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Libro del Caos


Bakari
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Los vio fallar, aquella sensación fue aún más gratificante que saber que pasaría de antemano. Rió, con sorna, alto y fuerte, botando un poco de saliva, como un animal. Aquello no era más que una carcajada burlona, sus ojos negros fijos en ambos Ingleses. Los dos se movieron casi al unísono, como títeres cocidos con la misma aguja, enredando sus cuerdas torpemente, pero ninguno supo manipular minuciosamente la oscuridad que alberga su alma de manera tal que, al menos, pudieran haberle tocado un pelo a su calva cabeza.


—Débiles —escupió, su voz sonó monstruosa—. ¿Y para esto irrumpieron mi sueño? Son un chiste, una broma barata, seres insignificantes.


Estaba, podría decirse, enfadado. Observó a quien parecía incentivar la trifulca pues el muchacho no dejaba de golpearse con sus propias manos. ¿Por qué los Guerreros Uzza habían acabado tratando con tamañas personas como los europeos? Se preguntó silenciosamente qué deuda estaban pagando para con el Universo, por qué se les adjudicaba semejante castigo. Rueda del poder, pensó posteriormente . No se merecían ni una lección a regañadientes, por impertinentes, pero les enseñaría de qué estaba hecho y de qué deberían estarlo para poder adquirir su conocimiento.


La tierra bajo sus pies vibró, tanto Beltis como Orión podrían sentirlo, temblarían sus huesos. La cúpula que les rodeaba convirtiéndolos en Squibs no permitiría que se protegieran de nada ni de nadie, siquiera de las hirientes burlas de Peeves. La noche centelleó así como las luces de la aurora. La nieve casi se derretía por el calor que el espíritu imponente del guerrero Bakari desprendía, como sus espadas en batalla, como el árbol donde solía citar a sus pupilos o las flechas con que éstos quisieron herirlo tomándolo por sorpresa.


Vara de cristal, sectusempra


No reía, pero mantuvo la sonrisa cínica en su rostro curtido mientras saboreaba aquella invocación. Entre sus manos la varita de un carmesí latente creció casi hasta adoptar su altura y, combinada con la magia que la rueda de poder le confirió aumentando su fuerza. Consiguió impactar sin titubeos un rayo mortal —convertido en efecto— en el pecho de Malfoy quien cayó de rodillas sin que su compañero siquiera tuviese tiempo de saber de dónde hubo provenido el ataque.


—Un guerrero no huye, Malfoy— él todo lo sabía—. Un guerrero actúa. Actúen si creen ser dignos del caos que reside en el mundo ¡Actúen!


Gritó como un loco.

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  • 4 semanas más tarde...

Los rayos del sol se colaban a través de las rendijas entre las cortinas que cubrían los amplios ventanales de la biblioteca de la mansión Delacour, la ojiazul había pasado la noche en vela resolviendo infinidad de asuntos que requerían de su total atención ahora que sus padres se hallaban lejos de los terrenos de Ottery y mucho más allá de las fronteras inglesas, incluso las europeas.

 

Sus ojos se adaptaron a la luz que entraba en un sencillo parpadeo, tantas cosas que atender a veces que ya no se le hacía extraño tener noches en las cuales no conseguía pegar ni un momento los ojos para buscar descanso, la multitud de asuntos que tratar le quitaba de su tiempo, algo por lo cual incluso algunos de sus familiares le cuestionaban debido a eso era el hecho de que se hubiera inscrito a cursar un nuevo libro de hechizos cuando su vida parecía estar tan ajetreada, pero ella no pudo pensar un mejor momento para hacerlo, tal vez cursar el Libro del Caos justo ahora era lo que necesitaba para aprender a resolver ese caos que a veces parecía querer controlar su vida y sino era así al menos aprender a vivir con él sin dejar que le robara su energía.

 

Se puso en pie detrás del escritorio de Caoba y se dirigió a su habitación, allí después de darse un baño y colocarse ropa limpia que consistía en un pantalón negro con botines a juego, una blusa blanca y una túnica negra, tomo todo lo que pudiera necesitar para presentarse a aquella nueva aventura del conocimiento con la cual buscaba ir haciendo crecer más sus poderes, tomó su varita y guardandola en su túnica se acomodo un poco el cabello que llevaba suelto antes de usar la aparición para llegar a los terrenos de la universidad.

