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Veronica Prince Rambaldi

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Todo lo publicado por Veronica Prince Rambaldi

  1. James T. Clifford en Berlín ¿Qué me impulsaba a estar allí? No lo sabía con certeza. La realidad era que había llegado a la puerta de aquel ruidoso local en una de los callejones más oscuros de un Berlín luminoso, un Berlín que gracias a su nuevo Canciller se había enamorado de la magia. De Von Alexandros se decía muchas cosas, menos que tenía mano tierna, excepto quizás, con las mujeres. Los rumores indicaban que aún discreto era capaz de cambiar de amada tan rápido como quien da una mano de póker. Claro que él tenía un interés actual y según muchos estaba preocupado por ese interés. Tierpfleger tenía en aquel bar de época su centro de operaciones. ¿Y por qué al ingresar me encontraba ante un ambiente de la década del veinte del siglo pasado? Según lo había heredado de abuelo y le había prometido mantenerlo tal cual era hacía añares. Las malas lenguas decían que el buen Tierp no le cumpliría una promesa ni a un niño enfermo, que su abuelo había muerto en el siglo XIV por la peste negra y que a Tierp lo había salvado una vieja bruja convirtiéndolo en inmortal. Conclusión, solo sabe Merlín por qué demonios al maldito le gustaba la época entre guerras que mantenía su local con ese ambiente. Me detuve ante la barra y esperé que el barman de camisa rayada y protector de puños me preguntara qué quería. —Sírveme una copa de Jägermeister con una anguila roja —el tipo me miró, dudo unos segundos y tras un “Ja“ se dio la vuelta, lo vi presionar un pequeño botón blanco en la pared y luego tomar una verde botella de la bebida que le había solicitado. Segundos después tenía el vaso frente a mis narices y me acodé en la barra para disfrutarlo. Esa noche había un espectáculo y una rubia que se las daba de Marlene Dietrich entonaba una canción en el escenario. Apenas había podido disfrutar un par de sorbos de mi trago y de la voz de la cantante cuando un tipo casi tan alto como yo pero de espaldas más anchas se me acercó. —El Señor Tierpfleger lo espera en su oficina —me dijo en una no muy clara invitación lejana a la cortesía, se me quedó mirando mientras vaciaba mi vaso y me ponía de pie dejando un billete junto a él en la barra. Ni me había molestado en quitarme el sobretodo que llevaba y lo seguí hasta el piso superior en que estaba esperándome el contrabandista. Cuando mi guía abrió la puerta para dejarme pasar, observé a su casi mellizo que nos había hecho de escolta, les sonreí con un caradurismo total e ingresé al despacho de Tierp. —Así que te decidiste a ayudarnos en la exportación James —fue el saludo del hombre al que cuando me giré para saludar descubrí no estaba solo, ya que un rubio de barba prolijamente recortada le acompañaba, hundido en uno de los sillones del despacho, no tenía pinta de alemán. Sin contestar me pregunté en qué me habría metido.
  2. El tiempo había volado desde Navidad y el intento de secuestro de mi madre. Tanto era así que me sorprendía que hubiera pasado la Gala de San Valentín, mi madre había acudido con mi tío. El Quidditch había sido un evento que había disfrutado secretamente desde las gradas y la visita a los distintos Templos no me había llamado para nada la atención. Había sabido de una cacería pero vamos, ¿qué clase de evento era ese para enamorados y amigos? Mi estadía en el departamento que alquilaba en Londres se había prolongado. El no tener más noticias de mi amigo James me tenía preocupada, por más que observaba el espejo comunicador su rostro no volvía a aparecer. Por ello tome la iniciativa final, quizás mi madre pudiera obtener noticias de él con sus contactos en Alemania. Tomé mi capa de viaje, cerré las ventanas de mi hogar y decidí utilizar la aparición, nadie me vería desaparecer de mi cuarto y cualquier vecino creería que no nos habíamos cruzado al marcharme. Cuando me aparecí frente a la Mansión Lúxure observé su fachada con un suspiro, el viento arremolinó mis cabellos y la capa contra el vestido negro que me había puesto, menos mal que con botas altas porque la primavera todavía no quería dar muestras de que llegaría en el día de mañana. Atravesé el jardín central hacia la puerta de roble que daba ingreso a mi hogar familiar y no pude evitar recordar que allí había conocido a mi tío Danny. Mi ojimiel mirada se dirigió hacia el lugar en que lo había visto por primera vez, claro que sería extraño encontrarlo de nuevo en dicho espacio, como un deja vú. Me reí de mi misma por lo infantil de mi gesto y apresuré los pasos envolviéndome en la capa. Tenía ganas de un chocolate caliente, esperaba que algún elfo me lo preparara, ya que aún no conocía tan bien el lugar.
