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Eobard Thawne

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Todo lo publicado por Eobard Thawne

  1. Podría no seguirte y vagar por mi cuenta por el castillo, pero creo que no sería la más prudente de las ideas. Al menos no usando este atuendo. La broma del castaño no tenía algún significado oculto, ni mucho menos. Al igual que la ocasión en que se había presentado en la mansión Riddle, estaba totalmente consciente de que había un límite mental respecto a los lugares que uno podría recorrer bajo su propio riesgo. El hogar de los Ivashkov, como toda familia acaudalada, también tenía sus secretos, y no le correspondía a él averiguarlos, al menos no si alguno de sus miembros no lo deseaba. Tras despedirse de los invitados que hasta el momento les habían acompañado, y dejando a la tía de Maida para que pudiese disponer de algunos asuntos pendientes, el mago siguió a su interlocutora, sosteniendo la bandeja con una de sus manos, sugerencia de quién le había invitado a hacer presencia en el lugar en el que se encontraban. Aprovechando que su acompañante no lo observaba tan seguido, aprovechó para engullir algunos de los bocadillos, con tal rapidez, que parecía que había ingerido alguna poción agudizadora antes de acudir al encuentro. << Vaya, estuvo cerca. Donde lleguemos al lugar que desea mostrarme, y la bandeja se encuentre vacía, me matará. >> pensó, al tiempo que sobre la superficie plateada aparecían más bocadillos, como si dichos artefactos estuvieran encantados para suplir de comida ilimitada a los visitantes nocturnos en el recinto. Maida le había hablado un poco de nuestra primera parada, haciendo un breve paréntesis para una referencia a su madre. Todo ese asunto resultó algo extraño para Aldrich, quién del tiempo que llevaba conociendo a la hechicera jamás había escuchado que ella le mencionara. No que él recordara. Aunque no hubo tiempo para conjeturas, pues de un momento a otro la siguió a una de las habitaciones a los lados del estrecho pasillo, cuya piedra le concedía una temperatura más bien fresca, como la intemperie. Se encuentra más ordenada que la mía, eso te lo concedo. comentó, echándole un vistazo a la estancia. Quizá los detalles más interesantes eran la gata blanca que se encontraba en una de las esquinas, impasible. El muchacho se preguntó qué haría ahí, pero lo más prudente era esperar a que su acompañante decidiera contarle, si es que eso sucedía. Dejo la bandeja de plata sobre una de las mesitas de noche, aprovechando que su compañera se había perdido durante un momento con la vista que ofrecía la ubicación. La luz lunar inundaba los jardines y los alrededores. Se trataba de una de esas noches en las que las nubes no eran impedimento para realizar mediciones astronómicas, ya no digamos, fiestas privadas. Brindo por ello, señorita Ivashkov. concluyó, con un ligero movimiento de dedos que ocasionó que el corcho de la botella saliera despedido de la boca de la botella de champagne, como si hubiese sido obra de un Expulso. Atrapó la diminuta y elegante tapa al vuelo mientras el contenido espumoso brotaba fuera del recipiente. Acto seguido, sirvió un poco de la bebida en las dos copas que la joven había traído y le entregó una, asintiendo ligeramente a manera de concederle el honor. @
  2. Admito que siempre es un gusto poder presentarme ante otras personas. Incluso si después intentan matarme. Sentenció el Black Lestrange, observando al elfo poner pies en polvorosa para poder cumplir con el pedido. ¿Sería un elfo personal de Maida? Era probable, pues aquellas criaturas tenían una especie de lazo con algunos de sus dueños. Algo así como el que Horace mantenía con el castaño. Más y más personas acudían a la cita, que parecía estar destinada a rememorarse por bastante tiempo. La idea de escaparse por un ratito le parecía tentadora. No porque no le gustara relacionarse con las personas, sino porque en lo personal consideraba una caminata a la luz de la luna como una excelente oportunidad para despejar su mente. Ya no digamos, permitir que su estómago hiciese digestión tras haber consumido algún bocadillo y una que otra bebida. No obstante, sus cavilaciones parecieron interrumpidas ante la llegada de la tía de su acompañante, quién no hizo reparo en saludar a su familiar, ocasionando que el joven les diera algo de espacio, pues quizá de esa forma se sentía el resto cuando él se encontraba con algún miembro de la Black Lestrange, ya sea fuera de la mansión o en algún local de Diagon. Procuro encontrarme en el lugar indicado, a la hora correcta. comentó, después de permitir que la anfitriona observara sus facciones bajo el antifaz. Sabía que en el fondo no tenía mucho caso, pues su rostro era más bien su verdadera máscara. Su trayectoria dentro de la Marca apenas comenzaba, pero estaba seguro de que el camino valía mucho la pena. Era la mejor de las causas y, para alguien que generalmente se preocupaba por su bienestar más que por el del resto, le atraía el defender dichos ideales. Con todo, no evito sentir curiosidad acerca de la facilidad con la que había sido descubierto. Pero era de esperarse, al menos si se trataba de una de sus más recientes mentoras de Duelo en Hogwarts, por lo que asintió al escuchar su breve conversación con Maida. Ya escuchaste a tu tía... Te sigo. rió, pasando una mano sobre su cabello para disimular. Era evidente que, como en toda morada, había zonas de acceso restringido, o terminantemente prohibido, como al parecer era el caso de aquel invernadero. ¿La razón? No le interesaba de momento, simplemente había que respetar las razones para ello. Pero, antes, mi bocadillo. Bromeó, estirando el cuello en busca del elfo, el cual ya se acercaba con una bandeja de plata, donde yacían algunos canapés. @ @
  3. Si por ocupado pensaste que estaría en mi habitación, bueno… Me atrapaste. -sentenció el castaño con una suave risa, pues había preferido ser honesto, sobre todo si se trataba de su propia madre. Aceptó la cerveza de mantequilla, dándole un sorbo apenas la recibió. Agradeció a su madre a la brevedad, notando que escudriñaba su rostro, como buscando algo. Se preguntó incluso si tenía alguna mancha en el rostro o sus lentes estaban opacos, lo cual habría resultado bastante vergonzoso para el Black Lestrange. Y eso fue lo que lo llevó a preguntarse el cómo fue que la profesora que lo evaluó durante su ÉXTASIS resultó ser su madre por el lado sanguíneo. Habiendo crecido en Norteamérica, y siendo más bien intermitente entre el Colegio Ilvermorny y Hogwarts, el mago había crecido creyendo que los Thawne eran su única familia. Respetados dentro de la sociedad mágica norteamericana, sí, pero siempre hubo algo que le indicaba que no pertenecía del todo ahí. ¿Por qué el señor Thawne jamás le contó de los Black Lestrange, habría sido un acuerdo mutuo? Después lo averiguaría. << Una fiesta no sería el lugar más idóneo, sobre todo considerando que es la última vez que pisaré este lugar, al menos en cuanto a clases habituales. >>, pensó, alejando sus teorías acerca del descubrimiento del parentesco que mantenía con su interlocutora. Llegas justo a tiempo, querida Juliette. Aldrich no pudo ocultar su sorpresa al ver a su compañera de algunas aventuras, Juliette Macnair, en aquella reunión. Sin duda, su atuendo la hacía ver demasiado elegante, puesto que el tono del vestido la favorecía en aquella estancia en el que el color bien podía ser amigo o enemigo. Le dedicó una amplia sonrisa, mirándole por encima de los lentes, como solía hacerlo, a manera de saludo tras recibir sus besos en las mejillas. Respondiendo a tu pregunta, de hecho… - se dirigió hacia su madre, asintiendo con la cabeza – A ella la conozco. Madre, te presento a la señorita Juliette Macnair. -sentenció, extendiendo una mano en dirección hacia la chica, como forma de introducción. Al encuentro también había acudido Saori, su sobrina, a quien el Black Lestrange saludó a su llegada, agitando su mano al verle poner un pie dentro de la estancia. Se podría contar como la segunda ocasión en la que se encontraba reunido con parte de su familia dentro de las inmediaciones del colegio. << Ojalá esto no derive en una situación de alto riesgo... Somos un imán de problemas. >>, caviló, dejando que el sabor de la mantequilla contenida en la bebida inundara su paladar. @@Mia Black Lestrange @@Juliette Macnair @
