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La Taberna de la Tia (MM B: 78619)


Hayame Snape Potter Black
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Escuchaba y prestaba atención a todo lo que pasaba alrededor mío, después de la advertencia semi en broma que le había hecho a Xell, las cosas parecían que se había calmado todo, Matt mi primo se había ido en busca de Reena que se marchó echa una furia, mientras escuchaba a mi tía hablando con Xell.

 

No quería meterme en las relaciones personales tan profundas que había dentro de la familia, pero aunque me consideraban parte de ella tampoco la conocía ya que era bien sabido que a pesar de llevar un año en el pueblo no la conocía tanto. O eso pensaba, hasta ese momento.

 

Después de que todo se quedase en silencio vi como mi elfina estaba atenta a todo, a pesar de estar ayudado a organizar las cosas de la taberna no había perdido detalle de todo lo que hubo pasado allí. Estaba segura que pensaría que estábamos todos locos, su mirada lo decía todo. Pero algo en ese instante todo cambió.

 

Lo que pensaba que lo había controlado hacía tiempo había vuelto de nuevo. Las emociones fuertes que había en el establecimiento habían hecho mella en mí de nuevo. La desesperación de Reena por intentar algo con Xell se palpaba en el ambiente, aunque la sacerdotisa estaba fuera. La preocupación de Sagitas por su sobrina Xell era más que palpable. Mi prima confusa por todo lo pasado en un tan corto período de tiempo.

 

Mi cabeza empezó a dar vueltas, lo extraño es que no me pasase justo cuando estaba dentro del local, suponía que al estar tan centrada en lo que pasaba, apenas me había fijado en los sentimientos de los demás. Mi corazón empezó a dolerme con la cabeza al mismo tiempo.

 

Me tuve que agarrar al pecho pero las piernas empezaron a fallarme, me tuve que poner de rodillas y tal como había pasado en la torre de Abbadon empecé a dar bocanadas de aire para relajarme, pero no podía. Eché una mirada a mi tía, era de súplica, apenas podía hablar por todo lo que estaba pasando en esos momentos…

 

Sólo le pude decir unas palabras a mi tía que esperaba que entendiese, y antes de caer redonda al suelo, le dije:

 

-usa tu poder, ayúdame –sabía que podría hacer un montón de cosas, era sacerdotisa con experiencia, pero ante éste último comentario, ¡pum! Mi cabeza había caído directa al suelo.

Editado por Heliké Rambaldi Vladimir
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Me metía en terreno peligroso, hablar de amor a una chiquilla enamorada era algo peliagudo y que podía estallar en las manos, tal como había pasado antes con Xell y su madre. Pero confiaba que mi sobrina rubita ya hubiera aprendido la lección y se dejara aconsejar.

 

Lo único malo fue que por dedicarme a mi sobrina, olvidé que había otra en la taberna. Heliké había permanecido callada y alejada durante nuestra conversación, con lo que dejé de tenerla presente mientras reñía a Xell.

 

Por ello, cuando sentí el ruido me sentí confundida.

 

-- ¿Qué...? ¿Qué sucede? -- dije, mirando alrededor.

 

Fue cuando noté que Heliké se agarraba el pecho y caía de rodillas. Titubeé, miré a Xell y después a Heliké, de nuevo a Xell. Después me levanté y me acerqué a ella.

 

-- ¡Por Merlín, Heliké! ¿Qué es lo que te sucede?

 

Pero se había desmayado. Le toqué la frente, estaba caliente. Le levanté un párpado, se movía de forma inconexa. Fruncí el ceño. ¿Estaba teniendo algún tipo de ataque? Noté sangre en mi mano. ¿Sería burra? Vaya golpetazo de había dado contra el suelo. Por poco me lo rompe.

 

-- ¡Demonios! Xell, ve a la trastienda y busca material de primeros auxilios. No sé donde lo puse. Mira en la zona de las cervezas, o donde almacenamos el whisky, o el azúcar, no sé.... Que te ayude la elfina.

