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Legilimancia


Rosália Pereira
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Rosália asintió esperanzada ante los comentarios de Pik y, al mismo tiempo, soltó unas carcajadas a los aportes de Sagitas.

 

- ¡Ahora sí estamos en camino!

 

Se tapó la boca. No quería sonar que recién en esa cena se estaba logrando aprender la habilidad. No. El aprendizaje comenzaba desde el primer momento. No existía tal cosa de un tiempo fragmentado, sino de algo continuado. La propia mente es un continuo y la separación temporal no es más que una taxonomía arbitraria volátil que solo está a merced de una funcionalidad contingente. Duro. Y no es teoría. Es práctica. Una que hasta incluso los magos más poderosos viven todos los días. Porque el concepto del tiempo es otra construcción social.

 

- Han podido plasmar perfectamente los tres puntos en los que se basa la Legilimancia. Pero, si se los digo, sería todo taaan fácil ¿no? Además, seguramente, si deciden hacer la prueba encontrarán ahí los desafíos.

 

Y sin notarlo, habían terminado la cena.

 

- Ahora, Sagitas, somos “humanos” –aclaró las comillas con un poco de humor- no podemos ser fríos y calculadores cuando todas nuestras barreras, tanto físicas como psicológicas, se destruyen al hacer Legilimancia. En tu intervención encuentro verdad, pero tu gran debilidad. Por más oclumancia que apliques, tu mente no tiene una barrera perfecta de protección. Tiene que ser algo natural y orgánico. Tienes que tener control, pero también aceptar que no se puede saber todo de la otra persona. Es imposible. La mente ajena sigue procesando y su mente se expande como nuestro cosmos.

 

Y sí. Todos estábamos en contacto. En roce. La empatía es tan natural como el respirar. Es que, si no eran todos recipientes de carne donde una mentalidad encapsulada… transitaba la realidad. ¿Entonces? ¿Por qué afirmar que es una persona la que decide qué cosas entran a su ser o no? Si desde el momento del nacimiento todos se encuentran con situaciones incontrolables.

 

- Creo que están preparados para una pequeña prueba de Legilimancia. En el invernadero se encuentran tres estatuas que preparé para una prueba pasada. Elijan una. Simplemente mantengan contacto visual y ábranse ante su conciencia. Exploren estas conexiones. Quiero que resuelvan sus dilemas en base a su propia experiencia subjetiva. Me refiero a que van a tener que compartir algo de ustedes con ellas. Mis amigas, las plantas, saben de su visita. No tendrán ningún problema si es que siguen al pie de la letra mis recomendaciones. ¿Qué esperar? Pues, un torbellino de vivencias. De todas maneras, no se extiendan. No necesito que pasen horas para demostrarme que pueden. Todos pueden practicar la Legilimancia, pero no todos pueden vivir luego. Tiene que ser algo corto. Sabré como lo habrán hecho. Igualmente, me gustaría que verbalicen su experiencia. Luego, viene la prueba.

 

Mostró su anillo y sonrió. Luego, se disculpó y fue hacia la puerta de la cabaña, a la que habían tocado la puerta. Abrió sus ojos marrones, se sorprendió al ver a tres chicas.

 

- ¡Buenas noches! ¿Están perdidas verdad?

 

Entrecerró sus ojos al ver a Eileen, frunció levemente los labios. Sí, era ella la que estaba en su jardín.

 

- Bueno, justo estábamos cenando y veo en sus caras –y bueno, en sus mentes también pero tampoco lo iba a decir- que un poco de hambre tienen. Puedo hacer un poco más de pasta, pero no prometo mucho. Vamos, pasen, tomen asiento en la sala. ¿Me pueden contar que hacen tan solas en el medio de la noche por estos lares?

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—Vaya... hola, Bel —Ellie no disimula la sorpresa de encontrarse con Bel en una situación en la que, a decir verdad, no había imaginado toparse con algún conocido—. Eh, lo mismo digo —añade, con una sonrisa ladeada. Quiere pensar que la presencia de conocidos harán más cómodo y familiar el proceso de aprendizaje que atravesarán. «Siempre y cuando no nos hagan practicar entre nosotros mismos —se le ocurre de pronto, al recordar sus lecciones de Oclumancia, varios años atrás—. Éso sí que sería incómodo».

