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La Taberna de la Tia (MM B: 78619)


Hayame Snape Potter Black
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¿Cómo que estaba ya en el purgatorio? Hice una mueca de desdén por sus palabras y levanté la mano libre del dinero de la chica de pelo verde.

 

-- No seas exagerada, Heliké. Si crees que vivir esto es el purgatorio, deberías pasar más aventuras con la familia. Eso sí que es malo. La de veces que Matt ha bajado al infierno, y Xell también nos ha acompañado... Ahí sí podrías quejarte en serio -- intenté quitarle leña a su queja sobre el purgatorio.

 

Pero pareció que me hacía caso. Eso me sorprendió, la segunda sorpresa de hoy. ¿Tan convincente estaba siendo que hoy todos me obedecían? Heliké dejó la copa de alcohol (aunque ya había bebido un sorbo) y entonces me sorprendió, por tercera vez.

 

-- ¿Es necesario? -- le dije, al ver que aplicaba un Muffliato a la puerta. -- ¿Es que me vas a contar que has robado la joya de la Corona? Tendría que denunciarte si has cometido el delito.

 

Pero ella sabía que para mí, la familia iba por delante, ni Ministerio, ni miembros del Cuartel de Aplicación Mágica, ni siquiera Aurores. La familia era lo único que importaba. Supongo que por eso confiaba en mí.

 

-- Jo, no me enseñes los colmillos, que sabes que no iré a la "poli" mágica -- le dije, sonriendo, para animarla a hablar.

 

Y escuché.

 

Apreté los puños cuando habló sobre la Orden del Fénix. No porque no lo supiera, ¿cómo se me iba a escapar ese detalle, al igual que sabía que Xell, Cye, o Sunar, estaban metidas con "esos"? Era porque lo confesaba. Había cosas que no se podían decir en alto porque las orejas indebidas estaban en todas partes.

 

-- Sé lo que sucede en esa cárcel -- susurré, con los dientes apretados. ¿Por qué mi familia tenía que meterse en esos asuntos tan turbios. -- Sigue, perdón, no quería interrumpirte.

 

Esta vez la dejé seguir hasta el final, sin cortarle. Así que era eso...

 

-- Sí, ya veo... Pues... Ese guardián que estaba triste... parece que fue el detonante. Y eso me lleva a pensar que guardas una relación con ese guardián, no sólo era conocido, sino que ... te hacia daño verle triste. Ese don es más una desgracia que un favor que te ofrece la Madre, créeme.

 

Contemplé como sacaba un cigarro, un vicio horrible, pero bueno, ella no iba a morirse dos veces.

 

-- Has de comprobar si te funciona con todo el mundo o sólo con los más allegados. Y si cuando te afecta tanto como para caer al suelo, es con todos o con alguien en concreto. La empatía es una desventura, mortal si no llegas a controlarla. La muerte puede llegar a ser una liberación en muchos casos si no se controla, hay un nivel alto de suicidios entre los que las padecen. Pero tú tienes un problema, ya estás muerte, con lo que puff, sufrirás mil martirios sin morirte nunca. Es insufrible, tendrás que dominarlo o maldecirás no poder morirte.

 

¿Estaba siendo dura con ella? Tal vez, quería que le tuviera miedo a ese don que no lo era.

 

-- Anda, toma el zumo antes de seguir hablando.

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La mujer andaba huyendo de los olores de un lugar de comida al que recién había entrado, aunque todo se veía exquisito, su estomago no resistió la mezcla de condimentos, apenas su olfato descubrió el aroma a jitomates con cebotellas y patatas puso unas monedas sobre la mesa sin haber probado nada de lo que había pedido y salió disparada de allí, si algo detestaba eran las nauseas, eso le restaba fuerza, porque hacia lo imposible por no pasar de la sensación a la acción.

 

—Un servicio, un servicio— susurraba pálida y sudorosa y entonces vio el letrero de la Taberna de la Tía, allí había servicios, es más no tenía que pedir permiso, suponía que trabajaba allí, jo pero hacia mucho que no se pasaba, pero su cuñada no le negaría asilo sanitario, justo ahora que lo necesitaba. Iba tan a prisa que casi choca con una mujer de pelo verde, muy parecida a Lee, la decoradora de interiores de Stilos o ¿era ella? No se detuvo a averiguarlo sino que entro corriendo y fue derecho hasta el mismo.

