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¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)


Helike R V PB
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Sus ojos dorados brillaron con sorpresa al ver que la pequeña Lady decidió hablar referente a su vida, se preocupó un poco pensando que quizás sus acciones le estaban forzando, pero decidió no comentar nada y escuchar, si la joven había reunido el valor para hablar, él no seria quien la interrumpiría, escucharía con toda la paciencia que tenía.

Con cada palabra Alexander le observaba detenidamente, podía ver en sus facciones la angustia y el dolor por el cual había pasado, no le observó con lastima, en realidad le miró con comprensión y le sonrió con calma, deseando que descargara esas preocupaciones y pudiera estar más tranquila, el hablar siempre era una forma de liberarse o eso consideraba él.

-No debe disculparse pequeña Lady– negó con la cabeza para sonreirle gentilmente – Yo he sido quien ha preguntado y usted con mucho valor me lo ha contado, se lo agradezco mucho – respondió con suavidad, para probar un poco de su café y colocar su mirada seria.

- Pero sabe… Ahora podrá seguir con nuevo escrito de su vida – habló con tranquilidad volviendo su mirada más suave – con su hermano, mi persona y todas esas nuevas amistades que irá descubriendo con su regreso, estoy seguro que podrá tener nuevas y divertidas aventuras – agregó con una sonrisa divertida, era difícil a veces abandonar un pasado que te deja marcado, él lo sabía de primera mano, pero… siempre hay formas de salir adelante.

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  • 1 mes más tarde...

No había terminado de tomarme mi té de frambuesas cuando vi que entraba alguien y una de mis chicas atendían a los clientes. Sonreí contenta, pensaba que el negocio heredado de mi padre me traería pérdidas pero la gente seguía viniendo igual. Eso me llenó de calma. Al menos así me daba la oportunidad de abrir otro negocio. Ya tenía uno propio, 'El Dragón Verde' pero quería uno, exclusivamente italiano. Ya había pensado en lo que quería y en dónde situarlo...

 

Miraba al resto de la gente con una sonrisa mientras una de las camareras me servía otro té con gotas de whisky de fuego. El hambre venía y también le pedí un trozo de tarta de chocolate, especialidad del chef. Los aromas llegaban poco a poco desde la cocina a todos los salones del lugar. Seguro que no tardaban nada en que los comensales fuesen pidiendo su ración.

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  • 3 semanas más tarde...

Un elfo cualquiera entró en el negocio para comprar unas pastas de merienda para su familia. Era un elfo que pocos conocían. Tal vez los elfos sí, se conocen entre ellos, pero era un elfo desconocido para la mayoría de los humanos ya que estaba de paso por el pueblo. Espero pacientemente a que le despacharan.

 

-- Por favor, un par de pastitas de crema para la merienda, por favor, con dos es suficiente. Dentro de una bolsa, por favor.

 

El elfo que le atendía se dio la vuelta para atenderle por lo que no vio que el elfo, un pillastre, por cierto, empezó a robar bandejas enteras y que las metía en la bolsa de tela que traía colgada del brazo. Después, chasqueó los dedos y desapareció. Cuando el elfo que le atendió, que se había esmerado en poner las dos pastas en una bolsita de cartón, atendiendo sus peticiones, se dio la vuelta, se encontró conque ya no estaba y que faltaban unas cuantas pastas. Demasiadas...

 

-- ¡Al ladrón! -- gritó. Pero ya era demasiado tarde.

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Habíamos entrado dentro del negocio casi cerrado esa mañana. No sabía quién estaba pero por desgracia yo, había dejado cierto rastro al aparecerme dejando una voluta de humo negro, portando a la persona que llevaba conmigo. Caímos rodando por el suelo estaba segura de que, Sagitas me recriminaría cosas y era bastante normal. La había sacado del Caldero Envenenado con fuerza y seguro que me acusaba secuestrarla algo que no me sorprendería en absoluto.

 

La levanté con cuidado mientras veía que, encima de la barra y en algunas zonas parecía que habían sido desvalijadas.

 

- ¿Qué c*** ha pasado aquí? -casi pregunté, gritando - ¿qué ha pasado?

 

Uno de los elfos entró. Me fijé en que ninguna de mis chicas que regentaban el local, todavía estaban ahí. Parecía que hubiese pasado horas de la última vez que estuvimos en el Caldero.

 

- Un elfo que no conozco ha entrado a pedir algo y ha robado gracias a un despiste nuestro -mi mirada lo intimidó. Normal, estaba más que cabreada.