  4. Bueno, nunca se puede descartar la posibilidad. Digo, hay humanos cuya reputación les precede. concedió el joven con una leve sonrisa. Si bien no se empeñaba en ser lo que uno llamaría aterrador, prefería ser más cauto, enigmático. Sus pensamientos divagaban hacia sus más recientes experiencias. Esperemos que la suerte esté de nuestra parte. El encuentro con algunos de los invitados parecía romper el hielo, al menos para Aldrich, quién estaba disfrutando de lo lindo. No había tenido la oportunidad de conocer a más integrantes de aquel círculo social al que se refería Maida. El círculo dorado, como le gustaba referirse a la Marca en público, o al menos como planeaba hacerlo, ya que no era lo suficientemente tonto como para hablar de ello con la primera persona que se plantara frente a él. Creo que nos nos han presentado se dirigió a la dos jóvenes a las que la señorita Yaxley parecía conocer de más tiempo Mi nombre es Eobard Aldrich Black Lestrange. concluyó, dedicando una leve inclinación de cabeza. Aunque no tuvo tiempo de esperar una respuesta, girando su mirada hacia donde todos lo hacían. Dos personas descendían galantemente por la escalinata, haciendo que los murmullos cesaran de poco a poco. Las presentaciones no habrían sido necesarias, pues el castaño podía casi apostar su antifaz a que se trataba de los patriarcas de la familia. Los Ivashkov. El círculo dorado se ampliaba cada vez más, y esperaba que fuera una oportunidad para estrechar sus lazos sociales. Con gusto. Pero antes de eso, no me molestaría un bocadillo. Sonrió burlón ante su propio comentario. Un paseo por aquellos pasillos y habitaciones le parecía la mejor de las ideas. Siempre juzgaba el buen gusto de una persona a través de los detalles en sus edificaciones, ámbito en el que la familia Ivashkov no lo había decepcionado. @
  5. Mansión Black Lestrange El castaño se encontraba en su habitación, recostado sobre su cama como si no tuviese nada mejor que hacer. Quizá era de esa forma, aún seguía disfrutando del breve momento de tranquilidad que suponía el finalizar sus estudios. Estaba a gusto con su familia, y su progreso para ingresar al bando parecía marchar de maravilla, al menos desde su punto de vista. No debía menguar sus esfuerzos. Un sonido singular lo hizo desviar la mirada del techo, que aún siendo oscuro parecía fascinarle, estaba empeñado a encontrarle algún brillo y centrar su atención el resto de la tarde, al menos ése era su plan. Hasta que se dio cuenta que Horace, su elfo doméstico se había aparecido a los pies de la cama. ¿Sucede algo? inquirió el mago, incorporándose. La criatura le extendió un sobre, el cual contenía un pergamino de tonalidad beige. << Una invitación, mi señor Eobard. >> comentó el elfo, mientras el Black Lestrange leía con atención. No necesitó de mucho tiempo para saber de quién provenía. La característica caligrafía de su madre era inconfundible. ¿Los Dragones de Salazar? Interesante nombre para un grupo. ¿Tendría algo que ver con Salazar Slytherin, el legendario co-fundador de Hogwarts? Preguntas tan triviales de ese tipo se formularon en su mente mientras se alistaba para la celebración. Tras un baño de considerables minutos, buscó entre su guardarropa algún atuendo que le favoreciera. Finalmente, optó por un traje gris Oxford, a juego con una camisa blanca. La elección de corbata le pareció de lo más curiosa, seleccionando una cuyo diseño simulaba los cuadros de un tablero de ajedrez. Dudó un momento ante su elección de calzado, pero finalmente se colocó las botas formales color caoba. Bien. De regreso a Hogwarts. Gracias por el oportuno aviso, Horace. Girando sobre sus talones y pensando en la vista que ofrecía el castillo cuando se llegaba a través del camino de Hogsmeade, Aldrich se desvaneció de la mansión, con dirección hacia su alma máter. Hogwarts No tardó demasiado en percibir el olor a bosque a su alrededor. Abrió los ojos y, frente a él, el imponente castillo se erigía como siempre. A pesar de haberse marchado hacía un par de días, le seguía maravillando cada que tenía la oportunidad de presenciar aquella vista. Poniendo pies en polvorosa, se dirigió al lugar de la fiesta. Haciendo la analogía el nombre del club y Slytherin, supuso que se desarrollaría en un lugar común entre ambos. ¿Y cuál sería tal ubicación? Las mazmorras parecían la opción más adecuada. No obstante, sin detenerse a pensar en aquello, finalmente llegó a su destino, atraído por el murmullo, que en Agosto no era tan común escucharse en los pasillos de la edificación. Espero no llegar demasiado tarde. Anunció su llegada, desplazándose sobre la alfombra roja que atravesaba el salón de un extremo al otro. Los tonos que bañaban la habitación favorecían su atuendo neutro, agradeciendo no haber elegido aquel traje de tono celeste. Metió la mano derecha en el bolsillo del pantalón, adoptando una clásica postura arrogante. Dedicó una sonrisa a los presentes a modo de saludo, aunque la mayoría le eran desconocidos, salvo su propia madre, Mia, y Maida, a quienes dedicó una leve inclinación de cabeza.
  6. No te acostumbres. Y, para efectos prácticos, ¿tan aterrador soy que sientes la necesidad de huir? Vamos, señorita Yaxley, un simple mortal no debería ser problema. Esbozó una leve sonrisa ante el comentario de Maida, con quién se había encontrado al entrar. Su persistencia en cuanto a recordar las repentinas desapariciones durante breves encuentros que habían sostenido le parecía gracioso. Una en el Parque de las Lamentaciones, otra en un museo, ¿el castillo de los Ivashkov sería el siguiente? Aún no lo sabía, pero se abstuvo de preguntarlo mientras era conducido hacia la Sala de Estar, donde había uno que otro invitado. Debo admitir que estoy sorprendido. confesó el Black Lestrange, girando sobre sus talones para mirar aquí y allá hacia donde su acompañante le indicaba. Nuestro círculo social al parecer tiene un buen muy gusto por la decoración. Y por la ubicación, no niego que el bosque familiar de mi lugar de residencia es fenomenal, pero... se encogió ligeramente de hombros, ante el intento de comparación. A decir verdad no me molestaría vagar por el de la familia Ivashkov. Le parecía un tanto jocoso el hecho de hablar en clave con Maida, sobre todo considerando que había sido muy cauto en cuanto a quienes les hablaba de su preferencia de bando, cuya lista se encontraba vacía: Nadie tenía idea, más que aquellos miembros que ya pertenecían a dicha entidad. Al haberla conocido en cierto local de Diagón, jamás habría imaginado que terminarían en un mismo lugar, ya no digamos, el mismo lado. Sin tener tiempo para emitir palabra alguna, se limitó a observar a su acompañante, quien se había dirigido a una de las invitadas, quien parecía no tener mucho tiempo de haber arribado, como la mayoría en aquel recinto. El detalle floral en el costado del antifaz de la mujer le parecía curioso a Aldrich, quién lo veía como lo más normal dentro de tanta extravagancia. Y eso sólo contando la suya. Asintió ligeramente con la cabeza a manera de saludo, susurrando un Buenas noches más formal que nada, pues no tenía el gusto de conocer a quien Maida había saludado. Se podría decir que hemos arribado a la par. respondió el mago, volviéndose ante una voz que acababa de anunciarse. Los detalles plateados de la máscara le habían llamado la atención. Aunque ella señaló a Maida con la cabeza se me ha adelantado, lo cual me ha tomado por sorpresa. @@Bea Haughton G. @ @
  7. Guardianes - Mascarada Parecía que la época pintaba para recibir muchas invitaciones, pues el mago recién había concluido sus estudios en Hogwarts, lo que a posteriori le abriría un par de puertas, o al menos eso tenía en mente. Egresar de la Academia implicaba la llegada de muchísimas responsabilidades, pues ya no habría excusas para no buscar cabida en algún departamento ministerial, porque limitarse a que su familia lo mantuviese era la más descabellada de las ideas. Eso sin mencionar su interés por probar su valía ante algunos miembros de la Marca Tenebrosa. La citación procedía de la persona menos esperada por el Black Lestrange, alguien que según su creencia había optado por mantener un bajo perfil, teniendo que esfumarse en cada ocasión en la que se habían encontrado cara a cara. A decir verdad, al castaño no le preocupaban mucho sus repentinas desapariciones, se había habituado a ello. No obstante, su misiva lo había tomado por sorpresa, pues no esperaba encontrarse con ella tan pronto. Y algo le decía que no era un mero encuentro social. Se apareció a veinte metros del lugar acordado, maravillándose durante breves segundos con la arquitectura del castillo. Poco había escuchado de la familia Ivashkov, pero sabía que se trataba de uno de los linajes más respetados dentro de la comunidad mágica. El bosque de pinos se extendía a espaldas de la edificación, como si estuviese diseñado para que uno se perdiera, intentando encontrarse a sí mismo. Una vez frente a la verja metálica de entrada, que exhibía el lema de sus miembros, espero a que esta se abriera, para finalmente adentrarse en los terrenos de la familia, siguiendo el camino de piedra que lo acercaba poco a poco a la imponente vivienda Ivashkov << Espero no llegar tarde, como siempre. >> pensó, aunque era casi siempre el primero en llegar, o al menos procuraba hacer una entrada tan dramática como le fuera