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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Si algo vagaba en la mente de Black aquella noche placentera, era no salir de la pieza en la que acababan de refugiarse. Los deseos más profundos acababan de llevarse a cabo y ahora parecía que volverían a repetirse.

 

Era difícil de explicar lo que provocaba en el mago que Tauro dijera su nombre, más aún, cuando se perdía en sus ojos azules, en su desnudez, sintiendo su cuerpo encima; la contempló, la deseó y posiblemente la expresión en su rostro pálido delató todos los pensamientos que lo invadían y las cosas que ansiaba hacerle. Podría empezar pero nunca sabría cuando terminaría con aquello… Sus manos rozaron sus pechos y la yema de sus dedos descendieron para crear figuras simétricas alrededor de su ombligo, y luego volver a subir. Acarició, apretó y pellizcó, todo sin dejar de ver la expresión de placer que aquellas facciones hermosas de la bruja realizaban.

 

—No quiero perderte, no quiero perderme… —susurró mientras ella subía y bajaba, y en su interior su cuerpo se quemaba centímetro a centímetro. Era en parte una confesión, muy importante, considerando que rara vez lo admitía. Pero no podía engañarse, aquel no era un momento más, tampoco aquella era una persona más para él.

 

Viendo lo que ella hacía, Black tomó sutilmente su mano, acercándola hacia su boca, y besando aquel dedo humedecido por ella.

 

Un minuto más tarde, el mago nacido en Gales se encontraba de pie junto a la cama, contemplando la espalda de la bruja, viendo cómo sus cabellos celestes caían hacia un lado. Sus manos recorrieron con tranquilidad y tensión su piel, de arriba hasta abajo, deteniéndose donde la espalda dejaba de ser espalda y una curvatura se evidenciaba. Allí se inclinó y recorrió con su boca, perdiéndose en los lugares más recónditos de la bruja.

 

Pero volvía a necesitarla, volvía a querer sellar aquel contrato entre ambos cuerpos. Por ello volvió a reincorporarse, aún de espaldas a ella, y conectó su cuerpo, irrumpiendo lentamente, y sintiendo en cada centímetro de contacto señales que viajaron por todo su ser. Los movimientos que le permitían llegar a más y variar la intensidad del roce, los hacía de forma armónica, acompasados a los realizados por Tauro. Desde aquella posición no apreciaba el rostro de la bruja, ese era el punto malo, sin embargo, sí podía contemplarla de una manera diferente y sumamente excitante. Aferrándose a ella con ambas manos en su cintura, o incluso, más allá, alcanzando sus pechos.

 

—Me temo que nunca querré salir de ti —susurró entonces, como pudo, sintiendo las pulsaciones en sus propios oídos. Apretó su trasero con ambas manos y sonrió a medias, invadido por la excitación y el placer.

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  • 1 mes más tarde...

Movió una de las cortinas para que pudiera entrar la luz, aquel lugar parecía totalmente abandonado. El polvo cubría la extensa mesa del comedor, mientras sus dedos enguantados lo removían. Era difícil pensar que en algún momento aquel castillo estaría así de vacío.

 

El sonido de sus pasos era dispar, crujiendo en las tablas del piso cuando el bastón le ayudaba a no tener que arrastrar la pierna. El lugar más oscuro de la habitación estaba cerca de la chimenea con aquel escaso fuego que acababa de encender.

 

Sentándose con pesar sonrío ampliamente como un lunático, la luz tenue tocó su rostro dejando ver aquellas cicatrices. Su mirada totalmente negra estaba puesta en el tapete del árbol familiar, como si estuviera esperando que alguien apareciera.

 

-Espero que el señor ministro no esté muy ocupado...

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Parecía ser un paradigma de futuras generaciones el haber estado allí; llovía de forma torrencial, aquella noche en la que se levantaría el velo del secreto mágico el mundo parecía dejar caer las últimas lágrimas antes de que todo se fuera al demonio. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que pisé el castillo de los Black, aquella familia de al alta alcurnia mágica, no por sus galeones, no por sus bastos y ahora descuidados terrenos, sino y más que por su legado, su lema: Toujours Pur. Dignos de tachar en su árbol a quiénes no habían hecho de aquellas palabras, el mundo.