 

Seguidamente, alguien más las saluda en voz alta. Se trata de otra bruja joven que, al igual que Bel, está vestida a la usanza muggle.

 

—Oh, genial —comenta, luego de que Kaori explique que ella también está allí en busca de la arcana Rosália Pereira—. Mucho gusto, yo soy Ellie, ésta es Mel y ésta es Bel —le dice, al tiempo en que señala a las susodichas. Una de las cosas que más les gusta de tomar diferentes clases y cursos, además del claro objetivo principal, es el conocer a magos y brujas con intereses similares a los de ella.

 

No hay oportunidad de hablar mucho más, pues la puerta de la cabaña se abre. Quién saluda al improvisado grupo es una mujer de apariencia joven que, a primera vista, parece bastante normal; no obstante, luego de un estudio un poco más detallado, Ellie advierte las hojas y flores exóticas en su cuerpo que parecen ser más que un accesorio. No está segura de qué pensar, aunque de todas formas siente mucha curiosidad por aquello. Sin embargo, una duda la asalta mientras piensa de qué forma puede hacer esas preguntas sin ser descortés... ¿es aquella peculiar mujeres la arcana Rosália Pereira? Lo primero que se dice a sí misma es que debería serlo; esas luciérnagas no pudieron haber sido una simple casualidad.

 

—No estamos perdidas; fuimos guiadas hasta acá —responde Ellie mientras camina hacia el interior de la cabaña, tomándose el atrevimiento de hablar por sus compañeras, pues ninguna de ellas parece estarlo tampoco.

 

La vivienda no es muy grande. Cuando entra, observa que aquella mujer no estaba sola; por sus anteriores palabras, supone que el hombre y la mujer que están sentados en la mesa son sus compañeros de cena. Allí dentro hay una calidez que le hace olvidarse del frío del exterior; en conjunto con el olor a comida, el ambiente es bastante agradable, como si estuviera en casa.

 

—Estamos buscando a Rosália Pereira, la arcana de Legilimancia —dice, tras tomar asiento en un sofá—. Ésta debería ser su morada... y, quizás, ¿usted sea ella?

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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Mel sólo soltó una última risita antes de encogerse de hombros. El momento ya había pasado y por supuesto ella no había pretendido imitar a nadie pero el recorrido hasta la puerta y el olor que llegó a sus fosas nasales le hizo olvidar el darle una tardía réplica a su prima. En su lugar, asintió para confirmar sus sospechas y poco después también las de Bel.

 

—Pasta —se lamentó Mel, antes de que su estómago delatara que no había comido nada antes de venir— y esa salsa que le está echando huele genial. Es bueno tenerte con nosotras, Bel.

 

Se le hacía agua a la boca ¿por qué diablos no había comido al menos un bocadillo antes de venir? Todo era culpa de Richard y sus recriminaciones por los gastos que Mel tenía en comidas. Empezaba a entender un poco a Bel, cuando decía que Richard podía ser manipulador. Estuvo a punto de quejarse, en el momento en que escuchó una voz a sus espaldas. Se giró enseguida pero no era más que una muchacha que nunca había visto. Le dirigió una tranquila mirada antes de bajar un poco la cabeza en señal de haberla notado.

 

—Mucho gusto, soy Mel —fue lo que dijo, para confirmar lo que Ellie ya había dicho. Era para aclarar que ella no era Bel, en caso no le hubiese quedado en claro cuál era cuál.

 

Fue entonces cuando la puerta se abrió y, como en la ocasión anterior, fue Ellie quien tomó la palabra. No era que Mel fuese tímida, al menos no de la manera en que suele entenderse la palabra, si no más bien que solía quedarse un tanto pasmada al ser sorprendida. Así que estuvo un buen rato con ojos muy abiertos, hasta que creyó ver confirmada en la expresión de aquella mujer que las estaba recibiendo ¡e incluso el asunto prometía algo de comida! Una vez el cerebro de Mel hubo captado esa parte, no tuvo mucho mayor atisbo de duda y se abrió paso al interior.

