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Nigromancia


Báleyr
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—Me refiero a cuerpos extraños. Deben localizar metralla en el corazón y en los pulmones. No pregunten como llegó la metralla a esos sitios, que no pienso responder —comentó el Arcano.

 

Observó que todos comenzaban a trabajar. Miró también la el silencio, observó la falta de palabras y la larga comunicación que el tigre y el mago tuvieron. Aquello era cuanto menos interesante, quizá si tenía suerte habría laguna oportunidad de estudiar más a fondo aquel extraño fenómeno entre el mago y el animal. Era tan raro que no siquiera había registros, eran leyendas, una leyenda viva se había presentado en su mazmorra.

 

<<Nunca te fíes de los Mandra. Crees no tener miedo, piensas que las cosas saldrán bien. Los Mandra no ejecutan su venganza directamente. En algún momento, algún miembro del clan hará daño a tu familia. Esperarán posiblemente a que mueras>>

 

Zanjó aquella conversación que no le aportaría absolutamente y que -dicho sea de paso- estaba fuera de su alcance. Al menos por el momento no le respondería sobre lo que ella quería conocer. Aquella verdad no merecía la pena el precio que tendría que pagar para obtenerla. Lo que estaba claro era que había algo de lo que si le iba a advertir. <<Destruye el contenedor>>

 

—Este sujeto tenía deudas pendientes con alguien poderoso. Lo traicionó y pagó el precio. La intención no es devolverlo a la vida, pero deben tratarlo como si fueran a hacerlo. En la práctica harán esto con magia. Pero hoy deben poner a prueba su habilidad sin magia. Deben tratar con la muerte a un nivel más elevado que la manipulación de una alma. Hablando de almas... Ya sabrán como desterrar una alma cuando llegue el momento.

 

De nuevo el tema de las reliquias de la muerte. No era algo de lo que le gustara hablar. Ponía en entredicho muchas cosas, muchas de sus creencias sobre muerte. Era una leyenda falsa, por su puesto, pero mucha gente había acostumbrado a tomarla como cierta. Fueron creadas por magos poderosos, por su puesto, seguramente manipulando el poder de muerte. Pero el cuento infantil que estaba detrás era únicamente limpiar el nombre del hermano que había sobrevivido.

 

—Toda vuelta a la vida trae consecuencias. Estás tocando una alma, la estás manipulando. ¿Qué cambios habrán? Nunca está claro. Físicamente será la misma persona, pero podrían haber cambios en su forma de pensar, en su forma de ver el mundo. Por decirlo de alguna forma, perderá parte de su humanidad de una u otra forma. La maldición asesina, interesante. Generalmente es así. La maldición asesina fue creada por nigromantes. Destruye el alma, deja piezas imposibles de juntar, piezas inviables. Puedes traer a una persona a la vida hasta el punto en que tu conciencia pueda soportarlo. Mientras peor sea el estado del cuerpo más sufrirá para volver, más de su humanidad volverá y más de tu propia humanidad se irá.

 

Esperó que siguieran con su trabajo, ya faltaba poco para comenzar con el proceso real de la Nigromancia, con aquello que pondría a prueba la fortaleza de sus propias almas.

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Comenzó a trabajar seriamente. Realizó varios cortes pequeños en el corazón de donde trajo algunos fragmentos de la metralla que el Arcano había comentado. Frunció la nariz en cuanto clavó la navaja del bisturí en el órgano. Una cosa era realizar algunos cortes en el pecho y abrir la caja. Lo que le causó un tanto de repelús fue la sensación del filo desgarrando el músculo. Aquella era solo una prueba, se dijo, en el futuro -si llegaba a practicar la habilidad de forma activa- la magia se encargaría de todo el trabajo. Las heridas se curarían con magia, cualquier objeto extraño seria extraído con magia. Después de todo, aunque conocieran como funcionaban algunas ciencias muggles, ellos eran magos.

 

—Si le soy sincero, maestro, esta práctica me parece innecesaria. No creo que en el futuro tengamos realmente que curar un cuerpo sin magia. Pero no me quejaré, es usted quien nos está enseñando —dijo tratando de sonar lo más diplomático posible.

