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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Sonreí como un bobo mientras observaba nuestras manos. @ llevaba razón, la niña se movía, y aunqeu segun ella fuera un día "tranquilo" para mi era de lo más extraño....pero tras la intensidad inicial, era cierto qeu cada caricia parecía hacer que la pequeña fuera tranquilizándose un poco más. Supongo que ahora sabíamos un método para hacer que se tranquilizara, si es que de verdad estaba funcionando.

 

- Si, llevas razón - dije, carraspeando mientras me levantaba. La situación, en realidad, no era...la ideal, si se podía llamar asi. Nos encontrábamos en lo que podíamos denominar "estado de alerta" donde parte de la familia había acudido sola ante el peligro mientras nosotros nos quedábamos atrás, vigilando en la retaguardia, a la espera del regreso, sin garantías de que no nos atacasen...

- Son los huesos de la única persona de esa familia que nunca ha querido matar a Sagitas...y ayudó a que la encontraran cuando la secuestraron en la boda.

 

Fui junto a Helike, mientras recordaba algunas de las cosas que podríamos, o deberíamos hacer, como el hecho de que la niña, aunque al principio durmiera con nosotros, necesitaría una habitación, o que tendríamos que ponerle un nombre. Vi que marcaba distintas zonas en el plano, sugiriendo métodos de defensa, protecciones, como los elfos podrían ayudar y donde podíamos colocar trampas.

- No podemos llamarla pequeñaja? - Pregunté, riendo porque seguro que no le gustaba. - Vale, pensaré en algo. Y por la habitación, no te preocupes. Tenemos sitio de sobre aquí.

- Hablaré con Harpo, el mejor que nadie conoce a los elfos de la mansión, y sabe de que forma podemos organizarlos si fuera necesario. En cuanto a las trampas, no te preocupes...las restableceré de nuevo, pero debo dejar una puerta trasera, para que Sagitas y Xell puedan volver si necesitan una huida rápida.

 

Dejé una mano en su espalda, mientras escuchaba preocupado decir que tenía fluidos explosivos y cuerno de erumpment. Estaba a punto de contestar cuando uno de los elfos apareció ante nosotros.

- La ama @@Hayame Snape Potter Black está despierta.

 

Miré a Helike, si estaba despierta es que algo de que había hecho por ayudarla había sido efectivo...pero aun asi, prefería que ella misma la revisara.

- Llevad a su habitación el maletín de Helike. Y...sangre. Supongo que tendrá hambre. - pedí, solíamos tener alguna que otra reserva por casa, por si había emergencias.

 

Caminamos juntos hasta la habitación de la tía, pero al llegar, la encontramos sentada en la cama. Parecía algo...desorientada, además de que seguramente no estaba recuperada de sus heridas.

- No vas a levantarte hasta que estemos seguros de que estás bien. - le ordené, mirándola preocupado.

 

 

 

JACK. CON @@Xell Vladimir Potter Black y Sagitas. Lugar desconocido

 

- Lo siento, pero no creo que el chico me quiera con ellos. Además, que voy a hacer? No soy de ayuda alli - le dije.

Sagitas estaba malhumorada, lo sabía porque yo mismo percibía sus cambios de humor. Ya no solo porque la conocía, y sabía que significaba un mohín, un suspiro, o cuando arrugaba la nariz. Lo que nos unía también hacia que, en cierta manera, sus sensaciones y emociones repercutieran en mi.

 

Pero aquella pequeña mariquita de cristal hizo que nos dejara atrás. Quería...venganza. La entendía, pero...

- Niña...Espera.

 

No esperó. No quería escuchar. Había ciertas cosas que aun no dejaba atrás, asi que cuando se nos adelantó, supe que algo iría mal. Porque me rechazó, no ella, sino una fuerza que no podía ver. Impotente, observé unos pasos por delante de Xell como la luz azul la envolvía, brillante y atrayente, símbolo de que, sin duda, habíamos picado en la trampa. El traslador se activó, y su creador, con una sonrisa que me hizo hervir la sangre, apareció junto a ella para tocar a Sagitas y juntos desaparecer.

