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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Mi hija me habló tras mirar a los lados como si esperase a alguien. Dijo que le había parecido que Heliké estaba por allá. Le sonreí. Me encantaba verla tan calmada en aquel momento, después de haberla visto transformada en demonio.

 

-- Puede que sí, puede que no. Esta mujer disfruta persiguiéndome con eso de su embarazo. Parece que sea el primero, jajajaj...

 

La sonrisa desapareció. Aquel embarazo me traía por la calle de la amargura; no por ella, que se portaba más o menos bien, no por la nieta que esperaba, que parecía que todo iba muy bien. Era por lo que suponía para mí, después de todo lo sucedido. Y Perenela había estado a mi lado todo aquel tiempo. Sabía lo que suponía para mí la palabra "embarazo". Sin embargo, intenté que no se notara mucho y seguí hablando.

 

-- ¿Tu varita? -- ¡Demonios, sí, la había dejado la última vez que vino! -- ¡Ah, claro, tu varita!

 

Tamborileé con la punta de los dedos encima del mostrador, mientras ella toqueteaba mi pelo y me atusaba la ropa. Aquel momento íntimo entre las dos me llenó muchísimo. Habíamos compartido tantas cosas y tan pocas veces estábamos a solas, sin más, por estarlo, hablando de naderías y tomando un té... Siempre teníamos aventuras y gente que nos importunaban estos momentos que no podíamos disfrutar a solas.

 

-- Claro que tengo tu varita, hija -- le contesté, rompiendo aquel dulce momento madre-hija. Me arrepentía un poco pero Anne estaba arriba y seguro que bajaría en cualquier momento. Esperaba que hubiera mejorado su ánimo.

 

Retrocedí hasta un pequeño aparador y tomé una caja alargada, madera de fresno oloroso. Aspiré con una sonrisa floreciente y dejé que mis sentidos se empalagaran con aquella tenue fragancia. Me acerqué a ella y la abrí, despacito. Por dentro, un forro de terciopelo granate dejaba ver una linda varita.

 

-- Toma, para ti. A ver si adivinas qué núcleo tiene... La inscripción del mango la hice yo -- dije, algo avergonzada por el atrevimiento, ya que no era una verdadera fabricante de varitas, sólo una comerciante atrevida.

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Había pasado mucho tiempo desde que había dejado mi varita en manos de mi tía. Al final, me habían convencido para dejarla allá, en reparación, a pesar que me asustaba mucho que la tía Sagitas la tocara. Había pedido que otra persona la arreglara tras el comentario de su socia, la Warlock Anne Gaunt, sobre el tratamiento necesario de la madera de Palisandro antes de hacer una varita, con la que había sorprendido a la tía y también a mí.

 

Pero no había recibido respuesta desde hacía tiempo. Me habían dado una varita de sustitución que funcionaba muy bien pero yo sabía que no era la mía, me preocupaba muchísimo al no tener noticias. ¿La habría roto? Sagitas era capaz de mandar hacer una nueva totalmente sin decir nada si la había estropeado. Esperaba que no, aquella varita tenía un significado especial para mí por su relación con mis padres biológicos fallecidos hacía muchos años.

 

Así, les mandé una lechuza:

 

A los señores Dueños de la Tienda "Herederas de Violeta Beauvais", Tienda de Varitas.

Hace unos meses que dejé mi varita en sus manos para proceder a su arreglo de una pequeña grieta que dificultaba su uso. Me dieron otra mientras estuviera en el taller pero aún no me han llamado para su recogida.

¿Pueden informarme del estado mi su reparación?

Atentamente,

Xell Vladimir

 

La mandé hacia la tienda, esperando una respuesta antes de ir yo personalmente.

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Mientras esperaba la respuesta de mi hija Perenela sobre su varita, una lechuza se estampó contra la ventana de la tienda con un ruido enorme. Respingué y busqué mi varita, ¡estaba desarmada si nos atacaban! (Sí, en una tienda de varitas, ¿no encontraba alguna con la que defender el negocio?) Me tranquilicé al encontrarla donde siempre, en el pelo, recogiendo un pequeño rizo molesto. Odiaba el pelo en la cara.

