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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Brubré gritó y pareció espatarrarse en el suelo, algo que estoy segura me hubiera resultado cómico de no ser por lo que le había causado el miedo. Soy una mujer grácil, a pesar de la edad que algunos dicen que tengo, pues soy jovencilla. Aún así, me fue una el inclinarme hacia atrás un poco para que aquel objeto asesino que acababa de lanzar mi hija pasar por encima de mí, arrancándome unos mechoncitos. Me quedé muda y pálida, algo que sí es muy raro en mí.

-- Tranquila, estoy bien y... ¡Espera! ¿Cómo que "has tenido mala puntería"? ¿Querías matar a tu madre? Mira que ya llevo bastantes disgustos esta semana como para añadir el de mi muerte.

Sí, sonó como si lo dijera tranquila, pero, en realidad, sentí miedo. Perenela era muy buen, mucho. Cualquier cuchillo en sus manos era armas peligrosísimas aún usando la magia para detenerlo.

-- Mujer, ¿cómo vas a estar a solas en el Circo? Siempre hay alguien por aquí. Ya sabes que el negocio da mucho trabajo. Además, cualquier animal te podría haber pillado y perseguirte si se siente amenazado. O el Enano Gruñón te podría matar si les hieres a una de sus criaturas.

Hice unos ruidos extraños con la boca que, sin embargo, la acromantulita entendió al instante y pareció relajarse. No daba la imagen de buena magizoóloga, pero sí, lo era, sabía mucho de mis animales y los tendría en libertad sino fuera por las restricciones del Ministerio de Magia. De lo que no sabía tanto era de hijas, así que me acerqué un par de pasos hacia ella, pero con gran precaución.

-- ¿Puedo acercarme o vas a practicar de nuevo con mi pelo?

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-No, no quería matarte pero me han desconcentrado y me dan dado un buen susto... actué por instinto - le dije mientras veía como tranquilizaba a la acromantula y esta se relajaba, guardé los cuchillos mientras atendía a las palabras de mi madre pero no pude mas que frotar mis sienes con fuerza tratando de disminuir el dolor de cabeza. Me dejé caer en el borde de la tarima y envolví mis piernas con mis brazos tratando de hacerme un ovillo:

-No voy a practicar con tu cabeza, no te preocupes... No estas en la lista de las personas que quiero desollar - negué con la cabeza y la acomodé sobre mis brazos - no entiendo que me pasa, tengo tanta rabia encima, me acompaña todo el tiempo y me viste como si fuera una segunda piel. Hace que quiera cometer actos impulsivos, hace que quiera matar, beber, follar, degenerarme y esa no soy yo pero no se como lidiar con esta rabia que me consume 

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Fruncí levemente los labios. No había salido una palabra de disculpa ni demostrado un gesto de miedo ante lo sucedido. Malo. Perenela podría haber curado sus heridas físicas y su cuerpo lucir tan hermoso como siempre, pero en su interior mil heridas aún sangraban y la hacían más despiadada que nunca, más desapegada al mundo y a sus congéneres. Cosa que está muy bien, pero vamos, que hablamos de mí, de su madre. Un ligero temor cruzando sus cejas hubiera sido bienvenido antes que la frialdad con la que contestó al decir que actuó por instinto.

-- Tu instinto sigue firme, ya veo... Aunque no creo que encuentres muchos cabellos violetas por ahí para practicar. Eso me recuerda algo, que...

Mi recuerdo desapareció al verla sentarse en la tarima y decir que yo no estaba en su lista.

-- Un alivio, hija. ¿Qué quieres hacer qué...? -- La palabra me sonó fuerte, a pesar de ser una mujer hecha y derecha y con hijos. -- Mujer, un poco de recato, que hay una... hum... bebé cerca. 

Una bebé que devoraba a su manera el dulce que le había regalado. Esperaba que el enano gruñón no apareciera para reñirme por endulzar a las criaturas y romperles su hábito alimenticio correcto. Si lo hacía, le daría permiso a Perenela para que le lanzara un cuchillo.

-- La rabia es un ser vivo, querida. -- Me acerqué a ella y me atreví a acariciarla en el cabello, más o menos como había hecho antes con la acromántula. -- Nace de un granito y crece y crece en tu interior, rompiéndote por dentro. No te diré lo que has de hacer. Yo muchas veces he sucumbido a ella. Pero sí te diré que es mejor tirarla lejos o tenerla dominada en un tamaño justo. Porque salimos perdiendo siempre, eso es seguro.

