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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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En mitad de la nada me sentía libre, solo con la naturaleza de testigo. Estaba cansada, pero no era un agotamiento normal. Notaba como poco a poco la pesadez de las neuronas se extendía por toda mi anatomía. Sentada bajo un roble, con el oído pegado en su áspero tronco, rogaba por un poco de calma. No habia ni cerrado los ojos, cuando un patronus en forma de un lobo se posiciono frente a mí.


Era un llamado y no iba a fallar a mi bando. Haría honor a la promesa que en su día habia hecho. Pase la varita, aquella arma de madera que llevaba conmigo más de diez años y conjure una barrea de luz que impedía al resto del mundo reconocer mis facciones. No podía, ni por asomo, poner en riesgo la salud y el bienestar de los míos. Tal cual estaba; con una túnica negra, desaparecí en dirección a Ottery.


Dos segundos después hice acto de presencia a veinte metros de la verja que diferenciaba los terrenos donde la casa de madera estaba a las callejuelas de la comunidad. Ingrese al verde césped y toque aquellas tablas de madera mal puesta, logrando asi mi pase a Transilvania. Estaba a unos cinco minutos, tras el muro, del castillo Ivashkov. Rumanía era mi casa y la iba a defender con ahincó.

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Saludó con un gesto de cabeza a sus compañeros y señaló con su varita e imponente castillo, no tenía intenciones de decir una sola palabra, más la situación lo ameritaba, por lo que dándole la espalda a su objetivo, —Entramos, buscamos relevancia y salimos— su voz sonó clara y firme, más sus palabras fueron en tono de orden, no pretendía que nadie muriese bajo su mandato, que ella lo hiciera era tema aparte. Cinco minutos después, caminando por aquel sendero de piedra, llegó ante la arcada principal del Castillo Ivashkov. Contempló una enorme fuente, de un bello material, alzó su varita, la cual portaba en su mano derecha y apuntó en esa dirección, a no más de un par de metros de donde estaba. Humedeció sus labios antes de separarlos, aclaró su garganta y musitó

 

—Morphos— La fuente vibró por un instante y se trasformó en un esponjoso Diricawl, la pelirroja lo miró con ternura, casi y corría a abrazarlo, más se limitó a darle una orden, “Te quedas cerca de mí. Te ofuscas de ser necesario”, sabía que no la cumpliría, dicho animal se desaparecería explotando y soltando plumas de asustarse, pero le serviría más adelante.

 

—Corpus Patronus— Agregó a continuación, una elegante floritura le permitió realizar dicho hechizo. Una vez más, un enjambre de finos hilos plateados fue conformando una silueta hasta dejar parado frente a ella a un magistral Augurey. El animal batió sus alas y se mantuvo cerca de su creadora, sobrevolando a un metro de distancia, debía defenderla.

 

Caminando con cautela se acercó a la puerta, la abrió de un manotazo e indicó a Lisa que fuese hacia la izquierda, donde la escalera disponía entrada al primer piso, donde la habitación de los Patriarcas seguramente se encontraban, y ella iría hacia la derecha, donde estaban los salones de fiesta y eventos importantes. La información que le había llegado, sobre la pertenencia de Leah Atkins a aquella familia, le hacía sospechar sobre las lealtades de las mismas, y por sobre todas las cosas, le profería un profundo odio a pesar de no tener relación con los Ivashkov.

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Los terrenos de la Ivashkov estaban bien cuidados. Sentía la oscuridad reinante a mí alrededor. Como habia hecho antes con el traslador, ingrese a los terrenos, estos ya de verdad y me situé en medio de los jardines delanteros, teniendo una visión periférica del paraje que tan bien conocida, pues como reina de aquellas tierras tenía que poseer un conocimiento extraordinario sobre ellas.