 

En realidad, lo que quería era sacar de allá a Galadriel, la elfina había empezado a musitar el nombre de Heliké y no quería histéricas cerca. Conmigo ya bastaba. Xell se la llevó y me quedé a solas con el cuerpo tirado de mi sobrina. Lo de la cabeza era fácil de curar, le di un par de Episkeys que cerró su herida. Dejó de sangrar. Por eso no me preocupaba.

 

Lo que me preocupaba era saber qué había producido eso y que ella hubiera dicho "usa tu poder". ¿Qué poder se suponía que yo tenia?

 

-- A ver, sobrina, ¿qué puedo hacer por ti? -- le susurré, aunque sabía que no me oía.

 

Le tomé el pulso, acelerado; mirada inquieta, la mano en el pecho... Hum... Cerré los ojos y le puse la mano en su pecho, para "sentir" algo. La retiré de repente, con dolor.

 

-- ¡Demonios, sobrina! -- me había transmitido su dolor; no lo esperaba.

 

Repetí la acción pero ahora con más cuidado y vigilando proteger mi propia mente. Así, pude notar la confusión que reinaba en su cabeza. Pero no era suya... Fruncí el ceño... Ni idea de cómo, pero Heliké tenía una acumulación de sentimientos que no eran suyos. Sentí algo de vergüenza al notar uno mío en su cabeza. Retiré la mano.

 

-- ¿Y ahora como te ayudo, sobrina?

 

Necesitaría hacer una ceremonia de limpieza... ¿Desde cuándo Heliké sentía ese tipo de empatía?

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Lee Min Nana, Decoradora Extravagante

 

La incursiones de elfos cada rato en el establecimiento le llevó a dejar el trabajo tirado para no provocar una matanza en el local de la señorita Lockhart. Mina no toleraba a esos seres y mucho menos cuando alguno de ellos se pasaba de listo.

 

- Eso fue demasiado, que afrenta - refunfuñaba por la calle buscando un sitio para olvidarse de todo.

 

Fue tan repugnante pensar que ese elfo habría tenido tiempo mirándola mientras ella estaba agachada, en esa posición. Hablaría seriamente con la jefa de la tienda.

 

- Urggg - sintió recorrer un espasmo.

 

Miró el sitio después de tragar, como si una sustancia viscosa pasara por su garganta. Entró buscando la barra para pedir alguna bebida. En cambio, observó que dos figuras se hallaban en piso. ¿Sería una pelea?

 

- ¿Le ayudo señora? - preguntó un poco aprehensiva a recibir una grosería. No estaba para eso y podría responderla.

 

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¡En vaya lío estábamos metidas! Heliké no despertaba y necesitaba concentración para leer su mente y ayudarla a que la cerrase.

 

-- Seguramente el don se te presentó sin saberlo, ¿eh, sobrina? Y no sabes como dominarlo, ¿verdad? Claro, ahora te domina a ti y por eso caes redonda al suelo.

 

Suspiré y me levanté por un vaso de agua. Le puse dos gotas en la boca, para que no se ahogara pero se hidratara un poco. Tenia fiebre, pero era un calor provocado de forma interna.

 

-- Como no aprendas a controlarlo, te quemarás de forma espontanea, sobrinita.

 

Era algo exagerado, por supuesto. No sabía de nadie que se hubiera quemado vivo. Siempre habían aprendido a dominar esa empatía antes de que eso sucediera. Aunque... Si se hubiera quemado alguien, ¿lo sabría? Me estremecí levemente.

 

-- Vamos, Heliké. Has cerrado tu mente porque lo que sientes te bloquea, pero necesito que confíes en mí, ¿vale? No tengo tiempo de darte una infusión de hierbas que te relajen, pero te prometo que cuando todo pase, te ayudaré a controlarlo. Sólo se necesita práctica.

 

Lo que era extraño es que fuera un vampiro quien tuviera esa habilidad de la Empatía. ¿Sería que algo le había ocurrido, algo extraño que le hubiera hecho despertar eso que tuviera dormido, pero siempre la hubiera tenido con ella? Las habilidades no se aprenden. Se tienen...

 

Le puse la mano en el pecho y entoné una cancioncilla ritual para relajarnos, tanto ella como yo.

 

-- ¡Demonios! -- respingué al sentir una voz femenina. -- ¿Qué...? ¿Ayudarme...? ¡Ohhh!

