creces la bienvenida, señorita. Normalmente no es fácil encontrar buena cerveza extranjera en la periferia. -río leve, dedicándole una inclinación de cabeza a la dueña del local al tiempo que aguardo a que uno de los elfos traiga mi bebida. El ambiente se percibe tranquilo, no hay muchas personas a esa hora, y en parte me parece bien, pues puedo permitirme un breve respiro sin tener que escuchar el constante bullicio, lo cual la mayoría de las veces desembocaba en una horrible jaqueca. Es irónico mantenerme tan estático en un lugar. Con todo lo que he experimentado las últimas semanas, creo que un descanso no me vendría tan mal. Hasta un velocista debe aminorar la marcha alguna vez en su vida. Supongo que yo no soy la excepción. Y, ¿por qué habría de serlo? Después de todo, había prometido dejar, con el tiempo, esa faceta de mi vida. -¿Pero qué...? -en ese momento, una joven de cabello ondulado accidentalmente choca contra mi hombro. A juzgar por el tipo de reacción, parece que sufre de algún aturdimiento o mareo. En un pub inglés, uno pensaría que el aturdimiento es a causa de la bebida, pero no podía decir lo mismo de aquella situación. La chica parecía sentirse un tanto débil. -Disculpa aceptada, aunque no debería pedirla. -niego con la cabeza, mirándole. Sus ojos son de tonalidad clara, un verde que se asemeja al visto en las esmeraldas, y me parecen aún más curiosos que todo el evento. -¿Por qué no toma asiento? Imagino que fue víctima de un mareo momentáneo. No seré un sanador certificado, pero supongo que tengo algo de razón en ese último comentario. -suspiro leve, pensando en por qué había dicho eso. No era de muchas palabras, y menos si se trataba de una persona con quien no había coincidido antes. Si bien era conocido por ser un tanto impetuoso en el pasado, me había esforzado por cambiar aquella percepción que la gente tenía de mí. No es como que haya tenido mucho éxito a lo largo de los años, pero por algo se empieza. Puedo notar que la joven me examina unos breves segundos con la mirada, antes de desviarla casi imperceptible. Quizá por no querer incomodar. ¿De qué vendrá todo eso, habrá leído mi mente, visto alguno de mis recuerdos? Si bien no me enorgullezco de mi pasado, tampoco es como que tenga algo que esconder. Vamos, incluso intento mantener un perfil bajo. Hay algo peculiar en esa chica, te genera una especie de curiosidad. De esa que no te permite dejar pasar cualquiera que haya sido el evento por el que se dirigieron la palabra. -Ah, Deutsch bier... -hago una mueca al escuchar mi pésima imitación del acento alemán. Aún tengo mucho que practicar. Uno de los elfos deposita en la barra mi bebida. Una Jacobinus Bierspezialitat clásica, de mis cervezas pilsner favoritas. Recuerdo haberla probado en algún breve viaje realizado a la Alemania muggle, pero de eso hace bastante tiempo. Más del que quisiera recordar. En eso, escucho a la joven solicitar una bebida caliente. No es una mala elección, considerando el clima allá afuera. Quizá soy yo el que ha optado por algo más fuerte. -Disculpe mi intromisión... -me giro, dedicándole una leve inclinación a la joven. Sin esperar a que me devuelva la mirada, o inclusive, que responda, decido entablar conversación con aquella intrigante chica. -¿Qué le trae a estos parajes, tan lejos de Ottery? @Juli-ette
  12. No estaba preparado para tener esta conversación, pero supongo que la sorpresa me hizo tomar cartas en el asunto. A pesar de mi terca decisión de mantener mi pasado en secreto, creo que el hablar de ello me haría cambiar de opinión, con el tiempo. No es como que fuera a explicarle todo al primer desconocido con el que me cruzara, pero Susan me parecía una persona en quién podía confiar. -Parece que mi pregunta te ha tomado por sorpresa. -río suavemente, mirando su reacción ante mi interrogante. -Quizá pensaste que no compartiría mucho acerca de mi...naturaleza. -y la verdad es que, de inicio, no quería hacerlo. Pero no perdía mucho, realmente. Podía abrirme un poco con la chica, tal vez entendería mis razones para ocultarme. -Digamos que es parte de todos nosotros, de un modo figurativo, claro. -asiento, pensando en cómo explicarlo. Lo que estaba a punto de decir podría cambiar la percepción que Susan tiene de mí. ¿Para bien, o para mal? Ya veremos. -Y por nosotros, me refiero a los velocistas. Tal vez habrás escuchado un poco de ellos, son más comunes en el mundo muggle. Humanos con habilidades fuera de lo habitual. Pero hay una clase en específico, los velocistas, que poseemos lo que podría interpretarse como velocidad superior. Mientras observo a la chica tomar de nuevo el postre cambia-tono, aprovecho para mirar mi cabello, esperando que siga en proceso de regresar a la normalidad. Comienza a oscurecerse más, ahora cambiando a un tono canela. Más discreto, para mi gusto. -Y, ¿qué tiene que ver Savitrí en todo esto? Bueno, fue el primer velocista. Como