  3. ID: 80580 Nick (con link a la ficha): Veronica Prince Rambaldi Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2021-03-15 Objeto: Aletiómetro Puntos: 160P Precio: 8000G Objeto: Puntos: Precio: Total de puntos: 160 P Total de Galeones: 8000 G Ay pamábu ando perdida, gracias :3 @@Leslie Ashryver PB
  4. ID: 80580 Nick (con link a la ficha): Veronica Prince Rambaldi Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2021-03-14 Objeto: Zumo de Mandrágora Puntos: 160P Precio: 8000G Objeto: Puntos: Precio: Total de puntos: 160 P Total de Galeones: 8000 G
  5. ID: 80580 Nick (con link a la ficha): Veronica Prince Rambaldi Link a la Bóveda Trastero: Bóveda Trastero Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: Bóveda Link al Premio obtenido (en caso de gala/concurso): --- Fecha: 2021-03-14 Objeto: Aletiómetro Puntos: 160P Precio: 16000G Objeto: Puntos: Precio: Total de puntos: 160 P Total de Galeones: 16000 G
  6. James T. Clifford en Berlín Caminaba apurado por las calles de Berlín, había prometido a Vero que me contactaría con ella al día siguiente, pero no podía quedarme en un solo lugar. Lo que había ocurrido en Polonia me había dejado desbastado, los recuerdos de épocas pasadas venían a mí a través de generación de licántropos. Me detuve a escuchar, por un momento había pensado me seguían, pero debía ser mi imaginación. —James —el sonido de aquella voz me sobresaltó, giré varita en mano, arrepintiéndome de no haber robado también la moto voladora que había dejado en poder de Verónica. —Baja el arma no te servirá de nada —fruncí el gesto, molesto al reconocer a aquel delincuente de poca monta, pero experto en aquellos trucos, solo había proyectado su esencia ante mí, no estaba allí, miré para todos lados —Alemania nos ama gracias a su canciller, James, y no envié a nadie más contra ti. —¿Qué quieres Tierpfleger? Ya no te debo nada, pagué mi deuda la última vez —el gesto del mago fue burlón. —Serías un excelente guardaespaldas, tengo quien quiere contratarte boxeador. —Ya no boxeo —la carcajada llenó de ecos el lugar. —Sé que lo haces, pero miente lo que quieras, necesitan tus servicios para custodiar un traslado muy especial, van a exportar mercadería valiosa y no quieren gente conocida, tú podrías ser útil para ello. —La última vez que tomé un empleo de ti casi me matan, no soy carne de cañón Tierp —sabía que odiaba que le dijeran así y se vio reflejado en la mirada del holograma. —Piénsalo —la figura giró como si observara algo que ocurría a sus espaldas y volvió a mirarme con una sonrisa en sus labios —si te decides ya sabes dónde encontrarme, hay dos paquetes que debo procesar —y la imagen se desintegró, me quedé viendo el vacío y preguntándome qué demonios estaba pasando ahora. Fuere lo que fuera, si ponía feliz a aquel mercenario asesino e intrigante no debía ser nada bueno para alguien, el tema es quién sería ese alguien. Terp no procesaba cualquier clase de paquetes y eso lo había descubierto yo hacía mucho tiempo al introducirme en su bajo mundo. Aunque siendo honestos, era un peligroso delincuente que rozaba el submundo pero que utilizaba guantes blancos y sabía llegar a los círculos de poder.
  7. Londres, Oficina de United King Today -día de los tropiezos o no- Los guié hacia la oficina que había abandonado hacía poco tiempo el Despard, cuando abrí la puerta para darles paso Matilda se tensó, miró al pelirrojo, luego a mí y al tercer hombre que nos acompañaba. Sonreí resignada mientras hacía un gesto con la mano. —Matilda, vete a casa, yo cerraré todo, o te vas directo de aquí o usas lo muggle, está humm está extraño afuera, cae gene a trompicones por todos lados. La mujer me miró seria mientras soltaba su cabello negro y tomaba su bolso que sonaba tan lleno de cosas como si fuera un camión de mudanza. La tarotista me miró y volvió a observar de reojo al par que me acompañaba. —¿Estás segura? El pelirrojo estuvo antes y el otro se ve extraño. Suspiré mirando a los dos hombres y le mostré la varita en mi diestra a Matilda. —Lo sé, tranquila, ¿esto está vacío? —ella asintió confirmándome que era todo nuestro por una semana o dos —yo te aviso cuando puedas volver —Matilda volvió a asentir antes de desaparecer y luego me giré para ver a los dos hombres, cerré con magia la puerta, tendrían que golpear para entrar. —Vamos a la oficina de atrás, hay un espacio más cómodo y les aseguro que tiene suficientes hechizos de protección para que nadie nos disturbe —miré al pelirrojo, se movía con la seguridad de quién sabe mandar y no pude evitar sonreír, había allí más que un mago que buscaba a su amiga. Me tensé cuando él pareció leer mi mente y viéndome a los ojos me dijo que no mentía, abrí los