 

Y no era que hubiera mucho espacio...

 

Mel no es precisamente una chica avispada pero lo que Ellie formula a manera de pregunta, ella lo da por sentado. Después de todo, la choza está impregnada con el olor de la mujer y... ¿algún olor reciente de otras personas? O quizá no precisamente personas. Su curiosidad es encendida enseguida como la llama de una vela pues ahí también hay un demonio. La otra persona es humana... o bueno, algo muy similar, si es que existiese tal clasificación. Después de todo, ella misma no considera tales cosas importantes, siendo como es, un licántropo. Tan sólo es que antes de llegar a Ottery, nunca se había topado con tal diversidad de razas. En Glasgow, la mayoría de los magos eran de aquellos que miraban con la nariz hacia arriba a cualquier semi o medio humano.

 

Los olores no hacen más que confundirla, así que decide dejar de pensar en ello y concentrarse en la comida. Luego de echar un vistazo a Bel y Kaori, se coloca junto a Ellie, haciendo una venia vaga para Rosália, para posteriormente clavar la vista en la arcana con persistencia.

Editado por Melrose Moody

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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El cambio de horario aun le estaba afectando, para ella era hora del desayuno y para todos los demás era la cena, cosa que estaba bien dado que la noche ya había caído sobre ellas. Si se iba a quedar tenía que empezar a adaptarse y acostumbrar a su cuerpo a dormir, aunque no le apetezca > pensó haciendo un mohín.

—Hola… mucho gusto —las saludó sonriendo mientras hacía una inclinación con la cabeza.

Cuando Eilen las señalo no le quedó del todo claro quién era quien, y fue una suerte que Mel, la más alta de todas las mujeres ahí reunidas, se presentara. Ahora las podría reconocer fácilmente y dado que tenía buena memoria para nombres y rostros, no se olvidaría de ninguna de ellas. Cuando la puerta se abrió, terminando así con las presentaciones, Kaori las observó con disimulo, parecían ser todas humanas, quizá ahí era diferente y no había tanto ser sobrenatural como en su antigua ciudad.

Que equivocada estaba, bastaba ver a la mujer que les había abierto la puerta y las saludaba y les preguntaba si estaban perdidas. Esa fémina no podía ser humana. La observó mientras las otras brujas hablaban, el cabello rojo no era cabello, si no estaba mal eran raíces muy finas, tenía hojas y unos ojos tan expresivos y llenos de sabiduría que no concordaban con lo joven que se veía, sin duda era una criatura única. No cabía duda de que era al Arcana.

—Buenas noches… gracias por la invitación—dijo entrando en la cabaña, que, como había imaginado era igual de acogedora a como se veía por fuera, el olor a la comida inundaba el lugar dándole un toque aún más hogareño.

Tomó asiento en uno de los sillones y respondió a la pregunta que les había hecho al llegar.

—Mil disculpas por la hora Arcana... mis horarios andan locos y sé que debí venir en la mañana, pero no podía esperar para aprender y la falta de sueño no me ayudaba mucho — dijo con aquel acento que delataba sus orígenes.

Lo que en ese momento le había parecido una buena idea, ahora ya no lo era tanto, quizá a la Arcana no le gustaba que le molestasen en la noche, aunque por otra parte no había sido la única, Eilen, Bel y Mel habían tenido la misma mala o buena idea, depende de cómo se mire, que ella, aquello la tranquilizo.

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Me costaba intervenir en la clase porque mi mente divagaba en otros aspectos de la conversación, sobre partos dolorosos y cruzadas de piernas. La mirada de la Arcana me pareció, en un instante, risueña al mirarme, como si le hiciera gracia mi reacción pero yo apreté más las piernas, moviendo casi inexistentemente murmurando un "nononononoymásno". Aunque Rosália dijera que ya estábamos en camino, yo prefería no moverme mucho y huir de allá en cuanto pudiera.

 

-- Ya sé que no podemos ser fríos. Es lo que a mí me gustaría pero no puedo, es un defecto de mi carácter. Soy explosiva, me enciendo con facilidad y eso me coharta cuando intento usar mis habilidades -- refunfuñé, no me gusta reconocer en público mis defectos, aunque ella tenía más razón que mi primer libro de magia. -- Intentaré controlarlo mejor, hum...

