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¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)


Helike R V PB
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Habíamos quedado en silencio mientras revolvíamos nuestra taza de té... No sabía lo que esperar de mi tía Sagitas, había ido allí en son de paz y de momento, eso parecía. Internamente lo agradecía, lo último que me apetecía era tener que lidiar con otra "batalla" familiar en un negocio que estaba un poco en horas bajas.

 

Me pareció escuchar el tintineo de la puerta y esperaba que hubiese alguien atendiendo, pero recordé que los empleados aún no habían sido avisados. Bufé. No me apetecía para nada el tener que moverme, pero no me quedaba más remedio.

 

- Discúlpame @ enseguida regreso. Me parece que debo subir el sueldo a mis empleados para que vengan más a trabajar -comenté con una carcajada.

 

Me levanté con pesadez ya que, estaba bastante agusto con la compañía... Me dirigí hasta la parte principal del negocio y me sorprendió ver a @@Perenela Arya Grindewald Potter Blue

 

- ¡Vaya! ¿Reunión familiar? - le dije con una sonrisa- dichosos los ojos, creo que es la primera vez que te veo por aquí, ¿verdad? -pregunté dudosa, mirando a mi cuñada.

 

- ¿Qué te trae por aquí? ¿Algún encargo de tarta de chocolate? -le dije con una sonrisa. Y mientras tanto, me puse detrás de la barra a limpiarla un poco con una balleta que tenía debajo de ella.

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Acababa de llegar al sitio pero la verdad no estaba muy segura de cómo era que había llegado a aquel negocio.

O bueno, quizás si lo sabía, quería irse reconociendo y relacionando en los sitios donde la familia se movía y parte de ello era llevar una pequeña lista de aquellos negocios que según su hermana mayor le había dicho que muchos de ellos regentaban para con eso poder pagar sus cuentas familiares.

Había dejado escapar un inocente suspiro y revisó su libreta, dibujando una pequeña tachita en la lista que tenía con las lineas y hojas de rayas para darle seguimiento a las cosas y asintió un par de veces para sí misma.

-No creo que en este negocio acepten mascotas aunque la verdad es que yo misma primero necesitaria de una mascota para siquiera poder preguntar si las admiten

Dijo ladeando un par de veces la cabeza hacia los lados y entonces, volvió a mirar la fachada de aquel lugar con un aire pequeñamente preocupado y pensativo; y es que solo de verlo le aprecía algo tenebroso, de ese tipo de lugares donde seguramente se tomaba mucho alcohol y no iban en acorde con su personalidad luminosa.

Seguramente que si se intentaba meter e le pegaría alguna maldad y entonces, de verdad lo lamentaría.


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Sí, quería hablar con ella y, sorprendentemente, no era para enfadarme, cabrearme, chillarle y atacarla con la varita. Eso era lo fácil. Lo difícil iba a ser entendernos pero merecía la pena intentarlo. Así que me dejé guiar por ella.

 

-- Té básico estará bien, Heliké. Con unas gotitas de miel. Me gusta y es un antibiótico natural para prevenir infecciones.

 

Me mordí el labio superior en un gesto nervioso. Ese dato sobraba. Ella no tenía que saber que podía prever una situación así. Nos trajeron las bebidas y le di las gracias al elfo. Después removí el líquido como si todos mis problemas fueran a diluirse en él. Sólo se sentía el tintineo de la cucharilla en la taza.

 

-- Verás... -- empecé.

 

No sólo había sido el tintineo de la cucharilla. También había sido que alguien había entrado. Heliké se excusó y me dejó con la palabra en la boca. Aunque tal vez no me había oído. Mi voz parecía no querer salir de la garganta. Observé que hablaba con alguien, algún cliente que había llegado. Qué inoportuno... Ahora que quería hablar con ella sobre... Mis ojos se abrieron al ver, desde allá lejos, que se trataba de Perenela.

