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Elviris Pub (MM B: 103956)


Anne Gaunt M.
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Una sonrisa amplia se dibuja en mis labios al ver la pequeña victoria del castaño, había aprovechado sin duda su propia jugada y por primera vez no me molestaba en lo absoluto que otra persona me haya derrotado, aplaudo sutilmente demostrando su excelente tiro, para luego sentarme en el borde de la mesa que ocupábamos y así poder observar el esperado segundo tiro triunfante. Su respuesta a la nueva música me deja satisfecha, incluso por la forma en la que me llama, esa palabra me deja una sensación de seguridad que no experimentaba hace mucho. Pero intento disimular con una ligera sonrisa.



— Me alegra mucho que te haya gustado esta elección. Enserio.



Miro fijamente sus grisáceos ojos por largos segundos antes de dejar que vuelva a efectuar el segundo tiro, respiro profundamente y bebo lo que resta del vodka en mi vaso, disfrutando la calidez del ambiente y la buena música directa de mis recuerdos. La bola negra parece atraer a Eobard de una forma inexplicable, lo que hace que pegue un importante interés en este tiro, se prepara como de costumbre pero esta vez su tiro es violento y rápido, tanto así que el proyectil sale en cualquier dirección fuera de la mesa de billar.



Me levanto para ir en busca de esta con bastante tranquilidad pero el tiro de la varilla de madera contra la mesa me detiene en seco, comienzo a observar la reacción nueva del castaña haciendo que mi mirada se entrecierre pensativa, observa fijamente la mano culpable, como si buscara alguna justificación que el mismo desconocía. Pude notar como sus dedos temblaban sutilmente, y no era algo que supiera identificar, quizá sufría de alguna enfermedad nerviosa pero de ser ese el motivo, no se miraría de esa forma. Desesperado.



— Eobard…



Interrumpí.



— ¿Estás bien? No te preocupes por la bola, ven.



Me acerqué lentamente a el estirando una de mis manos hasta llegar a la suya y agarrarla con bastante delicadeza, jalándolo un poco mientras mis orbes se conectaban con los suyos a propósito, intentando de esa forma averiguar que era lo que aquejaba su mente. Pero parecía estar en otra dimensión, comencé a observar a mi alrededor disimuladamente por si algo había echo esto, pero nada. Sin embargo mis sentidos me estaban alertando, logrando que de manera inconsciente mis ojos se tornaran segundo a segundo de un color lo suficientemente oscuro como para confundirlo con el negro.



Corrí la mirada para ocultarla del castaño y con suavidad saqué la varita pronunciando el hechizo que quería — Accio bola de billar negra. — rápidamente esta pareció luchar un poco hasta que logre agarrarla con mi mano izquierda, depositándola nuevamente sobre la mesa. Sentí la presión de una mirada sobre nosotros, era inevitable no darme cuenta de eso y aunque sabía estaba segura en el mundo mágico no podía evitar en pensar en esos malditos cazadores del norte. Sin dudarlo agarré a Eobard de su muñeca, dispuesta a salir del pub, quizá nuestros movimientos habían alertado a algún espía o quizá era sólo impresión mía, esperaba que fuera la segunda pero aún así preferí tomar precaución.



— mier**…



Me detuve en seco cuando tres hombres fornidos interrumpieron el paso, no los conocía en lo absoluto pero ellos al castaño si, pues sus sonrisas burlonas e intercambio de miradas con Eobard eran indudables. Lentamente bajé mi mano hasta llegar a mi muslo derecho y rozar con cuidado la empuñadura de la daga que siempre traía conmigo, si lo atacaban yo también lo haría, ni siquiera sabía por que estaba poniéndome en peligro por él, pero algo en mi interior me lo pedía a gritos.



— ¿Y ustedes qué? Vamos chicos, estamos cansados…y la mesa de billar será suya.



Me jacté con una voz melodiosa, arrastrando las palabras cual serpiente venenosa. Una sonrisa de sarcasmo apareció en mi rostro al tiempo que iba alzando mi mentón de manera vanidosa. Lista para atacar.