quizá habrás leído, la velocidad es una de las fuerzas de la naturaleza. Todos los velocistas poseemos una conexión con esta fuerza, con la esencia de Savitrí. Es lo que nos confiere nuestras habilidades...peculiares. -Una caja me parece una idea perfecta. -río al escuchar su sugerencia. Podría resultar catastrófico si las cosas se exceden un poco, pero vamos, es una broma, y estoy casi seguro de que quiere asegurarse que su familia no la olvide en mucho tiempo. Eso me hace recordar en otro artículo que deseaba adquirir ese día. Acto seguido, llamo a uno de los meseros. -Me gustaría ver si es posible que nos traiga una caja de caramelos alarga lengua, para la señorita. -giro la mirada a Susan, cuyo cabello ya ha regresado a su tono original, aquel oscuro que también parecía un tanto agradable. -Y un pantano portátil, si es que aún conserva alguno. -el empleado pareció asustarse ante la mención del artículo. Era un tanto peligroso, pues si se abría en un lugar muy compacto podría resultar dañino para todo aquel que se encontrara en su radio de efecto. A lo lejos alcanzo a ver a un par de magos, adolescentes, al juzgar por la apariencia, que han abierto una caja de fuegos artificiales. Algunos se disuelven a los pocos segundos, pero otros se mantienen vivos, cruzando la zona de comidas, por lo que a momentos debemos mover la cabeza para evitar ser el blanco de alguno de ellos. -Al menos no son bombas fétidas, ni algo peor. -comento, esperando que Susan no lo lleve tan mal intentando esquivar dichos proyectiles. Pero he hablado demasiado pronto. El mesero se acerca cargando la caja del pantano con gran dificultad, debido a que era un modelo relativamente nuevo, podía abarcar una mansión entera si te lo proponías. Encima de ésta, había una caja de tamaño medio, posiblemente contenía los caramelos. -Oh, no... -con la misma percepción con la que observe a Susan esquivar aquellas bombas fétidas, alcanzo a notar a uno de los pequeños fuegos artificiales cruzando la estancia peligrosamente, sin disolverse un poco. Gracias a la lentitud con la que estoy percibiendo esto, no hay duda alguna de que su objetivo es mi pedido. @@Susan V. Goldstein
  13. A simple vista, puedo apreciar que la sola mención de la importancia de los apellidos y el lugar que cada uno ocupa en su familia parece no ser un tema del total agrado de Maida. Y tampoco del mío, para ser honestos. Todo esto hace que venga a mi memoria el cómo le fallé a los Thawne, al serme imposible volver a casa, a pesar de que sabía que mis acciones ocasionarían tal consecuencia. No es como que me arrepienta de lo que he hecho, pero a veces me hubiese gustado tener un poco más de...tiempo. Entonces entramos al tema de los trámites en el Ministerio. Viene a mi memoria aquel día lluvioso en el que fui a realizar algunos de ellos, esperando una pronta respuesta. Salí de ahí al Londres muggle, el cual parecía a punto de inundarse, por lo que tuve que arriesgarme y refugiarme en un segundo piso, una cafetería situada a unas calles de la entrada de visitantes. -Ciertamente, y espero no tenga problemas con la aprobación. Usted sabe, hay veces que uno necesita despejarse, salir de la rutina. No digo que no me agrade Reino Unido, pero hay bastantes lugares por visitar allá afuera. -sonrío leve ante el ofrecimiento por darle seguimiento a mi situación. Normalmente nadie accedería a ello ante alguien que acaba de conocer, pero la señorita Yaxley ha roto todos esos estigmas en cuestión de segundos. -Sólo un poco, digamos. No he tenido el gusto de recorrerlo en su totalidad, pero en su compañía me parece una excelente oportunidad para hacerlo. -tampoco era usual recibir una invitación de ese estilo en tan poco tiempo. No me asustaba, sino que me parecía peculiar, de todas las personas, Maida parecía intentar estrechar un lazo de confianza, lo cual no me parecía tan mal. -Estaré atento a su invitación, señorita Yaxley. Dicho esto, y aprovechando que la joven giro la mirada, buscando algo, o a alguien, sacudo mi cabeza y me coloco los lentes, que generalmente mantenía a salvo en el bolsillo. Las palabras me habían salido casi naturales, y eso no era normal, ya que tendía a dar muchos rodeos, al menos hasta que pudiera confiar en la persona en cuestión. Y es extraño, a pesar de conocerla apenas hace unos minutos, podía decirse que confiaba en Maida. Ya iba siendo hora de que dejara atrás mis prejuicios. -Irónico, disculparse por las disculpas emitidas anteriormente. -río, intentando aligerar la situación. La verdad es que no tiene por qué hacerlo, pero su tendencia me recuerda un poco a mí cuando joven, lo cual me resulta inesperado. -No considero para nada inapropiada su invitación, ni mucho menos. Al contrario, y como le dije, estaría encantado. -Por otra parte, no se preocupe por aquello que ha dicho hasta este punto. No me ha ofendido de alguna forma. -niego con la cabeza. Era relativamente difícil que alguien lo lograra, pero aún así, siempre he optado por no perder los estribos. -Al contrario, lo que ha dicho me resulta interesante. Más bien, soy yo quién debería disculparse, no es como que yo pueda contar algo de ese estilo. @
