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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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La noche estaba fria, pero despejada. Se podia sentir un ambiente pesado aunque estaba todo claro. Desde siglos atras el final del decimo mes era un conglomerado de sucesos paranormales que dentro de su fabula tenian algo de realidad, atraian a quienes no se les habia visto en mucho tiempo.

 

No existia reflejo en aquella negra mirada, vacia, que hacia pensar en largos tuneles oscuros al mirarla. Perdida en el horizonte de aquel largo valle, tragandose la luz de la Luna y las de todo el paisaje, acabando con las esperanzas de algunos.

 

Por que volvia siempre a aquel lugar?

 

Habia algo que lo atria, algo que lo alimentaba, que le daba su fuerza y vitalidad. Los destellos celestiales se fueron apagando poco a poco, mientras taciturna desprendia el aroma del miedo que empezaba a infundir.

 

Su cara agrietada poseia ahora una poblada barba, para dismimuir las facciones de aquella maldicion

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  • 4 semanas más tarde...

-Y ahora nos vamos-pronunciaba el demonio agarrando de la mano de su esposa para llevar adentro de la casa, queria ir a su habitacion a terminar con ella lo que habia comenzando antes de esta reunion de amor.Mientras agarraba a su esposa sin tiempo que perder poniendola en su espalda para salir detras de las patriarcas de la Black. Mientras escuchabas las risa de su bruja indicando que le gustaba que hiciera eso, su amada siempre le gustaba que la cargara no sabia el motivo pero siempre ella le gustaba mucho se alegraba y ponia una hermosa sonrisa de oreja a oreja mientras ahora andabamos en Hall de la masion.




Otto ahora sin tiempo que perder subia la escalaras para ir a su habitacion-Falta poco.-comento sincero con una sornisa de oreja a oreja mientras sentia, como la señora Black acentia con la cebeza hasta que por fin llegaban al piso donde andaba su habitacion. Ahora el esposo y la esposa iban a su habitacion llegando en un abrir e cerrar ojos, para abrir la puerta y poner a su esposa en la cama no sin antes voltearse a cerrar poniendo un letrero de no molestar.




@Jessie Black Lestrange


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– Creo que es hora de dejarte...

Gabrielle venía jugando por minutos con una pequeña bola negra, como si fuera una pequeña niña, estaba sentada de piernas cruzadas en el piso; Psicosis se mantenía indiferente ante los juegos de su dueña y miraba a su "hermana" entre las piernas de la Delacour. Solo los gruñidos de la mitad veela y los de su nueva mascota cortaban la tranquilidad de la biblioteca de su padre.

 

Había mantenido en una caja a aquella criatura, alejada de su hermana y del resto de la familia; sabía que aquello era ilegal pero poco le importaba, venía desde francia y, por extraño que pareciera, deseaba una pequeña parte de su país cerca de ella. Como si fuera aún más extraño aquella bola negra mantenía la apariencia de un gato; para ser exactos era una pequeña cría de Matagot en forma de gato, sus ojos azules brillaban cada que la Delacour hacía mover su mano tratando de que jugueteara con ella.

 

No era del todo peligrosa, o al menos era lo que le habían dicho, pero la Black no se dejaba engañar. De niña les había oído mencionar a su madre, cultura francesa o simple leyenda, pero ahora que tenía uno había decidido estudiar un poco mas metiéndose de lleno a la biblioteca de Fernando Black. Si es que Orión había dejado algún libro sin robar.

 

Y ahora ¿Qué nombre te pondré?- Comentó curiosa mientras la pequeña cría palpaba su mano con una de sus patas intentando cazarle. - Y sobretodo cuánto tiempo podré tenerte aquí sin que causes algún daño.

 

Psicosis levantó la mirada, conocía a su dueña y Gabrielle solo soltó un bufido, ella también le conocía a él.

 

– No me juzgues, sabes que me encanta la adrenalina ¡Ve dónde terminé! Con un esposo licántropo difunto y una prometida vampiro...

 

El pequeño gato comenzó a ronronear en el momento en el que la francesa acarició detrás de su oreja y su pequeño conejo estornudó furioso, no le gustaba para nada el compartir pero venía haciéndolo desde que regresó su dueña. Primero la prometida, luego la husky y ahora aquella cría.

 

– ¿Ana? Tienes cara de Ana.- Alzó la ceja y sonrió con malicia.- Aunque no combina con Psicosis.

 

Sintió una pequeña patada en su muslo y su mano acarició la cabeza de su celoso animal; la mayoría de sus mascotas contenían cierto interés en la psiquiatría a excepción de Nella, pero le gustaba el nombre, le quedaba a la pequeña gata negra de ojo azul.

