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Legilimancia


Rosália Pereira
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El Macnair entendía el porqué Rosália no podía decirle los otros dos puntos para terminar de comprender la Legilimancia pero, si no se lo decía, ¿cómo él seria capaz de saberlo si desconocía del tema? Estaba ahí para aprender y ser guiado, no para adivinar a base de especulaciones. Si tuviera un libro que hablara de eso, un pergamino o algo parecido, seria bastante más fácil para él como alumno. Se dejó llevar por la voz de la arcana y solo escuchó, ya estaba cansado de pensar.

Sabía que la mente era poderosa, pero nunca pensó que podía llegar hasta el punto de que tu conciencia se pudiera unir tanto a la de otra persona si se usaba mal la habilidad. Le gustaba saber eso, conocer los límites siempre era importante en la magia. Por lo general a Pik le gustaba llevar todo bastante al extremo, pero el punto de peligro de perder la conciencia y desconocer quien eres fue simplemente abrumador. Quería comprender más a las personas y entenderlas, quizás aprender de ellas y para crecer como persona, pero no llegar al punto de perder lo que él es.

— Suena bien lo de la cena, arcana —agradeció ese día de descanso que le ofrecía, así podía despejar su mente o eso intentaría, ya que lo que pedía para el día siguiente no lo terminaba de comprender—. Hasta mañana, Rosália, Sagitas —se levantó y tras una leve inclinación salió del invernadero, desapareciendo tras colocar un pie fuera de los terrenos.


Al día siguiente


Como si un rayo rompiera el cielo, una ventana de luz iluminó la oscuridad, alejando las sombras en los terrenos de la universidad. La figura del Macnair surgió del portal, vestido con un traje azul oscuro que quedaba oculto encima de la gabardina de color crema. Rodeó el invernadero donde pensó, simplemente por lógica, donde debía encontrarse la cabaña de la arcana. No costó encontrarse con ella y por lo visto había sido el primero en llegar, no había rastro de Sagitas en ningún lado.

Tocó la puerta dos veces y no esperó mucho, Rosália lo recibió y la sonrisa en su rostro casi hablaba por si sola. Estaba esperando recibir lo que pidió antes de dejar entrar al Macnair en la cabaña. Tras ella podía escucharse el sonido del fuego y un leve aroma a especie se escurría por la puerta. Le abrió el apetito más de lo que pensaba.

—Buenas noches, arcana —soltó un suspiro y miró al suelo, un poco inquieto sin saber muy bien que hacer—. No tengo idea, para ser sincero, en como explicar algo medianamente lejano sin que sea un hecho, porque al contarlo simplemente ya es un hecho que sucedió —empezó a explicar, mirándola a los ojos— pero se me ocurrió quizás que contar un hecho pueda ser mediante solo sentimientos, reviviendo lo que sentí al momento de enterarme.

No sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero el simplemente siguió lo que pensaba que estaba correcto. No tenía de donde agarrarse. Recordó entonces aquella memoria lejana en su mente que, aunque no fuera uno de sus momentos más importantes en su vida, aún lo recordaba con particular cariño. Había sido hace años dentro de la Torre Negra, el día en que su esposa Alyssa subió al liderato cuando ellos aún solo eran conocidos.

—¿Sabes cuando sientes algo por alguien que es indescriptible? Fue algo así, una sensación calidad que al recordar ahora se llena de melancolía, envolviéndose en los años que han pasado desde ese momento —se dio cuenta de que aquello se podía interpretar como un hecho, pero siguió de todas formas—. Lo que más recuerdo era la admiración del momento, el orgullo que flotaba por el aire y como la ilusión de las personas se veía reflejado únicamente por algo tan sencillo.

No existía algún ritual ni una especie de coronación cuando se elegía a un nuevo líder de la Marca Tenebrosa, pero algo presente que siempre estaba eran los pensamientos, el respeto y la lealtad que se sabía que los demás tenían hacia ti. Él lo había vivido y comprendía como Alyssa lo había hecho de igual forma años antes, era una muestra de respeto y mucho más sin necesidad de decir ninguna palabra. Sonrió como un tonto para si mismo, sumergiéndose en esa memoria.

—¿Como contarías tu una memoria lejana sin explicar ningún hecho, arcana? —preguntó el Macnair, esperando ver como ella podía interpretar la misma pregunta que le hizo a él.

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Por supuesto que protesté. Eso se debía a que me encontraba a gusto en el lugar y, por tanto, me permitía charlar de todo como una cotorra, algo que no haría si deseara irme del lugar. No era así, aquel invernadero, las flores, los aromas, el agua... ¡Era el lugar ideal para aprender!

