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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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~Leah Atkins

 

 

Incluso después del pesado silencio, su ceño seguía tan fruncido como cuando escuchó una palabra que no esperaba escuchar. Nadie, ni siquiera sus primos, quienes tenían la misma sangre corriendo en las venas, usaban el título procedente de su ascendencia vampírica. Realeza de un linaje muerto, de una tradición que solo ellos conservaban hasta la fecha y que habían decidido, por lógica, que no era necesario utilizar en los tiempos modernos.

 

El ritmo que Afrodita había aplicado en su tarea musical hacía que su concentración flaqueara, ¿cómo se suponía que mantuviera sus instintos a raya si hacía de algo angelical algo sensual? Apretó la mandíbula cuando el sonido del piano por fin cesó y la miró acercarse sin moverse. No podía entender cómo era ella la madre de Elaena. Una Diosa, una figura humana que solo dejaba a la vista la sombra de lo que era realmente en su mundo real, un ser superior. La madre de su prima, técnicamente... ¿su tía?

 

No sé nada de tu hija, hace meses que no la veo. Tampoco sé nada de su Doppelgänger, Caroline, asumo que están juntas. No sabría decirlo con exactitud.

 

Irguió la espalda un poco más, tratando de mantenerse serena ante su presencia. Desprendía un poder extraño, pero no era capaz de doblegarse. No hasta que la vio aproximarse demasiado y sintió una oleada de estrógeno demasiado perceptible para ignorarla, una sacudida interna la llevó a tragar con toda el disimulo que podía. El cosquilleo en su cuello, procedente del aliento de la rubia al hablar, hizo que regresara a la realidad.

 

Quizás sí, quizás no. Responda lo que responda, estoy segura de que dirás que es lo contrario. ¿Me equivoco?

 

Dio un paso atrás, deseando alejarse por completo de su calor, de su aroma y, sobre todo, dejar de parecer una presa fácil. Ensanchó una sonrisa y se encogió de hombros.

 

No hay diferencia entre la guerra y el amor. Tú decides cuándo empieza y cuando termina, todo se vale —rodeó a la mujer y se detuvo junto al piano, recostándose en él—. Si has venido por Elaena, ¿por qué quieres interrogarme? ¿Te parezco entretenida?

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Una mueca se formó en el rostro de Afrodita cuando escuchó las palabras que pronunció Leah sobre su hija, un ligero sentimiento lleno su corazón. Tenía la ligera esperanza de poder verla, tenían que hablar y además ella debía saber la verdad sobre muchas cosas. Sería en otro momento pensó a la final, así que volvió a recuperar su expresión tranquila.

 

-Una familia separada no es una familia -Comentó la diosa mirando con más cuidado la mansión - El calor de un hogar siempre es reconfortante, hace años vine acá y se sentía todo más... -Intentó buscar la palabra correcta para expresarse sin ofender a la persona que estaba frente suyo, ya sabía que se sentía incomoda con su presencia para no pensar otra cosa.

 

Cuando la joven rubia volvió a hablar respondiéndole la pregunta que le había realizado, sonrió, una sonrisa sincera se formó en sus labios carmesí. No pensó que le daría esa respuesta cuando se había acercado tanto a ella.

 

-No, siempre respondo con sinceridad. -Dijo la rubia mirándola directamente a los ojos -Los mortales y sus encrucijadas me aburren demasiado, por ser directa me he ganado más enemigos que amigos, pero eso no es lo importante, a veces, ¿Crees que la satisfacción más grande mía sera jugar con tú mente? - Anexó, su mirada brilló y mostraba un tono travieso.

 

Observó como se alejada mientras sus labios se abrían para dejar atrás el silencio y responder la pregunta que le hizo. Era una respuesta muy sabia, cualquier otra persona le hubiera respondido de una manera imprecisa y sin lógica.

 

-Ares y tú se llevarían muy bien -Le respondió de regreso.

 

Leah tenía curiosidad, lo veía y lo supo con más precisión con la siguiente pregunta que le realizó. Afrodita pensó un poco la respuesta antes de abrir la boca, no se dio cuenta del tiempo que se la había pasado interrogado a la vampiresa, le entretenía.