 

Estaba solo, siempre que quería reencontrarme con mis raíces lo hacía de manera individual, tal cual llegué al mundo, tal cual me había criado. Iba vestido como de costumbre, aunque con prendas más convencionales, siempre de túnica azabache con dos pliegues que caían desde el cinto donde se encontraba envainada mi varita. La lluvia deslizaba en gotas por encima de un resguardo mágico para no andar por ahí empapado, sobre todo ahora que siendo ministro se me podría requerir en cualquier lugar, en cualquier momento.

 

Al entrar y verme inmerso en lo que antiguamente solía ser un cálido ambiente familiar, me sentí paradójicamente en casa. Una carcajada resonó por las paredes ¿fantasmas?, ¡almas solitarias!. Mi silueta se alargaba por todo lo extenso del pasillo, desapareciendo luego tras el estruendo del portazo a mi espalda. El castillo me llamaba o así lo sentía yo al menos. Paseé la gélida mirada gris por los cuadros a medida que me adentraba más y más entre salones y pasillos...todos....vacíos. Ninguna pintura, ningún olor más allá de la humedad, ningún sonido más que el de unos ratones que chirriaban sobre una gran lámpara de araña que se imponía en uno de los comedores. Casi y por ilusión, veía a un pequeño Aaron, de unos tres o cuatro años, arrancando con un pedazo de pan y con Evarela a la siga; recuerdos que no inmutaban la parquedad en mi rostro.

 

Fue cuando llegué hasta un salón del segundo piso, cuando sentí olor a humo y oí el crepitar de unos leños, todo provenía de aquella estancia clausurada donde se encontraba la genealogía de los Black...

 

>>Espero que el señor ministro no esté muy ocupado<<

 

Aquella voz desgastada aunque familiar me remontaron de pleno en la infancia, aquella de reuniones ocultas y cultos que no eran más que un tabú para niños como yo, aquella época donde hablar de la familia más leal a la pureza de la magia causaba un dejo de temor en las miradas más altivas de Londres y como no, Inglaterra. No conocía su nombre real, pero sí había oído hablar de él...si es que era aquél, claro. Me acerqué con determinación, lo que claramente no significaba que no hubiese sentido algo de ...¿temor?

 

-Supongo...serás de aquellos que figuran a la cabeza de nuestra casta...- solté con tono áspero y un clásico acento inglés sumido en la serenidad que últimamente parecía ser más un cascarón que parte de mí-...pero no eres Otto y evidentemente no eres una bruja...-extendí el pulgar para limpiar su nombre, un grabado bajo la imagen de un joven mago que desde luego y con el tiempo, había perdido la luz de su mirada. Una de la que me percaté en cuanto crucé mis ojos con aquellos profundos orbes negros-...cualquier otro jamás se habría dispuesto a llegar hasta acá...Glenin Black. Buenas noches...

 

Le dije finalmente mientras me quedaba allí, erguido frente al mago que reposaba en un viejo sitial. La luz del fuego en la chimenea me daba en la espalda, dibujando en la pared de fondo dos siluetas que esperaba, fuesen el recuerdo del nacimiento en renombre de nuestra familia.

 

@@Glenin Black

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El invitado se había acercado hasta la estancia, sabía cómo llegar a ella perfectamente aunque Glenin notó que no había estado ahí antes. Con la mano el moreno le hizo un gesto invitándolo a sentarse mientras aparecía un elfo de mediana edad trayendo unos vasos y una botella de Vodka, extrañamente para muchos aquel elfo estaba bien vestido.

 

-Desea un trago? -preguntó Glenin con aquella caracteristica voz.

 

El señor de los Black en aquella silla sentado seguía demostrando su altura de casi 2 mts. Llevaba una barba abundante pero cuidada, aunque se le seguían notando algunas cicatrices de su rostro como la que cruzaba sobre un párpado. Pero los más llamativo era aquella mirada totalmente negra que al fijarla hacía pensar en túneles vacíos, la cual cambio extrañamente a unos ojos grises naturales.

 

-Me llegó el rumor de que quería hablar conmigo...