Editado por Matt Blackner

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Haya, mira que eres mala, encima que heli va a atenderte jajaja

 

On:

 

- vaya -murmuré preocupada ante las palabras de Matt. A pesar de realizar alguna pequeña broma, jamás me hubiese imaginado que fuese tan importante- ¿pequeñaja? -pregunté escandalizada- pequeña lo será, sí, pero hasta que le pongamos un nombre... y sí, un cuarto para ella estaría bien cuando fuese más grande. Habría que comprar una cuna y cosas así... no sé si en el callejón hay tiendas de esas. ¿Tú conoces alguna? -lo mire, un poco preocupada- también puedo avisar a uno de mis elfos, aunque sea especialista en metal, se le dan muy bien realizar cosas, es un manitas, hace cosas espectaculares -le dije con una sonrisa.

 

Enrollé el pergamino en dónde había hecho todas las anotaciones que le había indicado anteriormente. Estaba inquieta y no era para menos...

 

- Si aún pudiésemos darles algo para poder ver lo que pasa -protesté - ahora estaremos aquí no muy tranquilos y no me sorprendería nada que, atacaran ahora cuando la mansión está en paz...

 

- Para lo mejor de eso, son las puertas evanescentes mi amor -le dije con dulzura - yo tengo un par de ellas pero estan sin activar. Se podrían usar y que fueran hasta el Dragón Verde. Casi nadie sabe de ese sitio y ellos menos todavía.

 

<< vaya, así que la bella durmiente se ha despertado - le dije en broma y al mismo tiempo con una gran sonrisa - me alegro... -asentí con la cabeza ante lo dicho por mi marido. Y enseguida llegamos hasta la habitación de mi tía.

 

- ¿Cómo te encuentras? Te han, ¿hecho algo? -pregunté temerosa por su respuesta, lo último que necesitábamos era algo más turbio y oscuro, que unos simples arañazos- puedo curarte las heridas superficiales, puedo revisarte entera, pero para eso Matt tendrá que salir, pero como tú digas tía - asentí nuevamente con la cabeza y vi mi maletín cerca de la cama.

 

- En eso estoy de acuerdo con mi marido. Soy una simple enfermera pero si necesitas un sanador, puedo llamar a que me atiende en el embarazo es muy buena y -elevé mis hombros - puede hacerte una evaluación más afondo, sin falta de ir a la clínica - le sonreí otra vez.

 

@@Matt Blackner @@Hayame Snape Potter Black

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La bruja dió un respingo al ver como sus sobrinos entraban en la habitación, en parte preocupados, en parte aliviados de verle despierta; de Heliké no notaba mas que la luz que provenía de su interior mientras que su sobrino Matt parecía una bombilla que gritaba por todo lo alto "COMEME"

Bajó los párpados con fastidio, era como estar en elcuento muggle de Alicia en el País de las Maravillas, con un par de galletas caminando en su dirección; su elfo Czesar carraspeó de mala manera hacia donde estaba sentada la vampiro y negó con la cabeza varias veces, advirtiéndole que como se saliera de control él mismo la controlaría

-Bienvenidos de vuelta, joven Matt, señorita Heliké

Se inclinó el anciano elfo poniéndose de pie en el pequeño silloncito para inclinarse hasta que su delgada y picuda nariz tocó las telas

-El ama ha despertado pero parece que esta buscando la fuente más cercana de energía vital para dejar seca como una nuez

Volvió a ver con severidad a la pelirroja que se cruzó de brazos y se enfurruñó entre los hombros

-Eres un chismoso

Le reclamó en un tono bajo, como un gruñido y entonces relajó la expresión y miró a quienes acababan de entrar con un gesto más contrito y apenado

-Por favor dime que no llegué directamente a la casa a quitarle el chi a nadie- pidió

Unos momentos después de escucharles, emitió un gruñido fastidioso y cerró los ojos para negar varias veces con la cabeza

-Me atacaron en Rumania- explicó para luego, mover la cabeza de forma que entendiesen que podían revisarla sin pena y que ella no se opondría ni tenía problemas al respecto- eran cinco sin embargo, estaban cubiertos por una especie de metal que repele la magia- frunció el ceño y esta vez miró a Heliké- eran de los nuestros.

