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Casita Snape (MM B: 104851)


Hayame Snape Potter Black
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Sin embargo en aquel lugar nadie abrió ni se dió por enterado puesto que no era la casita original. Ya no mas

 

Pero en el lugar actual de la ubicación de la casita, una mujer pelirroja trataba de calmar los animos entre sus familiares que parecía que iban a asesinarse los unos a los otros en un momento a otro y a ella le parecía que ya era demasiado lio, tanto para sus propios nervios debido al estado semi avanzado en el que se encontraba, como para su propio hijo pequeño que a saber que cosas iba a estar aprendiendo como viera a sus tias y demás intentando asesinarse

 

-Si llegan a destrozar mi hogar...

 

Amenazaba el retrato en voz baja y gruesa mientras que el que representaba al Señor tenebroso reía complacido por lo que se dejaba ver delante de sus ojos

 

-No van a destrozar nada... te prometí que arreglaría la casa y que todo estaría bien... tienes que confiar un poco mas en mi, Sev

Pidió la mujer antes de levantar ambas manos

 

-A ver!! señoritas, todas aqui somos amigas, hermanas, parientes, camaradas, comadres, compatriotas... bueno, compatriotas no pero el caso es... que debemos de planear ida a la clinica y luego regreso y estar todas felices y contentas... a mi me gustaría que Akira viera a su pequeña futura hermana, así se hace a la idea de no ponerse celoso

Dijo riendo un poco antes de ver como su antigua elfina hacia aparición y se inclinaba

-Zapphyre?

 

-Me pidió que le avisara de cualquier inconveniente... y bueno...- dijo la criatura de vestido elegante antes de acercarse a la mujer y susurrar en su oído a lo que la vampiro asintió un par de veces antes de observarla

-Entiendo... gracias linda. Sigue vigilando

Ordenó a lo que la criaturilla asintió y desapareció de golpe

La Vladimir se quedó pensativa durante varios momentos antes de ver a su familia con un gesto un poco mas serio

-Espero no les moleste pero creo que la ida a la Clinica tendrá que esperar un rato- dijo con suavidad- creo que será buena idea permanecer aqui un rato y tener bien cerrado tanto el enrejado principal como la puerta... solo por precaución

Musitó antes de ver significativamente a su hermana menor y avanzar con torpeza hacia las escaleritas ocultas que le llevarían a la cocina

-Tengo hambre... Sagitas, me acompañarías a la cocina para preparar algo para las chicas?- pidió viendole de reojo

PD.- POR FAVOR LEER POST 1!!!

Editado por Hayame Vladimir Potter Black

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¡Oh, creo que la tía se enfadó con nuestras peleíllas! Me puse algo roja, pensando que yo tenía parte de culpa. Guardé silencio, aunque ella confirmaba que no veía nada malo en que la prima Heliké fuera madrina de mi nueva hermanita. Me sentí culpable y me mordí una uña, nerviosa.

 

- Nadie destrozará la mansión Snape, señor. Yo agarro a la tía Sagis y la tía Hayame a Heliké. Si es preciso, le lanzamos varios Petrificus para que nno se muevan.

 

 

Imponía mucho respeto que el señor del cuadro hablara con ese tono de preocupación. La tía Haya le contestó, diciendo que confiara en ella.

 

Algo paso, sin embargo, pues una elfina susurró algo a la tía, muy bajito, a su oído. No sabía lo que era, pero era algo grave, pues retrasó la salida a la clínica y después llamó a la tía Sagitas para que le acompañara. Eso es que pasaba algo. Agarré a Akira y le distraje con un peluche, para no meterme en medio de lo que fuera. Mejor que hablaran a solas.

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Ya no estaba segura de lo que decía. Le dije que sí a Xell con la cabeza, pero fue a la idea de que se fuera con el niño a buscar a Ithilion y juntos se fueran al parque. Después negué con la cabeza, porque estaba de acuerdo en que la clínica no era un lugar adecuado para los niños. Después volví a afirmar, cuando en realidad quería negar, porque Hayame decía que quería que Akira viera a su hermanita en su panchota insinuante, a través de la máquina de visionado de bebitos de la clínica. Me di cuenta que me estaba liando y decidí hablar, a pesar que un minuto antes le había dicho:

 

-- ¿La defiendes a ella en vez de a mí? Ya no te hablo.