 

-- ¡Pero Arcana....! ¿Cómo que no nos va decir qué otros dos puntos son los que no sabemos? ¡Pues vaya manera de enseñarnos! Usted lo que quiere es que razonemos y pensemos. ¡Ni que estuviéramos en una clase de filosofía de esas de los muggles! Yo siempre suspendía en todo en la escuela muggle, yo siempre corría por los patios y me dedicaba a lo que me hacía feliz y le juro que pensar no es algo que me lo haga...

 

Sí, tal vez podrían pensar, ella y mi compañero, que mis quejas podrían ser una falta de respeto. Nada de eso, era la confianza que sentía hacia una mujer que me inspiraba una sensación de paz y con la que podría hablar. Así, seguí la conversación amena que manteníamos.

 

-- Identidad... Mente... ¿Qué más da cómo la llame? Lo importante es que la mía es mía, mía de mí, mía de yo, de nadie más. Y todo el que intente entrar en ella tendrá que pagar un precio muy grande porque yo soy muy amante de lo mío y no dejo que nadie lo vea. -- Suspiré y mi mirada se perdió entre las hojas verdosas y las flores coloridas que nos rodeaban, sin verlas del todo, ensimismada momentáneamente en una sensación incómoda y lejana. -- Ya estoy aislada del mundo, vivo en un yo continuo que lucho por mantener firme entre una marea de contactos sociales que no ansío. Por eso amé la Oclumancia y por eso la uso tan a menudo que creo que siempre está ahí, parapetando mi yo contra las influencias externas... Soy como una payasa autista en un mundo excesivamente social.

 

Me sorprendió que hubiera podido confesar una sensación tan íntima delante de él, no tanto de ella. La Arcana conseguía infundarme de una tranquilidad y sosiego que era normal que me abriera ante ella. ¿Pero ante un desconocido? Me mordí el labio inferior y le miré un poco pero él sólo se levantaba y saludaba a las dos, despidiéndose. Fue cuando me di cuenta que la Arcana nos había echado de su casa, de forma amable, por supuesto, invitándonos a volver mañana.

 

-- ¡Ohh! ¿Mañana...? Yo no quiero irme todavía -- no, no era irrespetuosa sino que era sincera. ¿Se podría considerar eso una característica del autismo que había explicado antes? Seguramente, el hablar de mí misma y no hacer demasiado caso a lo que decían los otros era algo que solía pasarme a menudo, sin saber cuando debía callarme o irme. Carraspeé un poco tarde, cuando ya Pik Macnair había salido. -- Pues... que así sea, claro... Una lástima, ahora que tenía el ambiente cogido y empezaba a sentirme a gusto con usted, Arcana.

 

Por supuesto, el día llegó pronto y me obligué a pasear por Londres para ver a varios mercaderes muggles que podían proporcionarme datos de varios proveedores que necesitaba. Además, pasé por delante del Palacio de Buckingham y disfruté del cambio de guardia en la entrada, un espectácul0 seguido por muchos turistas aquel día. Como se me hacía tarde para volver a casa y el día había amanecido apacible, tras la lluvia del día anterior, decidí comprarme una ensalada y sentarme en un banco de un gran parque cerca de la Estación de King Cross. Después tomé un tren que me acercó a una población cercana y sufrí el contacto con los sudorosos muggles que volvían de sus trabajos y añoraban sus casas. Anocheció más pronto de lo que me esperaba y, tras acostar a Ithilión y la lectura de uno de sus libros preferidos, me duché y me vestí con ropa cómoda para volver a la clase de la Arcana. Un pantalón tejado desteñido y roto que me había comprado por la mañana y un jersey de lana beige de cuello alto, junto a unos zapatos planos (no encontré mis bambas y tuve que ponerme unos que no me gustaban pero que me darían un aire algo más elegante).

 

No tardé en llegar a la casa de Rosália, tarde por lo que veía, puesto que ya estaba Pik hablando con ella. Bufé, pues ahora recordaba que tenía que contar algo para tener derecho a la comida. Arrugué el ceño y me froté las manos en los pantalones, nerviosa,

La muchacha de la tienda tenía los ojos rojos. La habían despedido y tenía que cerrar la caja cuando le puse la ropa que había comprado para que me la cobrara. Sentí el deseo de venganza y pagué unas 10 libras menos de lo que costaban.