 

-- Un momento, creo que ese bichejo nos rompió algo -- le dije a Perenela.

 

Salí al exterior y, sobre la acera, la lechuza parecía realmente grogui. Dudé entre recogerla o llamar a los Funcionarios de Recogida de animales muertos para que se hicieran cargo del cadáver pero, entonces, abrió el pico y dijo "Pío". Sí, sólo eso, pero bastante para mí. La tomé en la mano (era chipichurri) y la metí en la tienda. Pasé de nuevo al lado de Perenela y me puse al otro lado del mostrador. Saqué un tapete rojo de los caros, de esos que guardaba Anne para personas o varitas especiales, y puse al bicho encima.

 

-- Bisturí -- le dije a mi hija. -- Ah, no, no hace falta. Creo que con un Episkey será más que suficiente.

 

Esta vez sabía donde estaba mi varita, así que le saqué la nota que traía y la curé. Se incorporó rápidamente y echó a volar hacia la puerta. Tiempo justo tuve de abrirla para que no se estampara de nuevo. Miré la letra y fruncí el morro. De Xell... ¿Para qué...?

 

-- ¡¡Ohhh!! ¡¡Demonios!! ¡Anne! ¡@! ¿Recuerdas donde metimos la varita de Xell? No recuerdo si la quemamos o conseguimos salvar algo...

 

Mientras me contestaba mi socia, volví la atención hacia Perenela.

 

-- Bueno, ¿qué...? ¿Lo sabes o no...?

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Me quede pensando... Dado lo que a mi madre le gustaba experimentar no sabia a ciencia cierta que tipo de núcleo le había puesto a mi varita, estaba barajando tantas opciones que mi madre se desespero un poco y terminó yéndose a abrir la puerta donde una lechuza se había estrellado, mi madre solicita como siempre con los animales (no por nada era dueña de un circo) se dispuso a curarlo y soltarlo, me causo gracia ver sus ojos grandes al darse cuenta lo que decía la carta y gritó (Porque ella no conoce otro modo de comunicación) llamando a alguien que al parecer estaba en la parte superior, enarque una ceja:

 

-Teniendo en cuenta la suerte que tengo yo y tu necesidad de experimentar de seguro le metiste escama de basilisco si crees que eso puede hacer que me funcione mejor que la varita de mi padre... pero no, no tengo ni la mas remota idea de que pudiste haberle metido al nucleo... ¿Cola de unicornio? ¿Nervio de Dragón? ¿Pelo de Therstal? - esperaba que el suspenso terminara y que la varita me funcionara bien que era lo que importaba

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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  • 3 semanas más tarde...

- Tuvimos que quemar la varita de tu sobrina. Las astillas ardieron divinamente...-bromeó.

 

Sorprendió a Sagitas por la espalda. Había entrado por la puerta trasera del edificio y antes había pasado por el sótano oculto. Por el camino al mostrador se fue quitando la capa de lana y el gorro que cubría su melena blanca para luego arrojarlos descuidadamente sobre una pila de cajas vacías. Detrás de sí dejó marcas de agua con las botas que sacarían de quicio a Sagitas y a la quisquillosa de Anne. Ahora que lo pensaba, no se pasaba por el negocio desde hacía tiempo ¿Qué había sido de Mery? Al par de warlocks las veía a menudo -demasiado- por el Ministerio y en reuniones secretas, tanto que parecía esa ser esa su familia y no la Malfoy. Pero había perdido el rastro de Mery, con la gracia que le hacía esa chiquilla...

 

- Hace un día precioso, no ha dejado de llover desde que me levanté. Buenas tardes -comentó con buen humor observando a la chica que esperaba al otro lado del mostrador- ¿Qué tal el día, Sagitas? ¿No te apetece algo para entrar en calor? Podemos dejar la tetera con té recién preparado por aquí por si algún cliente se anima.