 

Había rumores de un pasado extremadamente sangriento en aquel hombre, pintado bajo la fachada de un reconocido mago sangre pura. Las peores épocas del mundo mágico tenían a un guerrero mítico en los mortifagos que sembró caos durante su actividad, coincidiendo en físico con el Black a quien nunca se le pudo demostrar el vínculo.

 

Glenin no pensaba que su existencia fuese recordada, pero cada cierto periodo de tiempo tenía que aparecer debido a que las generaciones nuevas abandonaban el castillo y el, atado a aquel lugar como si fuera su tumba, despertaba de su sueño eterno para cumplir su pacto de sangre.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Glenin, el llamado dios negro por quienes habían compartido filas en la noble casta tenebrosa hace ya unas cuántas décadas atrás, me invitaba con genuina serenidad a tomar asiento. La luz de las llamas a mi espalda se acentuaron con el crack y un destello de un elfo que extrañamente apareció bien vestido ante nosotros- Nius, mi criatura, solía vestir una tela blanquecina y limpia también-. Fue el momento en el que pude notar fugazmente su esculpida barba y el característico tono de su mirada que nos inspiraba a ser dignos de un linaje con basto culto en la sociedad mágica.

 

-Si la situación lo amerita, una copa de vino de la reserva no me vendría mal...- respondí ante su pregunta.

 

Entonces la tenue luz de la estancia enseñó la cicatriz que atravesaba uno de sus párpados; la leyenda debía de ser cierta, épocas de gloria para muchos, brujas y magos que habían estado dispuestos a defender lo más puro que se nos otorgaba, la magia, la esencia que hoy en día se veía perdida con la mezcla, atenuada con la traición de quienes no reconocían la sangre mágica como la cualidad grata e imperativa de nuestra gente. Ya nadie lucía su varita con éxito, ninguno se atrevía a cambiar el mundo y a hacernos valer ante una comunidad tan perdida como lo era el muggle. Épocas, en las que sentarte a la mesa o compartir una copa era la dicha por haber enfrentado a la orden.

 

La criatura regresó con lo que ambos habíamos solicitado. Alcancé la copa y tras danzar el vino, bebí un sorbo luego de tomar su aroma...

 

-Toujours pur...-dicté en son de salud- ...está en lo cierto señor Black, veo que los rumores son más escurridizos que una snitch. Mi madre, Mahía Black, ha desaparecido hace ya bastante tiempo y según tengo entendido, no desea regresar...- comencé a comentar en medio de la soledad absoluta en que nos envolvía aquella instancia. No tenía intenciones de entrar en explicaciones si no se eran requeridas; intentaba ser preciso y directo-...mis hermanos...-bufé una sonrisa. Con Hugo y Evarela teníamos bastante diferencia en edad- ... no les he visto desde los catorce o quince años, Evarela quizás fue la última a quien vi en la ceremonia de mi egreso en Hogwarts, más no supe de ella después de eso y sinceramente con Hugo nunca tuve un lazo de hermandad más de lo que dicta nuestro linaje, es por ello que debía venir aquí, ¡y tal vez!, ha sido el destino el que nos ha cruzado para solicitar el lugar de mi madre, tu sobrina, y así devolverle el honor que ésta familia merece, con un lema que se ha ido perdiendo en nuestra ausencia...

 

¿Le contaría sobre lo que tenía en plan para el mundo mágico?, la caída de un velo que se nos había autoimpuesto a resguardo del muggle, desconociendo la historia, ¡denigrando la sangre mágica!....¡por merlín!...habían chicas y chicos que no eran capaces de hacer volar una escoba...

 

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No era raro para Glenin que alguien llegara a pedir un puesto en la Black, sinceramente el no estaba mucho tiempo presente como para negarle lo que por herencia correspondía, pero el castillo había estado igual de vacío en los últimos tiempos. No sabía qué intenciones tenía en la actualidad el señor ministro con aquella repentina petición.

 

-Pues así lo imagine, pero déjame decirte que tampoco es que se te ha visto mucho por aquí desde que entró en la política del mundo mágico... espero que no quiera seguir los pasos de su antecesor.

 

Black sabía cómo se había movido el mundo mágico antes, el mismo había formado parte del gabinete ministerial cuando comenzó la pasada gestión. Como las ansias de poder había traído caos y sumido al mundo mágico en una crisis que conllevó a la salida de muchos del ministerio, prefiriendo abandonar todo a formar parte de lo que tanto habían criticado.