posible. Sus favoritas. Consciente de que se trataba de un evento con uno que otro formalismo, había optado por portar una vestimenta más acorde a la situación. Incluso se había alisado el cabello, a juego con la barba que comenzaba a dejarse, la cual lo hacía sentirse mayor de lo que en realidad era. Ya frente a la puerta principal, se dispuso a llamar, anunciando su llegada. Aunque la puerta estaba entreabierta, pues seguramente alguien más había entrado hacía poco, y posiblemente se olvidaron de cerrar bien. Grave error si estuviéramos en tiempos de guerra. ¿O así era? Se adentró en la vivienda como si fuera un miembro más, cuidando de colocarse el antifaz negro que se le había solicitado, y el cual portaba diseños curiosos en los costados, como si se tratara de relámpagos azules y verdes, cuyo tono los hacía confundirse con el azabache ocasionalmente, sólo destacando ante el movimiento del portador. Temo que sí, o al menos me ha ganado en esta ocasión, señorita. Aldrich se deslizó hasta quedar frente a las dos figuras que conversaban, un elfo doméstico y una joven, cuyo vestido de noche y antifaz le concedían una apariencia aún más curiosa de la que él podía haber deseado para sí mismo. Le dedicó una sonrisa al tiempo que estiraba un poco el cuello, como intentando escuchar murmullos lejanos en el hall del castillo. @ * * * Off: Bueno, no sé si también debía poner lo de Guardianes y todo eso al principio, pero en fin, si no es requerido me avisan y lo quito xD
  8. ¿Qué tal? Vengo a molestar hacer un pedido Había visto que se reabrió la firmería, así que decidí pasarme por acá para ver ir trabajando en mejorar la presentación de mis fichas y demás, así que vamos primero con lo que más me interesa, que es hacer un personaje secundario, por lo que dejo la siguiente ficha con mi pedido: Bueno, creo que eso sería todo por ahora. (?) ¡Saludos y gracias de antemano! Cualquier cosa relativa a las imágenes o algo, me dices para buscar otra, o algo xD
  9. ¡Al fin completé la Academia! O bueno, parcialmente, aún me falta completar Duelo, que creo necesario para formalmente concluir los estudios y la introducción al foro, pero en fin, ya me encuentro trabajando en ello. Cerrando este ciclo me quito la espinilla que me había molestado desde el 2011 respecto a completar las clases. Así que, he decidido el conocimiento que me gustaría que agregaran a la ficha: Encantamientos
  10. Ante la repentina calma en la que Susan se había sumido en el cementerio familiar, el castaño había decidido optar por darle un poco de espacio para que pudiera cavilar a gusto. Después de todo, es lo que alguien más habría hecho en su lugar, aunque el estar ensimismado le resultaba un estado casi natural en su proceder. Siempre se detenía a analizar la situación, aunque en contadas ocasiones había cometido alguna imprudencia que generalmente lo metía en un lío, arrastrando a alguien de vez en cuando. Creo que tengo hambre. Me pregunto si habrá algún bocadillo en la mesa. musitó, enfrentándose una vez más a la posibilidad de tener que plantarse en el comedor y conocer al resto de su familia. Consciente de que podía aparecerse, aunque ilegalmente, el mago dio un giro sobre sí mismo, pasando a ser parte del relativo espacio-tiempo que le rodeaba, para finalmente materializarse dentro de la casona. Una gran mesa se extendía frente a él, donde algunos miembros yacían sentados, enfrascados en sus propios asuntos. Inmediatamente, sintió la mirada de una persona. Giró sus orbes grises hasta encontrarse con el joven alto de cabello castaño, que lo miraba de una forma ligeramente recelosa. No planeaba preguntarle el porqué, ya que quizá se lo tomaría a mal. Y una disputa en vísperas de su llegada no parecía lo más indicado para su presentación con los Black Lestrange. Afortunadamente, una voz femenina lo distrajo de aquella situación. Una joven rubia de tez blanca le había hablado. Vaya, vaya... Son más preguntas de las que uno normalmente le haría a alguien. río, ladeando su cabeza hacia la derecha. La chica parecía curiosa ante su arribo a la familia. Así que, bien, mi madre es Mia. Sanguínea, lo cual resulta aún más curioso, puesto que ninguno de los dos se lo imaginaba. decidió tomar asiento frente a su interlocutora, para así poder buscar algo sobre la mesa con lo que saciar su antojo. ¿Dónde están mis modales? No me he presentado formalmente... Mi nombre es Eobard, y el segundo es Aldrich, así que no tengo problema con el que uses para llamarme. esbozó una ligera sonrisa, finalizando su breve presentación. @@Beryl Serenity Hawthorne
  11. Toda aquella reacción por parte de la chica me había tomado desprevenido. Incluso, desde que aceptó a acompañarme en ese pequeño paseo al estadio, sabía que el encuentro era algo fuera de lo común, pues uno normalmente no accede a tal cosa, mucho menos cuando se trata de una instalación donde frecuentemente se hacen actividades ministeriales. Con todo, ahí nos encontrábamos, quizá haciendo uso no autorizado del material que el Ministerio de Magia había dispuesto para que se realizaran los exámenes de vuelo en escoba. ¡Qué buen despegue! vocifero, colocando ambas manos a los lados de mis labios, para así magnificar el alcance de mi voz, aunque algo me dice que Andrómeda no me ha alcanzado a escuchar. Acto seguido, deposito la capa sobre césped, a un lado de la suya, para así no perderlas de vista. El viento era calmo, pero en cualquier momento podría suscitarse un vendaval, y la idea de regresar al campus sin una protección adicional contra el clima no era una opción. Mientras la Lenteric aprovecha para dar un par de vueltas a toda la cancha, me planto frente a la fila de escobas disponibles. Diablos... Esto es aún más difícil que conjurar un patronus. Rasco mi barbilla suavemente, alternando mi mirada entre los medios de transporte. Dos Nimbus 2000 en cada extremo, seguidas de una Barredora 5, que estaba más desgastada que nada, y tres Saetas de Fuego, consideradas un modelo bastante rápido. Junto a éstas, más discreta y, extrañamente elegante, la única Flecha de Plata descansa, impasible, sobre el césped. Me acerco con cautela, extendiendo mi brazo derecho para poder tomar la escoba. Sentencio el ya conocido "¡Arriba!", y el mango lentamente asciende hasta alcanzar mi mano. Monto el medio de transporte, intentando acomodarme, pues no estaba del todo acostumbrado a volar en dicho objeto. Finalmente, doy una patada para poder elevarme. Muy bien, tal vez no fue buena idea haber ingerido alimentos antes de esto... el tono del grito es suficiente como para que la joven lo escuche, pues la potencia de la escoba es mayor de lo que imaginaba, y se ha disparado hacia una de las torres, justo como en la que nos encontrábamos hace unos instantes. Por suerte, me había sujetado a tiempo al mango, obligando al objeto a virar. De no haber reaccionado, la caída habría sido algo mortal. Quinto año, ¿eh? intento modular el tono de voz para que así la chica me escuche, pues uso mis manos para asirme con fuerza al mango de la escoba, así evitaría caerme o perder el control sobre esta. ¿Y qué me puedes decir de séptimo, tu último año? Apuesto a que tu trayectoria es aún más emocionante. Retomar la conversación me ha salido natural, como si estuviésemos conectados de cierta forma, aunque no fuera a través de ningún lazo sanguíneo o por el estilo. Se trataba más bien de una extraña amistad, que había comenzado en las cartas y poco a poco tomaba forma. Aunque charlar a bordo de escobas no era lo más común entre dos personas, aquello no me parecía molestar, y probablemente tampoco a ella. Quizá sea hora de hacer esto más interesante, ¿no crees? dictamino, sacando mi varita del pantalón y apuntando hacia las cajas que contenían las pelotas utilizadas en Quidditch. Con un ligero movimiento de aquel fragmento de nogal negro, los seguros que retienen a las bludgers se repliegan, liberando a las peligrosas esferas, que parecían casi tener voluntad propia. ¿Y qué mejor forma hay, si no es intentando volar por nuestras vidas? Río ligeramente ante mi propio comentario. Aunque era bien sabido que las bludgers podían ser letales, la confianza en que la joven y yo podríamos lidiar con tal situación se había convertido en mi principal motivación para desencadenar tales eventos. Con otro movimiento de varita, el pequeño contenedor de la snitch dorada se abre, liberando la pequeña bola dorada, cuyo aleteo se podía distinguir fácilmente visto bajo la luz de la luna y las estrellas que comenzaban a coronar el cielo. @