 

-Eleana y tú se llevan mal, ¿Por qué? ¿La sangre no es lo suficiente fuerte? -Preguntó de regreso - Sobre lo anterior pregunta, ¿Quieres que me vaya? -Agregó, esta vez Afrodita mostraba una sonrisa, no había malicia ni astucia, solo sonreía con naturalidad.

 

-Me gusta estar aquí de nuevo y eres una compañía agradable, aunque un poco joven para los años que tienes, sin ofender - Habló de nuevo.

Editado por Afrodita.
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~Leah Atkins

 

 

Oh, lo que daría su gemela por estar viviendo un momento así. Su virginidad, incluso. Torció el gesto en una expresión socarrona y se imaginó a sí misma teniendo una conversación agradable con el Dios de la guerra, Ares, por el cual sentía un aprecio extraño, como si fuera el patrón de la mayoría de sus acciones. Afrodita en cambio, seguía envolviendo la charla con preguntas y un aura difícil de ignorar, como si pretendiera cubrirla con un manto de sabiduría que era incapaz de portar. No sabría definir si estaba cómoda, maravillada o un poco turbada.

 

En realidad, nuestra sangre es demasiado fuerte —restó importancia al asunto con un ademán, ¿qué más le daba si eran una familia unida o no? Recordó a Zack y cómo ellos se llevaban bien... demasiado bien en ocasiones—. Arrogancia, altivez, superioridad. Todo junto acaba por provocarnos roces y te aseguro que, estando rodeada de vampiros, aprendí a vivir sin la calidez.

 

Que la Diosa esperara que ella se tratara de un vampiro, como sus primos, era algo que no le sorprendía. Su madre había sido una de los Ivashkov principales y su padre un demonio, razón por la que ella había nacido con la condición de su progenitor y era susceptible a las mordidas de la raza de su madre. Había estado a punto de morir en tantas ocasiones... Recordarlo le provocó un pequeño espasmo, era de las pocas cosas que no era capaz de controlar. El éxtasis superaba su percepción del peligro y se entregaba sin notar que la estaban vaciando.

 

Miró a la rubia después de un momento, había evitado su mirada desde que se había recostado en el piano y solo cuando las dudas empezaron a inundar su mente, se preguntó algo. ¿Podría leer su mente? O, quizás, ¿saber lo que estaba sintiendo? Sintiéndose irremediablemente desnuda ante ella, meditó sobre las preguntas restantes. Solía tomarse su tiempo para dar con las respuestas apropiadas, como si se tratara de alguna profecía que debía interpretar. Finalmente, negó con la cabeza.

 

No quiero que te vayas. Para ser una Diosa, resultas más agradable de lo que cuentan las historias. Sin ofender —sonrió—. Dejé de envejecer a los veinticinco, eso no me hace precisamente joven, no después de tantas décadas. Pero si hablamos de edad, me parece que no es prudente comentar sobre tus eones.

 

Habían estado hablando de sinceridad, ¿por qué ocultar la suya?

 

Solo tengo una última duda y prometo apagar mi curiosidad —la observó fijamente durante un minuto que pareció demasiado largo en todo aspecto, perdiéndose en sus ojos hasta que por fin halló la forma adecuada de decirlo—. ¿Qué hiciste la última vez que viniste a este castillo? Si había un ambiente cálido y familiar, no se trataba de nosotros, sino de nuestros padres.

 

Joven y todo lo que quisiera, Leah Atkins no era menos de lo que mostraba. Había unido los hilos en silencio y sin detener la conversación en ningún punto, sin perder la concentración o demostrar lo que estaba pensando a escondidas. Y ahora, de brazos cruzados y firme en su posición, era evidente que estaba esperando la respuesta indicada. Enarcó una ceja y adquirió las cualidades de una estatua viviente, solo movía el torso cuando su esternón subía y bajaba gracias a las lentas inhalaciones.