¿en serio se me había podido olvidar que tenía que contarle una memoria de alguien? Pero si no

aquel niño que me dio las gracias por devolverle la pelota se reía de mí porque me goteaba salsa césar de la barbilla, ahora entendía que sus amigos se rieran de mì y me señalaran en el parque...

me había preparado nada de nada. Tal vez en vez de perder el tiempo todo el día en Londres para

¡Te odio, te odio! ¿Será cazurra esta tipa que ni viene a comprar sino a pedirme la dirección del almacén de Boston para pedir ciertos artilugios pasados de moda? ¡Y yo con hambre y esta tipa no se va...?

cuatro cosas que podría haber hecho otro día. Mira que suelo perder el tiempo en cosas raras, pero ahora

Estoy segura que si le doy un beso en la boca este guardia reaccionaría. No puede ser que esté tantas horas sin moverse. ¿Y si le enseño las te...?

había perdido el tiempo y seguramente la Arcana se enfadaría conmigo por no haber preparado nada. Además, que no lo había entendido, eso de relatar una memoria sin hechos. Así que tampoco podría haber hecho algo sin entender lo que me pedía, ¿no?

Mami quiere que me duerma para irse de nuevo, como ayer... Nunca se queda conmigo. Siempre está fuera de casa...

 

Parpadeé porque, sin darme cuenta, estaba segura que mis locos pensamientos de sentimientos muy encontrados de otras personas se habían cruzado conmigo sin saberlo me habían dejado mirando a Pik y a la Arcana durante un segundo más de la cuenta, perdida con la mente en otro sitio. Así que carraspeé, aturdida, sólo había sido un segundo pero recobré de nuevo el hilo.

 

-- ¡Hola, Arcana! ¡Hola, Sr. Macnair! ¿Me he perdido algo? Hem... No sé qué contarle, Arcana Pereira, no me he preparado nada aunque si pienso tal vez pueda decirle algo, aunque en principio no se me ocurre nada... Ya le dije que yo procuro no mantener contacto visual con nadie y permanecer alejados de todos para que no me empapen con sus cosas que no me interesan.

 

El sentimiento de venganza de la muchacha de la tienda

Las risas escondidas de los chiquillos del parque

La impaciencia del vendedor del negocio de Londres

La turista desgreída y un tanto zafia frente al guardia inglés

La sensación de pena de mi hijo porque no le dedico mucho tiempo...

 

-- ¿Significa eso que me he quedado sin cena, Arcana?

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  • 2 semanas más tarde...

Ellie sobrevuela lentamente los terrenos de la Universidad sobre su Saeta de Fuego, pensando que, quizás, venir en la mañana habría sido una mejor idea. La pálida luz nocturna le permite distinguir algunas edificaciones entre la vegetación; no obstante, los ojos humanos son limitados y ella es perfectamente consciente de ello, cuando siente la visión cansada debido al esfuerzo que hace. «Con la navaja mágica, podría hacer unas gafas de visión nocturna —piensa al sentir la chispa de inspiración que sólo acude a ella cuando es demasiado tarde—. O podría hacer una poción utilizando ¿ojos de gato, a lo mejor?». Se encuentra divagando en el tema, aunque sabe que, como muchas otras ideas inútiles que ha tenido, aquella será desechada apenas encuentre algo más interesante en lo que pensar. Inconscientemente, aminora la velocidad cuando distingue una estructura de piedra, ubicada relativamente cerca de lo que parece ser una cabaña, la cual, a su vez, está junto a una estructura de cristal que refleja la luz plateada de la luna. «Se supone que es por aquí».

 

En sus constantes prácticas para convertirse en una Oclumante, hace ya varios años atrás, Ellie nunca fue capaz de decir por qué quería dominar aquella rama de la magia. No es que el profesor le hubiese exigido una respuesta, pero, en aquel entonces, le hubiera gustado tener algo interesante que decir al respecto. Todavía lo piensa y duda que haya un sólo motivo que la hubiese impulsado... y, de la misma forma, se siente ahora, mientras está intentando encontrar los aposentos de la arcana Rosália Pereira. Ellie es una bruja a la cual le gusta aprender y estudiar lo más que puede de la magia, no para ser la mejor bruja o la más poderosa, sino porque, simplemente, disfruta del aprendizaje y el conocimiento, lo cual está estrechamente relacionado con su carrera de Inefable. Así es como lo ve y así es como se siente cómoda pero, mientras se baja de la escoba voladora y la cuelga con una correa cruzada a su espalda, se pregunta si la instructora espera algo más.

