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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Le había entregado la gema a Lawan, y éste lo volvió nuevamente a su forma original. Tomo su varita, que posaba sobre las rocas de colores luminosos y se adapto una vestimenta más adecuada para la ocasión. Acostumbrado a trajes, ahora debía conformarse con un par de telas sobre su completamente tatuado cuerpo.

 

Evidentemente, pensó, con respecto al comentario de Lawan. Quizás por eso había decidido tomar la clase. No obstante, asintió con el ceño ligeramente fruncido y se concentró, una vez más, en lo que las serpientes siseaban. La mayoría de ellas hacía comentarios comunes para sus oídos, cientos de palabras donde el ego, a pesar de ser animal, no sobrepasaba lo que él estaba acostumbrado a escuchar. Altanería, un poco de territorialidad, cosas que él mismo compartía con ellas en su día a día y que realmente no veía como una amenaza, sino como algo normal.

 

El olor a tierra mojada llegaba a su nariz como un calmante, aún seguía preguntándose cual seria aquella prueba, y esperaba poder superarla con éxito, aún teniendo toda la confianza en él mismo, las cosas no siempre podrían salir según lo planeaba, y, hasta podía perder el control. Cada minuto rodeado de serpientes lo hacia un poco más apegado a ellas. Para una persona como él, era difícil sentir las cosas como un reto cuando estaba acostumbrado a ellos.

 

Estoy preparado, Lawan. respondió, esperando que indicara que hacer.

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La Triviani dió pocos pasos antes de encontrarse con Lawan y el verdadero lugar donde él entrenaba a sus discípulos. La bruja venía mosqueada, susurrando por lo bajo y se acercó a donde el arcano le esperaba. Este solo la observó y emitió unas preguntas que sacaron una diminuta sonrisa en su rostro. Recordó los acontecimientos de hacía un par de segundos e internalizó el porqué de tomar dicha habilidad.

 

Aunque la Triviani se sentía más familiarizada por las habilidades de Legilimancia, Oclumancia y Videncia, el hecho de leer Hablantes de Parsel en la plantilla encendió su curiosidad, tras investigar la curiosidad creció, y la interrogante de sobre qué pensarán muchas veces la serpiente, se hacía presente cada tanto en su mente.

 

- Me gusta la sumisión, encuentro placer en el dolor infringido para llegar a grandes puntos de poder sobre mí - soltó, lanzándole una mirada picara al arcano - Conocer el verdadero sentido del dolor es difícil, todos lo sentimos o demostramos de formas diferentes, mi umbral del dolor es bastante alto aunque dependerá de muchos factores - finalizó, girando su cabeza a un lado, con la vista fija en los ojos de Lawan.

 

- Porque quiero aprender esta habilidad, realmente no se. Digo, me genera gran curiosidad las serpientes y sus pensares, pero pienso que sería una gran fuente de poder a futuro - expresó, para esperar alguna indicación por parte del hombre.

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Lawan no mostró interés en las palabras de la bruja. Que fuera hasta el oasis a decir que no sabía porque quería aprender la habilidad, no era una señal de alguien comprometido con ella. Los ojos del vietnamita eran fríos cuando cruzó visión con la mirada grisácea de la mujer. Si lo que pretendía era demostrarle valentía, estaba perdiendo el tiempo, y haciendo que él también lo perdiera.

 

-Kanit te acompañara a dar una vuelta -Dijo al mismo momento que la serpiente nombrada de raza Krait Malayo, se acercaba a los pies de Zoella - Muéstrale el hábitat siempre respetando los límites -Concluyó en Pársel.

 

Kanit con una mirada áspera alargó su lengua reiterada veces hasta poder ver que la aprendiz se ponía en movimiento. Sabía lo que Lawan quería que hiciera y estaba gustosa por obedecerle. Era una buena posibilidad de mostrar que su lugar dentro del oasis podía ser más importante del que desempeñaba en aquellos momentos.

 

Debes entender que Lawan no tiene tiempo para personas que no saben lo que quieren” Siseo la serpiente, mientras arrastraba sus 103 centímetros por la tierra lodosa alejándose del pantano. El cuerpo circular color blanco estaba cubierto por manchas redondeadas color negro, dejándole un aspecto visual parecido a las rayas.

