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La Taberna de la Tia (MM B: 78619)


Hayame Snape Potter Black
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Reena se levantó, mienras el elfo, que había traido vasos y champán para brindar por Xell, la miraba, no del todo convencido...pero aun asi descorchó la botella y comenzó a repartir vasos.

 

El brindis de Reena fue algo...lúgubre? raro? no sabía, pero no parecía demasiado convencida. Era normal, Xell era su niñita, su hija, era lo mínimo que podía hacer, preocuparse hasta que no hablase con el chico y su familia, porque parecía no saber e ellos...

 

Menos mal, al menos Sagitas sabía quien era Cissy.

 

Pero Xell contó sin darse demasiada cuenta, no había dicho nada aun a John...asi que yo era el único que conocía sus planes!

 

Pero al final dijo que quería una boda medieval, y Reena saltó, el padre del novio debía cargar con los gastos...

 

no dije nada, pero no sentía nada feliz a Reena. Estaba molesta con la boda?! pero por qué? tenía que preguntarlo...bueno, a ella no, a Sagis. No lo entendía, y me lo iba a tener que expicar...maldición, porque no entendía quellas cosas tan sencillas...

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La sonrisa que había puesto en la cara desapareció cuando sentí las palabras de mi madre. Tomé por inercia la copa de media caña con el champagne que estaba repartiendo el elfo, pero no la toqué.

 

- Mamá... ¿Por qué dices eso?

 

¿De verdad creía que era una mala decisión? O peor aún, ¿estaba yo segura que era una buena decisión? Apreté un poco más la copa, con miedo a Reena. Ella había hecho una pequeña reverencia y bebía de su copa, pero ese gesto sonó más a un enfrentamiento que a un brindis por la felicidad de mi anunciamiento. Creo que la situación se había escapado a mi control. Ya no era algo divertido; por lo contrario, el ambiente se había hecho muy espeso.

 

- ¿Cómo? ¿Te preocupas por los gastos?

 

Ya tenía pensado traer a John a casa, aunque todos le conocían, ya que trabajábamos juntos en el MM. Pero una reunión en familia, algo que me atraía mucho, me parecía una idea fuera de lugar si mi madre actuaba de esa manera tan egoísta.

 

- Yo puedo correr con los gastos de la boda sin necesidad de pedir nada a nadie. Tengo el dinero de la Lovegood, nunca lo toqué. Y he ganado el mío propio trabajando duro este año en el Ministerio.

 

Mi voz se había hecho dura, dolida.

 

- No sé quien es su familia. Para mí no es importante. Me caso con él, no con su familia ni con su casa. Y para ti debería ser eso más importante. Y si temes que infecte tu familia pura Vladimir, tiene fácil solución, desaparezco y ya no tendrás problemas.

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Miré a mi hija y seguí dándole pequeños sorbos a mi copa de cuello estrecho. Mi hija no era tonta y me había entendido perfectamente. Le sonreí de forma fría. ¿quería correr con los gastos? Bien, pero esas cosas las hablaríamos cuando estuviéramos solas, porque no estaba dispuesta a dejar que caminase por entre arenas movedizas solo porque siguiera a ese tal John. Pero me chocó tanto lo que dijo sobre la familia que olvidé donde y con quién estabamos.

 

-¡Por la negra oscuridad, Xell! ¡Ni siquiera me lo has presentado formalmente!

 

Noo, para qué iban a guardarle respeto a su madre adoptiva si ellos se querían. Para qué ser novios si la vida es corta y ellos querían vivirla al cien por cien. Estaba apretando la copa con tanta fuerza que ni sentía el frío mordiendo mi piel, e incluso ignoraba el líquido caliente que me resbalaba por la piel y por el cristal, barriendo la condensación del liquido burbujeante.

 

-Xell Vladimir Lovegood, como te atrevas a salir de la casa para irte con...

 

Me mordí la lengua, no podía levantar mas la voz para pronunciar el adjetivo que me venía a la boca; ya bastante había perdido el control como para rebajarme a nivel del barro y dejar mi reputación mas dañada aún de lo que ya saldria con aquel numerito.

