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Clinica Santos Mangos (MM B: 87868)


Sagitas E. Potter Blue
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Miró todavía preocupada a Sagitas en cuanto quiso tocar nuevamente su brazo. Estuvo a punto de gritarle algo, que se detuviera, que no lo hiciera más, pues estaba segura de que solo estaba empeorando su estado. Pero su atención se volcó nuevamente al trabajo cuando Sagitas le comunicó que era la directora, mas no la dueña. Frunció el entrecejo, era extraño que saliera ella como la propietaria en sus notas, seguramente se trataba de algún error, derivado de las últimas reformas, o un simple traspapeleo.

 

-Oh, entonces ha sido un error y no hay denuncia que hacer...

 

Dijo Emily de forma amable, decidiendo no hacer ningún comentario sobre el exilio de la verdadera dueña del negocio. ¿Por qué habría sido? ¿autoimpuesto? ¿problemas legales o políticos? Por supuesto, Emily hizo un esfuerzo monumental para no preguntar nada, pues sería de muy mala educación de su parte indagar en situaciones que evidentemente eran muy personales. Iba a despedirse más apropiadamente cuando el sonido de una mano golpeando la mesa la hizo sobresaltarse.

 

Miró algo asustada a Sagitas y a la recepcionista. Por la actitud de ésta última, esperaba que se pusiera de mal humor y empezara una pelea. O que fuera corriendo detrás de la paciente que se había escapado y empezaba a garabatear algo en el aire.

 

-No se preocupe, mil disculpas por molestarla. Muchas gracias por la información y espero que se mejore pronto.

 

Ahora Emily ya sabía que si necesitaba atender una emergencia, podía pasar por aquella clínica. Salió del local y escribió unas cuantas cosas en su libreta, todavía le quedaban muchos lugares por visitar.

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  • 4 semanas más tarde...

La chiquilla de la pañueleta verde seguía buscando a alguien y chasqueé los dedos para que la recepcionista espabilara y la atendiera. Sólo faltaba que un paciente se escapara y después le pasara algo; sería un error de seguridad de la Clínica y eso era impensable.

 

-- La atiende @ , ella es su enfermera.

 

-- Pues búscala, mujer -- le dije a la recepcionista, para que no la dejara perder. -- Llama a un celador que le acompañe a su habitación, a un doctor que la examine. ¡Haz algo! Parece algo perdida. ¡Por los dioses que eres bien parada, mujer! ¡Espabila!

 

Después de increpar así a la recepcionista recordé que aún estaba allá. Pero no por mucho tiempo. Supongo que mi actitud provocativa con la chica vaga y perezosa la había asustado y había preferido irse.

 

-- ¡Vuelva cuando quiera! -- le grité, cuando ya salía. Después recordé mi brazo herido. -- ¡Ay, ay! Me voy a buscar a un matasanos. No cal que me acompañes, ya encontraré yo solita el box y al personal que me cure -- le dije a la recepcionista, que me miraba enfurruñada por mis insultos de mal gusto. Según ella, claro...

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  • 2 meses más tarde...
A pesar de ser vampira, siempre me costaban los turnos tan largos que tenía en la Clínica Santos Mangos. Me gustaba ese sitio porque podía aprender de todo, junto a los medimagos, cada tratamiento, cada enfermedad rara mágica… y por supuesto, a los pacientes, cada uno con una dolencia peculiar…


Aún así necesitaba mi propio descanso. Estaba en la cafetería de la clínica, vestida con mi pijama y con el pelo recogido en un moño, mientras le daba vueltas a un café que, previamente, me habían servido antes. Un celador vino corriendo hasta mi altura, pidiendo que, alguien atendiese a la señora Potter. Cómo no, entendí enseguida de que se trataba de mi futura suegra. Di un sorbo al mal llamado café y me bajé enseguida por uno de los ascensores.


Antes de entrar al box, según indicaciones del chico, me puse los guantes, tomé el fonendo y lo puse al cuello, mientras recogía también, un portafolios para ir rellenado…


- Qué, ¿cuesta la vejez, verdad? – pregunté con una mueca burlona a Sagitas, mientras esperaba según parecía, de mal humor, a que viniese un doctor…


- ¿Qué te ocurre? – le dije a la mujer, mientras esperaba que no me maldijera con la varita.
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  • 2 semanas más tarde...

Arqueo característico de Sagitas cuando alguien molesto le dice una impertinencia.

 

-- ¿Vejez? Muchacha, espera... Creo que tú eres mil años más vieja que yo, así que no creo que debieras hablar mucho. Ya se te notan las patas de gallo.

 

Me iba a cruzar de brazos pero recordé que uno de ellos era enorme y que no podía ni moverlo. Así que me tragué el orgullo y lo señalé con la mano buena.

 

-- Me ocurre que tengo una reacción alérgica a las ortigas. Creo que necesito alguna pócima antiurticaria. ¿Es que no hay ningún sanador a bordo de esta clínica sin que la Jefa de enfermeras tenga que venir a curarme?

 

Me estaba poniendo nerviosa. La plantilla empezaba a ser muy irreflexiva y a tomarse tiempos libres. Qué después no se quejaran cuando les redujera la nómina.