Off.- Ustedes estan locos hahaha los adoro ♥

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Reí, viendo como la tía @@Hayame Snape Potter Black regañaba a Czesar. A veces, me recordaban a Harpo y Sagitas

- Gracias, Czesar...que necesitas para solucionarlo, tia?

 

Pero parecía preocupada, además de confusa. No parecía recordar lo qeu había pasado al llegar a la Potter Black. La verdad, no me extrañaba nada. Había llegado en un estado de semi inconsciencia, más en estado de shock que consciente de donde estaba o que estaba pasando a su alrededor. Asi qeu negué con la cabeza para tranquilizarla, mientras veía que @ iba preparándose para revisarla.

- No, tranquila. Estabas desorientada al llegar, pero no era para menos. Fui yo quien te trajo aqui, pero caiste inconsciente apenas nos encontramos.

 

Cruzado de brazos, escuché como la habían atacado en Rumanía, usando un equipamiento que, para colmo, repelía la magia.

- Lazarus - gruñí. Si repelía la magia de alguna forma...No dije nada. No quería poner más tensión en el ambiente, no era bueno para ninguna de las dos en ese momento.

 

- Necesitas ayuda? O prefieres qeu os deje a solas?

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El tío Jack nos siguió. Aunque era un fantasma, me alegró saber que había alguien más con nosotras. La tía Sagitas se estaba comportando de una forma muy diferente a la habitual. El tío le pedía asegurarse y yo estaba de acuerdo con eso. Miré a los lados, buscando alguna trampa pero no noté nada que pudiera significar peligro.

 

Sagis, sin embargo, no esperó para nada. Estaba enfadada y se adelantó. Nos mandó quedarnos allá fuera. Me sorprendió tanto que esperé un par de pasos de ella antes de reaccionar.

 

- ¡Ay, no, tía! Yo no espero fuera.

 

Fue una sensación extraña verla entrar. Noté al instante que una especie de bruma la cubría. Hice algo de forma automática, invoqué un Casco Burbuja, pensando que podría caer algo del techo que nos mojara. No me imaginé nada peor que eso pero algo pasaba, pues la tía Sagitas hablaba con el aire y no al tío Jack.

 

- ¡Espera, tía! ¿Qué haces? ¡No te sientes...!

 

Lo noté al instante. Aquella silla era un traslador, el brillo azul le traicionaba.

 

- ¡Tía, no, espera! ¡Tío Jack!

 

Ella no parecía escuchar, así que hice uso de la Aparición porque se iba. Sólo eran tres, tal vez cuatro metros, pero se iba sin nosotros y no lograríamos pillarla nunca más. Una sombra masculina sonreía desde ese brillo azul y sentí miedo. Desaparecí y aparecí al instante junto a ellos.

 

- ¡¡Tío Jack!! - ¿Cómo lo conseguí! Pasé la mano por delante del fantasma del tío y lo toqué. ¡Sí, estoy segura que lo toqué! Con la otra mano agarré la tela de aquel hombre que se iba con la tía Sagitas y... Ya no estábamos.

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Odio la desaparición conjunta porque no sé a donde te lleva el resultado. Mantuve mi sonrisa idi*** con el tirón y con las ganas de vomitar al aparecer en una especie de sala. Había una mesa redonda de tamaño mediado, con un mantel elegante y un centro de mesa exquisitamente adornado con flores. He de reconocerlo, amo las flores aunque no me gustan los jarrones ya que son siempre de flores muertas y yo amo la vida. Pero era bonito. Clase. Lujo. Decadencia...

 

Estaba en una mansión elegante. Aunque hacía algo de frío. Me tragué una arcada, aunque la Aparición no tenía toda la culpa de ello. Había reconocido aquella voz y mi estómago se había revuelto.

 

Era uno de ellos.