  14. Camino con las manos en los bolsillos, mirando de vez en cuando los alrededores. El sendero parece tranquilo, sólo se escucha el ocasional sonido que origina el viento al rozar contra aquel verde césped que se extiende a lo largo del territorio. Me habían hablado un poco de aquel negocio. Yo esperaba alguna especie de local en el que uno va, compra algo y regresa a la vida cotidiana. Quedé ligeramente sorprendido ante la revelación de que dicho lugar se encontraba considerablemente lejos del callejón. Y de Londres. -Sólo espero que esto sea una buena idea. -me detengo frente al cruce de caminos, girando mi vista hacia la pequeña colina, cuyo camino de piedra parecía curioso comparado con el terreno natural. Distingo las tres chimeneas que me habían descrito, por lo que sé que estoy en el lugar indicado. Tomo mi tiempo para dirigirme hacia el local, observando de vez en cuando el jardín que ocupa parte de la colina. Tiene muy buen aspecto, a pesar de que aquella región no se prestaba mucho para el florecimiento de algunas especies. Quién le daba cuidado debía tener conocimientos de Herbología casi perfectos. Una vez que alcanzo el final de aquel camino tan bien arreglado, me detengo frente a la imponente entrada de madera, la cual, curiosamente, te genera una sensación de querer entrar. -Así que...El Dragón Verde. -una vez dentro del lugar, quedo maravillado ante la decoración elegida. Los pubs ingleses siempre han sido de mi agrado. A pesar de que he visitado algunos, tanto muggles como mágicos, no muchos han despertado en mí ese gusto por querer pasar un agradable tiempo de esparcimiento. Por inercia, decido acercarme a la barra y tomar asiento en uno de los taburetes. Deslizo suavemente un dedo sobre la superficie de la madera, como intentando verificar qué sea real. El resultado me deja satisfecho, pues no imagino un pub inglés sin una barra de madera natural. -Será una pinta, por favor. -me dirijo a la persona que atiende. -Cerveza alemana, si es que tiene un poco de eso, claro. -río leve ante mi pésima broma. Me sorprende el que haya pedido una bebida extranjera, pues estaba acostumbrado a la cerveza inglesa, que prefería sobre la de Norteamérica, a pesar de ser mi lugar de origen. Mientras espero, decido echar otro vistazo al lugar. La temperatura es agradable; los hechizos impermeabilizantes habían sido conjurados de forma impecable. Parece que por fin he encontrado un respiro dentro de todo el caos que ha implicado mi llegada a Reino Unido. Uno pensaría que estos días son de aquellos en los que suceden cosas comunes y sin trascendencia pero, ¿en serio puedo confiar en así será? @Juli-ette
  15. Alcanzo a notar que los efectos del panecillo comienzan a menguar, pues el cabello de Susan pasa de ese verde colorido a un tono más apagado, pero sin recaer en la oscuridad total. En mi caso, no hay muchos cambios, salvo el hecho de que se oscurece un poco y se quiebra, una combinación poco ortodoxa. Decido que ya no tiene mucho caso seguirme preocupando, ya he arriesgado bastante el día de hoy, y no me he arrepentido. Este encuentro me está dejando con un buen sabor de boca, y literalmente, porque aquel postre tenía buen sabor una vez que lo consumí. -No lo dudo, y es que en este mundo hay tantas cosas sin explicar. Algunas que deberían mantenerse así... -hago una mueca. No estaba preparado para la curiosidad de Susan, definitivamente algo le había llamado la atención. No tengo mucho que perder, supongo. -¿Qué tan familiarizada estás con la cultura hindú? Particularmente, con una de sus deidades. -esta era una historia que recuperé durante uno de mis viajes hacia lo desconocido, y a la fecha dudaba de su fidelidad, pero me parecía una explicación lógica a la naturaleza de mis...habilidades. -Estoy hablando del dios del sol, o Suria. Aunque, en décadas recientes, se le conoce por el nombre de Savitrí, o Savitar. Según la historia, fue la primera entidad conocida en poseer una velocidad superior a la concebida por el humano. -me parece curioso estar hablando de esto con alguien a quien apenas conozco. Quizá es el lugar, me parece un tanto fuera del contexto en el que Susan y yo ahora nos encontramos. Pero no me sorprende del todo, ya que yo soy un experto en mantenerme fuera del contexto. Recordemos que la búsqueda de una broma para su familia es lo que le ha traído a ese lugar, mientras que yo parezco haber hecho acto de presencia por mera inercia, por obra de mi ensimismamiento, intentando alejar mi pasado, lo cual ahora tendría que revelar. No me parece tan malo después de todo, ha pasado mucho tiempo desde mi última carrera. La sugerencia del caramelo quizá ha sido un tanto exagerada. Puedo percibir la desaprobación de Susan en el momento en que arquea una ceja, y para cuando confiesa lo peligroso que podría resultar, sé que he cruzado un límite que no debía, al menos desde mi punto de vista. -Lo sería. Si el asunto se te escapa de las manos, claro. -Según tengo entendido, hay formas de contrarrestar el efecto del caramelo. O bien, puedes responsabilizar al establecimiento. -río leve, esperando que Susan no tome nada de esto último de mala forma. Quizá hemos alcanzado un momento incómodo con todo esto del caramelo, pero espero no tenga un impacto posterior. @@Susan V. Goldstein