 

-- Bueno, a ver, ¿qué crees que debo ponerme? ¿Alguna pomada, pócima, mejunje...?

 

Yo sólo era la directora en funciones, pero ante la ausencia de mi hermana, era la que tenía que poner orden. A ver si esos se enteraban y me hacían caso, que me trataban como una payasa...

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Reí por lo bajo al escuchar su protesta. Negué con la cabeza y seguí esperando a que me dijera lo que diablos tenía.

 

Con el portafolios en la mano, levanté una ceja.

 

- Pues, por el momento estoy yo, ¿entendido? - le avisé, apuntándola con una pluma.

 

- Hay sanadores que se necesitan en otras plantas. Deberías de contratar más médicos, Sagitas, mientras no venga Hayame... No es cosa nuestra que, de un momento a otro, ésto esté a rebosar de pacientes que vienen a tomar la poción pimentónica (¿era? xD) para la gripe. Parece que éste año viene muy virulenta y afecta a todos por igual.

 

<< Por eso he venido yo - le dije con una sonrisa, completamente falsa.

 

Pero cómo se suponía que yo estaba ahí de profesional (por decirlo de algún modo) me dio su mano, estaba completamente hinchada. Ella decía que era una alergia a las ortigas. ¿Y cómo sabes que es debido a eso? Supongo que para ese tipo de hierbas, para que no te hagan reacción usarás guantes de piel de dragón...

 

Sabía que no era tonta, ni mucho menos pero se me hacía raro que descuidara esas cosas.

 

- Bien, anotaré en el informe que te hagan la prueba de la alergia con un análisis. Vamos a confirmarlo antes de darte nada. Te sacaré un par de muestras y las llevaré al labotario, en un par de horas sabremos lo que hace falta y le diré a un sanador, que te ponga tratamiento. Sabes de sobra, que yo no puedo hacer eso - le dije con una sonrisa.

 

<< Además de esa hinchazón, ¿algún problema más, que tengas? Lo digo, para el informe y, cuestiones médicas - le aclaré volviendo alzar una de las cejas.

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  • 3 meses más tarde...

*puffa, cuatro meses, qué vergüenza...*

 

 

 

El combate había sido duro. Yo no acostumbraba a usar la varita para defenderme de ataques adversos. ¿Cuándo había sido la última vez que me habían atacado? Mucho tiempo hacía de eso. Mucho. Hasta hoy.

 

No sé de dónde salieron, ni como me encontraron, reconocieron o simplemente, porqué decidieron atacarme. Pasó, me defendí, escapé tras herirlos y huí a un lugar seguro (es decir, que me piro vampiro...) Me aparecí delante de un negocio conocido que una vez fue mío. Ahora era de mi hermana pero hacía tiempo que se había ido del pueblo, por lo que yo lo consideraba de nuevo mío porque lo atendía. Entré despacio. Unas gotas de sangre resbalaban por mi brazo inmovilizado por alguna maldición. Me pasé la lengua por los labios y avancé, soportando el dolor entre dientes. Sabía que un simple Episkey no iba a ser suficiente.

 

Llegué a la recepción de la clínica y miré fijamente a la Recepcionista. Era nueva, a ésta no la conocía.

 

-- Dime que no está @ Rambaldi de guardia, por favor...

 

Mientras esperaba su respuesta, la sangre se amontonaba en el suelo, a mis pies, goteando de mis dedos insensibles.

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Me sentía agotada, tanto cómo si hubiese trabajado cien vidas. ¿Qué era lo que estaba pasando en la Clínica? No tenía ni idea, pero era un hervidero continuo de gente. Las enfermeras dando altas, otras, tomándose algo en la cafetería y algunas, bueno... suponía que revisando la botica del hospital, para hacer un pedido al almacén...

 

Yo me encontraba en la cafetería, tomándome un café bien cargado. Necesitaba recarga de energía. Tenía la varita colocada a modo de fijador para el pelo, que éste parecía encrespado, con tantos aromas pocioniles que notaba por mis fosas nasales parecían tener en mí efectos secundarios... Había dejado el galeón encima de la mesa que, rápidamente el camarero había recogido.

 

Tomé un sorbo, una de mis chicas acudía a mí tenía cara de preocupación...

 

- Jefa - Jackelín a pesar de llevar poco tiempo en el hospital se había hecho muy bien al funcionamiento...

 

- ¿Sí? - miré hacia a ella con una ceja levantadada. ¿Qué pasaría ahora? Necesitaba calma, tranquilidad y la cafetería era el único lugar no atestado de familiares de pacientes en dónde podía estar más o menos relajada.

 

- Su suegra, viene llena de sangre - me sorprendió, puse los ojos como platos. ¿En qué lío se habría metido? Negaba con la cabeza. Bebí el resto del café de un trago y a pesar de maldecir en todos los idiomas posibles por casi quemar la garganta, bajé en los ascensores hasta llegar a urgencias y ahí la vi. Palidecí. No por ver la sangre, eso no. Estaba más que acostumbrada sino por el simple hecho de verla débil en ese estado. Siempre la veía una mujer fuerte, poderosa, gran bruja, con la que había que tener cuidado si no querías salir un poco digamos, malherido. A pesar de que siempre teníamos bronca por un motivo o por otro, yo, la admiraba a pesar de, también no querer mi boda con Matt, la reaadmiraba, vale suena a un poco peloteo pero es así. No entendía que pudo haber pasado.