 

Nunca olvidaría esa voz. Nunca.

 

Me costó esfuerzo poner cara de tonta cuando el hombre se acercó a mi cara. Se supone que debía seguir sufriendo aquella lo-que-fuera que había respirado. Lo había notado al instante, una especie de embotamiento había aletargado mi respiración y me había hecho reír como lerda. Duró menos que un segundo porque estaba preparada para los imprevistos. No iban a pillarme por segunda vez en una trampa. Esta vez estaba preparada. Esta vez tenía mi mente alerta, mis habilidades de Legeremancia y Oclumancia al acecho. En cuanto noté la presencia de aquel canalle, me metí en su mente y vi lo que esperaba de mí: y actué como la Sagitas boba que ha respirado una poción aturdidora.

 

Cuando el traslador funcionó, ya no funcionaba conmigo. Pero no contacto con la testarudez de Xell ni de mi marido. Ambos se habían unido al viaje, a pesar de que yo me había adelantado para llegar antes que ellos. Suspiré y volví a sonreírle a aquel cer... do...

 

-- ¿Tía Marjorie? ¿Eres tú?

 

Su aliento despertó recuerdos que no quería. En cuanto me dijo que sí y me besó, ¡oh, sí! Aquel maldito tuvo la desfachatez de tocarme de nuevo, hice que mi varita, pegada en mi brazos, actuara, desapareciendo las cuerdas que me sujetaban. No lo vio venir. Creo que Xell y mi marido lo vieron todo. En aquel momento no me importó.

 

-- Flechas de Fuego.

 

Era un efecto no verbal pero sucedió lo mismo. Una andanada de filamentos salió en su dirección en cuanto tuve las manos libres y le señalé, a apenas unos cinco centímetros de su cuerpo. No pudo evitarlo. Tampoco habría podido. Estaba demasiado cerca. Y yo demasiado furiosa. De todas las veces que me había parado a pesar en cómo me iba a vengar, nunca pensé en usar hechizos de los libros. Mi preferido, el del Equilibrio porque la venganza es un equilibrio entre lo correcto y lo deseado, difícil de cuadrar.

 

Su cara fue de tal sorpresa que gorgeó una pregunta que no llegó a salir. El fuego de las fechas hacían arder su pecho. Antes de que pudiera pedir auxilio, decidí acallarle. Tal vez fue algo cruel, un Silencius hubiera bastado.

 

-- Cinaede.

 

Y permanecí allá, mirando como el gas invadía su torrente sanguíneo por la nariz y se iba ahogando. Murió así, quemado y sin poder respirar, abrasado y ahogado. Y le contemplé hasta que dejó de moverse y las llamas aún ardían sobre su cuerpo. No miré a Jack ni a Xell. No quería ver sus rostros.

 

-- Iba a lanzar un Avada Kedabra pero eso hubiera sido demasiado piadoso.

 

No añadí más y afiancé la varita en mi mano. Ahora tocaba buscar a los otros. Aunque éstos me durarían un poco más. Tenían que decirme donde estaba mi hermano Adrian.

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En la habitación de Hayame con Matt:

 

- señora - protesté en voz alta al ver de la manera en cómo me llamaba el elfo de tía Hayame - y a ver si para la próxima, te enteras de que estoy casada con el señor de ésta casa -y para terminar, lancé un bufido, miré a Matt - lo siento, pero a veces para que nos respeten éstos malditos elfos hay que ser un poco intransigente - le dije con cierto cariño. Pero estaba segura que a los presentes no les hubiese gustado que lo dijese con el tono que lo había hecho. A mí, la verdad, me daba exactamente lo mismo, pero ahí estaba para curar las heridas de mi tía, o al menos lo que mis conocimientos me permitieran en esos instantes.

 

Reí la gracia con lo que había dicho del alimento. Era de lo más lógico si se había pasado tanto tiempo fuera y no había conseguido alimentarse del todo lo posible. Rebusqué entre el maletín y encontré varias ampollas.