 

- Prepara una tila para Sagitas y un poleo menta para mí -le pedí, más que airada ante ese hecho. Debí de duplicar la estatua de Hermes para proteger mis negocios de los ladrones y bandidos...

 

- Ahora tú y yo vamos a hablar mientras no tenemos clientes por aquí y que escuchen nuestros gritos...

 

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Aquí comenzó todo:

No sé porqué aquel hombre extraño levantaba mi curiosidad. No le conocía de nada y, sin embargo, me atraía su presencia en aquel oscuro lugar. No llegué a plantearme que nadie pudiera pensar lo mismo de mí. Observé un movimiento y seguí a mi hermano Ishaya dirigiéndose hacia la misma persona y fruncí el ceño. Aquel sitio parecía más un centro de reuniones que una taberna. Le vi sentarse a su lado y me hubiera gustado poder leer sus labios para saber de qué hablaban. Pero a quien escuché fue a mi sobrina, quien no me daba tregua.

-- No juguetees con tantos anillos, chiquilla... No creo que lo que hablemos tú o yo en este antro sea importante para nadie -- le dije, al ver que activaba ciertas defensas. No es que creyera que fueran innecesarias sino que seríamos muy tontas si ella o yo habláramos de más en aquel maldito lugar.

Pero enseguida caí en el error que allá mi sobrina no era tan cuerda como me parecía. Ahogué un chillido poniendo la mano en la boca. Miré a mi alrededor, nadie parecía darse cuenta de lo que sucedía.

-- ¿Tú estás loca? ¿Cómo se te ocurre decir esa mentira aquí delante de tanta gente? -- susurré. Conocía el alcance de la magia de los Libros pero, aún así, dudaba. Si alguien era capaz de escucharla... -- ¡Una mortífaga!

No la creí. No quería creerla pero las pruebas que me mostraban eran irrefutables. Endurecí el rostro y apreté las mandíbulas, intentando calmar la ira que crecía dentro de mí. No era nada bueno que la rabia creciera en mi interior.

-- ¡Guarda eso, insensata! -- susurré a gritos, algo que es bastante difícil de hacer, por cierto. -- Y ni se te ocurra amenazarme, insulsa de los Demonios. Ni se te ocurra decir que no me interponga en tu camino que de la torta que te doy se te gira la cabeza como en un exorcismo.

A saber de dónde sacaba aquella fuerza interior para controlar la voz y, a la vez, enfrentarme a ella. Ahora muchas cosas me cuadraban, sus actos, sus reacciones, sus... ¡Sus todo! Me levanté de la silla.

-- ¡Me das asco! No dejaré que te acerques a Matt. Él no se casará contigo en cuanto sepa que eres una amante de la Marca Tenebrosa. Odia a esos estúp... tanto como yo, así que ni se te ocurra volver a casa. Se lo diré. No te creas que callaré este secreto tan horrible que acabas de compartir conmigo.

¿Sería cierto que se lo confesaría a mi hijo? Volví a apretar los labios con rudeza antes de continuar.

-- Lucho contra gente como tú, muchacha, gente que se cree con el derecho para decidir por los demás sobre lo que está bien o mal. No me das miedo, Heliké, pero tampoco soy una chivata. Si alguien te ataca, seré yo misma. No necesito llamar a nadie para satisfacer mis propias batallas, mujer. Si alguien te atacara sería porque hay todo un sistema de vigilancia y espionaje en este maldito pueblo y se sabe quien pertenece a ese miserable bando. Pero te juro que yo no diré nada sobre tu... estado, puesto que yo me valgo sola y las ratas de la familia se combaten en familia.

Sonreí levemente.

-- Como dices, la familia es lo más importante y yo pienso defender a mi familia por encima de tus inclinaciones venenosas. Y ahora te ruego que alejes la mano de tu varita. No quisiera que te hicieras daño.


 

Cometí un error, o tal vez dos. A pesar de lo que me había dicho y de mi enfado, no desconfiaba de ella. A pesar de no desconfiar de ella, contemplaba su mano de la varita por si, en el fondo, se atrevía a usarla contra mí.

 

Esos dos errores hicieron que no me diera cuenta que, con la otra mano, me tomó la mía y desapareció de aquel antro, llevándoseme con ella. No lo esperaba, es cierto, pero soy de reacciones rápidas. En pleno movimiento de succión, me agarré a ella con fuerza, sabiendo que era un instante en el que no podíamos usar la magia, mientras durada el mismo acto mágico de la traslación. Así, cuando aparecimos en algún lugar, yo ya le estiraba del pelo, peleándome en pleno estilo muggle para demostrar mi enojo. Y si no pude morderle el trasero fue porque estábamos enfrascadas en la pelea frente a frente y no me dio tiempo. Toqué el suelo y rodé por la inercia de la velocidad de la Aparición. Ella fue tan idi*** que me dio la mano para levantarme del suelo.

