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¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)


Helike R V PB
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La guié hasta el pequeño pero reconfortable despacho. Nos habíamos llevado nuestras tazas de té.

 

Mi suegra/tía se sentó en uno de los cómodos sillones yo, enfrente.

 

- Te pido disculpas por el desorden... No me dio tiempo a ordenar nada - miraba el libro contable y se me caía el alma, por decirlo de alguna forma. Lo cerré con fuerza y sacando algunos pergaminos más ya tenía la mesa decente. Puse las manos juntas, pinzando los dedos, mirándola y negué con la cabeza...

 

- Espera...

 

Saqué un anillo del morral de cuero...

 

- Es para estar prevenidas

 

El Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos se activó al colocarlo en el dedo en dónde tenía el anillo de casada.

 

- Doble protección. Así al menos, sabremos que no tendremos chivatos en la conversación - dije, enarcando una ceja.

 

Apoyé mi mentón encima de mis manos y lo que me pidió, aluciné todavía más...

 

- Querida, mi alma ya estaba podrida y negra antes de entrar en la Marca Tenebrosa y en la Orden del Fénix. Cometí tantos asesinatos que ni siquiera en mil reencarnaciones, se podría limpiar el mal karma que hice durante éstos trescientos años - le dije con una voz dura - así que, piensas que, que por considerarme mortífaga, ¿puedo plegarme a tus peticiones así cómo así? -enarqué una ceja. En parte, me divertía el hecho de que, mi propia suegra haya decidido a buscarme para solicitarme ese favor. Pero decidí "torturarla" un poquito más antes de darle un sí definitivo.

 

El hecho de salir de caza me animaba en cierta manera. Hacía tiempo que no lo hacía y la verdad tenía ganas... Pero tampoco iba a ponérselo fácil.

 

- Bien... antes de nada, quiero algo a cambio. Si quieres asesinar a alguien supondrás que tendrá mucha magia protectora. No será fácil llegar hasta el objetivo. Bueno, con tu poder y el mío sí, se pueden romper las barreras mágicas pero no será fácil. Lo sabes, ¿verdad? -volví a enarcar una ceja- no quiero galeones -le advertí alzando el dedo índice con un gesto divertido - puedo mantenerme yo sola... Lo primero, que no se entere Matt. Se disgustará muchísimo y lo sabes bien... Habrá que sacar al conejo de la chistera. Hay que hacer planes cuidadosamente. Tienes suerte de que tengo empleados, sino, no podría prestarte la atención debida que requiere - tosí - éste asunto... y te en cuenta de que, si se realizan maldiciones imperdonables y si se descubre el cuerpo, tendremos serios problemas... ¿Te has planteado éstas cuestiones? No es llegar a una casa y cómo dicen los asquerosos muggles "pegar tiros" así cómo así. Requiere planificación y aunque a veces no salen las cosas cómo uno queremos, al menos... No dejamos nada al azar -no se me ocurrió qué más decirle. Sólo dejarle claras las cosas antes de seguir. Todo influía y debía ser todo bastante medido...Suspiré y di un sorbo a mi taza de té- ¿estás dispuesta a seguir adelante?

 

Suspiré. Me moría de ganas por un cigarro pero sabía que debía contenerme.

 

Aunque la adrenalina que sentía en esos momentos, hacía que estuviera en tensión me preocupaba. Se me hacía raro que mi suegra tuviera tantas ganas de matar. Imaginaba que el asunto sería su prima, esa hija de... su madre que nos atacó durante la boda y que, durante la confusión, Lázarus aprovechó el momento para secuestrar a Adrián. Eso me reconcomía más que nada, el hecho de no saber proteger bien a toda la familia... Pero ya habría tiempo para todo. Me llevé los pulgares hasta las sienes. Sentía cierto palpitar en ellos y que, sino calmaba enseguida se podría convertir en un horrible dolor de cabeza...