 

A pesar de que tiene un poco de frío, se alegra de haberse puesto aquella túnica, verde oliva, de mangas hasta los codos y larga hasta las pantorrillas; el suelo, que aplasta bajo sus botas marrones con trenzas, está húmedo y una túnica más larga se llenaría de fango. No es que sea una persona vanidosa, simplemente no le sobra oro para renovar su guardarropa. Al salir de casa se hizo una única trenza en el cabello, pero, debido al viaje desde Ottery St. Catchpole hasta la campiña inglesa donde está aquella imitación de Egipto, esta está despeinada y con algunos mechones sueltos. No lleva consigo nada más que la escoba, su varita mágica y un monedero de piel de moke (con un encantamiento de extensión indetectable) donde lleva algunos artefactos mágicos.

 

Con grandes zancadas, camina hacia la terraza de piedra, donde le informaron que la arcana suele recibir a los aprendices; sin embargo, muy pronto se da cuenta de que, por lo menos allí y por lo menos de momento, no hay nadie

Editado por Eileen Moody

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Había abierto la puerta y dejado que sus invitados pasen. Estaba contenta. El gran ventanal en su cocina tenía alguna de sus aberturas libres para que corriera un poquito de viento. Después de todo, los cristales se empañaban un poco con los vapores que salían de la gran olla. Del horno salía un aroma a pan casero y de algunas sartenes, diferentes especias cocinadas. Había preparado un aperitivo antes de comenzar, con algunas cositas para picar y un vino tinto. Su cabello estaba atando en un rodete. De solo pensar que algún pelo suyo podía terminar en la comida, se estremeció.

 

Intercambió los saludos y los hizo pasar, sentándolos en los costados de la pequeña mesa. Los instó a que probaran un poco de los bocadillos que había preparado y sirvió la bebida. Se apoyó en la mesada de la cocina y escuchó con atención a lo que los dos tenían por decir. Se llevó el dedo a la boca y miró hacia arriba. Estaba pensando en la mejor forma de encarar el tema.

 

Cuando Pik contaba sobre su memoria, se imaginaba algo importante para él, claro. Como cuando ella estaba en el mundo de los negocios. Las palabras que más le llegaron fueron aquellas que evocaban lo de la admiración y la sencillez. Se imaginaba a alguien vendiendo su primer café en un bar recién inaugurado, o el triunfo de pasar un examen. Luego, Sagitas, de la que sintió una la cotidianeidad del día a día. Fue la excusa lo que hizo que saltara esa sensación nostáligca. No querer mantener contacto visual y permanecer alejado

 

- ¿Cómo contaría yo? A ver… El tema de las expectativas es bastante delicado. Siempre las tendremos sobre algo. Si yo ahora les cuento que estoy embarazada, prácticamente anuncio algo que genera expectativa. Incluso entre los magos siempre estamos esperando a que algo pase de lo que tenemos en mente. Los problemas aparecen cuando las expectativas no se coinciden con la realidad inmediata. Estar a cargo de cosas, como un negocio familiar o ser parte de grupos selectos pueden ser una buena noticia hasta que todo se da vuelta.

 

Se tambaleaba un poco de lado a lado.

 

- Ahí sucede un cambio. Es ahí donde nuestra conciencia puede reconocer que se genera algo en la mente. Ahora que estamos hablando, pienso en un momento lejano y reconozco que existen cosas que ya me han sucedido. Que se repiten. Inseguridades o frustraciones. No importa el hecho en sí, sino como respondí ante el mismo, lo que pasó antes y lo que, obviamente sucedió después. En ese caso, todas aquellas cosas que me daban orgullo, terminaron siendo un peso y dolor. Una noticia, o un hecho, tiene la posibilidad de ser algo positivo y negativo al mismo tiempo. Entonces, ¿para qué detenerse siempre en lo que sucedió, cuando somos también nosotros los que construimos nuestra realidad?

 

Se dio vuelta para dar vuelta la pasta por última vez. Tomó un poco de la copa de vino que tenía a un costado y coló los spaghettis.

 

- Y siempre pienso a la Legilimancia como una habilidad que se nutre de la epistemología. Pero bueno, sigue siendo filosofía después de todo.

 

Puso la pasta nuevamente en la olla y tomó la salsa que se estaba cocinando en una de las sartenes. Lanzó todo en la olla, la cual estaba a fuego lento.

 

- De la ruptura, siguió en lo que para mí fue una desesperanza que terminó en la calma de una tormenta. Un relajo. Una nueva forma.

 

Estaba hasta jugando con el límite que ella había propuesto. Terminó de servir la pasta al pesto y se sentó en la mesa junto con sus comensales.

 

- Ahora, si acabamos los tres de hacer una revisión puedo estar cómoda en decirles que así funciona la Legilimancia. En realidad, no vemos en sí hechos. Nunca podemos estar seguros. Cada uno tiene su propia experiencia subjetiva. Es más, ¿quién nos dice que verdaderamente percibimos todos los colores de la misma manera? Nunca lo vamos a saber. Son verdades de las que tenemos una ilusión. Después de todo, ¿qué es la verdad si no una mentira que comenzó hace tanto tiempo?