  16. Con ese tono de cabello, Susan parece una persona totalmente distinta. Dejando de lado el hecho de que, según sea tratado, el cabello es una forma de ocultar una identidad, en su caso le confiere una apariencia curiosa, más relajada, pero no mucho menos misteriosa. No obstante, ¿quién soy para cuestionar eso? Si he pasado los últimos años empeñado en mantener un bajo perfil. -Al menos he descubierto que el tono aún no ha pasado de moda. -río suave, mirando a momentos mi cabello, cuyo tono parece haberse asentado permanentemente. Quizá la duración de los efectos varía dependiendo de la persona; tal vez el hecho de que quiera ocultarlo hace que el tono dure más de lo que me gustaría. -Digamos que soy el tipo de extraño al que le gusta mantenerse en ese estado. Al menos al inicio. -me encojo de hombros ante el comentario de Susan. A pesar de lo fácil que puede ser contar mi historia y el por qué de cada decisión tomada hasta el momento, también sé que podría resultar un tanto tedioso. -No me lo creerías si te lo dijera. Y más aún, el demostrarlo quizá me pondría en una desventaja estratégica, considerando mi afán por no llamar tanto la atención. Pongo el caramelo sobre la mesa, por si decidía aceptarlo. La verdad es que no tengo un plan inmediato para darle uso a dicha broma, lo más seguro es que lo hubiese malgastado con algún pobre descuidado que aceptara regalos de transeúntes. Después de escuchar las intenciones de Susan, había sentido mis ideas con tan poca profundidad, lo que me llevó finalmente a ofrecérselo. -Sinceramente, no tengo mucha idea de cómo usarlo. O en quién, mejor dicho. Creo que en tus manos estaría más seguro. Sonrío con ligereza. Desde mi tropiezo accidental con Susan, he sido demasiado imprudente. Pero, vamos, me ha resultado bastante bien. Es un paso, supongo, hacia la construcción de un vínculo de confianza, algo que no me he podido permitir últimamente. Es algo que no he pasado por alto, y creo que ella tampoco. @@Susan V. Goldstein
  17. El lugar donde tomamos asiento me parece una buena opción. De esa forma, cualquier curioso tendrá que esforzarse si quiere escuchar nuestra conversación. No es como que el tema sea algo muy secreto, pero me siento más cómodo alejado de ojos y oídos curiosos. Y no es para menos, después de todo el incidente en la entrada. -Podría haber discrepado acerca de ello, pero usted lo ha dicho, lo cual me ha dejado un poco soprendido. No parece el tipo de persona que habría fallada en tal prueba ante su familia. -río leve, encogiéndome de hombros. El momento de hacerle honor a la familia llegaría, o no. Sólo quedaba preocuparse por el aquí y el ahora. -Sí, de hecho, me parece que el sistema en Reino Unido es mucho más sencillo que el de Norteamérica. Con todos esos consejos, senados... -hago una mueca, recordando la diferencia entre la comunidad mágica británica y la americana. A pesar de sólo conocer de ella a través de los libros, debido a mi exilio autoimpuesto, los norteamericanos eran un tanto conflictivos en cuanto a la magia. -Cooperación Mágica Internacional, ¿eh? Bueno, de hecho, quizá habría algo. Realicé trámites para registro de inmigrantes y pasaporte, pero no he recibido respuesta alguna, tal vez usted pueda ayudarme con eso, señorita Yaxley. -bromeo antes de beber un poco del expresso. Durante ese lapso, puedo atisbar una sensación de concentración por parte de Maida, como si pensara en algo. No obstante, decido no hacer preguntas, ya que me entrometería demasiado. Más de lo que ya he hecho. Y eso no sería muy productivo que digamos. Todos tenemos algo en lo que pensar. -Oh, no, para nada... -hago un leve ademan, restándole importancia al asunto. -Insisto, yo lo vería más como un intento para describir a alguien. Los números siempre han sido tema curioso en el mundo mágico, a diferencia del concepto que tienen los muggles. No obstante, si en alguna de sus investigaciones llega a prever que corro peligro... -sonrío ligeramente, pensando en las posibles repercusiones que esto traería. -le agradecería mucho que no me lo mencionara. No es bueno que una persona sepa mucho de su futuro, o posible futuro. Lo digo por experiencia. @