 

a mi herma Hayame, por su apoyo hacia Heliké, a quien yo consideraba ahora mi enemigo por querer llevarse a mi niñito bonito y demasiado grandecito ya para llamarle niñito, por cierto, a Matt.

 

-- Hum... --empecé, con los brazos cruzados, sosteniendo severamente su mirada. -- ¿De qué sirve ser la principal si no me sigues el juego cuando yo me enfado con alguien? Tú debieras enfadarte también y apoyarme -- le dije, como si se tratara de una niña pequeña que no se sabe las normas de cortesía. -- Y por supuesto que Reena va a ponerse en contra de que Heliké sea la madrina si yo se lo pido.

 

Di un pequeño pisotón en el suelo, afirmando con él el poder que yo tenía en la familia Vladimir y la influencia que pesaba en mi sobrina Reena.

 

-- Ella me hace caso, no como tú, que prefieres ser una apaciguadora sin sentido.

 

Empezaba a írseme de nuevo de las manos, pero no quería dejarlo; me gusta pelearme y que me den la razón, como a las locas, hasta que yo misma reconozca el camino verdadero. Soy una terrible cabezona.

 

-- ¿Abortar? ¿Quién habla de abortar? -- pregunté, recordando después que lo había dicho yo.-- Vale, no me gusta esa palabra, mejor .... ¡Mejor la coso para que no pueda quedarse preñada, que no quiero que tenga hijos de Matt con los que le obligue a deshacerse de mí y se quede ella con la mansión. Las mujeres son malas, y todas van a por Matt por sus pertenencias y por lo que hay escondido en la mansión.

 

Retrocedí un paso. Yo misma me daba cuenta que me estaba comportando como una perturbada y que ni siquiera Matt ni Hayame, nadie, sabía lo que se escondía en la vieja casa de la Potter Black. Sólo lo sabía Antara y ella me había contado el secreto antes de irse.

 

-- Vale, me estoy pasando, vale.

 

Me senté en un hueco del sofá, en aquella abarrotada sala. No sé porqué mi hermana prefería aquella casa tan pequeña teniendo la PB o la Vladimir, que eran mucho más espaciosas. Miré a los lados, curiosa, mientras el cuadro de Sev, el antiguo habitante de aquella casa, me miraba con reproche. Después dijo algo de destrozar mi hogar.

 

Aunque Xell contestó de forma rápida que no haríamos eso (y añadió algo de petrificarnos a Heliké y a mí antes de permitírnoslo), yo murmuré un

 

-- No me des ideas.

 

Era una forma de protestar, porque quien me conocía sabía que no haría eso. O sí. Pero no, no lo haría porque era ahora la casa de mi hermana. Yo era muy protestona y toda mi fuerza se iba por la boca; eso sí, me lucía con toda la verborrea que soltaba. Me quedé enfurruñada, porque las cosas no salían como a mí me gustaban hasta que la voz de mi hermana, preocupada, me sacó de mi pensamientos.

 

-- ¿Qué?

 

Me di cuenta que una elfina le había dicho algo a Hayame y que ésta me mandaba a la cocina con una excusa para hablar conmigo en privado. Aunque a punto estuve de decirle que se fuera al infierno por no apoyarme en mi pelea, la curiosidad me pudo y me levanté.

 

-- Me preparo algo para mí y para ti, que estás embarazada, eso sí. Pero si ellas quieren algo, que se lo preparen -- murmuré, porque yo tengo que demostrar mi mal humor en todo, aunque no sea cierto que piense eso.

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Suspiré cansada la verdad. No tenía ganas de nada, y la verdad es que discutir con Sagitas agotaba y mucho al menos, tenía una aliada, Hayame. Eso me animaba a seguir adelante. Por lo menos, Xell también seguía dándome ánimos de que Reena no se opondría con ello, pero tenía razón que me había dejado entrar en la Vladimir apenas sin conocerme. La verdad había que ser bien loco para dejar a entrar a un vampiro desconocido en un sitio en dónde era refugio de sacerdotisas, pero yo había demostrado que podían confiar en mí, al menos, hasta que dije en casa que era pareja de Matt ¿Seguro? Náh, no lo había dicho, pero no hacía falta.