 

De los platos, salía un pequeño vapor que dejaba a entender que la comida estaba caliente.

 

- Me gustaría que vuelvan a intentar el ejercicio. Y de ahí reflexionen. Contesten a mi pregunta. Si todos vivimos en la misma realidad, en los mismos hechos, que, aunque los generemos nosotros también afectan a todos por igual, ¿qué pasaría cuando vemos esto en la mente de otras personas? Tengan en cuenta que su conciencia es la que viaja, por lo que estar a un nivel de empatía de la otra persona significa empaparse de su individualidad y, por ende, ¿perder la suyas? No lo sé, eso depende de ustedes. Después de todo, nos formamos en relación al otro.

 

Levantó la cabeza para mirar hacia la ventana. Había una persona en el camino hacia el invernadero. Con su anillo de Legilimancia, dio un pequeño giro de muñeca sin que distrajera a sus dos estudiantes. Buscaba que una hilera de luciérnagas le mostraran el camino a Eileen para que entre en su cabaña.

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Mel no era de las que solía hacer bromas pero ver a su "prima" ahí parada, lo suficientemente concentrada como para no escuchar su aterrizaje, fue demasiada tentación. Se acercó a ella desde atrás cuidando de que sus botas de hebillas no hiciesen ruido sobre el suelo, antes de soplar detrás de su oreja derecha, haciendo un ruido fantasmagórico.

 

—UHHH...

 

Una risa infantil y luego, alejarse para evitar que los reflejos de la bruja le cayesen encima en forma de golpes. A pesar de que no había sido ni mucho menos su intención, nota enseguida que lucen parecidas: Mel lleva también el cabello recogido en una trenza de apariencia descuidada debido al largo vuelo. No se le había ocurrido atar su escoba como para que no le estorbara, por lo que la lleva en la mano, pero por lo demás, casi podría haberse dicho que eran hermanas. La túnica es la única diferencia significativa, debido a que la de Mel, si bien le llega a los tobillos, es de mangas largas, azul oscuro. Antes de que pudiese saludarla con propiedad, Meows —su varita— suelta un sonoro estornudo.

 

—No pensé encontrarte aquí —es lo que añade después, acompañando sus palabras de un gesto informal a modo de saludo.

 

Mel había tenido una profunda curiosidad por estudiar legilimancia desde que llegara a Londres pero no había podido juntar el oro suficiente como para intentarlo. Gracias a su trabajo en misterios, sin embargo, y a sus inicios en el concilio, ha podido conseguirlo. En cuanto a su indumentaria y su apariencia relajada... tan sólo suplica para que los arcanos no se parezcan a los Uzza. Si lo que decían era cierto y se llevaban mal... esperaba que fuese porque los arcanos eran muchísimo más agradables.

 

—Oh...

 

Iba a agregar algo más pero se distrajo enseguida cuando percibió cómo un grupo de luciérnagas se arremolinaban ante ellas para luego formar una fila. Aún para alguien tan disperso como Mel, el mensaje es evidente: han de seguirlas. Todavía algo distraída por la repentina y llamativa luz, Mel le echa un vistazo a Ellie antes de encogerse de hombros.

 

Su gesto no podría haber sido más elocuente "¿Se supone que las sigamos, no?"

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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—¡Mel! —no se atreve a gritar; su voz es un susurro contenido, mezclado de enojo y sorpresa. Energéticamente se frota los brazos, para deshacerse de la sensación de piel de gallina que tuvo la broma de su prima en ella— ¡Madura! —pero, pronto, la exaltación del susto comienza a mermar; las imágenes de monstruos y fantasmas que fue capaz de imaginar en una fracción de segundo, comienzan a desvanecerse y así lo hace también el enojo por haberse encontrado en tal situación, aunque fuese por apenas unos momentos. Sintiéndose un poco más cálida, suelta una risa nerviosa— La próxima vez, no me haré responsables de mis acciones de autodefensa... —aunque muy difícilmente Ellie, en alguna situación, use la varita antes de pensar. Incluso en esta ocasión, antes de gritar, antes de correr, lo primero que hizo fue volverse para ver al fantasma o monstruo que la había asustado.

 

»¿Estás intentando imitarme? —suelta, cuando nota el peinado de Mel y su escoba voladora, con una sonrisa divertida.