 

-Haz lo que quieras niña malcriada pero no será con mi beneplácito.

 

Vacié la copa y miré a mi alrededor, si mi rubia hija estaba como la tiza el resto de la familia no tenía mucho mejor color, pero ya daba igual, me daba igual. Dejé la copa con tanta fuerza que el pie se rompió pero yo ya estaba rescatando mi capa y sacudiendo mi mano ensangrentada, aquella rubia acabaría por hundirme, cosa que no había echo el paso de los años ni las desgracias acaecidas.

 

Salí del local con mucha tranquilidad y buscando entre los pliegues de mi capa un pañuelo en el que envolver mis heridas.

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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oh oh...el brindis de Reena no me gustó nada. Eran...eran reproches velados, o no tanto. Porque estaba claro, Xell lo entendía tan bien como los demás.

 

Comenzaron a reprocharse, las sentía frías de pronto, odio, rabia, que sabía yo. Pero no me gustaba, me ponía nervioso. Vale, aquel tipo de reacciones, de relaciones o situaciones no eran mi fuerte, Sagitas tal vez tendría que explicármelo, pero de todos modos sabía que algo andaba muy mal.

 

Sobre todo cuando Xell se plantó y dijo que abandonaría la familia con tal de casarse con Jon. Aquello dolió a Reena, estaba más que claro, porque la fuerza con que sujetaba la copa provocó que se le rajase en la mano, maldijo allí, que hiciesen lo que quisieran.

 

No iban a contar con ella, ni con su bendición ni con su apoyo.

 

Y allí nos dejó de un portazo.

 

MIré a Sagitas, estábamos pálidos, eso seguro.

 

Pero no podía marcharse, asi no.

 

Por eso me levanté, salí corriendo para parar a Reena. Las cosas iban a acabar fatal de quedar asi.

 

- Reena! - eché a correr hacia ella, viendo como se cubría la mano con un pañuelo.

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Tan pronto como mis labios pronunciaron la frase, me arrepentí. ¿Pero qué estaba haciendo? Nunca iba a dejar la Vladimir, por John ni por nadie. Es más, él había insinuado crear una familia propia y me había negado, ya que nada me haría sentirme mejor que en aquella casa en la que había sigo acogida al llegar a Oterry. Mis padres adoptivos me habían enviado a Reena con mucho acierto y ella me había correspondido siempre como si fuera mi madre verdadera. No tenía ni una sola queja con ella. Amaba la casa, amaba a Akira, amaba a las tías y las primas que estaban en ella; hasta amaba a Moithié. ¿Cómo iba a irme?

 

¿Cómo había podido pronunciar semejante tontería?

 

Y Reena me había puesto en mi sitio con su "Xell Vladimir Lovegood". Tragué saliva, asustada por mi atrevimiento. ¿Cómo osaba hacer eso a mi madre? Sí, había sido un acto de rebeldía, algo así como "si no quieres, lo haré igual". Pero no lo sentía, ese impulso de rebelde sin causa desapareció tan rápido como había venido.

 

- Yo... Lo siento...

 

Pero Reena ya se iba, con tanta parsimonia que me dio miedo, mucho miedo. ¿Y si era ella ahora la que me repudiaba, que no me quería más como hija? Me tapé la boca con las manos. ¡idi***, era una idi***, una boba sin remedio! Pero si yo amaba a mi madre con locura, ¿cómo podía haberle hecho tanto daño?

 

Las lágrimas salieron en cuanto vi la sangre en la mesa, que hasta ahora no me había dado cuenta. Matt salió tras ella y sólo quedamos Sagitas y yo.

 

- No... No quería... Yo...

 

Y tía Sagitas me daba tanto miedo como ella.

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¿Cuánto hacía que no iba a la “Taberna de la Tía” a tomarme algo? Milenios, de eso estaba segura, de la última vez había acabado con varias botellas de whisky de fuego y finalmente había aparecido en la Vladimir sin recordar mucho la noche anterior.

 

Por suerte había dejado los días pasados a mi elfina Galadriel para que atendiese el negocio, y seguro que la tía estaba tan contenta con ella que no la quería dejarse marchar a ir a la casa, ya que hacía días que no la veía por la mansión.

