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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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Antes que pudiera hacer nada o decidir algo mas que hacer, escuchó como alguien la nombraba. Para su sorpresa alguien la llamó por su nombre, lo que hizo que se volteara para mirar quien había la había llamado por su nombre y se alegró que la matriarca de la familia, Leah, la recordara. Enseguida dejo sus pertenencias en el suelo junto a sus elfos esperando que llegara un squib a por ellas para que las colocara en su lugar correspondiente

 

-Me alegro mucho de verte Leah, y me agrada volver de nuevo aquí.-dijo sinceramente mientras la miraba a la vez que miraba al otro chico que la acompañaba. - La verdad es que me ausentando bastante tiempo, espero no ausentarme tanto....-comentó mientras volvía su vista a la bruja de nuevo.

 

-¿un intruso por el castillo?-cuestionó avanzando unos pasos hacia el muchacho mientras se cruzaba de brazos-pues claro que me gustaría saber que hacer por aquí-comentó mientras contestaba la pregunta de Leah de compartir aquella anécdota con la matriarca de la familia.

 

No sabía si el chico tenía ni la más remota idea de donde se metía, pero no era nada inteligente meterse en aquella propiedad de transilvania. Podían ser muy encantadores con la gente conocida o de la familia,pero mejor tener cuidado si las intenciones que les llevaban a aquel lugar no era las mejores. Solo esperaría la contestación de este y a ver que decidía hacer la otra Ivaskov.

 

@Guthrie

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El joven Guthrie quien se encontraba por aquellos hermosos jardines maravillado por la belleza de aquel enorme lugar y maravillado de tanta opulencia no pudo notar que junto a el se apareció una dama de rubios cabellos, delgada apariencia y una hermosura deslumbrante, ante aquella eminente presencia no pudo evitar sentirse inapropiado en aquel lugar, aunque algo en su interior deseaba fervientemente no abandonar aquel hermoso lugar, ante las preguntas que aquella mujer le hizo no dudo en responder....

 

"¿Y tu osas preguntarme que hago en tu jardín? tienes cara de ser mas sabia de lo que dices ser, creo que ya sabes mas de mi que yo mismo lo que hago en este lugar..."

 

Sin embargo el joven Guthrie refreno su lengua (algo que no suele hacer con frecuencia) y le dijo:

 

"Perdóname si he sido grosero, mi nombre es Guthrie y vengo desde los Estados Unidos, la verdad he conocido a alguien quien me hablo de su mansión de la historia de su familia y quise verdaderamente conocer este lugar con mis propios ojos y aunque la verdad no se me hizo fácil llegar hasta aquí debo decir que con algo de intuición e inteligencia pude llegar, tampoco es que sea imposible hacerlo"

Continuo diciendo:

 

"La razón por la que me encuentro aquí es por que realmente busco alguien que me ayude a crecer como mago, ¡ser mas fuerte y mas poderoso!, tengo conocimiento de que tu familia es la mas eminente y poderosa familia del mundo mágico y para mi solo quiero lo mejor, así que por eso estoy aquí!"

 

Sin embargo el joven Guhtie no podía evitar sentirse asustado y culpable, aunque la hermosa mujer le invito a pasar a conversar y conocerse el sentía ansiedad y nervios, pues no la conocía, y había aprendido a no confiar en nadie a su corta edad, dadas todas las cosas que le habían pasado... Sin embargo mas podía su curiosidad su ansias de conocimiento y poder lo que lo hizo adentrarse en aquel majestuoso lugar.

 

Era un camino de piedras blancas, brillantes como la luna y ante ellos se apareció, un majestuoso castillo de apariencia imperial, con altas torres y inmensa cantidad de ventanas, no pudo evitar sentirse como en casa, pues la apariencia de aquel majestuoso lugar le hacia recordar a las hermosas mansiones donde se había criado... ante el, hermosas puertas forjadas tal como si fueran de oro se abrieron ante ellos y le permitieron entrar a un salón enorme donde se encontraba una chica con dos elfos domésticos y una pequeña cantidad de maletas....

 

Las dos mujeres intercambiaron palabras y el no hizo mas que esperar en aquel recibidor que aquellas dos mujeres se desocuparan para poder dialogar con ellas sobre sus verdaderas intenciones en aquel lugar y ver que esperaban ellas de el.