labios y los volví a cerrar inflando las mejillas y soltando el aire como avergonzada. —¿La Orden del Fénix? —mi memoria estaba algo confusa, pero sabía que había significado algo para mí hacía muchos años, es verdad que entre mis cosas había una pequeña y brillosa medalla que se me había sido entregada por salir tercera en un torneo del cual no recordaba nada. Cuando lo había comentado me habían dicho que a los que se salían de los bandos les borraban la memoria, pero no era mi pasado lo que importaba, era el futuro del que hablaba el Despard. —Me temo que no sé qué decirle del Patronus, su forma , no solo su voz, ¿la Orden no lleva registros? Así podría saber si es un miembro que pide ayuda, aunque no solo los miembros podrían invocarlos —me mordí el labio no quería que su oferta de acompañarles se echara atrás por mis ideas. —Para mí será un placer poner mi varita y mi periódico a su disposición si eso ayuda a encontrar a los miembros de la compañía y a detener de alguna manera los planes del inquisidor y los del ex ministro —no podía negar que el brillo en su mirada, la efusión en su voz, como si se tratara de un vendedor, no, era más como quien predica con fuerza sabiendo de lo que habla. Volví mi rostro hacia el desconocido. —¿Y usted? ¿Qué dice? —en realidad en ese momento me di cuenta que no podíamos obligar a un mago desconocido y temeroso a hacer frente a una campaña como aquella. ¿Sería necesario utilizar un obliviate con él? @@Adrian Wild @@Rory Despard
  8. Verónica desde Londres vía espejos comunicadores con James en Berlín James se movió incomodo frente al espejo comunicador, el rostro reflejado al otro lado del mismo, mi rostro, era un poema al enojo, al odio, a la bronca acumulada. —Entiéndeme James, te desapareciste hace meses, qué digo, años, no fue hace uno o dos días ni un par de semanas, te pensaba muerto, hasta que no llegó la lechuza no supe que el maldito espejo comunicador estaba contigo, de hecho nunca me avisaste maldito est****o. ¿Y ahora pretendes que te explique por qué me fui del Profeta y qué hago con un periodicucho según tú? —mi tono de voz se había ido elevando y era consciente, por su expresión al otro lado del espejo, que mi mirada ojimiel se debía haber ido desviando al dorado de cuando la demonio en mí tomaba fuerza y me dominaba, pero esta vez era mi furia pura, ella no podría hacer más que eso, brillar. —Tu pelo se está poniendo algo blanco —dijo James señalando el lugar en donde debía ver mi cabello en el espejo. —Cállate est****o y dime de una maldita vez qué es lo que quieres —James Timothy Clifford, mi compañero de reportajes y de vida durante años, me miraba con expresión sombría al otro lado, se había perdido hacía mucho tiempo y ahora, me había enviado una lechuza informándome que tenía el otro espejo comunicador y que quería hablar conmigo de una noticia importante, como si no hubiera un vacío de ¿cuánto? ¿tres o cuatro años? Lo observé serio al otro lado. —Vero, esto es importante, estaba aquí en Berlín y los rumores de una coalición son cada vez más grandes, algo se está gestando, algo que puede ser poco bueno para el mundo mágico y muggle —James hablaba como si recién se enterara de que había habido una guerra mágica primero, y muggle contra magia en segundo lugar. —Los muggles nos odian gracias al inquisidor —comencé a decir y él hizo un gesto con la mano callándome. —Esto no se trata del inquisidor, aparentemente son magos que van contra los Estados Unidos, han invadido Polonia Vero, la guerra, las coaliciones, son similares a los de la Segunda Guerra Mundial, pero esta vez los aliados los tiene Alemania —el mago se cayó y miró hacia atrás, frunciendo el ceño antes de regresar a mirarme —mañana a la misma hora volveremos a hablar, tengo muchas cosas que contarte, está pasando algo importante, tenlo por seguro y vamos a tener algo más que una primicia Prince sita —bromeó conmigo como cuando éramos más jóvenes y recién empezábamos a trabajar, aunque su sonrisa no me engañaba, tenía preocupación en su mirada —tomé las precauciones necesarias pero más tarde, mejor mañana, te doy más detalles, la seguridad es impresionante y debo tener cuidado. Tú también rubiales, cuídate mucho, nos vemos mañana —dijo poniendo su mano sobre el borde del espejo, a lo que le imité, sí me preocupaba por él. —Tú también, cuídate, hasta mañana —dije al despedirme de él, mis ojos se habían clavado en los suyos antes de que desaparecieran, pero habían notado la palabra que había escrita en sus dedos y que había tapado con los míos al apoyar de igual modo, en su reflejo, mi mano. Esa había sido su manera silenciosa de comunicarme algo más, ahora solo tenía que averiguar qué era Hydra.