- Corpus patronus – Me enorgullecí de poder conjurar aquel hechizo. Mucho más cuando vi como hilos plateados daban forma a un patronus, que al momento se hizo corpóreo. Un lobo albino de aspecto temible y fiero se situó ante mi persona. Tenía una mirada azul cielo, con tintes de nobleza. Garras fuertes y colmillos afilados. Obedecería cualquier orden que le diese, pero su única misión, por el momento, era cuidarme y asegurarse de que ningún hechizo rival llegase hasta mi cuerpo. Siempre habia tenido conexión con aquellos animales, quizás por eso, en el fondo, me llevaba tan bien con la Macnair


La misión de la que haríamos gala en aquella ocasión sería la de siempre; cateo. Buscaríamos algo en concreto que los hiciese pensarse muy mucho el enfrentarse a la orden. Notaba tenso el ambiente, aunque bien podía ser yo y mis ganas de combatir para destensar los músculos agarrotados por culpa del arduo trabajo en el ministerio y el cuartel. Asentí ante las indicaciones de la bruja y tras traspasar el umbral, tome el camino de la izquierda en busca de algo que me llamase la atención.

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El diricawl le siguió algo alejado cuando ingresó en la silenciosa recepción, sus zapatos de tacón resonaban en el mármol del suelo, la elegancia la envolvió, de no estar allí para sitiar el lugar, se habría detenido a tomar fotos u hacer una reseña para El Profeta, ciertamente la exquisites y el buen gusto estaban plasmados en cada rincón, pero eso no los dejaba exentos de sus fechorías, si realmente Leah pertenecía a esa familia como sus informantes le habían sabido decir, los Ivashkov apoyaban a La Marca Tenebrosa, y era la excusa perfecta para hacer lo que estaban haciendo. Con paso firme, guiada por su Augurey llegó hasta un enorme salón, el suelo estaba lustrado y todo era tan prolijo que estuvo segura, allí se podría celebrar un casamiento, cosa que le puso la piel de gallina, ella no estaba lista para eso, ¿Quién lo estaría?, además, el indicado nunca llegaba, o se moría, pensó de forma chistosa.

 

—Bien, vamos a dejarle un mensajito a la princesa— Musitó sonriendo, y con una floritura al aire, con magia antigua, trazó un perfecto dibujo con fuego, nada se quemaría, pero el fénix ardería hasta que los Patriarcas llegasen.

 

Acto seguido, giró sobre sus talones para salir de allí, bordear la escalera, y tras de ésta, encontrar la cocina. El estómago le rugió, que más daba, podría tomarse un té en lo que Lisa regresaba, seguramente arriba había muchas habitaciones, así que puso agua a calentar, buscó una taza de porcelana, hierbas de té y dispuso todo sobre la mesada, abriendo la heladera, buscando algo que comer, y para su sorpresa, dando con un extraño objeto, ¿Qué sería?, no veía uno de esos desde que Balerion era un bebé.

 

—Buscala— ordenó a su Augurey, quién batió sus alas y fue en busca de Lisa

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Mientras buscaba evidencias, prendas usadas, libros de magia negra, pociones u objetos mágicos, me limite a pensar una estrategia por si las cosas comenzaban a ponerse feas, que después de la semana que llevaba, estaba segura que todo podía llegar a suceder. La suerte no estaba de mi lado, en cambio el poder, la justicia y el bien sí. Tres grandes cosas que harían de mi victoria algo memorable.


Un Limitate de primera seria cuanto menos efectivo. Aquel conjuro se está convirtiendo, poco a poco, en uno de mis favoritos. Tras eso probablemente conjuraría un Morphos. Las viudas negras, arañas con venenos mortales, me fascinaban a la hora de atacar. Mei siempre me decía que tenía pasión por las criaturas más peligrosas y mortales del reino animal y en realidad era cierto, Poseía una simbiosis ancestral regalada por la misma Gaia, madre creadora de la Tierra y sus bestias.


No me preocupaba alejarme de la ahora Knight, pues podía encontrar y ver su estado con tan solo pensar en ella. Habíamos entrado en un ámbito de trabajo cómodo y clásico. Nos entendíamos a la hora de las batallas. Llegue hasta el pasillo de lo que parecía ser los dormitorios de los patriarcas y con la calma que regentaba mi alma por saber que estaba haciendo algo bueno, abrí la puerta del primero y entre.