 

Ya en el lugar no se adentro hacía los salones de clases ni al ateneo en sí, en cambio se dirigió a la zona norte de aquel lugar donde pudo observar a lo lejos una pequeña tienda que suponía era el hogar del guerrero, no se acercó a ella sino que pasó de largo buscando el lago que era donde se debería encontrar con Bakari quien sería el guia para aquel libro, se ubicó en un punto en donde podía apreciar el lago a cierta distancia y en el punto opuesto aún lograba ver la tienda, ahora era momento de esperar a que el Uzza se presentará para ver si podría vincularse con aquel libro.

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No se sentía bien, sus ánimos eran tempestuosos, como el final de invierno lo había sido. La pelirroja se paró frente al espejo de su habitación, lucía un corto cabello pelirrojo con las puntas rubias, sus ojos, habitualmente castaños tenían el tinte rojizo vampírico que solo Scarlet podía lograr. No sabía bien cuál de las dos era la que dominaba esos ojos en ese momento, si sabía que era ella, Darla, la que tenía la mirada triste y apagada que ellos reflejaban. El resto de su aspecto no era mucho mejor, jeans cargo elastizados negros, borcegos de cuero, una ajustada camiseta negra sobre la cual llevaba una camisa atada a la cintura, era el toque de "color" ya que era gris. En el bolsillo lateral derecho llevaba su varita y en el lado izquierdo firmemente ajustado al cinturón con magia su bolso de piel de moke donde varios frascos con poderes y pociones descansaban. Sus manos lucían llenas de anillos, de las habilidades y poderes, destacando entre ellos el más importante para ella, el de compromiso. A su cuello una cadena de plata sostenía un par de amuletos.

 

No podía estar más cargada... bueno, eso no era del todo cierto, tomó el libro del caos de sobre la cómoda y lo guardó en el bolso de piel de moke, el hechizo agrandador de Hermione Granger parecía pequeño al lado del que utilizaba la Potter Black ese día. Frunció el ceño al ver la hora y de mala gana se desapareció de su habitación rumbo al ingreso de la Universidad. No podía aparecerse dentro pero si a las afueras y cuando llegara allí re leería en sus notas a dónde debía ir.

 

El crac de la aparición no sorprendió a nadie, magos y brujas se movían por el lugar habitualmente de esa manera. Darla sacó del bolsillo la nota de respuesta a su inscripción, decía que debía dirigirse hacia el área norte, cerca del lago. Ya había estado en ese lago, recordaba bien a la Arcana que la había llevado por allí cerca. Los guerreos Uzzas y los Arcanos no se llevaban del todo bien, así que mejor ni mencionar con ellos ese detalle.

 

Apresuró su paso hacia el lugar indicado, había una tienda en el lugar, pero había leído no solo el libro, sino el carácter de aquel mago, así que optó por seguir de largo hacia el lago, a los pocos metros no corta fue su sorpresa al observar que cerca del espejo de agua no era el guerrero Uzza quien se encontraba sino una joven bruja de cabellos rubios, cuya túnica era mecida por una suave brisa que había en el lugar. Ella hacía tiempo que no usaba túnicas, recordó en la época que éstas tenían bordada primero el logo de Hufflepuff, luego el de la O.O y finalmente el de Ravenclaw. No, su vida no había sido ni sencilla ni quieta pero no añoraba la paz de aquellos años, aunque sí se arrepentía de no haber robado el diario mágico.

 

Sonrió mientras se acercaba a dónde estaba la bruja y le hizo un gesto con la mano, en señal de saludo cuando aún estaba a mitad de camino.

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El guerrero cerró un poco los ojos al salir a la luz del día. Llevaba muchas horas encerrado en su carpa, leyendo un libro antiguo que había recibido de un compañero Uzza, también Tiferim como él. En un principio lo intuyó aburrido pero las horas habían pasado mientras sus dedos arrugados iban pasando páginas de forma delicada y asimilando ciertos datos interesantes de cuando su Tribu aún vivía en la Montaña Sagrada, consagrada a la Diosa. Si alguien se hubiera atrevido a entrar en la vivienda austera del Uzza, se hubiera sorprendido de ver al Maestro del Caos sumido en una profunda relajación mientras iba leyendo con atención aquellas palabras de gran sabiduría.