  9. Londres, en el día de los tropiezos... todavía... El pelirrojo se dirigió en primer lugar al desconocido, con más calma de la que yo sentía en realidad, aunque no podía negar que su tono transmitía paz. Su mirada pasó del recién llegado a mí y me puso en una encrucijada, sin embargo él sabía lo que era una varita, la llamaba por su nombre, lo cual no me garantizaba nada sin embargo, creía que podría llegar a confiar en él. —Podemos —asentí no sin cierta preocupación aún en mi mente, pero al menos allí estaba en mi terreno. —No solo quiero primicias, quiero ayudar —respondí, dándome por primera vez cuenta que es lo que sentía y no tenía ni idea del porqué —intentaré darle todo lo que tengo sobre él —dije con un suspiro, relajando un poco la mano de la varita y observando ahora el diálogo que el hombre sostenía con el desconocido. Miré con curiosidad a ambos hombres, ¿cómo sabía el Despard que algo aquejaba al otro mago? ¿Qué clase de poderes tenía? Había oído algunos rumores sobre ellos pero nunca había presenciado a nadie usándolos. ¿Sería posible que él fuera alguno de esos magos empáticos? —¿En verdad confía en él? ¿Por qué? —la curiosidad me podía y me acerqué al pelirrojo, aún con la varita en semi ristra, sin guardarla pero prestando más atención a nuestro alrededor, la magia que servía para ocultarnos o al menos no hacernos oír nos vendría bien, por si algún transeúnte cruzaba por allí, suspiré resignada —vamos adentro antes que nos caiga alguna brigada antimagia —acepté. @@Adrian Wild @@Rory Despard
  10. Me apresuré a ir al Ministerio de Magia, no recordaba la última vez que estuve allí, pero por primera vez en mucho tiempo había un intento de juicio contra los anteriores mandatarios, cosa que era poco común en algunos ambientes. Pero yo sentía mucha curiosidad y no podía evitar concurrir dados los rumores que corrían de que el Ministro Black Yaxley no se dejaría pescar por nadie sino que daría la cara porque no era un hombre, según decían los rumores, que fuera a escaparle a nadie. Cuando por fin llegué había varios magos y brujas arremolinándose cerca de las chimeneas reconstruídas, había llegado tarde, aunque no tan tarde. Los aurores le rodeaban y mi pluma comenzó a volar por sobre mi libreta tomando nota de ello. Luego de la partida del ex Ministro me quedé pensando en si sus palabras eran un desafío o no y cuánto de verdad había en ellas, seguramente eran sus verdades, pero era la verdad. Sonreí mientras guardaba mi pluma y mi libreta en la cartera y caminaba discretamente hacia el centro del atrio a la espera de si algo más ocurriría durante el interrogatorio del mago. Seguramente iba a tener que intentar acceder a alguno de los aurores del ministerio para obtener mayor información al respecto, pero estaba dispuesta a jugarme a lo que fuera por una buena nota.
  11. Nombre con link de Bóveda Familiar que permite la donación: Familia Luxure Nombre con link a la Ficha: Verónica Prince Rambaldi Bóveda con link de la que se extraerá la donación: Aquí Cantidad total de Galeones de la donación: 10000 G Beneficiario de la donación: Azrael Licaón Nick del usuario con link a ID (perfil): Azrael Licaón Relación Familiar con Donante: tío Nombre con link a Ficha: Azrael Licaón Número con link a Bóveda Personal: 108589 Cantidad de galeones: 10.000 G
  12. Londres. Oficinas del United King Today Era mi tercera lectura del edicto desde que había salido y la cuarta en que leía la transcripción del discurso del presidente del MACUSA. Sentía la mirada de Matilda sobre mí y me cansé de intentar esquivarla, así que levanté el rostro hasta cruzarme con sus ojos de gesto descarado. —¿Y bien? —la pregunta de la secretaria solo logró que negara una vez más con la cabeza. —Pero ¿por qué? –me encogí de hombros antes de responder. —No puede ser ella, no lo entiendo, yo, yo la recuerdo —murmuré volviendo a posar mi ojimiel mirada sobre el documento del edicto. —No es la misma que tú conociste —me reclamó Matilda. —¿Tanto tiempo ha pasado desde El Profeta acaso? —pregunté levantando la vista hacia la bruja frente a mí, quien había colocado sus brazos en jarro en la cintura. —Sí han pasado muchos años y tú tienes una obligación con tus lectores. —¿Qué lectores? Mis publicaciones apenas salen una vez por año —reí divertida, intentando esquivar el tema, sin saber aún el por qué esquivaba escribir sobre aquel edicto de la Potter Blue que tanto afectaba al mundo tanto mágico como muggle. —El hombre que vino los otros días te leyó, se interesó por lo ocurrido en Sídney ¿no? –lancé un bufido, tenía en cierta forma razón pero. —Oh vamos, Matilda, eso fue, una casualidad, un poco de suerte nada más, no voy a escribir sobre Sagitas. —Nos afecta a todos. —Somos sangre pura Matilda —comencé a decir, recordándole mi origen en la familia Prince, algo dudosa la pureza gracias a los Snape. —Bah bah bah, tú tratas con muggles —refunfuñó para luego comenzar a recitar un poema que me hizo helar la sangre porque reconocí que se basaba en el poema de Niemöller. —Cuando vinieron a buscar a los muggles, guardé silencio, porque yo no era muggle, cuando encarcelaron a los squib, guardé silencio, porque yo no era squib, cuando vinieron a buscar a los sangre sucia, no protesté, porque yo no era sangre sucia. —me puse en pie dando un golpe en la mesa y haciendo silenciar a Matilda que me miró con expresión seria. —Iré a averiguar un poco más, sabes que todas las naciones desde Egipto hasta Oceanía, desde Francia, hasta Alemania se irán alineando alrededor o en contra de ambos países —la bruja me interrumpió a mí esta vez. —Y tú deberías escribir sobre ello. —suspiré molesta. —No me interesa la política y lo sabes. —Esto va más allá de la política Verónica, se trata de nuestras vidas, nuestras libertades, nuestro futuro. —Qué lindo que hablas, escribe tú entonces, te doy permiso —dije molesta dando media vuelta con los papeles arrugados en mi mano y guardándolos en el bolsillo salí de la oficina del United King Today, dando un portazo, necesitaba pensar.