 

Pleno abril y una ola de frío típica de enero. Beltis estaba feliz, naturalmente, vio el sol un día hacía ya dos semanas y le parecía maravilloso tener el cielo nublado tantos días seguidos. Comenzó a buscar la caja de la varita de Xell. Le había llevado tiempo arreglar la varita, porque para hacerlo se requería paciencia, era una labor artesana que se basaba en la calma y buen hacer. La bruja seguía las técnicas más antiguas de elaboración de varitas, aunque también se preocupaba por el diseño de cada creación, su interés principalmente radicaba en el equilibrio del poder que guardaba el núcleo. Un asunto muy delicado. Sacó casi todas las cajas que estaban de su mano dejando que Sagitas atendiera a la otra clienta. La había dejado por algún lado ¿no?

 

- Palisandro, sí, me acuerdo, una madera poco común por estos lados. Dio bastante trabajo -murmuró mientras destapaba cajas y cajas sobre el mostrador-. Vaya, qué raro.

 

Se llevó una mano al mentón y se sentó. No podía olvidar a lo que había ido pero tampoco quería dejar al cliente en la estacada. El comerciante había confundido el pedido del bar con el pedido de materiales para reparar varitas. Ahora en el bar tenía plumas de fénix y fibras de corazón de dragón, y en la tienda de varitas debía de estar el alcohol y tonterías varias que habían pedido sus socios. No quería que Sagitas encontrara la caja antes que ella o se iba a llevar una sorpresa de muy mal gusto. Luego tendría que explicar para qué eran ciertas cosas y no le apetecía entrar en detalles.

 

- Ah, mira, allá arriba está -apuntó sobre la cabeza de Sagitas. La caja con el nombre de Xell escrito en caligrafía imposible estaba en lo alto de la estantería.-. Al final pudimos salvar el núcleo y reparamos las zonas astilladas de manera artesanal, con calma y mucha dedicación. Estoy muy satisfecha, no había trabajado con palisandro hasta ahora. Dile que venga a por ella. Tiene que probarla, tal vez necesite algún retoque.

 

- A Anne no le va a gustar el estado del tapete de cosas importantes, por cierto ¿está en la tienda?

 

Tampoco quería que Anne encontrara la caja con objetos del bar. De todas formas, cualquier problema le echaría la culpa a Orión y sus gustos extravagantes. Se puso de pie y se fue a preparar té. Estaba de tan buen ánimo que hasta le apetecía sacar las galletas.

 

 

@ @

Editado por Beltis

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  • 2 semanas más tarde...

¡Demonios con mi hija! ¿Cómo es que Perenela me conoce tanto? Fruncí el ceño en cuanto ella averiguó qué núcleo había usado con su varita. Suspiré y lo aclaré, en voz muy bajita:

 

-- Pelo de Thestral, sí... Puedes probarla...

 

Pegué un salto en aquel momento porque la voz de Beltis me pilló desprevenida. Me puse la mano en la delantera y fingí un desmayo que no estaba muy lejos de ser real, pues el corazón me iba a cien por hora.

 

-- ¡Ay, Beltis, la próxima vez avisa de que estabas detrás! ¡Ehhh! ¿Por qué la tuvisteis que quemar? ¿Teñía roña? Mira que siempre les digo a todos que las varitas hay que limpiarlas bien, que no se coja con resto de comida en las manos... ¿Qué pasó? -- Me pareció de mala educación preguntar por su ausencia en la tienda así que añadí de forma rápida? -- Con la varita quiero decir, ¿Por qué la quemasteis?

 

Observé que dejaba marcas de agua en el suelo y mi primer impulso fue sacar mi varita y limpiar el suelo. Después recordé que eso era trabajo de elfo y que, aunque a mí no me importaba limpiarlo, sobre todo porque era a mí a quien le molestaba aquellos cercos, también era probable que Beltis me lo reprochara. Dudaba que un Malfoy viera con buenos ojos que una hechicera hiciera trabajo de los elfos domésticos.