 

- Mira, sangre clonada... Ésta es de la que bebía mi padre y otras de la que bebo yo... y ahora, más aún desde que estoy embarazada y no puedo ir a salir a cazar - comenté, elevando mis hombros.

 

- ¿Rumanía? -pregunté, temerosa - y, ¿cómo has conseguido zafarte de ellos? LO digo porque son peores que la peste, no dejan testigos - y aún así me asombraba la habilidad de mi tía con el tema de la magia. Bueno y eso contando de que también era vampira y todo influía... Pero, quizá era posible que hasta sus atacantes fueran o simples aprendices o imbéciles que no tenían idea de nada. Pero se me hacía raro, Lázarus no era un tipo de tío que "adquiriese" personal incompetente. Podía tener muchos defectos pero, en cuánto a temas de seguridad y otras cuestiones, era el mejor... Por desgracia.

 

Me callé al escuchar a Matt. No sabía porqué pero al mencionar otra vez ese maldito nombre, me puse a temblar imperceptiblemente. Varias botellitas de cristal rodaron por el suelo al intentar cogerlas...

 

- Lo siento, lo siento... - susurré. Las recogí y suspiré otra vez. Pero no sabía porqué pero tenía un mal presentimiento. Todavía no teníamos noticias ni de Sagitas, ni Xell ni de siquiera de mi suegro Jack. Y eso, para qué obviarlo me ponía nerviosa. ¿Para qué demonios se habían ido a recoger los malditos huegos? Podrían haber hecho un portal sencillo y mi suegra seguro que tenía la habilidad para hacer algo tan simple. El no tener noticias hacía que estuviese en tensión. Además, la tila que había tomado aunque me calmó en un principio, parecía que la hubiese tomado hace horas.

 

- Me preocupa tanta calma, ¿a vosotros no? -pregunté mirando a los dos...

 

- ¿seguro que no te han seguido hasta la casa? -pregunté mirando nuevamente a Hayame. Y por lo dicho antes, Lázarus no era un tipo del que dejara testigos. Siempre acababa con lo que empezaba. No dejaba cabos sueltos. Por eso me sorprendía ver a mi tía pelirroja casi indemne. Pero temía por todos, era inevitable a decir verdad.

 

- Em, pues no sé - dudé un momento- si tía Hayame quiere que la revise a fondo sí, nos tendrás que dejar a solas mi amor - en mi cara se mostró cierta culpabilidad - es que... es más íntimo, no te ofendas mi amor... - hce una mueca, con lo que aparentaba una sonrisa.

 

Lázarus en las mazmorras del Castillo

 

Mientras tanto en Rumanía Lázarus seguía inquieto. Al final, había decidido bajar nuevamente a las mazmorras por la escalera de espiral que se escondía en su habitación. Había llevado la antorcha y por poco, no se había comido los morros en las escaleras, por tan resbaladizo que estaba por la humedad. Se le ocurrió una idea, y tras el brillo del fuego se mostró maligno, no pudo evitar y soltó una carcajada tremenda. Su voz resonó por las paredes y a pesar de tener un buen grosor seguro que no se escucharía en el otro acceso. Él así lo había dispuesto.

 

Llevaba otro traje puesto encima. Un traje de charol que brillaba cada vez que movía la luz que tenía en su mano derecha, en su izquierda, su varita de olmo. Y mientras pensaba en cómo hacer el siguiente paso sintió cierto cosquilleo en la nuca. No sabía porqué pero algo le decía que, quizá estuviesen en peligro...

 

- Absurdo - susurró mientras llegaba hasta el final de la escalera. Los zapatos le brillaban de tan limpios que estaban. En la corbata, sólo portaba un pasador de oro con un rubí que había adquirido años atrás. Eso sí, había lamentado perder uno de los gemelos en la maldita boda. Aunque por supuesto, llevaba el pelo engominado. Todo él brillaba y relucía como un faro en la noche. Estaba impecable y aún así, lo que iba a hacer era de todo, menos limpio. Por supuesto, había decidido reforzar la seguridad en el castillo. Había puesto avisadores en cada habitación pero no en las mazmorras. No le hacía falta, ahí tenía un encantamiento en que no podría salir nadie, ni con aparición ni sólo ni en conjunto. Ahí la magia estaba bloqueada. Imposible escapatoria y además, sólo el señor del lugar, conocía el emplazamiento secreto de la escalera, que le daba directamente a la biblioteca.