 

Nuevamente, se sobresalta cuando escucha el estornudo de la varita de Mel. Aquello no es saludable; sin embargo, antes de que pueda compartir sus conocimientos sobre mantenimiento de varitas, su prima la distrae con algo más, con algo en lo que debería estar pensando en lugar de en varitas y fantasmas.

 

—También estás buscando a la arcana Rosália Pereira —no es una pregunta. ¿Por qué más se habrían encontrado en aquel preciso lugar? No es que cualquiera pueda andar caminando por los terrenos de la Universidad Mágica—. Bien, será interesante —comenta—, la verdad es que yo...

 

—Oh...

 

En aquel momento, pequeñas lucecillas comienzan a parpadear a su alrededor, rodeándolas primero para llamar su atención y luego formar en el aire una especie de hilera, que se extiende más allá de la terraza de piedra donde había escuchado que la arcana atendía a sus aprendices. Cuando vuelve el rostro hacia Mel y observa su gesto, se da cuenta de que ambas piensan lo mismo, sin necesidad de palabras. Sin ocurrírsele que quizás están interpretando mal el mensaje (¿cómo sería eso posible? Es demasiado obvio), Ellie asiente y se echa a andar junto a Mel.

 

A medida que avanzar, las luciérnagas que ya han dejado atrás se apagan, acordando el camino, que termina en la puerta de una cabaña bastante sencilla y de apariencia acogedora. No puede evitar pensar en su casita a las afueras de Ottery St. Catchpole, en una situación tan similar.

 

—Mel... —Ellie puede sentir un ligero gruñido de su estómago— ¿hueles eso? —pero se da cuenta de que la pregunta está de más, puesto que por su "condición", su prima tiene un olfato mucho más delicado que ella— ¡Huele delicioso! —susurra. Por un momento, se le ocurre que han interrumpido la cena de la arcana; quizás sea así, pero de todas formas las ha invitado. Luego de unos momentos, decide tocar la puerta con tres golpes para anunciar su llegada y a la vez pedir permiso para entrar.

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—Hola, señorita Potter Blue —respondió amable ante el saludo, siguiendo hacia donde los dirigía la arcana.

Conocía lo suficiente a Rosália como para coger uno de los bocadillos que sirvió sin esperar que ella fuera la primera en probarlo, era bastante amable y sin los delirios de grandeza que sufrían muchos magos cuando pasaban determinada edad. Saboreó un poco del vino mientras escuchaba a Sagitas hablar y luego a la arcana responder su pregunta, era bastante entretenido poder escuchar la opinión de ambas.

— También influye nuestra percepción de lo que sucedió en algún momento no es la misma que ahora, así es como una aprendemos… maduramos, o ambas —se corrigió, recordando alguna situación similar mientras jugaba con el copa en su mano—. No todo lo que alguna vez fue pena o dolor, como mencionó, lo sigue siendo ahora. Aprendemos de lo ocurrido para saber como reaccionar en el presente, que esperar o como actuar.

Creía entender el rumbo que estaba tomando la clase tras cada vez que intervención de la arcana. Debía admitir que no se esperó que la habilidad fuera de esa manera, tan teórica y calculadora, tan de conocerse no solo a la persona frente a ti, sino a ti mismo. Ladeó el rostro como si intentara comprender lo que decía, pero el olor de la salsa estaba empezando a captar más su atención.

No habló durante un par de minutos cuando les indicó a que volvieran a repetir el ejercicio. Sentía que ya les había dicho la respuesta en los anteriores segundos, pero estaba empezando a irritarle su forma en como transmitir la información. Vació la copa de un solo trago, necesitaba inspirarse y volverse creativo para poder responderle de forma correcta a la Rosália. El vino siempre funcionaba para esa clase de ocasiones.

—Es decir —apuntó con la copa vacía a la arcana, ladeando un poco el rostro tras pensar un poco—. Qué cuando se usa la Legilimancia no vemos la menta de la persona. Lo que sucede es bastante diferente pero muy parecido —aclaró—, uno vive y siente lo que la otra persona pasó mediante… sensaciones, recuerdos o hechos que sean similares a los nuestros, de esta manera uno sabe como relacionar. Es por esto que es importante saber quien tu eres para no perderte en la otra persona, porque son sensaciones tan conocidas que si se pierde el control te puedes sumergir para vivir momentos que son difíciles de comprender, de un pasado que intentar bloquear o recuerdos inconscientes que de esta forma pueden llegar más fácil.

