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La Taberna de la Tia (MM B: 78619)


Hayame Snape Potter Black
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Galadriel –elfina de Heliké

 

La joven y prima de mi ama estaba encantada con la magia que había hecho. Se le notaba bastante. Para mí era un placer ayudar y siempre que podía lo hacía de buen grado.

 

Había hecho que los bocadillos ocupasen el espacio mínimo en una mochila como así la cantimplora:

 

-señorita tenga cuidado con la garrafa. Si la abre puede verter varios litros de agua ¿y no querrá desperdiciarla verdad? –le pregunté sonriente. Esperaba que me hiciese caso.

 

A mi lado se puso la sirviente de Cye y escuchamos atentamente las palabras de la joven bruja:

 

-descuide señorita, no diremos ni una palabra a nadie –comenté inclinando la cabeza en señal de respeto:

 

-si desea algo más no tiene más que llamarme –volví a decir. La muchacha era bastante amable cosa bien diferente de algunos brujos que eran despreciables. La vi desaparecer de la taberna con la comida que le había preparado, pero no podía preocuparme ¿estaría bien? Sabía que sí era una bruja con gran poder y sabría defenderse.

Editado por Heliké Rambaldi Vladimir
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Era extraña la actitud de Cye, parecía que sí quería el zumo pero no se atrevía a acercarse a nosotras. ¿Sería por Heliké? Si la conocía... ¿O sería porque a ella le pasaba algo? Heliké mismo la había saludado, así que no podía ser que no quisiera acercarse a nosotras; sería más algo que le pasaba a ella, que no se sentía bien. Así que le sonreí y le volví a animar a que se acercara.

 

-- El zumo con nosotras, mujer, que chillar en medio de la Taberna queda feo.

 

Esperaba que a Heliké no le importara porque, además, ella podía ayudarnos. Confiaba en Cye más que en mí misma, ella era tan buena como yo en estos temas y tenía la mente mucho más pura que la mía, así que se le ocurrían métodos más "sanos" a veces, yo era algo más drástica en las soluciones.

 

-- Te puedo enseñar a controlarlo, sólo que te costará. Perdona que sea algo escéptica contigo, Heliké, pero eres un vampiro. No soléis tener paciencia. Y con esto lo necesitarás mucho.

 

Negué con la cabeza, mirando alrededor. Juraría que había movimiento en la barra pero no estaba atenta a quien había entrado y desde allá no la veía. Pero al menos notaba que las elfinas atendían al cliente, fuera quien fuera.

 

-- No, no se puede curar ni eliminar ni quitártelo de encima. Hay pociones que te ayudarán a soportar esta molestia y llegará un momento que la aceptarás de tal manera que podrás tener empatía sin molestos efectos secundarios. Pero requiere mucha práctica. Es duro, te lo advierto.

 

Cye no se acercaba así que me levanté para buscarla y, entonces, vi que su silla estaba vacía. Me quedé como boba mirando la mesa que hacía unos segundos había ocupado mi cuñada.

 

-- ¡Córcholis! Se ha ido... ¿Qué ha pasado?

 

Me sentí mal, algo le pasaba a mi cuñada y no había estado a su lado. Volví a sentarme al lado de Heliké.

 

-- ¿Tú la has visto irse? Creo que Cye tiene algún problema. Tendré que pasarme por casa para ver lo que le pasa.

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La cuñada de mi tía se había marchado en cuánto hubo terminado de beber su zumo de naranja, parecía que tenía mucha prisa, y yo la notaba preocupada. En cambio Sagitas la animó a venirse con nosotras pero había desaparecido por la puerta rápidamente. En cuánto se hubo ido mi tía se fijó en mí nuevamente y escuché sus palabras.

 

Era lo que me temía, ese poder no se podía neutralizar tan fácilmente, si no que tenía que aprender a dominarlo y cuanto antes mejor.

 

-No me importa lo duro que sea tía –comenté con determinación –necesito saber controlarlo porque entonces cometeré suicido –y aunque sabía que no le haría gracia lo que había dicho, yo solté una sonora carcajada. Aunque me había preocupado algo lo de los efectos secundarios.

 

-Si hace falta muchas sesiones yo te pagaré lo que sea, con tal de que me ayudes, si necesitas gente trae la que necesites no me importa. Ya bastante duro es ser inmortal para encima tener que soportar este tipo de dones –y acabé de hablar bebiendo un sorbo de zumo de naranja que previamente nos había servido mi elfina, mientras seguía fumando del cigarrillo no para de darle vueltas a todo lo que había pasado ahí dentro.

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¡Esa era mi chica!

