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.:: Castillo Black ::. (MM B: 97834)


Matthew Black Triviani
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Aaron Augustine Black Yaxley

 

La bruja había pasado por un trance similar al mío, por lo que no dudé en que el dolor y las muecas de angustia mientras el tapete te absorbía, era parte del ritual; tampoco es que nadie haya dicho que sería un cumpleaños de crío, ésto iba más allá, era la representación genuina de la pureza de la magia, sin duda alguna un don en éstos días en que pocas brujas y tan solo unos cuantos magos, valoraban con fervor el ser magos de una pulcra casta.

 

-Tengo lo mío...- respondí a Goshi en cuanto me invitó a servirme una copa en el pequeño esquinero que figuraba como bar-... aquí...- señalé con la varita en dirección a una copa de vino a medio beber que levitaba hasta la misma mano con la que sujetaba mi arma mágica, pues la otra se recomponía- ¡Por los Black!...- alcé mi brebaje- por la magia y su pureza... toujours pur...- sostuve finalmente para darle un sorbo al mismo tiempo que los acompañantes en aquél salón.

 

Al parecer la idea de una cena no les había caído mal, así que esperaba que los elfos pudiesen conseguirnos un buen festín. De haber estado con más tiempo aquella noche, podría haberles cocinado yo mismo, ya que tampoco es que me molestara hacerlo y de seguro les hubiese sorprendido con mis platos; esperaba que en alguna otra ocasión pudiésemos lograr aquello.

 

-¿Libro antiguo? - consulté- de no existir uno podríamos crearlo señorita Black...entonces- les invité a un salón que de seguro ya conocían. El mismo estaba con una mesa rectangular llena de manjares y exquisitas bebibas para nuestra cena-... creo que el castillo escucha, de otra manera ésto no me lo explico...- cedí un puesto para la bruja y extendí la mano hacia la cabeza de la mesa para Glenin. Jerarquía era jerarquía. Yo tomé un asiento frente a Goshi- ¡bon apettit!...

 

La cena era amena, la comida exquisita y los vinos no podrían haber estado mejor; ¡sin duda alguna la velada era excepcional! previa perfecta de lo que declararía esa misma noche en una conferencia de prensa en el Ministerio: La caída del estatuto secreto de la magia. Había puesto el tema en la mesa y de como nos sería favorable para reencontrarnos con la supremacía que nos pertenecía por derecho, éramos una clase elegida, podríamos tener el mundo a nuestros pies si así lo quisiésemos. El señor tenebroso se había ensimismado con el niño Potter, Gellert nunca tuvo el puesto, en cambio yo de Ministro y por el amor que profesaba a la pureza de la sangre, era capaz de dar mi vida de ser necesario para que nuestra sociedad no tuviese que esconderse más de la apatía de los no mágicos. Serían tiempos hostiles, de grandes diferencias para la comunidad mágica, una que si no caía por al fuerza, caería por su ineptitud en la disolución de la magia para quienes no estaban capacitados de sustentarla.

 

-Dígame señor...- me dirigí hacia el mago Black-... le he visto cojear, ¿qué le ha pasado en su pierna?...

 

@GoshI @Glenin Black

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  • 5 semanas más tarde...

El encontrar el Castillo le resultó muy fácil ya que poseía una ubicación privilegiada dentro de uno de los sectores más exclusivos del barrio mágico, en lo alto de una colina, rodeado por un extenso lago y un frondoso bosque.

No muy cansado para ingresar a la casa donde hacia ya tiempo no pisaba, esperando no toparse con alguna criatura las cuales dudaba lo recordarán puesto que pocas veces se había paseado por estos lugares tan hermosos.

 

Bastaba seguir el largo camino de piedra hasta su entrada, para cruzar el puente de paso, caminando con cuidado por este camino tan agradable a los brujos aventureros, amantes de peligros sin fin.

 

Llegaba ileso después de pasar por cada cosa fuera de la imaginación, el mismo se estaba probando si era digno de entrar por dicha puerta que le llevase a la la dichosa Mansión.

Toco fuerte las enormes hojas de madera que componían las puertas principales, talladas haciendo retumbar con un eco sin fin.

Dentro de la cual un elfo arrugado lo ve y le da su encuentro.