Se apoyó de la silla y entrecerró los ojos, mirando con gesto acusador a la arcana. Lo que había dicho tenía todo el sentido del mundo luego de tanta charla, pero aún no había respondido al ejercicio. Cerró los ojos y recordó, un recuerdo casi ajeno pero que se fundía con su piel hasta el día de hoy. Abrió los ojos y solo dijo:

—En la huida encontró la sombra, que sirvió de guía cuando la soledad, la pena y el dolor, era lo único absorbía. Encontrado en la perdida, donde menos lo esperó.

 

Tras sus palabras la puerta sonó tres veces y frunció el ceño, el ambiente que tenían era bastante acogedor y no le apetecía que otros alumnos lo interrumpieran.

Editado por Pik Macnair

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El olor a comida despertaba en mi una gula inconmesurable pero la Arcana aún no me decía si yo también estaba invitada a la cena. Pocas veces una comida de verduras solía despertar en mí aquella ansiedad y el olor a pan casero despertaba recuerdos en mí de una niñez olvidada hacía tiempo. Al menos, me dejó sentarme con Pik en la mesa y probar aquellos sabrosísimos bocadillos. Comí, por supuesto, mientras la escuchaba.

 

-- Entiendo lo de las expectativas -- dije, tragando deprisa. -- Aunque... ¿está embarazada? -- Sí, sé que me suelo perder mucho en las clases porque las partes teóricas me abruman demasiado. -- ¿Construimos nuestra realidad? ¿Cuándo...? Yo no... sé... si...

 

Maté la frase con otro mordisco a aquel pan tierno. El olor de lo que se estaba cociendo allá dentro despertaba aún más mi gana y el bocadillito no la tapaba. Casi levanté la mano para pedir la palabra y hablé sin permiso, porque soy así de impulsiva.

 

-- Entiendo lo de los colores. Si tú le muestras un color a un niño y le enseñas que ese es el azul, siempre lo reconocerá como azul aunque en realidad puede ser una mentira y ser otro color porque la capacidad de conocer los colores no depende de factores más que de creer porque son ilusiones y mi azul no será el azul de otro. Y los matices de colores. ¿Sabéis cuántos nombres de colores azules hay en el mundo? Hay, al menos, 6 nominaciones estárdares del color azul y , sin embargo, en las lenguas clásicas había una incapacidad para nombrarlo de manera que llamar a un objeto como azul podía significar que era rojo o verde oscuro. Por ello, conocer un color es una ilusión porque depende de los matices idiomáticos y sociales con los que te hayan inculcado ese conocimiento. Y si encima hablamos de problemas de lectura en el ojo para la recepción de la luz, algunos ni ven el color azul y pueden identificar un color como azul cuando, en realidad, es una mancha parda. Es decir, es una experiencia subjetiva.

 

Me había ganado tomar otro bocadillo por toda la labia que había soltado. Y eso que a mí no se me daba nada bien el filosofear sobre nada. Lo que no entendía era la relación que tenía la legilimancia con la epi... opio... episo... Palidecí. ¿No había hablado antes de embarazo? Solté el bocadillo de golpe.

 

-- ¡Ah, no! Por ahí no paso, Arcana. Si la Legilimancia se nutre de la episectomía, yo no juego. Ya no quiero tener más hijos, ¿sabe? No, no, no quiero. -- Y en acto de rebeldía, aparté el platito de los bocadillos, sintiendo que la Arcana me estaba engañando para que me quedara preñada de alguna manera si seguía comiendo esos bocadillos. ¡Ay, Dioses! ¿Por eso estaba en la clase con el Sr. Mcnair?

 

Fruncía los labios y me negaba a seguir contestando sus preguntas, con las piernas bien cruzadas. Aunque, al final, no me resistí a hablar

 

-- Si tienes empatía con la persona con la que contactas, sufrirás con él y puedes hacer tuya su desesperanza, su alegría, su mal humor o sus miedos. No, no, no se puede tener empatía con la "víctima". Has de procurar mantenerte fría y con las defensas preparadas para evitar que se pueda invertir el proceso. Corremos el riesgo de ver desde otro punto de vista una situación común y entenderlo. Eso sería horrible en un asesino en serie. Hasta podrías creer que lo que hace es correcto y, por lo tanto, entenderle y sentir las cosas como él. Además, incluso podemos a interpretar sus actos de una forma que nosotros conocemos y hacerlo nuestros ya que aplicamos nuestros propios conocimientos para entender sus actos.

 

¿Por qué había dicho eso? A saber... Seguía sentada con los brazos cruzados porque, en el fondo, no me estaba gustando nada el cariz que estaba tomando todo aquello.

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La carta de aceptación había llegado y con un gesto feliz volví a mi habitación para coger el morral con las pocas cosas que había guardado en él y que pensaba podían ser útiles para el aprendizaje que me tocaba ahora.


