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Libro de los Druidas


Badru
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La pulsera que llevaba en su muñeca izquierda produjo una vibración que solamente ella podría sentir al contacto con la piel. Al bajar la mirada en esa dirección el anillo detector de enemigos emitió un fulgor débil que le obligó a darse la vuelta tan rápido como su cabeza dio tiempo para analizar la información recibida y alzar su varita que hasta entonces se encontraba escondida en uno de los pliegues de su ligero atuendo. Fue tan siquiera un segundo pero eso le bastó para no perder la vida y le sobraron otros para fruncir el ceño.

 

—Ignea.

 

Murmuró aquello con confianza, curiosamente habiendo estudiado los libros y habiendo tratado de comprender y adoptar los conocimientos que éstos proporcionaban, quizás demasiado creía en sí misma y en su efectividad. Rápidamente una fina lluvia amarillenta, cual oro molido, cayó sobre su anatomía de bailarina con cierta gracia, cubriéndola completamente para repeler de ésta manera los filamentos de fuego que habrían hecho estragos en su nívea piel.

 

Aquel encantamiento invocaba cierta cantidad de polem de lirios que con el trabajo y la capacidad suficiente se convertían en un escudo impenetrable para las flamas.

 

—Mi nombre es Arya Macnair y estoy aquí para adquirir los conocimientos de Los Druidas— Soltó sin más, aquel Uzza tenía peor temperamento que su padre pero no dejaría que aquello la desanimase, simplemente dio un paso al frente.

 

—Yo hago al atuendo, éste no me hace a mi. En una situación de guerra bien podría vestir una parra que daría igual si mi poder es tan grande como deseo que lo sea algún día.

 

Badru podía tomar aquella respuesta como un insulto o un reto, cosa que no se alejaba más de la realidad, pero lo cierto era que cuando fastidiabas a un Macnair lo primero que recibías a cambio eran palabras ácidas.

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Su actitud no era de una aprendiz, de un guerrero que estaba dispuesto a descubrir los secretos que guardaba aquel entrenamiento. No me sorprendía aquella actitud, todos los que habían pasado anteriormente por este sitio estaban cortados bajo el mismo molde: altaneros, creyendo que que su rango social era para respetarse sin más; egoístas, escuchando únicamente sus propios pensamientos y creencias; ignorantes, sin tener ni una sola idea de quiénes éramos nosotros, los Uzzas, sus guías en aquellos nuevos caminos.

 

Tomé mi colgante con el polen de los pétalos de lirio de fuego para soplarlo encima de la joven Macnair, como se había presentado hace apenas unos instantes entre la defensa de su atuendo, esperando que parte de aquel polvo pudiera ser inhalado por la bruja para proteger sus órganos internos. Se había librado de mi primer ataque y al menos eso me daba cierta seguridad para continuar, podría tener una base en el arte del combate y no tendría que empezar desde cero.

 

- Iremos hasta una zona de guerra, - comencé a decirle mientras me concentraba en realizar un haz de la noche lo suficientemente grande para que ambos pudiéramos atravesarlo sin problemas - dos clanes de cherufes están peleando un territorio, por lo que debemos de pasar inadvertidos de principio para que recolectemos más polen de lirios de fuego... el suficiente para que tengas en tu propio colgante.

 

El trazo de aquel portal estaba casi completado, listo para que nos moviéramos no solo en el espacio sino también en el tiempo debido a la combinación de dos conocimientos especiales de los británicos. Miré de reojo a la bruja, aún no sabía si lograría deducir este conocimiento tan sencillo ya que, según su actitud, había 'estudiado' lo suficiente para presentarse ante mi, por ello se atrevió a lanzar el conjuro ignea.

 

- Activa esto, - dije al lanzarle el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas - funciona como el resto de protecciones que traes... solo que este te protege antes de que lleguen los enemigos, no como el que activaste para defenderte de mi ataque cuando ya estabas de frente a mi. Aprende a utilizarlo correctamente, el orgullo de un guerrero en batalla puede ser su perdición.

 

Al terminar de realizar el portal en el aire, lo activé con un simple movimiento de mi mano mientras tomaba con fuerza mi varita en la otra, sabía perfectamente que una vez que atravesara el portal caeríamos en las faldas de un volcán activo, justo a las orillas de aquel enfrentamiento entre esos seres demoniacos para buscar un túnel lo suficientemente amplio para ingresar mi aprendiz y yo.

 

- No dudes en defenderte si fallas en esconderte. Adelante, estaré siguiendo tus movimientos porque sabrás como conseguir el polen, señorita Ignea.

 

Sonreí sin que la joven Arya lo notara gracias al pañuelo que cubría la mitad de mi rostro, quería ver si sus acciones sustentaban sus palabras, aquellas que corrían bastante deprisa sin entender con quien estaba hablando.