 

Sagitas protestaba y protestaba, pero al parecer una elfina se presentó ante Hayame y empezó a hablarle cosas, eso sí, yo no escuchaba nada porque básicamente estaba sumida en mis propios pensamientos.

 

Gruñí por lo bajo, ante el comentario de la pelivioleta.

 

- Tranquila, con magia, se hace todo más rápido -me enfurruñé un poco. Apreté el puente de mi nariz para relajar la zona, ya que me dolía bastante.

 

Me había olvidado completamente de algo:

 

- ¡Eh! Yo había traído un pastel -comenté - a saber dónde lo he dejado... -comenté y solté una risilla.

 

off: me olvidé completamente de pasarme por aquí, mis disculpas. :blush:

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-- Sí, claro, con la magia lo arreglas tú todo. Seguro que no sabes hacer las cosas con las manos...

 

Era algo que me gustaba de los muggles, algo que pocos magos admitirían; hay que ser muy valiente para afrontar el mundo diario sin hacer magia. Y esos pobres lo hacían día a día. Pero entonces me di cuenta que pagaba mi frustración y mis miedo con Heliké, quien no era una santa pero tampoco se merecía pagar por mi propia inseguridad.

 

Bufé, yo soy la Gran Sagitas y no me disculpo ante nadie y por nada. Faltaría más. Soy matriarca, madre y una gran comerciante; afronto mis errores con orgullo y sin bajar la cabeza ante nadie.

 

Pero eso no quitó que me diera cuenta que no debía pagarlo con ella y que ya estaba bien de enfrentamientos; al fin y al cabo, Heliké siempre había sido una de mis sobrinas preferidas; sólo porque tuviera el pequeño fallito de querer a mi hijo no iba a dejarla de lado. A la familia se la quiere, a pesar de sus defectos.

 

-- Vale, pelillos a la mar. Anda, Heliké, invítame a un trozo de pastel, si es que lo encuentras -- le dije, con media sonrisa en la cara. Ahora sólo faltaba que ella creyera en la oportunidad que le estaba dando y que no creyera que estaba planeando algo.

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Seguí jugando con Akira, esperando que entre las dos tías solucionaran aquello que pasaba. Sentía mucha curiosidad pero no quería preguntar, por si me decían que me metía donde no debía. Sagitas, en su habitual manera de hacer todo, dijo que ayudaba a la tía Haya en la cocina pero que nosotras dos, por Heliké y por mí, que nos apañáramos sin ella. Aunque sonó feo yo supe que, en realidad, la tía Sagis se estaba haciendo la fuerte y despreocupada pero que en el fondo no era así. Ella solía hacer eso, decir una cosa cuando en realidad pensaba otra muy diferente.

 

Decidí no hacer caso y entonces oí que la prima Heliké hablaba de pastel.

 

- Yo también quiero un trozo de pastel. ¿Dónde lo has puesto? Yo no lo vi. ¡Ooooh!

 

Me puse a reír y señalé a Akira.

 

- Ya lo encontré – dije entre risas, al ver a mi hermanito con la cara y las manos todas sucias por estar comiendo la nata que lo recubría. – Eres travieso, Akira. Eso no se hace.

 

Pero no podía dejar de reírme. Era tan hijo de Hayame…

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La verdad es que la respuesta de Sagitas para mí, no fue indiferente. Entrecerré los ojos pero fingiendo una amable sonrisa...

 

- Para eso somos magos ¿no? Tenemos el poder y la capacidad para hacerlo. ¿Porqué tendríamos que negarnos a tener la posibilidad de usarla? - Quizá estaba dando en claro ciertos ideales, pero aunque no había dicho nada, debía de tener cuidado.

 

- Por supuesto, muchas veces he usado las manos, querida - seguía con la misma mirada, sin apartarla - pero, prefiero usar la varita, es mucho más rápida -asentí con la cabeza y crucé las piernas.

 

Xell, dijo algo, me la quedé mirando y luego a Akira, el pequeñín tenía nata en la cara... Tranquilízate, es un crío, pensé para mí. Me encogí de hombros y negué con la cabeza aprentando las manos:

 

- Bueno, ya llamaré a mi elfina más tarde, para que nos traiga más pastel - repetí de nuevo el gesto anterior de los hombros. Pero por supuesto, aún seguía sin fiarme de Sagitas...