  18. -Una pena. -hago una mueca, escuchando el listado de eventos que le han sucedido a la chica en su trayecto hacia el local. No lo veía como cuestión de suerte o cosas así, sino que simplemente los días no eran muy buenos que digamos. Todos tenemos percances, aunque es cuestionable cómo reaccionaría de estar en su lugar. -Sí, definitivamente el clima es un desastre en estos días. Solía ser mi época preferida hace años pero, ¿con ese cambio climático del que tanto hablan los muggles? Paso. -le creo al momento que confiesa no encontrarse en el lugar indicado. Ya resultaba un tanto extraño haberla encontrado ahí. -No obstante...Espero que, si bien no es el lugar indicado, al menos puedas disipar el mal día que has tenido. -río ligeramente al observar sus dientes. Son de un blanco impecable. -Supongo que no tengo de qué preocuparme, y a decir verdad, el chocolate está muy bueno. La espero mientras realiza su pedido, pasando el kiwi de mano a mano. La textura de la cáscara me parece curiosa, como si estuviera jugando con un micropuff, aquellas populares mascotas que los Weasley pusieron de moda. Escucho que Kamra pide una tarta de limón, la cual es una de mis predilectas. -Se está volviendo una mala costumbre. -suspiro leve al notar que el lugar disponible goza de mucha iluminación, lo cual al parecer a ninguno le agrada. Pero finalmente decidimos tomar asiento, al menos es mejor que aquellos lugares a la intemperie, que habrían resultado fatales para poder disfrutar de un bocadillo. Ya no digamos, mantener una conversación. Comienzo a pelar el kiwi con un pequeño cuchillo que había tomado camino a la mesa. La chica parece inmersa en la tarta y la bebida, que parecería que se olvida que le acompaño. No me molesta, ya que generalmente no soy bueno sacando un tema de conversación durante una comida. De repente, noto que levanta la mirada y me observa. -Es extraño. Una vez más, no es mi tipo de local pero, allá afuera hace un calor de muerte. Y aquí, por el poco tiempo que pude apreciar, hace buen clima. Eso y, supongo, mi idea de consumir algún bocadillo antes de emprender el regreso a casa. -le sonrió levemente, contestando a su pregunta. -Nada particular. A pesar de saber que no es el lugar en el que esperabas estar, ¿puedo preguntar cómo es que terminaste aquí? @Kamra
  19. Ciertamente, tres días sin probar bocado parece algo improbable para mí. Quizá porque no me he visto en una situación en la que deba renunciar a los alimentos. Con los Thawne jamás hubo épocas de austeridad, ni mucho menos. Hasta podría decir que estoy un tanto malacostumbrado a esto. Pero, la llevo bastante bien por mi cuenta. Hasta ahora, al menos. -Lamento mis tan poco usuales costumbres, señorita Yaxley. -suspiro leve. En serio debía aprender a controlar esa manía por adicionarle hielo a cualquier bebida que se me pusiera enfrente. Bien podría pedir algo frío y ya, pero no lo hacía. Quizá por el hecho de que las bajas temperaturas y mi presencia no eran la combinación ideal pero, ¿qué le vamos a hacer? -He de confesar que no es una costumbre propia de Norteamérica. No, no...Es algo personal. No planeo abrumar a Maida con alguna vieja historia sobre mí, eso no pasará. A menos que quiera saberlo, e insista en ello, lo cual veo poco factible. De cualquier forma, sólo somos dos extraños que se han hablado por, ¿el azar? Bien pude haberme movido antes, lo cual quizá habría ocasionado que ella se estampara contra la puerta del local. O que ni siquiera intentara frenar, sino que caminara y entrara con normalidad. Una infinidad de probabilidades. Como si cada una fuera una línea temporal que, entretejidas, formaban una gran red. No pasa desapercibido el hecho de que mi nombre pareció despertarle algún interés. Mientras sea un interés bueno, superficial, supongo que no hay de qué preocuparse. La investigación a fondo sobre mí no es una buena idea. -Así que...El ocho. Es un número peculiar, he de decir. Y coincide con algunos puntos que ha expresado. -para ser una mera especulación, ha acertado en lo más importante. -Puedo confesar que busco un lugar. Pero no en el mundo, necesariamente, es más una prueba personal. Entre los Thawne hay considerables eminencias, por lo que la expectativa, naturalmente, es alta con cada nuevo miembro. -tomo el plato con el pedazo de tarta y la taza, indicándole con un movimiento de cabeza que buscáramos algún lugar para tomar asiento. -No es como que yo haya hecho algo digno de recordarse pero, sí, digamos que aspiro a algo de eso. En el futuro, tal vez. La señorita Yaxley quizá había tomado algunos riesgos al compartir sus pensamientos sobre mí. Aunque, y lo admito, ha sido la más acertada hasta ahora. El encuentro no ha resultado ser tan malo, después de todo. Pero deberé esperar un poco antes de poder confiarle un poco más acerca de mí. -Disculpa aceptada, señorita. No obstante, no lo consideraría un atrevimiento. Más bien, una curiosa, pero correcta, forma de describir de cierta forma a una persona. @