 

Así que en cuánto me aparecí por el callejón había sido recibida por haces de luces del sol que traspasaban las nubes grises de aquél día.

 

Llevaba mi capa negra como de costumbre, pantalones finos de tela, botas de aguja y una camisa blanca. La capucha la llevaba puesta pero casi por mera costumbre.

 

Llevaba la varita en el bolsillo y el colgante de avisar el peligro debajo de la camiseta aunque esperaba que no me diese hoy mucho la lata.

 

Caminé un rato hasta que encontré el local de mis familiares y entré a su interior bajando la capucha para que pudiese ser reconocida.

 

En el local estaba mi tía, Matt y Xell, todos parecían que estaban blancos de la impresión, una silla tirada en el suelo y rápidamente saqué la varita, esperaba que los mortífagos no entrasen en ese lugar a revolverlo todo cómo siempre hacían, aunque daba la impresión de que era una riña familiar. Así que guardé la varita de nuevo.

 

Intenté mantener una cara más o menos tranquila y sonriente para evitar preguntar:

 

-¡Hola familia! ¿Qué tal? –Pero la pregunta no podía ser evitada -¿ha pasado algo? –veía a mi prima que estaba cómo ¿triste? Así que sin muchos miramientos me acerqué a la barra, y puse la capa en uno de los taburetes. No quería que pensase que era una entrometida, pero tal y cómo los había encontrado, me había preocupado bastante.

 

La elfina ante mi llegada repentina hizo una reverencia y enseguida vino hacia a mí y cómo sabía lo que tomaba habitualmente, me sirvió whisky de fuego con un par de dedos y un par de cubitos de hielo. Le di un sorbo. Y miré con preocupación a todos los presentes, esperando alguna reacción.

Editado por Heliké Rambaldi Vladimir
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El silencio de Sagitas me hizo sentirme peor. Ya tenía un nudo en el estómago por todo lo sucedido y quería pedirle perdón a mi madre. No quería decir lo que había dicho en realidad. Sentí que la puerta se abría y me giré muy deprisa, esperando que fuera mi madre Reena, para poder pedirle perdón y jurarle que no sentía lo que había dicho. Pero no era ella. Era Heliké.

 

Me mordí los labios al ver que no era mi madre. Ella sacó la varita y después la guardó. Así era mi prima, siempre dispuesta a defender a todos. Ella era muy valiente y decidida, por eso me gustaba estar con ella.

 

- Sí, ha pasado algo, Heliké. Que soy tonta, burra, que no me merezco la madre que tengo, que la he insultado, que la he hecho enfadar.

 

Decía todo eso de un tirón a la vez que me salían las lágrimas por la desesperación de lo que había hecho. Mi prima se fue a la barra y se sentó, mientras la elfina le ponía una bebida. Esperaba una respuesta un poco más directa.

 

Así que llegó mi confesión:

 

- Le dije que me casaba. Ella no pareció tomárselo a bien y empezó a ponerme pegas. Me enfadé tanto que le dije que si tanto le molestaba mi novio me iba de la familia Vladimir y me largaba de casa.

 

Me había pasado. Mucho. Y seguí llorando para paliar mi vergüenza.

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¿Cómo se había podido girar todo en un momento? Me estaba riendo de Reena porque creía a su hija preñada y en el siguiente instante, ésta se había ido toda digna de la Taberna.

 

Xell había dicho varias tonterías que me tomé en broma, como que me no nos iba a invitar a su boda o que yo iría disfrazada de bufona. Pero Reena no parecía tomárselo igual que yo y empezó a usar el sarcasmo. Mal asunto... Eso no era bueno...

 

- Bueno, malas decisiones... -- ¿Es que mi sobrina no sabía que si a una enamorada le dices que no haga algo, lo hacen más rápido para darnos en la cabeza? Qué poco tacto tenía Reena.

 

Y claro, estalló la situación por la zona más frágil.

 

-- Xell -- murmuré, pero ya la situación se había desbordado. Y, por supuesto, Reena se lo había tomado por la tremenda y se había ido.