 

Ajusté el uniforme que llevaba y suspiré, me acerqué a ella...

 

- Sagitas - le hablé dulcemente- ¿qué ha sucedido? - indiqué a mis chicas que trajeran una silla de ruedas - no protestes, si no quieres desmayarte por la sangre, al menos que estés en firme, ¿entendido? - levanté un dedo y enarqué una ceja con severidad.

 

- Vamos, al box - me abrieron las puertas y ayudé a mi tía a sentarse en una camilla- eso es. No te tumbo porque te podrías marear más y sería peor -miré cómo la sangre le corría por el brazo. Éste tenía un aspecto raro - ¿una maldición, Sagitas? - pregunté directamente. Las conocía demasiado bien para saber qué estragos podían hacer en el cuerpo humano. Si así había sido, mi tía tuvo mucha suerte.

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  • 1 mes más tarde...

Entré a la clinica arrastrandome sin fuerzas, pensé que no podía mas con mi alma y mu pompis pesado y grandote. Así que abrí la puerta con dificultad, entré a la clinica y busqué ayuda, pero no había nadie en ese momento. Parecía desierta la clnica esta y yo que estaba desesperada por atención... aunque sea atención de alguien que no conozca, cualquiera...

 

--SUGUSSSSSS, estás aqui????

 

grite con mi ultimo aliento antes de caerme al suelo y obvio, poniendome comoda, que sino la espera iba a ser dolorosa, ahi quedé desmayada . es que me desmayo con tranquilidad y poniendome cómoda, que soy una lista de la vida.

 

A mi lado un cartel.

 

"Despiertame Sugus, que estoy fatal y no quiero morirme aqui, que sería muy triste y Amya te mataría"

 

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Sagitsa realmente debía de estar muy mal para no querer ni hablarme o sencillamente insultarme cómo buena suegra que era, por supuesto, fiel a su estilo. Pero me preocupaba de veras. Intenté dar unas cuántas instrucciones rápidas para, cuando viniese el sanador, tuviese la mitad del trabajo hecho. Al menos en el sentido estricto, de lo que me correspondía, siendo jefa de enfermeras. Jamás me sobrepasaría en el simple hecho de hacer funciones de sanadores, no, eso eran para otros.

 

Curando sus heridas, cómo buenamente podía, le inserté un gotero con una poción revitalizante y otra de reabastecedora de sangre. Parecía que poco a poco, el color de su cara estaba volviendo. Otra de mis "chicas" me vino a avisar en voz a grito. Alcé una ceja y le regañé.

 

- Ésto es un plañetero hospital, ¡no un circo! ¡no grites! - vale, quizá me había pasado y no debía de pagarle con la misma moneda, pero estaba de los nervios. Atusé mi atuendo de enfermera y con varios movimientos de mi varita, coloqué todo mientras revisaba con la mirada que Sagitas no se desmayase en la silla de ruedas.

 

Salí del box y reconocí a Tamarindo.

 

- ¿Pero qué c*** pasa hoy? - solté el juramento, sin poder evitarlo. Parecía que todo el mundo quería o parecía ponerse enfermo todo un mismo día.

 

- ¡Tamarindo! - llamé yo, usando su nombre completo, luego llamé a varios celadores y a varias enfemeras- venga vamos, traedme una camilla, hay que pasarla al box 2 que en el otro está Sagitas.

 

Desde luego, iban a tener que pagarme las horas extras de ese día por mucho que la tía Sagitas fue la suplente de la clínica.

 

@@Tamarindo @

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Y despues de una eternidad siestera en el suelo de la entrada, creo que noté como que algo me agarraba y me ponían en una camilla, gemí un poco, porque me habían despertado de la siestecilla tan ricamente que me estaba echando en medio de mi desmayo dramático.

 

Una pena que nadie viese esa entrada, me habrian dado un oscar por la actuación.

 

Cómo me amo.

Tama, en serio, asi estás de egocentrica desde que no hablamos?

Anda, la narradora acaba de aparecer. Si que hacía tiempo.

A ver, niña, que cobro poco para estar todo el dia narrando tus dramas,

Que yo sepa, narradora, no cobras nada

Era una forma de hablar.

Pues habla con propiedad

Contigo es imposible.

Pues anda que contigo... Dejame tener mis alucinaciones egocentricas mientras estoy dramaticamente desmayada.

Bueno, bueno, lo que tu quieras, Tama, pero un dia de estos dimito.

Y a quien vas a narrar? Si no sabes narrar para nadie mas.

Pffff... Que agotamiento mental me das...

 

Y yo seguía, en la camilla, a donde sea que me llevasen, teniendo conversaciones interesantes conmigo misma y dramoseando mucho.

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