 

¿Entiendes algo de lo que te estoy diciendo?” Preguntó deteniéndose el tiempo suficiente para mirar a la bruja “Te llevare a la orillas del río, a Lawan le gusta pescar. ¿O prefieres ir al bosque? Allí suelo tener mucha comida, pero tengo algunos lugares prohibidos” La serpiente continuaba hablando a medida que dejaban atrás al pantano y a Lawan.

 

 

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Debe ser una buena señal, entonces, que no se haya quedado a medio transformar; significa que las lecciones de Aaliyah Sauda, de hace un par de años, dieron resultado. La arreglaron, aunque fuese mínimamente. El dolor no es que haya desaparecido, sino que más bien el cuerpo que lo sentía fue el que se esfumó. Aunque considera que tiene un alto umbral de dolor, no lo extraña. No le parece placentero ni cree que le haga hecho respetar a nada que lo produzca. Aquellos son comentarios que es mejor mantener para sí misma, le parece. Mientras escucha el arcano, el taipán papuano se arrastra sobre el suelo, serpenteando ligeramente. La experiencia es... surrealista. Sólo así puede describirla. Sabe que lo que ha sucedido es una locura, incluso dentro de las cosas locas que ocurren debido a la magia. La reacción natural debería ser cualquier otra que estar paseando en ese nuevo cuerpo. Ni siquiera podría decir cómo se siente con exactitud. Lo único que puede afirmar, es que todo parece un sueño y parece que la única opción es avanzar.

 

El arcano le encarga una misión, por supuesto. Es algo típico de ellos. Aunque no es explícito acerca de los motivos, se atreve a suponer que tiene algo que ver con adaptarse a ese cuerpo para ¿comprender a las serpientes? ¿Porque sólo ser capaz de hablar no es suficiente? Sí, eso parece algo razonable. Quizás comunicación a otro nivel, o algo por el estilo. De nuevo, todo le parece demasiado surrealista.

 

«Uhm... okey...».

 

Por desgracia, o quizás por fortuna, no puede cumplir con aquella misión por sí sola. Deberá trabajar con otras serpientes. Serpientes reales, no animagos ni magos transfigurados. Ahora le parece un poco más evidente el asunto de comprender a estos animales estando en su piel. La verdad es que se siente un poco —muy— intimidada. Nunca ha practicando algún tipo de trasfiguración radical, más allá de usar la poción multijugos una que otra vez. Nunca ha estado tan lejos de su cuerpo, tan lejos de sí misma. Aunque aquello le parece a una práctica más relacionada a la animagia, se obliga a recordar que debe seguir adelante si quiere controlar sus poderes. Quizás ahora no lo vea, pero en el futuro, ojalá uno no muy lejano, lo entenderá. Así pues, Madeleine se aleja del arcano.

 

Lo primero que debe hacer es encontrar a las serpientes a las que comandará. Esto no es muy difícil. Todas están cerca del bungaló del arcano. Lo difícil será convencerlas...

 

Un mago puede hablar pársel con una serpiente, una serpiente se comunica en pársel con un mago. Sin embargo, la comunicación entre serpientes es diferentes. Estos animales analizan las señales químicas que los rodean a través de los sentidos del gusto, olfato y el más importante, el sistema vomeronasal. Es con éste último que pueden rastrear presas, oler a los depredadores que se acercan y comunicarse con sus compañeras. Ahora Madeleine depende de este nuevo sentido.

 

Aquello no será tan fácil como hablar con ellas. De alguna forma, lo sabe. Tiene que solucionar las cosas, de la forma en que se hacen en el mundo animal y, especialmente, entre las serpientes: demostrar su dominio, imponerse como el mejor, el más grande, el más fuerte. Las otras serpientes también lo saben, ya que la rodean. Tres de ellas permanecen atrás de ella, mientras que una se le planta al frente. Lo primero que hace ésta es empujar su cabeza hacia el suelo, como si buscara someterla. No puede permitir que eso ocurra. De inmediato, desenfunda los colmillos y los clava en el cuerpo de su oponente. Ignora si su veneno le hará algo, pero la fuerza de su mordida debe hacer que su oponente retroceda, mientras que con su cuerpo más grande y más fuerte aprovecha de voltear la situación. Se enrosca alrededor de la otra serpiente y la obliga a mantener la cabeza en el suelo. Las otras no se involucran, sino que observan en silencio...