  13. Cuando por fin logré atravesar el pasillo mi mirada ojimiel se posó en tres cosas que me resultaban desconcertantes, una madre colgando, otra diciendo que había atrapado a la impostora y una sirena cantando en medio de aquel alboroto. Froté mi frente y me pregunté si había bebido esa noche en demasía. Negué y rebusqué en el bolsillo, había pensado hacer algunas bromas así que quizás tenía en mis manos un objeto que pudiera ser útil, o no. Dudé unos segundos y luego utilicé las Flechas de Cupido, la cosa sería muy sencilla, solo esperaba no equivocarme ya que mis dos madres recibieron el ataque una tras otra. Sonreí mientras las volvía a guardar. Recordaba la cantinela del vendedor cuando las compré: ¿Te gustarí­a dar flechazos a algunas parejas perfectas e incluso generar problemas en otras? Estas flechas de cupido estarán a tu disposición para lo que sea. De hecho el "para lo que sea" era lo que me interesaba, porque sabía que la magia de las flechas se imbuía de los deseos del que las utiliza y lo que había pensado cuando las lancé es que la persona que las recibiera declarase el sentimiento contrario de los que sentían hasta ahora. Si mi madre lo había querido con locura empezaría a despotricar contra él y confiaba en que la falsa madre estuviera plenamente dispuesta a dar su vida por él. ¿A quién se le podía ocurrir semejante locura? A mí no más. --Morphos --dije apuntando a las sogas en el piso a mis pies y las transformé en un arco, esperaba que mis lecciones sirvieran para algo, más fácil había sido en el pasado hacer disparos de flechas por ser fenixiana, ahora debía demostrar mis años de utilizar el arco. Me iba a doler el brazo si le erraba porque la cuerda tensa del arco quemaría mi piel, cuando le disparase a ambas mujeres mis flechas de cupido, y antes de decir chusma, lancé la primera hacia la Lady en pie y seguidamente lancé una nueva andanada hacia la Lady sin calzones colgado cabeza abajo.
  14. En realidad me sentía como en un sueño, observaba todo desde afuera, sin intervenir, podía oír voces, sonidos, me preguntaba si mis hermanos continuarían a salvo en la cocina, pero la realidad que lo único que deseaba hacer era nada. Podía preguntarme cómo estaría mi madre y recordar que me habían dicho que estaba en peligro pero lo único que podía o quería hacer era nada. Un sonido de aleteos parecía venir desde la ventana a la derecha mía, más cercano cada vez, como si se acercara, aunque el sonido exterior continuaba. De pronto sentí como un líquido caía sobre mí y fue una sensación ´más que extraña, como si me acabara de despertar, con asombro descubrí el origen del aleteo, un fénix y un ave trueno, aunque no podía creer que pudiera adaptarse al tamaño de la mansión, aunque los techos eran bastante altos. --Por Merlín, ¿Qué está sucediendo aquí? --me pregunté mientras me ponía de pie con mi varita en la diestra y observé a las aves, yendo tras una de ellas, para intentar dilucidar qué es lo que las mismas hacían allí. Obviamente alguien las había enviado a ayudarnos. En ese momento recordé las palabras de Uriel de que se haría cargo y lo busqué a mi alrededor, pero en ese momento recordé cómo se había desintegrado ante mis ojos. Demasiadas cosas extrañas. El ave trueno ocupaba todo el espacio del pasillo que llevaba hasta donde se oía la voz de mi madre, me desesperé ¿Qué nivel era aquella criatura para oppugnarla? Miré para todos lados dudando si convertir algún mueble en alguna criatura ágil y peligrosa que pudiera llegar más fácilmente a dónde yo no.
  15. Londres, en el día de los tropiezos... Había soltado la mano del pelirrojo y casi estaba a punto de volver a disculparme por parecer un augurey o un pájaro de mal agüero cuando alguien "tropezó" con nosotros. Me sorprendí, estaba segura que nadie venía tras el hombre y si hubiera alguien tras de mí suponía que el caballero me hubiera avisado, para no volver a tropezar. Pero no, mi cerebro proceso la situación, el nuevo pelirrojo había aparecido de repente, había escuchado el sonido tan claro como el nombre que acababa de pronunciar. --¡Ey! Cuidado --empecé a decir cuando el hombre nos apuntó con su varita, no soy una experta en duelos pero si alguien me apunta aprendí a defenderme y antes de mi siguiente pregunta ya tenía mi arma apuntándole a él también --¿Qué le pasa a usted? Por Merlín --miré de reojo para todos lados recordando de pronto dónde estábamos --si no ocultamos nuestras varitas nos dejaremos en evidencia. En ese momento caí en la cuenta de algo, Despard estaba allí para saber de su amiga, pero aunque mi "periódico" no era muy conocido en el mundo mágico sabía que a algunos muggles les había atraído por su afán de considerarlo "amarillista" o como había oído alguna vez en Estados Unidos pasquín de los UFO's ¿Y si Despard era muggle? Se me erizó la nuca y me encontré retrocediendo sin dar la espalda a ninguno de los dos pelirrojos y pensando en hacerle un obliviate al primero de ellos para que olvidara mi periódico y que me