La experiencia con Suluk Akku, arcana de Animagia, me había enseñado que rara vez esas magias regidas por principios distintos a los que nos enseñaban a los "occidentales" requerían de las cosas que para nosotras resultaban fundamentales en nuestra educación mágica. Porque eran ramas de las que apenas conocíamos la superficie, siendo que el verdadero conocimiento había sido celosamente guardado por las civilizaciones a las que cada arcano pertenecía.


Montada sobre la alfombra voladora, la lisa superficie del lago reflejando a la brillante luna en el cielo fue mi mejor señal para saber que me encontraba cerca de donde se suponía que la arcana tenía su hogar. Así que comencé el descenso, lentamente, hasta que no tardé en finalmente tocar el suelo. Por suerte, la ropa muggle que traía ese día (botines impermeabilizados, jeans desgastados y una campera con capucha bajo la cual solo traía una fina camiseta) iba perfecta con el ambiente.


Enrollada la alfombra (iba tener que darle una buena limpieza de vuelta a casa) y encogida para que quepa en el morral, busqué la terraza de piedra, pero antes de poder hallarla, fueron un par de voces, de sobra conocidas quienes me sirvieron de guía. Ambas mujeres, Melrose y Eileen, estaban tan absortas la una en la otra que ni siquiera fueron capaces de distinguirme, pero me bastó saber que también buscaban a la arcana Rosália para seguir a la estela de luciérnagas tal como ellas hacían.


Tras una caminata ligera, y pasando una pequeña fuente desde la cual pequeños hilos de agua emitían ondulantes movimientos, finalmente alcanzamos lo que en apariencia era la residencia de la arcana. Y es cuando Eileen menciona el olor de la comida que finalmente me decido hablarles.



— Huele bien pero la verdad yo ya estoy repleta— no iba ponerme a explicarles en ese momento como había terminado comiendo doble ración — esto de que sean secretas las inscripciones para las habilidades puede tener sus puntos positivos ¿no? Es una sorpresa de las buenas encontrarlas a las dos aquí.


No estoy muy segura si llevaremos la clase precisamente juntas, dado que en mi experiencia anterior Suluk Akku tendía a mandarnos pruebas específicas a cada uno, pero el solo hecho de tener conocidas de pronto hace que la visita a la arcana sea menos atemorizante.

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Kaori Matsudaira

 

Varios días atrás había recibido la notificación de que fue aceptada para aprender a dominar la Legelimancia y a pesar de que su viaje se había alargado más de lo debido, Kaori había llegado justo el día indicado para su primera clase. Emocionada por aprender e incapaz de seguir recostada sobre esa cama que para su gusto era muy dura, se puso en pie, era muy temprano en la mañana.

Luego de rebuscar en su ordenada maleta de viaje decidió ponerse unos pantalones de mezclilla azul oscuro rasgados a la altura de la rodilla, una blusa sin mangas en color blanco que no se le ajustaba mucho a su flacucha figura, al no saber que esperar de las clases, prefirió usar unos tenis blancos. Aun no estaba familiarizada con el clima así que decidió llevar una túnica.

A pesar de que Kaori había investigado y preguntado todo lo que pudo sobre el Ateneo, el lugar era enorme y resultaba muy fácil perderse, tal y como estaba ella en ese momento. Una estudiante le había dado indicaciones de cómo llegar, pero o le indicó mal o la bruja giró donde no debía, suspiró frustrada cuando escuchó a lo lejos parte de la conversación de un par de brujas.

—…buscando a la arcana Rosália Pereira — Ese si no estaba mal, era el nombre de la Arcana que le daría clases. Apurando el paso se apresuró a seguir a las dos mujeres alegrándose de estar con zapatos bajos.

Les dio alcance justo cuando se detenían frente a una cabaña que daba la impresión de ser acogedora, imaginó que ahí era donde vivía la Arcana y el agradable olor que salía se lo confirmo, así como también le hizo dar cuenta de que no había desayunado y moría de hambre.

—Hola… las escuche hace un momento, creo que seremos compañeras de clase — Dijo procurando no invadir el espacio personal de las dos mujeres. —Huele bien… espero nos invite algo —añadió mientras de forma inconsciente se tocaba el estómago. —Soy Kaori… por cierto —se presentó, justo en el momento en que llegaba otra bruja que pareció salir de la nada y que ademas parecía conocer a las otras dos chicas.

 

Sonrió levemente, eso de no conocer a nadie la hizo sentirse un poco rara. Quizá debía empezar a salir más y hacer nuevos amigos, suspiró, era la primera vez que extrañaba a los que había dejado atras.

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