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  • 3 semanas más tarde...

Sísifo:

 

 

 

 

Estaba tirado en la cama de Leah, con un pantalón de chandal negro. Insomnia parecía entusiasmada con el piano, aunque por supuesto no tenía ni idea de cómo tocarlo. Aporreaba las teclas buscando sonidos que combinasen, y se ensimismaba intentando escuchar el espectro infinito de armónicos. Físicamente parecían haber cumplido unos diez años, aunque realmente eran mucho más jóvenes. Como no tenía experiencia con niños vampiros, ignoraba hasta qué punto su condición influía en su crecimiento. Baleiro leía junto a mí un libro infantil, concentrado en los dibujos de colores, aquellas palabras enormes que le gustaba deletrear en silencio.

 

Sonreí advirtiendo los pergaminos dispersos por la habitación. Leah empezaba a parecerse un poco a nosotros. Se encontraba sentada en una silla negra, regia, leyendo un informe del Ministerio con el ceño fruncido. Estaba tan bella cuando reflexionaba sobre algo, con esa expresión de impasibilidad, los labios apretados.

 

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-Ahí -alzó la mirada-, vuelve a tocar eso.

Sonrió cuando Insomnia le hizo caso. Entre todas las notas sin sentido que estaba expandiendo por la habitación, había logrado combinar las dos primeras del Himno de la Alegría. La niña también pareció notar que no sonaba del todo mal, así que ahora tendrían que aguantar el mismo "tin tin tín" durante horas. Pero al menos resultaba armónico. Reparó en que Sísifo la observaba y ensanchó la sonrisa, aunque regresó la mirada al pergamino que tenía en las manos. Si lo veía demasiado, se distraería y apenas le faltaba para terminar. Era una lectura sosa, llena de formalidades inútiles. Pero contenía información importante que debía leer, el tipo de documento que no debería tener en casa. Como todos los que estaban esparcidos por el suelo y que Baleiro incluso había usado para dibujar.

No era ninguna sorpresa, era una Warlock peculiar. No estaba muy interesada en cosas del Ministerio, la aburrían, le parecían terriblemente básicas. Estaba más inclinada hacia los grandes eventos, las relaciones internacionales, los problemas de índole mayor. Lo que estaba leyendo era tan alejado a eso que decidió que podía dedicarse a Sísifo. Firmó, lo selló con el símbolo del Concejo de Warlocks y se levantó. En la ventana había una pequeña lechuza de aspecto curioso, casi altivo. Colocó el pergamino en su pata y tras un graznido, se alejó al vuelo hacia el Ministerio de Magia. La vio cruzar el portal de aparición y supo que estaba en Londres.

-Papá, ¿se puede tomar fotos a los libros?

Estaba llegando a la cama cuando Baleiro decidió romper su silencio usual. Se acurrucó en el pecho de Sísifo, esperando su respuesta también. Insomnia descubrió que podía hacer el "tin tin tín" con las dos manos al mismo tiempo y la hizo reír.

-Muy bien, cariño, sigue practicando -fue como decirle que le prendiera fuego al piano.


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Sísifo:

 

 

 

 

Contemplé hipnotizado cómo Leah se dirigía hacia nosotros. Su ropa se zarandeaba con sus pasos, elegantemente. La voz de Baleiro me sacó de mis cavilaciones.

 

––Puedes hacer fotos de lo que quieras ––comenté–– siempre que tengas permiso. Busca una buena luz. ––Lo alenté, guiñándole un ojo. Aprendía rápido, tenía una sensibilidad innata para aquel arte. Cogía la cámara entre sus pequeñas manos y apenas necesitaba encuadrar para realizar una captura compositivamente perfecta.

 

Leah se acurrucó junto a mí. La abracé. Su calor era tan agradable. Insomnia, por fin, abandonó el piano. Se sentó en la banqueta y se mantuvo en silencio unos minutos, como si reflexionase profundamente sobre algo.

 

––¡Creo que las notas son números!