  12. Quizá por el hecho de que, si tuviera que describirme a mí mismo, la primera característica sería la inminente locura. La gente le teme al cambio, a lo nuevo. Al menos la mayoría que conozco. Sentencio, mirando a la joven. Aún en nuestras breves charlas a través de la correspondencia, siempre intentaba no mostrar patrones que denotaran un comportamiento inusual. Una vez más, las diferencias radicales no siempre eran bien aceptadas en la sociedad mágica, ni siquiera con tantas reformas, permitiendo el libre tránsito de razas antes consideradas como letales. ¿Me contarías esa anécdota referente a las criaturas mágicas? Nunca está de más llevar ventaja en cuanto al trato que se les debe dar. río ligeramente, recordando la mención que la joven había hecho sobre su experiencia con los entes reconocidos por los magos. Además, estoy casi seguro de que, viniendo de ti, indudablemente se trata de un recuerdo memorable. Para mi gran sorpresa, he sido más honesto con ella de lo que normalmente me mostraba ante los demás. ¿Cuál era la razón? Ni siquiera podría concretar a qué se debía, ya que al ser la primera vez que la Lenteric y yo hablábamos de frente, habría esperado que fuéramos un tanto cerrados el uno con el otro. Me da gusto que no haya sido así, pues toda aquella correspondencia compartida estaría un poco fuera de lugar, considerando el trato con el que habíamos iniciado. El ocaso del día avanza con mayor rapidez a cada segundo, dejando los alrededores del estadio en razonable penumbra. A lo lejos, se puede observar el sendero que previamente habíamos recorrido para llegar a nuestra ubicación actual, donde los postes, situados a ambos lados del camino, reciben una tenue iluminación gracias al fuego mágico que se aviva dentro de las lámparas. La naturaleza... Fascinante combinación de elementos, ¿no te parece? comento, girando mi mirada hacia Andrómeda una vez más. La creciente oscuridad comienza a dificultar el poder distinguirla, por lo que podríamos considerar movernos a un lugar más iluminado. Aunque la Universidad era segura, no podíamos arriesgarnos a vagar a campo abierto durante la tarde-noche. O sí. Es como si cada uno de sus componentes dirigiera un fragmento de canción, si es a lo que te refieres. Continuo, metiendo las manos en los bolsillos. Podía entenderla de cierta forma, pues mis estudios sobre una de las fuerzas más vitales en la naturaleza, la velocidad, había sido una de las causas que me trajeron finalmente al mundo mágico. De no ser por ello, quizá ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación. Sin prohibición alguna para vagar por los terrenos del campus, y ante la extraña ausencia de pruebas de vuelo en escoba, señalo con la cabeza aquellos artefactos voladores que reposan sobre el césped, en desuso. Hay, por lo menos, cada modelo, desde el más elemental, hasta el más veloz, utilizado en la práctica profesional. Ahora sí estarás en todo el derecho de decirme loco, Andrómeda. musito, un tanto inseguro de cómo podrá reaccionar ante mi sugerencia. ¿Qué tan familiarizada estás con el Quidditch? Me refiero al ámbito práctico, desde luego. @
  13. Juliette ha maravillado con sus notables dotes una vez más. Normalmente uno no sobreviviría al ataque de un vampiro, no de uno como Malcolm, quién ha pasado los últimos siglos envuelto en rabia por una razón que aún desconozco. La esbelta joven se anticipó al ataque mejor de lo que yo habría predicho. --- Sí, definitivamente la chica tiene potencial. Una interesante dupla, de terminar en el mismo bando. Mis pensamientos se dirigen hacia la posibilidad de encontrarme haciendo equipo con ella en algún futuro. Aún inconsciente de su predilección por alguna de las facciones, así como la Macnair de la mía, no podía arriesgarme a revelar mis intenciones de unirme a los mortífagos. Y, para efectos de la situación, parecería un tanto irrelevante. --- Asegúrate de que no le quede cicatriz. -comento, escuchando el extraño idioma que la joven pronuncia mientras se concentra en las heridas infligidas al vampiro. Viendo el evidente control que tenemos sobre la situación, decido neutralizar la amenaza secundaria inmediata, pues el hombre del monóculo comienza a recuperar la rapidez de sus movimientos, forzándome a deshacerme de sus proyectiles con ráfagas de Reducto. Tras saltar la barra, me planto frente a él. - Bien, en San Mungo dirán que necesita descansar, se habrá golpeado con una tabla al salir, ¿qué más da? -sugiero, mirando al anciano a los ojos, y sosteniendo mi varita en alto, que apunta a su pecho. - ¡Obliviate! El susurro es casi inteligible, pues en los orbes lila del hombre primero se aprecia miedo, como si pensara que su cuerpo pasaría a ser un cadáver. Después, el desconcierto, a causa del embrujo desmemorizador, y la clásica pregunta sobre el lugar en el que se encuentra. Sin necesidad de propasarme con el pobre sujeto, un hechizo aturdidor lo hace caer de bruces sobre el suelo, inconsciente. Aquí es donde habría pensando que saldríamos ilesos de esta situación, pues minutos atrás Juliette tenía sometido a mi rival. El pesar en sus palabras más recientes me fuerza a girar la mirada hacia dónde se encontraba. El giro que suponía lo que estaba observando me hizo sentirme un tanto aterrado, porque era bien sabido que, en sus momentos de agonía, los vampiros eran aún más sanguinarios. << Reconozco la derrota, Thawne. Les concedo esta ocasión, por los viejos tiempos. >> Escucho al vampiro, sin creer lo que mis oídos reciben. Conociéndolo, puede tratarse de una trampa. Pero, al percibir el suelo crujir bajo sus pies al dirigirse hacia la salida, sé que dice la verdad. Y también que nos veremos muy pronto. << Interesantes compañías las que te has buscado. No dudo mucho que tu amiguita sea algo más que una simple mortal. >>, sentencia, antes de retirarse. - Creo que está de más sugerir que nos vayamos de aquí, Juliette. Sentencio, mirando a la joven, que sigue en estado de shock. Le echo un vistazo a nuestro alrededor. Aunque montamos una buena trifulca dentro del local, Zeta se encuentra ya reparando aquello que aún tiene salvación. Era vital, pues sin duda la gente vendría más tarde, a divertirse o por algún rumor, pero el flujo de clientes seguirá siendo el mismo. En eso, escuchó un ya conocido crack. Aquel que hace un elfo doméstico al aparecerse. << ¡M-Mi señor! >> Horace parece un tanto exaltado, lo suficiente como para haberse presentado en el lugar, que aún parecía zona de guerra. << Le traigo un mensaje, es de... >> - ¡Calla! -indico al elfo con un rápido ademán, llevándome dos dedos hacia los labios para solicitar su discreción. Probablemente se trate de algún mensaje de la Marca, pero no podía arriesgarme a recibirlo en aquel lugar. Ni siquiera en presencia de la joven. Aunque, a efectos prácticos, eso ya no importa mucho, pues al regresar mi atención hacia Juliette, descubro que se ha marchado sin emitir ruido alguno. Sin ninguna razón aparente para continuar allí, lanzo una pequeña bolsa con galeones hacia los músicos, los únicos testigos sobrios además de Zeta, antes de disponerme a salir. Mascullo una lamentación al ver que mi abrigo quedó hecho trizas tras el incidente, y finalmente abandono el local, con el elfo doméstico pisándome los talones. @@Juliette Macnair
  14. La breve descripción que Saori había hecho sobre aquel incidente con su padre fue de gran ayuda para hacerme una idea de cómo fue la cosa. Naturalmente, había bromas muy extremas, como los caramelos para generar fiebre, los turrones sangra-narices y toda la gama de productos para escabullirse de clases, desarrollados por los Weasley hacía casi dos décadas. -Ah, el noble arte de la elaboración de Pociones. Sí, es como mi rama favorita de la magia. -comento, asintiendo ligeramente. Con el paso del tiempo, se habían realizado tantos nuevos descubrimientos en tal ámbito del conocimiento, que su uso para la elaboración de bromas no se había quedado atrás. -El bosque parece una opción discreta para practicar bromas, pero espero tu padre no haya sufrido tantos impactos contra los troncos de los árboles. El hecho de que en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas pareciera haber una afluencia de miembros de la Black Lestrange resulta un tanto divertido, por el hecho de que todo queda en cuestiones familiares, pero también demandante, pues a la hora de cumplir con el deber había que dejar de lado la relación sanguínea o adoptiva que los unía y trabajar codo a codo como colegas. Una vez más, el tema de qué forma estábamos emparentados salió en la conversación. -A decir verdad, ha sido un tanto extraño el cómo he llegado a parar a la familia. No sé para quién fue más impactante la noticia, si para Mia o para mí. Sobre todo considerando que todo el tiempo pensé que el señor y la señora Thawne eran mi verdadera familia. -río un poco, pensando en aquella notificación que había recibido por lechuza donde se detallaba mi pertenencia a los Black Lestrange, una de las familias mágicas más poderosas. -Y sí, supongo que seríamos primos... O, incluso, podrías ser mi sobrina, todo es posible. La persona que atiende la caja en ese momento parece asustada ante el anuncio de la oriental, quién ha quedado a cargo debido a la ausencia