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Castillo de la familia Haughton (MM B: 84511)


Anne Gaunt M.
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Aquel estaba siendo un día bastante aburrido. Por la mañana, Valentina había estado preparando algunas asignaturas para no hacer mucho el ridículo delante de sus profesores. Cansada de estudiar en la biblioteca del castillo, fue hacia los jardines a tomar un poco el fresco.


La entrada principal estaba completamente nevada. Tal vez hubiera sido preferible para la chica haber cogido un abrigo más grueso, puesto que el frío calaba en los huesos de cualquiera que se encontrara en el exterior. Todo estaba vacío. Tan solo pudo encontrar la compañía de un pajarito que se encontraba revoloteando sobre la verja.


Después de su dosis de frescor, la muchacha se adentró para recuperar su temperatura corporal habitual. Necesitaba cambiarse de zapatos, así que se dirigió hacia su cuarto.


Iba por el segundo piso cuando escuchó un ajetreo proveniente de alguna de las habitaciones. Una de las puertas de aquel pasillo se encontraba semientornada, así que empujó un poco para abrirla. Montones de botellas de diferentes licores se encontraban en el centro del suelo de aquella habitación. ¿Quién pretendía darse semejante festín?


Cerca de allí escuchó cómo dos chicas hablaban entre ellas. Tal vez ellas sabrían algo de las misteriosas botellas de alcohol abandonadas. Llamó a la puerta y entró preguntando:


¿Son vuestras las botellas de la habitación del fondo? — quizás ellas le ofrecerían un plan más apetecible que continuar estudiando en la biblioteca.



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Se acomodo la capa negra, el clima era invernal, por lo que el paisaje lucía blanco debido a la nieve. Él había soportado por muchos años el estar en la intemperie, no era desconocido para el la crudeza de las estaciones. Pero ahora estaba bastante bien, comenzaban a parecer le distantes esos días y esos recuerdos.

 

Sus botas negras de piel de dragón, resguardaban muy bien sus pies, igual que antes, se encontraba descansando sobre la rama de un árbol, pero ahora no estaba al pendiente de gente que le buscaba, Estaba ahí sin más cosa por hacer que observar el paisaje. Casi igual que antes...pero su atuendo era más abrigador y tenía a su lado el cachorro de tigre, la tibieza de su cuerpo era muy reconfortante.

 

Muchas veces se vio en la necesidad de cruzar bosques, de refugiarse y hasta sustentarse solo con lo que podía en ellos encontrar. La libertad era algo que apreciaba mucho. No le era desconocido algunas duras situaciones que sufrían la mayoría de huérfanos, pero lo había tenido que pasar. Las pesadillas estaban desapareciendo, ya no era del todo aquel niño con deseos de desaparecer, fundirse en la nieve, dormir por siempre.

 

El viento despeinaba su cabello y solo podía divisar el horizonte tratando de pensar en que, ¿que era lo que esperaba?¿que era la vida? Su pensamiento parecía volar...sabía estar solo, como la mayoría del tiempo vivido, no le asustaba, pero le hacía entrar en reflexiones serias.

 

Y ahora se puso a buscar respuestas sobre que era el tiempo, como podía usarlo y lo que implicaba estar consciente de su transcurso, el tiempo es oro...escucho decirlo a la profesora Malfoy, y se puso a pensar la razón de aquella afirmación.

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Como siempre, las conversaciones con aquel mago era demasiado confusas como para dar nada por hecho. Lo había dicho él y era cierto: para Mónica era impredecible todo lo que tenía que ver con la persona que tenía en frente, si es que en aquel momento se le podía llamar persona. Estaba raro, más de lo normal si cabía, y la mirada perspicaz de ella no tardó en notarlo cuando siguió el movimiento a través de las paredes de la habitación ¿Dónde quería llegar a parar?

 

“Si prestas atención...” ¿A qué tenía que prestarle atención? “Lo que me sucedió en realidad...” ¿De qué hablaba? Los ojos de Mónica se entrecerraron y se fijaron en los de él, aunque por culpa de la penumbra tuvo que volver a acercarse para poder notar que aunque oscuros como la noche, el brillo no era el mismo. Y entonces notó los engranajes de la puerta cerrarse mágicamente, sin que nadie se hubiera detenido a hacerlo.

 

Miró a la puerta y luego volvió a él.

 

- Si no fueras bienvenido te aseguro que no estarías aquí ahora mismo – su mirada altiva se clavó en la de Glenin Black como si esperara algún tipo de explicación. Se humedeció los labios como gesto de nerviosismo y separó los labios-. Aún así, dejarme encerrada en mi propia habitación no es algo que me deje muy tranquila, como ya comprenderás – le dijo.