@@Eobard Thawne


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La situación se me había ido de las manos como aquel objeto esférico que salió disparado en la dirección contraria. -Mientras más rápido nos larguemos de aquí, mejor... -me había cerrado a mis cavilaciones, por lo que acontecía me resultaba como un lejano eco. Juliette me había sujetado, esperando sacarme del shock, pero su intento había resultado un tanto infructuoso. Algo que pudo acercarme a reaccionar fue el hecho de que el tono de sus ojos pasaba por una ligera modificación, exhibiendo ahora un tono azabache.

Aunque la bola de billar regresó a la mesa sin más revuelo, sabía que no nos dejarían ir tan fácil de aquel lugar. No por el desastre ya armado, porque había observado a Zeta gesticular que nos diéramos prisa en salir, sino por el hecho de que nos estaban esperando.

Debí haberlo previsto desde que entramos al pub, puesto que era muy conveniente que tres de los ebrios de la barra estuvieran con la cabeza sobre la superficie de madera, más aún, juntos. Podrían haber pasado como buenos amigos que celebraron hasta perder el conocimiento, pero no, uno de ellos destacaba sin intentarlo siquiera.

-Ellos no buscan la mesa de billar, querida. -río con ironía, mirando fijamente al individuo del centro. -Malcolm...cuánto tiempo. Veo que tus números han decaído bastante. -le dedico una leve inclinación de cabeza al hombre rubio de cabello largo y lacio, que hasta el momento parecía inexpresivo. Su piel, originalmente nívea, parecía más bien amarillenta con aquel tono en su cabellera. Los otros dos, humanos, continuaban con las mofas.

Uno de los aquelarres de Nueva Orleans. Aunque se trataba más bien de una alianza entre vampiros y humanos para usar sujetos de prueba desprevenidos en sus rituales de inmortalidad. El festejo de Mardi Gras resultaba un banquete para ellos, y fue ahí donde nuestros caminos se cruzaron. Malcolm cometió la tontería de intentar raptarme, y al negarme a ello, se desató una masacre sin control, con víctimas tanto mágicas como no humanas. Ante tal violación del Estatuto Internacional del Secreto, el MACUSA no tuvo más opción que girar una orden de aprehensión en mi contra.

-Espero me perdones por ponerte en esta situación. Intentaré compensarlo de la mejor manera posible. -miro a la señorita, quién parece lista para atestar el primer golpe, lo cual me resulta de los más extraño. El breve momento de esparcimiento que habíamos compartido no justificaba que la joven pusiera mi vida sobre la suya.

Deslizo el mango de la varita sobre mi antebrazo hasta por fin sostenerlo con los dedos. Aunque la magia es la herramienta más útil de los magos, el depender siempre de la varita es una debilidad. Pensando en mi conocimiento de las Artes Oscuras, planteo una forma eficiente de atacar. Como todo buen cazador, el combate cuerpo a cuerpo era uno de mis predilectos.

-Bueno, caballeros, ¿Vamos a mirarnos todo el día...o vamos a pelear?

Sentencio con tono burlón, mirando a nuestros contrincantes. Dedico una mirada de pésame a Zeta, por los posibles destrozos que hagamos. Susurro una invocación sencilla, por lo que una especie de humo negro emana de la varita, hasta adoptar la forma de lo que parece un bat de béisbol muggle. Usar un objeto filoso le quitaría la diversión.

Rápidamente, tomo la formación gaseosa, que sólo es una apariencia, pues se siente como un objeto sólido, siendo una emulación del artefacto real. Mirando al vampiro rubio a los ojos, de un tono miel, le atesto el primer gancho bajo el mentón, lanzándolo hacia las dianas de tiro. Los músicos, sin tener la certeza de cómo reaccionar, deciden tocar una canción más.

 

@@Juliette Macnair

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Mi mirada se mantenía fija en el más mínimo movimiento de los dos hombres cuidando del rubio robusto, mis suposiciones no habían sido para nada erróneas pues Eobard rápidamente lo llama por su nombre sin titubear ¿era parte de sus secretos acallados por su oscura alma o era la coincidencia de un pasado? Cualquiera de las dos alternativas no me tranquilizaba en lo más mínimo. Mi mano, tensa por querer sacar la daga y mis piernas preparadas en una posición sutil pero bien certera.



— Sólo calla, es hora de salir.