 

Mi sobrina era fuerte, se notaba el carácter de los Vladimir. Dijo que no le importaba lo duro que fuera. Sin darme cuenta, me acerqué un poco más y le revolví el pelo, en un gesto amigo que con pocos me permitía hacerlo. No solía ser amigable ni tener gestos con contacto. Era muy mía, no sé como la familia me aguantaba. Pero hoy lo hice, para mi sorpresa. Le sonreí.

 

-- ¿Pagarme? Vamos, sobrina, que eso es un insulto. Sólo cobro por negocios, a los extraños. A la familia me dedico con fuego y alma sin preocuparme del vulgar dinero.

 

La miré a los ojos. Nunca había sabido ver mucho en los vampiros, pero notaba el desasosiego en los de mi sobrina. No me gustaba ver sufrir a los míos. Le tomé la mano.

 

-- Ven, sentémonos en ese rincón, donde no nos molesten. Primero de todo, hay que saber si ves a través de los ojos de los otros o sólo detectas el sentimiento.

 

La llevé a la mesa y sacudí la servilleta delante de ella.

 

-- O esto o un Obscuro, ¿qué prefieres? Está limpia. Las lavamos cada... ¿tres meses? -- y sonreí mientras le tendía la servilleta y movía la mano, impaciente.

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Tal y cómo me lo había imaginado mi tía se negaba rotundamente a que le pagase en efectivo todo lo referido a las sesiones. Pero yo era muy a mí manera y aunque fuese de la familia no me gustaba aprovecharme de esas situaciones para sacar ventaja. Pero eso era una situación delicada, y a pesar de estar mal psíquicamente no iba a discutir con ella por culpa del dinero.

 

-Está bien tía, cómo digas –le comenté. Pero lo que me sorprendió fue ese gesto cariño de revolverme el cabello y con una sonrisa le agradecí el gesto. Sentía su preocupación y eso era lo que más me mataba, mucho más que mis propios sentimientos. No me gustaba hacer o dar pena por lo que yo estaba pasando. Me había imaginado que podría controlarlo yo misma pero estaba visto que no, necesitaba ayuda y Sagis era quien me la estaba proporcionando.

 

Se levantó y me tomó de la mano me dejé guiar hasta dónde me indicaba para sentarnos nuevamente en otra mesa más apartada. Escuché lo que me decía yo pensativa susurré:

 

-Creo que todo influye, tanto en los ojos como el sentirlo. De la primera vez no había mirado a la persona directamente, solamente el dolor que sentía bastó para que me tumbase en el suelo –y me estremecí al recordarlo.

 

Hablaba algo de una servilleta o de una invocación y no pude evitar soltar una pequeña carcajada, siempre hacía que las cosas más “graves” por así decirlo no lo fuesen tanto, así que riéndome le dije:

 

-mejor prefiero lo segundo tía, además que en el momento que quiera puedo romper la venda sin problema –seguía riéndome con ganas, las ocurrencias que tenía sólo se le ocurrían a ella.

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  • 2 semanas más tarde...

La joven pelinegra dudaba de que existiese algún rubro que la chica de pelo violeta no atendiese allí por donde iba podía verla con su carácter alegre atendiendo gente,compartiendo momentos o dando instrucciones al personal a veces llegaba a pensar que eran elfos con poción multijugos pero habia dos problemas con esa teoría; el primero era que no estaba segura de que aquellas criaturas se transformasen al beber la poción y el segundo era que estaba prácticamente segura de que nadie seria capaz de imitar la personalidad de aquella mujer.

 

Con pasos lentos y suaves que la caracterizaban se dirigió a la barra sintiéndose mucho mas confiada que en sus visitas a otros cafés de la zona ,tal vez se debía al hecho de que veía rostros conocidos o tal vez a que Sagitas siempre parecía rodeada de ambientes agradables fuese cual fuese la causa , su rostro dejo ver una sonrisa mientras ella pensaba en que tipo de platillos pedir.

 

-Buen dia -dijo saludando a todos aquellos que estaban en la barra mientras esperaba a ser atendida , de momento su estomago aun no reclamaba pero estaba segura de que no tardaría en hacerlo.

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Después del susto con Xell y Reena, aquella pelea tras la que había salido de la taberna solo para correr tras Reena y evitar males mayores, no había vuelto alli.

 

No, había llevado a Reena a casa para uqe no se sintiera tan mal, y no la dejé hasta que se encontró mejor.

 

Asi qeu si, después del trabajo, después de todo regresaba a la taberna, a tomar algo, lo que fuera. Tenía calor y sed, y seguro qeu me encontraba a alguien por alli.

 

Al entrar, si, vi a Heliké y a Sagitas. Además de a Atria. Vaya, últimamente la encontraba en todas partes, parecía una chica muy activa.