Sin decirle nada lo hace pasar y lo lleva a su respectivo aposento.

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Tras una luz aparece el demonio con su Hodag a los confines y lejanías del hogar de los Black. Este ser vestía una túnica egipcia y su cabellera ondulaba con la brisa, aquella mirada penetrante observa el horizonte.

 

-Quizás es momento de dar mis respeto a los nuevos patriarcas. - una sonrisa de dibuja en el rostro. - luego veré si soy amigo o enemigo de la familia, dado que en tiempos antiguos pude pensar en pisar por estos sitios, pero supongo, que al tener una sobrina relacionada con ese apellido, supongo que debo ser un poco mas sociable.- suelta una carcajada al viento.

 

La silueta del tempestad poco a poco recorre la distancia que le separaba, observando el paisaje con gran atención, pero como no se deseaba aburrir, con un sutil movimiento de su muñeca derecha crea una melodía en el viento. Y con el crujir de cada rama que destroza con sus pies, o las piedras que se le incrustaban dejando un rastro de sangre, inclusive las astillas de madera le causan cierto dolor, aunque entre cada pensamiento se volvía mas ajeno a esa realidad. No obstante, no caminaba solo, dado que lo acompañaba su mas reciente criatura.

 

-Abre paso, el camino nos aguarda.

 

Aquellos ojos rojos se abren paso dentro la oscuridad de ese paraje boscoso, a pesar que no había anunciado su presencia, pero si recordaba avisarle @@Lady Luxure Grindelwald que iría a ver su abuelo, dado que existía el rumor que los Black organizaba una fiesta, pero la distancia que lo guardaba a su destino era enorme.

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Había abandonado la residencia de mi padre, Phineas, cuando tenía dieciocho años. Su casa de estilo victoriano se encontraba en uno de los barrios residenciales de magos mejores ubicados en el centro de Londres, donde la mayor parte de las edificaciones pasaban desapercibidas por los hechizos protectores que sus dueños colocaban, tanto para alejar a los curiosos como para proteger a los incautos, más que nada de las criaturas mágicas que algunos poseían a pesar de la estricta regulación del Ministerio, que exigía permisos para poseer cierto tipo de animales, aunque la mayoría de los magos y brujas decidían ignorar ese hecho, sobre todo los que poseían determinado estatus social dentro de la jerarquía mágica. Mi padre, por ejemplo. No era un mal hombre aunque lo había juzgado severamente durante mi niñez y mi adolescencia y era el principal motivo de mi partida a temprana edad, pero a medida que iba ganando años y experiencia me había dado cuenta que los adultos actuaban de formas extrañas y que no podíamos comprender todo lo que hacían a tan temprana edad.

 

En mis años posteriores a Hogwarts había vivido sola, alquilando un departamento donde sólo existía una división para la cocina y otra para el baño, pero eso nunca me había molestado y había evitado tener que pedirle ayuda a mi padre, aunque él había intentado transferir algunos galeones de su bóveda a la mía, pero el resultado había sido que no le hablara por dos meses. Yo me podía valer por mí misma, no necesitaba su dinero ni tampoco sus contactos o su compasión y me dediqué los siguientes diecisiete años de mi vida a demostrarlo. Primero, consiguiendo mi primer empleo en el Ministerio de Magia como aprendiz en el Departamento de Criaturas y, después, siendo transferida a Francia para colaborar con la División de Bestias. Durante todos esos años que había trabajado investigando mi condición de Maledictus, ni una vez había dejado que el apellido de mi familia interfiriera en mis planes. Hasta ahora.

 

Mis pasos eran cuidados mientras me encaminaba por el camino empedrado hacia las puertas dobles de madera labrada por algún experto artesano. Como acostumbraba desde hacía unos años, vestía unos pantalones ajustados de jean oscuro a los que les había agregado unos bolsillos cargo a los lados de la rodilla, con unas correas de simil cuero. En la parte superior vestía una camisa lisa de color blanco, cuyo cuello se encontraba abierto, dejando dos botones sueltos. Sobre ella, un chaleco color caqui con cuatro botones grandes me daban el aspecto de una arqueóloga. Las botas que llevaba eran negras, altas hasta la mitad de la pantorrilla y con dos correas parecidas a las que tenía en los bolsillos del pantalón, aunque éstas estaban sujetas con unos gruesos broches plateados. Para completar el atuendo, un sobre todo negro hasta la rodilla me abrigaba, aunque no era necesario porque ya era verano, pero en Inglaterra siempre estaba nublado y lluvioso.