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  • 2 semanas más tarde...

Se pasó la mano derecha por la nuca, deteniéndose para pensar. Su rostro era el lienzo perfecto para una pintura dedicada a la confusión y el exaspero. Tomó aire y tiró la espalda hacia atrás, dejando caer los brazos a un costado mientras contemplaba el cielo despejado, tan azul como sus propios ojos.

 

 

Se había pasado la mañana entera buscando a Gabrielle; recorrió el cuarto de baño, el comedor, la cocina y las torres, optando por último por dar un paseo por los amplios jardines pensando que tal vez a su prometida le había apetecido algo de aire fresco. Pero nada. De por sí le había parecido raro el despertar sin ella, girando en la cama con ganas colocar un brazo rodeando su cintura, para sólo toparse con el frío de las sábanas blancas. ¿Quizá le había tocado trabajar? Ella se lo habría dicho.

 

 

 

- Ay amor ¿qué andarás tramando? -

 

 

Pasó por la perrera, aprovechando para dar de comer a Argos y Burzón, y se detuvo para acariciar un rato a Nella. "Detuvo", curiosa palabra para definir el escenario. Ni bien había abierto la puerta de la casilla individual del animal, este se había ido sobre ella con toda la bestialidad que le caracterizaba, haciéndola caer sobre su trasero entre risas y lamidas en todo su rostro. Luchó por apartarla sin aplicar su fuerza real, pues no quería ni lastimarla ni quitarle ese caracter juguetón de chachorro que tenía.

 

 

- ¿Vos no tenés idea de donde está tu mamá verdad? - La husky se sentó a su lado, lengua afuera y jadeante por el alboroto anterior.

 

 

Parecía entender sus palabras. Se recostó y bostezó mientras Mahia acariciaba su cabeza.

 

 

Tenía un regalo para su mujer, si bien era algo para las dos, pero no podía dárselo hasta encontrarla. Se levantó y también dejó comida en el plato de la Husky, diciéndole que por hoy andaría libre. Partió sin cerrar la puerta de la perrera y volvió al castillo. Sólo le quedaban unos cuántos lugares para recorrer, pero quizás era mejor esperar a que ella apareciera.

 

 

Se sentó en el sillón más amplio, el de tres cuerpos, y luego decidió recostarse, poniendo sus talones en el apoyabrazo mientras usaba uno de los almohadones como almohada para su cabeza. Sacó del bolsillo de su chaqueta un pequeño estuche y lo abrió, contemplando dos pendientes circulares de oro macizo. Estaban encantados para que sirvieran como comunicadores entre ellos. Si la Black se ponía uno y la Delacour el otro, podrían tener algo así como una leve telepatía. Lo mejor era que eran fijos. Podían hacer un segundo o tercer orificio en una de sus orejas y pasarían totalmente como un adorno discreto.

 

 

Guardó el estuche nuevamente y cerró los ojos, comenzando a adormecerse. La extrañaba tanto. Desde que había sido despedida de El Profeta pasaban pocas horas juntas. Y ella realmente disfrutaba trabajar a su lado. Volvería a intentar el ingreso al mes siguiente. No por el dinero, sino porque quería ser su compañera una vez más.

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Por última vez pasó su mano detrás de la oreja del Matagot, debía dejarle por un momento y, por más que quisiera llevarle con ella debía proteger a los demás de su carácter. Suspiró y miró a los ojos a la pequeña cría negra, sus ojos azules se quedaron fijos en la ojimiel, implorando.

 

— Non, je dois partir mais je va retourner bientôt...

 

Le pesaba dejarle siendo tan pequeña y más teniendo en cuenta su carácter agresivo pero tenía que hacerlo. Rodó los ojos y se levantó de la alfombra; Psicosis apresuró a volar para posarse sobre su hombro izquierdo tratando de puntualizar su jerarquía, siendo el primero de la semi veela él se sentía líder de la manada y con el derecho de mantenerse a su lado siempre. Cosa que la Black no le negaba.

 

Había decidido tomarse el día libre, tenía compras que hacer y tenía meses dejando de lado el asunto de la boda, llevaba unos jeans y una sudadera que evidentemente le quedaba grande, parte de su antiguo "uniforme" de accidentes. Cerró la puerta con cuidado y sacó su varita apuntando a la cerradura para evitar que alguien entrara.

 

La mente daba vueltas a la lista de deberes y poco a poco bajaba la escalera, su pequeño conejo ahora descansaba dentro del gorro de la sudadera tratando de protegerse del frío. Comenzaba a ganarle el hambre pero aquello no era parte de sus prioridades.