 

Su piel era muy oscura y su pelo rizado hacía tiempo que había teñido de blanco aquel negro del que se sentía orgulloso. Bakari era un Uzza entrado en años, mayor, con arrugas y cicatrices suficientes para mostrarlas con orgullo. Como Guerrero Uzza, su piel reflejaba todas y cada una de las batallas que había ejecutado antes y después de convertirse en el Uzza del Caos. A Bakari no le importaba mostrar esa piel al aire libre y, por ello, lucía su torso desnudo cuando se levantó del suelo y dejó el libro encima de su sencilla cama.

 

Salió al encuentro de las dos personas que le había anunciado la Directora de aquel centro. Ingenuas y crédulas muchachas que se creían con poder para saber usar la magia que encerraba el Libro del Caos. El Uzza las alcanzó al borde del lago, mientras ambas miraban aquel cristalino elemento. El Uzza las entendió. Criado entre dunas de arena, el agua era el bien más preciado de aquel planeta y pocos valoraban la necesidad que tenían hacia ella.

 

- Me alegra ver que se conocen - les dijo, a sus espaldas. - Espero que se hayan leído el Libro básico del Caos, esa copia que se venden en sus almacenes. El verdadero está a buen recaudo y nunca lo verán, nunca tendrán acceso a sus más sabrosos conocimientos. Al menos, espero que valoren el honor de tener a su disposición estos hechizos.

 

Su presentación era arisca. Al fin y al cabo, Bakari no era el más común de los Uzza. Le llamaban loco, tal vez porque entre sus múltiples méritos estaba el haber ganado al mismo Dios Anubis en su terreno. A él le gustaba que le llamaran así. Esbozó una media sonrisa que más bien pareció una mueca de desprecio, algo que siempre sentía ante aquellos locos ingleses que intentaban rozar la sabiduría de sus conocimientos en batalla. Si no le obligara un Sello con aquel Ministerio de Magia...

 

- ¿Se creen aptos para usar estos hechizos? Quiero que quede bien claro que aquí no hay hechizos buenos o malos, ni buena suerte o mala... El Caos rige en todos los aspectos de la vida y tendrán que adaptar ese caos a su favor, si es que quieren ganar la batalla.

 

¿Qué Guerrero no querría ganar siempre?

 

- Han leído ya el libro que llevan en sus manos - eso esperaba de ellos, que ya vinieran informados. - Supongo que tienen muchas dudas porque no es un libro sencillo; las pueden ir dejando mientras prueban a jugar con el Caos y conseguir que les sea favorable de todas las maneras. Quiero que intenten cada una contra la otra "La Rueda del Poder". Venga... El Duelo entre ustedes comienza ya. No tengo todo el día para invertirlo en ustedes, así que empiecen, sin más.

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Dennis y ella no habían tenido mucho tiempo de intercambiar palabras, el suave sonido del agua, aún siendo un lago podía sentirse gracias a la brisa, era algo relajante. Y así pareció descubrirlo ella y su compañera, el silencio las envolvía aún cuando la presencia del Uzza fue obvia a sus espaldas. La vampiresa lo dejó acercarse, no quería ser descortés, había leído sobre él, siempre buscaba información sobre sus profesores y sobre sus compañeros de batalla.

 

Se giró e hizo una inclinación en señal de saludo hacia el guerrero, la sorprendió ver su torso cubierto de cicatrices, las guerras habían dejado en el hombre más marcas de las que ella hubiera imaginado. Incluso consideraba que parecía mayor a lo que era, quizás por sus despeinados cabellos y sus marcas de guerra y las arrugas del tiempo y la batalla.

 

—Es un gusto conocerlo —dijo la vampiresa mientras pensaba en lo que él decía de sus libros, obvio, jamás tendrían acceso al verdadero salvo que alguna vez llegara a suceder un milagro de sucesión en los Uzzas —lo he leído maestro —agregó con una nueva inclinación de cabeza.

 

El libro en sí le había resultado un verdadero laberinto y hacía honor a su nombre, lo que ocurriera con cada invocación era realmente un juego del azar y la pericia del hechicero. No dudaba que el guerrero Uzza frente a ella sabía utilizar toda su habilidad más allá de cualquier duda.