Digo con una leve ironía oculta por la sonrisa que lentamente se dibuja en mis labios, suavemente deslizo mis manos por los lados de mi cuerpo para ir controlando cualquier impulso que pudiera ponerme en peligro, a pesar de la debilidad habitando mi cuerpo, siempre estaba preparada para luchar cuerpo a cuerpo, tal como me habían enseñado. Me hice a un lado sólo para dejar que el castaño hiciera su primer movimiento ¿Esto se estaba convirtiendo como un juego de mesa? No importaba demasiado la verdad, pero a ambos nos apetecía deshacernos de nuestros nuevos compañeros.



Al observar como manejaba tan bien cierta parte de sus conocimientos esperé cual felina al acecho y me vi realmente sorprendida cuando vi al rubio caer de bruces contra las dianas luego de haber sido violentamente golpeado por esa figura imaginaria que previamente había invocado mi querido compañero de juegos. Al notar como se levanta sin rasguño alguno, logro divisar en la tonalidad de sus ojos ese cambio que tanto odiaba, tratándose nada más y nada menos que de un vampiro.



Enseguida me incorporé para ver como los otros dos iban dispuestos a acabar con el castaño, y cual sombra sigilosa me detuve en seco frente a uno de ellos, le saludé con un ligero movimiento de mis dedos y luego de sonreír con una burla sin igual, agarré su camisa para empujarlo con una fuerza sobrehumana contra la mesa de billar, pero confiarme en su débil humanidad no me había salido muy bien, pues en el más mínimo descuido de mi parte, vuelve a tomar el control agarrándome con fuerza de mi brazo izquierdo para darme vuelta y ahora él apuntarme con su varita directo en mi cuello.



— Vamos ¿Acaso no aceptas perder contra una señorita?



Alcé ligeramente el mentón ante la presión que ejercía la punta de su varita en mi garganta, y cerrando los ojos rogando por que mis habilidades no fallaran, le di con fuerza con el codo de mi brazo libre, justo en su mentón logrando que aflojara su agarre y pudiera zafarme con bastante facilidad, agarré rápidamente la botella de vodka y sin pensarlo dos veces la quebré al golpearla contra su cabeza, inmediatamente el pelirrojo cayó inconsciente a un lado de la mesa de billar.



Sentí como mi respiración comenzaba a agitarse ante esa pequeña acción, sin duda aún no lograba recuperarme por completo, pero eso no me importó en lo absoluto, sólo intenté tomar una gran bocanada de aire al tiempo que deslizaba las yemas de mis dedos por la piel alrededor de mis ojos, podía sentir las venas marcadas, provocándome un calor insoportable. Eobard no podía darse cuenta de aquello, era mi mayor secreto. Ante la sensación de haber recuperado mi forma natural, volví a darme vuelta agarrándole la varita al pelirrojo inconsciente en el suelo, conociendo a estos grupos no era bueno confiarse de nada.



— ¿Dónde quedó el otro?



Dije confusa, la música no ayudaba en lo absoluto a concentrarme en sus movimientos y mucho menos en el aura que rodeaba al mortal. Por lo que pisé con cuidado vigilando que el otro no despertara, aunque a juzgar por el calibre de la botella de vodka, dudaba mucho que lo hiciera tan deprisa. Busqué al castaño con la mirada, como si de aquella forma ambos pudiéramos avisarnos de nuestro bienestar.




@@Eobard Thawne


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Me había encontrado de frente con la última persona que me hubiese gustado ver en el país. Y ambos íbamos acompañados, aún peor. Tras el último encuentro, en el que el vampiro juró venganza, siendo arrastrado por aurores norteamericanos, y en el que yo le invité abiertamente a seguirme hasta el fin del mundo, sabía que había pasado de ser una simple presa suya al objetivo prioritario de su lista. En sus ojos, de un tono escarlata, como el fuego, podía notar un profundo odio. El mismo tono que se apreciaba en sus orbes en el preciso instante en el que se levantó, recuperado, de mi primer movimiento de defensa.

 

-Cierto, había olvidado que eres un hueso duro de roer. -suspiro, aún consciente del peligro que la joven y yo corremos. El bate de béisbol formado por magia oscura se desvanece cual humo entre mis manos. Sus dos lacayos, aliviados por la resistencia de su maestro, deciden atacarme.