 

Glenin se levantó brevemente y le hizo señas al joven que lo acompañara, deteniéndose justo frente al tapete de los Black.

 

-Por otra parte, creo que igual este castillo se cae a pedazos y tu petición corresponde a un derecho legítimo. Solo que no quiero tener que volver aquí a repetir la misma historia...

 

Los ojos de Black se tornaron negros de nuevo y resplandecieron unos instantes, antes de que el ministro pudiera hacer algo había tomado su mano y se la había puesto al muro con fuerza. Glenin empezó a murmurar unas palabras en una lengua muerta y los hilos del tapete habían atrapado la mano de Aarón, como si estuvieran tratando de absorberlo, ese tipo de magia ardía en la piel.

 

-Pues se te concederá... solo hay unas normativas: no puedes modificar el pasado de esta familia, lo que escrito esta, escrito queda. 2, deberás estar presente en ella y asegurarte que el castillo se mantenga con vida... 3 mientras tanto tú te agregaras al puesto de Mahia y aunque los otros nombres estén ausentes seguirán ahí hasta que encontremos quien los pueda reemplazar...

 

Glenin camino de nuevo a su silla, esperando que el castillo reconociera al nuevo patriarca. Aquello le otorgaría accesos y poderes sobre los terrenos a Aarón. Por la mente del moreno solo pensaba que ya no estaba para aquellos trotes.

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Como una sombra, como un fantasma, más sigilosa que un gato y con una lumbre rojiza que la iluminaba desde la chimenea dejando en vela la figura de su contorno apareció la Black, apoyada sobre el marco de la puerta de aquella habitación. Permaneció allí, escuchando en silencio las palabras de su primo con los brazos cruzados y con gesto firme y sereno.

 

- Te olvidas de lo más importante... - Interrumpió, apenas Glenin terminaba de nombrar la tercer regla. Los dos Black giraron hacia Goshi con una mirada de alarma hasta que lograron reconocerla en la oscuridad.- Debe haber al menos dos partes de la familia que estén de acuerdo en el cambio de patriarcado.

 

Aflojó los brazos y caminó hacia Glenin mirándolo de reojo.

 

- Está bien... - Soltó una carcajada. - Eso lo acabo de inventar.

 

Luego giró hacia el Ministro apoyándose en el respaldo del asiento donde estaba sentado su primo en un principio.

 

- Pero quise venir en representación del linaje de Hop Black para dar mi visto bueno.

 

Apoyó una mano sobre el hombro de Glenin.

 

- Se lo he mencionado a Glenin en privado, pero quiero reiterar que por usted, señor Ministro, pondría las manos en el fuego. - Ladeó la sonrisa. - Confío en que llevarás a nuestra familia a un muy buen puerto.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

>>...tampoco es que se te ha visto mucho por aquí desde que entró a la política del mundo mágico...espero que no quiera seguir los pasos de su antecesor...<<

 

Y tenía razón, puesto que desde que entré al puesto de Ministerio, no había tenido el tiempo necesario para reencontrarme con mis raíces, lo que a fin de cuentas me tenía allí. Nunca era tarde. Fueron al menos dos segundos, en los que solamente nos quedamos mirando, como si intentásemos reconocer en el otro la secuencia de actos que nos tenía en medio de la tarde, dentro de un salón en el castillo Black, reconociendo un título nobiliario que jamás pensé reclamar, hasta ese entonces.

 

- Es cierto...-respondí al fin-...no he tenido el tiempo necesario para visitar el castillo, pero he de cerciorar que nuestro lema lo he llevado por cada rincón de Ottery, y ahora en el puesto de Ministro, por Londres y el mundo entero...-porque sí; aquella noche decretaría a la comunidad inglesa de la magia la revocación del estatuto del secreto mágico, cuestión que seguramente nos llevaría a una guerra, una que estaría dispuesto a enfrentar si ello significaba dignificar la magia que tanto se había maltrecho el último tiempo- ... no pretendo seguir los pasos de mi madre o de mi abuelo, si eso le preocupa, señor Black...- los modales eran algo innato-... más bien pretendo realzar el nombre de nuestra casta y que las demás familias no olviden que los Black aún seguimos en pie...