 

—Estoy preparada para manejar los hechizos del libro y espero que usted con sus enseñanzas me hagan apta para ello —respondió la bruja, no pensaba agrandarse, sabía que podía hacerlo, pero también era muy consciente de que la mejor manera de hacerlo era con un maestro y eso esperaba que fuera Bakari para ellas.

 

Aunque le dijeran que el hombre no estaba al cien por ciento en sus cabales, era consciente que un hombre que ha vivido tantas batallas y ha sobrevivido tendrá sus propias particularidades a la hora de contactar con sus congéneres en época de paz.

 

Las palabras del caos la alucinaron, en verdad tenía todo esa idea loca en su mente, y por más que intentaba dominarla no podía evitar sentir un leve dejo de ansiedad. Sí, era verdad que para ella la vida era un paso a paso. Claro que no se esperaba semejante rapidez.

 

—Invoco las Fuerzas del Caos mediante la Rueda del Poder, pues sí… mi duda es ¿qué es nivel superior y qué inferior? —de verdad desde que habían perdido los poderes de los magos oscuros y de los de la luz no estaba muy segura de hasta dónde podían llegar o no sus habilidades al respecto.

 

—Nada personal Dennis —murmuró inclinando la cabeza para saludar a su compañera antes de agregar —Cinaede —el efecto del gas venenoso alrededor de la Delacour haría que llenara sus vías respiratorios, invisible, cortándole el aire, para luego provocarle el sangrado y posterior paralización de su sistema nervioso y circulatorio. El poder era un juego peligroso y en este caso la Rueda del Poder había determinado que la Delacour se enfrentaba a recuperarse del más poderoso de los envenenamientos. O al menos eso pensaba la Potter Black, jamás había sido ducha con los dados.

 

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No transcurrió mucho tiempo para la Delacour cuando la llegada de una bruja la saco de sus pensamientos, respondió a su saludo de igual manera con la mano y le dedico una sonrisa amable, la había conocido gracias a su ex compañero de orden y un buen amigo e incluso lo había acompañado a la fiesta de cumpleaños que le había organizado su familia en el bosque hace más o menos medio año por lo que al menos agradecía tener una cara conocida en la travesía que significaba aquel libro.

 

Era algo irónico estar en ese ambiente de paz observando al lago cuando precisamente estaba en ese sitio por el libro del caos, pero al menos esos momentos le sirvieron de respiro para lo que estaba por venir. El Uzza se hizo presente sin más demora dando un saludo algo tosco, sus palabras reflejaban dureza así como las cicatrices de su cuerpo, remembranzas en la piel de grandes luchas o guerras vividas tal vez y que ahora las exhibía como un trofeo vivo de todo lo que había logrado para estar en ese sitio, por lo que a su llegada le mostró su respeto con una ligera inclinación de cabeza donde no considero fueran necesarias más palabras de presentación.

 

Seguía atentamente cada una de las palabras y a pesar de que no le agradaran sabía que eran ciertas, el caos regia en todo en la vida, para que existiera un orden también debía existir su contraparte e incluso en algunas ocasiones el caos predominaba ante todo lo demás, ejemplo claro de ello las últimas semanas de la Delacour donde sentía que todo estaba fuera de su control, por eso su interés en aquel libro, quería encontrar la manera de usar el caos a su favor.

 

— Creo que lo averiguaremos — respondió sobre si se creían aptos para manejar los poderes de aquel libro — si lo he leído y creo que lo demás lo aprenderé sobre la marcha — dijo a Bakari mientras ahora les instaba a iniciar un duelo para probar lo que el libro ofrecía mientras surgían dudas.

 

Escucho a Darla invocar la rueda del poder y así mismo formular una inquietud, una que ya había pasado por la cabeza de la ojiazul teniendo en cuenta que no especificaba mucho la teoría sobre cómo serían establecidos esos rangos superiores o inferiores, que se tenía en cuenta ahora para ellos. Pero ya que su compañera hizo la pregunta entonces recordó sobre otro tema del libro así que saldría de esa duda.

 

— Invoco las fuerzas del caos con la rueda del poder — esperaba que pudiera contar con suerte — y adelantandome un poco con la rueda del tiempo dice que los efectos se multiplican pero eso quiere decir que si es un hechizo que ataca con doce flechas atacará con más? o simplemente el daño generado será el doble de peligroso?— era mejor ir conociendo sobre los aspectos de aquel libro.