 

Para la gran suerte de ambos, Juliette se desliza sin emitir ruido alguno hasta quedar a la par, encarando al pelirrojo, de complexión robusta y, a juzgar por el olor que despide, emparentado con un troll. Se trata de un adversario formidable, incluso para mí, pero al no dudar de las habilidades de mi acompañante, decido cederle el honor.

 

-¿Bailamos? -me mofo del compañero del troglodita, quién parece un poco viejo para seguir en malos pasos. Con un par de mechones platinados en la nuca, el monóculo en el ojo izquierdo, la sombrilla bajo el brazo, y el frac que viste, parece un poco fuera de lugar en aquella situación. Con un rápido movimiento de varita, y un susurro casi infructuoso, le echo encima la maldición de los pies danzantes, ocasionando que pierda control de su trayectoria, lo que me da tiempo suficiente para brincar por encima de la barra, bajo la cual Zeta se esconde para evitar ser un blanco de algún embrujo perdido.

 

Malcolm parece aún más aterrador molesto, pues al ver fracasar a sus emisarios suelta un grito de rabia, que llama la atención del resto de los comensales. Sin importar los efectos del alcohol bajo los que se encuentran, las personas no implicadas deciden abandonar el lugar antes de convertirse en carne de cañón. Sin tenerlo contemplado, el vampiro es arrastrado por la marabunta hacia la entrada del pub, ganando escasos segundos para pensar en cómo contraatacar.

 

Giro mi mirada, buscando a la Macnair, quién se había perdido de mi rango de visión tras enfrascarse en una lucha contra el sirviente de mi rival. Escucho a Zeta balbucear algo relacionado con el valor en galeones de la botella de vodka y el tiempo que tomaba producir dicha bebida en el momento justo en el que Juliette quiebra la botella contra la cabeza del pelirrojo, que cae segundos después. -¡Diablos! Eso sí que es usar la cabeza. -pienso, mirando el bulto que forma el cuerpo del caído.

 

Por unos breves instantes, la chica parece sufrir una especie de migraña, pues se cubre el rostro con gran rapidez, como queriendo ocultar algo. Aquella reacción me resulta de lo más extraño y, aunque la situación actual demandaba mi concentración en otros asuntos, alimenta mi intriga. ¿Será ese el secreto que me oculta tan cautivadora muchacha? De ser así, debe tener una noble razón. Ya hablaríamos de ello cuando saliéramos del lío en el que la había metido. Si es que lo lográbamos, claro.

 

-El otro está... ¡Un momento! -no termino de responder a la pregunta de la joven, pues uno de los dardos me obliga a bajar la cabeza rápidamente. El impacto en la vitrina superior me da tiempo para examinarlo. La punta es aún más afilada, posiblemente gracias a algún hechizo agrandador. El sujeto del monóculo ha recuperado control sobre sus pies, por lo que, utilizando su varita, dispara aquellos proyectiles, antes inofensivos, hacia nosotros.

 

Como si eso no fuera suficiente, el vampiro regresa por fin al local, dispuesto a acabar con el asunto a como diera lugar. Ante la baja posibilidad de que la chica y yo podamos lidiar con ambos personajes solos, surge en mi mente la iniciativa de postergar nuestra caída, si es que llegara a suscitarse.

 

-¡Impedimenta! -tomando una riesgosa decisión de demorar a uno de los atacantes, apunto al calvo con mi varita, disparando el maleficio obstaculizador, por lo que, aunque continua moviéndose, lo hace de una forma más lenta de lo habitual, como si fuera una película sujeta al análisis de cada movimiento del personaje. Los dardos, no obstante, al no sufrir el efecto del hechizo, continúan siendo disparados a gran velocidad.

 

Habiendo gastado mi oportunidad para paralizar a Malcolm, atisbo el momento justo en el que la criatura se cierne sobre Juliette, dando un gran salto para acortar la distancia. Estaba cometiendo una estupidez al no cubrir su cuerpo durante su desplazamiento, por lo que la joven tendría un solo intento para poder quitarse de encima al vampiro.