 

Mientras iba caminando hacia a dónde estaba el preso le indicó a uno de sus guardianes:

 

- Avísame si sucede algo - éste asintió con la cabeza y tomó su varita. El vampiro guardó la suya y sacó la chaqueta le dejó su propia "luz" al guardián y éste lo colocó en una de las argollas. Mientras fue caminando, guardó su pasador en el bolsillo y fue desabotonándose la camisa. Sonrió nuevamente. Iba a disfrutar muchísimo, estaba seguro. El prisionero estaba tan débil que no opondría resistencia y por eso gozaba de tan sólo pensarlo. Con un fuerte crujido abrió la puerta de la celda. Ahí seguía semiinconsciente. Estaba seguro que quería saber más cosas de su padre. Iba a satisfacerlo... de todas las maneras.

 

Del lugar en dónde estaba preso desenrolló las cadenas y el cuerpo cayó como un fardo al suelo, húmedo, mohoso y con tanta inmundicia como siglos llevaba el castillo hecho y cómo tantos prisioneros había hospedado en su lugar. Sonrió nuevamente... Le dio una bofetada sonora. Seguro que le quedaba la cara marcada, blanca como la nieve aunque ahora, era más bien parecía cerosa como el material realizado de una vela. Llevaba mucho tiempo ahí, sin alimento y casi sin apenas agua. Tumbado boca abajo le giró un segundo la cabeza y vio como tenía los labios agrietados y le dio un suave beso. Siguió por el cuello y desgarró la prenda que poseía en la parte superior, que ya más que girones. Tenía la espalda completamente desnuda y eso hizo que estuviera mucho más excitado. Lázarus iba a disfrutar humillando a su víctima, a medida que lo pensaba se sentía mucho más excitado.

 

Se fue despojando de su ropa con cuidado, disfrutando del momento, haciendo que el tiempo pasara lento y el muchacho sufriera con lo que le esperaba.

 

- Bien, vamos a jugar un poco... Yo te daré información y tú me la darás pero mientras, vamos a disfrutar un poco - susurró en su oreja y aunque parecía que, Adrián no reaccionaba pero él empezó a causarle dolor, con una sonrisa en los labios, sin importarle que él gimiera y que la sangre saliera. Y no sólo atacando físicamente, además de los malos tratos que fue recibiendo durante esos días de cautiverio, también disfrutaría en esos mometnos de atacarlo psicológicamente:

 

- Verás muchacho, tu padre fue un asqueroso mortífago. No fue de los mejores pero sí tenía un alma tan cruel como la mía. Por eso le permitieron seguir dentro de la Marca Tenebrosa. Yo no supe mucho más. Sólo que, por una buena bolsa de galeones se puede conseguir información hasta del infierno...

 

Salió de la celda satisfecho, con una sonrisa de satisfacción marcada en su rostro.

 

- Cuando despierte, avisarme... - el guardián asintió con la cabeza y Lázarus pudo notar como le brillaba la frente a causa del sudor. Sonrió nuevamente. Sabía lo que era, puro miedo y eso a él le encantaba.

 

Pasos apresurados se escucharon en la principal puerta que daba hacia las mazmorras.

 

- ¡Señor! ¡Señor! - gritó uno de sus hombres. Él lo miró enrabietado. ¿Hacía falta correr tanto?

 

- ¡Nos están atacando! Han entrado en el castillo. Han matado a uno de nuestros hombres... Creo, creo... que es Sagitas - Lázarus se sorprendió por la información.

 

- No puede ser, se supone que Everdeen acabó con ella...