 

Tenía una afinidad nata con los animales, ya fuera estos domésticos o salvajes, me era fácil empatizar con ellos debido a la delicada esencia animalesca que convivía en mi sangre, con esa maldición que había tenido desde el útero. Por eso, cuando las criaturas comenzaron a caminar hacia mí, no les duró demasiado el aspecto amenazador, como si reconocieran a un igual. A veces, esa sensación me reconfortaba, tener a un igual. Otras, era una sensación oscura y cargada de angustia, porque sabía que un día no podría volver a mi forma humana y me quedaría como un zorro para siempre. Pero mientras pudiera caminar sobre mis dos piernas humanas, seguiría intentando buscar la forma de romper la maldición.

 

Mi cabello rubio platinado con mechas rosas, celestes y púrpuras, atado en una cola de caballo, se removió suavemente con una brisa cuando me detuve a pocos metros de la puerta de entrada al colosal castillo. Había otra figura parada, esperando a que alguien fuera a atenderlo y lo reconocí de inmediato por su forma de pararase. El día que había nacido, mi madre no me había bautizado en ninguna religión, pero cuando había ido a vivir con mi padre, él me había dejado a cargo de un hombre que, decía, era alguien que me ayudaría en caso de lo necesitara -y de que yo no quisiera su ayuda, la de mi padre-.

 

-Eterno- suspiré el nombre de mi padrino, el hombre que era más padre para mí que mi propio padre y a quien respetaba. Me acerqué, los últimos pasos despacio mientras sopesaba mis posibilidades, mis decisiones y, luego, sonreí al verlo-. Eterno... soy Cornelia- me presenté, porque la última vez que lo había visto yo tenía quince años.

 

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Había pasado unas décadas que no pisaba su cuarto, todo le traía recuerdos a su mente, quedó esperando un momento en el arco de la entrada de su puerta de pie con la mente divagando tantos viejos recuerdos.

 

-Señorito Amo... Señortio Amo...

 

Le decía el elfo y jalaba con insistencia el traje que llevaba puesto, a ese único elfo le había permitido muchas cosas, pero para mí las cosas eran distintas aunque le era permisivo en muchos aspectos.

Volviendo para si, bajando la mirada para quedar mirándole

De mi boca no salió palabra pero espere levantando las cejas y así me diga algo.

 

-Señorito Amo... Señorito Amo... Quería saber si necesitará algo más ? -.

 

Negué con la cabeza y este se fue lentamente caminando en alguna dirección la cual no me percaté.

Retirándose la capa de viaje que le cubría la espalda, la colgó en la percha dejando la puerta abierta sin inoportunar no incomodar a nadie, pues sabía que en esa zona oeste no era muy concurrida.

 

Tomo sus libros de leyes e historia mágica quitándole la envoltura protectora y dejarles sobre la repisa en la pared. A él le gustaba ordenar de la forma antigua aunque ahora tenía otros planes por realizar sobre su trabajo.

Moviendo la varita y dando indicaciones para llevar a su lugar sus pertenencias y realizando unos cambios en sus aposentos.

 

Esperando que nose le olvide nada,, comienza abajar por las escaleras meditando lo que comenzaría a realizar, tenía una reunión con la Ministra... Al momento escucha una voz, una voz tan hermosa. Aquella voz noble resultaba familiar pero la forma como recibía le resultaba agradable.

 

Volteando a observar a una bella joven quien llevaba cabello rubio platinado muy elegantemente arreglado con sus mechas rosas, celestes y púrpuras las cuales se entretenían para atarse en una cola de caballo, la cual se removia con una suavemente con una brisa; quien con una sonrisa me recibe presentándose.

Mirando ese cuerpo rápidamente después a cabeza.

 

-Cornelia ? ... -

 

Miró esos ojitos tan delineados cuya forma me resultaba a familiar, eran los ojos de mi sobrina, quedando totalmente por sus facciones del rostro mientras en mi rostro se marcaba una sonrisa y dandole la bienvenida y acercándome a ella para abrazarle.

