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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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- Creí no volver a encontrarte nunca más por estos lares... 

Sonrió la Black al ver voltear a Eterno mientras se colocaba a su lado para observar una de las pinturas del salón.

- Tu abuelo Hop. - Frunció los labios y a la vez cruzó los brazos mientras miraba de arriba el retrato de su padre como si la siguiera atormentando. - Espero yo no haber sido tan cruel como para tener que abandonarnos tanto tiempo a tu hermano y a mi.

Lo miró de reojo. Le dolía ser tan dura con él, pero por dentro intentaba que no cometiera sus mismos errores.

- Te he echado de menos... - Su nariz sonó como cuando alguien intenta no llorar. - Vamos para la cocina que tenemos mucho de qué hablar.

De inmediato oyó un par de gritos viniendo de la planta principal, seguidos de un hechizo incarcerus y discusiones de un lado hacia otro. Goshi tomó del brazo a Eterno mirándolo a los ojos.

- Me adelanto, pero sígueme, quizás necesite ayuda y luego podremos seguir con nuestra plática.

Corrió escaleras abajo hacia el comedor con una mano en el bolsillo donde llevaba la varita y la otra haciendo equilibrio. Se detuvo frente a los presentes y a espaldas de Matthew, clavando la mirada en su nuca.

- ¿Quién me explica qué es esta manera de tratar a los invitados? 

Sabía que si habría algún responsable de los presentes, era el Triviani. Sacó la varita del bolsillo, sujetándola al costado de su cuerpo.

- Que Aaron no esté presente no implica que no se mantengan los principios de esta familia, suelten a ese chico de inmediato.


@ Matthew Black Triviani   @ Oriánthi    @ Eterno Black Triviani  @ Amit Lockhart 

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Suspiró entre sueños y giró el brazo izquierdo para cubrir el cuerpo de su novia, buscando el calor que su propia piel iba perdiendo poco a poco a medida que pasaban las horas desde su última ingesta de sangre, pero sólo pudo tocar las sábanas.

Se quejó y volvió a subir la mano hasta la altura de su cuello, palpando el último lugar en donde tenía un vago recuerdo del contacto de Gabrielle. Amaba cuando se acurrucaba con su pelaje blanco mimándola, tan suave que le provocaban deseos de frotarse contra ella. Le hacía cosquillas, pero el amor que nacía en ella ante ese gesto sobrepasaba los límites de ternura que podría aceptar fuera de su ámbito privado. Sólo quería quedarse allí, siendo amada, amando y admirando.

Entreabrió los ojos y volvió a suspirar. Ella no estaba. No podría haber ido lejos, aún su perfume deambulaba por la superficie.

Se levantó sin quitar las sábanas de seda de su cuerpo, dejando que se deslizaran lentamente sobre su desnudez, descubriendo poco a poco la piel blanca con delicados tonos rosados en aquellos lugares delicados. Era algo que también le volvía loca. La seda y la falta de ropa eran una combinación perfecta. Sus sentidos se agudizaban a tal punto de generar un éxtasis casi obsceno.

Sin dejar de caminar, mientras su bamboleo de caderas digno de admirar la llevaba hacia la puerta del dormitorio, fue haciendo aparecer ropa que por arte de magia se colocaba en ella. Apenas una blusa azul sin sostén, unos joggins deportivos negros. Por último, una sudadera con capucha.

Tomó con ambas manos los cordones que colgaban de la sudadera con los que se ajustaba la capucha y jugueteó con ellos mientras bajaba las escaleras. Estaba descalza, algo que su mujer desaprobaría por la suciedad que se pegaría en sus suelas, pero estaban en un mundo mágico ¿verdad? Usó su varita para encantar el piso para que no manchara sus pies y siguió disfrutando del contraste del frío y el poco calor que aún quedaba en su cuerpo.

Parecía una niña grande que desobedecía a sus padres. Aunque aquella época en las que tenía padre había quedado tan atrás que ya casi no recordaba su cara.

Salió hacia los jardines y de lejos la vio.

Dejó salir una pequeña carcajada que nada tenía que ver con alguna situación graciosa, sino más bien con lo sorprendida que la dejaba el paisaje frente a sus celestes ojos. El dejo de rocío aún en el césped de verde con tonos azulados, el cielo despejado y ella, una obra de arte sentada en el pasto, tan tranquila y calma que parecía que resplandecía.