 

- Sí bueno, en cierta manera, sí - sonrió con un gesto contrariado - pero quizá no como nosotros esperábamos. Sé quién es porque a duras penas pude escapar de ella. Yo fui uno de sus carceleros - estaba temoroso. Sabía lo que había pasado con esa mujer y si estaba ahí o era porque clamaba venganza o era por que quería rescatar al hombre que estaba en ese lugar.

 

- Señor, será mejor que huya y no emprenda batalla - Lázarus lo miró desconcertado - es por su bien, si quiere mantener el resto de los castillos que posee, será mejor que se vaya. Nosotros le cubriremos...

 

- Está bien - la información que le había dado le había dejado en shock a pesar de haber "gozado" hacía unos minutos antes. Al menos, no le habían interrumpido.

 

off: em, tengo permiso del tío Adrián hablé con él mediante lechuza ^-^

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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El elfo intentaba mantenerse apartado de la conversación que mantenían la pareja de recién casados y la hermana de la matriarca. Ayudaba en todo lo que podía, dejando comida, bebida e incluso medicinas. Procuraba no entrometerse pues allá estaba el elfo particular de la Ama Hayame, Czesar, y él era bastante protector con su ama, así que procuraba ver, oír, callar y no importunar.

Así, salió casi de puntillas de la habitación de la Ama, dejando que las humanas hablaran. El Amo Matt estaba en la puerta de la habitación, afuera. Casi parecía esperar que se aclararan las amitas y él parecía respirar. Sabía que lo estaba pasando mal con el embarazo, no porque fuera mal sino porque parecía sufrir con cada una de las pequeñas (y normales) cosas que le sucedían al bebito.

Harpo le saludó cortésmente y bajó las escaleras con cuidado. Entró en la cocina y se puso el delantal de flores de la Ama Sagitas, el que le había regalado para evitar mancharse cuando cocinaba. Preparó un caldo bien nutritivo y sonrió para sus adentros cuando se imaginó cómo se iba a enfadar el elfo Czésar porque para él era una afrenta que alguien cuidara de la vampiro. Pero Harpo era el elfo de la mansión y no iba a dejar que nadie le usurpara su puesto de cuidador oficial. Además, la Ama Sagitas lo mataría si supiera que no le había mimado a su hermanita la vampira.

 

Salió de la cocina, sin quitarse el mandíl con la bandeja en las dos manos. Encima, la sopera que soltaba un aroma de comida condimentada con la que iba a agasajar a la enferma. Iba con cuidado cuando... Un reflejo en una ventana le sorprendió. ¿Un pájaro...? A la vez, sonidos en la chimenea como si algo resbalara. Se acercó despacio y se escondió antes de que lo vieran. Entraba gente vestida de negro y con antifaces.

 

Chasqueó los dedos y se apareció delante del Amo Matt. La sopera, temblaba en sus manos y había perdido líquido, que goteaba de la bandeja.

 

-- ¡Nos atacan!

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Buscando al tío Adrian:

 

Aunque esperaba la desaparición, llegué al destino con una sensación de ahogo que me dejó sin habla. Apreté la varita pero sin usarla. Me arrodillé en el suelo, intentando respirar. Sabía que había funcionado. Había llegado a tiempo para agarrarme, había seguido a la tía Sagitas. Oí su voz, hablaba aún medio zombie. Ahora me daba cuenta de lo sucedido. Había hecho una aparición con el Casco Burbuja puesto y no había tenido oxígeno durante la traslación. Mientras, Sagitas preguntaba por la tía Marjorie y yo quería decirle que era una trampa, que no era ella. Que era un hombre...

 

No sé si el tío Jack había cruzado. ¿Cómo había podido tocarle?¿Qué milagro había sucedido? Sólo el Amor entre el tío y la tía permitía que tuviera cuerpo que tocar. ¿Qué había sucedido? Levanté la cabeza para comprobar donde estábamos y donde era necesario mi ayuda. Había que salvar a la tía Sagitas. Cuando vi lo que sucedía, solté un gritito.

 

Había sido una ingenua. La tía Sagitas no necesitaba ser salvada. Su mirada era fría y calculadora. Nada que ver con la mujer amable que saludaba cada día. Aquella mujer era alguien diferente.