El olor a sangre que me recibió, me sorprendió de tal manera que mis instintos propios de vampiro, salieron a relucir. Mis colmillos aparecieron, los ojos se tornaron rojos y la nariz comenzó a buscar aquel hedor. El camino me llevaba nuevamente a los jardines y sin preámbulos, salte por la ventana en busca del animal herido, que por el poder de su líquido vital era uno poderoso y realmente puro.


El bosque cercano a la casa era un refugio para vete tú a saber qué cantidad de cosas siniestras que aquellos seres maléficos ocultaban. Aun asi y con la capacidad intuitiva que me caracterizaba, avance hasta dar con lo que quería; un unicornio desangrado y mutilado a doscientos metros de mi posición. Lance un suspiro. No lograba comprender como alguien era capaz de dañar asi a alguien o algo como aquello. Avise a la Macnair, aquello era prueba suficiente.


- Voy - Acepte encontrarme con la Lockhar nuevamente, para informarle de lo que había visto.

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Tomó el huevo, claramente helado y apagó el agua, con el codo rompió la taza sin intención, ésta cayó al suelo y se hizo mil pedazos. Arya se alzó de hombros, nada podía hacer, y al menos de esa manera, los patriarcas sabrían que La Orden del Fénix había estado allí. Sumado a eso, su fénix no dejaba de arder en el gran salón, donde ninguna fiesta podría ser dada, pues éste batía sus alas iluminando cada rincón, porque así era la ley de la vida, la luz siempre prevalecería por sobre la oscuridad, La Orden del Fénix siempre prevalecería por sobre La Marca Tenebrosa, no importaba los tiempos futuros o pasados, el presente, el ahora, ella era un miembro más de la larga lista que se encargaría día tras día de mantener al Bando de a luz dominando cada rincón, protegiendo a los inocentes, velando por ellos, y teniendo la oscuridad a raya.

 

—No podrás creer lo que encontré— le dijo a su compañera la verla llegar, su Diricawl explotó ante sus ojos, un bello animal que llegaba a su hora final, entonces, la fuente volvía a estar hermosa y magnifica fuera, en el jardín principal de aquellas enormes hectáreas que conformaban los terrenos Ivashkov. Macnair tomó el brazo de su compañera, cosa extraña y le indicó que era hora de marchar, no existía persona en el mundo que la comprendiera a la hora de batallar como Lisa, por lo que no tuvo que seguir sosteniéndola. Cerró la puerta y el aire nocturno le acarició las mejillas, en el brillante pomo de ésta dejó colgando un llamativo collar de final plata con un anillo de amatista, Leah sabría qué era y lo que significaba. Cinco minutos después, volvían a estar ambas frente a la verja, la tocaron y aparecieron en Ottery por segunda vez en la noche.

 

—Ya sabes a donde hay que ir, te veo allí— Avisó, más aferrada al hombro de Lisa, giró sobre sus talones, desapareciendo junto con ella, la dejaría justo frente al cuartel y ella correría a casa, debía asegurarse de que su hija estuviera bien antes de regresar.

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Tras su escueto saludo, nada propio para los años de amistad que tenían, lo siguió por un pasillo y dejo que la condujera a un salón. Quizás ese salón era el más apropiado para hablar, era totalmente seguro y nadie los interrumpiría, por lo que permaneció de pie, observando cautelosamente cada uno de los movimientos de su interlocutor, hasta que su vista se clavó en un par de copas de whisky; necesitaba alcohol en sus venas.


—Entonces, ¿dónde se supone que encajo Zack? —soltó sin siquiera pensarlo cuando escuchó sus palabras— Pensé que tu mejor que nadie me entendería. —completo con voz cansina.

Sabía que al menos debía intentar explicar sus razones al vampiro, pero jamás había intentado poner en palabras sus argumentos, así que se sería más complicado de lo que pesaba. Acortó la distancia que la separaba de la mesa con las copas y tomó la primera con un movimiento rápido, dejando que el calor del líquido ámbar llenará sus sentidos. Algo en su interior se tranquilizó sin siquiera darse cuenta... se sentía un poco mareada, ¿qué tenían realmente esas copas?