 

@@Juliette Macnair

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Rápidamente mi cabeza se gira en dirección a la voz del castaño, abriendo los ojos en el preciso momento en que los dardos van con ferocidad hacia él, no alcanzo a protegerlo pero me hace dar cuenta los buenos reflejos que tiene, eran más que habilidades de juegos de "mesa", era algo mucho más grande de lo que yo misma podía imaginar. ¡Y obviamente lo era! Si se conocía con vampiros, no era una persona de vida ordinaria.



Comienzo a caminar en dirección fija, dispuesta a detener al platinado en ese pequeño lapso de ventaja que Eobard da al lanzar el maleficio, pero enseguida siento la presencia dura del vampiro tras de mi, incluso la furia emanando de él se podía escuchar en su agitado respirar. Deslicé una mano delicadamente en dirección a mi bota para agarrar disimuladamente el mango de mi varita, estaba consciente que por primera vez no seguiría los consejos de Julián. Eso de tener que fingir inocencia y temor frente a la criatura para distraerlo y darme un cierto grado de ventaja, ya no era lo mío, no en estos momentos.



Rápidamente me doy vuelta encontrándome cara a cara con el rostro del rubio, fijando mis verdosos ojos en los suyos, con delicadeza bajo el mentón mostrando la sonrisa burlona al ver sus manos vacías y sin pensarlo dos veces, enarbolo mi varita apuntando directo a su abdomen, deslizo la punta de mi lengua por la carne de mis rosados labios y destilo todo mi veneno sin atrasarlo más.



— ¡Sectusempra!



Inmediatamente un haz de luz verdoso sale disparado de esta, con tal fuerza que al llegar a mi oponente este cae de golpe al suelo con heridas sangrantes cubriendo la mayor parte de su tórax, aprovecho ese breve momento para acercarme a él, me coloco de cuclillas y suavemente deslizo las puntas de mis dedos por su pecho llegando directo a sus labios donde con una sonrisa hago que los abra para que pruebe de su propia asquerosa sangre. Pronuncio unas palabras en pequeños susurros, en un idioma extraño haciendo que las heridas tarden en sanar, sólo para ganar tiempo. Sólo para torturarlo.



Mis ojos nuevamente comienzan a oscurecerse, haciendo del verde uno tan sombrío que fácilmente podría confundirse con el negro, los poso directamente en el los orbes del vampiro notando la furia contra mi, contra la situación y sobre todo ese pequeño temor de no saber con quien estaba tratando. Poso con delicadeza mi mano en el lado izquierdo de su pecho, sintiendo los latidos de su corazón, ejerzo presión sobre este haciendo que el rubio presienta mi siguiente movimiento.



— ¿Sabes cual es el principal error de un vampiro? Creerse tan invencible y olvidarse de que posee el don de la magia…la fuerza, no lo es todo Malcolm.



Digo con suavidad, arrastrando mis palabras cual serpiente envolviendo a su presa. Por un momento me olvido de que Eobard se encuentra conmigo, y ante la debilidad de la mente del vampiro me aprovecho de esa oportunidad sólo para saber quien es y de donde viene. Imágenes fugaces aparecen en mi mente, mostrándome Nueva Orleans y sus calles más lúgubres y peligrosas, cuando veo a Julián…lo veo charlando en el mismo bar peculiar de la esquina donde tocaban Blues, sólo que más elegante y ambientado a la época. Enseguida me levanto deteniendo esa visión, alejándome varios metros con las manos levemente ensangrentadas.



— No…no puede ser, no…



Me digo a mi misma, temblando desde lo más profundo ante ese recuerdo, se que Malcolm no me conocía y yo tampoco a él, pero el simple hecho de que el hubiese compartido un pequeño lazo de amistad con Julián, por más fugaz que sea me aterraba. El rubio vuelve a incorporarse, lentamente y sin inmutarse que lo que vi en su mente me afectaba, las heridas habían desaparecido y la única huella que quedaba eran las destruidas telas de su camisa. Vuelvo a agarrar firme mi varita, helada por su presencia, con la mente bloqueada de manera inconsciente.



La culpa me carcomía.






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Juliette ha maravillado con sus notables dotes una vez más. Normalmente uno no sobreviviría al ataque de un vampiro, no de uno como Malcolm, quién ha pasado los últimos siglos envuelto en rabia por una razón que aún desconozco. La esbelta joven se anticipó al ataque mejor de lo que yo habría predicho.