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No era normal en ella tener hambre, debido a su condición de vampiro no debería de tener aquella sensación tan necesitada para los humanos, pero no era una vampiro del todo, sino que parte de ella era humana, por lo que había veces que aquel sentimiento así como la sed, la invadían por completo.

 

Caminaba por las calles de Ottery, con las manos llenas de bolsas, había decidido cambiar por completo su vestuario y ademas de caro, era agotador. Sus dedos se estaban tornando morados, otra de las ventajas de tener algo de sangre por sus venas. Suspiro y tiro las bolsas que cayeron de pie frente a una pastelería, respiro hondo notando los mechones de su cabello caer sobre su rostro, volvió a coger sus bolsas y paso dentro volviéndolas a tirar:

 

- Que costoso es cambiar completamente de vida- Dijo buscando donde sentarse, aspirando aquel aroma embriagador y dulce que tanto le gustaba. Ella estaba acostumbrada al lujo y a la servidumbre y encontrarse en esa situación la estresaba, necesitaba algo dulce.

 

Miro a su alrededor observando el maravilloso lugar, decorado con un gusto excelente, no faltaba detalle. Mientras se masajeaba las manos miro de reojo sus bolsas que se habían acomodado en una esquina dejando el paso libre de nuevo. Se dejo caer en uno de los sillones de rayas color esmeralda y plata, era cómodo, había olvidado el tacto de la comodidad y la tranquilidad.

 

Se coloco el cabello sin cuidado, tenia un aspecto descuidado, no era el acostumbrado de la Teller, sin maquillaje, simplemente la cara lavada, permitía mostrar tal y como era la castaña, un rostro suave y delicado, miraba por la ventana, estaba comenzando a llover, puso los ojos en blanco, no le gustaba la lluvia, espero a ver si alguien la atendía y mejorar el día que estaba empezando a torcerse.

 

@David Black Lestrange

Editado por Minerva Malfoy

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Sabía que era una bomba lo que acababa de decir. Era cierto que tenía mi carácter fuerte y que todos sabían que defendería a mi familia hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, pocos me oirían hablar así de un asesinato. Para mí gusto, sus palabras tampoco fueron agradables. Arqueé una ceja cuando dijo que había cometido muchos asesinatos y gruñí cuando dijo que si creía que se iba a plegar ante mis peticiones. La dejé seguir sólo por no levantarme y liar una bronca que a ninguna de las dos le convenía. Cuando paró de hablar aún permanecí un segundo callada, reorganizando mis emociones alteradas.

 

-- Veamos... -- Extendí la mano sobre la mesa y mis ojos parecieron quedarse fijos en el movimiento de los dedos, siguiendo una inexistente línea en la misma. -- Querida... No te pido que te pliegues a mi petición como si fuera una orden. No te estaba ordenando, te estaba pidiendo ayuda. Pero me basto sola, ¿sabes?

 

Ahora levanté la vista y mis ojos eran fríos y calculadores, mi rostro impertérrito no reflejaba ninguna emoción diferente a la de la indiferencia.

 

-- Yo no imploro. Si quieres ayudarme, bien. Si no quieres ayudarme, también. Puedo hacerlo sola -- repetí. -- No sé cuantos muertos llevas encima, Heliké. Pero éste no será mi primer cadáver. Ni el último. Yo sé planificar un asesinato con todo detalle, desde la obtención de datos, seguimiento, muerte y desaparición del cadáver. Como te he dicho, no es mi primera vez. La verdad...

 

Me puse de pie.

 

-- Ni sé porqué he pensado en ti. Perenela ansía ayudarme y a ella no le importa perder su espíritu en matar a un indeseable. No sé porqué te he pedido ayuda. Yo no pido ayuda, yo tengo mis suficientes medios para matar a quien sea y, en el fondo, tienes razón, Matt no se merece saber nada ni que yo implique a su mujer. Por amor a mi hijo, declino la petición y te dejo en paz.