 

Por fin, siente cómo los músculos de su oponente se relajan. Ha ganado.

 

ϟ ϟ ϟ
Las serpientes, dirigidas por el taipán papuano, recorren el oasis. Obviamente, el plan principal de la serpiente comandante es buscar en la superficie, pero entonces percibe algo. En verdad, todas los hacen y quizás es por eso que le presta atención a aquel detalle. Algo se mueve debajo de ellas, rápidamente... No se trata de una sola presa. Son varias. Van en diferentes direcciones. ¿Caminos subterráneos? ¿Es eso algo habitual en conejos? No es que importe demasiado, en verdad, si es que todo fue orquestado por el arcano. El taipán papuano busca una entrada a la red de túneles subterráneos, con sus subordinadas siguiéndolo. Hay muchos caminos que tomar y, por supuesto, la mejor opción es separarse. «Conejo. Gema». La comunicación no es verbal, no sucede con palabras, pero logra transmitir aquel requerimiento a las demás.
El taipán recorre, al igual que las demás, los túneles. Todo es oscuro, pero no depende de la visión. Puede percibir los movimientos de sus compañeras y así sabe qué lugares evitar, para no chocar; puede percibir al conejo huir, apresurado, de su fatídico destino; puede percibir algo más, quizá una esencia mágica que sólo puede percibir siendo algo más que una serpiente. De cualquier forma, su principal concentración es encontrar al conejo.
«Lo tengo», percibe a una de sus compañeras. Casi puede ver cómo salta hacia la presa... el veneno corre, el conejo pierde fuerzas. Entre la sangre, aparece la gema. Y ésta desaparece. Nadie entiende lo que sucede. Luego, otra de sus compañeras. «Yo lo tengo». Pero lo mismo ocurre. El conejo se da por vencido, la gema desparece... ¿qué clase de juego es aquel? ¿Con cuántos conejos debe acabar?
Luego de una derrota más, dos túneles cercanos se agitan cuando algo se mueve en su interior. Hay dos conejos más en ellos. Sin embargo, Madeleine sabe que ha pasado bastante tiempo... No puede ir tras los dos, debe tomar una decisión. Se concentra y hace que sus compañeras también lo hagan. ¿Cuál es la diferencia entre ambos conejos? Ambos corren a la misma velocidad, parecen tener el mismo tamaño. «Uno de ellos está más asustado que el otro». Una de las serpientes lo percibe y el taipán también lo hace entonces. El miedo es algo que pueden percibir, que pueden oler prácticamente. Un conejo de verdad teme ser atrapado, como si hubiera algo especial e importante en él, quizás. ¿Debe tomar el riesgo? ¿Debe confiar en ellas?
«Es mi única opción»...
Así que el taipán sigue a ese conejo, el asustadizo. Salta hacia él, le clava los colmillos donde mejor entren, lo envuelve con su cuerpo... Y, entre la sangre, aparece la gema. La mantiene en su boca, el único lugar donde puede sostenerla y guardarla.
Salen a la superficie. Madeleine, arrastrándose por el suelo y todavía siendo seguida por las serpientes, busca al arcano para mostrarle su hallazgo, esperando descubrir el significado de aquella gema y esperando haber hecho un buen trabajo.

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La bruja notó el disgusto en la expresión del arcano en cuanto soltó sus razones para estar ahí, razones que a su parecer eran lo suficiente para que Lawan entendiera que Parcel le generaba una gran curiosidad. La mirada fría del vietnamita cayó sobre la grisácea de la calva que no apartó sus ojos ni un segundo de los de él. Escuchó como llamó a una serpiente larga de color blanco y negro, que la observó y con los ojos la invitó a seguirla.

 

Asintió a Nguyen y caminó con la serpiente a sus pies, arrastrándose por la tierra. Ambos dejaron al pantano y al arcano atrás. La bruja caminaba mientras cada tanto observaba a sus pies, verificando que la serpiente se encontraba aún a su lado. Escuchó unos junto a algunas palabras al azar. Bajó la mirada y en efecto Kanit se estaba dirigiendo a ella.