 

—¡Oh por Merlin!, estoy por pensar que realmente necesito ayuda profesional— decía mientras un par de manos temblorosa se acunaban para recibir el agua de un grifo y empaparse con el la cara y cuello, diez minutos después, pese a un toque en la puerta para que saliera, la rubia, ya compuesta fue a sentarse en una de las mesas. Con la miraba buscaba a su cuñada y rogaba porque no hubiera mucho trabajo que no quería ponerse delantal y ejecutarlo, solo quería estar allí quietecita, protegida y descansar.

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Estaba preocupada por Heliké, sí, pero parecía que mejoraba y eso me tranquilizó un poco. Tomé mi zumo y le puse un par de terroncitos de azúcar, después me lo pensé y le añadí un par más. Me gustaba bien dulce. Mientras removía aquel zumo que se estaba convirtiendo en un jarabe dulzón, observaba a mi sobrina, comprobando que seguía igual de pálida como siempre. Después pensé que, siendo vampiro, seguramente no recuperaría el color. ¿Cómo iba a saber si mejoraba si no veía color en sus mejillas?

 

-- Bueno, ¿te encuentras mejor, sobrina?

 

La puerta se abrió de forma violenta y fruncí el ceño. Desde donde estaba sentada con Heliké no vi quien era el bruto que entraba así en la Taberna. Volví a atender a Helike cuando me di cuenta que mi cuñada estaba sentada en una mesa. Su cara estaba tan blanca como la de mi sobrina. Pero Cye no era vampiro...

 

-- Oye -- le dije a Galadriel, la elfina de mi sobrina. -- ¿Hace mucho tiempo que está ahí mi cuñada?

 

-- No me he fijado, señorita. No sé...

 

En un momento, mi mirada coincidió con la de ella y la saludé.

 

-- ¡Eh, Cye! ¿Quieres un zumo de naranja fresquito? Está buenísimo.

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Se había sentado en una de las mesas, ya calmada, respirando profundo y rodeando el torso con sus propios brazos, allí no habían olores molestos, no, allí todo olía bien, a limpito, a sabroso, a familiar, eso la relajo más y le hizo ponerse a mirar quienes estaban presentes, en una de esas se cruzo con la mirada de Sagitas a quien no había divisado antes y le escucho proponerle algo.

 

—¡Sagitas! ¿zumo?— medio grito, se contentaba de verle y hasta hubiese corrido a abrazarla, pero seguro se preguntaría que bicho le picaba, así que simplemente sonrió y dejo caer la frase a modo de pregunta desde su asiento, un zumo de frutas, eso no le caería mal y menos si era acidito, friito y natural, sin grasas y sin ningún aditivo que detonara su malestar.

 

—Si, si quiero— lo que no sabía es si le estaba ofreciendo del que ella consumía o que pidiera uno nuevo para ella solita, cualquiera de las dos opciones era tentadora, titubeo en ir hasta ella, ¿estaría ocupada? Desde donde estaba no alcanzaba a ver quien le hacía compañía y temía ser inoportuna y metiche, pero un zumito en compañía grata era lo que más necesitaba y si eran sus familiares resultaba aún mejor, mucho mejor.

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Estaba en un departamento de locos, eso lo sabía, pero no entendía qué era lo que tenía que hacer. Sagitas nos llevaba de un lado a otro, ya me mareaba tanto ir y venir. Que si El Vociferador, que si buscar víveres, que si teníamos que llegar a King Cross en... ¡Tres horas!

 

Tenía que correr.

 

¿Y dónde podía adquirir víveres? el primer sitio que se me ocurrió fue la Taberna de la Tía. Entré y vi que había gente así que me fui al rincón más alejado de la barra y busqué a Galadriel, la elfina de mi prima Heliké, quien estaba también allá.

 

- Señorita Xell, me alegra verla.

 

- No tengo tiempo, Galadriel.

 

¿Por qué la tía Cye y la tía Sagitas podían perder el tiempo y yo no?