 

-- ¿Te gusta la lluvia? A mí sí, si estoy a cubierto. Pasear bajo el agua me estressa, eso de mojarme y pasar frío... -- Pero ella mostraba una sonrisa contagiosa. Parece ser que le gustaba eso más que el sol. -- Pues el día ha sido muy tranquilo, sólo ha entrado Perenela a por su varita. Esta la hice yo.

 

Sí, había algo de orgullo en esa confesión. Estaba segura que ninguna de las tres socias me dejarían tocar un varita a pesar que yo era buena (¿lo era?), pues me había leído todos los libros sobre manufactura de varitas. Vale, no había hecho ninguna y aquella era la primera pero la teoría me la sabía al dedillo. Además, era para Perenela, de la familia; no era como si fuera para un extraño que si le explotaba en la cara y se quedaba sin cejas, nos fuera a poner una demanda.

 

Beltis se movía de un lado a otro buscando cajas y más cajas que se acumulaban fuera de su sitio. Mi afán por el desorden ordenado me hacía soltar aire cada vez que dejaba otra caja encima de la mesita. La sentía murmurar cosas del palisandro y supe que buscaba la varita de Xell.

 

-- ¿Allá arriba? ¡Demonios, tú eres alta! Yo usaría la magia para bajarla. -- Le sonreí cuando dijo que les dio mucho trabajo y que estaba satisfecha del resultado. -- No te preocupes, Beltis, yo le digo que se pase a recogerla. Felicidades por... lo bien que... os ha quedado, claro...

 

Me puse roja cuando mencionó el tapete. Lo cogí y lo sacudí con fuerza, sacándole todo rastro de plumas y de piojillos de aves que pudieran haber quedao en él. Después lo doblé con más o menos cuidado y lo puse en el espacio en el que Anne lo tenía guardado. No dije nada, disimulando como si no hubiera oído el comentario.

 

-- Anne estaba arriba hace un rato. Estaba rara. Parecía que hubiera cogido moquillo o algo así, gritaba enfadada. Pero después no la vi. ¿Quieres que te ayude con eso...?

 

Pero recordé que Perenela aún estaba allá y era mejor que acabara con ella. No quería broncas de mi socia por no tratar de forma correcta a los clientes.

 

-- Venga, Pere, haz la prueba a ver si te gusta... Estoy segura que va a funcionar de mil maravillas.

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Enarque las cejas al ver que mi de por si, por una vez en la vida, le había atinado a algo de mi madre, una sonrisa se formó lentamente en mi rostro pero aún estaba dudosa de si tomar la varita. Alguien más había entrado en la tienda y mi madre se ocupó así que me senté en uno de los taburetes a pensar en todo lo que había pasado, a mirar lejos y a soñar despierta, por lo que me sorprendió cuando mi madre llamó mi atención, fruncí el ceño, pero tomé la varita:

 

-Wow – musité mientras miraba las chispas de colores que emanaban de la punta, sonreí más profundamente y busque el mango en forma de dragón que tenía guardado entre mi ropa y que encajaría en el mango, hice una mueca cuando el mango no encasó:

 

-Es más gruesa la varita, voy a tener que hacerme a otro mango o no podré ponerla en mi cabello… ¿Por casualidad venderán esos accesorios aquí? Y ¿Cuánto te debo por la nueva varita madre? Voy a extrañar la varita de mi padre, era mas delgada, un poco mas femenina creo

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Me mantuve alerta. Esperaba que no se notara que estaba en un tris de tener un ataque de nervios mientras ella observaba la varita y no decía nada. A punto estuve de darle con el tapete en la cabeza para que dijera algo, lo que fuera... Menos mal que saltaron unas chispitas de colores y pude soltar, al fin, el suspiro de alivio. ¡Funcionaba! En el fondo no era tan mala hacedora de varitas (aunque hubiera hecho poquito trabajo y más lo elfos encargados de ello). A punto de aplaudir, me retuve porque no quería que Beltis tuviera una mala impresión de su socia (si cabe, yo creo que ya la tenía y no iba a empeorarla si hacía más la floja de lo que ya lo había hecho). Sólo cabeceé en señal de asentimiento para que supiera que estaba siguiendo sus comentarios.