del familiar cuyo negocio era aquel en el que ambos Black Lestrange se encontraban en ese momento. Algo me dice que no se trata de la primera vez que Saori hace travesuras dentro del horario de operación del local. -¡Qué mala eres! Pobres criaturas, ellas sólo quieren servir a sus amos. -expreso un tono gracioso al referirme al trato que se les estaba dando a los empleados, fingiendo indignación. Mientras no recayéramos en denigrar a aquellas criaturas, me sentía cómodo gastando una que otra broma. -El que cantaran sería una idea excelente, bien podrías sugerir esto como una nueva forma de atender a los clientes, así se marcharían con una amplia sonrisa. Entonces, la situación toma un giro inesperado, pues la joven Black Lestrange decide meter en el juego a uno de los comensales, ocasionando que tropiece usando un maleficio simple. De inicio, parece que el mago se encuentra bien, pero al levantar la mirada, cae dentro del campo de efecto que supone la ilusión óptica, mostrándole, quizá, alguna criatura a la que le teme. -Vamos, chicos, ¿por qué las caras largas? ... ¡Rictusempra! Me dirijo al resto de los clientes que conforman la fila en la que hace poco estaba situado, quiénes comienzan a abandonar el local, creyendo que se trata de una broma de muy mal gusto, o de que la encargada momentánea ha enloquecido. Con mi varita en ristre, lanzo el hechizo de cosquillas a todos aquellos desprevenidos, ocasionando que se desplomen sobre el suelo, incapaces de mantenerse en pie debido al efecto producido por mi acción. Para mi mala suerte, uno de los impactos rebota en lo que parece ser un viejo caldero de oro. -Lugar curioso para tener uno. -pienso, antes de ser alcanzado por mi propio hechizo, causando que las cosquillas recorran todo mi estómago y extremidades, como si unas manos invisibles las realizaran. @ * * * (*) Off rol: Esto es confuso xD Como quizá habrás visto en mi rol de la mansión, apenas he llegado a conocer a algunos de ellos. No he tenido la oportunidad de poder rolear con Dave o Jessie, pero imagino que cuando se concrete la cena podré preguntarle/aclarar con Mia si pueden ser considerados mis hermanos. Aunque supongo que quedaríamos como primos
  15. Me había encontrado de frente con la última persona que me hubiese gustado ver en el país. Y ambos íbamos acompañados, aún peor. Tras el último encuentro, en el que el vampiro juró venganza, siendo arrastrado por aurores norteamericanos, y en el que yo le invité abiertamente a seguirme hasta el fin del mundo, sabía que había pasado de ser una simple presa suya al objetivo prioritario de su lista. En sus ojos, de un tono escarlata, como el fuego, podía notar un profundo odio. El mismo tono que se apreciaba en sus orbes en el preciso instante en el que se levantó, recuperado, de mi primer movimiento de defensa. -Cierto, había olvidado que eres un hueso duro de roer. -suspiro, aún consciente del peligro que la joven y yo corremos. El bate de béisbol formado por magia oscura se desvanece cual humo entre mis manos. Sus dos lacayos, aliviados por la resistencia de su maestro, deciden atacarme. Para la gran suerte de ambos, Juliette se desliza sin emitir ruido alguno hasta quedar a la par, encarando al pelirrojo, de complexión robusta y, a juzgar por el olor que despide, emparentado con un troll. Se trata de un adversario formidable, incluso para mí, pero al no dudar de las habilidades de mi acompañante, decido cederle el honor. -¿Bailamos? -me mofo del compañero del troglodita, quién parece un poco viejo para seguir en malos pasos. Con un par de mechones platinados en la nuca, el monóculo en el ojo izquierdo, la sombrilla bajo el brazo, y el frac que viste, parece un poco fuera de lugar en aquella situación. Con un rápido movimiento de varita, y un susurro casi infructuoso, le echo encima la maldición de los pies danzantes, ocasionando que pierda control de su trayectoria, lo que me da tiempo suficiente para brincar por encima de la barra, bajo la cual Zeta se esconde para evitar ser un blanco de algún embrujo perdido. Malcolm parece aún más aterrador molesto, pues al ver fracasar a sus emisarios suelta un grito de rabia, que llama la atención del resto de los comensales. Sin importar los efectos del alcohol bajo los que se encuentran, las personas no implicadas deciden abandonar el lugar antes de convertirse en carne de cañón. Sin tenerlo contemplado, el vampiro es arrastrado por la marabunta hacia la entrada del pub, ganando escasos segundos para pensar en cómo contraatacar. Giro mi mirada, buscando a la Macnair, quién se había perdido de mi rango de visión tras enfrascarse en una lucha contra el sirviente de mi rival. Escucho a Zeta balbucear algo relacionado con el valor en galeones de la botella de vodka y el tiempo que tomaba producir dicha bebida en el momento justo en el que Juliette quiebra la botella contra la cabeza del pelirrojo, que cae segundos después. -¡Diablos! Eso sí que es usar la cabeza. -pienso, mirando el bulto que forma el cuerpo del caído. Por unos breves instantes, la chica parece sufrir una especie de migraña, pues se cubre el rostro con gran rapidez, como queriendo ocultar algo. Aquella reacción me resulta de lo más extraño y, aunque la situación actual demandaba mi concentración en otros asuntos, alimenta mi intriga. ¿Será ese el secreto que me oculta tan cautivadora muchacha? De ser así, debe tener una noble razón. Ya hablaríamos de ello cuando saliéramos del lío en el que la había metido. Si es que lo lográbamos, claro. -El otro está... ¡Un momento! -no termino de responder a la pregunta de la joven, pues uno de los dardos me obliga a bajar la cabeza rápidamente. El impacto en la vitrina superior me da tiempo para examinarlo. La punta es aún más afilada, posiblemente gracias a algún hechizo agrandador. El sujeto del monóculo ha recuperado control sobre sus pies, por lo que, utilizando su varita, dispara aquellos proyectiles, antes inofensivos, hacia nosotros. Como si eso no fuera suficiente, el vampiro regresa por fin al local, dispuesto a acabar con el asunto a como diera lugar. Ante la baja posibilidad de que la chica y yo podamos lidiar con ambos personajes solos, surge en mi mente la iniciativa de postergar nuestra caída, si es que llegara a suscitarse. -¡Impedimenta! -tomando una riesgosa decisión de demorar a uno de los atacantes, apunto al calvo con mi varita, disparando el maleficio obstaculizador, por lo que, aunque continua moviéndose, lo hace de una forma más lenta de lo habitual, como si fuera una película sujeta al análisis de cada movimiento del personaje. Los dardos, no obstante, al no sufrir el efecto del hechizo, continúan siendo disparados a gran velocidad. Habiendo gastado mi oportunidad para paralizar a Malcolm, atisbo el momento justo en el que la criatura se cierne sobre Juliette, dando un gran salto para acortar la distancia. Estaba cometiendo una estupidez al no cubrir su cuerpo durante su desplazamiento, por lo que la joven tendría un solo intento para poder quitarse de encima al vampiro. @@Juliette Macnair
  16. La primera impresión ha sido un completo desastre. Al menos desde mi punto de vista. He sido más descuidado de lo usual, hecho que me resulta preocupante, considerando la cautela con la que solía proceder ante la mayoría de las situaciones. La castaña encontró gracioso todo el asunto de mi pésima vista, ya no digamos, mis titubeos previos a entablar conversación. -Nunca termino siendo lo que esperan de mí. Salvo algún detalle, excesivamente pequeño, soy una decepción. -conjeturo con una media sonrisa, intentando pensar en todas mis decisiones recientes. Cuando uno pasaba del plano escrito al físico, generalmente se presentaban diferencias, una más notables que otras. -En tu caso, puedo decir que mi imaginación no me ha fallado del todo. El trayecto hacia el estadio tomaría tan sólo unos breves minutos, obra de la excelente planeación durante la renovación de la Universidad. Aquel día, las aves habían decidido mostrarse entre los estudiantes, por lo que en cuestión de minutos nos encontramos bajo lo que parecía un desfile de distintas especies, tanto muggles como mágicas. Para mi gran deleite, un azor batió sus alas con rapidez, cruzando la parvada para desaparecer tras una de las paredes del campus. -El lugar es un recinto para ampliar nuestro entendimiento, según lo que alcanzo a percibir. No lo veo nada de malo a querer profundizar en cierta disciplina. -le dedico una sonrisa a Andrómeda, negando con la cabeza. Tenían en común el hecho de que quizá preferían las actividades escolares antes que un encuentro social. pero esta ocasión era distinta. -Por cierto, me encuentro bien... Un poco hecho pedazos, pero a decir verdad no me he tomado el debido tiempo para descansar. -suelto una breve risa irónica ante mi propio comentario. Comenzaba a sonar como un anciano, siendo que era relativamente joven, y más aún, infundía