 

- Necesito provisiones para un viaje del Departamento. Agua, sobre todo agua, mucha, las que pueda poner en una mochila. Sagitas no quiere que llevemos más peso del necesario. Y bocadillos, envueltos, para que aguanten el tiempo que estemos fuera. Variados... ¿Puedes hacer eso para mí, elfina?

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Feixac que siempre andaba tras los pasos de la Lockhart la había seguido, por un momento con sus tumbos erráticos la perdió de vista, pero luego se imagino que podía haber ido a parar a la Taberna de la Tía donde se suponía que trabajaba. Entro y lo primero que vio fue a su ama, pero como no quería que la sintiera presionándola o más bien fiscalizándola se quedo apartada, justo para ver que Xell, la sobrina de Cye se apersonaba pero con su gafete ministerial colgado eso significaba algo ¿estaba escapada y te daba a la vagona para ir por algo de comer? ó ¿andaba en diligencias ministeriosas? Blanqueo los ojos pensando en que nuevo embrollo se meterían los de la tercera planta.

 

Si, si, es que para los elfos, al menos los personales de aquellos empleados, no era secreto que cada una de sus misiones traía consigo cierto… riesgo y locura, una que muchos departamentos quisieran tener, pero que en el estado de su ama to-to-to (hizo chasquido con la legua) no era bueno. La curiosidad innata en la elfina la hizo tronar los dedos y aparecerse justo detrás de Xell tocarle una pierna y decirle.

 

—¿Puedo ayudar?— solo esperaba que la bruja no saltara y le pisara los dedos que estaban calzados con unos zapatitos de fique livianitos y que dejaban sentir todo, o peor aún que saliera disparada contra la madera de la barra por algún manotón que le diera la Vladimir a causa de la sorpresa.

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La sola mención de la Orden del Fénix y mi tía había apretado los puños, sabía de buena tinta que no le gustaba para nada esa organización. Para mí ya había quedado en el pasado y escuché su opinión sobre lo que ocurrió en esa torre. Tenía sentido habría que mirar si ese poder realmente me afectaba con los más allegados o con todo el mundo. Pero es que en esa ocasión había sido mi prima (Jessie) la que no se encontraba bien anímicamente. Pero decidí omitir el nombre.

 

-No sé si es una desgracia o no, sólo sé que tengo que controlarlo como sea –respondí un tanto afligida.

 

Yo seguía fumando tranquilamente aún a sabiendas que a mi tía no le gustaba para nada que lo hiciese. Seguía escuchando atentamente sus palabras. Tenía toda la razón si podía mantenerlo a ralla me iría bien, si no, no sabría a dónde podría llegar.

 

-Tienes toda la razón tía, tengo que dominarlo, ¿supongo que me podrás enseñar no? Por lo menos si no, instruirme a controlarlo el tiempo suficiente para no sufrir un martirio diario.

 

-¿No sabrás si hay alguna poción para, no sé, o eliminarlo o quitármelo de encima? –pregunté.

 

No había dejado de terminar de hablar cuando alguien se había acercado al lugar, a pesar de que la puerta estaba cerrada mágicamente. Apenas la había visto, pero cuando había venido de los servicios yo seguía bebiendo mi zumo de frutas, que estaba bastante rico. Parecía que finalmente sí estaba recuperando las fuerzas perdidas.

 

Me fijé en la joven y era Cye la cuñada de mi tía saludé con un “hola” y mientras mi elfina le servía el zumo que mi tía le había ofrecido.

 

Galadriel –elfina de Heliké sirviendo en la barra.

 

El ama Sagitas me había echado del lugar cuando mi ama se había desmayado al suelo, pero no podía quitarle los ojos de encima. Me preocupaba demasiado por ella y sabía que aunque no estaba en el bando me gustaba estar pendiente de ella.

 

Le llevé rápidamente el zumo de naranja a la señorita (Cye) y con una inclinación me dirigí hasta la barra a hacer mis quehaceres.

 

En ese instante otra joven que reconocí enseguida, era la prima de la ama. Parecía que iba apurada y me pedía que le hiciese comida:

 

-oh si sí, señorita Xell, enseguida se la hago, descuide –dije con una inclinación de respeto.