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La diversión que sentía Afrodita en ese momento era grande y satisfactoria, sabía que Leah estaba pensado que reacciones o que sentía en ese momento. Cualquier persona podría haber causado un enorme aburrimiento a ella misma, pero esa chica tenía algo que causaba que la conversación no se volviera aburrida y mantuviera la postura, sin intenciones de irse aún a pensar que no se cumpliera el objetivo por el cual fue al castillo.

 

-Me recuerdas a mi familia con respetos a algunos aspectos mencionados -Respondió divertida, un trueno sonó de repente muy cerca del castillo causado una carcajada en la diosa - Sin embargo, los vampiros y demonios no dependen de solo su naturaleza cruel, son muy protectores entre ellos, nadie entra, nadie sale; es un lema muy conocido en su entorno - Agregó, mirando hacia la ventana donde se formaba una tormenta, la luna ya no brillaba ni las estrellas que la rodeaban.

 

Zeus no estaba alegre de que bajará, lo sabía y quería dejárselo en claro. No debería estar de buen humor su sobrino, pero le tenía sin cuidado en ese momento, no estaba rompiendo ninguna norma como la vez anterior y sinceramente el mundo mortal como tal siempre la entretenía lo suficiente, aunque significará una distracción para sus deberes.

 

La voz de Leah la sacó de sus pensamientos, mirándola directamente mientras escuchado su respuesta. Interesante, pensó mientras las palabras fluían de aquellos labios llamativos; definitivamente esa chica tenía algo que levantaba su interés y no sabía qué, tal vez por eso seguía ahí estudiándola.

 

-Muchas historias son ciertas, pero otras siempre terminan desviándose de la verdad, tantas versiones de una misma historia siempre es indició de muchas mentiras en una sola verdad - Dijo la diosa con simplicidad - Además, hablando de edades, recuerda que la edad es relativa, todo depende de la mente de la persona, por eso pienso siempre que Athena es la mayor de la familia, ¿Cómo te consideras tú con todo lo que has vivido? ¿Joven, adulta, vieja?-Agregó con una sonrisa mientras preguntaba.

 

-Tú curiosidad no se apagará -Respondió antes que le preguntará, sabiendo de antemano más o menos la pregunta que se formaría en aquella mente y preguntándose si quería una respuesta precisa. -Se encenderá más bien - Anexó, luego fluyeron las palabras de Leah y en su mente llegó una ola de recuerdos agradables y desagradables.

 

-Me acosté con tú tío justo donde andas sentada -Respondió con un tono sugerente - También tuve una ligera conversación con los miembros principales de la familia, ¿Segura que quieres saber más? -Le pregunta.

 

La mirada de Afrodita cambio, la calidez que adornaba sus ojos fue abandonada por un frío celeste. Se comenzó a mover, acercándose al piano y miro directamente a Leah, desnudándola con la mirada y no solo de manera superficial, su alma oscura estaba ahí ante sus ojos teniendo una batalla persona.

 

-¿Quieres saber porqué tuve relaciones con un mortal? ¿Quieres saber por qué Eleana existe? ¿Quieres saber porque tú tío no siguió su vida? y no menos importante ... ¿Qué pasó con tu familia? - Todas las preguntas salieron de los labios de Afrodita como un susurro muy cerca del oído de Leah mientras su mano derecha subía por su cuerpo hasta agarrar su mentón y moverlo hasta que quedará mirándola directamente, así no podría esquivarla.

 

-¿Quieres continuar con esto? -Preguntó la diosa.

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~Leah Atkins

 

 

El ambiente cambió de pronto y se sintió pequeña de forma inevitable. Tanto Afrodita como Zeus podrían calcinarla si les daba la gana, cosa que no podría evitar a menos que huyera en ese preciso instante. Pero no tenía miedo, más bien, estaba esperando a que se calmaran las aguas para proseguir con su charla. Claro, que cuando se imaginó a la Diosa estando con su tío sobre un piano, haciendo a Elaena, no pudo ocultar la cara de desagrado. Era demasiada información, incluso para alguien que estaba tan acostumbrada al sexo que formaba parte de ella.