 

Enarqué una ceja. ¿Cómo habría llegado a aquella conclusión? Reí, sin darle demasiada importancia. Insomnia adoraba las matemáticas, incluso cuando todavía no era capaz de ahondar en ellas. A veces, cuando se alteraba, la descubría resolviendo problemas mentalmente o en una hoja de papel, una y otra vez, compulsivamente. Era su forma peculiar de calmar la ansiedad. Corrió hasta nosotros, emocionada, y se lanzó sobre ambos. Gruñí haciéndole cosquillas como castigo.

 

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El comentario de Insomnia la tomó por sorpresa. ¿Números? Esa conclusión había sido tan propia de su cabeza que, sin duda, había sido extraordinaria. A veces le daba curiosidad lo que pensaba, saber cómo veía el mundo debía ser una maravilla. Pero al mismo tiempo le gustaba la naturalidad de sus palabras, que la sorprendiera cada vez, porque a raíz de sus ocurrencias lograban cosas bonitas. Tomó asiento al tiempo en que Baleiro se retiraba pensativo a la ventana, buscando la luz que había sugerido su padre.

-Eso podría funcionar. Ven, siéntate.

Una de las partituras que solía usar flotó por el aire hasta ella, al igual que una de las múltiples plumas de su escritorio. Insomnia se sentó entre sus piernas, así que tuvo que arreglárselas para escribir. Asignó un número a cada nota y les otorgó un valor al combinarlas. Observó a la niña cuando le mostró el resultado, un garabateo que a primera vista parecía complejo. Juntaba las cejas igual que Oniria. Estudiaba la composición de números con sus ojos violeta, con el mismo puchero de Sísifo. La vio asentir.

-Sí...

-¿Sí? -la niña asintió otra vez y ella le dio un empujoncito cariñoso-. Pues vuelve a intentarlo.

Se quedó un momento en silencio. Baleiro con la cámara en las manos, Insomnia estudiando los números mientras caminaba al piano.

-Cuánto tan crecido -murmuró-, ya no me es tan sencillo cargarlos.

Miró a Sísifo mientras Insomnia conseguía tocar un par de notas torpes, pero correctas. Complacida, volvió a meterse entre sus brazos.

-Deberíamos poder congelar el tiempo.


@@Oniria Editado por Leah Ivashkova

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Sísifo:

 

 

 

 

Apoyé la cabeza en el vientre de Leah, estirando las piernas. Suspiré, sonriendo.

 

––Insomnia es muy inteligente. Demasiado ––musité, para que sólo ella pudiese oírlo––. Entre cada acorde de las escalas musicales existe una proporción matemática perfecta... los sonidos son longitudes de onda, es decir, pueden representarse de forma numérica.

 

Hablé absorto, ligeramente preocupado. Y es que en el fondo, aunque me enorgulleciese de la agudeza de mi hija, me inquietaba que pudiera volverse en su contra. Detectaba en ellas ciertos rasgos de mi propia personalidad, aumentados, casi delirantes. Sacudí la cabeza, apartando aquellos pensamientos. Me concentré en Baleiro, que contemplaba un haz de luz rojizo que recortaba la ventana. De vez en cuando intercambiaban una mirada. Sabía que en el fondo aquella era su forma de comunicarse, en completo silencio, a través de sus ojos centelleantes.

 

––Es cierto que me gustaría congelar el tiempo ––dije–– pero a la vez siento mucha curiosidad por lo que la vida haga con ellos.

 

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Analizó su expresión mientras hablaba, prestando atención a los detalles. Estaba tan concentrado que no reparó en que lo hacía. Sus labios lo delataban, seguido de sus ojos. Estaba preocupado, podía percibirlo. Pero no le dijo nada en el momento, lo dejó hablar mientras internaba los dedos en su pelo o delineaba el contorno de su rostro con los dedos. Solía hacerlo con tanta frecuencia que no dudaba que si alguien en algún punto la probase, lograría moldearlo en arcilla con los ojos cerrados. No separó los ojos de él en ningún momento, estaba absorta en su existencia.

-Insomnia es fascinante, ambos lo son. Su forma de ver el mundo no es igual a la de los demás, pero eso la hace única. Y ser único en este mundo es un lujo que no todos pueden darse -apartó por fin la mirada de él, Baleiro acababa de hacer la primera foto de mil a su libro-. Nosotros podemos jactarnos de tenerlos y creo que con eso podemos conformarnos, de momento.