 

Harimau se había tranquilizado, al menos un poco, y observaba con atención todo lo que estaba pasando en la sala. Su misión principal era observar, encontrar detalles que a Bastian se le hubieran pasado por alto y que pudieran ser de utilidad. Habían libros que podían ser interesantes, aunque estaban fuera de su alcance y posiblemente nunca caerían en las manos del mago.

 

—¿Cuando comenzarás a usar magia? —preguntó el animal en la cabeza del Warlock.

 

—Espero que pronto —contestó de la misma forma el mortífago.

 

Hizo unas suturas en el corazón y continuó con las labores en uno de los pulmones. Extrajo varios fragmentos más de la metralla y la colocó sobre la pequeña bandeja quirúrgica que estaba junto al cadáver. Repitió el proceso de suturas y luego de comprobar que no quedaba nada extraño por extraer suturó el pecho tras unir como pudo la caja torácica.

 

—He terminado. Hice lo mejor que pude, considerando que mis conocimientos en cirugía son únicamente los aprendidos en la case de estudios muggles —mintió sin esforzarse demasiado en ser convincente.

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—Usarán magia el día de mañana en la noche, claro está —dijo el Tuerto sin darle mucha importancia a la respuesta, como si hubiera estado sobreentendido desde el principio.

 

Permitió que los tres aprendices continuaran realizando el trabajo de la curación manual. Si lo hacían bien o lo hacían mal no era la importante, sino que estuvieran dispuestos a ensuciarse con la muerte. Que entendieran que la muerte no era un interruptor que se ponía en vivo o muerto. Era sucia y repulsiva, muchas veces incluso tenebrosa y escalofriante.

 

—Deben encontrar la forma de llegar al cementerio en donde Tom Riddle recuperó su cuerpo. Los espero en el sitio el día de mañana en el momento en que el sol se oculte y la oscuridad se haga presente. Mientras aprenden necesitan la penumbra para amplificar el alcance de la magia. Cuando terminen de realizar la curación de estos cuerpos pueden retirarse.

 

Se dirigió hacia un libro y abrió sus páginas. Había una frase de advertencia en el libro. Las sabía de memoria, por su puesto, pero necesitaba leerlas mentalmente antes de pronunciarlas. No porque realmente necesitara leerlas, sino que algo le decía que aquel día sería necesario un poco de magia adicional. En cuanto leyó la frase cerró el Grimorio y se acercó nuevamente a los magos.

 

—Este es un grimorio muy antiguo. El más poderoso entre los grimorios de muerte. Sus palabras contienen mucha magia, no es lo mismo leer algo que decirlo de memoria. Les recitaré algo que, leído, atrae almas en pena. Más dicho de memoria no tiene afecto alguno más que el de una advertencia a quien escucha las palabras. "Pues las almas en pena de este mundo son atraídas por lugares de muerte y pueden propinar muerte. Son controlables por nigromantes que conozcan el cántico adecuado. Pues las almas en pena son peligrosas. Pues no debes jugar con ellas. Pues estas no pueden volver a la vida" Cualquier pregunta, para mañana. En cuanto terminen pueden irse.

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Tembló de forma imperceptible ante las palabras del hombre. Ciertamente había esperado una respuesta algo similar a la que había dado el Nigromante, y confirmarlo le era bastante aterrador. Su escalofrío no se debía a lo que acababa de hacer, ni a nada que la rodeara, sino, meramente por las palabras de Báleyr sobre el alma de las personas, las consecuencias que se tenían al traerla de regreso a base de la habilidad por la que se hallaban en aquella mazmorra.

 

Inspeccionó el cuerpo una vez más, sólo para percatarse de que no había ninguna herida más que se le hubiese pasado, y al cabo de un rato, dio por finalizada de forma definitiva la tarea. Una vez lo hizo, evitó a toda costa mirar al hombre, no le agradaba lo que había tenido que hacer con él, lo que se había visto obligada a realizar en contra de todos sus instintos más básicos, odiaba por sobre todo hacer esas cosas, pero si era necesario, lo llevaría a cabo, algo que en realidad nunca lo creyó posible. Acababa de aprender algo sobre ella misma en aquel día, no sólo de las palabras del Arcano.