esa sensación de madurez física ante los demás. -¿Qué hay de ti, todo... bien? Llegamos al estadio en menos tiempo del previsto, quizá éramos bastante veloces, o simplemente habíamos dejado de prestar atención a nuestro alrededor y nos centramos en el objetivo final. Su comentario sobre la libertad parece dolorosamente acertado, sobre todo por el hecho de que en ocasiones no podía encontrar bien cómo lidiar con la total libertad de mis actos. Aunque hasta ahora no me había arrepentido, mientras no consiguiera que me mataran, todo estaba bien. -Es una vista magnífica. -sentencio, echándole un vistazo a todo el campo de Quidditch. El césped, perfectamente recortado, reluce bajo la luz de sol, acentuando su tono verdoso. A pesar de ser la sede de los exámenes de vuelo en escoba, por el momento se encuentra vacío, salvo por nuestra presencia. -¿Trabajo? Bueno... Si ponerme en riesgo cuenta, entonces he estado bastante ocupado. Miro a la joven antes de dar la respuesta adecuada. A pesar de que se trata de un encuentro un tanto tenso, por así plantearlo, por todo el tema de la partida, intento que sea lo más ameno posible. Durante nuestras innumerables cartas nos la pasábamos riendo de banalidades, y no tenía por qué quedarse en el papel, no perdíamos nada con intentar. -Recién me presenté en busca de un trabajo en el Departamento de Criaturas... -asiento, sonriendo ligeramente. -No soy un as lidiando con los entes mágicos, pero espero poder estar a la altura. -me encojo de hombros ante la incertidumbre que implicaba mi situación laboral actual. Giro mi mirada una vez más hacia el verde césped. Un par de escobas descansan sobre la superficie de éste, como incitando a que alguien las utilice. A pesar de ser exclusivamente para los exámenes, la soledad y la curiosa disposición de algunos elementos para jugar al quidditch parece tentadora. -Debes creer que estoy loco. -susurro, mirando a la Lenteric a los ojos, aquellos orbes marrones que reflejaban la luz solar. @
  17. Ante la quietud ofrecida en los jardines, decido descansar mi vista por un breve instante, ocultando mis ojos bajo los párpados. Para efectos de un mejor descanso, retiro mis lentes, pues al no estar haciendo uso de mis globos oculares, el portar dicho aditamento parece un tanto innecesario. Eso, sumado al hecho de que la chica podía aparecer en cualquier segundo, y quizá se llevaría una idea de desconcierto al verme en ese estado. -Y, ¿qué puedo esperar de este encuentro? Sé, por experiencia propia, que cuando se trata de una situación peculiar, generalmente he tenido gratos momentos de esparcimiento...Pero, tengo una curiosa sensación acerca de esto. -pienso, casi deslizándome hacia el mundo de los sueños, gracias a la parsimonia con la que algunas pequeñas aves realizaban sus cantos. El día se presentaba como aquellos acontecidos hace años, esos de los que es raro experimentar. Una vez más, el punto del encuentro era la principal determinante de cómo percibí alrededor. A pesar de tener una idea del aspecto físico de la joven, lo más seguro es que no podría reconocerla tan fácilmente, y ante el riesgo de ponerse en ridículo al confundirla con otra persona, fue que acordamos aquella palmera como el sitio para conocernos, quizá sólo de forma física, ya que a través de la correspondencia habíamos hablado un poco de cada uno. -Demonios. Está aquí. -una voz externa a mi mente me saca del éxtasis. Abro los ojos lentamente, intentando enfocar a la persona que ha pronunciado mi primer nombre. Por el tono de voz, se trata de una mujer, no hay duda de ello. Sin tener los lentes como ayuda, balbuceo inútilmente algunas palabras, comenzando a ponerme nervioso. Pésima primera impresión. Los saco del bolsillo, acomodándolos rápidamente sobre mi nariz. Por fin logro visualizar a la persona que se ha dirigido a mí. Se trata de Andrómeda, pues ha sido ella misma quién aclaró su identidad al hacer referencia a las cartas mientras yo quedaba como un tonto que no pudo verla gracias a una traición por parte de su vista. -Esto...Sí, soy yo. -esbozo una sonrisa nerviosa, que más bien parece propia de un sádico. Sacudo la cabeza, apenado. -Una disculpa por mi evidente descuido. Pensé que tardarías un poco más. Suspiro con gran pesar. Estaba dando todo un discurso para justificar mi falta de atención ante su llegada, lo cual no me parecía para nada justo. Los nervios no ayudaban en nada, pues ocasionaban que toda palabra de mi boca saliera con tal velocidad, que dudo mucho la joven haya entendido la mitad, por lo menos, de lo que le he dicho. Aprovecho un breve lapso de silencio para poder examinar a mi acompañante. El largo cabello castaño le llega a la cintura, haciendo juego con sus ojos marrones. Su vestimenta me parece un tanto curiosa, pues no había avistado un diseño similar de vestido en otro lugar. Con todo, le confería un aura de seguridad pero, también, de pesar. Tal vez se debía al por qué nos encontrábamos en dicho lugar. -Bien, ya he respirado suficiente. -dirijo mi mirada hacia sus orbes oscuros, que me recordaban a la tierra. Pero no una descuidada, árida, sino aquella en la que puede florecer un jardín, similar al que se cernía a nuestros pies. -Andrómeda, es un gusto conocerte al fin. Creo que ambos hemos esperado este momento por considerable tiempo. Sin más, le extiendo mi mano izquierda, mientras que dirijo la otra, con la palma hacia arriba, hacia sendero que lleva al Estadio de Quidditch, invitándola a un pequeño paseo en el que, si seguíamos el camino trazado, podríamos maravillarnos un poco con la vegetación y fauna localizados dentro de las instalaciones. @
  18. La señorita parece llevar ya un rato esperando, por lo que considero mi sentido de puntualidad un tanto oxidado, a pesar de detestar el poco compromiso que a veces expresan las personas. No obstante, su recibimiento es casual, sin ápice de molestia debido a mi aparente demora. Miro de reojo el reloj de pulsera que solía usar desde mi llegada al país. Se había detenido sin que me percatara de ello. -Considero que nuestro encuentro es un poco más...calmo que el inicial. -correspondo, estrechando la mano de la joven con seguridad, pero sin presionar la mano de Maida innecesariamente, pues eso daría pie a malos entendidos relacionados con mi humor actual. -Al menos podemos concluir que ninguno de los dos tropezó en esta ocasión. Una ligera sonrisa es trazada sobre mis labios, un tanto burlona. Esto debido al recuerdo de el pequeño percance que nos llevó a conocernos, y aunque había decidido ser cauteloso con mis palabras hacia la persona que se encontraba en compañía mía, fue quién me ayudó a regularizar la naturaleza de mi estadía en Reino Unido. Naturalmente, estaba agradecido con ella. Ante el ofrecimiento de dar inicio a nuestro recorrido, le sigo, quitándome la túnica y doblándola bajo el brazo derecho. Mi intento de atuendo muggle resulta un tanto curioso para algunos de los visitantes, pero no parece molestarme en lo absoluto. -Su partida fue inesperada, sí. Pero, una vez que me puse a pensar en ello... -comento tras escuchar sus palabras de disculpa. -Está un tanto justificada, ya que en estos tiempos pueden surgir eventos que requieren de total atención nuestra. Hasta la más trivial de las actividades puede ser de cuidado si no se le da el trato debido. Nos detenemos frente al cuadro de lo que parece ser el predecesor directo de los pescadores mágicos. La pintura muestra a un anciano enarbolando lo que parecía ser su varita junto con un aditamento que la hacía lucir más extensa, cual director de orquesta muggle. A su izquierda, sobre el pequeño río, al menos una docena de peces levitaba, como si unas manos invisibles los sostuvieran de las aletas traseras. -No tiene que disculparse, ha hecho suficiente por mí. -concluyo, negando con la cabeza mientras dirijo la mirada hacia mi acompañante. -Más bien, creo que yo soy quién debería ofrecer disculpas por ser en extremo...aburrido. -suelto una ligera risa para aliviar la tensión. @