 

Con un poco de magia, un buen montón de bocadillos estaban preparados listos para ser guardados y que no ocupasen sitio, y así con el agua, con un chasquido de dedos hice que un objeto tan pequeño cómo una cantimplora llevase un montón de litros de agua:

 

-aquí tiene señorita Xell, todo lo que usted me pidió, si necesita alguna cosa más no dude en llamarme –le susurré haciendo otra inclinación.

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La mirada de la bruja seguía allá con Sagitas y la persona que le acompañaba, de pronto un movimiento de la mujer le revelo a la rubia su identidad, pero si era Heliké, rápidamente alzo la mano para contestarle, siempre había sentido curiosidad por su raza, que era un poco la suya de nacimiento pero que gracias a las proezas de su abuelo no tenía que padecer en muchos sentidos.

 

—Eh… gracias— alcanzo a decir ante la rápida acción de la elfina de la Rambaldi, le había puesto entre manos un helado zumo de naranja y se había retirado tan rápido como llego a su mesa, bebió un sorbo y lo encontró absolutamente rico, refrescante, respiro y se arrellano en su silla, por las caras que tenían, seguro conversaban de algo importante y no quería interrumpirles, se limito a levantar el vaso a manera de brindis y con la mano desocupada hizo un gesto que indicaba que estaba bueno.

 

—¡Delicioso!— dijo solo para sí concentrando la atención en el vaso y bebiendo despacito su contenido, era un momento de relajación, ya luego tendría que salir corriendo a cambiarse y prepara una mochila para el viaje ministerial que estaban a punto de emprender, pero en ese momento se le antojaba perecear, respirar con calma y beber mucho zumo.

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- ¡¡Ay!! -grité, al sentir aparecerse a la elfina por detrás de mí. - Me has asustado, ¿por qué me asustas?

 

Ella estaba detrás, delante la otra elfina quien me decía que enseguida me traía toda la comida que me había pedido. Y casi no tardó cuando se presentó con tantos bocadillos que me pareció que sería imposible guardarlos todos.

 

- ¡Oh, Galadriel! ¡Muchas gracias! ¿Crees que todo esto entrará dentro de una mochila?

 

Tomé una de las bolsas de cartón de la Taberna y empecé a guardar los bocadillos dentro. ¡No ocupaban casi nada!

 

- ¿Cómo lo has hecho? Amo vuestra magia, Galadriel. Es excepcional. Muchas gracias. Sobre todo...

 

Ahora me dirigía a las dos elfinas, haciendo que la otra, creo que era la elfina de la tía Cye, se pusiera a mi lado.

 

- Sobretodo, nada de decir que me habéis visto. No a la tía, quiero decir, sino a extraños. Vamos a empezar una misión ministerial y... parece peligrosa, así que chitón. Que nadie sepa que hemos comprado víveres o sabrán que nos vamos del pueblo.

 

¿Por qué tanto misterio? Sólo Sagitas lo sabía. Pero aquel libro parecía lo suficientemente importante como para que todo el Departamento se moviera.

 

- He de irme, que hemos quedado en la estación de King Cross y se me acaba el tiempo. Gracias de nuevo, elfinas. Os debo una.

 

Y con este adiós, salí de la taberna de mi tía, rumbo a la cita de la estación de trenes.

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El jugo estaba delicioso y al cabo de unos minutos, la bruja termino con todo el contenido del vaso, su malestar se había esfumado, estaba más tranquila y se sentía con energía para volver a las calles y realizar el montón de pendientes que tenía aquel día. Además había una misión ministerial pendiente, como no llegara, la dejarían fuera, porque nadie conocía detalles de la misma.

 

Saco de su bolsito el costo del zumo y lo dejo en la mesa al ver que la elfina estaba ocupada atendiendo a alguien allá en la parte de servicio de la barra, no quiso pensar el porqué había un cliente dentro, si esa era área de personal, sin embargo lo pensó de más simplemente lo dejo, las elfinas y el personal que Sagitas escogía para su negocio resultaba siempre eficiente, además ella estaba allá vigilándoles así que seguro estaba al tanto.

 

Se levanto del asiento arrimando la silla y lo coloco nuevamente en su lugar, suspiro y camino despacio rumbo a la salida, dos minutos después la rubia caminaba tranquilamente hacia uno de los negocios para tomar la red flu hacia el castillo.

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