 

Para aumentar mi enfado, nos mandó deberes. Fruncí el ceño. ¿Y la comida? ¿Sólo bocadillos? ¿Y el resto...? Pero después noté que nos enviaba a hablar con una estatua y me apresuré a decir que sí. Una estatua no preña para nada, ahí no había peligro. Dije adiós con la mano para acudir al invernadero.

 

Al principio, me costó encontrarlas. Las plantas que reinaban en aquel lugar impregnaban de aroma mi camino y se inclinaban un poquito a mi paso. Sonreí y creo que llegué a olvidar el motivo por el que visitaba de nuevo aquel magnífico invernadero. Amaba las plantas y me sentía feliz con ellas, mi alma de sacerdotisa se nutría de la felicidad de la vida que llegaban a transmitir. Nada tan hermoso como un sencillo ejemplar de flor que se alza sobre una delgada ramita. Sonreí, feliz y tranquila, hasta que me encontré con las estatuas de las que había hablado la Arcana.

 

Para mí fue una sorpresa ver aquellas imágenes dolorosas y algo en mí me frenó. ¿En serio debería hablar con ellas? Sentí un escalofrío y, si supiera que eso no era posible, hasta juraría que me hablaban. Al fin y al cabo eran estatuas, ¿no?

 

Intenté recordar lo que la Arcana había pedido. Como siempre estoy en babia, seguro que me había perdido algo. Contacto visual... Abrirse.. Explorar...

 

-- Bueno, pues vale... -- dije en tono escéptico.

 

Me senté delante de la estatua de una especie de... ¿china, oriental, nipona...? Yo era española y poco contacto había tenido con la población del otro lado del mundo para mí aunque, por supuesto, había leído algo sobre ellos. Aquellos ropajes me recordaban los tradicionales japoneses, aunque yo no soy una experta... Me senté en el suelo del invernadero y mantuve el contacto visual.

 

Nada.

 

Aquello era una pérdida de tiempo. Seguro que la Arcana me decía que volviera en otro momento porque no conseguía encontrar ninguna conexión con la estatua. Bufé y me dediqué a mirarla mejor. Ahí empecé a ver detalles. Su rostro tenía un extraño colorido que yo, en un principio, había atribuido a un maquillaje excesivo. Como payasa que se maquilla en varios horarios de funciones al público, se me había pasado ver que aquel azul violáceo no era producto de la pintura con la que las mujeres cubríamos la piel de la cara. Fruncí el ceño tan levemente que seguro que pasaría desapercibido. Aquella muchacha había sufrido violencia.

 

Ahora me fijé en su vestido, roto y destripado en muchos lugares, enseñando zonas de la piel que normalmente cubrirían. Ahora el rictus de mis labios se hizo más visible para quien me rodeaba, las flores y las plantas de la Arcana. Aquella muchacha había sido golpeada. Al fijarme en sus pies tuve el impulso de acercarme a ella y curárselos. Pero recordé que era una estatua y permanecí sentada en el suelo. Sin embargo, su rostro era feliz, algo que no me cuadraba.

 

-- Pero bueno, muchacha... ¿A ti qué te ha pasado? -- exclamé.

 

La Arcana nos había dicho que mantuviéramos contacto visual y volví a mirarle a los ojos. Esos que destilaban alegría a pesar del estado de su cuerpo y sus ropajes. ¿Cómo podría ser que...? Yo no...

 

Bajé la mirada ante un recuerdo tan antiguo que ni sabía que aún estaba en mi memoria. Es curioso lo selectiva que es la mente que lo guarda todo en pliegues escondidos y que, en un instante, muestra lo que nunca hubieras querido que volviera a salir de allá dentro.

 

"Un grupo de muchachos atacaba a mi amiga Estela. Era una chica enclenque, paliducha y poquita cosa a sus 6 años de edad. Yo tampoco era mucho más que ella pero tenía un par de años más y algo más de peso. El orfanato no permitía crecer mucho más pero yo me las apañaba para conseguir fruta y bocadillitos en la cocina, como buena pillastre que era. Estela nunca hacía nada malo, era la chica buena de lugar.