 

Di un paso hacia atrás en dirección a la puerta.

 

-- Estoy más que dispuesta a llegar hasta el final. Y lo haré con ayuda de mi rabia y mi sed de venganza. No necesito más, sobrina.

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Y aún con el anillo anti-escucha funcionando no pude evitar exclamar ante sus palabras:

 

- ¡Por los clavos de Cristo! ¿Quieres hacer el favor de sentarte? - le dije enfadada- jamás te he negado mi ayuda para eso... Es más, Matt me mataría si dejara que fueras tú sola a hacer ese encarguito -dije entre dientes, a causa de la rabia provocada por el súbito levantamiento de mi suegra.

 

- Desde luego, qué mal genio tienes mujer... Ni has dejado que terminara de explicarme...

 

- ¿No es tu primera vez? -enarqué ambas cejas, por supuesto, sorprendia- vaya ésto es toda una novedad -asentí con la cabeza. Me levanté del sillón.

 

- Por mí dejaría que Perenela te ayudara, pero es un demonio y no lo digo como persona si no como especie. Son impulsivos, no piensan en las consecuencias, pueden más su alma, por decirlo de alguna forma, malévola que... en fin, que yo de ti, no contaría con ellos... por mucho que sea tu hija. Debería ser alguien más, práctico -comenté, elevando los hombros- y la verdad cuando me hiciste esa proposición no pude evitar más que alegrarme. Hace tiempo que no hago ese tipo de caza y entiendo perfectamente que quieras acabar con esa familia...Yo también tengo mis pendientes. En algún momento, tomaré la revancha, pero no por ahora...

 

Suspiré y de pie, me tomé un poco de té para tranquilizar mis nervios.

 

- Sé que no era una orden ni mucho menos, lo único que te pediría a cambio y sé que lo harás con mucho gusto, es que cuides de tu nieto cuando estemos en el trabajo. No me fío yo de los elfos domésticos. Sé que lo harían bien... Pero no por ser el heredero ni mucho menos. Simplemente porque pienso que una abuela es mucho mejor que un ser mágico sin una conexión emocional de ese tipo... Y además, que mi pequeño -suspiré, un poco emocionada, no podía evitarlo- tiene que conocer a su abuela. Si para eso tengo que eliminar a esa familia para que no haya peligros en un futuro, lo haré sin problema... Una cosa, si ellos mueren, ¿tú herederas todo lo suyo? -pregunté pensativa - se supone que serías la única que queda en esa línea... ¡serás la más rica que ahora! - dije entre risas- qué asco de verdad, unos tanto y otros tan poco - comenté, divertida...

 

- Va, deja el orgullo a un lado y siéntate, por favor - le pedí con un gesto de mi mano, para que se sentara de nuevo en el sillón - dime cuando y cómo y lo planearemos bien. Sabes de sobra que, tanto un acto mágico de ese estilo, cómo un acto militar, nunca sale cómo está planeado -bufé- tengo experiencia en eso... y además entre las dos podremos cubrirnos ante mi marido. Tú eres excelente dando excusas, fuiste directora de Accidentes y creo que podrás dar una buena explicación con eso...

 

- Por supuesto -aclaré- no actuaré como mortífaga -negué con la cabeza- ésto no tiene nada que ver con el tema de la sangre. Ésto lo hago por la familia. Tengo que proteger a la nueva generación de niños mágicos, bueno vale, puede que sea un poco contradictoria, no voy a negarlo. Pero si quiero criar a mi pequeño con seguridad, necesito que esos cerdos estén bajo tierra... Cuenta conmigo para ello. Así que, siéntate. No te lo diré más veces. Me dirás todo lo que sepas. Ambas tenemos poder suficiente, sé que tú sí que lo harías sin problema pero me da la sensación de que, tu vena sacerdotal estaría en peligro ante éste acto. Puedo hacerlo por ti, usando mi varita o la tuya, o con mis manos. No tengo problema - hice un ademán con mi mano derecha en dónde tenía el anillo anti-escucha, para restarle importancia a mis palabras- así que, ¿por dónde empezamos? -pregunté, levantando una ceja y esperando que el ímpetu de mi suegra se rebajara un poco y se volviera a sentar nuevamente - podemos pedir más té si quieres si esto va a ir para largo...

