๑Moco de Troll๑ (MM B: 104903)

[Arya Macnair]

Apresurada tomó a Sombra y la escondió en su cintura, caminó de forma segura y tomó una oscura capa de viaje para echársela al hombro, asintió a la Esfinge, Patronus de su Alto Rango, quién solicitaba su presencia en el Callejón Diagón, más precisamente en un Negocio llamado “Moco de Troll”, un nombre muy ocurrente y desagradable a la vez, pero no era cosa de su incumbencia meterse en la mente gráfica del o de los dueños de aquel lugar. Enfiló sus pasos en dirección a la ventana de su habitación, abierta de par en par, con la vista fija en la nada misma, dispuesta a posicionarse en el alfeizar y desaparecer allí mismo, como gato en la cornisa, pero fue pescada antes. Viktor ingresaba justo en ese instante, con Ámbar en brazos, los ojos del Atkins vislumbraron el Patronus de Hank, la posición de su prometida, chasqueó la lengua y volvió a irse, decepcionado, una vez más.

 

-Se que algún día lo entenderás- Musitó la pelirroja, desapareciendo del lugar, como un fantasma, para aparecer segundos después en un oscuro callejón frente al lugar donde se le había citado, sintió la presencia de sus compañeros y sin echarse atrás, con una característica luz en el rostro, portando el estandarte de La Orden del Fénix, caminó a paso seguro, abrió la puerta del Negocio y se dirigió directamente hacia donde Hank y Lestat estaban, frente a ¿Circe?, cuanto tiempo tenía sin ver a aquella muchacha, y la verdad, le decepcionaba un poco que el llamado hubiera sido para capturarla, cuando había personas peores fuera.

 

-¿Muy tarde?- Preguntó curiosa y vacilante

[Circe Atkins C.]

Bien, esto la estaba agotando más de lo que ya estaba. Volvía de un largo viaje y lo que recibía era una acusación que sinceramente, para ella, no tenía fundamentos.

 

—Por lo menos, cuando vayas a lanzar un hechizo fíjate si tengo el objeto en mano. —Se burló viendo el fallido intento de su expelliarmus. La Atkins sacó en seguida su varita de su cabello y apuntó a las cuerdas que venían directamente a ella.— Evanesco. —Aquellas cuerdas desaparecieron antes de siquiera tocarle un pelo. Cirse bajó del mostrador con enfado.—Niño, si crees que me interesa tus acusaciones estás equivocado, además, él es él y yo soy yo, porque estemos relacionados no significa que sepa de su vida privada. —Y no mentía en cierta parte, después de todo, apenas si tenía contacto con Hades.

 

Aunque admitía que era cierto en algunas cosillas más oscuras pero obviamente no iba admitir nada, eso era como sentenciar su propia muerte. Miró el brazo que señalo el joven y se río a carcajadas. Si realmente esperaba que alguien apareciera le iban a aparecer canas verdes, de eso estaba más que segura.

 

—Bueno, si deseas esperar hazlo pero por favor, no me agredas cuando yo no lo he hecho. Atacar a un civil indefenso, que horror. En fin, ya pueden irse, shú shú. —Hizo un ademán con la mano para echarlos como perritos.

[Lestat Rambaldi]

Ahora miró a aquella chica y supo lo que tenia que hacer.

 

Sin explicasiones lo sabemos todo—Silensius—Dijo ahora para dejarla muda si esta intentaba hacer algún hechizo verbal, la verdad sabia que chicas lindas como aquellas si eran de la marca de seguro diria una mala palabrota. Ahora bien

Miró a los lados para ver si alguien mas se acerrcaba al parecer nadie mas estaba por ahí así que podía jugar con aquella chica.

 

Lestat apuntó a la chica esta vez a sus prendas superiores—Morphos— y lo transformó en una avispa marina que inyecto inmediatamente su potente veneno en la piel de la chica cirse, ahora la cosa se le pondria bien fea, aunque la habia visto un par de veces por ahí sabia que era una bonita mujer, pero lastima que hubiera elegido mal el bando ahora moriria envenenada.

 

Lestat miró a su compañero,— tendremos un poco de compasión— dijo ahora, preparado para cualquier movimiento, pues si la chica no lograba mostrar ningun poder oscuro entonces rapidamente la curaria y la llevaria cargada a san mungo, pero las reglas eran las reglas, los mortifagos no podian existir mientras la orden del fenix estuviera de guardia dentro de todo londres.