 

Afrodita se acercaba y tenía de nuevo la extraña sensación de estar rodeada por un aura incontrolable. Poder, sensaciones, incluso un poco de sensualidad. Todo junto tornaba a su mente en un remolino inconcluso de hipótesis sin final. ¿Por qué se había acostado con un mortal? Seguramente porque le había parecido atractivo. ¿Por qué existía Elaena? Porque había hecho algo mal en otra vida y era la forma de los olímpicos de castigar a la Atkins. ¿Por qué su tío no había seguido con su vida? Porque había muerto... Entrecerró los ojos y cuando quiso apartar de nuevo la mirada de la perfecta visión de la mujer ante sus ojos, su barbilla quedó atrapada en una mano llena de una calidez embriagante.

 

Ya has respondido a la pregunta y sin embargo, sigues sacando cosas a colación que yo no he puesto en duda —se maldijo internamente por haber bajado el tono de voz hasta convertirlo en un susurro y se obligó a olvidar que estaba excesivamente cerca de ella, se empeñó en luchar con su cuerpo y sus ganas de caer ante el poder del amor que emanaba la fémina—. Sabes algo que yo no, eso es evidente.

 

Incluso más rápido de lo que se proponía, alzó el brazo hasta que sus dedos encontraron la suave piel de la Diosa y apartó con un movimiento ligero la mano de su barbilla, dejándola ir tan pronto estuvo libe de su agarre. Podía sentir cada falange en su rostro, como si se hubiera hundido en tinta dentro de su tez pálida. Pero no se apartó, a pesar de estar encerrada entre un piano y la mujer más poderosa que posiblemente tuviera frente a sus ojos jamás. El calor interior de la rubia creció hasta que brotó de sus poros con un oleaje que no percibía, un indicio de que el enojo empezaba a aumentar en cantidad mientras pensaba en su madre.

 

Tú decidiste acostarte con un mortal y ellos murieron después, ¿qué es lo que quieres que continúe? ¿Acaso quieres decirme algo? —cuadró los hombros hasta que quedó a la misma altura que Afrodita y frunció el ceño—. Cuando estuviste aquí, fue la última vez que los viste con vida, la última vez que los viste en familia. Es eso lo que viniste a hablar con Elaena.

 

Todas eran afirmaciones, aunque sabía que podría estarse equivocando, pero no le daría la razón, antes se cortaría una mano.

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Sabía que la estaba llevando al límite, una pregunta que le hizo generó más incógnitas en la cabeza de Leah y aunque ella misma sacaba conclusiones de las cuales muchas las dijo en voz alta, podría sentir la duda, porque ella misma sabia que suponer no era lo mismo que saber. De igual forma intentó alejarse de Afrodita, pero era casi imposible cuando ella prácticamente dejaba salir así sea una pequeña parte de su esencia, era inevitable sentir el poder.

 

-Eleana y yo tenemos muchas cosas que hablar, pero creo que su padre esta en la parte final de la lista, me interesa ella, no su familia o sus antecedentes -Comentó Afrodita, era sorprendente como podía mantenerse calmada mientras la persona que estaba frente a ella se encontraba definitivamente agitada, como si estuviera viviendo un maratón. Las expresiones en el rostro de Leah tampoco ayudaban mucho a su apariencia en ese momento, mientras la diosa la miraba de manera calculadora, pensado que otro maremoto de acusaciones podrían salir de aquellos labios.

 

Otra ola de recuerdos vinieron a la mente de la rubia, recordar podría ser tan doloroso en algunas situaciones que ella misma se sentía agobiada con sus memorias. Tantos siglos atrás y era como si todo hubiera sido ayer, no era precisamente un pasado lejano sino un destino doloroso lo que sucedió tiempo atrás, una de las personas perjudicadas estaba frente a ella y hasta la misma Afrodita salió gravemente herida, cosa que nunca perdonó a los patriarcas originales de la familia Ivashkov.

 

No sabía realmente si debía regalar tranquilidad o tormenta a Leah, definitivamente ella no era culpable de lo que pasó hace tiempo atrás, pero era un cabo suelto como algunos miembros de la familia que aún la mantenían en pie. Sin embargo, creía correcto decirle algo que podría darle tranquilidad a su corazón en cierta medida, a la final su debilidad siempre sería lo que ella misma presentaba y lo que los demás proyectaban al mismo sentimiento.