—Estoy esperando tu respuesta. —sentenció con una voz suave. Ese tono de voz solo empleaba en momentos especiales, por llamarlos de algún modo.

Sin controlar del todo sus acciones se acerco a él, y lo tomó por los hombros, para después empujarlo y dejarlo caer sobre un sofá... le levantó la túnica y observó las desnudas piernas del Haughon. ¿Qué estaba haciendo? Realmente no lo sabía, pero no podía, parar por lo que aprovecho el desconcierto de su amigo para sacarle su bóxer y soltar una carcajada.

Se alejó de él y los tomó entre sus manos y se tambaleo hasta una silla, en donde esperó unos segundos antes de volver a reír por lo patético de la situación... ¿qué pretendía con sus acciones?, que él entendiera uno de sus puntos. ¿Cómo iba a apoyar a una causa que le quitaba todo lo que realmente le importaba de una manera tan sencilla?

Tomó un poco de aire antes de continuar hablando, intentando concentrarse y evitar volver a soltar la carcajada que tanto le apetecía. Aunque ahora que lo pensaba, robarle su bóxer a su amigo, quizás no había sido lo más prudente, pero ahora nada podía hacer, ya los tenía entre sus manos.

—Tan fácil como te da el poder te lo quita, no le importa todo lo que diste o sacrificaste por lograrlo... así como te quité esto, porque quería —completó con diversión mostrando su bóxer.

 

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Editado por Mia Black Lestrange
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  • 3 semanas más tarde...

~ Juliene Black Lestrange
Uno, dos, pollito inglés



― ¿No es hermosa?

Sus ojos delinearon el paisaje azul que le ofrecí aquel lugar, no había nada mejor para abandonar Londres que aquel lugar, el sur. Había sido un enorme salto entre países, desencantandose por aquella isla... ¿Holandesa? ¿Francesa? No lo recordaba en ese momento, mala racha para quien solía encargarse de entablar relaciones con las distintas naciones del mundo, quizás aquello era una clara muestra de que necesitaba cambiar de ambiente, momentáneamente disfrutaría de sus eternas vacaciones, Carlos seguiría trabajando y haciéndole ganar galeones para lograr el estatus deseado, sonrió.

Estaban en Aruba, sí, esa impresionante y maravillosa isla del Caribe, tan dispuesta para los visitantes, además de que poseía cierto toque elegante, sofisticado, eso dejando a un lado la belleza de mar que presentaba, no habían playas como las contenidas allí, pocos sitios osaban a hacerle competencias, quizás Curazao, como no también Los Roques, pero eso era un caso aparte, el cómo ella estaba tan feliz de la vida bajo la luz solar era un gran misterio, bueno, no había abandonado la sombrilla que la tapaba por completo, pero seguía siendo una proeza digna de una balada. Hundió sus pies en la arena, sopesando la idea de hacer algún castillo, podría intentarlo con el hogar Atkins, tal vez el Ivashkov.

― La isla, Leah, no esa chica en traje de baño... ¿podrías controlarte? ― rodó los ojos al seguir la mirada de la demonio ― Si empezamos con estos asuntos bien puedo culminar este viaje y te dejo hacer, ya se ha visto que nunca se puede negociar con su majestad.

Se incorporó de la arena, meditando sobre que isla desierta podía comprar para perderse por siempre, últimamente vivía de un humor nada usual, pero se asemajaba en demasía a sus primeros días en Londres, inhaló.

― Llévame a un parque de diversiones, quiero ser niña, ¿crees que haya alguno en este sitio? ― sentenció ― Me ha aburrido la playa, demasiada gente.

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~Leah Atkins Ivashkov



Hermosa, sí...