 

- Cornelia ? ...eres tú ?... Te has vuelto una bella señorita, me recuerdas a mi hermana, tu madre. Tanto tiempo sin saber nada de ti, cuantos años ya... 3 quizás 7 ?, me alegra verte en serio. .-

Hace una pausa después de soltarle mientras le decía esas palabras y acariciaba sus cabellos con cuidado.

 

-Que te trae por acá ? Necesitas algo ? .-

 

Invitándole a pasar y moviéndo la varita para que sus pertenencias por si solas vayan a su cuarto a ordenarse.

 

_Supongo a Sido un viaje muy traginado ? Espero no hallas tenido problema alguno. Esta es tu casa. Cómo bien sabes, las puertas para ti siempre estarán abiertas. .-

 

Agregó y indicando una bebida para la joven a alguno de los elfos, los cuales salieron rápidamente a cumplir su pedido.

 

@@Cornelia Black

Editado por -Eterno Black Triviani

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Para su suerte, no tuvo que encontrarse con ninguna serie de preguntas acerca de su ausencia en el último par de meses después de haber vivido lo que pasó, después de caer en cuenta de sus antepasados y su verdadero origen. Había salido en busca de respuestas, aunque aún no había encontrado ninguna y le hubiera sido imposible dar explicaciones. Era una de las cosas que le gustaba de su familia, todos parecían siempre tener algo que hacer. Todos tenían sus propios asuntos y su ritmo de vida, en donde Matthew podía pasar por desapercibido en cualquier momento. Sin dramas, sin preguntas, y lo más importante, sin reclamos.

Habia llegado por su armario evanescente ubicado en uno de los rincones de su habitación. Aún no tenia muy claro el motivo de su visita al castillo donde vivía su padre, y su madrina eventualmente. ¿Conectar con sus raíces nuevamente? se detuvo a pensar un momento en ello, con la mirada azabache perdida en una pared de roble oscuro. Respiro profundo y salió de su habitación, sus pasos sonaban en un eco profundo e interminable con cada paso que daba por el pasillo donde se ubicaban las demás habitaciones, de las personas las cuales desconocía realmente; solo podía sentir el débil aroma de personas conocidas.

Encendió un cigarrillo mientras sus zapatos sonaban en el suelo de madera, encontrando la gran escalera de mármol pulido, se detuvo en el descanso que aquellas le ofrecían y observaba los elfos como se movían con rapidez, mientras llevaba su diestra a su boca dándole una pitada al cigarrillo rubio, analizaba la situación y detestaba demasiado aquellas bestias, aún no entendía como podían utilizarlas para servicio, él preferia los humanos.

Ignoro completamente todo, y camino al hall como si no hubiera nadie a su alrededor, blandió su varita para escribir una misiva a su tía y ver si su padre podría por primera vez hacer acto de presencia ante ellos, parecía ser que esperaban invitados, pasó su dedo indice sobre una mesa pequeña, Espero que limpien esto antes de que lleguen. masculló entre dientes mientras su carta se incineraba.

 

 

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Si había un lugar que conocía la antigua Maida, aquel era el Castillo Black. Aún podía verse una especie de sombra —o al menos eso sentía la ojiazul—, en el lugar exacto dónde se había casi muerto por una hipotermia cuando, huyendo de su pasado en Bulgaria, se apareció a puertas del castillo. Mucha agua había corrido por debajo del puente desde aquella noche, las charlas siempre extrañas con las tías Gabbs, los líos que ellas encontraban entre líneas y un largo etcétera que la hacían sonreír a medida que el tramo del jardín se hacía nada bajo sus pies. La bruja nunca abusaba de los métodos mágicos para llegar a cualquier lado, pero, un elfo doméstico que utilizaba como medio de monitoreo le había avisado de la nueva mudanza de su primo.