 

Levantó la vista hacia el anciano en cuanto retomó la palabra, sintiendo un alivio inimaginable al escucharlo decir que podrían usar magia, aunque al día siguiente. Era una noticia reconfortante el saber que no era realmente necesario hacer aquello mas sí en aquellas instancias, era una prueba de fuego que quien no se atrevía a realizarla, no era capaz de tratar con la muerte misma.

 

¿El cementerio donde Tom Riddle recuperó su cuerpo? – repitió, no porque tuviese duda sobre ello, en realidad con algunas averiguaciones era posible saber la ubicación exacta, pero la mención de aquel lugar le generaba sorpresa e intriga.

 

No era un lugar de buen augurio, o eso decían los magos más incautos, aunque no podía afirmarse que muchos tenían cierta reticencia a acercarse a él.

 

No dijo nada más, sólo se limitó a escuchar; las dudas que poco a poco iban formándose en su propia cabeza las fue reservando. Aquella cita la había hecho parpadear varias veces, sorprendida por haber tenido el privilegio de conocer una parte tan importante de un libro incalculablemente poderoso. Las almas en pena eran probablemente las más peligrosas de regresar a sus cuerpos, pero ¿cómo sabía uno cuáles eran esas almas?

 

Aquella interrogante daba vueltas por su mente una vez se despidió del Maestro y salió de la mazmorra en dirección a su hogar. Aquel recuerdo que había invadido su mente apenas había entrado regresó entonces, haciéndose una pregunta que nunca antes se había formulado, y que ahora, temía más que nunca saber la respuesta.

 

 

 

 

Pequeño Hangleton era un lugar bastante famoso para aquellos que se atrevían a indagar acerca de cierto mago tenebroso que había existido en el pasado, aunque la historia revelaba sucesos destacables, aunque no por ser algo “bueno”.

 

El día había sido bastante ventoso para tratarse de la época primaveral, y las nubes habían embargado el cielo, pronosticando una repentina lluvia de un momento a otro. Aquel clima no hacía más que hacer parecer al cementerio mucho más tenebroso de lo normal, aún a pesar de que la noche no había llegado del todo. El crepúsculo se estaba sucediendo para cuando Mei llegó al lugar.

 

Era la primera, o por lo menos a simple vista eso creyó. Caminó, pasando por uno de los lados de la pequeña capilla que había por delante del cementerio y se sumergió en la fila y columnas de tumbas caídas y estatuas derrumbadas por el paso del tiempo. Rondó por ahí, mirando los nombres de algunas de las lápidas que aún eran legibles, notando el de algunas personas que llamó su atención.

 

Tom Riddle – murmuró, repitiendo las palabras que acababa de leer, aunque había tenido que hacer un esfuerzo por lograr identificar las letras aún a pesar de haber limpiado aquella zona con la manga de su túnica. Hizo un breve silencio, oyendo el murmullo del viento moviendo las hojas de los árboles –. Esto será interesante, como poco.

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Había estado pensando detenidamente antes de optar por aprender otra habilidad. Aún seguía inspeccionando en la anterior, en Metamorfomagia, donde constantemente intentaba utilizar mis conocimientos aprendidos en la clase para cambiar no sólo mi físico, sino también el de otros seres que se encontraban cerca. El haber tenido que salvar una vida con aquella magia tan extraña me había abierto la mente a nuevas posibilidades de la aplicación de la misma en cura de raras enfermedades, aunque estaba segura de que Amara no nos había dicho todo lo que sabía ella al respecto. Podía darme cuenta que sus años de estudios la habían hecho más sabia y reservada de lo que aparentaba, tras aquel velo de amabilidad genuina.

 

Me retorcí las manos mientras avanzaba hacia las mazmorras de la Universidad. Era curioso qué, aún siendo un Arcano de Nigromancia, aquel anciano hubiera optado por un lugar tan lúgubre como las mazmorras. Algunos, quizás, podrían pensar que tenía lógica ya que lo lúgubre y oscuro era fácilmente relacionado con la magia oscura o los nigromantes, pero yo lo veía de forma diferente: la muerte no era el fin, sino el principio de algo más y era ese el motivo que me había movido a querer aprender al respecto. ¿Le temía a la muerte? Quizás sería tonto decir que no, aunque no era al hecho de morir a lo que le tenía miedo, sino al "no estar más". Mi mayor miedo, exactamente, era "desaparecer". Alguna vez había considerado que aquello podría ser un regalo, tal vez, para escapar de viejos y más profundos temores, pero ahora lo veía como algo a lo que no me imaginaba llegar. Incluso temía lo que aquel anciano podría pedirme que hiciera.