Pero aquel día el hambre la hizo salir y arriesgarse y, por supuesto, la habían pillado con una manzana en las manos. Aquellos muchachos vigilaban los pasillos y eran responsables de que nadie se levantara de noche. Eran violentos, muy agresivos y temibles. Todos los niños del orfanato les temían. Yo sentí los gemidos de Estela y abandoné sigilosamente mi cama para ver que la tenían arrinconada ante la puerta de la habitación de castigo.

¿Por qué intervine? Es algo que no puedo saber aún hoy en día. Sé que hablé con ellos, me enfrenté y conseguí que la dejaran en paz, me cambié por ella. Lo que sucedía en aquella habitación nadie lo decía, nadie lo chivaba, todos los enriquecían con susurros ambiguos e inciertos. Yo supe aquella noche lo que sucedía allá y el recuerdo aún me aturde y me produce escalofríos. Sin embargo, mi mirada cuando conseguí volver a la habitación reflejaba los mismos sentimientos que aquella estatua, al ver a Estela dormida en su camastro agarrada a una manzana mordisqueada."

Apreté con fuerza los dientes y mantuve el contacto con la estatua, preguntándome qué le habría hecho a ella ser feliz a pesar del claro maltrato sufrido. De repente, lo supe y una lágrima resbaló por mi mejilla. No perdí el contacto con ella aunque quería llorar, como lloré aquel día último de mi vida en un orfanato muggle porque huí y nunca más pisé ningún otro. Crecí libre vagabundeando por los pueblos de la zona, consiguiendo pan a cambio de pequeños trucos de magia que descubrí que podía hacer. Lloré por ella y por mí, despacito, sabiendo que la muchacha se llamaba Kiri y que se sentía orgullosa de mi acto de valentía (algo que yo llamaba estupidez) y que su historia era tan triste y valiente como la mía.

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No pudo evitar sonreír cuando por fin, luego de tanto intentos, Rosália le daba la razón. Estaba empezando a comprender bastante bien la habilidad aunque aún sospechaba que le faltaba la parte mas complicada de la clase. Escuchó lo que le decía la arcana y asintió en modo de respuesta, seguramente luego de la prueba les tocaría el ultimo paso.

—Entonces me levantaré y voy a pretender que es totalmente normal ir a abrir mi conciencia con unas estatuas —asintió para si mismo en modo aprobatorio y se despidió de la arcana con un ademán.

Usó su anillo Uber para llegar rápido y seguro al invernadero. Como no sabía en que lugar exacto se encontraba se dejó guiar por la magia del anillo, el cual desde hace unas semanas tras los hechos ocurridos en el Ministerio de Magia se estaba convirtiendo en el artilugio mas deseado por todos los magos de Ottery.

Pik empezó a caminar sin ningún rumbo fijo en el invernadero. Olía a tierra mojada, flores dulces y grama. Estaba oscuro y lo único que iluminaba el camino eran pequeñas luciérnagas y unas flores bastante peculiares que casi le guiaban su camino. Muy a lo lejos distinguió el sonido de pasos y supuso que se trataba de Sagitas, tomó un camino hacia la derecha y caminó entre el pasillo de ramas. Dejó que estas las guiaran hasta toparse con un pequeño claro circulo rodeado de arboles.

En la mitad de este se encontraba la estatua de un hombre, arrodillado, con agujeros en su pecho y un semblante de preocupación. Se sentó en la misma posición, de frente, cruzando su mirada con la fríos ojos de piedra. Quizás solo era un material que no podía comunicar nada, pero su rostro decía mucho. Su postura le recordaba a dolores pasado y aunque él nunca hubiera tenido agujeros de bala, había sentido casi lo mismo.

Tras recordar el sentimiento en una fracción de segundo se pudo ver reflejado en la estatua, como si un espiral de emociones los conectara a ambos y ahora eran uno solo.