Hermosos eran los dos atributos delanteros que tenía la chica a su lado. Juliene había acaparado por completo la sombrilla que habían tomado para las dos, usándola de fuente de oscuridad para el día soleado en el Caribe y, por supuesto, dejándola fuera de cualquier tipo de protección ante los rayos ultravioleta. Pero siendo una demonio, no había problema alguno en llevar un poco de sol. Y mucho menos cuando la vecina estaba recibiendo un bronceado natural.

Oh, calla. Me he resistido las ganas de acercarme hace más de media hora, deberías darme un premio por no haberla cubierto ya en bronceador —movió la cabeza al mismo ritmo en que la misteriosa mujer se estiraba, arqueando la espalda—. Me gusta mucho este lugar.

 

No era fanática de la arena, a pesar de tener el trasero medio enterrado en el asiento improvisado. Pero la poca ropa que era necesaria allí, era lo mejor. Ella misma había caído en el juego, cubriéndose más de lo que solía con un traje de baño a cuerpo entero que, por alguna razón que su mejor amiga desconocía, tenía suficientes partes libres en el abdomen y el pecho como para despertar el libido de cualquiera. Irrelevante con tanto latino.

La Oniria imaginaria le reclamaba cada tanto por el atrevimiento... y luego se unía a ella, en el constante movimiento de cuello (a lo ventilador) mientras que el escaneo se hacía presente. Claro que, no todo podía ser feliz. Miró a Juliene con resentimiento, dando los últimos tragos al Cuba Libre antes de ponerse de pie, lanzarle un guiño descarado a la vecina y tomar el brazo de la Black Lestrange. Un parque de diversiones..

Lo tenía.

Sea World, San Antonio, Texas. Los Estados Unidos de América. ¿Qué mejor parque de diversiones? Bueno, podía sacar unos cuantos rivales ahora que lo pensaba, pero era un lindo recuerdo de su pasado infantil, de esas pocas veces donde se sintió en familia, así que podían compartirlo. Claro que, por el cambio de horario, el salto de lugar y la idea bien estructurada de la rubia, era de noche y el parque estaba solo. Algo aterrador, pero normal para un par de mortífagas.

¿Feliz? La verdad es que no veo la ciencia, pero estamos solas como pediste. Tienes el gusanito, los carritos chocones y los juegos de disparar agua por allá. Aquí puedes encontrar a la muñeca y este... —la llevó de la mano hasta un puesto de algodón de azúcar—. Puede ser tu lugar más extremo.

 

Rió y aspiró el cálido aire de Texas, aún por la noche se percibía el verano.

Vale, aquí hay de todo. Tú dime qué quieres hacer y te llevo a la atracción; es lo lindo de tener magia.

Editado por Giovanna Atkins

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—Expecto Patronum— Exclamó fuerte y claro, ante sus ojos, un Huargo adulto se materializó translúcido y se perdió en la negrura de la noche en busca de los miembros de La Orden del Fénix. Una prominente tormenta se había desatado en todo Ottery, los árboles se doblegaban por la fuerza de los vientos, el ruido ensordecedor de la lluvia ocupaba todo en las afueras de un cálido hogar. Arya se hallaba empapada de pies a cabeza, oculta bajo una oscura capa color vino tinto y ocultando su nívea piel tras un enterizo completamente negro a juego con unas botas negras también, altas hasta la rodilla, serían las cuatro de la madrugada, era una sombra entre las sombras. Parada frente a una hermosa verja observaba sin importancia aquel sucucho que protegía unos cuantos metros más adentro, ese no era su objetivo principal, sino el sitio al que la verja, un bien oculto traslador, los llevaría.

 

Saludó a los presentes, su fiel compañera estaba allí para acompañarle, su mano derecha, la Comandante de Almas, eran un buen dúo, no lo podía poner en tela de juicio.

 

Un instante más tarde, habiendo tocado la labrada verja, se hallaban en la parte baja de una colina, en Transilvania, Rumania; un sendero ascendente los conduciría hasta el enorme castillo de la Familia Ivashkov, caminata que duraría unos cinco minutos.

 

Diez minutos más tarde se encontraba observando la puerta de entrada, luz en el rostro, varita en mano, cabello suelto y una enorme sonrisa en sus labios.

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