--- Sí, definitivamente la chica tiene potencial. Una interesante dupla, de terminar en el mismo bando.

Mis pensamientos se dirigen hacia la posibilidad de encontrarme haciendo equipo con ella en algún futuro. Aún inconsciente de su predilección por alguna de las facciones, así como la Macnair de la mía, no podía arriesgarme a revelar mis intenciones de unirme a los mortífagos. Y, para efectos de la situación, parecería un tanto irrelevante.

--- Asegúrate de que no le quede cicatriz. -comento, escuchando el extraño idioma que la joven pronuncia mientras se concentra en las heridas infligidas al vampiro.

Viendo el evidente control que tenemos sobre la situación, decido neutralizar la amenaza secundaria inmediata, pues el hombre del monóculo comienza a recuperar la rapidez de sus movimientos, forzándome a deshacerme de sus proyectiles con ráfagas de Reducto. Tras saltar la barra, me planto frente a él.

- Bien, en San Mungo dirán que necesita descansar, se habrá golpeado con una tabla al salir, ¿qué más da? -sugiero, mirando al anciano a los ojos, y sosteniendo mi varita en alto, que apunta a su pecho. - ¡Obliviate!

El susurro es casi inteligible, pues en los orbes lila del hombre primero se aprecia miedo, como si pensara que su cuerpo pasaría a ser un cadáver. Después, el desconcierto, a causa del embrujo desmemorizador, y la clásica pregunta sobre el lugar en el que se encuentra. Sin necesidad de propasarme con el pobre sujeto, un hechizo aturdidor lo hace caer de bruces sobre el suelo, inconsciente.

Aquí es donde habría pensando que saldríamos ilesos de esta situación, pues minutos atrás Juliette tenía sometido a mi rival. El pesar en sus palabras más recientes me fuerza a girar la mirada hacia dónde se encontraba. El giro que suponía lo que estaba observando me hizo sentirme un tanto aterrado, porque era bien sabido que, en sus momentos de agonía, los vampiros eran aún más sanguinarios.

<< Reconozco la derrota, Thawne. Les concedo esta ocasión, por los viejos tiempos. >> Escucho al vampiro, sin creer lo que mis oídos reciben. Conociéndolo, puede tratarse de una trampa. Pero, al percibir el suelo crujir bajo sus pies al dirigirse hacia la salida, sé que dice la verdad. Y también que nos veremos muy pronto. << Interesantes compañías las que te has buscado. No dudo mucho que tu amiguita sea algo más que una simple mortal. >>, sentencia, antes de retirarse.

- Creo que está de más sugerir que nos vayamos de aquí, Juliette.

Sentencio, mirando a la joven, que sigue en estado de shock. Le echo un vistazo a nuestro alrededor. Aunque montamos una buena trifulca dentro del local, Zeta se encuentra ya reparando aquello que aún tiene salvación. Era vital, pues sin duda la gente vendría más tarde, a divertirse o por algún rumor, pero el flujo de clientes seguirá siendo el mismo. En eso, escuchó un ya conocido crack. Aquel que hace un elfo doméstico al aparecerse.

<< ¡M-Mi señor! >> Horace parece un tanto exaltado, lo suficiente como para haberse presentado en el lugar, que aún parecía zona de guerra. << Le traigo un mensaje, es de... >>

- ¡Calla! -indico al elfo con un rápido ademán, llevándome dos dedos hacia los labios para solicitar su discreción. Probablemente se trate de algún mensaje de la Marca, pero no podía arriesgarme a recibirlo en aquel lugar. Ni siquiera en presencia de la joven. Aunque, a efectos prácticos, eso ya no importa mucho, pues al regresar mi atención hacia Juliette, descubro que se ha marchado sin emitir ruido alguno.

Sin ninguna razón aparente para continuar allí, lanzo una pequeña bolsa con galeones hacia los músicos, los únicos testigos sobrios además de Zeta, antes de disponerme a salir. Mascullo una lamentación al ver que mi abrigo quedó hecho trizas tras el incidente, y finalmente abandono el local, con el elfo doméstico pisándome los talones.