 

Pasó junto a él y avanzó hacia la puerta para tomar el picaporte, pero al girarlo, la madera no cedió ni un milímetro. Lo intentó dos veces más, pero nada. Se quedó un instante con los dedos enroscados en el picaporte, en silencio y con los ojos abiertos y detenidos sobre el cierre. Cuando se volvió hacia él lo hizo con la cabeza abombada, como si lo que estaba pasando la hubiera dejado completamente desarmada. Bueno, en realidad era exactamente eso lo que había ocurrido.

 

- ¿Qué está pasando? - no quería hacerle frente a la imagen cadavérica del hombre ¿Había renacido de entre los muertos? Negó con la cabeza alejando aquella idea-. ¿Por qué nos has encerrado?

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Se recargo hacia atrás, su espalda sobre la rigidez del tronco, una pierna flexionada sobre la rama, la otra pierna colgando, podría columpiar la adelante y atrás...pero la dejo quieta. El cachorro de tigre sobre él, le soportaba bastante bien y siguió pensando, ahora era sobre el tiempo.

 

Tiempo...una palabra que englobaba tantas cosas...tiempo...el transcurso de este, todo lo que iba aconteciendo, lo que hubo hecho, lo vivido, lo visto, lo escuchado, lo sufrido, lo percibido, lo sentido, lo pensado...mucho podia recordar de cada una de esas cosas. El tiempo pasado...arraigado a él aunque detestado, seguía siendo algo que no podía negar, el tiempo pasado que era una sombra, un dolor constante...pero estaba aprendiendo a tolerarlo.

 

El tiempo presente...debía ir hacia adelante, lo decían, lo exigían!...una lucha más...luchar con el peso del tiempo pasado, luchar por avanzar a pesar de que el tiempo pasado era un desagradable lastre, sacar fuerza de la nada y dar con fiereza pasos lejos de todo ese tiempo pasado...de la inseguridad, de la tristeza, de la decepción, de la frustración, del miedo, del rechazo, de la injusticia, del abandono, del odio, de la ira...

 

Luchar, luchar...no había otro camino, no había otra opción. Luchar con él mismo, con su sentir, con los otros, extraños y conocidos, luchar por aquello que se suponía era valioso e importante. No lo sabía, no lo entendía, no tenía a quien preguntarle, solo se tenía a si mismo, debía pensarlo y decidir él mismo.

 

El ronroneo del cachorro le despertó de aquel letargo, ese pequeño le pertenecía, su madrina Valkyria se lo había obsequiado, lo trajo al castillo, los elfos veían por él. Lo mejor que podían. Él mismo lo llevaba al bosque para que fuese haciendo sus intentos de cazar.

 

Esto lo había pensado él, su tigre debía hacer cosas de tigre, cazar, ser tigre...le paso la mano por su piel suave, no lo había nombrado...recordó un libro que leyó: "El príncipito", en esa historia, se narraba como un zorro hablaba con el niño, y le explicaba lo que era ser zorro y ser libre, después le pidió ser "domesticado" ... recordó eso ¿quería él domesticar a su cachorro de tigre?

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Black desprendía una extraña aura mágica, con una tenue electricidad estática que hacia crugir su túnica. Glenin guardo silencio un instante mientras las expresiones sonrientes de su rostro fueron cambiando, en ese momento la sombría seriedad que lo había caracterizado siempre lo invadió por completo. Las manos de aquel nigromante se posicionaron en su espalda.

 

-Nadie debe molestarnos, solo eso...

 

Glenin se había girado sobre sus talones y quedo mirando hacia Monica con la misma expresión y posición. Ladeó la cabeza hacia un costado y mantuvo la mirada fija, aquella vacía mirada, que hacia pensar en un sin fin de sufrimiento al observarla con detenimiento. Miles de almas consumiéndose en un infierno infinito.

 

Pocas personas habían experimentado aquella mirada maldita, de ahí se había originado una extraña invocación llamada Kaidan. Black había mostrado siempre una extrema labilidad conductual, así como podía ser el ser mas cruel para algunos, en un extremo podría ser el mejor hombre con otros, lo difícil era adivinar en que momento se encontraba.

 

- Te lo acabo de decir, no quiero que nos molesten. Debemos estar en privado...

 

En menos de un segundo Glenin estaba cerca de Monica, Susurrando las ultimas palabras a su oído y haciendo caer su respiración sobre el cuello de ella. Pudo sentir la de Monica detenerse, mientras sus frías manos recorrían sus brazos hasta llegar a sus hombros para tomarlos suavemente.