 

"¿Tu sabes lo que quieres?" contestó la bruja, para sorprenderse de sus acciones. Había entendido vagas palabras de la serpiente pero había logrado soltar más palabras que la vez anterior. Volvió a intentar decir otra cosa, pero soltó siseos sin sentido alguno. Revoleó sus ojos y siguió caminando,

 

Asintió apenas a la serpiente - Entiendo poco, pero cuando intento hablarte sólo sueltos siseos sin sentido - bufó, escuchando la propuesta de Kanit para agacharse un poco "Bosque" logró sisear para ver como la serpiente sacaba su lengua un par de veces y cambiaba la dirección del rumbo en el que estaban. La bruja se levantó y siguió a la Krait Malayo para adentrarse al bosque.

 

La mujer escuchó un par de siseos m{as, y entre ellos algunas palabras, otra vez, que se interrogaban sobre su presencia ahí. Ignoro todo y decidió dirigirse a la serpiente "¿Que hacemos?" arrojó al aire, mientras ralentizaba sus pasos. A la bruja le causaba gran curiosidad el porqué Kanit desobedecìa las palabras del viejo hombre, aunque le causaba más intriga de porque el bosque.

 

Observó a su alrededor y un par de serpientes que no logró identificar aparecieron en los árboles, la observaron con sus oscuros ojos y se dirigieron a su guía, interrogando sobre porque la trajo.

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El arcano estuvo midiendo desde lejos cada paso que dio Madeleine, convertida en una serpiente, para lograr conseguir la gema. Aunque se tomo su tiempo, pudo ver como utilizo el pársel para dividir sus fuerzas y conseguir atrapar a los conejos. La destreza que podía ver, le mostraba que la bruja tenia la capacidad de entender la habilidad para poder desarrollarla en el futuro. Algo que desde luego debía de prestar especial atención. Cada aprendiz era diferente y llevaba el despertar de la habilidad, de maneras distintas, algunos lo hacían rápido y otros debían esforzarse un poco mas.

 

"Bienvenida de regreso" Saludo a la Taipan, antes de tocar con la punta de la varita, la cabeza del reptil y que pudiera volver a su forma humana.

 

"Cuéntame...¿Que descubriste siendo una serpiente? ¿El Pársel te resulto mas fácil?" Pregunto entre siseos, esperando que le respondiera.

 

Lawan apreciaba las visiones diferentes que tenian los alumnos con respecto a la clase. Le gustaba debatir sobre lo aprendido y entender que era lo que se llebavan de aquel oasis, ademas de la posibilidad de ser un hablante de pársel.

 

 

 

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La chica decidió ir al bosque, por lo que el rumbo de Kanit fue en aquella dirección. Su cuerpo se deslizaba con suma sencillez por encima de la vegetación, las palabras de Zoella le llegaban en forma de ondas que podía entender un poco a medias. Apenas conocía el idioma de los humanos lo suficiente para entenderlos. Por lo que su lengua bífida, entraba y salia de su boca probando el aire. Con ella podía obtener mas información sobre lo que ocurría a su alrededor.

 

"Iremos con las crías" Respondió acelerando el paso "Lawan me manda al criadero, cuando me porto mal. Allí debemos enseñarles a la nueva generación todas las reglas del mundo... y a poder comunicarse" Siseo de forma rápida, elevando la velocidad, hasta darse vuelta y enredar a Zoella con su cuerpo para hacerla caer "¡¡Apurate pulgosa!!"

 

La serpiente llevo a la Aprendiza hasta una hendidura formada entre dos grandes rocas, ahí había huevos rotos y huevos aun esperando por romperse. Tres pequeñas serpientes estaban dando sus primeros pasos fuera del nido. Se arrastraban con timidez para lograr salir de las rocas.

 

"Bubabybu" Siseaban

 

"No tenemos que dejar que se alejen" Replico la Krait Malayo con una rapida mirada hacia la bruja.