Durante muchos años le tocó ver el lado de Gabrielle sanguinario y despiadado, o aquel en el que odiaba al mundo, y a veces hasta ella. Pero a veces podía detenerse dos minutos en la puerta del castillo para admirar su sonrisa y su tranquilidad, que eran tan hermosos como el estallido de adrenalina de cuando la podía ver altiva y poderosa.

La amaba tanto. Casi le quitaba el aire la sola idea de poder tenerla.

Corrió a toda velocidad hacia el otro lado de los jardines, cortando dos o tres rosas rojas y volviendo a su lugar. Se acomodó el cabello hacia atrás, permitiendo que su rostro pálido y casi aniñado por la felicidad se descubriera por completo. La sonrisa que portaba en sus labios desviaba la atención de la horrible cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo.

Se acercó a su amada lentamente, procurando no hacer sonido, y desde atrás de ella estiró el mini ramo para colocarlo frente a su rostro.

-          No hay nada en este mundo que te iguale, pero creo que podría llorar en este momento si al menos no intentaba opacarte. No sería justo para el resto del mundo que algo tan bello esté sólo y sea únicamente mío… - Se acercó a su oído y le susurró despacito. Dejándola que se de vuelta por si misma para mirarla a los ojos.

El contacto duró apenas unos segundos que parecieron horas. Sonrió de lado y se arrodilló frente a ella con sus dos rodillas en el césped, acercándose para besarla. Podía sentir la incomodidad de psicosis y la gata que tenía Gabrielle de mascota, pero poco le interesó. El beso sólo duró unos segundos, pero movió su cuerpo entero como si aquella fuera la primera vez que podía tocar sus labios.

-          ¿Qué hacías acá afuera amor? ¿Tenés ganas de dar un paseo conmigo?

@ Gabrielle Delacour

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*je t'aime


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El cielo parecía que dejaba de estar tormentoso aunque su color gris era algo brillante, seguramente porque el cielo abre el paso al astro rey.

Algunas nubes de lluvia surcan con lentitud el cielo pero son tan contadas que nadie se preocupa de un cambio de clima, así que es buen día para hacer paseos por el aire. Algunos magos disfrutan de utilizar sus escobas, algunos que tienen criaturas mágicas voladoras, se ayudan para un trayecto más entretenido. Pocos poseen dragones, en quienes viajan usando un hechizo especial para ocultar la existencia de estas criaturas, aunque con el "Secreto retirado por el mago Aaron Black como ministro de Magia, ya es algo normal que las brujas y magos ya no oculten sus transportes mágicos.

Contados dueños de locales en el rubro de transporte, les ha beneficiado mucho la presente situación, ofreciendo sus servicios a la comunidad. Uno de esos locales, tiene como uno de sus servicios, el alquiler de carruajes de lujo tirados por criaturas mágicas, principalmente por thestrals y visitan a los habitantes para hacer entrega personal de folletos promocionales sobre este y los servicios de alquiler de cabañas, un mago con fino traje azul marino, uno de los socios del "Augurio Itomori´Floy" pasa montado sobre un thestral y al ver personas en el exterior de una de las mansiones, decide bajar para hacer difusión del local.

 

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La situación se encontraba más que clara por donde le miraba pero aún así aquella distancia que entre ambos existia cada vez al parecer se iba acortando o eso era lo que se suponía estar sucediendo; de muchas formas sentía un placer profundo que se le tome en consideración ya que se mostraba un tanto perdido en el tema pero el auxilio repentino resultaba oportuno y con ello agarrarse del hilo que le hizo para renegar a sus adentros.

Su madre le tomaba del brazo llevando su inmensidad consigo dejándole con ganas de decirle mucho pero a la vez poco en el desplazamiento, quedando callado por un instante, sus labios se encontraban como pegados sin recibir líquido que los logré humectar aprovechando en usar el lipstick de coco que tenía en uno de sus bolsillos, aquel que le regalaron en su último viaje que había tenido y con ello le sonrió a Goshi quien le estaba observando lo que hacía, aprovechó en asentir ante sus palabras de que había mucho de que conversar en ese lugar oportuno que ella en su momento había comentado.