  19. La situación se me había ido de las manos como aquel objeto esférico que salió disparado en la dirección contraria. -Mientras más rápido nos larguemos de aquí, mejor... -me había cerrado a mis cavilaciones, por lo que acontecía me resultaba como un lejano eco. Juliette me había sujetado, esperando sacarme del shock, pero su intento había resultado un tanto infructuoso. Algo que pudo acercarme a reaccionar fue el hecho de que el tono de sus ojos pasaba por una ligera modificación, exhibiendo ahora un tono azabache. Aunque la bola de billar regresó a la mesa sin más revuelo, sabía que no nos dejarían ir tan fácil de aquel lugar. No por el desastre ya armado, porque había observado a Zeta gesticular que nos diéramos prisa en salir, sino por el hecho de que nos estaban esperando. Debí haberlo previsto desde que entramos al pub, puesto que era muy conveniente que tres de los ebrios de la barra estuvieran con la cabeza sobre la superficie de madera, más aún, juntos. Podrían haber pasado como buenos amigos que celebraron hasta perder el conocimiento, pero no, uno de ellos destacaba sin intentarlo siquiera. -Ellos no buscan la mesa de billar, querida. -río con ironía, mirando fijamente al individuo del centro. -Malcolm...cuánto tiempo. Veo que tus números han decaído bastante. -le dedico una leve inclinación de cabeza al hombre rubio de cabello largo y lacio, que hasta el momento parecía inexpresivo. Su piel, originalmente nívea, parecía más bien amarillenta con aquel tono en su cabellera. Los otros dos, humanos, continuaban con las mofas. Uno de los aquelarres de Nueva Orleans. Aunque se trataba más bien de una alianza entre vampiros y humanos para usar sujetos de prueba desprevenidos en sus rituales de inmortalidad. El festejo de Mardi Gras resultaba un banquete para ellos, y fue ahí donde nuestros caminos se cruzaron. Malcolm cometió la tontería de intentar raptarme, y al negarme a ello, se desató una masacre sin control, con víctimas tanto mágicas como no humanas. Ante tal violación del Estatuto Internacional del Secreto, el MACUSA no tuvo más opción que girar una orden de aprehensión en mi contra. -Espero me perdones por ponerte en esta situación. Intentaré compensarlo de la mejor manera posible. -miro a la señorita, quién parece lista para atestar el primer golpe, lo cual me resulta de los más extraño. El breve momento de esparcimiento que habíamos compartido no justificaba que la joven pusiera mi vida sobre la suya. Deslizo el mango de la varita sobre mi antebrazo hasta por fin sostenerlo con los dedos. Aunque la magia es la herramienta más útil de los magos, el depender siempre de la varita es una debilidad. Pensando en mi conocimiento de las Artes Oscuras, planteo una forma eficiente de atacar. Como todo buen cazador, el combate cuerpo a cuerpo era uno de mis predilectos. -Bueno, caballeros, ¿Vamos a mirarnos todo el día...o vamos a pelear? Sentencio con tono burlón, mirando a nuestros contrincantes. Dedico una mirada de pésame a Zeta, por los posibles destrozos que hagamos. Susurro una invocación sencilla, por lo que una especie de humo negro emana de la varita, hasta adoptar la forma de lo que parece un bat de béisbol muggle. Usar un objeto filoso le quitaría la diversión. Rápidamente, tomo la formación gaseosa, que sólo es una apariencia, pues se siente como un objeto sólido, siendo una emulación del artefacto real. Mirando al vampiro rubio a los ojos, de un tono miel, le atesto el primer gancho bajo el mentón, lanzándolo hacia las dianas de tiro. Los músicos, sin tener la certeza de cómo reaccionar, deciden tocar una canción más. @@Juliette Macnair
  20. La razón para encontrarme el día de hoy en las instalaciones de la Universidad parece un tanto curiosa. Había escuchado tantas anécdotas de otras personas sobre su paso por las aulas, adquiriendo más y más conocimiento del mundo mágico, ampliando su entendimiento del mismo. También, algunos se habían sometido a rigurosos cursos, aprendiendo técnicas aún más complejas. Pero, en mi caso, aún pasaría considerable tiempo antes de que asistiera a profundizar en mi adiestramiento en el ámbito de la magia. -Vamos, vamos...Vas tarde. -susurro para mí, deslizándome con rapidez sobre el suelo de los pasillos. Aunque no habíamos definido un horario para encontrarnos, el llegar tarde era descortés. Al menos ese es mi punto de vista. Procuro no hacer demasiado ruido, pues algunas aulas tienen la puerta abierta, y dentro de ellas veo incontables alumnos y profesores desarrollando sus clases, la mayoría ignorando lo que sucede en el exterior. Una vez lejos de los salones, me detengo para apreciar el impresionante escenario que se extiende frente a mí. Los jardines del campus ofrecen una curiosa, pero agradable, combinación de distintas comunidades del globo terrestre. El choque cultural, sumado a la diversidad de especies silvestres sería un recuerdo preservado para la posterioridad. Sacudo mi cabeza, saliendo del ensimismamiento. -Bien, al menos aún no llega. -me dirijo hacia un pequeño grupo de palmeras, situadas a la orilla de aquellas lagunas que, si bien había escuchado que eran artificiales, ante el brillo del sol pasaban como cualquier otro entorno natural. Pienso en las razones de mi presencia aquel día. La había conocido de una manera extraña. La correspondencia era algo común entre los magos, pero jamás esperé que llegáramos a ese nivel. La situación parecía tranquila, hasta que una de sus últimas misivas me alertó. Se marcharía pronto de Inglaterra, y se trataba de una decisión definitiva. Un encuentro que sería inicial y final, pues no tenía la certeza de cuando se marcharía. Apenas llego al punto de reacción, me quito la capa, de tono marrón, y la doblo sobre mi brazo, revelando mi vestimenta. Pantalones azabache un tanto ajustados y una playera gris de manga larga, a juego con unos tenis ligeros del mismo color. Mi cabello, como siempre, un desastre, por lo que no me había molestado en arreglarlo mucho. -A esperar. -meto las manos en los bolsillos, observando de vez en cuando la superficie de la laguna, cautivadora sin duda debido a la sensación de frescura que emanaba, alcanzando incluso los confines de la Universidad. @
  21. Ambos habíamos sido demasiado confiados en aquella partida, lo suficiente como para creer que alguno lograría derrotar al otro, pero la situación finalmente desembocó en un empate. Una sonrisa casi imperceptible es trazada sobre mis labios al pensar en lo cerca que estuvo la joven de vencerme en mi propio juego. Habíamos cometido demasiados errores como para poder declarar a un ganador parcial. -Y es el momento justo en el que me disculpo por mi falta de habilidad. No es excusa, pero hacía tiempo que no jugaba. Estoy fuera de forma, si se le puede llamar así a la poca concentración que experimenté durante mi oportunidad para coronarme vencedor. Acepto el vaso con aquel líquido cristalino de manos de Juliette, a quién le dedico una irónica reacción de tristeza, levantando la mano derecha, que tengo libre, ante su sonrisa burlona. No por el hecho de haber empatado, habríamos de sentirnos mal. Mientras ella se bebe el contenido de su vaso, yo lo observo unos segundos, apreciando el tenue efecto que despedía el hielo al entrar en contacto con la bebida, generando una especie de vapor de agua. -Ya bebe, tonto, o quedarás peor parado de lo que ya estás. -pienso, escuchando el comentario de la ojiverde sobre la calidad del vodka. Parecía haberlo probado antes. En un solo movimiento, decido acabar con mi parte del trato, mordiendo suavemente mi labio superior ante el ardor, pero cediendo ante el fresco dejo de sabor. -En ese caso, al paso que vamos, este juego será tan divertido como agonizante. -comento, sopesando la posibilidad de que ahoguemos el marcador y no haya un ganador. El juego continua, y la chica parece estar resuelta a ganar en este nuevo intento. Me paseo alrededor de la mesa, esperando que efectúe el tiro, no por apremiar, sino con el propósito de examinar. Su técnica parece aún más elaborada que la mía, tan sólo en el posicionamiento de su cuerpo respecto a la mesa parecía darle una ventaja a considerar en la potencia del tiro. Expectante, escucho el sonido de impacto entre las esferas, como intentando calcular mentalmente las probabilidades de que la bola roja entre al orificio. Para la suerte de Juliette, ha sido otro intento infructuoso. -Espero estar a la altura, señorita. Generalmente, tiendo a arruinar hasta las oportunidades más claras. Ya pudo comprobarlo. Río, afirmando mi propio argumento. Para este intento, decido probar suerte con la bola amarilla, en parte para complacer a la joven, pues lo más seguro es que falle en mi afán por demostrar mi valía. El tiro directo a la colorida figura era un tanto arriesgado, los movimientos pasados así lo habían constatado. Quizá por suerte, o por inercia, la bola blanca había quedado en una posición un tanto diagonal con respecto a su homóloga del color de los canarios. Cambio de mano para esta ocasión, apoyando el palo de pool sobre los dedos índice y pulgar de mi mano derecha, la cual había colocado dentro del campo de juego mismo para mayor precisión. Ante la partida de Juliette para solicitarle algo a Zeta, decido hacer mi jugada. La bola directora golpea con suavidad a la esfera amarillenta, causando que se desplace un par de centímetros hasta finalmente depositarse dentro del orificio. -Cuestión de suerte. -conjeturo, pues la joven ha regresado en el momento justo de mi victoria. El cambio en la música al parecer me ha sentado bien, pues a comparación de la basura que los ejecutantes ofrecían previo a la orden del barman, en parte debido a los excesos con la bebida, el nuevo ritmo demandaba una dosis de concentración. -Y creo que, habiendo