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¿Por los clavos de Cristo? ¿Qué tipo de juramento era ese en la boca de Heliké? Era super extraño que ella usara aquella refranería muggle. Pero eso me demostró que estaba sorprendida por mi reacción. Que no significaba que iba a hacerle caso pero, al menos, esa exclamación consiguió pararme sin salir del despacho.

 

-- No tengo mal genio, sobrina. Sólo he respondido en el mismo tono que tú has hecho. No te fijes tanto en mí y fíjate que tú has sido igual de descortés que yo. Y no sé de qué te sorprendes de mi trayectoria de asesinatos. Yo también fui... he sido... hace tiempo... mortífaga.

 

¿Eso se lo había dicho alguna vez? No estaba segura. De todas maneras, ahora no venía al caso. Me acerqué un poco al oírla tan segura, diciendo que ella también quería deshacerse de ellos por el tema puntual de sentirse segura en casa, sin el peligro de verse amenazada continuamente con ellos. Avancé un par de pasos y la miré fijamente.

 

-- No es orgullo, Heliké... -- Pero sabía que sí lo era. -- No hace falta que me pidas que me encarga de mi nieto. Yo estaré ahí para cuidarlo y darle mimos, si sigo viva cuando nazca. Como dices, todo plan tiene una posibilidad de fallar y nunca se sabe como pueden salir estas cosas. Por supuesto, tú no debes correr ningún riesgo innecesario. Te prohíbo que pongas en peligro ese ser que llevas dentro.

 

Miré instintivamente su barriga, tapada ahora por la mesa, así que no pude evaluar el grosor que ya tenía.

 

-- Sólo necesito de tu ayuda logística, no empuñarás ninguna arma ni matarás enemigos. Sólo... me ayudarás desde fuera. Y, pase lo que pase, no intervendrás y volverás a casa junto a tu maridito, para que no sospeche, así tengas que dejarme tirada en cualquier sitio. Él no tiene porqué enterarse del grado de involucrada que estés, Heliké.

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—Pues claro.

 

La sonrisa de Mel se ensanchó. Había recordado de pronto cuando la viese por primera vez, lo gracioso que había sido ver a Albus un tanto avergonzado cuando ella se había quitado la ropa mojada luego del incidente de la piscina y se había vuelto a vestir en el mismísimo patio. Eran cosas dignas de evocar, especialmente si tenía en cuenta que ella habría preferido mil veces ser ahogada en esa piscina a que le estiraran los calzones los malditos monos.

 

La muchacha había ordenado lo mismo que ella y cuando le dijo de si podía tomar asiento junto en la silla próxima, Mel se lo tomó como una declaración de principios: no se sentía incómoda porque hubiese interrumpido su solitaria vigilia y al parecer estaba dispuesta a charlar un rato también.

 

—Entonces... —Mel se detuvo unos momentos sin estar segura de cómo comenzar— ¿Desde hace cuánto que perteneces a la Familia Evans McGonagall?

 

La historia de Mel en Ottery era más bien reciente así que siempre era interesante encontrar esos pequeños detalles de los demás. La hacían sentir un poco más próxima con las personas que se atrevían a confiárselo, porque usualmente muchos de los ingleses que había conocido eran bastante herméticos.

 

—Yo conocí a Bel cuando me enseñó criaturas mágicas añadió, mientras le daba un mordisco al croissant que había llegado hacía apenas unos momentos—. Así que podría decirse que mi vínculo se debe más a la amabilidad de ella.