 

La disculpa de su compañera por iniciar el ataque llegó ante lo cual solo hizo una reverencia por lo que sería el inicio del duelo y en cuestión de segundos empezó a sentir como sus vías respiratorias se empezaban a cerrar debido al hechizo usado por la bruja, uno que ya había tenido que sentir antes, tenía que actuar prontamente pero incluso contaba con varios segundos antes de estar en riesgo mayor. — Flechas de fuego — pensó mientras empuñaba su varita de la cual empezaron a salir filamentos de fuego en dirección de su oponente que de impactarle le incendiarian la piel produciendo heridas sangrantes. Inmediatamente había pensado su primer hechizo pensó — Anapneo — y nuevamente el aire retornaba por su sistema aéreo permitiéndole respirar una vez más. Se mantuvo atenta a su rival así como a cualquier cosa que dijera Bakari.

 

Los duelos nunca eran sencillos y ahora menos teniendo que lidiar con el caos y todos los poderes que venían con el.

 

Rueda del Poder

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Hasta el momento ni el guerrero ni ellos habían sufrido daños, todos sus intentos por manipular las fuerzas del caos a su favor habían sido en vano; la suerte no los acompañaba. El uzza se reía a carcajadas como si sus esfuerzos, por lo demás mínimos, hubiesen desequilibrado la balanza de forma notoria. Beltis dejó escapar un suspiro de tedio, usando los dedos como marca páginas del libro, al ver que su tirada no había surtido efecto. Bakari solo los miraba con una mezcla de condescendencia y sorna. Habló sobre lo insignificantes que eran y la bruja no pudo evitar poner los ojos en blanco pensando en lo que tenía que aguantar de un supuesto guerrero demasiado ocupado en encontrar creativas formas de insultarlos en vez de tomar el duelo como método de enseñanza.

 

- Si Merlín y los antiguos levantaran cabeza...

 

Cumplían el contrato porque las normas los obligaban, su honor dependía de eso; el honor de todo el pueblo uzza. Pero lo cumplían a regañadientes, cada vez de peor manera y todos parecían compartir la misma reticencia y la afición de tomar a todos los alumnos como molestia. No les gustaba que un alumno tomara la iniciativa y los retara a un duelo, no les gustaba cumplir el contrato con honor, tampoco les gustaba que los alumnos se presentaran a las clases para seguir las indicaciones del guerrero a cargo. A esa altura comenzaba a pensar que lo único que les complacía era retozar en sus carpas y admirarse los tatuajes. El suelo tembló pero la bruja no se amilanó. Bakari podía soltar más insultos que su rostro y sus intenciones no iban a cambiar.

 

Mientras Beltis se aburría de esperar, la varita del guerrero fue creciendo hasta transformarse en una vara de cristal. Lo que sucedió luego la bruja lo había visto pocas veces. Una herida sangrante se abrió instantáneamente en su pecho sin saber cómo. Cayó de rodillas rodeada por la fuerte ventisca del norte. Apretó los dientes

 

- A esto no le llamaría huir

 

Entre el dolor apareció una media sonrisa por la que corrió un hilillo de sangre. Durante todo ese tiempo había tenido acceso al libro y a poderes que no había visto antes y mucho menos sabía manejar, así que el osado movimiento de atacar por la noche a su maestro no le había salido tan mal. El ataque de Bakari la tomó por sorpresa tanto como la desaparición de Orión y del Uzza luego de un grito.

 

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Sanarse le tomó más tiempo del que quería admitir. Durante ese periodo había podido tener acceso a los secretos que guardaba el libro, cuyos poderes le acompañaron varios días con sus noches hasta volver a estar en forma para enfrentarse a Bakari. Volvió a la tienda del guerrero bajo el abrasador sol de la universidad, vestida únicamente con una túnica de lino blanca y el cabello atado en una trenza. Todavía se podía ver la cicatriz a medio sanar sobre su pecho.

 

- Veo que has reparado la tienda -dijo seria, entrecerrando los ojos bajo el molesto sol.

 

Beltis dejó caer sus palabras como saludo mientras dos alumnos se batían a duelo. Si al final lo que le gustaba al uzza era no tener que hacer esfuerzo ninguno. A ambos les separaba un gran abismo y probablemente jamás se entendieran el uno al otro.


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