Sonreí al pensar que "sin embargo, a veces era agradable perder si con eso caía el causante de nuestros disgustos". Pero no lo dije en voz alta, se supone que no debía animar a mi hija a buscar venganza, sino calma. Y la venganza no dejaba calma cuando se producía, sino otro vacío que ahora no se llenaba porque ya lo habíamos perdido todo. Suspiré y me acordé.

-- ¡Ah, sí, hablando de... todo un poco! -- No le iba a decir que de "venganza", por supuesto, pero sí, era por venganza, de eso estaba segura. -- Pronto tendremos visita en la "Ojo Loco". Mi prima Ericen va a venir a vernos.

Sí, claro, la prima Ericen... Me hacía gracia mentir a todos, aunque estaba segura que Perenela no tardaría ni un estornudo en reconocerla.

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Escuche desapasionadamente a mi madre, se veía toda regia y sabia con sus palabras pero su olor de naranjas dulces se veía empañado por un ligero toque acido como si hubiera recordado algo que le disgustara, deje que me acariciara el cabello sintiendo algo de consuelo pero nada de alivio para el acido que me carcomía por dentro. Alcé las cejas ante la mención de Ericen y fruncí el ceño:

-¿Y a cuento de que viene Ericen ahora? No me malentiendas, es mas maja que tú, un poco mas divertida o al menos la recuerdo mas divertida cuando era niña pero tiene demasiado tiempo sin venir por la zona para que ahora de buenas a primeras haya avisado que va a venir- me levanté del borde de la tarima y volví hacia la diana de tiro a recoger los cuchillos. Estaba soltándolos uno a uno cuando la pregunta que tenia en la punta de la lengua se me escapó:

-¿Tu también te sentiste así? ¿Con esa rabia infinita y ese deseo irresistible e irrefrenable de cometer un asesinato? Me refiero cuando descubriste el engaño de mi padre - evité mirarla, no porque tuviera miedo de ella o hubiera algo que esconder entre nosotras, yo había hecho las paces con el hecho de que mi padre no era el héroe que yo pensaba que era y que si bien fue un padre amoroso era un cretino de persona y ella ya había hecho las paces con el hecho de que yo lo supiera. Evitaba su mirada solo por el hecho de que no sabría como reaccionar al darme cuenta que ella y yo éramos mas parecidas de lo que pensábamos. Y eso estaba bien pero al mismo tiempo me hacia pensar hasta donde era capaz de llegar si le dejaba la rienda suelta a mis emociones.

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-- Ericen viene porque tiene que venir. La hice llamar yo y... ¿La recuerdas? -- Mi tono se volvió algo más jocoso y divertido. Hacía mucho tiempo que no recordaba que ella había estado allá para divertir a los niños con su pelo azul y morado.-- No pensé que te acordaras de ella.

Intenté estar seria, puesto que la situación lo merecía, pero me parecía tan divertido que se acordara de Ericen y que no supiera la verdad...

-- Oye... ¿Cómo qué es más maja que yo? -- intenté que sonara a enfado pero tampoco lo conseguí. Así que intenté centrarme en ella, en sentir empatía con lo que ella sentía y, así, ayudarla en su estado de ánimo. -- Pues sí, lo he sentido. No me considero mala persona, pero sí que me he dejado llevar por los sentimientos. Alguna vez he cedido a la rabia y a la venganza. No es aconsejable, cielo, aunque reconozco que esa lección la has de aprender por ti misma.

Me sentí algo hipócrita, sobre todo cuando mencionó a su padre. Ciertamente, lo había matado y en aquella decisión había tenido mucho que ver la rabia y la venganza, pero sobre todo, el dolor. Creo que fue el dolor de un corazón roto lo que me hizo convertirme en asesina.

Entendía por lo que pasaba mi hija y, ante esto, la sinceridad es lo mejor.

-- Sí, cielo. Me sentí así, con ganas de matar, de usar la violencia con cualquiera que se cruzara, tuviera o no culpa de mi rabia, con ganas de llorar, gritar y matar, todo junto, con ganas de esconderme en un hueco y no salir nunca más y de salir y destrozar todo lo que tuviera por delante. Así me sentía...

Me senté a su lado, con cuidado de que no tocara las cuchillas que sabía bien afiladas.

-- Lo maté, lo sabes, pero no me hizo sentirme mejor. Al revés, me quedé vacía porque ya no tenía contra quien dirigir mi rabia. Y el vacío no sabía cómo rellenarlo con nada. Te diría que el tiempo lo hizo, pero no es cierto, aún siento la misma rabia ahora que hace once años. Si lo tuviera delante, volvería a matarlo de nuevo.