 

 

 

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Madeleine estira los brazos, deleitándose con la sensación de volver a tener manos y dedos. Si bien logró adaptarse a la forma de serpiente, tiene muy claro quién es y qué es. No pasó años descubriéndolo y probándolo, para olvidarlo por una experiencia de un par de horas. Quiere pensar que la ausencia de un comentario sarcástico, o quizás pasivo agresivo, significa que hizo un buen trabajo. En la mano sostiene la gema en forma de lágrima... El estómago se le revuelve cuando vienen a su mente las imágenes del conejo, pero sacude la cabeza. No fue ella, esta Madeleine, la que lo hizo. En aquel escenario, era natural que la serpiente acabara con aquella criatura. Le gustaría preguntar qué sucede con la gema, si es que tenía alguna importancia, pero es el arcano el que comienza con las preguntas. Supone que ahora se ha ganado el beneficio de una plática con Nguyen.


Pero, la verdad, aquello no es tranquilizador. Madeleine es buena cumpliendo retos como el de perseguir al conejo. Es buena para actuar, para usar la fuerza bruta, para pensar sólo en cómo cumplir la misión que les encomendada. Pero, razonar... Tener alguna charla profunda e interesante... Simplemente, no es lo suyo. Está segura de que si el arcano Nguyen le leyera la mente, sólo escucharía un concierto de grillos, quizás el resonar de una insistente gota de agua salir de un grifo.


Sin embargo, ya ha llegado muy lejos como para echarse hacia atrás. Cierra los ojos e intenta encontrar una idea a la que aferrarse.


—Creo que confirmé que éste es el cuerpo que mejor me queda y donde realmente, me siento yo —replica Madeleine, cruzando los brazos sobre el pecho—. El pársel... creo que comienza a fluir con más... ¿naturalidad? —sisea la última palabra, en el lenguaje de las serpientes.


Sabe que el don está en ella. No debe aprender a hablar con las serpientes, sino que debe aprender a dejar que el poder fluya. Tiene la sensación de que comienza a volverse algo más natural, no pretende mentirle al arcano. ¿Es porque su sistema se adapta a aquella magia, a aquel don, o es porque ella comienza a aceptarlo? Quizás sea un poco de ambas cosas. Supone que el cuerpo necesita adaptarse, pero ella también debe aceptarlo. Debe dejar de verlo como una maldición, un presagio de que algo está mal en ella. ¡Están en el año 2020! La gente ya no piensa que hablar con las serpientes es algo de magos tenebrosos, ¿cierto? Ella, por lo menos, comienza a entenderlo... Aunque es difícil olvidar aquel dicho acerca de los descendientes de Salazar Slytherin.


«Pero yo soy Gryffindor, al cien por ciento».


—Sí, creo que fluye con más naturalidad. Creo que comienzo a desarrollar la capacidad de dominar el don y, también, supongo que he comenzado a aceptar que es algo que es parte de mi —musita Madeleine, hundiendo las manos en los bolsillos de la túnica—. Un obsequio de mi madre, quizás.

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La Triviani siguió a la Krait Malayo que ignoró la presencia de las otras serpientes. Por su parte, sólo les miró a avanzó por el bosque. A sus pies Kanit aumentó la velocidad y le indicó a Zoella a donde se dirigían. La bruja entendió vagas palabras y se sentía como si estuviera hablando con un aborigen que a penas y pronunciaba cosas en otra lengua.

 

Una precipitación llegó a los pies de la calva, sintió algo enredar su pies para hacerla caer subitamente. Un fuerte golpe llegó a su cabeza, causándole algo de confusión y desorientación, escuchó las palabras de la serpiente a lo lejos, pero las escuchó tal cual las pronunció ¿Habrá sido ese golpe lo que terminó de abrir aquello que en su mente empezaba a aparecer? Se incorporó y observó a Kanit a un par de metros, observando una hendidura entre dos grandes rocas.

 

La bruja gateo hasta quedar arrodillada a un costado, observando desde arriba como las pequeñas crías rompían el cascarón para empezar a vivir en el nuevo mundo para ellos. Una suave sonrisa se alojó en sus labios, recordando los miles de nacimientos de crías que había presenciado dentro de la Trastienda del Concilio. Alargó su dedo y acarició una de las más pequeñas crías que sólo soltaba balbuceos en medio de sus siseos. La bruja se sintió identificada al momento, recordando como ella misma había dicho siseos sin sentido, justo como estas crías recién nacidas.