 

Le di un manotazo y me puse en una posición de vaquero de Western, despeinada y con la ropa desmanejada, pero con mi varita en la mano. Lista.

 

-- ¡Mala bruja! -- espeté, con rabia. -- ¿Cómo te atreves a secuestrarme delante de todo el mundo?

 

Bueno, como si a los que frecuentaban aquel lugar les importase un pimiento si me secuestraban o no. Eran de la misma ralea que mi sobrina. Una rápida ojeada a mi alrededor me mostró que estábamos en el local de ella, la pastelería. Hum... Un sitio muy raro para mantener secuestrada a nadie.

 

-- ¿Es qué pretendes agasajarme con dulces hasta que muera de una sobredosis de azúcar? -- le grité. Sí, una tontería, pero estaba muy enfadada con ella por lo sucedido. Sabía perfectamente que los polvos flu, trasladores y apariciones me mareaban.

 

Y encima la muy zopenca me decía que quería hablar ahora que no había clientes.

 

-- ¡Ven, ven aquí! Te voy a hacer comer ese pelo de estropajo que tienes por atreverte a meterme conmigo. ¡Cuándo se entere Matt que has intentado matarme te romperá en dos! ¡Huy, sí, no sabes con quién te has metido!

 

Y movía la varita arriba a abajo, blandiéndola más como un palo que como el arma asesina que podía ser si yo estuviera calmada.

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- ¡Yo no te he secuestrado, maldita sea!

Los elfos, al escuchar nuestros gritos se marcharon. Una de las chicas que sabía que venía a esas horas a atender al negocio entraba por la puerta.

- ¡Largo de aquí! ¡Fuera! -grité despavorida, con un movmiento de mi varita la hice sacarla del negocio y al mismo tiempo había puesto el cartel de la puerta que ponía claramente:

CERRADO


Sabía que íbamos a tener una pelea de las gordas al verla poner en modo combate, o lo que fuera que estaba haciendo. No pude evitarlo y empecé a estallar a carcajada limpia.

- ¿Qué te crees una vaquera del oeste? jajajajajajaja - seguía riéndome, no pude evitarlo. Me imaginaba que así la cabrearía más todavía, pero me importaba un pimiento todo.

 

Pero casi tuve que parar de reírme y alcé una ceja.

 

- ¿Atracarte a dulces? Ni borracha te regalo yo a ti dulces, ¡ni lo sueñes! -grité nuevamente. No, si al final del día seguro que acabábamos con la garganta destrozada y me daba la sensación de que ese local no iba a quedar muy bien parado. Salvajes ideas se me pasaban por la cabeza. Ahí podía usar un montón de cosas y conocía lo suficiente lo que había para poder usarlo en su contra... Eso y los dulces que quedaban aún en la cocina y que el chef estaba tan orgullosamente se sentía a la hora de realizarlos. Me habían dado algunas ideas...

 

- serás una gran bruja pero pierdes mucho a la hora de hablar, querida... ¿no quieres un poco de chocolate para ver si te tranquilizas un poco? - y sin pensarlo mucho más, susurré un 'accio'. Una tarta salió volando de las cocinas y le dio de lleno en la cabeza a mi tía. El pelo violeta que siempre llevaba impecable, ahora estaba completamente embadurnado de ese dulce. Conjuntamente con fresas y algo de merengue... Y triunfante no pude evitar exclamar:

 

- ¡Qué ganas te tenía! -estallé en carcajadas y empecé a hacer volar cosas a Sagitas. No dudaba en que se cabrería muchísimo más de lo que ya estaba. Si esa mujer que tenía delante no se apartaba o al menos movía la varita... Acabaría llena de potingues por todos lados. No lo eludí y empecé a reírme al saber cómo acabaría...

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Camine hacia el local...una vez mas...ya lo conocia puesto que habia tenido una salida con mi tio rojito en el...medio pena recordar que le debia una nueva por a ver interrumpido esa...habia sido de mala educacion pero fue por culpa del tiempo. Dejando eso de lado me dedique al trabajo antes que nada.

 

-Disculpe le podria entregar estos pergaminos a mi tia Helike.-Le hice una sonrisa al elfo que me atendio tan amable.-Son sobre una campaña que esta realizando el departamento de criaturas sobre el registro o regularizacion de criatura o seres magicos.-Le explique un poco tranquilamente.