Acaricié su hombro y dirigí la mirada hacia la araña, puesto que  se había olvidado de nosotros y seguí con si barrita de dulces. La contemplaba, pero, en realidad, mi pensamiento se había vuelto hacia el pasado y no veía más que aquel circo atacado y la traición en que nos sumió aquel hombre a quien le debía la vida.

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Asentí hacia lo que me decía mi madre pero tenia realmente esa sensación de desapego y de desconcierto dentro de mi: quería asesinar, quería sacarme esta rabia a golpes, meterme en una pelea en un bar, liarme con alguien. Necesitaba buscar una salida. Así no fuera constructiva para mi, necesitaba buscar una salida pero a diferencia de mi ex marido yo tenia cuatro niños en casa que dependían de mi y a los cuales no quería ni podía darle mal ejemplo. 

-Quiero matarlo, no solo a él sino también a ella, quiero herirlos, abrirlos en canal y dejarlos pudrirse en una estaca en la entrada de la casa, quiero causarles mil heridas. mil cortes pequeños y cubrirlos de sal, dañar cualquier tipo de futuro y de prospecto que quieran construir pero siento que eso es mi ira la que habla y no quiero sentirme así, no quiero que mis hijos me vean así, no quiero hacerle daños a otros solo por mi ira pero no se como sacarla de mi y cada momento me tengo que convencer a mi misma de no ir tras él o tras ellos. 

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  • 1 mes más tarde...

rh3T2A1.pngBebí el whisky del vaso de un tirón y di un golpe en la mesa de la cafetería. Sé que algunos elfos y miembros del Staff me miraron de reojo, algo que no me importó y pedí otro. Estaba irritada y ellos se daban cuenta, por lo mantuvieron el silencio, dejándome beber sola. Además, ya había avisado que esperaba visitas y cada dos minutos preguntaba si ya habían llegado. Mi cabeza volaba entre mil pendientes que tenía que hacer, en las mil sensaciones que sentía en mi interior, en los mil deseos no desahogados que me hacían sentir con ganas de gritar. O peor, con ganas de matar a quien se cruzara por mi camino.

-- ¿Han llegado?

El barman de la cafetería del PARQUE negó con la cabeza y bufé. Menos mal que no había muchos clientes mundanos. A aquella hora de la tarde, solíamos estar, viendo las vistas del lago, los miembros del Circo que habían acabado con los ensayos y preparaciones de la sesión nocturna y tomaban algún tentempié. El Parque de las Lamentaciones solía estar vacío en esta época de frío, pocos vecinos paseaban por él a menos que le gustara las temperaturas gélidas a las que noviembre nos tenía acostumbrados. Menos mal que, allá dentro, la temperatura se mantenía cálida, en unos agradables 22 grados, con lo que nadie tenía prisa por irse al Circo. Excepto por mis quejas.

-- ¿Aún no han llegado @ Lisa Weasley Delacour  y @ Xell Vladimir Potter Black ?

Otra vez me dijeron que no y volví a bufar.

-- ¡Maldita sea!

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Lisa Weasley Delacour

 

- Algunas tenemos pendientes que hacer mujer – Habia llegado en el momento preciso para ver como la fémina de pelo violeta gritaba a sus empleados por nuestra tardía aparición – Ademas, según el memorando que le enviaste a Luca, la reunión es para dentro de cinco minutos. ¿Que dices que te ocurre? - Con la familiaridad que me otorgaban los muchos años de conocerla y las mil y un puteadas que nos habíamos hecho, tanto en persona, como por cartas, me senté a su lado en la mesa y me dedique a observarla. Estaba furica, cansada y un tanto agobiada. Desde nuestra ultima conversación en la mansión Vladimir había cambiado. Su aura, normalmente pura y limpia, estaba en ebullición, en ella se veían filigranas de tonos oscuros, tonos que no me gustaron en lo absoluto. Sabia cuan peligroso podía ser el no controlar las emociones, mas aun con el poder que habitaba dentro de su ser.

Mientras esperaba que la Potter Blue respondiese a mi pregunta, mi vista quedo fija en la belleza que había mas allá del cristal polvoriento de la ventana situada a mi derecha. Luego, seguramente sin permiso, acabaría internándome en aquel lugar y viendo de primera mano que secretos escondía. Poco o nada sabia del establecimiento, simplemente lo esencial; que tenia un circo y que este ofrecía funciones casi cada día. Con un ademan de mi mano, le pedí al camarero un chocolate caliente. Siendo yo un vampiro, el frio no me afectaba, pero aquel brebaje dulce era uno de mis favoritos y ya que invitaba Sagitas, pues tocaba aprovechar – No soy psicóloga, ni pretendo serlo, pero no te aguanto de morros, así que o vas cambiando la cara de amargada que me traes o te la cambio yo, y créeme que mis métodos no te van a gustar – Mi alabardero real, el cual había estado callado en una esquina y casi sin ser visto, sonrió por mi forma de ser tan natural.