 

— Te hacía dormida...- dijo sorprendida de verle en el sillón y apresuró sus pasos hasta sentarse en el piso, justo a lado de ella; besó su mejilla y apartó sus labios no sin antes darle una pequeña mordida.— ¿Para qué te levantaste si no tienes trabajo? Lo que daría por un poco de paz...

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Tomar la varita entre sus dedos, luego de tantos años de no encender siquiera un farol, no era para nada sencillo. Sentía como si sus huesos estuvieran oxidados, como si las articulaciones de su mano, desde la falange más pequeña hasta el doblez de la muñeca, chirriaran en cada movimiento que sus dedos ejercían. Sin embargo, ver danzar la punta de la varita mientras el polvo se iba quitando de los muebles era sumamente relajante.

 

Nunca había meses que no fueran difíciles para la ya no tan joven Goshi. Los años no hacían más que intensificar los problemas, pero no por la naturaleza de los problemas sino porque su paciencia no era la misma que hacía años atrás. La buena noticia era que Federico había desaparecido y el castillo había vuelto a ser un lugar seguro donde refugiarse y descansar.

 

La cabellera negra de la Black empezaba a presentar algunos hilos grises que daban nota de su experiencia. Su hijo Otto ya era todo un adulto y estaba a cargo de la familia. Su hijo tenía otros hijos, o al menos una hija que ella pudiera recordar. Pensar en la palabra nietos la envejecía miles de veces más que si pudiera reflejarse en un espejo, estaba acostumbrada a ser la joven rebelde de la familia y recordaba con añoranza las aventuras que tenía con sus primos y algún que otro "amigo" que trajera a compartir los terrenos del castillo.

 

- Creo que es suficiente... - dijo mirando a su alrededor con una sonrisa de aprobación.

 

Guardó la varita en el bolsillo de su pantalón e hizo algunos movimientos para aflojar la muñeca. Tomó un atado de cigarros que había dejado sobre el escritorio y abrió la ventana.

 

Si de algo no se olvidaba era de la forma de escabullirse de allí sin ser vista. Trepó a la rama más cercana de su árbol favorito, plantado justo enfrente de la ventana de su habitación, y descendió con cuidado hasta tocar el suelo con sus pies. Encendió un cigarro, se lo llevó a la boca para darle la primera pitada y luego de largar el humo empezó a caminar por el pasto sin rumbo fijo.

 

El cielo estaba despejado, las estrellas iluminaban el predio con una luz tenue y la luna se escondía detrás de las copas de los árboles. El tarareo de una canción empezó a escaparse de entre sus dientes.

 

Una pitada más.

 

Hacía tiempo que no sentía tanta paz como en ese momento.

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  • 2 semanas más tarde...

Apretó los ojos fuerte y sonrió con la mordida, girando la cabeza para verla sentada en el suelo. Estiró la mano izquierda hacia ella y tomó la suya, atrayéndola hacia sus labios para darle un beso en los nudillos. Estaba relajada y la presencia de ella le daba una paz que no lograba conseguir ni siquiera en sueños.

 

Demoró en contestarle, observando de reojo el movimiento inquieto dentro de la capucha de su sudadera. Siempre había pensado que le caía mal a Psicosis, el conejo de su novia, pero nunca se lo había preguntado, puesto que para ella era más que sólo un amigo. De cualquier manera nunca había hecho nada para ganarse su aceptación, excepto no molestarle.

 

- Tiene frío, ¿no? - Señaló con el mentón sabiéndo que Gabrielle entendería y evitó el dejarla contestar, pasando las piernas hacia un costado mientras se sentaba para mirarla desde arriba.

 

- Te busqué por todo el castillo mon amour, incluso por los jardines ¿donde estabas? ¿Hubo trabajo? -

 

Le sonrió y enseguida corrigió sus palabras, aclarándole que no se trataba de ninguna clase de reproche o averiguación malintencionada. Se dejó caer lentamente hacia el suelo, colocándose con la espalda hacia ella y se recostó nuevamente, esta vez con la cabeza en las piernas de la Delacour, mirándola con mucho amor. Soltó su mano permitiendo que fuese libre de hacer con ella lo que quisiera, y sacó el estuche de su bolsillo, entregándoselo a ella.

 

- El no tener trabajo me está matando, de hecho. Me aburro -

 

Frunció el ceño y bufó.

 

 

- Y no es que pueda ser la señorita ama de casa limpiando el castillo y cocinando hasta que mi esposa... - El calor subió a sus mejillas cando la sangre se agolpó en ella, sintiéndose un poco avergonzada mientras corregía sus palabras con timidez. - Casi esposa... vuelve de trabajar. Espero pronto volver a nuestro lugar. Me agradaba trabajar juntas.