 

De cierta manera, se había mandado sola en cuánto a las ligeras vacaciones que se dio, pero el miedo era un sentimiento que solía sacar las actitudes más extrañas en la bruja, y ver que todo colapsaba por lo que ella creía era la idea más est****a del mundo mágico pues, la hizo huir. Ahora, a sabiendas de que su primo estaba bien, volvía, seguramente a jalarle una vez más, las orejas. El castillo Black, era imponente, tanto o más que Triviani, pero claro, a lo mejor era por las infinitas ramas de árbol genealógico o por las extrañas aficiones que tenían los miembros de su familia. La Manor era muchísimo más íntima, aunque tenía sus propias desventajas, la ausencia de sus principales miembros la hacía ideal para escapar de lo que sucedía en el epicentro de los líos.

 

Ver el vestíbulo con uno que otro elfo merodeando de un lado a otro la extrañó, ¿se llevaría a cabo algún evento?

 

Hey, alguno de ustedes, ¿Aaron Black está aquí? —preguntó a uno en particular aunque como tres voltearon a verla, la bruja carraspeó y buscó una seguridad que generalmente le faltaba, adelantándose un par de pasos— ¿Qué?

 

Se cruzó de brazos y más enfurruñada que confundida, se dirigió a las escaleras, aunque quedaba claro el porqué los elfos no la detenían, no se dignaban en responderle, lo que suponía una orden directa del Black. ¿Dónde estaba su leal Nius ahora? Arrastraba la capa de viaje generando un seseo extraño, similar al que una serpiente reptando. Un par de elfos detuvieron sus actividades para observarla.

 

Hay un hijo del señor Black en el castillo, ¿le indico su habitación? —Maida sonrió, estaba segura que se traba de su ahijado, que además guardaba un aura muy similar al de Aaron, aferró sus dedos a la baranda y tomó un impulso con el que pudo subir de par en par los escalones que faltaban.

 

¿Mathew? —preguntó adentrándose en el pasillo derecho sin saber si seguía el camino correcto— ¿Mathew estás por aquí?

 

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Aparecí a unos metros de la verja, al costado de un gran roble cuya copa parecía enraizar una torre de vigilancia. Casi podía verme de la mano con Evarela, sujetando fuertemente de mí, asegurándose que no fuese a contar nada de lo que veía cada noche que le acompañaba a sus juntas con brujas y magos que hasta ese entonces, no habían sido más que viles y crueles enmascarados; era tan solo un niño. Ya de adulto comprendería que mi hermana había pertenecido a las filas mortífagas, siendo una de las brujas emblemáticas de la noble casta.

 

La puerta de aquella torre de vigilancia se encontraba semi abierta, por lo que me dispuse a entrar y subir la escalera de caracol en seguidilla de un olor que conocía muy en particular, el bourbon. Llegando arriba me percaté que dos inquisidores se encontraban tendidos en el suelo con un hedor nauseabundo a alcohol y tabaco. Uno roncaba, el otro balbuceaba dormido, y en un acto de acomodo botó una de las botellas la cual rodó hasta mis pies. Me encontraba apoyado de costado en el umbral que dividía la estancia de la escalera.

 

-Se...se...¡señor!- exclamó raudamente mientras se ponía de pie y abotonaba su túnica de forma dispar. El tipo que roncaba se volteó hacia su camarada en un amague de intentar abrazarle y acurrucarse en virtud de quizás qué clase de sueños. El joven que se había puesto de pie pateó su pecho con el dorso del pie, sudando helado y manteniendo su mirada en mis ojos.

 

-Oh...demo...¡por merlín!- el tipo titubeó tras verme también y se puso de pie a la par de su compañero.

 

-Mis botellas de bourbon, los cigarrillos de quizás qué familiar...-comencé a señalar.

 

-Me dijiste que los habías traído de Hogsmeade...- insinuó uno al otro.

 

-¡Silencio!...

 

-Sí señor...-respondieron al unísono.

 

- No me molesta que tomen de mis reservas, aunque éste no es el horario...- retomé la palabra mientras tomaba la daga que traía a un costado del cinto- no me molesta que fumen cuanto cigarrillo se les dé la gana...- proseguí al tiempo que reflejaba la gélida mirada gris en la hoja metálica del objeto inherente al libro de la sangre. Rasgué en diagonal tan cerca de ambos que produje un corte en el ojo derecho de quien se encontraba frente a mi derecha; el tipo soltó un grito que se ahogó en un sutil frote de la yema de mi pulgar en mi anillo contra oídos indiscretos- lo que me molesta, es que ...- rasgué hacia la otra diagonal, aprovechando que el otro camarada se encontraba perplejo. Corté su cuello, por lo cuál llevó ambas manos a la herida evitando morir ahogado-...no, se toman, en serio...¡su pu.to trabajo!... ¡viven niños aquí dentro!...