 

Black llevo lentamente a Monica contra la pared, sin resistencia, mirándola fijamente sin pestañar. Sus manos bajaron de los hombros a la cintura, mientras sentía el erizar de la piel de la Angel Caído. Uno de sus ojos empezaba a cambiar de color de manera titilante, de su totalmente negro a un natural gris, con destellos de azul eléctrico.

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La insistencia del hombre sobre la idea de estar a solas con ella la inquietaba ¿De dónde venía aquel interés? ¿Qué intención tenía ocultas? Desde luego el tono de su mirada y el gesto de su rostro no invitaban a pensar nada bueno y mucho menos ofrecía tranquilidad a nadie. Mucho menos la tranquilizaba a ella, que comenzó a sentir la ansiedad nacer en algún lugar profundo de su pecho cuando vio que el Black comenzaba a acercarse.

 

- ¿Qué haces? - fue tan inesperado que no se dio cuenta de que se había acercado a ella hasta el momento en el que notó el aliento del mago chocar contra la piel de su cuello. Cerró los ojos y aguantó la respiración como si con ella pudiera mantener las manos que ahora se acercaban a su cuerpo lejos de ella.

 

Y entonces lo notó. El frío de las manos de Glenin no era natural. Bajó la mirada y observó como ascendía con los dedos helados a través de la blanca piel de sus brazos y cuando la tomó de los hombros volvió a mirar los ojos, aún más fríos, del ex-líder de la marca tenebrosa ¿Qué quería? Ella no entendía lo que le estaba pasando, pero no era capaz de mover ni un músculo para librarse de él. No era capaz o quizás era que tampoco quería serlo.

 

Pasaron unos segundos y el silencio lo envolvía todo. Mónica dejó escapar la respiración de golpe tras un momento en el que parecía completamente helada en su garganta y el Black, por su parte, la llevó contra la pared sin encontrar resistencia alguna. Ambas miradas se cruzaron, aunque la esmeralda de la mujer desapareció bajo sus parpados al sentir como las manos de él descendían a través de su cuerpo. Cuando se detuvieron en su cintura la piel escondida bajo la fina tela del vestido exigieron más al erizarse.

 

- Glenin.. – el nombre salió de sus labios envuelto en un jadeo y su mano ascendió cortando el aire hasta colocarse sobre el torso del mortifago. Al mirarlo y darse cuenta del cambio en uno de sus ojos se estremeció y buscó de forma instintiva la varita entre los pliegues de su túnica. Cuando la tuvo entre sus dedos la sostuvo con seguridad, aunque no la levantó en contra del hombre-. ¿Qué es lo que quieres?

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Glenin, aquel era el nombre que pocos osaban mencionar, siempre se habían dirigido a el como el Sr. Black, un misterioso mago connaires de grandeza, un complejo narcisista y una arrogancia característica de la familia de los galgos. Un sujeto que en su pasado representaba a la muerte para aquel grupo de fenixianos que llenos de valentía tonta se le enfrentaban.

 

Escucharlo con aquel tono de severidad, de llamado de atención, tal vez de suplica a la razón e incertidumbre que inundaba el infinito universo que representaba aquella mente, creo un cortocircuito. La heterocromia de su mirada se mantuvo fija por unos instantes al sentir la respiración de Mónica salir de golpe.

 

-Te quiero a ti...

 

Respondió fríamente ante la pregunta casi desesperante de la ángel caído. Black había notado que Monica había alcanzado su varita, pero no la había levantado en su contra. Los ojos de Glenin se tornaron vacíos de nuevo y tomo la muñeca de Monica apretando en un punto preciso rápidamente contra la pared para hacer que se abriera y la varita cayera.

 

-Quieres herirme verdad? Incluso asesinarme... Pero te diré que ya no puedes. Hemos jugado con magia muy oscura.

 

Una carcajada corta fue seguida de que el cuerpo de Glenin bloqueara el de Monica contra la pared, respirando de nuevo en su mejilla y olfateando su cabello de manera sádica. Mantuvo sujetada la muñeca de la bruja y su otra mano recorrió con el índice huesudo el cuello de Monica, frío a pesar de aquel guante negro que lo cubría.

 

Su mente fue invadida por una extraña angustia y se separó de la bruja, dando varios pasos atras y murmurando cosas a si mismo. La mirada nunca se apartó de Mónica, pero sus ojos eran de color gris Natural, el color moreno volvió y su semblante de noto inseguro.

 

-Perdoname... Debo marcharme ahora.

 

Las palabras de Glenin fueron arrastradas, cortadas, ahogadas dentro de si mismo. Su mirada le clamaba una suplica de perdón a Mónica por haber estado aquella noche con las intenciones que había acudido, pero sobre todo le pedia salvación a la ángel caído.