[Arya Macnair]

-Incarcerus- Exclamó apartando la vista de Hank, dando un paso al frente y dejándose ver por Cirse, al instante, Sombra yacía en su diestra y tres gruesas cuerdas recorrían un corto tramo hasta dar con la mencionada, en el momento exacto en el que ésta realizaba un despectivo ademán, ¿Pero qué le pasaba?, ante ella tenía a dos de los mejores Magos de todo el mundo, ella no iba a permitir que le faltaran el respeto frente a sus narices. Una de las cuerdas dio de lleno en sus muñecas y se enredó en éstas juntándolas con fuerza para que ya se dejara de tonteras, la segunda se enroscó cual serpiente venenosa en sus tobillos para que Cirse no pudiera pararse cuando quisiese y salir corriendo de allí como si nada, y la tercera se enroscó lentamente en su cuello, apretando pero sin cortar el paso del aire, no demasiado, decían que Dios aprieta pero no ahorca, y aunque Arya no creía en ninguno de los siete Dioses, cuando portaba la luz en el rostro se sentía tan poderosa como uno.

 

-Sectusempra- Argumentó, apuntando con firmeza. El pulso no le tembló cuando aquel verdoso rayó salió directo al cuello de Cirse, allí donde la vena arterial más importante atravesaba en largo y se dejaba ver tan solo un poco tras su fina piel, buscando sangre.

 

-Lo siento- Se disculpó, apartando la mirada, ella sabía quién era Cirse, realmente estaba mintiendo.

[Circe Atkins C.]

—Jé, no ganarán nada matándome. —Susurró antes de ser callada.

 

Uno tras otro hechizo venía a su dirección sin siquiera tener tiempo de defenderse.

 

La Atkins ahora estaba casi muerta, si de verdad querían tener piedad sobre ella estaba fallando y bastante. Internamente chasqueó la lengua con molestia, no es que estuviera molesta en perder tan rápido, sabía a la perfección que era débil y por ello jamás andaba metida en alguna pelea pero le molestaba el hecho de ser asesinada por ellos o mejor dicho, por ella... Aquella mujer que siempre admiró y que luego todo perdió valor aunque claro, jamás admitiría que seguía teniendo algunos sentimientos para con ella.

 

Miró o por lo menos intentó mirar a las figuras que tenía delante de ella, a pesar de que no podía ver sus caras podía reconocerlos por sus figuras al menos a dos de ellos. No podía moverse y menos podía pronunciar algún hechizo, tampoco tenía planeado defenderse ni llamar a sus compañeros. No valían la pena, no ahora, pues algo que estaba segura era de que ellos se iban a vengar de su muerte.

 

Era bastante gracioso ver la posición en la que estaba la rubia considerando que odiaba sentirse inferior y más odiaba ser ridiculizada pero viendo como estaban las cosas no podía hacer mucho al menos que un milagro ocurriera.

[Zack Ivashkov]

– Moco de Troll – Leyó el letrero del local que tenía frente a sí y arrugó el entrecejo. No le parecía un nombre lo suficientemente serio como para un negocio, pero eso no importaba en ese momento. El motivo de su presencia en ese lugar es que parecía haber un ataque en el interior. Se podían escuchar los sonidos de los hechizos e invocaciones desde afuera, eso lo hizo detenerse cuando caminaba por el callejón. Lo raro era que los Mortífagos no lo habían iniciado, el llamado tenebroso ni siquiera había ardido. Zack ya se encontraba con una máscara negra con plateado en su rostro, listo para ingresar al negocio antes nombrado.

Desde la entrada alisó la túnica negra que le vestía para luego dirigirse con varita en mano a donde se encontraban los Fenixianos. Alcanzó a ver uno de ellos, el pequeño que siempre se veía en las batallas, fue ahí cuando se interesó más por la situación. Al acercarse pudo notar que atacaban a Cirse, una compañera de bando que por desgracia se encontraba de civil. Elevó las cejas a modo de sorpresa y presionó los labios entre sí mientras negaba en señal de desaprobación. Había sido muy osado atacar a la hija de su prima Leah.

Sin pensarlo, apartó la manga de su túnica y tocó con su varita mágica el antebrazo izquierdo. El tatuaje se realzó de inmediato extendiendo la sensación a cada parte de su cuerpo. Esperaba que llegaran más Mortífagos al instante.

[Leah Snegovik]

-Leah Atkins

 

-Con mi hija no, maldita.

 

Si había algo sagrado para la Atkins, por más inverosímil que pareciera, era su descendencia. ¿Y su hija mayor? Oh sí, Arya se había metido con quien no debía. El ardor en su antebrazo no era más fuerte porque realmente estaba enojada, podría incluso llegar a ignorar que seguía allí, latente. Pero es que podía sentir el odio del mismo Zack. ¿Cómo no? Estaban hablando de su hija. Cirse Atkins era hija de nada más y nada menos que del Ángel Caído de la Marca Tenebrosa y de una Mago Oscuro de mal genio.