 

En unos pocos segundos, uno de ellos se sujetaba el ojo arrodillado en el piso y el otro comenzaba a convulsionar. Tomé el cabello del primero y jalé su cabeza hacia atrás para que me pusiese atención.

 

-Perderás el ojo, claro que sí...- le dije con la actitud parca e indiferente de costumbre- ... pero no antes de que éste otro se muera aquí, en mi hogar. Eres un mago, salva su insignificante vida y pensaré si recurro a utilizar mi amuleto para tu visión...

 

***

 

Dicho tal, me esfumé, desapareciendo en una estela oscura que se dispersó por la estancia hasta salir por la ventana sin cristal de aquella torre de vigilancia. Fue cerca de otro grupo de inquisidores que recibían a un mago con una criatura, que me detuve a observar, siempre desde lejos sin que nadie pudiese notar que estaba allí.

 

-¡Identificación y motivo!- exclamó uno de los cuatro Inquisidores que custodiaban el lado norte del paraje a Demian Luxure y su Hodag.

 

-La criatura debe quedarse en la reserva de los Black mientras usted esté aquí. Debo revisar su varita...- le respondió inmediatamente otro de los guardias, cumpliendo con el protocolo que significaba visitar a cualquiera que fuese miembro en la genealogía de la familia.

 

Viendo como funcionaban los diferentes puntos de protección activa, me volví a esfumar sin darle mucha importancia a los últimos acontecimientos. Reaparecí en un vestíbulo del castillo, lugar donde sentí nuevamente olor a tabaco. Pero más llamó mi atención, una voz que aumentaba en ecos.

 

-¡Amo Black!- exclamó uno de los elfos que figuraba doblando hacia mi dirección desde uno de los vestíbulos del segundo nivel. Sus grandes ojos me miraban con sorpresa.

 

- ¿Cuál es el nerviosismo elfo?- consulté al tiempo que enarcaba una ceja.

 

-Amo Black, la señorita Maida ha regresado al castillo. El hijo del amo Black también está acá y el hijo de la señorita Alyssa con su hija...

 

-¿Maida?, ¿en el castillo?- bufé una sonrisa incrédula. La bruja había desaparecido tras mis conflictivas declaraciones; se había ausentado en la guerra que casi termina con mi vida y prácticamente había faltado al acuerdo que ambos habíamos comprometido tras mi nombramiento como Ministro de Magia- Por otro lado, ¿cuál de mis hij...

 

>>¿Matthew estás por aquí?<<

 

Y entonces deduje que sí era ella. Aproveché su voz para desenvainar la varita y encaminarme por el largo pasillo hasta una de las escalinatas principales. La hija de Luisa ponía un pie en el segundo piso del castillo.. El elfo me había seguido.

 

-¿Y tú?...- pregunté a la bruja mientras me asomaba por la baranda para ver si alguien más venía con ella- ¿qué haces aquí?...- cuestioné nuevamente. No sabría si la cicatriz de medialuna que me había hecho Lucrezia se apreciaría por el cuello prusiano de la túnica, pero la estancia estaba lo suficientemente iluminada como para enseñar la cicatriz paralela a uno de mis párpados inferiores, y la mano con una quemadura peculiar a simple vista.

 

-¿El amo desea ver a su hijo? ...

 

-Ve a buscarlo, y al hijo de Alyssa también...- le dije sin siquiera mirarle, pues mi atención estaba de pleno en la bruja que guardaba mis mas grandes confidencias y a quien le había perdido el rastro hacía mucho tiempo; mi prima, Maida Yaxley.

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—Disculpen, pero voy a llevarme esto.

Se inclino a la mesa para tomar una taza que parecía no tener dueño, y de no ser asi, ya la había tomado. Dio un sorbo con los ojos cerrados y sintió una extraña pero agradable sensación recorrer su cuerpo, sacudió los hombros y abrió los ojos. Increpo su petaca escondida dentro de la capa y vertió un poco de su contenido en ella, dio unos cuantos pasos, alejándose de la mesa para recargarse en la pared mas cercana. Entonces tuvo tiempo de pasar su mirada por todos los presentes.