 

Tiró la mano hacia arriba para acariciar la mejilla de su hermana y le alentó a que lo abriera. Se quedó estupefacta sin nada más que hacer que mirarla; a pesar de conocerla durante casi toda su vida, y aún después de tantos años, el verla tan cerca y en un contexto tan íntimo todavía lograba hacerle abrir la boca de sorpresa. Incrédula y enamorada no podía creer cuán hermosa era la mujer de ojos miel. Suave, tierna, fuerte, de facciones finas y mirada penetrante. Podría observarla para siempre y nunca se cansaría.

 

- Espero que te gusten. Es uno para vos, y uno para mi. Pensé que después de todo, ya sea que tengamos trabajo o no, deberíamos estar comunicadas para saber donde está la otra, y poder acudir a nuestro encuentro ante cualquier inconveniente o necesidad... De cualquier tipo - La miró con picardía y rió. - Si necesitas hablarme sólo agarralo entre tus dedos y yo te escucharé. Lo mismo haré yo. -

 

Desvió la mirada con miedo a encontrar una respuesta negativa y cambió el tema, esperando que ella se tomara su tiempo para pensarlo.

 

- ¿Creés que algún día me aceptará del todo? -

 

@@Gabrielle Delacour

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Otto andaba en su habitación acostado en su cama, al lado suyo andaba su esposa sentía su rostro en mi pecho. Notando como la bruja dormía plácidamente, ambos estábamos solo cubiertos por las sabanas que cubrían su cuerpo, no quería despertarla ni nada por el estilo ya que quería que descansara antes que tuviéramos otra misión suicida en inquisidores mientras el joven solo miraba a su bruja, como si anduviera analizándola, como si estuviera estudiándola. Memorizando todo de su cuerpo desnudo de sus expresiones, de como dormía y de cómo se movía de un lado hacia otro mientras el Black sonreía viendo a su chica dormir encima suyo.

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La última bocanada de humo que salió de mi boca se elevó por los aires, formando en contraste con el oscuro cielo la silueta de una calavera rodeada por una serpiente. La partículas de humo se concentraron, volviendo a la figura de la Marca Tenebrosa más clara a cada instante que pasaba. La peculiaridad de su comportamiento llamó mi atención. Atiné a alcanzar la silueta con mis dedos, pero luego explotó en el aire, desintegrándose por completo.

 

Se trataba de un mensaje.

 

Todas las articulaciones se me aflojaron, la colilla del cigarro cayó de mis dedos. La humedad del pasto apagó las pocas brasas que le quedaban. Empecé a caminar hacia atrás, buscando en el aire alguna señal de aquella figura que había desaparecido. Choqué de espaldas contra un árbol y la reacción hizo darme vuelta y empezar a caminar apresuradamente hacia el interior del castillo.

 

Crucé la puerta principal y atravesé toda la sala, completamente ensimismada. Recuerdo ver a Warhol a un costado intentando hablarme pero me encontraba atónita, no pude captar siquiera una palabra de lo que me decía.

 

Llegué a la puerta de la biblioteca y miré a mi alrededor. No vi que nadie me siguiera. Saqué la varita de mi bolsillo y apunté al cerrojo. Un ruido mecánico me dio a entender que el hechizo seguía funcionando. Empujé. La pesada madera de roble me dio paso a la antesala de la gran colección que teníamos los Black en nuestro recinto. Cerré la puerta detrás mío y con otro movimiento de varita encendí los candelabros.

 

La sala era rectangular y había cuatro cuadros, uno ubicado en cada pared de los lados y dos en la pared que se ubicaba frente a la puerta. El silencio que gobernaba aquel salón permitía que las cuatro figuras durmieran plácidamente.

 

- Tía Luna...

 

Reconocí en el primer retrato, ubicado a mi izquierda. Estaba recostada sobre una silla de madera de arce con apliques de terciopelo rojo. Su largo cabello, un poco desprolijo, caía sobre el hombro derecho, su rostro amable y angelical reposaba de lado sobre el izquierdo. Siempre había sido como una madre para mí, con sus cuentos, sus galletas, los juegos matutinos. Deseaba en lo más profundo del alma poder sumergirme en su abrazo una vez más.

 

- Tío Mike...

 

Giré hacia la derecha. Era el más apuesto de los fundadores, e incluso dormido mantenía las mismas facciones. Aunque se encontraba sentado, su espalda se mantenía erguida. Posaba los codos sobre los apoyabrazos y las manos se entrecruzaban delante de vientre. Respiraba tranquilo, pausado, a ritmo constante.