 

-Podrías morir en este preciso momento -Le respondió Afrodita calmaba, sin ningún tipo de alteración aunque por dentro vivía una tormenta - Podría dejar nada de tí y sin embargo tú bonita boquita habla y habla sin medir las palabras que salen, ten cuidado porque eso podría tú perdición en esta agradable reunión- Recalco seria.

 

Afrodita se movió, dio un paso atrás y comenzó a caminar por la sala meditado hasta que decidió que era lo correcto, así que se detuvo y se sentó a un lado de Leah. Las siguientes palabras que salieron de su boca serían una revelación, una que ignoraba cada miembro de la familia.

 

-No están muertos, ninguno - Afirmó, sin mirar el rostro de la bruja que estaba a su lado -Por mucho daño que me hizo André, no pude matar a alguien que amaba, seguirá siendo mi amor y el padre de mi hija a pensar de que quiso aprovecharse de mis poderes, yo quedé maldita pero el quedo doblemente maldito y está familia no fue la excepción a la maldición - Le dijo, no necesitaba ver a la mujer que estaba a su lado para saber que se encontraría en un estado de shock, era una gran revelación la que había hecho a la final.

 

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~Leah Atkins

 

 

Apretó la mandíbula con tanta fuerza, que en la tersa piel de su garganta se dibujó una línea larga perteneciente a una vena. A diferencia de los humanos, no era la típica chica que enrojecía y bajaba la cabeza, era una mujer de una raza que superaba los instintos aplacados de los mortales. Solo que no era idi***. Si volvía a pasarse de la raya, podían hacerla polvo, ya había sido advertida y no tenía que recibir una segunda amenaza para que mantuviera la compostura. Se burlaba de sus poderes, sabiendo que los superaba, pero no hizo nada para hacerla pagar por su atrevimiento, era una Diosa.

 

Cuando se alejó, sintió que toda la necesidad de tocarla se deshacía y lo agradeció. Aún sentía el cosquilleo sobre su dermis, ahí en esos puntos donde antes sus pieles se habían encontrado. En la barbilla, en los dedos. Movió éstos como si quisiera desprenderse de un poco de sal pegada a los dedos y movió la cabeza de lado a lado, haciendo que el cuello crujiera ante la intensidad de su mal humor. Cuando soltó el agarre de sus dientes, Afrodita había vuelto y tuvo que hacer un esfuerzo monumental por no mirarla, el odio que empezaba a sentir por ella mantenía su deseo a raya.

 

Solo que todo se apagó cuando escuchó lo que decía. En cortocircuito, su cerebro empezó a lanzar flashes de todo lo que creía conocer hasta el momento. La desaparición de sus progenitores, los de ella y los de sus primos, la forma en la que habían asumido que estaban muertos, su aceptación ante el golpe inminente de que su madre había muerto hacía años. ¿Estaban vivos? Con los ojos completamente fijos en los azulejos del suelo, parecía a punto de sufrir un colapso, su temperatura había bajado hasta hacer que temblara con ligereza.

 

Tú... tú sabes dónde están, ¿verdad?

 

Se movió un poco alejándose de ella a medida que comprendía un poco más de lo que recientemente torturaba su cabeza.

 

Es maldición de la que hablas, tú la lanzaste sobre ellos, sobre nosotros —se resistió a sacar la varita y cuando quiso usar sus dedos para sostenerse de algo, notó que ya estaban enterrados en la madera del piano y que empezaba a dejar una hendidura en cada zona donde sus yemas estaban plantadas—. ¡Fue cosa tuya!