 

Observó a la Krait Malayo que le habló y ella asintió, esperando a que el reptil empezara con su trabajo. Una de las pequeñas, salió del nido y la bruja mantuvo la vista sobre ella específicamente, siendo la misma a la que segundos antes había regalado una suave caricia. La pequeña serpiente observó a la bruja y siseó, sin sentido esperando una respuesta de Zoella.

 

"Pronuncia conmigo" comenzó la Triviani, inclinando su torso a la pequeña serpiente de Coral, que mantenía sus diminutos orbes negros visualizando a la bruja. La misma acercó su rostro, sin miedo y esperó a que esta siseara nuevamente "Cola" pronunció, observando como la serpiente de Coral sacaba su lengua y siceaba el inicio de la palabra, sin éxito.

 

La bruja soltó una pequeña risa, y la serpiente de Coral sacó su lengua un par de veces. A su espalda escuchó un llamado y dicha cría regresó a donde lo que suponía era su madre estaba. La bruja asintió a la serpiente y se acercó "Hola, ayudaba a Kanit" soltó como pudo, pronunciando un poco mal la palabra ayudar.

 

La serpiente se acercó a sus crías y comenzó a hablar "Pequeñas, es hora de que se aventuren en la isla, pero antes deben aprender hablar" la Triviani presto total atención, intentando atar cabos en cuanto a la gran mayoría de palabras que ahora entendía.

 

La serpiente de Coral alzó la vista a ella y preguntó "¿Entiendes algo? o al menos la gran mayoría" la bruja, por su parte asintió, acomodándose en su sitio. La serpiente de Coral lanzó una mirada a la bruja y siguió con sus pequeñas crías. Por su parte, Zoella no sabía qué hacer y decidió acercarse a Kanit "Y bueno, ¿Que prosigue?"

Editado por Zoella Triviani

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Los ojos rasgados del Arcano evalúan el rostro de la bruja, buscando la negación habitual que sostienen todos los aprendices al ingresar a su parte del oasis. Puede ver como la mente joven empieza a tener una brecha por donde empieza a fluir la habilidad. Aunque estaba cerrada al llegar, nota que ya empieza abrirse a la posibilidad de hablarlo con naturalidad. Por lo menos, entendió sus preguntas en aquel idioma y expresaba sus ideas en su lengua natal. Asintió para confirmar que aquel siseo dudoso era la palabra "Naturalidad".

 

"¿Tú madre sabe hablar pársel?" Pregunto mientras empezaba su camino al Bungaló. Era la hora de beber algo para refrescar la garganta después de usar tanto la lengua. "Cuéntame de ella. Pero inténtalo hacer con la habilidad. Deja que fluya" Observo que Madeleine aun tenía la gema brillante "Quédatela. Te recordara tu tiempo aquí".

 

Lawan escucho con atención los siseos de las serpientes bajo la tierra que venían caminando mientras se alejaban del lodo. A cada paso que daban se podía escuchar con mucha debilidad la palabra "Muerte". No le extrañaba la agresividad de algunas especies de serpientes, ni tampoco sus pocas dotes sociales para fraternizar con especies diferentes, pero si aumento su alerta al notar la advertencia que aquello encerraba. No dudo un instante en volver a empuñar su varita de cristal, aunque solo apunta al suelo aunque una serpiente del material de la varita enrolla su brazo como una continuación de la misma.

 

"Tarantallegra" Siseo dejando que el rayo escapara de la punta de la vara con destino al pecho de la Moody quien caería en un frenesís de baile por un buen rato.

 

 

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Kanit disfrutaba viendo como Zoella se comportaba con las nuevas crías de su hábitat. Le agradaba la bruja al punto de que no le importaba que dijera palabras de forma errónea o que tuviera un olor extraño por el barro que había quedado pegado en su vestimenta. Cuando la madre serpiente llamo a sus crías y se dispuso hacerse cargo, la Krair Malayo se deslizo fuera de las rocas para emprender otro rumbo. Había tantas cosas que le quedaban por mostrar que el tiempo se le agotaba. No sabía cuánto duraría aquel paseo sin que Lawan notara que no estaba precisamente llevándola a "La Fosa de Las Locas" como llamaba él a un lugar donde las serpiente se apareaban todas juntas formando una especie de ser gigante con mil ojos que siseaba.