 

- Laura...

 

Volteé mi mirada de nuevo hacia la izquierda sobre la pared que tenía frente a mí. Laura era la elegancia que mi padre siempre nos exigía, y era el ejemplo a seguir de todo Black. Podía ver a Alexia, mi hermana, en muchas de sus facciones, desde la delicadeza de sus manos, hasta la sonrisa que se le dibujaba en el rostro.

 

El último cuadro pertenecía a mi padre, Hop, que, a diferencia de los otros Black, dormía con un ojo abierto. Su figura era impactante, la tensión en sus hombros emanaba electricidad hasta en sus representaciones. Cada vez que visitaba su cuadro sufría una regresión, recordaba sus reprimendas, sus retos y enojos. No recordaba ver en su rostro una sonrisa, así como tampoco era capaz de traer a la memoria una caricia. Tenía una forma de demostrar cariño muy diferente a los demás, y yo había salido muy parecida a él, a diferencia de mi hermana. Otto apenas podía disfrutar de mi presencia, pero si le llegaban a tocar un pelo era capaz de hacer cualquier cosa con tal de defenderlo. Así era Hop con nosotras.

 

Me acerqué al pie de la imagen y extendí mi mano hacia el marco.

 

- ¿Padre? - Exclamé.- ¿Estás ahí?

 

Me mordí el labio esperando su respuesta.

 

- Padre necesito un consejo...

 

Di dos pasos hacia atrás y me crucé de brazos, como si me albergara de un frío que allí no existía.

 

La figura del Black se conmovió, sacudiendo su cabeza hasta lograr abrir su ojo derecho. Frunció el entrecejo y se inclinó sobre si para examinar mi figura.

 

Hop: Mira que han pasado años y eres toda una adulta, ¿aún no aprendes a dejar descansar a tu padre?

 

- L...lo siento. - Tartamudeé agachando la mirada.

 

El Black resopló.

 

Hop: ¿Qué ocurre?

 

Lo miré a los ojos, con los míos inundados de agua.

 

- La Marca Tenebrosa ha caído padre, y tengo mucho miedo por lo que pueda llegar a ocurrir en nuestra familia, que perdamos el rumbo.

 

Volví a acercarme al cuadro.

 

- Tú siempre has sido capaz de mantener a los Black unidos, siempre lo he admirado de ti. - Hice una pausa y suspiré.- Necesito un consejo sobre cómo seguir tus pasos.

 

Hop: ¿Acaso no eres matriarca ya?

 

- No, mi hijo Otto está ocupando ese lugar junto a tu sobrino Glen...

 

Hop: ¿Tengo un nieto? - Me interrumpió enfurecido.- ¿Y nunca me lo has presentado?

 

Frunció el entrecejo y me señaló con un dedo acusador. Levanté los hombros y me eché hacia atrás sorprendida por el reclamo. El Black resopló y volvió a recostarse sobre su asiento.

 

Hop: Sabes muy bien qué hacer... Y sino busca en la biblioteca, siempre has sido muy buena encontrando soluciones en tus libros, aunque no siempre fueran acertadas.

 

Volvió a cerrar su ojo derecho.

 

Hop: Y por favor apaga las luces antes de irte, que quiero seguir durmiendo.

 

Suspiré.

 

- Gracias padre... - Dije tímidamente. "Por nada", pensé.

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En su mente recordaba una y otra y otra vez la ultima vez que visito su tumba... la ultima copa que se tomo con el... el agradecimiento por todo, las enseñanzas y las lecciones que su padre le habia dejado, inclusive lo pervertido que corria por sus venas, pero aunque le doliera el corazon habia llegado el momento de seguir adelante... toda la familia se habia separado... cada uno se había ido por un camino completamente diferente... y ahora su turno habia llegado...

 

 

--y si era rechazado?.--

 

El mago acomodandose sus gafas sencillamente comenzo a caminar... no conocía de vista a la que seria su mama... tal vez porque su padre nunca quiso que la conociera... ese vampiro seductor tenia una gran vida... y si el le había borrado la memoria? si ella le trataba de loco?... seria capaz de resistir otro rechazo en su vida?... no lo sabia... el mago sencillamente suspiro un poco y se acerco a las puertas del castillo black... dejando a un lado su maleta se quito su sombrero quitando también sus lentes para posteriormente tocar las puertas 3 veces.... su mama habria recibido la lechuza?...

 

--Buenas?? soy Dylan Dogg!! mama... @@GoshI --

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¿Vida después de la muerte? eso depende tus pecados.


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