 

Suspiré.

 

Qué difícil es ser madre. Menos mal que Matt reaccionó bien. Qué orgullo de hijo... Ahora quedábamos Xell y yo. La miré fijamente y moví la cabeza hacia los lados. Mi voz sonó firme.

 

-- Te has pasado, jovencita. El llorar ahora no sirve.

 

No quería recriminarla. Pero tenía que saber que había cruzado el límite.

 

-- Llegará un día en que te falle el novio, el marido, los amigos, el trabajo o las mascotas. Pero siempre tendrás a tu madre a tu lado para superar lo que pase, así que ya estás disculpándote a ella y aceptando el castigo que te imponga por su desacato.

 

Así éramos las madres, nunca abandonaríamos a nuestros hijos por muchas cosas raras que nos hicieran. El amor de una madre no se pierde nunca porque un hijo nos salga díscolo.

 

No pude decirle más porque llegó Heliké. Me senté en la mesa de la que me había levantado y sentí como le daba explicaciones. A esta chiquilla... Mira que decir eso... Se merecía un palo por lo que había dicho.

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Había hecho quizá una de las preguntas más incómodas de toda mi vida, en cuánto Galadriel me había servido la copa, para hacer algo enseguida saqué un cigarrillo que tenía en la pitillera en el monedero de piel de moke. Lo encendí con la varita y lo que pensaba que tardaría alguien en hablar, Xell lo hizo primero.

 

Estaba completamente sorprendida, ¿había insultado a su madre? ¿Cómo? Pero si siempre se llevaban muy bien. Pero sabía que había algo más, ¿quizá por pertenecer a la Orden? sabía que en nuestra familia pertenecer a un grupo de ese estilo no era bien visto. Pero lo que escuché enseguida a continuación me dejó más helada de lo que yo ya era.

 

Se casaba y yo no tenía ni idea desde cuándo tenía novio. Siempre la veía en algún momento por el MM y muy pocas veces en la Vladimir, o en algunas batallando contra el Mal. Y ahora me soltaba esa bomba, pero no tenía nada que ver con la que dijo a continuación, con ojos como platos quedé muda y el cigarro en mi mano izquierda, estático. ¿Qué se iba de la Vladimir? Pero parecía que con el llorar que tenía era suficiente y las cosas que tenía pensado decirle se esfumaron rápidamente de mi mente.

 

Así que terminé de fumar la última calada del pitillo y lo hice desaparecer con la varita, estaba segura que mi tía me echaría la bronca por dejar colillas por todo el bar.

 

Sin decir mucho más, fui hasta dónde mi prima y le di un abrazo. Pero le envié un mensaje mental <<si vuelves a amenazar con irte de casa, te convertiré en un sillón>> se lo había dicho en tono de broma y esperaba que lo entendiese. Ella era libre de hacer lo que quería y yo no era quién para prohibirle nada, lo único buenos consejos.

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¡Lo que me faltaba! Heliké también se ponía de parte de mi tía y me regañaba. ¿No se daban cuenta que yo sabía que había metido la pata? Claro que estaba triste, ¿es que no veían que lloraba? ¿No podían consolarme en vez de reñirme? Ya sabía que había hecho mal, no hacía falta que me lo recordaran.

 

- yo quiero mucho a mamí, estoy arrepentida - le contesté a Sagitas. - Le pediré en perdón en cuanto la vea.

 

El silencio de Heliké era peor, pues fumaba y me miraba, con esos ojos de vampiro que daban miedo. Y ambas me hacían sentirme como una terrible persona, cosa que sabía que no era cierto.

 

- Fueron los nervios, el no dormir, la tensión del momento. Juro que quiero mucho a mi madre para decir de verdad eso. ¡Lo juro!

 

Vi llegar a Heliké y pensé en que me iba a dar una torta; por eso su abrazo me supo a gloria. ¡Menos mal! Aunque su mensaje telepático me lo advirtió: lo del sillón me dio miedo.

 

- Juro que nunca dejaré la familia. Prometido, Heliké.

 

 

 

 

OFF: se me acaba la batería, perdón por lo cortito.

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