 

-- Sí, guau...

 

No podía decir mucho más, estaba orgullosa de ver que había funcionado. Ahora, en cuando dijo lo del pomo, sentí que mi ego crecidito caía de nuevo por no haber pensado en eso. ¡Maldito agarre!

 

-- Pero, pero... Te podemos hacer un rebaje si quieres poner el pomo de dragón. Lo justito para que entre, podemos acoplarlo, hija...-- Otra mirada de reojo a Beltis. ¿Qué diría si le dejaba sin ventas de artícul0s complementarios. -- Pero sí, tenemos pomos que quedarían preciosos en esta varita. Mira, están aquí, en esta parte del mostrador. ¿Quieres que te saque alguno?

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  • 2 meses más tarde...

Hacía unas horas me había encargado de hacerse llegar una nota a Thomas, mi hijo y tutoreado. Sabía por investigaciones que aun no portaba su varita, y deseaba regalársela para que continuara sus clases de la mejor forma. La clase en la que estuvimos juntos no había tenido oportunidad de confesar lo que en realidad pasaba, así que hoy esperaba hablar con él.

 

Las calles de Diagón estaban algo solitarias a esta hora de la mañana, me encontraba parada frente a la tienda a esperas del ojiazul. Mis vestimentas eran simples, unos jeans rasgados en las rodillas, una blusa hasta la cintura vinotinto y unos tennis que eran blancos pero se encontraban algo bastante sucios ya. Mi cabeza por otro lado se encontraba despejada, había perdido mi peluca y ahora debía dejar mi pelona a la vista de todos.

 

Observé por vigésima vez desde que me encontraba parada frente a las escaleras del local, a esperas de que el vampiro llegara y poder empezar con lo planeado hasta hoy.

 

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Cerré con cuidado la puerta trasera y suspiré. Nadie se había dado cuenta que había entrado por detrás, o eso esperaba. No me fiaba de Beltis o Anne si me pillaban después del regalo del pomo de la varita que le había hecho a mi hija Perenela. Por supuesto, era socia como ellas, ¿por qué no iba a poder hacer un regalito si quería? Aunque... Mejor si no se enteraban. Si llegaba a tiempo a la caja y podía rellenar una factura, y podía poner el dinero en ella, y si podía burlar los sistemas de seguridad de mis socias... seguro que no se darían cuenta.

 

A penas pude llegar a la cortina caminando de puntillas y asomé la varita, sólo la puntita, lo suficiente para mover la factura falsa que iba a poner en el lugar correspondiente que tenía reservado Beltis para llevar las cuentas. Ojeé despacito, no había nadie. A punto de cometer mi fechoría (mentira, de arreglar la que había hecho antes), noté una sombra en la entrada del negocio. Arrugué el ceño, ¿iba a ser pillada por mis socias?

 

Me detuve a tiempo con la varita en alto, oteando desde aquella cortina. No parecía ninguna de ellas. ¿Quién sería...? Mientras no entrara, no podía moverme, no iba a darme tiempo de hacer todo lo que había pensado antes de que entrara. No podía tener testigos. Tal vez debiera confesar a Beltis y a Anne que había hecho un regalo y rezar para que no me mataran por ello pero... ¡Ay, no! Las conocía, sabía que Anne defendía su labor de creadora de varitas y no dejaría que menospreciara su gran trabajo regalando sin más sus creacciones. No quería arriesgarme a su enfado, que la conocía...

 

Mejor esperaba a ver si esa sombra entraba o no en el negocio antes de hacer mi siguiente movimiento.

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