 

@@Juliette Macnair

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  • 3 meses más tarde...

Kritzai tardo un momento en reconocer la entrada del lugar, tiempo atrás había escuchado de él y no había tenido la fortuna de conocerlo, no que él recordara. La entrada se le mostró cuando en un lado del banco mágico gringotts había una puerta larga similar a una cochera muggle. El castaño no dudo más cuando de esa puerta salió un par de duendes muy enfadados y detrás de ellos una bruja con rostro severo.

 

Se acercó a ella con tranquilidad mientras la bruja cruzaba de brazos sin apartar la mirada de aquellos duendes. -- Disculpa ¿este es el Elviris Pub?-- preguntó con un poco de incredulidad en su voz, ella le miró molesta.

 

--Claro que lo es, solo que nos falta un mejor anuncio, pero eso es cosa de los dueños.-- Ella sin más entró de nuevo en el lugar, Kritzai le siguió.

 

La entrada lucia muy extraña pero madculina, ya que en un lado había una Harley Davidson postrada en un lado. El Gaunt le miró perfectamente por todo lados con cierta curiosidad y a la vez deseo de usarla. Camino por un pasillo con la música de fondo sonando cada vez más fuerte. Había poca clientela en esos momentos pero eso nos desánimo al mago.

 

Se acercó a la barra y pidió una cerveza mientras se sentaba en uno de los bancos. Le atendió un elfo doméstico y la bruja que se encontraba cerca de la barra limpiaba algunos casos de cristal.

 

--¿Se puede saber que te dijieron o hi ieron aquellos duendes?-- Su cerveza llegó hasta sus manos de la cual el castaño bebió.

 

--No creo que sea nada de incumbencia o si-- Decia ella molesta y con tono sarcástico.

 

-- En realidad hago tiempo asi que no, no me incumbe, solo quería animar más este lugar--

 

 

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“Ve al Elviris Pub” decían. Y pues Rachel echó a andar por el Callejón Diagon siguiendo las coordenadas que se le habían dado. Usualmente, estaría tranquila tomando el té de las cinco en compañía de sus nuevos amigos o de alguno de sus sobrinos, pero le habían recomendado un sitio y había decidido ir. Esperaba que no se topara con un vampiro desquiciado, como en la botica, o con un enfrentamiento familiar, como en el Sweet Mouth. También debía una visita a la galería de arte… Iba a tener que gestionar mejor sus tiempos.

 

En esa ocasión no llevaba su sombrero de cono negro con punta espiral, ya que acostumbraba usarlo en situaciones más formales. Pero si llevaba su habitual vestido negro con corte abierto en la espalda y los tacones. No había elegido llevar el chal porque por una vez desde que había salido, parecía que había un tiempo decente. Esperaba que no viniera una nube cojonera que la sorprendiera a la salida. Como aún no tenía licencia de aparición allí, lo tenía difícil.

 

Su dirección la lleva a un portón de madera que casi confunde con una cochera muggle, mas ya había sido advertido previamente de que la entrada un tanto peculiar. Por lo que se acerca con cuidado y posa sus manos en las iniciales de los nombres del sitio para invocar la entrada. De todas formas, al entrar, su rostro no refleja una especial expresión de sorpresa… “¡Te gustará decían!”. ¿En que estaban pensando sus sobrinos? Igual sigue adentrándose porque a lo mejor escondían los mejores tragos del Callejón Diagon.

 

Se sienta en la barra tras examinar el lugar mientras intentaba identificar la música que estaba sonando en ese momento. Le gustaba muchísimo la música. A pesar de esta, el local parecía silencioso. Se le acerca una mujer que terminaba de hablar con un mago que tenía cerca y Rachel le pide un Cosmopolitan.

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  • 2 semanas más tarde...

Entró con aire de superioridad, posando las manos en las iniciales de la cochera del local y consiguiendo que así se abriera. Su capa se ondeaba con el aire y su velocidad, al igual que su melena suelta. Hacía demasiado tiempo que no iba al Elviris a tomar una copa, aunque siempre solía llevar compañía.

 

Pero, ¿quién dijo que no iba a tener a nadie allí con ella?