había conocido. Volví a sopesar la situación, el recién llegado conocía a mi primer desconocido, pero aparentemente si le apuntaba con su varita él no debía ser de fiar. "Están en peligro" volvieron a pasar por mi mente las palabras del Sin Rostro y me sentí de pronto en una trampa ¿y si Despard era hombre del Inquisidor? ¿Y si su búsqueda del periódico era una trampa para atrapar más magos y brujas? No podía dejar que mi contacto en Australia fuera descubierto y pensé en Matilda, la secretaria no era la más avispada y gentil del mundo, pero había sido una fiel compañía desde que James se había desaparecido y en ese momento desee que mi antiguo socio y pugilista estuviera allí para ayudarme a resolver este enredo. @@Adrian Wild @@Rory Despard
  16. Que me dijera que atacaban de frente no era algo que me dejara muy tranquila pero me picó el comentario de la plaga de muggles. Yo siempre había trabajado mezclada entre ellos y no todos eran como los seguidores del Inquisidor. ¿Y por qué habíamos derivado en un tema político? Recordé que debería continuar mi investigación, pero también recordé a mi madre. ¿Él me estaría distrayendo? Aunque había dicho que no. --Oh, no se meta con nuestra seguridad, lo ha dejado entrar a usted --agregué molesta mientras me volvía hacia el pasillo donde había visto desaparecer a mi madre. ¿Dónde se habían metido todos los demás? Ella me había dicho algo de mis hermanos jugando en la cocina. Froté mi frente, aquello era un caos, lo podía sentir. Me volví hacia el hombre ¿nuestro salvador? Su humildad me daba como un trapo húmedo en la cara. Lo observé con frialdad pero por otra parte, si no sabía dónde estaban los demás ¿tenía otra opción que aceptar su ayuda? --No me gusta que insinúe es nuestra culpa pero sí estaría dispuesta a aceptar vuestra ayuda si hay algún inconveniente, pero será mejor que deje que primero lo vea antes de avanzar sobre nuestro hogar --al menos él no podía saber que mi vínculo con mi madre apenas la estaba retomando y menos que la habitación que yo ocupaba estaba más pelada de mis cosas que elfo doméstico. El Pársel me tomó de sorpresa, no dominaba el idioma pero sí el resto de los idiomas, el haber enseñado ese conocimiento me había acercado a él, aunque me fuera prohibido. Fruncí el ceño para luego recordar las inclinaciones de mi familia. --¿Qué ha dicho usted en Pársel? --pregunté incómoda, no quería estar fuera de lo que ocurría, por mí podría pensar que había dado una orden de ataque tanto como de salvación. En ese momento las ventanas vibraron y tuve la sensación de un terremoto o un temblor lejano. --No, no, usted solo no --y no tenía idea de qué es lo que podría yo hacer, pero él me parecía tan decrép*** por momentos, que no podía dejarle ir a ninguna parte solo, ni aún para ayudarnos. Y con decir decrép*** me había quedado corta, el hombre se desintegró delante de mis ojos arrancándome un grito de sorpresa que me hizo retroceder. --Protego --lancé sin ningún sentido, ¿Qué iba a hacer contra aquellos insectos? El sonido de una aparición me sorprendió y mis labios se abrieron con sorpresa pero nuevamente no pude hacer nada contra lo que siguió. Solo alcancé a escuchar las palabras en Pársel una vez más y no pude evitar obedecer. Tomé asiento en el sofá, con mis manos cruzadas sobre mis rodillas apoyadas sobre mi varita, viéndole alejarse y hablar en Pársel. El rostro y el porte me resultaban algo contradictorio, pero la incoherencia de mis pensamientos era clara. Pensé que era un bello rostro y me quedé allí sentada viendo el vacío.
  17. La pregunta me trajo de nuevo al hombre frente a mí, levanté una ceja y me lo vi venir, sin poderlo evitar apreté mi varita con más fuerza en mi mano. Mi mirada ojimiel se clavó en él, quizás con una expresión de desafío que no hubiera tenido si no me hubiera encontrado antes con Kaonashi y en ese momento me preguntara si el peligro no venía del hombre frente a mí. --No soy yo quién determine si Demian tuvo o no hijos, pero mi madre le ha dicho que no dispondrá de nada sin que ella antes lo evalúe y le aseguro que por más que me amenace con sus legiones no me hará retroceder un paso --seguía preocupada por Lady y me preguntaba si haberla dejado ir sola había sido lo correcto ¿y si la explosión se debía a las hordas que el hombre frente a mí aseguraba era capaz de traer contra la familia? --Heredero o no, tendrá que esperar y si descubro que la explosión que ha surgido en esta casa es obra de la legión con que me acaba de amenazar le aseguro que no habrá legión que le salve de mi furia --podía sentir como mi sangre demoníaca ardía, muchos años sin que la demonio que solía poseerme actuara pero en ese momento podía sentirla vibrar dentro de mí, me pregunté si acaso mis ojos habrían cambiado de color. Un escalofrío que no sabía de donde provenía recorrió mi cuerpo y cuando hablé de nuevo un leve vaho surgió junto con mis palabras. --Su nombre lo verá con su hija, de sangre o por adopción, da igual --gruñí entre dientes.