 

Frunció el ceño ¿se estaba expresando correctamente? Esperaba que sí. Quizá sonaría raro para alguien como Kutsy, que mantenía tanta familiaridad con ellos desde hacía mucho.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Aprender a vivir con una hipersensibilidad había sido todo un reto, mas al final parecía que lo estaba haciendo de forma adecuada, al menos ya no lloraba tan a menudo como en tiempo de antaño y ahora me sentía más segura, además de fuerte por lo que ser quien era no resultaba ya molesto para mí. Así que una vez recibida una afirmación, de su parte, para sentarme, lo hice sin pensar, coloqué mis manos sobre mi regazo y miré atentamente a la joven.

 

La pregunta que hiciera me hizo sonreír y sentirme feliz, porque aquella familia, que nos unía, había sido sin esperarlo mi ancla a tierra, –y no era una exageración –. Los Evans tenían algo que sencillamente te hacían sentir en casa desde el primer momento que cruzabas el umbral del castillo. Quizá esa era la verdadera razón del porque una vez que ingrese a la familia, nada pudo hacerme olvidar mis lazos, aunque para nada sanguíneos, eran tan fuertes como si se trataran de mi familia de sangre.

 

Antes de contestar mi pedido llegaba a la mesa, bebí un poco del aromático café mientras mis memorias evocaban viejos momentos, desde mi graduación hasta el alumbramiento de Emma y Dalí, suspiré, miré a Mel un par de segundos y respondí –Bel, es maravillosa –dije colocando nuevamente la taza sobre la fina mesa –es grato encontrarte, aun más porque nadie suele preguntar algo así –reí suavemente y medité –desde hace ya más de tres años… –guarde silencio al no recordar con exactitud la fecha –si no me equivoco.

 

Tenía tan gratos y felices momentos de ese lugar que era incapaz de dejar de sonreír tan abiertamente –supongo que, he de parecerte algo irreverente –declaré al recordar la primera vez que nuestras miradas se cruzaran –pero no puedo evitarlo, en la Evans McGonagall me siento sumamente segura, como si nada, ni nadie pudiera herirme –añadí poco antes de darle una mordida al croissant –pero dime ¿tú eres feliz en la familia?

 

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—Uhm...

 

Quizá se estaba tomando muy en serio la pregunta y ella tan sólo lo había dicho de forma casual pero deseaba ser completamente honesta al respecto, como siempre solía ser. El concepto de "felicidad" devolvía a la mente de Mel los solitarios bosques de Escocia, en donde había convivido con su manada. Al menos, mientras eso había durado y luego también algunos días en la casita de los Moody. También en el Castillo Evans si era honesta y algunos días en el Antiquités...

 

—Creo que sí —masculló, insegura primero, para luego añadir con un tono más sonoro—, es como dices. Me siento segura y todo allí es confortable.

 

No tenía explicaciones más allá de eso. Era una realidad simple y quizá eso era parte de lo que le gustaba. También estaba la calidez que parecía emanar de ese hogar y de aquellos que allí se desenvolvían pero eso sonaba demasiado vergonzoso como para poner en palabras en medio del café.

 

—Tres años suena a mucho tiempo —añadió—. Así que supongo que mi primera impresión debe ser cierta —sin poder evitarlo le devolvió la sonrisa y se tomó un buen sorbo de su café.

 

Tres cuartos de su croissant ya habían desaparecido, así que terminó el resto de un bocado y continuó con su merienda por un rato, antes de volver a hablar:

 

—Entonces... ¿Siempre has estado en Londres? No recuerdo haberte visto por el ministerio —luego, se dio cuenta de que quizá sonaba un tanto grosero o como si la estuviese subestimando y ella no pretendía eso en lo absoluto—. Quiero decir, porque quizá es que te encuentras en otras instituciones, San Mungo, La Universidad, dueña de algún negocio, incluso tengo una prima que prefiere concentrarse en sus investigaciones mágicas y todo eso...