 

Delante de mí había aquella mujer de rasgos orientales y pelo verde lima.

 

-- ¿Tú no eres la dependiente de la tienda de mi cuñada Cye? En Stylos, quiero decir... No, no pasa nada, sólo está desmayada. Sólo necesito concentrarme y hacer que se despierte. Nada difícil, pero necesito silencio. Puede sentarse por ahí y tomar una copa. Yo invito.

 

Y le hice una señal al elfo para que le sirviera.

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Había caído al suelo redonda como un saco de patatas mi cuerpo se había quedado paralizado ante la “absorción” de poderes dentro del local. Antes de caer al piso se me había nublado los ojos y la mente completamente negra. Pero los segundos fueron minutos y hasta que no volví a abrir los ojos no tenía la certeza de lo que estaría pasando a mi alrededor en esos momentos.

 

Llevé una mano a mi cabeza y abrí poco a poco los ojos. Había “escuchado” los susurros de mi tía que no había entendido nada de lo que me estaba diciendo anteriormente. Sabía que la recomendación que le había hecho había podido hacer algo sencillo para “reanimarme”, aunque sentía la cabeza hirviendo y sobre todo mareos.

 

Apoyé otra mano en el pavimento frío y me giré a mi tía, quizá algo rápido de lo que mi debilidad en ese momento podía permitirme. Me dirigí a mi tía, sabía que ella había hecho algo y que me ayudó en ese trance. La miré fijamente a los ojos y le di un abrazo, esperaba que con eso fuese suficiente para agradecerle lo que había hecho…

 

-Yo –dije titubeando –siento que tuvieses que pasar por esto tú sola –le dije como disculpa, no se merecía tener a otra sobrina con problemas, yo los había tenido en su tiempo y los había resuelto, otras veces con violencia, pero otras veces con inteligencia.

 

-Con lo que has hecho hoy ha sido suficiente –le dije con una sonrisa para calmarla –éste nuevo poder hace bastante que lo tengo, lo descubrí en uno de mis muchos viajes –dije con mucho misterio, refiriéndome a la Torre de Abbadon, pero no quería causarle ese disgusto de saberlo:

 

-Pensé que lo tenía controlado, pero me temo que no, creo que necesitaré ayuda para o bloquearlo o aprender a manejarlo correctamente, sin hacer daño a los demás –y me dirigí a la elfina que estaba atendiendo a una joven que había llegado al lugar –cuando atiendas a la señorita, tráeme un whisky de fuego bien cargado Galadriel –la elfina hizo lo que le dije, y enseguida trajo lo que le había pedido, sabía que en ese estado de debilidad mi tía me miraría con mala cara, pero no podía evitarlo, me reanimaba como un chocolate ante un dementor.

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Lee Min Nana, Decoradora Extravagante

 

Parecía que la persona en el piso, se encontraba muy mal. La otra mujer intentaba ayudarle o reanimarla, algo por el estilo. Mina observó por un momento el color de la cabellera de la señora a la que se dirigió. Ya la había visto.

 

- Oh, desmayada - entendió después de tantas palabras rápidamente dichas.

 

También comprendió la petición de hacer silencio. ¿O sería más bien no molestarla? Igual estaría ella en una situación así de complicada con una jovencita tirada en el piso de una taberna.

 

- Será que bebió mucho - pensó mientras se sentaba.

 

Se alejó para darle el espacio que requería. El elfo se acercó dispuesto a servirle. Y la bruja Lee que no quería ver más elfos.

 

- Por favor, sírvame un licor de menta, le pone mucho hielo y unas gotas de jengibre – le dijo esperando solo le llevara el trago para no demorar mucho. Aunque ver cómo la señora de cabellos violetas reanimaba a la chica, no se lo perdía.

 

Sin embargo, no pasó mucho cuando la chica se reincorporó. Hasta un "gracia" le dio al llamarla señorita. Se sintió como una.

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A pesar de lo que le había dicho a la chica del pelo verde limón, no estaba tranquila; lo sucedido con Heliké era problemático. Tendría que hablar con ella para que aprendiera a entender lo que le había sucedido y, además, ayudarle a comprenderlo y controlarlo.