 

"Sígueme si puedes, Pulga" Siseo emocionado empezándose a deslizar por el bosque sin mirar a donde iba. Su cuerpo apenas rugoso se adhería con perfección a las diferentes superficies del oasis. Aflojo la velocidad para que la vampira pudiera alcanzarlo. Quería hablar con ella, y averiguar cosas de la vida fuera de allí. Kanit pecaba por ser muy curioso con los aprendices. Cuando todas las serpientes querían matarlos apenas tocaban la isla. Él solo quería hablarles y que le contaran como era ser diferente.

 

"¿Cómo es tu vida fuera del oasis? ¿Es cierto que viven en Castillos Flotantes? Lawan tiene uno, pero no es tan grande. También dice que hay gigantes en el mundo que aplastan a las personas de tu raza ¿Tienes familia? ¿Desde cuándo puedes hablar con nuestra especie?" Empezó con sus mil preguntas. Esperaba que Zoella le contestara en algo que pudiera entender un poco, sino debería de morderle un tobillo para que se pusiera en sintonía con el paseo. Eso es lo que siempre le decían que hiciera con las crías desobedientes. Ya que un poco de peligro siempre venía bien, pero Kanit no quería lastimar a su amiga.

 

 

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Juguetea unos segundos con la gema, dubitativa. Hablar de Pandora es algo que, cuando tiene la opción de hacerlo, prefiere evitar. En su relación, nunca estuvieron en igualdad de condiciones: Madeleine pasó muchos años de su infancia y adolescencia queriendo encontrar una familia, mientras que Pandora había tenido una larga existencia y había llegado a sentirse hastiada de su no-vida. Al principio, fue sencillo. Se reencontraron, cómo no, gracias a la Orden del Fénix y Kris —aunque Madeleine está convencida de que nunca fue buscada en realidad—; Pandora la introdujo a la familia Stark y a Winterfell y a las macabras misiones de la Orden Oscura. Fue divertido mientras duró. Por ese tiempo y por una serie de eventos desafortunados, desencadenados por la propia Madeleine, la maldición de Mordred cayó sobre Pandora. «Pero acabar con su existencia fue su decisión —se obliga a recordar—. No le importó dejarme».

 

Cierra los ojos, intentando concentrarse. Debe expresarse, pero no con las palabras que suele usar, no de la forma que suele hacerlo.

 

Era una hablante de pársel, sí —responde en pársel, con un siseo ronco. Hace unos seis años que no está y todavía parece que, de alguna forma, encuentra la forma de entrometerse en su vida, arruinarla, ponerla de cabeza... Todavía la quiere, pero desearía no hacerlo. Prefiere enfocarse en su verdadera familia, los que estuvieron y están con ella: Catherine, Richard, Athena, Aimé, Eileen, Bel, Melrose. Prefiere enfocarse en ellos, humanos como ella, personas que sí entienden—. Aunque no es la única de mi familia que puede hacerlo —añade, pero prefiere no entrar en detalles sobre su complicada relación con Pandora y Cath.

 

No tenía pensado añadir más, pero pensar al respecto le hace sentir un poco mejor. Como si de algo natural se tratase, al nivel de las violentas manifestaciones mágicas que padeció en la infancia o la terrible llegada de la pubertad.

 

Creo que ellos siempre lo supieron, ¿sabe? —finalmente, Madeleine decide dejar de juguetear con la gema y la guarda en el bolsillo de la túnica. Escucha vagamente los siseos, aunque no les presta atención. Sin embargo, sí advierte la tensión creciente en el ambiente— No era extraño, ni nuevo, sólo era parte de ellos. Yo, en cambio, ya estoy vieja para estos descubrimientos. Supongo que pensé que ya conocía todo de mi misma, pero...

 

La sensación de haber recibido un puñetazo en el estómago, hace que se detenga. Le gustaría caer al suelo, pero sus piernas no responden a ella. Al principio parece que todo se está moviendo, pero entonces se da cuenta de que es ella misma, quien está bailando sin control. Con los reflejos de antaño, Madeleine empuña su varita de ébano y la agita con rapidez, mientras conjura para sus adentros un finite incantatem.

 

—¡¿Pero qué demonios le pasa?! —espeta Madeleine, sin aflojar el agarre de su varita.

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