 

Sr dueño del local:

Adjunto a esta nota se encuentra un volante del departamento de control y regulación de criaturas donde consta la invitación para que registre o regule la situación de sus elfos, mascotas, fantasmas o raza...asi no tendra problemas mas adelante con la ley.

En caso de tener una duda por favor dirigirse al departamento o a la ventanilla única de tramites ministeriales o vía lechuza dirigida al personal la cual sera contestada a la mayor brevedad posible.

Dese ya disculpe las molestias ocasionadas muchas gracias por su amabilidad.

Atte Lady Dark Luxure

Jefa de oficina del departamento de control y regulación de criaturas mágicas.

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Sin mas me despedí con saludo amable por fin había terminado con todos los encargos de ese día y estaba sumamente feliz por a ver cumplido con la tarea...así que me dedique solo a volver a casa, ya iba imaginando lo primemro que ahria seria comer algo y luego dormir.

 

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Editado por lady dark riddle lestrange

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  • 2 meses más tarde...

Dos meses largos habían pasado dese la última gran bronca que había tenido con Sagitas. Podríamos decir que, por opiniones de diferentes ideas y del modo de realizar las cosas. El local era cierto que había quedado un poco "resentido" pero con un par de toques de varita y había quedado bastante reluciente, como de costumbre. Menos mal, que había cerrado el sitio porque entonces los clientes habituales y los "turistas" no entrarían ni por asomo, si viesen a la dueña y a otra persona, intentando matarse, literalmente.

 

No entendía cómo habíamos llegado a esa situación. Llegarse casi a las manos como si fuésemos muggles vulgares. Pero en cierta manera las dos teníamos un temperamento bastante fuerte cómo para calmarnos así a la primera. Si hasta Matt las pasaba canutas para separarnos. Al pobre, había que hacerle un gran monumento por su inmensa paciencia y mucho más aún, que quisiera estar todavía conmigo, a pesar de sus anteriores y fallidas (?) relaciones...

 

Ataviada con una camiseta, cazadora de cuero, tejanos y botas de piel de dragón me aparecí así vestida, dentro del Ladureé. Éste aún no tenía el característico aroma a chocolate porque, a prisa y corriendo le había dado vacaciones a mis empleados para que descansaran. Sabía bien que podía confiar en ellos pero al estar tanto tiempo alejada de todo y casi "incomunicada" era mejor, prevenir cualquier situación "peligrosa" que se diera. A mí me gustaba tenerlo todo a punto y controlado y el estar ausente, no facilitaba mucho esas cosas...

 

Aún con la varita en la mano, fui encendiendo las luces del lugar. Envié varios mensajes a mis trabajadores para que pusieran todo a punto y, con la llegada de los elfos, facilitaría más las labores de la nueva reapertura del salón de té, que mi padre me había dejado a cargo y en herencia. Aún estaba orgullosa de ello, después de tanto tiempo aún funcionaba tan bien, cómo el primer día. Los encargos eran constantes y la clientela no faltaba a tomarse su té con un trozo de chocolate, o con alguna vianda que el cocinero se le diera por inventar...

 

Pero bueno, ahí estaba yo, para retomarlo todo otra vez y algo que me llamó la atención y recogí frunciendo el ceño en cuánto le eché el primer vistazo. No conocía a la persona que había dejado ese documento y no era la primera vez que lo veía. En mis otros establecimientos había esas notas informativas... ¿Quién se creían éstos del Ministerio? Que fueran al castillo Rambaldi, porque entonces, sí que se asustarían de verdad con todos lo bichejos que había comprado. No pude evitarlo y estallé en una enorme carcajada.

 

Con un pergamino viejo y tomando una pluma y tinta que había debajo de la barra esbocé unas líneas. Hice un avión y con un toque de varita esperé a que fuera saliendo en dirección a su destinataria.

 

@ La espero en mi local Laduré y la recibiré encantada. He visto su nota y espero que tenga a bien comunicarme a qué se debe ésta campaña. Mientras conversamos, la invitaré a una de las especialidades de la casa, acompañados por un buen té indio. Espero que tenga un tiempo cuando lea ésta nota.

 

Atte, Heliké Rambaldi Vladimir; matriarca de la casa Rambaldi, Jefa de Departamento de Accidentes y dueña de los locales; Ladurée, El Dragón Verde y Dolce & Café.

 

Vale que, quizás fuese un poco exagerado poner todo lo que había puesto al final, pero así daba a entender que era una mujer bastante ocupada y que tampoco permitiría perder el tiempo en fruslerías.