incursionado antes en la comunidad no mágica, no hay razón por la que no deban gustarnos algunas de sus contribuciones al acervo musical. Elegiste muy bien, querida. -cometo un arriesgado movimiento al tutear a la joven, pues quizá aún no considere lo mismo que yo al pensar en el fortalecimiento del vínculo de confianza. Más aún, el llamarle "querida" quizá ha sido imprudente, por no pensar en algo más fuerte. Sin esperar a su reacción, decido continuar mi intento, pues la regla del vencedor me otorga un tiro complementario. Giro mi mirada hacia la bola negra, aquella figura esférica con el número ocho trazado finamente. Desde que nos acercamos a la mesa, aquel objeto me había llamado la atención, por lo que era inevitable no querer conseguir una victoria con dicho número, considerado siempre el más difícil de llevar a uno de los orificios. Pero he pagado caro mi atrevimiento, pues al querer completar la hazaña, realizo mi lanzamiento con tal rapidez, que la bola negra, situada a mitad de camino entre los dos orificios superiores, sale volando a gran velocidad de la mesa. -No, no... No lo entiendo. -lanzo el palo de pool, que se queda estático sobre la superficie de la mesa y miro la mano que lo sostenía, intentando averiguar si tenía algo que justificara la violencia del tiro. No había manifestado signos de fuerza sobrehumana en el pasado. Una vez más, cuestión de suerte. Busco la esfera azabache con la mirada discretamente, pues en el peor de los casos le habrá atinado a algún mago ebrio de la barra. @@Juliette Macnair
  22. -¿Gomas con hechizo de levitación incluido? Qué broma broma. -admito, riendo ligeramente ante la situación que supondría flotar sin tener un control real de tu trayectoria. Aún menos peligroso que la picadura del billywig, con la cual tenía algo de experiencia. -Aunque también un tanto arriesgado. Quiero pensar que ningún muggle los vio. Eso del Estatuto Internacional del Secreto anda en boca de todos. -Sí, me parece que en algún momento te he visto atendiendo las solicitudes de registro en ventanillas. Cissy me atendió cuando registré a mi elfo, descubrimos que se trata de mi sobrina. -sonrío asintiendo, pues todo el asunto me había tomado un poco por sorpresa, al no conocer ni a la mitad de los Black Lestrange. Ante la mención del parentesco que mantiene con Mia, intento darme una idea de qué vendría siendo Saori para mí, probablemente una prima. -Esto de los adjetivos familiares es un lío, más cuando tienes una familia numerosa. -pienso, escuchando a la joven oriental a una chica, Rose. Su inclinación hacia los juegos no parecía molestarme, al contrario, hace el ambiente más ameno, logrando que olvide de momento el resultado de mi última visita al local. -Elfos domésticos...De momento, sólo tengo uno, y lo conocí en mi época de llegada a Reino Unido. Tienes más experiencia que yo en ese ámbito. -río, resumiendo la existencia de Horace, quién fungía ocasionalmente como medio de transporte a través de la Aparición Conjunta. -Más bien, tengo en mente ideas que los elfos domésticos pueden hacerle a sus amos, puesto que algunos de ellos son muy traviesos. No logro tener tiempo de sugerir algo, pues Saori se ha adelantado a realizar la primera travesura del día. El elfo se eleva de cabeza, víctima del maleficio, para después sucumbir a los gritos, pues la oriental había lanzado un artefacto generador de ilusiones ópticas. -Vaya, tienes buen conocimiento del stock que hay en la tienda. -comento, observando alternadamente a algunos de los clientes que se alarmaban ante la situación. -Mi turno... -observando a los colegas del elfo, que compartían un cierto parecido físico, deslizo mi varita desde el antebrazo hasta poder sostenerla con los dedos. Tengo la mala, o quizá buena, costumbre de llevarla escondida, pues no sabes cuándo se requerirá. El nogal negro desentona contra el colorido interior de la tienda. -¡Tarantallegra! -susurro, apuntando a una de las desprevenidas criaturas, que segundos después comienza a bailar sin control de su trayectoria, derribando todo obstáculo en su camino. @ * * * (*) Off rol: No hay problema por la demora xD Tengo mucha paciencia para esto (?) Se entiende completamente, espero que te encuentres bien. Y sí, andaba investigando que vendrías siendo de mí, pero no encontraba nada, vaya trabajo de detective (?) Pero en fin, te agradezco mucho la aclaración del parentesco.
  23. -Demonios...Sigo sin acostumbrarme a eso. Hago una mueca, intentando ahuyentar el efecto de desvanecimiento tras aparecerme con Susan en el cementerio. Para ser la tercera ocasión que lo hacía, contando el examen, sigo agradeciendo que mi estómago sea tan benevolente como para no tomar represalias. -Pensé que, tras el examen para la licencia, me adaptaría. En fin. Me tomo un minuto para recuperarme, apoyando mis manos sobre las rodillas. Respiro con calma, analizando el lugar al que me ha traído la joven. El aura de misterio encerraba el cementerio familiar, como intentando prevenir a las personas del exterior que no se acercaran a menos que estuvieran dispuestas a llegar al final. Los diseños angelicales coronaban algunas de las lápidas, en cuyos nombres se podía ver el apellido familiar. -Me disculpo por mi momentánea debilidad, Susan. -miro a la chica, quien ha tomado asiento en un níveo banco de mármol. -Peculiar elección para comenzar, pero creo que es la indicada, después de todo, aquí comienza la historia de la familia. -dicho esto, le acompaño, apoyando los brazos sobre mis piernas, pues ahí comenzaría una travesía que esperaba fuera tan grata como la vista de la mansión a mi llegada. -Antes de que comiences, y respondiendo a la pregunta que habías hecho antes de traernos aquí. -río, dirigiendo mi mirada hacia la estatua del querubín frente a nosotros, pues lo creo necesario, y quizá un tanto determinante, en toda la historia que me ha traído hasta este punto. -Mi nombre es Aldrich, sí. Eobard Aldrich. Puedes llamarle por cualquiera de los dos, jamás le he visto inconveniente a ello. No puedo decir mucho del apellido Thawne, que al parecer no es el que me corresponde como línea sanguínea.
  24. Bueno, bueno, aunque hace unas semanas manifesté mi interés de sumarme a las filas de la Marca Tenebrosa, creo que debo constatar dicha decisión haciendo mi registro aquí (?) Así que, se los dejo a continuación: Nick: Eobard Thawne Nombre: Eobard Aldrich Black Lestrange Thawne (Sí, es un poco largo, trabajaré en ello) Edad: 21 Fecha de cumpleaños: 16 de Mayo País: México Skype: -- Supongo que eso sería todo de momento. Gracias, y me mantengo atento a las indicaciones posteriores.
  25. -Perfecto, entonces. No me gustaría ir por la calle exhibiendo una prominente lengua Y sí, experiencia propia, con los caramelos alarga-lengua. -acepto, tomando algunas de las gominolas contenidas en la bolsa. -Se ve que tienen buen sabor. Agradezco mucho el ofrecimiento. -sonrío leve, llevándome una a la boca para poder degustarla. La perspectiva de coincidir con más miembros de la Black Lestrange estaba fuera de mi lista de posibilidades en ese momento, por lo que me ha tomado un tanto desprevenido, sobre todo por el hecho de que mi primera incursión en aquella casona había resultado en una rápida huida hacia mi habitación, sólo coincidiendo con Susan, con quién había experimentado una experiencia casi de muerte en el mismo local en el que la joven y yo nos encontrábamos ahora. -Hum...Tengo entendido que labora en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. interesante dependencia, si me lo preguntan. -río ligeramente, recordando haber leído el nombre de algún Black Lestrange en el directorio del Ministerio. -Soy el hijo de Mia. Digamos que de alguna generación perdida. -asiento, pensando en lo raro que había resultado enterarme de mi pertenencia a dicha familia, y más aún, la relación sanguínea de por medio. -Coincido contigo, de esa forma no me sentiré un bicho raro en la mansión. Más de lo que ya me sentía antes de todo eso. -hago una mueca, metiendo una mano en el bolsillo. -Siglos... He de decir que todo el concepto del tiempo me resulta en exceso atractivo; el pasado, presente, futuro, el tener libre proceder entre los periodos temporales. Entonces me doy cuenta que comienzo a divagar. Sacudo la cabeza. -Una disculpa por eso. Pero sí, todo el asunto familiar resulta un tanto confuso. En mi caso, apenas han sido días, quizá unas semanas, que me enteré de lo de Mia, así que podría estar casi tan desconcertado como tú. Quiénes me criaron eran magos, hasta donde yo comprendo, pero naturalmente más conocidos en Norteamérica. -Supongo que sí. -concluyo ante la invitación de la broma. -No soy muy partidario de tomarle el pelo a una de esas criaturas, porque son ávidos sirvientes, pero, ¿por qué no? -río, intentando pensar en un buen truco. -¿Qué idea tienes en mente? @

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