 

Aún así, al llegar a la puerta que el Sr. Pippin me había indicado momentos antes, tomé una bocanada de aire para llenar mis pulmones con algo que no fuera miedo y dudas y toqué tres veces de forma seca, esperando no molestar. Sabía que el Arcano estaba enseñando actualmente a un grupo de magos muy poderosos, aunque desconocía sus nombres porque la gente no solía andar diciendo que iría a estudiar aquellas cosas a la Universidad. Me preguntaba en mi fuero interno qué pruebas tendría que pasar, a qué cosas me sometería para poder adquirir la habilidad y si verdaderemente estaría preparada, llegado el momento, de poner todo mi poder y conocimientos a servicio de aquella extraña y poderosa magia.

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Aun estaba concentrada en curar lo mejor posible el cuerpo de aquel hombre, sin embargó escuchó con claridad las palabras del Arcano y una ligera sonrisa se posó en sus labios. En uno de sus incontables viajes había estudiado a fondo a los Mandra, ya que tenía que saber todo de aquellos potenciales enemigos, y sabía perfectamente que estaban esperando el momento para atacar, pero ellos no eran tontos. En las actuales circunstancias no se acercarían a la ojimiel o a su familia pues sabían que no tendrían ninguna oportunidad, después de todo ella era una Warlock que estaba casada con otro de los miembros del consejo, además de que era uno de los magos más poderosos que había en ese entonces. Acercarse a la familia Karkarov era muy peligroso.

Sin embargó tendría en cuenta la advertencia del anciano, aunque no tenía planeado morir o dejar que la matasen. Tras sacar el último proyectil se enfocó en suturar las heridas aunque el que no saliera sangre no le ayudaba demasiado, sin contar con que la falta de practica la había vuelto un poco lenta, si no fuera porque había descubierto que la política le gustaba casi tanto como ser sanadora, ya habría renunciado a su puesto y pediría nuevamente empleo en San Mungo.

En silenció, trabajando y aun pensando en las últimas palabras del Tuerto la vampiresa termino con el proceso de curación, cerró la caja torácica, suturo con cuidado los músculos y piel. Considerando que había hecho un buen trabajo, teniendo en cuenta que no había usado nada de magia. Observó el trabajo de su esposo y con solo verlo supo que no había puesto verdadero empeño en curarlo y sus quejas lo confirmaron.

—He terminado Maese. Gracias por el consejo, la advertencia… y por supuesto por la clase — Dijo la castaña quitándose los guantes de látex, se lavó las manos y tomó su túnica que ahora tenía un olor a muerte que le dio la sensación que nunca se iría —Hasta mañana… — Se despidió la bruja mientras lanzaba una fugaz mirada a su esposo dándole a entender que lo esperaría para ir juntos a casa o algún otro sitio, pues tenía algunas cosas que contarle.

*****
Había pasado todo el día dándole vueltas a un medallón y pensando en las palabras del Arcano, planteándose seriamente la posibilidad de destruirlo, pero el hecho de no saber qué sucedería si lo hacía la detenía, después de todo no conocía al Tuerto y no podía confiar ciegamente en lo dicho por él. Además de que en la clase había dejado en claro que tenía un lado despiadado, el haber condenado a ese hombre a la tortura de volver a la vida y morir una y otra y otra vez era una clara muestra de ello.

Volvió a guardar el relicario y tras colocar todas las seguridades del caso se alistó para la clase. Aquel día no había ido a trabajar y no solo por el hecho de haber tenido mucho que meditar, sino más bien porque se sentía cansada. Se vistió con una blusa sin mangas de color blanco, una cazadora carmesí, unos pantalones de mezclilla y unos botines muy cómodos. Tras guardar algunas cosas en un pequeño monedero que tenía un hechizo de expansión indetectable giró sobre si misma rumbó al lugar designado para la clase.