  20. Nunca esperé que a la primer mordida de aquel postre, un tono de cabello similar al original resurgiera. Personalmente, me habría gustado un tono gris, o incluso verde, la idea era no llamar tanto la atención. Aunque, en una tienda de bromas, para variar, eso era algo imposible. Bastante había tenido con la hiedra, la cual me había provocado una especie de enrojecimiento al arrancarla del brazo. Nada grave, pues había lidiado con algunas de ellas en algún momento de mi vida. De haber sido tentácula venenosa, bueno, la historia habría sido distinta. -Supongo que no tanto como a ti. Ése definitivamente es un tono que te queda. -dictamino, mirando el proceso de coloración en el cabello de Susan. Al parecer, ni ella se salvaba de la incómoda sensación, pero tal vez era algo totalmente distinto para cada persona. Un tono verde esmeralda se extendía a lo largo de todo su cabello y, debía admitirlo, se le veía bien. Generalmente, esa clase de tonos eran un tanto problemáticos, pero parecía coincidir con Susan aún más que su antiguo tono. -Ya lo creo...Nuestro encuentro ha estado regido en su mayoría por el azar. Pero, a pesar de mi experiencia con el azar... -río ligeramente, pensando en mis imprudencias. -Creo que no es tan malo, después de todo. Me ha permitido conocer a una persona que tan sólo hace unos minutos era una total extraña. Dicho esto, comienzo a preguntarme si pensara lo mismo. Considerando todas las circunstancias, de inicio a fin, bien podría desechar el encuentro, hacer como que nada sucedió. Pero no parecía el estilo de Susan, al menos no del tiempo que llevaba conociéndola. Bien podría sacar muchas conjeturas, pero no era el momento. La prioridad, más bien, era planear una broma para la familia de la chica. -Cierto...Había olvidado ese pequeño detalle. -hago una mueca, intentando no imaginar el olor que despediría una mansión entera a causa de bombas fétidas. Media hora es suficiente para aturdirte pero, ¿semanas? Quién lograra soportar tanto tiempo se ganaría mi reconocimiento. -Si eres buena en Transformaciones, bien podrías aplicarlo en convertir algún objeto de la habitación en la que se encuentren en un animal que les desagrade mucho. Como recurso de escape, polvo peruano de invisibilidad. Entonces me detengo a considerar las posibilidades de éxito, eran considerables, pero no conozco a los padres de Susan como para imaginar una posible reacción. -O...-saco el caramelo alarga lengua de mi bolsillo. -Esto podría aparecer, por accidente, en la cena. -sonrío ligeramente. @@Susan V. Goldstein
  21. -Un decir... -me encojo de hombros. -En circunstancias normales, soportaría un par de horas, hay que ser honesto. Pero, con este clima, mi temperamento y la sensación de hambre se magnifican, lo cual no sé si es bueno o malo. -En ese momento, noto que me mira a los ojos, como analizándome. No puedo evitar vaciar mi mente, ya que, si bien no consideraría el uso de Legeremancia algo común por parte de una persona que acaba de conocerme, es mejor no visitar fragmentos de mi pasado, ya que eso me ocasiona unas terribles jaquecas. -Debo admitir que tres días ya es una hazaña, señorita Yaxley. Se ha ganado mi reconocimiento por ello. Una vez que llegamos al mostrador, aguardo un momento para permitirle a Maida hacer su pedido. Posteriormente, decido hacer el mío. Aunque, con tanta variedad de postres, me es imposible seleccionar uno de inmediato. Es muy similar a estar en una dulcería. Irónico, ya que debe haber bastantes dulces en la tienda de regalos. Tras dos vistazos rápidos hacia el refrigerador, ya tengo una idea de lo que deseo probar. Es una combinación inusual, quizá, pero el estar en ese lugar ya era bastante extraño, así que decido no cuestionar mi elección de bocadillo. -Será una rebanada de esa tarta de piña, no se ve nada mal. Y un café expresso. -Oh, y con hielo, por favor. -agrego, al ver que la chica del mostrador se retira a realizar los pedidos. Últimamente pedía casi todas las bebidas con un poco de aquel objeto cúbico cuya finalidad era refrescar la bebida. Se estaba volviendo una costumbre, o una manía. Casi como lo era llevar aquel sombrero. -Buen título. -sonrío, escuchando aquella adición a mi nombre. Y en ese momento recuerdo haber leído en alguna parte otro título que me parece un tanto gracioso: Jinete de barriles. Esto hace que se me escapé una leve risa, que contengo en el mismo. -Una disculpa. -la pregunta sobre Aritmancia me toma desprevenido. -Me temo que no es mi fuerte... -hago una mueca, negando con la cabeza. Si bien era una de las áreas de la magia en la que deseaba profundizar, aún tenía mucho que aprender antes de poder siquiera considerarlo. -Tal vez sólo un concepto o dos. Es una rama interesante, en verdad. ¿A qué se debe dicha pregunta, señorita Yaxley? @