  18. La explosión me había tomado de sorpresa, uno no espera estar con vestido de fiesta en medio de un accidente. Miré a mi madre e hice amague de seguirla, sin siquiera darme cuenta del hecho había aparecido mi varita en mi mano hábil y me encontraba de pie, intentando decidir qué camino seguir. Ella está en peligro, pasó por mi mente pero también sus últimas palabras al recién llegado. Odiaba mi pereza para aprender magia más avanzada, como periodista del Profeta jamás la había necesitado. Bueno quizás sí cuando los mortífagos nos habían atacado y Elvis Gryffindor me había rescatado. --Señor Uriel, me parece que mi madre le ha dicho que se mantenga aquí, supongo que en el hall de ingreso está bien, pero que ella quiere ver con usted la parafernalia legal sobre si usted o la hija de Demian heredan, ningún padre puede quitarle a sus hijos el derecho de heredarles --aseveré algo molesta, había estudiado no solo Leyes Mágicas sino también muggles y estaba segura de lo que decía. Mis nervios sin embargo me traicionaban, me había colocado frente al hombre, no iba a atacarle ni impedirle estar dentro de la casa, pero mi madre había sido clara y había pedido que esperase allí. Sin embargo me preocupaba lo que ella podía encontrar ante la explosión y me continuaba debatiendo entre ir tras ella o continuar allí. Miré a mi alrededor, buscando un objeto que pudiera resultar útil para encantar y que acudiera en auxilio de mi progenitora.
  19. En Londres aún con @@Rory Despard Me parecía gracioso que un hombre con los cabellos rojos como el fuego le tuviera pavor. Nunca había visto tantas pecas en un rostro tan perfecto, me le quedé mirando unos segundos, sí me recordaba demasiado a Jimmy. ¿Había dicho que hubiera necesitado instinto animal allá arriba? --¿Acaso le han tratado mal? Disculpe usted, el periódico apenas está creciendo, solíamos ser una tirada mensual --no quería reconocer que más bien semestral, era difícil mantener yo sola un periódico sobre mis hombros, aunque lo había logrado con El Profeta, aquel tenia toda una estructura armada, con UK no había logrado lo mismo, suspiré lamentándolo. --Disculpe Señor Despard, tuve la suerte de conseguir información gracias a un amigo en Australia, luego he intentado seguir el rastro del mago que habría planeado todo pero su lugar está demasiado bien oculto, no lo culpo, sospecho que el inquisidor lo pescara correría la misma o peor suerte que el resto de los miembros de la obra de teatro --le tendí la mano --soy Verónica Prince, le deseo mucha suerte con su amiga, debería intentar encontrar al Director del Comité Mágico Internacional, él puede darle mejores pistas que yo y, no se lo negaré, si le puedo acompañar o me da las pistas que él comparta con usted, le estaría agradecida. De nuevo me vino a la mente lo que Kaonashi me había dicho, que tuviera cuidado y buscara en donde todo había iniciado. ¿Eso sería Australia o era referido a mi familia? Aquel ser me había desorientado en demasía. --Debe tener cuidado --solo atinó a decirle antes de soltar su mano que había tomado sin pensar.
  20. Sonreí ante las palabras de mi madre y asentí, aún no me hacía a la idea de tener tantos hermanos, había pasado mi vida como hija única y ahora había de todas las edades, obviamente mi madre era generosa de corazón y de alma. Negué divertida mientras la veía actuar como una verdadera anfitriona, no conocía a nadie más allí, salvo al joven Danny, con quién me había topado en los jardines a mi llegada a la Mansión. El resto de los misterios eran un misterio para mí. Alguien había llamado a la puerta y cuando ingresó la expresión de sorpresa que compartieran mi madre y Danny me hizo olvidar de mis hermanos jugando en la cocina. De repente había venido a mi mente la advertencia de Kaonashi del peligro que corrían. Me acerqué discretamente, alisando mi vestido pero buscando en realidad mi varita. Las palabras del mago llegaron hasta mí al presentarse, se había autodenominado único heredero de Demian Luxure. Me acerqué a mi madre, sintiendo un frío helado en todo el cuerpo, parecía que había empezado a nevar. La preocupación me invadía una vez más, era normal que en invierno nevara, más en navidad, pero era tan helada esa noche que las angustias parecían multiplicarse. --Madre, ¿está todo bien? --pregunté segundos después que el hombre se presentara a sí mismo como Uriel Luxure.
  21. Para Criaturas y Objetos del Magic Mall Premio obtenido (Criatura/Objeto): Dragón a elección [Lotería Navideña] Elección del usuario: Colacuerno Húngaro
  22. Londres con Kaonashi - @@AZRAEL Licaón Las palabras del sin rostro me perturbaban, él insistía en que podía darme lo que yo quería pero ¿acaso él podía saberlo? lo dudaba. ¿Mis necesidades? Lo observé, ¿Quién no desearía tener alguien o algo que le diera todo lo que quería? Pero hay cosas que ni el genio de la lampara de las maravillas podía otorgártelo. --No --la palabra surgió sin sentido de mis labios, que ridiculez. Pero ya se había ido, tras darme un último consejo, que tuviera cuidado. Ya a estas alturas estaba confundida de qué debía cuidarme o de quién. Y más en dónde correría más riesgo, en mi familia o allí donde los de Stea Umbra estaban arrestados. -000-000----000-000- con @@Rory Despard -si estoy equivocada ignórame- La desorientación y la sorpresa fueron mayúsculas cuando algo dio contra mí, o mejor dicho alguien. Tan concentrada estaba en lo que el sin rostro había dicho hasta ahora y su abrupta desaparición que no tuve tiempo de reaccionar. Trastabillé y de casualidad mantuve el equilibrio, sosteniéndome del antebrazo de la pared, bueno, no del hombre contra el cual había tropezado, no era más alto que yo, pero si tenía el cuerpo más trabajado y fornido. --Yo, no, ¿daño mayor? --me sorprendió su forma de hablar y le estudié mejor, hubiera jurado que estaba frente a un Weasley, pelirrojo lleno de pecas y unos ojos ansiosamente azules. --Parece que usted estaba demasiado apurado y yo por demás de distraída ¿acaso se le incendia la casa o va a cazar magos? --por los dioses del Olimpo ¿Cómo se me ocurría preguntar semejante cosa? Lo observé de nuevo y recordé a Jimmy, ¿acaso sería boxeador como él? Levanté la vista y noté el local en que estábamos, había salido no hacía mucho de allí, ¿acaso él también? --¿Buscaba a alguien en UK Today? --pregunté con curiosidad.