Encontrar aquel cementerio no suponía reto alguno pues no era la primera vez que lo visitaba. Lucía tal y como lo recordaba, con aquel aire sombrío que dudaba que tuviera otro cementerio. Se cerró la cazadora pues por muy extraño que pareciera, sentía frió, un frió que le calaba en los huesos y que por mucho que hiciera no desaparecía. Siguió caminando en busca de la tumba del padre de quien en su momento fue uno de los magos más temidos de la comunidad mágica.

—Buenas noches… —Saludó la castaña a espaldas de la señora Delacour —Al parecer somos las primeras en llegar —comentó buscando algún movimiento a su alrededor.

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La respuestas finales del Arcano no llegaron a complacerle del todo. No le preocupaba en lo más mínimo llegar al cementerio en donde el Señor Oscuro había recuperado su cuerpo. Todo lo contrario, le sería tan sencillo como aparecer en la mansión de los Riddle y desde ese lugar hacer el camino a pie. Al menos estaba la posibilidad de pronto poder usar magia, eso era lo que de verdad le importaba.

 

No le preocupaba el tener que realizar tareas sin magia, pero conforme pasaba más tiempo dependiendo de una varita le costaba más no poder usarla. Con el tiempo sus habilidades adquiridas cuando espía se iban oxidando y eso si que era algo que le causaba malestar. Ese era un punto a hablar con Valkyria. Algunas personas ya no trabajaban en la agencia y era actualmente seguro trabajar en ella. Se habían suavizado algunas viejas costumbres.

 

—Ha sido un día cuanto menos interesante, Maese. Espero que nuestra siguiente sesión sea mucho más productiva —dijo moviendo afirmativamente la cabeza.

 

Rodeó la cintura de su esposa con el brazo y caminaron un largo trecho hasta que finalmente desaparecieron en el punto en que los límites del hechizo terminaban.

 

**

 

Aquel día había sido muy productivo aunque escaso de tiempo. Pasó todo el día en su oficina revisando los informes generados por la Universidad y por el propio Ministerio. Las cosas finalmente se habían comenzado a normalizar y quedaban solamente algunos detalles por finiquitar y algunas pocos cambios que concretar. Por ello no tuvo mucho tiempo en reflexionar sobre lo sucedido en la clase del día pasado.

—Hoy no puedes ir. Necesito este tiempo —proyectó las palabras en la cabeza de Harimau.

 

—¿Algún motivo especial?

 

—He leído cosas sobre la nigromancia. Prefiero que la "humanidad" quede intacta en ti. Que no participes de esto

 

—No estoy totalmente de acuerdo, pero me quedaré.

 

Acarició la cabeza del animal por última ocasión aquella noche y despareció. Tomó forma material nuevamente en el patio de la mansión Riddle tal cual lo había planeado el día anterior. Accedió a su parte animal con simplemente pensarlo y comenzó a correr.

 

Pocos conocían su apariencia animaga por lo que hizo los últimos metros a pie asegurándose de que nadie lo viera convertirse. Escuchó las palabras de Valkyria y sonrió, formulando mentalmente la respuesta que él daría cuando estuviera los suficientemente cerca.

 

—Algunos fuimos a trabajar y apenas logramos llegar a tiempo, guapa —murmuró el mago al oído de la bruja en cuanto se detuvo justo al lado.

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Sus tres pupilos aparecieron finalmente en el cementerio. Habían llegado relativamente temprano a la cita de aquella noche. Practicarían mucho, bastante, y sus conocimientos aumentarían considerablemente. El Tuerto había empleado con sus anteriores pupilos un método aprendido de antiguos escritos Egipcios sobre nigromancia. Era hora, por su puesto, de aventurarse por otros caminos mucho más interesantes.

 

Los griegos tenían en su poder conocimientos igual de poderosos que los egipcios. Cada una de esas culturas, sin embargo, habían manipulado la magia nigromante de formas diferentes. Los griegos se especializaban en canalizar la magia que antiguamente se atribuía a los dioses. Lo habían hecho, sin embargo, de una manera peculiar.