Se inclinó para besarlo. Lo limitó a unos instantes porque descubrió que aquella posicion, pese a que pareciera incómoda, resultaba demasiado estimulante para la presencia de sus hijos. Pero el corto periodo de tiempo en el que sus labios se unieron y pudo sentir su respiración en el cuello, se sintió más que plena. Al erguirse, estaba ligeramente ruborizada.

-Yo también -admitió al fin-. Creo que serán unos adultos... peculiares.

Imaginó a Baleiro sin el color de sus mejillas, con su silencio. Fantaseó con la forma de ser de Insomnia, ¿cómo se manifestaría? Se sintió mayor por un momento, cayendo en cuenta de lo mucho que había vivido. Decidió dejar de pensar en eso.

-Serán terribles -fingió un escalofrío y rió.


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Sísifo:

 

 

 

 

Sonreí cuando Leah se inclinó para besarme. Sentí su respiración leve contra mi cuello, fina como las alas de un insecto. Me sonrojé. Acaricié su nuca antes de que pudiera retirarse, dejándome solo con mis pensamientos. Me quedé unos segundos en blanco, flotando en el recuerdo de aquel beso. Me apoyé en los codos para poder incorporarme. Baleiro se había puesto en cuclillas buscando el encuadre óptimo de la fotografía, e Insomnia continuaba descifrando el código numérico que había ideado su madre a modo de método para piano.

 

Volví a imbuirme de aquella atmósfera infantil, observé a Leah con picardía y me lancé sobre ella para hacerle cosquillas. Pronto su risa colmó la habitación, sentí la tierra fracturarse. Si su cuerpo se moviera cien veces más lento tendría cien momentos más en los que detenerme.

 

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Baleiro:

 

Mi padre era un genio de la fotografía. O al menos así lo percibía yo. Hice lo que me aconsejó, buscando la luz perfecta. Mi libro resplandecía. Podía ver las partículas de polvo moverse entre la luz solar y las coloridas letras de sus páginas, danzando entre el aire que corría por la habitación y mi propia respiración. Me obsesioné por captarlas, porque sus colores se congelaran en el tiempo así como lo veían mis ojos. Me gustaban las cosas pequeñas, aunque no tenía muy claro el porqué. Podía pasar mucho tiempo viendo los colores que provocaba el sol al chocar con el cristal de las ventanas, las gotas que salían en el espejo del baño al ducharme o la forma en que Insomnia pestañeaba. Me resultaba fascinante.

 

Por fin logré encontrar el ángulo, de puntillas, inclinado hacia un lado para no tapar la luz. El sonido del piano me relajaba, Insomnia ya no aporreaba las teclas sino que producía verdaderos sonidos armónicos. Pausados, casi cuidadosos. Sabía por algún motivo que lo hacía más por los números que porque entendiera la partitura, eso me hizo sonreír. Tomé un par de fotos más, decidiendo moverme para poder captar otras cosas. Pero la risa de mi madre me trajo de vuelta a la realidad. Trataba de no contorsionarse demasiado pero le era difícil, era pequeña en comparación a mi padre, quedaba aprisionada como una pequeña muñeca. Él le hacía cosquillas y reía con ella. Miré a Insomnia que estaba de espaldas y ella volteó a mirarme, como siempre.

 

Parecen ángeles, ¿verdad?

 

Ella sonrió y volvió a sus teclas, mientras yo volvía a mirarlos. Tendidos en la cama, parecían obra del mismo creador. Tal vez los estaba creando yo con mi mente. Si ellos eran conscientes de cómo se veían, no lo supe, pero me dio tristeza pensar que solo yo podía verlos así. Lo medité un momento e hice lo que me habían enseñado. Me aparté del sol, vi cómo un halo de luz cortó la sonrisa de mi padre, hasta llegar a la de ella. Me agaché un poco para quedar a su altura, los enfoqué bien... el click me delató. Lo supe porque ambos me miraron aún agitados por la risa. Les sonreí todavìa viéndolos a través de la mira y volví a fotografiarlos con su expresión sorprendida. Si iban a retarme por no tener permiso, ¿por qué no tener dos fotografías por una?

 

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Editado por Leah Ivashkova

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