 

- Una cereza de mantequilla helada y un whisky de fuego! - dije al elfo, mientras me acercaba a la mesa donde estaban mi prima y madre.

 

- Os importa?

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-- ¡Oh, seguro! Si la rompes la pagas -- le reclamé a mi sobrina, con tono hosco, aunque en realidad me había hecho gracia su comentario.

 

Le puse la venda en los ojos, con delicadeza. Por muy sobrina que fuera no podía olvidar que era un vampiro, podía tener reacciones imprevistas. Le puse bien la venda encima de las cejas y después sonreí. Seguro que ese gesto no lo vería, pero se le veía indefensa, con el pelo oscuro y una servilleta blanca en la cara.

 

-- Vale, veamos... Dime... ¿Cuántas personas detectas en la Taberna?

 

Yo tuve que mirar para comprobar los que éramos. Me sorprendió ver a Atria en la barra. Últimamente la veía tanto que ya la consideraba de la familia. La saludé con la mano, pero no quise dar pistas a Heliké.

 

Supongo que por eso no vi llegar a Matt, quien se acercaba con una cerveza de mantequilla en la mano.

 

-- ¡Oh, no hables! -- protesté. Pero Matt no sabía que debía estar callado. -- Matt no sirve, que se ha delatado. ¿Notas a alguien más?

 

Espera, ¿un whisky de fuego? ¿Tanto bebía mi hijo?

 

-- Estamos haciendo un experimento. Si Atria no está ocupada o no tiene prisa, le pediré que me ayude. Intento que Heliké aprenda a dominar sus nuevas habilidades empáticas.

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La actitud que tenían sagitas y la joven junto a ella, cuyo nombre desconocía, era bastante extrañas por lo que ella no podía evitar mirarlas con curiosidad como si por medio de la observación pudiera descubrir de que se trataba todo aquello después de todo no quería interrumpirlas y estropear nada.

 

Levanto la mano en un mudo saludo a Sagitas mientras le pedía al camarero una gaseosa que comenzó a beber en pequeños sorbos , en medio de su observación vio llegar a Matt y como este pedía alcohol , la joven no pudo evitar consultar su reloj sorprendida de que alguien bebiese a aquella hora pero no lo conocía ni tenia la confianza suficiente como para criticar sus hábitos y costumbres.

 

Con cautela camino tras Matt acercandose a la mesa pero sin hablar pues al parecer Sagitas precisaba que se mantuviesen en silencio para poder continuar con la actividad que realizaba con la joven , se quedo de pie para que el ruido de la silla no advirtiera su presencia y solo le sonrió a la pelivioleta a la expectativa de lo que ocurriese, era ya algo normal para ella encontrarse con cosas extrañas en cada lugar en que la payasa se encontrase involucrada.

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La criatura, Feixac se detuvo tras su ama, quien había caminado unos cuantos minutos, y de pronto se había detenido, ¿Por qué demonios había salido así de la Taberna? ¿Qué le pasaba? Acaso estaba perdiendo sus habilidades sociales, meneo la cabeza de un lado a otro y volvió, necesitaba que la abrazaran, ser mimada y consentida y si nadie lo hacia ella se consentiría, un poco de mejor humor, regreso sobre sus pasos y entro a la taberna, el zumo había hecho maravillas con su malestar de embarazada aunque ella aún no lo supiera.

 

Camino con paciencia hacia la barra, notando que allá retirado en otro lugar estaba Sagitas, Heliké y Matt, parecían ocupados, primero iria por algo de beber y luego saludaría como dios manda, fue entonces que se sentó en uno de los taburetes junto a una chica (Atria) y dejo caer un sencillo

 

— Hola, ¿ya te atendieron? — la pregunta era boba, porque al verle bien la bruja bebía una gaseosa friita, claro que ya la había atendido, entonces solo dijo al elfo que salía con una bandeja en la que un wiskye de fuego y una helada cerveza de mantequilla lucían perfectas.

 

—¿Eso para donde va? — le pregunto al elfo, al ver que señalaba a Matt, sonrió y quito de la bandeja la cerveza.

 

—Dile que gracias por invitar a su tía— con desparpajo mando al confundido elfo a que entregara solo una bebida y por supuesto el recadito, Cye le dio una probadita y volvió a mirar a Atria y le ofreció un poco, así era ella, descomplicada y muy social, no esa huraña que hacia minutos había corrido de la taberna.

 

— Esta buenísima ¿quieres probar?— susurro con un poco de espuma sobre el labio superior a modo de bigote, como una chiquilla.

 

Heliké ¿adivina cuantos somos?

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