 

El mago se había puesto de pie mientras fui comentando aquellas palabras, haciéndome un ligero gesto para que le acompañase hasta el tapete donde figuraba la genealogía de la familia, aristas temporales que se ramificaban por toda una pared con el nombre e imagen de cada uno de los nuestros- yo jamás había entrado en éste salón cuando niño- tenuemente iluminados por las llamas de la chimenea. La madera había crujido un tanto a nuestros pies y otro par de risas escandalosas se oían en algún otro rincón olvidado del castillo.

 

>>...tu petición corresponde a un derecho legítimo, solo que no quiero tener que volver aquí a repetir la misma historia...<<

 

-Cre...

 

No alcancé a decir tal, cuando su mano tomó firmemente la mía....¿había hecho algo mal?...todo sucedió muy rápido; apegó mi palma en la pared que comenzó a entrelazar los hilos por cada poro de mi piel, ¡ardía!, ¡quemaba intensamente!, a lo que solté un quejido entre dientes, grueso y rudo, pero aludido al dolor que la magia de aquella pared me causaba: como si hubiese sentido de una sola vez cada emoción, de cada familiar, a través de todos los años, en la familia. Sentí como si una parte de mí se fragmentara para quedar de por vida en aquél muro. Glenin Black había formulado algunos conjuros en una lengua desconocida, mientras mi mano había estado inmersa hasta la mitad del antebrazo, ramificando el tejido por toda mi piel. Me escupió luego.

 

¿Había sido aceptado?...Mis gélidos grises observaron la mano, deshidratada, como si estuviese disecada y negra; los anillos cayeron de inmediato pues parecían haber estado colgando de una rama ligera. Respiraba agitado, tal vez un tanto asustado por lo que acababa de ocurrir, y es que por mucho que fuese un mago diestro en las artes oscuras, aquello era algo nuevo para mí. A medida que el Dios negro fue dictando un trío de condiciones, mi mano iba volviendo a la normalidad.

 

"Lo que escrito está, escrito queda; deberás estar presente y que el castillo se mantenga con vida; tomaría mi lugar en el nombre de mi madre"... fui repitiendo en mi mente mientras la agitación se iba convirtiendo poco a poco en una genuina sonrisa. Una que podría haber terminado en una vil carcajada de satisfacción si es que no hubiésemos sido interrumpidos por alguien que robaba nuestra atención desde el umbral de entrada a aquella sala.

 

>>Te olvidas de lo más importante...debe haber al menos dos partes de la familia que estén de acuerdo con el cambio de patriarcado<<...

 

Hubiese alternado la mirada entre mi tío abuelo, la bruja y ¿la pared?, pero daba un masaje a la mano con una ligera mueca de dolor. "Está bien", dijo, "eso lo acabo de inventar"; me alivié, sinceramente comenzaba a sentirme un tanto más ligero luego de que la luz nos enseñara el rostro de Goshi, a quién le hubiese regalado un guiño, pero la situación parecía ser un viejo ritual de respeto; si sonreí a la bruja, quién dijo venir en representación de Hop Black para dar su visto bueno y a señalarme que aún confiaba en mis virtudes.

 

-Le agradezco profundamente madame...-sostuve con una ligera venia, como si le conociese de primeras. Era divertido mantener la incertidumbre. Me voltee un tanto hacia el nombre de Mahía que comenzaba a desvanecerse para que el mío fuese grabado en su posición. Observé al patriarca y a la bruja que se apoyaba en su hombro- aún tengo tiempo...y algo de hambre también...¿cenamos?

 

Siempre sería bueno aprender de quienes tenían más trayectoria que yo, por lo tanto, oír una que otra historia del castillo o del mundo en el que vivieron, de seguro me distraería un rato antes de volver al Ministerio para la noche. De por sí, sacaría uno que otro provecho.

 

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-Agostina Black, pensé que no llegarías...

 

Una conocida miembro de la Familia había llegado al encuentro de los dos hombres, Glenin la estaba esperando desde que había previsto encontrarse con el Ministro. Aaron empezaba a reincorporarse de lo que le había ocurrido.