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Una vez que fui recibido por Antoni en esta mansión y bebí lo que el elfo me proporciono, vaya si que sabia lo que tenia que darme una copa de vino que podría parecer un suplemento de la sangre. Claro no era comparación alguna pero al menos me quitaba un poco la sed.

 

No había logrado responder nada cuando el salio corriendo al parecer sucedió algo con una de sus criaturas o eso fue lo que logre percibir que le decían.

 

- Bueno pues me volvieron a dejar solo, esperare aquí - Me quede varios dias por la mansión aunque se me hace peculiar que nadie recalcara en mi, todos iban y venían.

 

Días Después.

 

Finalmente opte por conocer la mansión yo solo, ojala que nadie se molestara, pero es que tenia muchas ganas de conocerla. Por lo que llegue hasta llegar al cuarto piso donde una habitación me llamo mucho la atención sin tocar ni nada pase a esa habitación.

 

Me agradaba era algo fuera de lo común, bueno al menos a mi ver lo era ya que nunca estaba dentro de una alcoba de esas dimensiones sin duda me costaba trabajo incluso creer que una cama estuviera dentro, nunca había dormido encima de una de ellas. Corrí al instante para saltar sobre de ella y poder probarla si era posible inclusive dormir un rato ahí.

 

-Estas loco, no puedes saltar todo sucio a la cama- Me recriminaba yo solo al haberse me ocurrido semejante idea, quería sin embargo poder seguir conociendo el lugar por lo que me puse a observar todo, aunque era extraño que se vieran más puertas dentro de una misma habitación.

 

Abrí una y encontré una ducha, donde me dio una gran ilusión poder meterme a bañar, tenía años que no estaba bajo una regadera por lo que en el momento me metí a la ducha sin si quiera quitarme la ropa y me dispuse a bañarme esperando que nadie se molestara por esta invasión.

 

 

@@Emmet Haughton Gaunt

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Tras un humo negro apareció la pelirroja arropada por un vestido verde suelto de tela chifon que apenas dejaba a la imaginación el contorno y algunas partes del gran atractivo de toda mujer. Caminó despacio por la calle de Ottery hasta estar frente la reja del castillo Haughton, el cual se encontraba entre abierto.

 

Chasqueó los dedos, haciendo que una capa cubriera su delicado cuerpo para no dar sospechas de su maravilloso plan. Los jardines de este castillo se encontraban como recordaba, llenos de verde y árboles, y la fuente parecía más brillante y cuidada que hacía años, aunque no estaba allí para recordar viejos tiempos.

 

Pasó de largo los leones de piedra blanca y subió algunos escalones para tener delante la puerta de madera oscura. Sacó sus brazos por unos huecos de la capa y colocó la capucha de esta sobre si, ocultando su rojo pelo y oscureciendo su cara por falta de luz para así dificultar que alguien la reconociera. Acarició la puerta con delicadeza y rápidamente la guardó para mirar hacía la entrada y la reja.

 

Ahora solo faltaba esperar a su amiga y cómplice Isabella.

 

@Isabella Hawthorne

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Una sonrisa extraña se había formado sobre sus labios color vino, una rara mezcla entre picardía, seducción y maldad; para muchos esa sería la combinación perfecta, para todos menos para su próxima víctima quien por desgracia no sabía lo que le estaba esperando. Las finas hebras de su cabello rubio platinado se escurrían por el hueco de la capucha de la gabardina que llevaba aquella noche, cubriendo su rostro dejando solo a la vista sus labios y la terminación de su mentón, ocultando casi por completo su identidad.

 

Sus bien torneadas piernas iban cubiertas tan solo por una fina media traslúcida ennegrecida, las cuales dejaban al descubierto sus atributos puesto que la gabardina finalizaba una palmada por encima de sus rodillas. Su cuerpo se había materializado a unos diez metros de la gran edificación a la que planeaba acudir ese día.

 

Su silueta curvilínea se había deslizado entre las sobras, mezclándose con ellas y solo el sonido seco de su taconeo cortaba el silencio que reinaba en las desoladas calles de Ottery. Enderezó su postura para poder contemplar las extensiones del Castillo Haugthon, las cuales se extendían a sus pies y prometían acabar un unas cuantas hectáreas. Su mano se había alargado para poder empujar aquel portón negro, frío al contacto que le permitía el paso al interior del recinto.

 

Enfiló hacia la puerta de entrada, en la cual podía llegar a distinguir una figura femenina esperando su llegada. La sonrisa que tenía en el rostro se había ensanchado a medida que se acercaba hasta su compañera —. ¿Lista? — Inquirió arrastrando un poco las palabras mientras acomodaba los mechones rebeldes de su cabello que se ondeaban con la suave brisa invernal.

 

@Mery~

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