  23. Siempre había admirado de mi madre su capacidad de ordenar todo y hacer que nos alineáramos tras sus decisiones. Luego de la escueta reunión en la cual había descubierto que tenía un tío más joven que yo había terminado eligiendo una habitación, la más alejada en una de las alas disponibles en la casa y me encontraba a punto de compartir con todos la cena de navidad. Me detuve frente al espejo, el hechizo que había utilizado para alisar un poco más mi cabello incluso lo hacía parecer más extenso, lo había recogido en una coleta y elegido un vestido discreto de un tono azul tornasolado con unos zapatos a juego. Sabía que quizás no fuera la mejor opción ya que era una fiesta algo singular, había llegado para acompañar a mi madre en una pérdida y terminaba en una celebración familiar. Es verdad que en mi viaje a Estados Unidos había descubierto esa costumbre de recordar a los muertos con una comida e incluso en New Orleans cantaban y tocaban trompetas por las calles en la procesión funeral. Quizás en cierta forma aquí era así ahora. Salí de mi habitación llevando la varita en un discreto bolsillo lateral, sabía que me mi madre tenía una mascota muy peculiar y no pretendía dejarme sorprender, además, desde que Kaonashi había hablado conmigo estaba inquieta, hasta mis pesadillas recurrentes con mis demonios parecían haberse vuelto más vívidas desde el contacto con el espíritu. Descendí los escalones hacia el salón que sabía habían arreglado para la celebración, esperando no llegar tan tarde.
  24. Londres ¿Cómo me había desviado tanto? ¿Cómo había perdido el hilo de lo ocurrido en Asustralia y los miembros de la compañía de Alfred Müller? Ni siquiera ayudar a mi madre había jamás logrado desviarme de mis objetivos periodísticos, claro que si lo pensaba bien jamás nos habíamos encontrado en una situación como ésta. Levanté el rostro y mi mirada ojimiel se posó en el lugar del cual salía la voz del sin rostro. --Estás aquí para desviarme de mi objetivo ¿verdad? Los Luxure siempre serán objeto y origen del peligro --negué segura de que no me equivocaba en aquella apreciación. --Lo inesperado nunca dejará de surgir en nuestras vidas, es parte del destino ¿Quién quiere una vida monótona? Hubiera elegido ser oficinista si fuera así. ¿Me estaba confesando con un espectro de otro plano? Bien, mi vida iba mejorando, además de no tener amigos desde mi partida ahora hablaba con fantasmas y le confiaba hasta lo que no debía. Estás enloqueciendo Verónica y no te has dado cuenta aún, me recriminé mientras me daba cuenta del derrotero político que tomaba la conversación. ¿Conversación? Era más bien como un monólogo interior, hasta dudé por un momento si no me estaría enfrentando a una nueva forma del demonio que solía atormentarme y tomar mi cuerpo para sí. Una bonita trampa y yo cayendo en ella como una ingenua. --Todos sabían que el poder del Black no podía durar eternamente, apareció poco pero hizo el suficiente daño a la comunidad mágico como para que no lo olvidemos, no, el toujurs pur no es su verdadero lema, estoy segura que le va más por el bien mayor, el suyo propio ¿y quién dijo que realmente le cedió el poder a la Potter Blue?¿Acaso la han visto en algún otro lado luego de que se la llevaran de Suiza? No, el Black no cedió el poder, la usa de marioneta. Fantástico, iba mejorando, ahora discutía de política con el espectro. Aunque no podía negar que todo era muy complejo y ¿Dónde había tomado posesión de su cargo Sagitas? ¿Lo había hecho? A mi mente volvió aquel extenso reportaje que le había hecho años atrás. Me estremecí, ese recuerdo había sido extraño, marcaba una realidad en nuestras vidas que me había negado a recordar luego de aquel día. ¿Buckingham o el Ministerio? Claro que decían que el palacio había volado por los aires cuando el discurso del Black. ¿Cómo habíamos llegado a ese derrotero tan extraño de la magia? Pensé en el gen que eliminaba la magia y me pregunté si eliminaba demonios, en el estatuto del secreto de la magia ¿podría un giratiempos volverlo atrás? Difícil. --Ya debo irme, tú solo buscas retenerme e impedirme que llegue a mi destino, no quiero tu oro Kaonashi, lo que quiero tú nunca podrás dármelo --susurré mientras me despegaba de la pared y me adentraba en el callejón para desaparecer.

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