 

La Puerta de la Muerte, o la representación mágica de esta, estaba ligada a la magia de Hades. Pero aquella magia era también peligrosa, quizá más que la egipcia. Por eso es que se necesitaba, además, buscar los vestigios de magia que estaban relacionados con otra de las deidades. Báleyr había descubierto, cuando adquirió el conocimiento mediante el anillo del Arcano, que su protección estaba en la magia de Zeus.

 

—Llegan a tiempo. Hoy verán, antes de ustedes intentarlo, la Nigromancia utilizada por los antiguos magos griegos que atribuían su poder a los dioses. Hoy sabemos, por su puesto, que no son más que representaciones de un tipo específico de magia. Para los magos era mucho más sencillo pasar por semidioses que por magos ¿Quién creería que alguien puede hacer magia por su propia cuenta? Justo como a la fecha: nadie.

 

Golpeó el suelo con la vara de cristal haciendo que en este se formaran algunas grietas. Delante de él aparecieron cuatro cadáveres que formaban parte de su colección de sujetos de pruebas. Eran jóvenes, ninguno superaba los veinte años y absolutamente todos eran varones. Estaban vestidos, y aparecieron sobre unas mesas individuales de piedra.

 

—Deben descubrir su naturaleza. El agua, la tierra o los cielos. Si tu naturaleza es el agua deberás buscar el poder de agua y filtrar la magia invocando a Poseidón. Los cielos están relacionados con Zeus y la tierra con el mismísimo Hades. Y aquí es donde la parte conflictiva aparece. Porque es de Hades de quien su naturaleza (los otros dioses) los protegerán mientras buscan el alma adecuada. Hades luchando contra Hades es un espectáculo al que no suelo asistir.

 

Se acercó a uno de los cadáveres y dibujó con la punta de su vara mágica el símbolo de Hades: el casco con el que -contaba la mitología- había ayudado a destruir a Cronos. Recitó un hechizo en griego antiguo que hizo que una especie de puerta antigua apareciera cerca del cadáver. Acto seguido dibujó un rayo y recitó otro hechizo que invocó una aura amarillenta a su alrededor.

 

Su mente, entonces, viajó al mundo de las almas en busca de aquella que volvería a la vida. La encontró. No utilizó su magia de arcano, y se limitó a seguir diciendo palabras en griego antiguo para convencer a la alma de que la siguiera. Obligar a una alma a volver no era sencillo. Pero mientras más poderoso fuese el nigromante con más facilidad podía convencer a una alma que el camino que él marcaba era el adecuado.

 

Así, el espíritu del primer hombre se ancló nuevamente a su cuerpo. El silencio de la noche fue perturbado por los gritos de dolor que emitía el sujeto. El Tuerto parpadeó por primera ves desde que comenzó el ritual. Habían transcurrido algunos minutos. Los sollozos continuaron por horas mientras su cuerpo terminaba de recuperarse.

 

—Es el turno de ustedes. Escucharon los hechizos aunque no sepan su significado, los comprenderán en cuanto los digan. Deben elegir su naturaleza de forma correcta. ¿Tierra, Agua o los cielos?

 

 

****

 

La puerta de las mazmorras se abrieron gracias a un hechizo que el Arcano lanzó justo en ese momento. Le habían notificado de una nueva aprendiz. Le desagradaba la idea de llevar dos grupos al mismo tiempo ya que fácilmente podía terminar de alguna forma poco agradable. Le hizo señas a la bruja para que ingresara ¿a que estaba esperando?

 

—Antes que comiences a hablar como los tres de antes. No me interesa saber en que trabajas ni nada por el estilo. Solamente tu nombre y lo que piensas sobre la muerte. ¿Le tienes miedo? ¿La respetas?

 

Movió su varita mágica e hizo que una cuerpo apareciera en la mesa de autopsias. En ese sitio comenzaría la clase en cuanto el Arcano diera la orden. ¿O no? Aún estaba la idea rondando por su cabeza.

 

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La puerta se abrió delante de mi y me quedé pasmada, mirando al hombre anciano y tuerto que había en aquella ¿oficina? ¿habitación? Me hizo señas para que entrara y ni siquiera atiné a abrir la boca para decir "buenos días" cuando Báleyr me hizo una serie de preguntas sobre la muerte, además de pedirme mi nombre.