 

Salté y me escondí bajo la mesa. Aquello era un privado, no me vería... Aunque seguro que me olía, era una demonio muy eficaz... Se me pusieron las orejas rojas, lo noté en el calor que desprendían... No quería que me viera allá. no sé porqué, no hacía nada malo. O tal vez sí...

 

Esperé a ver qué decían y si tenía que seguir escondida o me levantaba y actuaba con normalidad. Si es que podía...

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Fue Helike quien se me acerco a la final, lo que esperaba que fuera una taberna o un salón de te oriental (esos donde podías tomar sake a gusto y que básicamente era una taberna con mesas bajas) era mas bien un salón de te occidental (esos donde solo se sirven te y pastas) y una repostería...La tentación de una buena torta o un mousse de chocolate no era lo suficientemente fuertes para quedarme... aunque tenían una pinta excelente. Fruncí el ceño ante algo que dijo Helikè:

 

-Hola Heli... en realidad quería coger una borrachera pero creo que he venido al lugar equivocado... pero como es eso de ¿reunión familiar? - otee el aire hasta que pude dividir todas las esencias que estaban en el interior y descubrì el olor a Naranjas de mi madre, abrì los ojos :

 

-Mi madre està aqui... - no era una pregunta sino una constataciòn de un hecho, hice una mueca - la torta de chocolate seria deliciosa en otro momento, dile a mi madre que la quiero mucho pero que ahora no puedo lidiar con ella... no si quiero coger esa borrachera que tengo programada para hoy... - me di media vuelta para salir del local - ¡Oh! y dile que no se preocupe que tratare de llegar a casa en la madrugada, no muy tarde, no muy temprano, tratarè de no hacer escándalo pero si llegarè muy bebida... ¡Adiós! - salì por la puerta tan rápido que no se si mi madre alcanzò a verme...

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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No podía negarlo, había cierta paz en mi interior, pero extrañaba un poco aquella dolencia… Esa nostalgia, –sólo un poco– medite por breves segundos mientras caminaba sin un destino especifico, siempre había sido así, jamás tenía un plan trazado. Alguien me había dicho, una vez, que era más parecida a un ave que a un árbol. La razón era sencilla ya que mis raíces no me ataban con demasiada determinación que terminaba vagando nuevamente, en soledad en muchas ocasiones y no es que no me molestará esa forma de ser mía, lo hacía a ciertos momentos, no obstante en ciertas ocasiones escuchar los pasos sobre los adoquines me parecía particularmente extraño y reconfortante sobre todo cuando ese sonido provenía de alguien querido por mí.

 

Suspiré presa quizá de las mil divagaciones en las que mi mente se encontraba mientras dejaba que los recuerdos se escurrieran a complacencia, no había porque poner límite a ello. Ya no importaba en realidad, al menos el llanto no se haría presente, había llorado por demasiado tiempo que al final entendí que sólo desperdiciaba la oportunidad que se me otorgaba, además, parecía que algunas veces sólo tenemos una cuota establecida de lagrimas y yo definitivamente la había excedido, de eso estaba segura, una sonrisa apareció sobre mis labios carmesí ante ese infantil pensamiento.

 

Detuve mis pasos una vez que por inercia y porque tenía hambre quede frente al Ladureé, cuantos buenos recuerdos tenía de ese lugar, si bien recordaba había sido en ese salón de té que le regalara a Isabella, un oso de felpa para su primer hijo. Tenía que admitir que aunque existían nuevos establecimientos en el callejón, siempre tendría mis predilectos. Aquellos donde guardaba los secretos más hermosos, sólo para mí. Así que tras deliberar un par de segundos me interné en el establecimiento y me acerqué a una de las hermosas mesas desocupadas, me senté, inspiré con los ojos cerrados y giré el anillo de mi dedo anular hacía la derecha mientras esperaba que algún empleado me atendiera.

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  • 2 semanas más tarde...