 

-Igual, Goshi lo acompañara en la dirección de esta familia, llevo años pidiéndolo y ella siempre me huye... es hora de que tome su lugar.

 

Glenin se dirigió de nuevo a la mesa del mini bar y se sirvió otra bebida y le hizo señas a Agos para ofrecerle uno mientras esbozaba una sonrisa. Se le notaba una ligera lesión en la rodilla al Black al caminar, mientras una de sus manos parecía estar agrietada en el dorso.

 

-Me parece fantástico cenar, para después irme a mi tumba tranquilo... Agostina, puedes hacer los honores de acercarte al Tapete y poner tu mano sobre la Cara de Hop?

 

Una vez que se hicieran los rituales correspondientes el castillo respondería a los dos nuevos patriarcas, otorgándole ciertos privilegios sobre la estructura y los terrenos de los mismos. Aquel lugar ancestral escondía muchos secretos que se descubrirían poco a poco.

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<< Agostina...>>

 

Aquel nombre le retorcía las tripas, pero estaba segura que su primo la nombraba así por cariño. A pesar de los cientos(? de años que había pasado tratando de construir su nueva identidad, no faltaba oportunidad para que apareciera alguien a recordarle de dónde venía, sus orígenes, sus paseos de escoba por los jardines y las galletitas recién horneadas de la tía Luna.

 

Si había algo que a la Black la espantaba era vivir atada a cualquier cosa, al trabajo, al hogar, a los recuerdos. Como bien lo recordaba Glenin, el patriarcado de la familia estaba entre esas opciones, pero sabía que ya no tenía chances de escapar a sus responsabilidades y era tiempo de tomar las riendas.

 

- Tengo la ventaja de que la edad no es un obstáculo para procastinar.

 

Sonrió mostrando sus colmillos mientras desviaba la mirada a la rodilla cojeante de Glenin. Al levantar la mirada nuevamente se encontró con un vaso de whisky el cual aceptó con gusto. Luego se giró hacia Aaron para invitarlo a que se acercara y se uniera al brindis.

 

- Pero eso no quita que no tenga hambre. -Le dio un sorbo largo al trago y lo dejó sobre el bar. - Así que tratemos de terminar con estos rituales de una buena vez...

 

Se acercó al tapete que le indicó el Black. Levantó el brazo derecho y le tapó el rostro retratado de su padre tratando de no cruzar con su mirada. Aún sentía vergüenza de verse juzgada por aquel hombre. Aquel momento se iba a convertir en un antes y un después.

 

De repente, sintió que una fuente de energía empezó a invadir su cuerpo, desde la punta de los dedos, para pasar a sus nudillos y recorrer con un molesto cosquilleo su muñeca hasta llegar al codo. Empezó a sentir la falta de aire cuando el calor llegó a su pecho y tomó luego su garganta, cerrando su glotis como si se apoderara de sí.

 

Buscó con su otro brazo la ayuda de Glenin, pero él se mantuvo inerte como si la tortura formara parte del ritual. De Aaron, en cambio, Goshi no podía más que escuchar balbuceos entre el zumbido que perforaba sus oídos. En el momento la Black se olvidó por completo que era incapaz de morir y por más que tiraba y tiraba del brazo sus dedos no se despegaban del rostro de Hop.

 

Luego sus piernas se entumecieron, su garganta fue liberada y exclamó un grito de horror que había contenido durante toda la tortura. La energía se escapó a través de sus cuerdas vocales, sus dedos se despegaron del cuadro y cayó sentada al suelo, como si sus piernas fueran de papel.

 

- Maldito... Hop... - Dijo entre resoplos mientras trataba de recuperar el oxígeno. Al levantar la mirada la figura de su padre había desaparecido del cuadro.- Se las ha rebuscado para que no sea nada fácil heredar su trono.

 

Aún sobre el tapete, giró hacia Aaron, quien tenía un claro gesto de preocupación en su rostro.

 

- Cada ritual de sucesión lo estipula cada patriarca, cuentas con la suerte de que no pasarás por lo mismo que yo. - Hizo una pausa, recuperando el vaso de whisky que le acercaba su primo para darle un sorbo.- Glenin, dime por favor que lo de Aaron es firmar un papiro o libro antiguo.

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