 

-- Vamos, sobrina... -- susurré.

 

Sentí el ruido de los pasos de la muchacha que, curiosamente, me hacía caso. Yo hubiera pensado que me hubiera dicho cualquier grosería y se hubiera ido, o tal vez ayudarme a pesar de mi negativa. Pero obedecerme no me lo esperaba. Era una chica curiosa, eso se veía.

 

Dejé de lado a la chica para preocuparme de nuevo de Heliké. Sentí que se movía bajo mi mano.

 

-- Chs, chsss, chiquilla. Nada de incorporarte tan rápido. ¿Sabes que tienes un problemilla? Respira hondo y después te ayudo a incorporarte.

 

Pero ella ya había recuperado su cordura, como siempre, y ya se creía fuerte. La dejé hablar (cualquiera la interrumpía) y sólo cuando paró para respirar (¿los vampiros respiran?), hablé yo.

 

-- ¡Eh, cotorra! Déjame intervenir a mí un poquito...

 

Me encantaba que se sintiera mejor, tanto como para olvidarse de que era una tipa seria y que nunca abrazaba y ahora me estuviera dando un abracito.

 

-- Por parte, ¿quién te dice que me preocupé por ti? Es que no quería que me mancharas el suelo, que me toca fregar a mí. Después, ¿cómo que hace tiempo que lo tienes? ¿Y por qué no me lo habías dicho antes, a ver? Antes de llegar al desmayo. Un día de estos te vas a matar...

 

Como si no estuviera ya muerta, siendo vampiro...

 

-- Y nada de whisky de fuego. Mi primera lección es gratis: productos de limpieza interna, tisanas, agua mineral o algún purgatorio, pero nada de alcohol, muchacha.

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Lee Min Nana, Decoradora Extravagante

 

Mina era todo sonrisa, por el momento, ya que igual no comprendía la situación que la señora de cabello violeta conversaba con la joven, más bien discutían, sobre incorporarse y algo más pero la peliverde prefirió que le sirvieran otro trago más.

 

La conversación casi le estaba provocando dolor de cabeza. La bruja no tenía pensado en pasar el poco tiempo que se tomó para ver algo así, y más para escuchar las "quejas" de la pelivioleta, pero tampoco le diría nada porque no estaba en su lugar de trabajo para comportarse mal, y aunque lo estuviera, no podría al ser la otra parte un potencial cliente.

 

- ¿Cuánto es? - le preguntó al elfo que miró de reojo - Oh, si ijo que era por cuenta de la casa.. pero - sacó unos galeones y "No le digas nada" expresó sin que saliera sonido de su boca.

 

Mina se levantó dejando a la pobre criatura con las monedas en la barra. Ya algo haría para que su jefa no lo viese con eso.

 

- Disculpe, espero que se mejore su amiga - le dijo a Sagitas antes de salir de la taberna.

 

La cuarentona se daba cuenta que salir de su tienda a pasear por el Callejón le resultaba cada vez más estresante.

 

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A pesar de la riña, me encantaba saber que se encontraba mejor. Aquel don que se le había despertado a Heliké era como mínimo, peligroso. No peligroso en sí, sino que podía generar situaciones comprometidas, como la de hoy, si no se dominaba. Parecía que Heliké lo tenía desde hacía un tiempo indeterminado, pero... ¿Por qué no me lo había dicho antes? ¿Se lo había dicho a alguien? ¿Tal vez a Xell, con quien parecía más unida?

 

-- Ahora no es el momento, porque has de recuperar fuerzas, pero pronto quiero que hablemos del tema, de como notaste esta empatía hacia el resto de personas y sobre qué estás haciendo para controlarlo. Esta situación no puede repetirse, no por el susto que le das a los que te rodean, sino porque es malo para ti sentir tantas cosas ajenas que puedan influir en ti.

 

La contemplé un poco más antes de decidir que podía mantenerse por sí misma. A veces nos hacemos más fuertes de lo que somos y queremos parecer enteros cuando necesitamos una silla.

 

-- Galadriel, un zumo de naranja con mucha azúcar para mí. Y no estaría de más que tú tomaras lo mismo, Heliké -- le dije.