 

- ¡Zeta! -saludó con una sonrisa mientras se apoyaba en la barra con ambos brazos-. Que bien te veo, guapetón -le guiñó el ojo y miró unas mesas vacía a lo lejos, detrás de una columna y cerca de una mesa de billar-. Un vodka doble -sonrió y se marchó a la mesa que ya había echado el ojo.

 

Se dejo caer con desgana, cruzó las piernas, sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió. El humo comenzó a salir y flotar sobre la Gaunt, la cual comenzó a juguetear con el que anteriormente había absorbido. Unos aros, una cascada... El tiempo libre había conseguido que la pelirrosa aprendiera a hacer una selección de cosas con el humo muy entretenidas de ver.

 

Con un ataque de tos fue como recibió su vodka.

 

- Gracias Zeta, si necesito algo te llamo -lo despidió con la cabeza y cogió una servilleta del servilletero de la mesa, su varita y comenzó a escribir.

 

Querida Junny:

 

Se que te podrá sorprender esta nota, y más siendo tan cutre pero, creo que para tener una relación cordial en clases de Introducción deberíamos de conocernos algo más.

 

Te espero en el Elviris Pub.

 

Un saludo.

Atte. Mery Gaunt

 

 

Y una vez terminó, la hizo desaparecer. Y esperó pacientemente la aparición de la bruja mientras bebía tranquilamente su alcohol.

 

@@Junnyco Wright

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Jeremy caminaba por el Callejón Diagon, aprovechando de su tiempo libre antes de los TIMOS. Estaba decidido a distenderse y divertirse un poco después de tanto estrés acumulado en las clases de Hogwarts. Las cosas no habían marchado como le hubiera gustado en ellas. “Malditos duendecillos” pensó negando con la cabeza.

 

Se detuvo antes de llegar al banco de gringott al notar la extraña entrada a un lugar llamado “Elviris Pub”. Sin pensarlo dos veces traspasó la puerta y sonrió al ver la moto Harley Davidson en la decoración. Ya se había evaporado su mal humor. El pub perfectamente decorado, era todo lo que necesitaba para distenderse.

 

-¡Rambaldo! -grito sin dudarlo.

 

El elfo doméstico apareció a su lado con un sonoro “plaff” llevaba la vestimenta que prefería vestir para la época del año donde se acercaban las fiestas navideñas. Lanzo un alto chillido de alegría aplaudiendo con las manos de la emoción al ver el hermoso lugar.

 

-¡Jemy! ¿Vamos a vivir acá? -preguntó a los gritos con su habitual voz aflautada y chillona.

 

-No, por supuesto que no- contestó el mago frunciendo la ceja.

 

El elfo lo exasperaba en todos los sentidos inimaginables. Sin dejarse entretener saco un papel en blanco del bolsillo de su jeans y sin perder tiempo, anotó la dirección del lugar.

 

-Llévale esto a mi hermana Cyrsse. - le dijo al elfo, poniendo el papel doblado en su manita pequeña - No lo pierdas. Solo le das el papel y te vas ¿Me escuchaste?

 

-¿Acá venden tartitas? -preguntó a su vez Rambaldo con sus grandes ojos color violeta, muy abiertos por la impresión.

 

No! ¡Demonios! ¿Escuchaste lo que te dije? -Le pregunto Jeremy sin dejarse desviar del tema.

 

-Si no hay tartitas ¿para que vinimos acá? -pregunto molesto el elfo, guardándose el papel en el bolsillito de su saco.

 

-¡Rambaldo! Llévale eso a Cyrsse y luego tenes permiso para comer lo que quieras en el Castillo Myrddin -Negocio el vampiro harto de su sirviente.

 

-¡Gracias Jemy! -Chilló el elfo saltando feliz, antes de desaparecer con un plaff

 

Jeremy suspiro. Esperaba que el elfo hiciera las cosas bien y que su hermana apareciera en cuanto antes. Camino a la barra y se sentó a esperar. "Las cosas no pueden salir mal esta noche" pensó observando a su alrededor. Sus ojos azules se posaron en la persona que menos esperaba encontrarse.

 

-¿Que demonios haces acá? -le pregunto a modo de saludo a la castaña, sentándose a su lado.

 

@@Cyrsse Zaphyr @@Rachel Ravenclaw

Editado por Jeremy Barton

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