Si Mel no se había pasado por ese lugar antes era porque lucía caro... como, muy. Por eso, había favorecido otros establecimientos por encima de aquel, a pesar de que pasar ante las vidrieras del escaparate la hacía salivar un poco en cada ocasión. Ese día, teniendo en cuenta que había pasado ya casi un mes desde su última salida a comer (es decir, nada además de la usual comida casera en Heaven's Den o la comida rápida) había querido hacerlo especial.

 

Se adentró en el establecimiento y pidió un café, un croissant y un pain. Notó enseguida que todo allí estaba ordenado y calculado al dedillo para caber y se sintió un tanto culpable por aquellos establecimientos en que ella tenía algo para decir. Jamás se había preocupado antes por pensar en tales cosas pero quizá debería iniciar. Dependía, de cierta forma, del éxito de tales establecimientos también así que sería mejor que empezara a ayudar.

 

Andaba pensando en eso antes de que llegase la comida cuando notó a alguien conocida en una mesa contigua. Se encontraba con los ojos desenfocados, como si no estuviese realmente allí. Mel se debatió un momento todavía, pensando en si debería interrumpirla o no pero como el pedido no llegara y Mel no fuese una cauta y correcta ciudadana londinense que supiese ocuparse sólo de sus propios asuntos, terminó por decir:

 

—¿Stroud? —se detuvo un poco antes de agregar— Es decir... ¿Kutsy?

 

Esbozó una leve sonrisa a la espera. Estando tan próximas las mesas unas de otras, sería imposible que no la oyese pero quizá no querría entablar conversación de todas formas o tal vez estaría tan ensimismada que ni siquiera notaría a Mel, apenas a un paso de distancia, del extremo opuesto de la mesa a la que ella se había sentado.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Estaba un tanto perdida en mis pensamientos, recordando, como casi siempre, cuando escuche la voz de alguien familiar. Así que abrí los ojos para contemplar a Mel y sonreírle en automático, la miré por un par de minutos mientras me preguntaba ¿qué tan cercanas éramos? Pero la respuesta a esa pregunta y otras tantas, estaba segura, jamás las obtendría por lo que muchas veces sólo me concentraba en sentir y a partir de ahí comportarme, además había pronunciado mi apellido, muy pocos lo hacían.

 

Ah… ¿si? –Le contesté al escuchar en su tono de voz una duda, o tal vez incomodidad, no estaba del todo segura. A los pocos segundos llegaban con lo que la bruja había ordenado, se veía exquisito –hola –agregué levantándome de mi asiento no sin antes pedirle al mesero que me trajera lo mismo que ella –¿puedo sentarme? –Inquirí sonriéndole mientras acariciaba con la yema de mis manos el dorso de mi mano derecha.

 

Era agradable encontrarse con una persona conocida en todo ese mar de gente, pero aún más cuando había compartido poco, ya que la conversación podría derivar en las más ocurrentes anécdotas o quizá en secretos que sólo a un desconocido revelarías, de algún modo agradecía que fuera Mel y no Bel la que se presentará en salón de té.

 

 

@

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Perenela me encontró. Siempre me olvidaba de la peculiar habilidad para reconocer a la gente, supongo que por su naturaleza demoníaca. Aunque su voz me llegaba lejana, supe enseguida que tendría que salir y hablarle. Por lo poco que había dicho, iba a emborracharse. Por supuesto, no me oponía a tomar unas cervezas si la ocasión lo merecía pero cuando mi hija soltaba eso en ese tono es que sufría por algo y tomaba la decisión de usar el alcohol para borrarlo momentáneamente de su cabeza.

 

-- Espera, Perenela -- dije en voz alta, aunque estaba segura que no iba a oírme.

 

Intenté salir de debajo de la mesa y me maravillé que hubiera podido entrar , era más difícil levantarse que meterse dentro. Para cuando recuperé el equilibrio y me puse de pie, sentí su adiós. Aceleré el paso para llegar al mostrador con ellas; no corrí porque los presentes se preguntarían dónde iba una Warlock con tantas prisas. Encontré a Heliké sola.