 

Fue cuando sentí el saludo de la mujer de pelo verde lima.

 

-- Muchas gracias -- le correspondí a su saludo, mientras salía. Después vi que había dejado galeones en la mesa. -- ¡Oh, pero si dije que la invitaba...!

 

Me levanté, tomé los galeones y los puse en una servilleta de papel con el logotipo de la Tía.

 

-- Iré después a Stilos a devolvérselo. Pobre mujer, habrá quedado traumatizada con la escena que teníamos aquí montada.

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En ese instante de confusión apenas me daba cuenta de que había otra persona en el local atenta a lo que estaba pasando ahí dentro. Pero yo no hacía caso, tenía bastante con lo mío y mi tía me estaba dando una pequeña “riña”. Me comentó que tenía un problemilla ¿uno sólo? El sentir las emociones de los demás no era un don precisamente fácil de llevar.

 

Pero siempre estaba con sus bromas y me hizo sonreír, desde luego tenía muchas ocurrencias. Pero sabía que en el fondo se preocupaba por mí, además siendo sacerdotisa como era seguro que tenía alguna idea para ayudarme, siempre lo conseguía con resultados efectivos, aún recordaba el “asuntillo” que había tenido en la mansión Vladimir hacía tiempo. Tanto que había implicado a media

familia en ella. Tenía mucho que agradecerle y aún así cabezona como era, no dejaba ayudarme.

 

Escuché las palabras atentas que me decía, nada de alcohol y ya había bebido un sorbo de whisky de fuego, pero una palabra que nombró hizo que palideciese aún más:

 

-¿Purgatorio? Tía ya estoy en él –le dije sin más, fue lo que me salió de dentro pero es que era cierto los vampiros no estábamos vivos, pero tampoco podíamos morir, por lo menos no con una cuchillada o por la magia.

 

-está bien te haré caso, tomaré otra cosa entonces –le sonreí.

 

Después de mi pequeña charla ella enseguida me dio explicaciones, no se las quería dar, porque era algo que había surgido hacía tiempo estando en el bando, pero de una forma u otra siempre se enteraba. No sé cómo lo hacía pero siempre conseguía información. Pues tendría que decírselo, no tendría más remedio.

 

Esperé a que la mujer se marchase antes de seguir hablando con mi tía, era de vital importancia que nadie se enterase exceptuando de Galadriel (que ya lo sabía) y mi tía que había estado en la Orden del Fénix. Me dirigí a la puerta y con un movimiento de mi varita susurré:

 

-Muffliato –el rayo impacto en la puerta y ésta tomó un tono amarillento en dónde había impactado el conjuro y que la gente que pasase por ahí no escuchase nada de lo que había en su interior. Pero como quería evitar sustos, volví otra vez a susurrar a la puerta:

 

-fermaportus –otro rayo salió de mi compañera mágica y ésta se tornó en un color blanco que indicaba que la puerta estaba sellada correctamente con magia.

 

-Perdona tía, pero es que lo que te voy a contar, no quiero que nadie se entere y en estos momentos eres la única persona en quién confío, si alguien entra por esa puerta tendrá que usar la magia para deshacer el conjuro –dije enseñando los colmillos, satisfecha.

 

-Pues verás, resulta que estuve en la Orden del Fénix hace mucho tiempo. Nuestro deber aparte de atrapar mortífagos y encarcelarlos era su custodia. Un día sin saber cómo sentí como uno de los guardianes tenía una tristeza enorme, tanta que casi me tumba al suelo. Desde ese día no volví a sentir semejante dolor. Pero el de hoy fue demasiado. Y no hice nada porque pensé que era pasajero y no un don que se me había desarrollado. Al parecer éstos poderes se expanden según pasan los años no en el momento de la conversión de la vida inmortal, a muchos vampiros como yo, no saben que tienen este tipo de dones pasados unos años –terminé susurrando y sentándome en una silla mientras que sin querer sacaba un cigarro de la pitillera y encendía un cigarrillo, mientras Galadriel atenta traía las bebidas que le había dicho mi tía, un par de zumos con mucho azúcar.

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