  22. Mientras escucho a mi padre justificar su ausencia por tantos años, viene a mi un fragmento de recuerdo de mi antigua vida. La mansión de los Thawne dominaba aquella colina, que en otoño adoptaba un tono naranja que siempre me agradó. Un joven de no más de 10 años miraba los recuadros de sus antepasados, sintiendo una extraña conexión. Era como si fueran sus familiares lejanos, pero sentía que en realidad no tenían mucho en común. Luego la escena cambió, un joven de 19 años, enfundado en lo que parecía un traje, de un material extraño, caminaba con decisión hacia la verja de entrada. -¿De verdad tienes que irte? Sabes que probablemente no puedas regresar a esta casa, Eobard. Una vez que cruces ese límite, no habrá vuelta atrás. -las palabras del señor Thawne habían tocado una fibra sensible. Estaba consciente de lo que hacía, y de que lo más seguro es que no podría verlos de nuevo. Pero debía descubrir la verdad. Estaba ansioso por respuestas. Era el año 2000, el año en que todo se descontroló. Regreso a la época actual tras mirar a Lord Martín hacer una reverencia. -Sé que lo que hicieron fue para protegerme...Hubo momentos en los que tuve un presentimiento de que no debía estar ahí, ¿sabes? No lo entendía. Una familia en la que, extrañamente, tenía un lugar designado, pero yo siempre presentí que algo andaba mal. -tomo una brocheta y decido atacar uno de los camarones. Justo ahora, mi cabeza no daba mucho para poder pensar. Mis recuerdos de ambas vidas comenzaban a fusionarse, causándome una jaqueca. -No sé de quién fue la sorpresa más grande, si tuya al descubrir que tenías un hijo, o mía, al descubrir que siempre tuve una familia mágica. -río ligeramente, tras pedirle a Gustav que mi copa contenga un par de hielos. -El descubrir que Eobard Thawne en realidad era una mentira. Eobard Myrddin, ¿en serio? -suspiro, colocando un par de dedos sobre las sienes. -Tal vez esa persona es quién pude haber sido. Podré ser un Myrddin de nacimiento, pero he crecido como un Thawne. -Todo esto parece estar muy bien planeado, debo admitirlo. -hago una mueca, comenzando a conectar algunos sucesos. -Quizá te preguntaras cómo es que no diferimos tanto en edad, ¿no es así? -decido terminarme la brocheta antes de continuar. El sabor del marisco es reconfortante, y aleja la jaqueca temporalmente. -El meterse con las fuerzas de la naturaleza no siempre trae buenos resultados. El fuego, el agua, la velocidad....Pero existe una muy poderosa. El tiempo. -asiento, como convenciéndome de ello. -Mi existencia en esta época supone una aberración, ya que cuando Sofía...tu esposa, me envió lejos, no sólo me envío a otro país. Hablamos de un viaje más trascendental. Según entiendo, poseía un giratiempo. Parecía que todo cobraba sentido en ese momento. Durante una fracción de segundo, el recuerdo del día en el que puse un pie en la Londres muggle se reveló ante mí. No tenía un plan inmediato, sólo sabía que debía hacer lo mejor para sobrevivir. He estado siguiendo ese plan hasta el día de hoy. -Así que...Vodka, ¿eh? @@Kaiser Lord Pilu
  23. El calor era insoportable. Caminaba con algo de prisa por aquel ya conocido callejón, esperando pronto arribar a su destino. Para mi suerte, la mayoría de los transeúntes se hacían a un lado al notar el tipo de paso que llevaba. Decido arremangar la camisa azul que llevo ese día, esperando que pueda contrarrestar los efectos del clima, al menos un poco. -Impredecible, como el clima últimamente. Me encontraba frente a Bratvá, el restaurante-bar de temática rusa por excelencia. Una opción ideal si querías beber algo más fuerte que el café, además de acompañarlo con algún bocadillo que, a mi gusto, era la combinación ideal. Aquellos días, no había visto mucha actividad en el local, cosa extraña, debido al giro del negocio, uno esperaría que los magos hicieran fila para entrar. Pero era afortunado, para esa hora del día no había tal fila. Entro, e inmediatamente experimento el cambio de temperatura. Me han ganado con tal manejo del clima dentro del local, definitivamente recomendaré esto a mis conocidos. Las tonalidades rojas que adornan aquel lugar de verdad me hacen sentir como si estuviera en aquella época dorada de la ya extinta Unión Soviética muggle. Incluso por mi mente recuerdo haber escuchado alguna mención a la KGB, pero una vez más, eran asuntos que los muggles debían resolver por sí solos. -Oye, espera...Vas un poco tarde, Thawne. -pensé, recordando el propósito que debía cumplir en ese lugar. Le solicité a Zakone, el amigable fantasma, que me conduciera hacia la terraza, el punto de encuentro. Antes de ello, le pedí a un camarero que enviara un plato de brochetas de camarón y un mojito a la mesa reservada. -Debo decir...que me sorprende este encuentro. Aunque ya era hora, ¿no crees? -río ligeramente, tomando asiento frente a mi padre. A pesar de ser parte de la familia, no me había pasado por el castillo de los Myrddin, sino que prefería seguir operando desde aquel alijo que tenía en el centro de Londres. El plato de camarones no se veía tan mal. -¿Harías los honores? -extiendo una mano, invitándole a tomar una brocheta. @@Kaiser Lord Pilu