 

Se dio cuenta que había soltado eso último demasiado rápido, exponiendo su repentino nerviosismo de haber metido la pata pero prefería eso a que Kutsy creyese que estaba desestimándola de alguna forma.

 

@@Kutsy Stroud Lenteric

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Cada respuesta de la joven me tenía encantada, casi nunca hablaba con nadie y cuando lo hacía sencillamente terminaba revelando que había estado recluida en una institución siquiátrica durante un tiempo, ¿por qué lo hacía?, quizá porque era tan natural para mí hablar de mi futuro, presente y pasado como lo era respirar. Después de todo ser un demonio daba varias ventajas sobre los mortales.

 

Continué comiendo cada uno de mis alimentos mientras contemplaba cada gesto suyo e intentaba interpretar su significado, en un momento de la conversación Mel lucía ¿incomoda? ¿Perspicaz? No sabía con certeza aunque igual le conocía tan poco que al final sólo asentí ante cada una de sus respuestas y bebía sorbos pequeños del café –tienes razón en algo, Mel –le dije antes de limpiar la comisura de mi boca con una servilleta.

 

Para mí, permanecer tres años en un sitio es un logró –relajé la espalda contra el respaldo de la silla e inspiré –siempre suelo irme de las familias cuando ha pasado un año o menos –no estaba del todo segura que pensaría, pero esa la verdad, –y no, no siempre he estado en Londres, viajo mucho a todas partes –muy pocos sabían que era Alemana –principalmente a Alemania, ahí nací –reí ante la pequeña disculpa implícita en sus palabras –por ahora no estoy laborando mis dos hijas pequeñas me han mantenido alejada de todo ese mundo –hice una pausa y baje el tono de la voz –he de confesar que extraño el ministerio grandemente.

 

Dime ¿tú en que departamento laboras?

 

 

@

 

 

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—Criaturas Mágicas.

 

La sonrisa que Mel le dedicó entonces fue genuina. Era una sonrisa tímida, que no tenía nada que ver con ninguna de las que había esbozado antes. Había muchas cosas que le hacían ilusión de trabajar en ese departamento pero una de ellas era que quería cambiar las cosas, cómo se manejaban allí. Quería que los medio humanos dejasen de ser "clasificados" y "catalogados" como animales en un conteo que el ministerio llevaba de cerca. No era justo, desde el punto de vista de Mel. La mayoría de casos de licantropía, sin ir muy lejos, eran accidentales; nadie deseaba volverse un licántropo voluntariamente y si lo hacían... no estaban precisamente enmarcados dentro de lo que el Ministerio tenía bajo su control.

 

—Tengo algunas ideas de cómo el departamento podría funcionar —su voz era apagada, su lucha era algo de lo que no se había atrevido a hablar con nadie y así permanecería, hasta que fuese capaz de realizar algún tipo de cambio trascendental, que marcase una diferencia. Sólo entonces podría plantar cara y decidirse a ir mostrando poco a poco y de manera pública su desacuerdo con ciertas normativas arcaicas.

 

Sin embargo, tocar un tema tan importante para ella no le había hecho olvidar sus primeras palabras, pues le había interesado su contenido.

 

—Entonces... ¿un logro, eh? —Mel se tomó otro sorbo de café, pensativa— La verdad es que nunca lo había visto así... permanecer, tampoco es algo que haya hecho con facilidad o regularidad, supongo.

 

Pensó en sus padres, en la librería donde había trabajado en Escocia, en su manada... quizá un par de años fuese mucho tiempo y ella había tenido una vida temprana de lo más normal que era posible pero lo cierto era que, al igual que Kutsy, no había durado demasiado en nada, más allá de lo estrictamente necesario (el colegio), que no había podido evitar (la casa de sus padres) y todo eso, podía descontarse si se tenía en cuenta sus correríos desde que fuese mordida.

 

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