 

No podía atacar a una Diosa, ¿o sí? Nunca había sentido verdadero amor por nadie, pero sentía una inclinación anormal para proteger a su madre, proteger su memoria. No está muerta, no está muerta. ¿Dónde estaba entonces? La garganta escocía dentro de las paredes, impedía que profiriera más sonidos que un jadeo lleno de cólera y estaba al borde de un abismo del que no podría salir una vez que se arrojara. Tenía que salir de ahí. Tenía que hacerlo cuanto antes. Se separó del piano y empezó a andar en círculos alrededor de ella, acechándola, sin poder alejarse del todo de la única persona que le había dado respuestas coherentes a preguntas vacías.

 

Dime dónde están —inhaló y exhaló con fuerza—, por favor.

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La desesperación era poco cuando vio el rostro de Leah, una combinación de sentimientos pasaban por su rostro, controlar la ira era un proceso difícil y ella sinceramente decidió mantenerse callada mientras veía las diferentes reacciones. Sabía que no debía regresar, pero ahí estaba viendo como el mundo de una demonio se hacía añicos por una ilusión de alguna idea mal plasmada.

 

La pregunta que le hizo después fue más una afirmación que una pregunta como tal, por un momento Afrodita pensó muy bien la respuesta que iba a dar, igual de todas formas sabía que nada calmaría a la rubia, por un momento pensó el levantarse y desaparecer, borrar la memoria de la joven sería lo indicado, pero a la vez injusto, así que tomó la decisión de quedarse y ver hasta donde llegaba todo el intercambio de palabras.

 

-Si, se exactamente donde están.- Respondió, levantando la ceja cuando vio como comenzaba a desesperarse y alterarse - Baja la voz o me iré en el mejor de los casos -Le dijo, omitiendo que sería lo peor que le podría pasar si no se calmaba, no quería enojarse o podría pasar cosas muy feas, pero las acusaciones ya comenzaban a enojarla.

 

-Sobre ellos, no ustedes -Le contentó, sin saber exactamente que buscaba Leah realmente, cuando se abre la caja de pandora, nada bueno podría suceder - La maldición se la buscaron, hicieron algo prohibido que no solo le perjudico a ellos sino a mí .-Anexó, recordado los eventos sucedidos en el pasado.

 

-Mira, la única respuesta que no te puedo dar en aquella que tanto anhelas, no puedo decirte donde están, ellos pagan las consecuencias de sus actos, tú tío André era demasiado ambicioso y eso le costo caro a él y su familia .-Las palabras salía de la boca de Afrodita en un tono suave, algo que debía admitir la joven era que estaba siendo sincera.

 

-André probó sangre de mí, no creo que deba decirte cuales son las consecuencias ¿no? Debes imaginártelas, no conforme a eso también le dio a probar a sus hermanos -

 

La expresión de Afrodita cambio radicalmente, se notaba su enojo, su furia, su frustración y su propio dolor ante el engaño. Zeus la castigo sin misericordia por haber permitido que algo así sucediera, antes que perdiera sus poderes completamente y la memoria, se aseguro de que las cosas no se volvieran más graves de lo que ya estaban. Sin embargo, sabía que la persona que estaba ahí junto a ella en esa sala no entendería nada de lo que le dijera,

 

-Ustedes están protegidos, no tienen culpa de lo que paso y es un alivio que no los involucraran -Expresó la diosa, mirado las gotas de lluvia que caían afuera .-André fue una persona particularmente ambiciosa que no veía el límite de sus acciones - Aclaró. No sabía que reacción tendría Leah, ojala viera luz entre tanta neblina. Pensó en Eleana y la manera como no aceptó reconocerla ni criarla, negado su existencia en este mundo, la única cosa que Afrodita podría agradecerle en que la hubiera salvado de la muerte, porque si su hija moría, ella moría con ella del dolor por su perdida.

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~Leah Atkins

 

 

—Yo... yo solo quiero ver a mi madre.

 

Por primera vez en su vida, sintió que los años con los que cargaba eran relativos. Como una infante, había revelado uno de sus sueños más grandes y más clandestinos, había dejado en evidencia la única debilidad por la que nunca se había permitido sufrir. Nadeshka Ivashkov había sido una completa desconocida hasta el invierno pasado y ahora estaba ahí, frente a una de las doce olímpicas, a punto de suplicar que le permitiera verla. Sentía un desprecio infinito hacia Derek, su padre, por haber impedido que la conociera, por haberla apartado de ella, pero nunca había sentido una inclinación tan grande a perder la dignidad como en ese momento.