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Sabía que no me lo iba a poner fácil. Yo misma no le iba a creer a la primera si fuera ella quien lo hubiera dicho, lo de abandonar la pelea. Ambas éramos iguales, desconfiadas. Por eso no le solté un pescozón y, sin embargo, la sonreí. En el fondo me hacía gracia la cara de incertidumbre que ponía.

 

-- ¡Akira! Estás guapísimo -- le dije al niño. Me moría de ganas de pasarle un dedo por lo mofletes y churrepetearlo después, pero como no era correcto con los niños de los demás, decidió mostrar respeto y no hacerlo. -- Así que tú tenías el pastel. La culpa es de tu madre.

 

Ahora me volvía a Hayame, quien me había mandado a la cocina con ella y asomaba la melena, como si me preguntara sobre lo que tardaba en llegar. Me acerqué un poco hacia ella, sin salir de la habitación.

 

-- Teniendo una par de mansiones más grandes, no sé porqué vives en una casa tan pequeña. Todo está al alcance del niño. Ahora ha sido el pastel pero otro día será la varita u otro objeto peligroso y la liaremos.

 

No tenía derecho a decir a mi hermana en qué casa debería vivir, pero ya que le gustaba, podía ponerle un embrujo para que las cosas no estuvieran tan al alcance del niño.

 

-- Bueno, Heliké, sin prisas; pídele la tarta a tu elfina cuando quieras. Total, no tenemos nada de hambre.

 

Uff, intenté decirlo bien y, sin embargo, sonó muy pedante.

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Desde luego mi tía pelivioleta se estaba ganando una buena manada de hechizos, sobre todo con el último comentario...

 

- Si tenías hambre podías decirlo incluso antes de sentarnos, cuando llegamos a ésta casa - refunfuñé - para la próxima vez que vengas a la mansión Rambaldi, si es que vienes - enfaticé las últimas palabras - no dejaré que pruebes un bocado. A ver si así muerdes esa lengua un poco, antes de soltar tu veneno por esa boca...

 

Vale, ahora ya estaba dicho y estaba segura de que me soltaría un buen sermón sobre el comportamiento...

 

- Deja de criticar a Hayame Sagitas, si ella lo dispuso así, será porque quiere que el niño que tenga una herencia. ¿No te parece? Es más, así no hay nadie que la acuse de robarse lo que no es suyo -claramente hacia referencia a lo que le había escuchado en más de una ocasión ¿o sería impresión mía? La verdad, es que no me interesaba para nada los galeones de tía Sagitas, yo tenía mi fortuna particular, algo que no estaban en Gringotts precisamente y que podía echar mano cuando quisiese sin declararla...

 

Tan sólo pensando en eso, esbocé una sonrisa siniestra. Sí, debería de vigilarla de cuándo en cuándo, era lo malo de no tenerla en el banco mágico como el resto de las cámaras en dónde se guardaba el oro mágico.

Editado por Heliké Rambaldi Vladimir
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Paré de reír de repente. Estas dos… ¿Es que siempre iban a estar así? Contemplé primero a la prima Heliké, quien trataba a la tía Sagis con condescendencia, llamándola “querida”. Después, la tía le recriminó a la prima que dejara todo para más tarde. Por supuesto, ahí empezó otra pelea, pues la prima no se cayó y le dijo que nunca la daría de comer en la Rambaldi.

 

Akira las miraba fijamente, como si entendiera lo que sucedía. Y tal vez fuera cierto. Los niños entienden los tonos de las palabras y el que se usaba en aquella habitación era muy feo, seguro que el niño entendía que se estaban peleando.

 

- Ejem, ejem… ¿Podéis dejar de pelearos delante del niño? Estáis dando mal e-jem-plooooo…

 

Usé un tono alegre para que me imitaran, a ver si eran capaces de pelearse entre ellas pero con una sonrisa en la cara. Acerqué un paquete de toallitas y limpié la cara de mi hermanito. Vaya dos, en vez de pelearse debían de estar saltando de alegría por estar allá todos juntos.

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