Aquel ruido dentro de la Black fue demasiado incómodo dónde todo era tranquilo más el silencio era parte de la orden del día, mas cuando llegó al lugar del acontecimiento le llenó de curiosidad al ver a más personas involucradas en el asunto, conocía algunas de vista pero sin querer llamar la atención entró en el recinto central tras su progenitora cruzando sus brazos después del grito de la misma, sonreí amargamente ante la situación esperando todo esto se aclare bajo el calor de la chimenea que en ella calentaba aquel fuego que crujía en su interior los maderos que ya en carbón terminaban de calcinarse.
@ GoshI

@ Oriánthi

@ Amit Lockhart

@ Matthew Black Triviani

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  • 3 meses más tarde...

Padre e hijo.

"He intentado escribir esta carta hace ya varios años, y es que,... ¡es que han pasado días completos!, meses en sus distintas facetas estacionarias, ¡horas! en los que tan solo me que quedado observando el pergamino manchado por las sombras de mis manos, al reflejo de una débil y titilante flamita de vela a una esquina del escritorio. El mundo pasa pero tus recuerdos vagan genuinamente en mi memoria, sí, desde una vaga presencia en los pasillos de este frío y olvidado castillo, hasta los de una esbelta y erguida figura, cuyos pliegues de túnica vacilaban al compás de aquellos firmes pasos atravesando a la mitad de un salón ministerial repleto de brujas y magos que, expectantes, guardaban con celo la cultura de un mundo mágico que hoy en día pareciera estar en decadencia. 

Jamás lo quise ver, quizás por mi edad, por mis amistades o mis extraños pasatiempos... a lo menos mucho más extraños que los del común de aquellos que hoy en día me rodean; mientras tú te dedicabas a mostrar una parca sonrisa a la muerte que no logró alcanzarte... aunque sinceramente no sé si aún estarás con vida. Mamá me ha contado que es imposible que perezcas, y lo dice con tanta seguridad, que yo intento convencerme de que tal vez sea un horrocrux el que te mantenga con vida, pero sinceramente lo desconozco.

¡Siempre desconocí todo de ti!, ¿Cómo es posible que jamás me lo hayas contado?, a lo menos ¿lo sabías?... ¿Qué importancia tuve para ti?... Te mataré Aaron, te mataré por haber acabado con el mundo que pusiste a mis pies." 

*****

La carta vociferadora se incineró a puño cerrado, en medio de un lugar que nadie jamás podría hallar.

El cristal de una vieja ventana que ensañaba un montañoso y nevado atardecer reflejó un par de ojos grises que, entrecerrados, parecieron expresar una sonrisa franca y sutil. El muchacho había crecido y aquél viejo mago no sabía por qué lo estaría buscando para intentar lo que muchos otros no lograron jamás, sin embargo, le intrigaba más el cómo aquella lechuza que yacía muerta sobre la única mesa de la estancia, había logrado dar con su paradero, dado que nadie podría saber dónde se encontraba y el por qué de su desaparición...

Luego de dar un par de pasos que hicieron eco sobre el piso enmaderado, Caelum soltó un par de frases en lengua muerta que resonaron por la habitación reanimando a la mensajera que había llegado con aquél comunicado, una vez devuelta su vida le debía a él su devoción; simple efecto de la nigromancia. Acto seguido, acomodó en su pecho el broche de oro de los Yaxley que le había regalado su prima y alcanzó la varita que descansaba sobre el arco de la chimenea, la que envainó en el grueso cinto a su cintura, para después deslizar lentamente su lengua por el índice derecho que plasmó a la puerta que tenía en frente mientras susurrraba cuestiones inentendibles sin despegar el dedo de la madera. Se consumió por completo en un vórtice de fuego negro que le jaló del ombligo a quizás dónde, dejando atrás una vieja cabaña de muggles con sus dueños colgando boca abajo al final de la pequeña sala y una gigantesca serpiente compuesta de llamas color azabache que enroscaron la morada hasta consumirla por completo.

*****

Quien hubiese conocido al ex ministro y parte del legado tenebroso, sabría que el hijo de Mahía parecía haber apagado sus sentimientos; aunque nadie sabe con exactitud en qué inoportuno momento de la vida de Black habría ocurrido aquello. Observarle a los ojos era encontrar la fatal sinceridad de la existencia y, a su vez, una vehemente convicción de lo que profesaba... y así lo hizo saber al mundo mágico cuando tuvo la oportunidad. Sin perjuicio de ello, Kalevi siempre había sido importante para él y jamás quiso que el muchacho se viera envuelto en una casta cuya nobleza se había desvirtuado hacía ya mucho tiempo... aún antes del mismísimo Voldemort.

OFF: Extractos de un pensadero barato jajaja. Saludos gente! ❤️ 

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