 

- ¡No, tía!

 

Seguía de rodillas, mirando como el pecho de aquel hombre, ardiendo por un montón de flechas que se le habían clavado en el pecho. Ella no reaccionaba. Quiero decir que seguía siendo fría y malvada en su mirada. Después dijo un hechizo que no entendí pero el resultado fue instantáneo. Aquel hombre empezó a jadear. Se ahogaba. Me agarré el cuello. Hacía un segundo que yo había sentido esa sensación. Le vi morirse ante mis ojos y sollocé. Por él, por la tía Sagitas.

 

Subí lentamente la mirada hacia ella y mi sorprendió su impiedad. ¿Hubiera sido capaz de verdad de usar una maldición imperdonable?

 

Me había confundido. La tía sí necesitaba ser salvada. De ella misma.

 

- Tía, ¿por qué...?

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En busca de mi hermano Adrian:

Avancé un par de pasos, dejando atrás aquel cuerpo muerto a mis pies, sin mirarle, al igual que no había mirado a mi sobrina ni a mi marido. Por ello, no vieron que respingaba cuando Xell me hacía aquella pregunta. Era una buena pregunta. Tras tragar saliva, levanté la barbilla en un gesto de soberbia.

-- ¿Qué por qué? Porque se lo merecía. Por secuestrar a mi hermano, por secuestrarme a mí, por... por... -- Aún ahora era imposible decirlo en voz alta, aún no podía. -- Por... hacerme daño -- dije, finalmente, con la voz queda.

La verdad es que no me sentía orgullosa. Pero no necesitaba que nadie me lo recordara. Lo recordaría yo de por vida. Ya tendría tiempo de hacer Acto de Contricción. Por éste y por muchos más que vendrían.

-- ¿Por qué? Porque ésto, señorita, significa Venganza. Contra todo aquel que se meta con mi familia. Y conmigo. Venga, vamos a buscar a Adrian. -- Ahora sí me atreví a girar la cabeza y mirarla. -- ¿O quieres irte? Puedes hacerlo. Podéis hacerlo todos. No hace falta que nadie me siga.

Salí de la habitación y husmeé. El pasillo era largo, demasiado largo para una mansión. Piedra robusta y antigua... Estábamos en un castillo. Los cuadros susurraban en un idioma desconocido, tal vez eslavo. ¿Sería cierta la pista de que Lazarus se había llevado a Adrian a Romanía?

-- Homenum Rebelio...

Era bueno saber a cuántos iba a enfrentarme. Supuse que Xell se iría. No se lo reprocharía. Había sido una borde en mi contestación. No se lo merecía. Debería disculparme... En vez de eso, avancé y conté las presencias que me señalaba el hechizo. Dos, tres, cuatro... Una elfina pasó cerca con una bandejita de plata y un montón de pociones en ella, gasas y otros objetos que reconocí enseguida como de curación; ni me vio o, si lo hizo, ni se inmutó.

Una de las sombras humanas que se había presentado ante mi hechizo desapareció y, en el mismo instante, un hombre dobló por el pasillo. Le reconocí y mi varita actúo aún antes de que yo misma fuera consciente de que lo hacía.

-- Seccionatus...

Casi ni esperé a que las media lunas le alcanzaran que ya estaba allá, a su lado. Él también me reconoció. Una sonrisa se extendió en su cara a la vez que una mancha de sangre salía de su boca. Me dio tanta rabia y tanto asco que apreté una de las flechas contra su pecho, ignorando el dolor que cruzó su cara.

 

-- ¿Dónde está mi hermano?

 

-- Sag... gitas... Has vuelto... ¿Me echabas...de menos...?

 

Esta vez el hechizo no salió de mis labios pero el efecto fue el mismo. Seguí a su lado hasta el último estertor y después limpié mi mano sobre su camisa. Me levanté y no miré atrás, de nuevo.

 

-- Al próximo no lo mato. Lo juro. No al menos hasta que me diga donde está Adrian.

 

Seguí buscando.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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