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Uno de los pocos lugares en dónde se podía en soledad y uno de mis favoritos era el parque de las lamentaciones de mi tía Sagitas. Hacía mucho tiempo que no lo frecuentaba y sólo lo hacía para evadirme un poco del bullicio del día a día. Aunque sin que ella lo supiera a veces lo usaba para cazar cervatillos pequeños para alimentarme de su sangre y después que, el propio lugar, conseguía "limpiar" en cierta medida hasta no dejar ni un simple rastro. Pero no. En esa ocasión tenía una idea diferente en la cabeza. Me había puesto una ropa un tanto de abrigo.

No es que me hiciese falta pero ya bastante tenía con evitar ciertas miradas por mi condición vampírica, así que, llevaba un jersey fino de lana, unos pantalones vaqueros y unos playeros blancos, aparte de eso, llevaba la capa negra con capucha a los hombros anudada con un broche de plata, con el símbolo de la marca tenebrosa. En uno de mis bolsillos llevaba el morral de moke con muchas de mis pertenencias y aunque podía usar la animagia para llegar hasta ahí, siempre me gustaba dar un pequeño paseo...

Llegué a los límites del parque. El viejo dragón de hierro estaba en su sitio, como siempre y guardé la varita tras la aparición para sobre todo, no despertar sospechas de nadie, tanto animal como de ser humano. Abrí la verja pasé al lugar y la cerré con cuidado. Me desplacé con cierta rapidez y llegué hasta la zona en dónde acampaba el circo y en dónde estaban colocadas las caravanas para los trabajadores de Sagitas, rediles, cafetería y demás. Desde ahí se podía ver tanto el muelle como el río y el lago... Podía aparecer ahí el barco que había comprado en cierta gala pero era mejor esperar... 

Para cuando llegué, Sagitas tenía cara de mala leche y bebía de lo que parecía era alcohol algo sorprendente porque no era muy dada a tomar sobre todo whisky, al ser una bebida bastante fuerte y con ella estaba otra fémina que ya había visto por la mansión Vladimir. Fruncí el ceño. Pensaba encontrarme a mi familiar a solas pero quizás tendría que esperar... Indiqué al barman con el dedo índice la misma bebida que Sagitas y saqué tres galeones para pagar la bebida que dejé en su lugar... 

- Buenas tardes chicas... ¿se puede saber qué os pasa? -pregunté con curiosidad, mirando a ambas mujeres- yo venía a ofrecerte un negocio pero puedo venir más tarde - comenté a la pelivioleta con una sonrisa. Al menos en esa ocasión, no era yo la que estaba de mala leche. 

@ Sagitas Ericen Potter Blue

Editado por Helike R V PB
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Llegaba tarde y sabía que era algo que la tía Sagitas no soportaba, a pesar que ella a menudo también se retrasaba en las citas. Así que salí de la Vladimir a medio arreglar, poniéndome los zapatos planos de color azul oscuro, como el vestido que llevaba puesto, sin mangas , a pesar del frío. Me puse la capa de un tirón y tuve que acomodar el cabello pues la capucha lo pillaba y me tiraba un poco.

Por el camino, me puse los guantes y una bufanda, también azul un poco más claro, para que resaltará como el color de mis ojos. Después, desaparecí rumbo al Circo. Cuando llegué, pude respirar tranquila, pues no llegaba tan tarde. Caminé por el borde de las carpas para no ensuciarse los zapatos nuevos. Abrí la puerta del comedor del Staff. Apenas había nadie y un elfo me miró con cara agria.

- ¿Aún no llegó la tía Sagitas?

Cuando me dijeron que ella estaba en la otra cafetería, la del parque, casi grité de rabia por el error. Salí corriendo y aparecí junto al muelle del lago. El fantasma de la chica rusa y se movía por allá y la saludé, pero no me detuve. A través de la cristalera la vi, sentada en una mesa junto a Lisa. Sonreí al verlas juntas. También estaba Helike. Entré en el local y fui directa a las tres.

- ¡Hola a todas! Casi no llego tarde. ¿De qué hablais? ¿Por qué tanta urgencia?

Esperaba que no fuera grave. Al menos, desde que no era Ministra podía descansar más. O eso esperaba.

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