Aún la veía correr en el pastizal, en contra luz, solo una sombra risueña jugando como si se tratara de una niña. Él estaba acostado, bañado en el resplandor del sol que amenazaba por ocultarse, mirando al primer amor de su vida luego de años. Siempre supo que ese amor, a pesar del fuerte lazo que los unía a ambos, no eran funcional. Sus ideales, de primera, no eran los mismos.

Se acostó a su lado y él empezó a jugar con los rizos de su cabello entre sus dedos, no podía entender como algo tan sencillo podía tener tanto significado. A pesar de los años sin verse aun mantenían esa conexión tan nata, esas sonrisas cómplices y como un simple contacto podía causar un corriente eléctrica por todo su cuerpo. Pensó que todo estaría bien y que seria como antes, pero al acomodar su cabello tras la oreja vio la lagrima que recorría su mejilla.

Se quedó helado, porque aquella lagrima en su rostro era de tristeza, era de pena y arrepentimiento. Cuando alzó la mirada lo comprendió todo. Sus lagrimas eran de traición y no tuvo tiempo casi de levantarse cuando notó varios pasos en su dirección, ella alzó su arma casi decisión y la apoyó en el pecho del Macnair.

—Desaparece antes de que lleguen.


Pik volvió en si, tomando una bocana de aire fresco y con la respiración entrecortada. Se apoyaba con una mano del suelo y con la otra se apretaba el pecho, sintiendo un dolor que había curado hace años. Alzó el rostro de nuevo pero con cuidado, un poco temeroso de volver a tener contacto con la estatua. Había sentido su dolor mediante el suyo propio y ahora podía entender una parte de su vida, o por lo menos la parte que reflejaba la estatua. Llevó su rostro hacia las rodillas y se quedó así durante unos minutos, intentando volver a alejar esos sentimientos que alguna vez pensó que había olvidado.

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Una muchacha más se había sumado a nuestra comitiva ¡vaya y seríamos varias! Finalmente, con un golpe seco la puerta de la cabaña se abrió y del otro lado una mujer apareció. No parecía mucho más alta que yo, pero sus suaves facciones y estilizada figura la hacían lucir bastante más joven de lo que yo hubiese imaginado ¿era ella la arcana de Legilimancia? De ser así, definitivamente su apariencia estaba en las antípodas de la de Suluk Akku. Pero como ella también poseía características que la hacían única: No solo era el cabello, rojizo y de una consistencia similar a las plantas, sino también los ojos ámbar cuyo brillo reflejaba una sabiduría acumulada de muchos, muchos años.


Tras el saludo cortés con que inició la charla, y al que correspondí con una leve inclinación de la cabeza, sus siguientes preguntas me descolocaron. ¿Acaso solo pretendía probarnos con ambas preguntas?


Al menos tenía que admitir que en lo de estar hambrienta estaba totalmente acertada. Seguí en silencio al resto hacia el interior de la cabaña, pequeña pero bastante acogedora y en cuya mesa, aun podía verse los platos vacíos de la comida que tanto había provocado a nuestros vacíos estómagos.


De una u otra manera todas habían dado unas palabras para la mujer, así que sintiendo que era mi turno de hacerlo, carraspeé y acomodándome algo nerviosa en el sillón, a raiz de las palabras que la muchacha (¿Kaori?) acababa de decir, finalmente me aventuré a hablar.


— Muchas gracias por acogernos ¡incluso darnos de comer! La verdad no son cosas que uno se espera al llegar a una clase- solo recordar la vez en que uno de los guerreros uzza nos había "recibido" mandándonos hechizos a diestra y siniestra ya hacía francamente diferente y única la bienvenida de la que suponía era la arcana- yo quise venir de noche porque ¿cómo decirlo? son las mejores del día, con las calles desiertas que permiten recorrerlas con tranquilidad, con un silencio que permite concentrarse, aprender y encontrarse mejor con uno mismo. Sin embargo, supongo que como acaba de decir Kaori, apenas pasó por mi mente el hecho que usted pudiese como la mayoría de gente, encontrarse descansando.


Callé de repente. Ella ni siquiera había preguntado por algo como eso, pero ya me había mandado yo una respuesta larga, las del tipo que conseguían exasperar a Garry porque "hablaba demasiado". Levantándome del sillón de un salto como si hubiese tenido un resorte debajo impulsándome, observé a mis "compañeras" antes de volverme a dirigir a la anfitriona de la casa.