 

-Castalia Macnair- dije con la garganta seca, mientras observaba al Arcano hacer aparecer un cadáver sobre lo que parecía una mesa de autopsias. Se me revolvieron las tripas y sentí que la garganta se llenaba de bilis. Había visto un montón de veces cuerpos muertos de personas a lo largo de mi vida, yo misma había causado muchas muertes, pero había algo dentro de mi que se había movido recientemente y ocasionaba esas reacciones contradictorias con mi forma de pensar o actuar-. Ambas- respondí a sus dos preguntas de una sola vez, sin atreverme a abrir más la boca por temor a que terminaba vomitando el suelo de la mazmorra.

 

¿Cómo se me había ocurrido aquello? Yo no era Sybilla, quien había vivido miles de años y había ocasionado masacres. Quien bebía sangre para sobrevivir, torturaba por diversión y reía ante la muerte que no le había llegado ni aún cuando había perdido su cuerpo por segunda vez en dos mil años. Era su voz en mi cabeza lo que me había movido a ir hasta allí. Sus impulsos por conocer más sobre la vida y la muerte lo que hacían que yo me encontrara en aquella mazmorra con el Arcano más extraño y sobrecogedor que hubiera visto hasta el momento. Si algún miembro de mi bando se hubiera metido en mi cabeza en aquel momento, fácilmente hubiera sabido que era una cobarde, que no pertenecía al lado oscuro de la magia. Suspiré aunque casi de forma imperceptible para no llamar demasiado la atención y esperé a que me dijera qué debía hacer. ¿O quería que le hiciera preguntas sobre la nigromancia? No parecía una persona que fuera a responder a mis dudas tan sencillamente.

 

-¿Qué...- me aclaré la garganta de inmediato-. .. qué debo hacer?

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—Últimamente andas escasa de palabras, deberías hablar más —dijo Bastian en tono de burla aún al oído de su esposa.

 

Observó con atención la forma en que el Arcano comenzó a actuar. Los griegos habían sido magos poderosos, de eso no había duda alguna. Habían llevado su magia a niveles muy avanzados que hasta habían pasado a formar parte de la historia tanto mágica como muggle.

 

Hubieron momento es que el mago se confundió, había instantes en que parecía que el Tuerto hablaba de los dioses griegos como deidades reales y no como fuerzas mágicas de la naturaleza. Decidió que era mejor no agobiarse. ¿Qué más daba lo que el arcano pensara? Lo importante eran sus conocimientos y el Arcano los estaba aplicando de forma increíble.

 

Estaba, claro, el dilema de que elemento era el que mejor lo representaba. ¿Y si daba igual? El Arcano no había especificado que es lo que pasaba si uno optaba por protegerse con la ayuda de uno de los elementos que no le representaban. Daba igual, no sería él quien se arriesgaría. Pensó por varios segundos en busca de una respuesta. Recordó muchas cosas de su pasado, y encontró que siempre el agua era quien estaba presente. Cuando se conectaba con la naturaleza era mediante el agua. Sentía el aire sintiendo la humedad, las plantas mediante el agua que contenían. Entonces lo supo.

 

Dibujó con su varita en primer lugar el símbolo de Hades. Las palabras a decir salieron de su boca como si las hubiera sabido de siempre. Quizá aquella era parte de la magia en si. Si habías entendido a la muerte lo suficiente podías acudir a ella luego de escuchar los cánticos.

 

Dibujó luego en el suelo un tridente, aquel representaba a las aguas, a la magia de las aguas. Su mente, rodeada de un aura azulada atravesó la puerta. Encontró el alma que guardaba cierta similitud con la apariencia física del cadáver de su elección. Un joven rubios con el rostro lampiño. Pasó horas, o al menos relativamente fueron horas, tratando de convencer a aquella alma de regresar a su cuerpo. Diciendo palabras que entendía pero que jamás antes había pronunciado. Observó que a su alrededor todo era azul, era la magia del agua protegiéndolo.

 

El alma volvió a su cuerpo haciendo que este regresara a la vida de una forma tan dolorosa que Bastian estaba seguro que él prefería quedarse muerto a ser revivido de esa forma. Se sentó en el suelo, aquella actividad lo había cansado demasiado. Su ropa estaba empapada en sudor.

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