Escuchó palabras desde la puerta y apretó los dientes, ¿todos aparecen ahora? Se preguntó si acaso lo mejor era escapar antes de que sea tarde, pero optó por mirar directamente hacia las escaleras de las cuales había descendido y seguir la voz de la mujer que lo llamaba... ¿Como la había oído con tanta distancia entre ellos? el joven zingaro poseía un oído bastante desarrollado gracias a la condición de licantropo que cargaba, aquella le permitía oír los ruidos más burdos a metros de distancia.

Se deshizo entre la bruma negra y se dirigió a su habitación nuevamente para interceptar a su madrina.

Aquellos ojos mercurio que tanto habían brillado momentos antes de a poco iban volviendo a su tinte habitual. Las luces del sector donde había aparecido se entrecortaban mientras ell subidon de adrenalina abandonaba su cuerpo y se había materializado nuevamente mientras daba sus primeros pasos entre la niebla oscura que aùn protegía los pies del joven Black.

Para su sorpresa, Augustine también estaba allí. Después de su campaña, él casi nunca se mostraba.

Trató de recordar un momento en especificico de su pasad, pero la escena se le escapaba a cada paso que daba. Su elfo había chocado con él, siguiendo la orden de que lo buscara y a otras dos personas más que realmente no había registrado. ¿Es mucho trabajo ir por tu propio hijo? preguntó manteniendo su semblante serio, enarcando una ceja . Tiempo sin verte, Maida. se acercó a ella pasando por un costado de Aaron y beso su mejilla, tan fría y suave como la nieve.

 

Que bueno que nos encontramos aquí alzo ambas manos con una sonrisa , ¿podríamos tomar un café?

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La bruja sonrió. No habían palabras que pudieran describir ese momento y lo mucho que deseaba que esa no fuera la última vez de sus encuentros, sino el comienzo de muchos. Hasta el momento Tauro se había desnudado ante el mago, había reconocido sus sentimientos hasta el momento dormidos y que ahora amenazaban con desbordarse. Lo mismo había sentido por parte de Martin y por primera vez estaba segura de que ambos estaban conectados a un nivel que iba más allá de la amistad que por años habían mantenido. ¿Se estaba empezando a enamorar? —Otra vez... —susurró solo para ella y volvió a sonreír, encajando perfectamente entre los brazos del mago del cual no quería soltarse, se giró y lo volvió a besar.

— Martin —dijo luego de un rato, interrumpiendo el flujo de sus pensamientos —Hay algo que me gustaría contarte —. No era su intención romper el momento, ni mucho menos, pero dependiendo de cómo se tomara lo siguiente que estaba a punto de decirle podía afirmar con exactitud que era él la persona con la cual deseaba escribir ese nuevo capítulo de su vida —Tú más que nadie conoce mi pasado, de donde vengo, lo que he logrado y las cosas que he hecho —. A medida que hablaba, no podía quitarle la vista de encima, estaba muy pendiente de su reacción —Y no me arrepiento de nada, pero a veces ¿no sientes que no es suficiente? Que si sigues por ese mismo camino no lograrás más nada, que ya lo has aprendido todo.

El peli-negro sería la primera persona a la que le contaría oficialmente sus planes, unos que si llegaran a oídos de los aun existentes Mortífagos seguramente la convertirían en su próximo objetivo y no los podía culpar por eso, pero esto no se trataba de una traición, ya ni siquiera creía en la fidelidad hacia los bandos sino hacía sí misma, sus ambiciones, sus deseos y por supuesto también tenía en consideración a su familia.

— Eso es más o menos lo que me pasa —acotó, luego volvió a mover sus labios, pero nada salió de ellos. Tomó aire y se armó de valor —Voy a unirme a la Orden del Fénix —soltó sin más, esperando su reacción. No es que fuera a cambiar de opinión o necesitara aprobación, pero si de verdad quería empezar algo con Martin, quería ser honesta desde el principio, sin secretos, sin ocultarle cosas. Estaba casi que preparada para la reacción negativa del mago, pero no quería apresurarse.

— ¿Qué piensas? —preguntó nerviosa.
@@Martin N Roses

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