— Va necesitar ayuda para la cena, así que con gusto le apoyo en lo que haga falta.


No tenía idea que sería lo siguiente que sucedería.

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Aquello era, precisamente, lo que había querido enseñarnos la Arcana y me sentía tremendamente irritada. Con ella, con la estatua, conmigo... Había potenciando siempre mi Oclumancia y era una experta en ocultar mis terribles secretos internos que no quería que salieran a la luz. Pero nunca había conseguido ocultármelas a mí misma, por mucho que lo había intentado. Aquello me irritaba, un simple ejercicio de práctica de Legilimancia y había traído a mi mente uno de los recuerdos que tenía archivados como "noquierovolveraverlonuncamás".

 

Noté a Pik Macnair a mi lado pero no le hice caso. Yo tenía que hablar con la Arcana, así que abandoné el invernadero con un ánimo muy diferente con el que había entrado allá. Caminé hasta la vivienda y entré, sin pedir un cortés permiso, con los ojos aún llorosos y el ánimo irritado.

 

-- ¡Arcana! -- fue cuando me di cuenta que había más gente, todos conocidos. Tragué saliva y apreté los dientes en un intento de calmar y bajar mi tensión interna. Les saludé, parece que había conseguido tranquilizarme un poco. -- Buenos días a todos.

 

Supongo que eran nuevos aspirantes a la habilidad. Intenté sonreírles pero estaba demasiado tensa. Me volví de nuevo a la arcana.

 

-- Srta. Pereira. Creo que debiera enseñar cómo tener barreras de protección contra ésto. -- Me señalé la sien, como si ahí tuviera el lugar del problema. Tal vez sí... -- No se puede luchar contra una misma, ¿verdad?

 

De repente, me sentí muy abatida y llegué a cuestionarme si merecía la pena seguir. Me senté en una de las primeras sillas que vi, manteniéndome ensimismada y alejada de la conversación de mis tres compañeras de bando. Lancé un gran suspiro.

 

-- Contacté con la mujer y supe lo que le había pasado. Es penoso que esto suceda sólo porque somos mujeres. -- Me mordí otra vez el labio hasta que sentí el sabor acre de la sangre. ¿Me estaba implicando en el caso? No, ya me había implicado. Levanté la barbilla en un gesto que quiso ser orgulloso pero creo que sonó a penoso. -- Pero somos un género fuerte y nos levantamos. ¿Quiere hacer algún experimento más conmigo, Arcana? Creo que necesito una poción herbovitalizante o un whisky de fuego en este momento.

 

Y, si me dejaba escoger, sería esto último y más de una copa.

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Lanzó una carcajada ante la respuesta de sus nuevas alumnas. Insistió en que todas tomaran asiento, mientras ella se apoyaba en el borde de uno de los muebles de la sala, a un lado del arco que daba entrada a la cocina. No sabía por qué ya le estaban entrando dudas. No podía existir coincidencia de que tres personas se encontraran en medio de la noche. Esas eran un poco exageradas, incluso para una comunidad mágica tan peculiar como la británica.

 

Suspiró un poco, intentando acabar con más dudas que no le aportarían en nada. Bueno, era la Arcana de Legilimancia. La verdad en cierta medida, no se le escapaba. Pero ella esperaba cierta disposición por parte de quienes buscaban aprender a entender la conciencia ajena. Pasó sus manos por la blusa de tela que llevaba y volvió a acomodarse el cabello que llevaba en una coleta.

 

- No te preocupes… -entrecerró sus ojos- creo que ninguna me ha dicho su nombre.

 

Se incorporó de donde estaba y se asomó a la cocina. Movió un poco sus dedos y la gran olla que había usado para preparar la pasta volvió a colocarse sobre el fuego. Repitió la acción y esta vez era el pesto el que se comenzaba a preparar. Sonrió al ver su éxito y ahora se incorporó, apoyándose en el marco de la puerta.