  24. Parecía un tanto afligida, lo cual resultaba preocupante considerando que ella se caracterizaba por ser muy animada, al menos lo poco que le conocía. -Sí...el único, me temo. -río discretamente, respondiendo a su pregunta. A decir verdad, nunca se me ha dado la conversación con lo demás, pero vale la pena intentar. -Me encuentro bien, te lo agradezco. -asiento, pensando sin debería preguntarle. -¿Qué hay de ti? Te veo un poco distante, no puedo evitar preguntar si todo se encuentra bien. Mientras espero su respuesta, decido beber más de ese chocolate, que al final había resultado una excelente opción para aquel clima tan horrible. No era común, ni siquiera en Londres. Habría esperado un día nublado, e incluso lluvioso, como la mayoría. No lamenté del todo no haber llevado conmigo una sombrilla, ya que mi sombrero particularmente protegía la mayor parte de mi cara. En el caso de mis brazos, lamentablemente, no podía decir lo mismo. Por tal razón, me había asegurado de no pasar tanto tiempo bajo el sol. Y ahí estaba, contemplando un peculiar lago, cuyas plantas acuáticas, así como el resto de su decoración, me mantenían atado a ese punto de interés en el local. Aunque, de cierta forma, no me sentía tan extraño, ya que al parecer Kamra tampoco lo había pasado por alto, y eso ya era un punto a favor. -No sé si te parezca buena idea pero, ¿qué tal si tomamos asiento? -señalo una mesa libre, a considerable distancia del lago. Así tal vez no habría tentación. -He de decir que es curioso verte aquí. No por el tipo de negocio en el que nos encontramos, sino porque no es tan fácil que dos compañeros de clase coincidan en estos días. -lo cual tenía parte de razón, con los últimos eventos, ninguno sabía exactamente el giro que tomaría aquel curso que compartían. -De cualquier forma, y espero no equivocarme, supongo que también estás aquí por algo de comer. -sonrío con ligereza, mirándole. -Si es el caso, no me gustaría impedir que eso suceda. Porque, vamos, en serio necesitaba uno de estos. -Levanto una mano, mostrando el kiwi. @Kamra
  25. Había sido una estupidez intentar convocar flores, sobre todo considerando que mis pensamientos divagaban hacia otro lado. Thawne, todavía tienes mucho qué practicar. Por suerte, a Susan no le incomodó del todo esta escena. Supongo que era un punto a mi favor, no quería parecer más idi*** de lo que ya había evidenciado ante tan pobre exhibición de magia. O intento de magia. Aproveché mientras ella se dedicaba a examinar el menú para arrancar la hiedra que había crecido, obra de mi exceso de confianza, y quizá el afán de aparentar que tenía una idea de lo que estaba haciendo. Pero la verdad es intentaba procesar lo acontecido. No me arriesgaría a hablar con Gideon de momento, no si quería mantener la imagen que Susan podría tener sobre mí como un sujeto relativamente cuerdo. Al salir de mi ensimismamiento, le habían traído uno de esos pequeños panecillos que, según había leído en el menú, podían cambiar el tono de quien lo consumiera. -Supongo que no tengo mucho que perder... -asiento, aceptando su ofrecimiento. Tomo un pequeño pedazo de aquel postre y lo muerdo con tranquilidad, esperando que en verdad sólo haga modificaciones al tono de cabello. Acto seguido, comienzo a notar una especie de cosquilleo en la cabeza, como esa sensación que te da cuando el calor es insoportable. Me paso una mano por encima, y logro arrancar un solo cabello. Es de un color naranja, como el de las hojas de otoño. -No es mi tono predilecto, pero no me quejo. Dictamino que es seguro consumir el postre. Pudo haber sido peor. Esa cosa podría haber anulado todo mi proceso de encubrimiento, y eso sí habría resultado desastroso. Con todo, dicho tono me recuerda de cierta forma la época en que solía portar un color similar, más joven y menos reservado que ahora. -Es una suposición interesante, debo admitirlo. -me siento satisfecho ante su respuesta, ha dado en el clavo. Ahora sé que no soy el único que pisa por primera vez el lugar. -Y acertada. No tengo mucha idea de lo que hago aquí, quizá ha sido cuestión de suerte. Normalmente no dejo las cosas al azar, pero me parece que este encuentro es evidencia de la primera excepción. Me encuentro en una encrucijada en la que, al parecer, mis intenciones han sido reveladas. He sido bastante descuidado con esto, pero Susan no parece tener inconveniente con lo que está sucediendo en el momento. Al contrario, creo que tenemos un par de puntos en común. -Quizá podría sugerir algunas bombas fétidas, estoy casi seguro de que los hará salir del drama. Experiencia propia, si me lo permite. -río ligeramente, esperando que capte la referencia al evento que desencadenó toda esta conversación. @@Susan V. Goldstein

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