 

La máscara de plata resplandeció cuando la voluta de humo se dispersó definitivamente a su alrededor y el sonido de los huesos de su cuello crujiendo llenó el ambiente, a pesar del ruido que había. Frente a ella, a diez metros, las puertas de Moco de Troll estaban abiertas y esperaban para que ella las traspasara. Su túnica impoluta de blanco resaltó en cuanto miró a Zack, manteniendo una distancia con él de un par de metros y asintió. No necesitaban palabras para coordinarse, mucho menos cuando la varita de la rubia lanzaba chispas como si estuviera reflejando su enojo en la madera y los nervios de dragón.

[Lestat Rambaldi]

Lestat seguía mirando al rededor si venian mortios a salvarla, su comadre tambien hacia precensia ahora miró a aquel mortifago(zack) que daba la entrada apuntó a su varita—limitate— y sabia que el efecto era de inmediato, como estaba apuntando directamente a su varita esta vibró y comenzó a funcionar mal, apartir de ahora no funcionaria como debia de ser y algunos hechizos le saldrían algo mal.

 

—corpus patronus— dijo y ahora los hilos de plata de su varita comenzaron a salir uniéndose y formando un gran rinoceronte adulto de casi dos toneladas. sus patas eran fuertes y de piel dura y tenia un cuerno afilado que al salir en tropel de seguro haría mucho daño, vió que aquel enmascarado tocaba su marca de seguro estarian ahí en cualquier momento los mortios desagradable.

 

—Buenas noches, vienen a salvarla,me extraña que sean tan amigables—Dijo extrañado el castaño ahora mirando hacia la entrada donde estaba aquel mago.

[Leah Snegovik]

-Leah Atkins

 

-¡Anular Aqueora!

 

El ataque salió directo de su varita hacia la figura de Arya, podía reconocerla como fuera; ella haría lo mismo. Sus pasos la habían llevado a la acción seguida de su primo. Sus ojos se posaron en Cirse, había caído, y una ola protectora la invadió por completo, al igual que una ira desmesurada que no iba a irse con facilidad. Las aletas de su nariz se movieron con rapidez mientras inhalaba y apuntaba nuevamente al pecho de la mujer, ésta vez pensando seriamente en lo que iba a hacer.

 

-¡Fuego Maldito! –una llamarada en forma de Aethonan se formó en la punta de Texia, alzándose entre el oscuro entorno como una bestia de tonalidades rojizas.

 

Su objetivo principal era Arya, llegaría en pleno vuelo hasta su cabeza e impactaría en su cráneo con la intención de darle una muerte casi inmediata. Esperaba hacerlo, sinceramente. El primer hechizo había salido con efectividad y había anulado el hechizo de rango Templario, no podría usarlo por el resto del asalto. Los ocho metros que separaban a las enemigas eran suficientes para mantener un margen de protección para la rubia y los cuatro metros que la separaban de cualquier cosa o persona, también.

[Zack Ivashkov]

Zack podía sentir la molestia de Leah debido al atrevimiento de los Fenixianos al atacar a Cirse. La pobre había caído muerta al suelo como civil, y no podían dejar en evidencia su pertenencia al bando tenebroso. Sólo podrían aprovecharse de que los iluminados estaban ahí y tomar eso como una excusa para seguir la batalla.

Lo primero que escuchó fue un limítate, que afectaría directamente a su varita por un corto periodo de tiempo. Trató de ignorar dicho ataque y continuó.

 

¡Celerus Fuego Maldito Mortis! Al tiempo que terminó de conjurar sus hechizos, tres águilas de fuego aparecieron de la nada en el lugar e impactaron con fuerza en el pecho de sus objetivos. Hank resultó tan quemado como Arya y Lestat por esa poderosa invocación. Los tres necesitarían curar de inmediato sus heridas para no morir.

 

Detritus Dijo de inmediato invocando una niebla mágica sobre su mismo cuerpo y el de Leah. Dicha protección estaba lista para repeler cualquier criatura que se les acercara e incluso desvanecería los rayos. Literalmente sólo los efectos podrían dañar a los magos protegidos con el detritus. Lo lamentable del caso es que no duraría para siempre, pero vaya que sería de utilidad por un momento. Seguro ellos ya tenían sus estrategias planeadas desde antes de la llegada de los enmascarados.

Fuego Negro Conjuró esta vez invocando una esfera ardiente a un metro por encima de su cabeza. Con el pasar del tiempo aumentaría de tamaño y poder.