 

- Podemos hablar un poco de la habilidad, pero, es tarde, tendrán que volver otro día. Es que, entiendan que soy una persona de las mañ…

 

Abrió sus ojos como platos cuando vio entrar a Sagitas y sonrió ante sus comentarios. Se sentía como una tía mayor ante la bruja. Sabía que entendía lo básico de la Legilimancia… aunque, a su modo.

 

- ¿Por qué luchar contra uno mismo si nos podemos querer? Además, a estas alturas creo que a las dos nos hace falta un whisky de fuego. Sin embargo, me preguntaba, ¿has podido ayudar a tu estatua? Kiri es especial.

 

Entrecerró los ojos, podía sentir la corteza cerebral de Sagitas y su toma de decisiones. Kiri era especial, porque por más golpeada que estaba, seguía feliz. Capaz, Sagitas podía haber pasado por algo parecido, pero, ¿es la empatía el fin? ¿o solamente una parte del camino? Porque compartir experiencias similares no es más que una forma de apertura… El cierre, es algo personal, sí, pero se produce en otro plano. En un plano de entendimiento, perdón y acción.

 

- Es que, su misma situación es conflictiva. De todas maneras, ¿has sabido algo de Pik? Si puedes volver al invernadero para revisar si está todo bien, te lo agradecería mucho. Por favor, presiento que pasó lo mismo contigo. Busquen una solución. Cuando vuelvan, los estaré esperando con un trago y una pregunta.

 

Inspiró.

 

- Pero, vuelvan cuando las estatuas hayan cambiado.

 

Soltó una pequeña risita, se había olvidado por un momento del contingente nuevo.

 

- Ustedes, chicas, ¿para qué quieren saber Legilimancia? ¿Qué es lo que buscan saber en el otro que no encuentran en ustedes mismas?

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Kaori Matsudaira

No se tenía que ser un genio o saber leer mentes para darse cuenta de que, tanto su presencia como la de sus otras compañeras, no le había hecho ni pizca de gracia a la Arcana. La verdad es que no era para menos, era ya muy tarde y seguramente estaba cansada como para enseñarles.

Incomoda por lo imprudente que había sido, Kaori, no sabía si volver a disculparse y regresar mañana, aunque por otra parte la arcana ya se había puesto a cocinar y el aroma que despedía lo que sea que estuviera haciendo la invitaba a quedarse, al menos hasta después de comer.

—Soy Kaori… —dijo presentándose, aunque no pudo decir nada más pues en ese momento ingresaba a la cabaña una bruja visiblemente afectada por alguna razón que ella desconocía.

Las escuchó conversar y la verdad es que no entendió mucho de lo que estaban diciendo, lo único que sabía es que lo que sea que le pidiera la Arcana afectó a la otra mujer. No intervino mientras hablaban, aunque no pudo evitar preguntarse que sería aquello que puso en aquel estado a la pelivioleta y tampoco pudo evitar preguntarse qué era lo que les esperaba a ellas. ¿Acaso la que ahora era su maestra disfrutaba de torturar psicológicamente a los alumnos? ¿Seria aquel aspecto amable e inocente tan solo una fachada?

La voz de Rosalia la sacó de sus pensamientos, evitando así que siguiera poniéndose más paranoica pensó mientras sus mejillas se teñían de un casi imperceptible color rosa. Escuchó lo que les preguntaba y se alegró de que haya cambiado de opinión, todo indicaba de que si les iba a enseñar algo después de todo.


—Desde siempre me ha gustado la habilidad, así que deseo dominarla. Aprender lo que más pueda de ella, sus limitaciones y los riesgos a los que nos podríamos enfrentar si le damos un mal uso—Respondió la bruja a las preguntas que la mujer les había hecho — ¿Buscar algo?... en realidad, no, solo entender mejor a las personas… ponerme en sus zapatos por así decirlo —añadió.

Hasta ese momento la verdad era que no se había puesto a pensar en eso, simplemente se había inscrito porque la habilidad le llamaba la atención, ir a clases consideraba que era una buena forma de pasar su tiempo libre, aprendiendo algo nuevo, después de todo acababa de llegar y aun no tenía empleo y tampoco amigos como para salir y hacer el vago como cualquier joven de su edad.

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