 

-- ¿Se ha ido? ¿Te ha dicho dónde?

 

Por supuesto, sabía a dónde se iba: a un sitio donde no pudiera encontrarla. Perenela sabía ocultarse mejor que yo, así que tendría que resignarme y admitir que no se puede perseguir a nadie en una Desaparición si no la has cogido antes.

 

-- Ven, Heliké, necesito hablar contigo.

 

La puerta se abrió y entró primero una chica y después otra. Les di la espalda porque no quería sociabilizar con nadie; necesitaba volver al Privado que acababa de abandonar y activar cualquier medio de anti-escucha que llevara encima.

 

-- A solas. Sobre algo... que necesito que me ayudes.

 

La dejé así, con la palabra en la boca, dando media vuelta y volviendo al lugar que había dejado antes de venir a buscar a Perenela.

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Esperé pacientemente a que mi cuñada me respondiera. Asentí con la cabeza y ni tiempo me dio a responderle que ya se había ido del local...

 

- Bueno, pues nada - murmuré.

 

- La verdad es que no -intenté disimular un respingo por el susto que me había dado mi suegra- ¿está bien? Parece preocupada...

 

- claro, vamos...

 

En ese instante entraron dos personas más y que fueron atendidas por mi personal.

 

No tardé en sentarme cuando escuché hablar a Sagitas sobre un tipo de ayuda. ¿Ayuda, ella?

 

Abrí los ojos, sorprendida.

 

- Me sorprende que quieras pedirme ayuda, precisamente a mí - asentí con la cabeza- pero si quieres hablar con más privacidad tendrá que ser en el despacho que tengo... es más íntimo y podrás tomar todo el té que quieras - le dije con una sonrisa - ¿vamos? Aunque no sé si has activado los medios anti-escuchas... No me confío mucho, sinceramente... pero cómo tú veas...

 

Con un chasquido de mis dedos hice que una de las brujas nos preparara más brebaje yo se lo pedí con limón - necesito algo fuerte... ya que alcohol por el momento, no puedo beber - dije con un poco de congoja. Sí, ya lo estaba echando de menos...

 

- y, ¿con qué asunto quieres que te eche la mano? Galeones, lo dudo, pero si quieres hacer negocios, no veo en qué puedo ser útil - dije elevando los hombros e intentando averigüar el motivo sin descubrir mis otros negocios ilegales.

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Fruncí el ceño. ¿En su despacho? Bueno, sería mucho más íntimo y más privado, sin duda. Suspiré y asentí.

 

-- Guíame entonces, nunca estuve en él. -- No podía olvidarlo, me salía el lado mandón y no me daba cuenta que no estaba en mi casa o en uno de mis negocios. Menos mal que me lo permitía porque no me había dicho nada.

 

Por supuesto, en cuanto llegamos, activé los anillos anti escucha y añadí un Muffliato en la puerta y blindé que se pudiera usar orejas extendibles. Para toda seguridad, use un Revelio para verificar que estábamos solas. Después de usar mucha magia para garantizar nuestra conversación, la quedé mirando y no supe qué decir.

 

-- Sí, lo sé... Suena raro que te pida ayuda, ¿verdad...? Bueno, lógicamente no se trata de dinero sino... -- Miré por encima de mi hombro como si temiera que alguien nos estuviera escuchando. Acompañé el silencio con un ligero movimiento de cabeza con el que demostraba desconcierto por el ruido que sentía que llegaba de fuera. Estaba segura de que nadie nos oía pero...

 

Bajé la voz.

 

-- ¡Quiero que me ayudes a matar a alguien! Puedo sola pero... Sé que con dos personas me será más fácil. Tranquila, no haré peligrar a mi nieto pero... No sé a quién más pedírselo sin que peligre su alma y tú... Bueno, tú ya estás muerta y eres... -- bajé aún más la voz: -- mortífaga. Seguro que no te importará ayudarme...

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