 

Apartó la mirada de Afrodita, no podía lidiar con el tema. Sus ojos escocían levemente y era consciente de que un poco más y habría llorado. Maldita sea, era como una simple niña que nunca había pasado por la Marca Tenebrosa. El tatuaje ardió en su brazo con la cólera que ella había sentido antes y se limitó a tragarse las ganas que tenía de ver a su madre. De igual forma, ¿que podría decirle? ¿Hola? Pensar en ello hizo mella en la debilidad nuevamente y, gracias a Merlín, logró apagarla antes de hablar.

 

Si mí tío... —suspiró—. Si André bebió icor, tú icor, ¿por qué tuvieron que pagar sus hermanos? Leí el diario de mi madre, sé cómo era él. Elaena también lo leyó y tuvo la amabilidad de culpar a Nadeshka por sus errores. Pero me intriga ese pequeño detalle, ¿por qué pagaron todos?

 

Aún quería ir contra ella y ahorcarla, obligarla a hablar, pero su fuerza de voluntad la llevó no solo a bajar la voz, sino a mostrar un poco de tranquilidad ante la fuerte situación. La lluvia arreciaba en el exterior y por un instante, pensó que el cielo lloraba por ella. Desorganizó su cabello con un movimiento rápido de su mano y los destellos dorados se perdieron después de un instante, no tenía intención de parecer hermosa en ese momento.

 

Es sangre de nuestra sangre —cerró los ojos y la dureza de su rostro volvió, cuando volvió a mirar a Afrodita, tenía los sentimientos oscuros de la Mago Oscuro que era—. Y la sangre con sangre se paga. ¿Qué tengo que hacer para que me reveles su ubicación?

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Una mirada compasiva se asomó por el rostro pálido de Afrodita, ver a esa chica anhelado a su madre, siento un dolor agudo en su pecho recordado que ella le causó el mismo sentimiento a su pequeña a la hora de desaparecer de su vida y ya actualmente sabía que era demasiado tarde. Una parte de ella la quiso ayudar, reunirse con su madre, pero desecho la idea inmediatamente, hizo lo que pudo con esa generación joven y aunque sabía que la iban a odiar, no podría cambiar el destino.

 

Las siguientes palabras que salieron de Leah fue como un recuerdo de la realidad, alejado la expresión que poseía y volviéndose en unos segundos en una mujer inexpresiva. La miro, la detalló, sus ojos fríos como el hielo se mantuvieron fijos en ella mientras pensaba de muchas maneras como dar esa respuesta.

 

-Tú ya sabes la respuesta Leah, eres una chica inteligente, estoy segura y afirmó que en este momento ya debes saber que sucedió, solo tienes que abrir la mente y tendrás la respuesta que desea - La voz de Afrodita sonó como un susurro distante pero claro.

 

Las palabras que salieron de la boca de la joven la sorprendieron, aunque mantenía más la calma que hace unos minutos atrás, se notaba que quería una acción de parte de la diosa, una que la favoreciera de manera positiva y que trajera una luz en su vida, porque por mucha oscuridad que almacenara en su corazón, ella era una persona que poseía un poco de humanidad, poca pero lo que la podría mantener cuerda, aunque ni ella misma supiera.

 

-¿Estas segura que puedes pagar un precio tan elevado? -Preguntó con curiosidad pero manteniendo matiz sereno -El precio es demasiado alto y sinceramente no quiero que lo pagues, no me gustaría que perdieras... -

 

Las palabras de Afrodita se detuvieron de repente sin terminar de completar la oración, decidida a callar, prefirió acercarse y agarrar la mano de Leah, un brillo salio de la palma de su mano y se proyecto la energía a la mortífaga que estaba frente a ella.

 

-No te haré daño-Fue lo que dijo la rubia en ese momento mientras le trasmitía un poco de amor que sentía hacía su hija -¿Este calor es lo que quieres?- Le preguntó.

 

 

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