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  • 2 semanas más tarde...

Después de pensarlo un poco, me fui a cumplir con mi promesa, una relativamente fácil. Conozco bien ese lugar, el local que Shena Cindy me pidió que visitaramos para una "degustación de pastel" ayrgggggg...por fortuna (para mi) no hubo tal y después nos marchamos. Al menos apareció una gran amiga nuestra que se encargo del pastel de bodas...

 

 

Pero aquello era historia antigua, ahora compraría un regalo que por motivo de la época decembrina iba yo a comenzar a dedicar. El local lucía engalanado ya con decoraciones alegres y de buen gusto, cruce la puerta de entrada y llegue hasta el mostrador.

 

 

--Buenas tardes! hola, deseo comprar varias cajas de chocolates. ¿pueden realizar entregas? Quiero que realicen algunas, por favor que las cajas lleven lazo rojo de terciopelo formando un elegante moño, las familias a quién deseo se les haga llegar esas cajas de chocolates finos son: Luxure, Rivia, Kreuz, Potter Blue y al local "House off Books" ¿tiene esculturas de chocolate? Me encantaría una muy grande para obsequiar a @@Candela Triviani que podrá localizar en el castillo Triviani No representa problema para usted ¿no es cierto? aquí tiene, suficientes galeones para costear todo!

 

 

@

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*muchas gracias por pasarte primito @ lo vi, pero se me olvidó pasarme, te pido mil perdones, puf!*

 

On:

 

A pesar del cabreo inicial... Intenté tranquilizarme en el despacho con el tema de la contabilidad. Era algo que odiaba, pero no quedaba de otra. No me gustaba y parecía que era lo único que hacía en los últimos tiempos. El estar más de dos meses cerrado, un local generalmente daba pérdidas y realmente, no me gustaba para nada cómo el ministerio reclamaba sus "impuestos" a pesar de ser cobrados en un principio... Tendría que planear algo y ¡vaya si me escucharían!

 

Suspiré. Dejé la pluma en el bote de la tinta y me restregué los ojos a causa del cansancio. Estiré un poco la silla y saqué un cigarrillo de la petaca de plata que estaba encima de la mesa. Lo encendí con una cerilla y lo fumé parsimoniamente. Un elfo se apareció dentro del despacho y empecé a toser, a causa del susto que me había provocado...

 

- ¡maldita seas! ¿Qué c*** quieres? - no pude evitar soltar la palabra malsonante, el elfo sonrió de medio lado. No me extrañaba, me conocían y sabían que muchas veces el genio si no estaba fuera de mí, no pasaba a mayores...

 

- Señora, alguien le espera... con el pelo verde - aclaró. Alcé las cejas y esbocé una gran sonrisa.

 

- ¡Antoni! - era raro verlo por el Ladureé. No sabía qué le pasaba con el tema del chocolate. Me parecía que era una especie de fobia o algo así, pero él, tampoco dio muchos detalles y yo tampoco quería agobiarlo. Ya lo contaría cuándo él quisiera...

 

Recogí la cazadora de cuero que estaba colgada en la percha y mandé a la criatura que fuera avisando al resto de empleados del local. No hice esperar mucho más a mi primo. Fijo que si venía hasta aquí, era porque quería confiarme, bueno, a mí no, que se me da fatal el cocinar, pero sí venía a por las delicias que hacía el cocinero.

 

- ¡Primo Antoni! -saludé con alegría al muchacho, mientras me colocaba detrás de la barra y elfo me iba indicando lo que quería el cliente.

 

- ¡Vaya!, a ¿todas esas casas? -comenté, sorprendida- ¿es muy urgente? Pregunto porque, hace un par de meses tuve que salir del país y además, di las vacaciones a mis trabajadores. Así que, como podrás comprobar... De momento, no tenemos el famoso olor a chocolate por aquí. Pero si me das unas horas... Puedo arreglarte el pedido -le dije, guiñándole un ojo.

 

- Me ha dicho además, que querría una escultura de chocolate, seguro que a nuestro cocinero le encantará. ¿De qué forma la deseas? Lo digo, para ir dejando las instrucciones. Ya sabes que éstas cosas siempre llevan su tiempo y cuando hay prisa, nunca salen bien -comenté, con una gran sonrisa. Ahora quedaba en su mano, que aceptara mis propias condiciones. A veces maldecía a los Vulturi en silencio. No me hacía gracia que me arrancaran de mi propio país, por meras tonterías... Pero así era la vida... Llena de complicaciones, a veces sin sentido.

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