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No pudo evitar estornudar y fruncir el ceño una segunda vez, el comportamiento de aquel Guerrero Uzza dejaba más que claro su falta de tacto para con las personas, sumando a la ecuación la poca paciencia que Macnair portaba ante sujetos como Badru, aquello posiblemente terminaría en caos. Por suerte lo que sus ojos vieron a continuación la dejó más que extasiada por lo que no necesitó reprochar la palabrería de su educador sino más bien admirar la maravilla de la propia magia antigua. Era sabido que para invocar un haz de la noche se requería de completa concentración y canalización de la magia, más había factores que combinados podían proveer un condimento extra al encantamiento.

 

Por desgracia la bruja no dominaba ni la Videncia, ni la Nigromancia como para disfrutar el sabor del poder pero sí gozaba de un basto conocimiento sobre Historia de la magia y Runas antiguas. Aun así su viaje no sería al pasado, ni al mismo infierno o al futuro incierto, sino que aquella rasgadura en tiempo y espacio los dejaría a ambos en una zona de fuego peligrosa con temperaturas insoportables para su sensibilidad demoníaca; habría quienes asegurasen que los de su raza no deberían de tener problema alguno con el calor, el fuego o un volcán en éste caso, pero la naturaleza de Arya era completamente distinta debido a una pronta intervención de su tutora cuando pequeña, Cye Lockhart.

 

—Lamento que me considere una persona orgullosa.

 

Aquello fue todo lo que pronunció antes de colocarse el anillo que Badru le entregaba en su dedo anular de la mano izquierda, pasando la yema del índice derecho por toda la cara superficial hasta que éste adoptó un fulgor que fue menguando hasta desaparecer, dejando un picor y calidez en la piel que tocaba entonces. Estaba activado. Acto seguido se apresuró a seguirlo traspasando sin pensarlo dos veces el haz de la noche para cambiar rotundamente de escenario.

 

Lo primero que notó fue el aumento en la temperatura, pero aquello no era similar a estar cerca de aquel árbol en la plaza, sino más bien que parecía provenir de todos lados: del suelo, del aire, de las rocas que la rodeaban y de donde se oían los rugidos y demás. Lo siguiente fue el cambio abrupto en el terreno, de ser algo árido paso a ser rocoso, gris, sin forma aparente, estaba parada justo en las faldas de un volcán que parecía tener hipo o haber comido algo que le causase indigestión pero aun así lo que más le preocupaba era lo que sus oídos captaban.

 

Aquellos sonidos poco humanos, gruñidos, golpes, alaridos y demás, así como explosiones y lluvia de ceniza o chispas a unos cuantos metros de distancia le indicaban que el Guerrero Uzza le había dejado prácticamente en medio de la trifulca. Al voltear sintiendo que el suelo bajo sus delicadas zapatillas temblaba notó el deslumbrante fulgor de las llamas que cubrían el cuerpo amorfo de aquellas criaturas que en su vida hubo visto. —salvaguarda mágica— pensó pegando la espalda contra el ferviente volcán aun y cuando se volvería una especie de fantasma, pero el susto hizo actuar sus músculos de manera extraña.

 

Lo curioso fue que le bastó medio respiro para caer de espalda al suelo, raspando así sus codos con las pequeñas rocas que se desperdigaban por doquier. A su alrededor todo estaba completamente oscuro y su frente ya se encontraba perlada en sudor. Pensó un Lumos para tratar de comprender qué había sucedido hasta que sus neuronas explicaron la finalidad del hechizo utilizado con anterioridad para volverse intangible; así hubo traspasado la pared rocosa y natural del volcán justo donde, del lado interno, se encontraba una pequeña abertura que no acababa de saber si era hecha por el hombre o no.

 

Aquello se trataba más de un sauna que de una cueva pero aun así no se quedó allí para pensarlo demasiado, con ambas palmas en el suelo tibio se colocó de pie y miró hacia las direcciones que creía existían tratando de dar con Badru pues no se arriesgaría a gritar su nombre y que alguna bestia del exterior diese con su paradero. Más por desgracia la protección le duraría muy poco, aquel túnel en sentido transversal al volcán que aun no decidía si vomitar su lava o no la conducía directamente al corazón de la contienda.

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De cierta forma esperaba que el calor de aquel lugar afectara a cualquiera de los aprendices, era lo esperado, lo que me llegó a sorprender fue la forma en que desapareció de mi vista tan rápido lanzando un hechizo para su protección sin pensar en las consecuencias de sus actos. ¿Acaso así sería todo el entrenamiento? No podía perder el tiempo esperando a que regresara donde yo me encontraba, justo al lugar donde aparecimos después de cruzar el haz de la noche, así que mantuve mi posición detrás de la mujer para defenderla de cualquier peligro.

 

A pesar de que a ninguno de mis hermanos Uzza les agradaba aquella gente británica, teníamos la responsabilidad de cuidarlos, de velar por su vida, porque habíamos hecho un juramento como guerreros de brindar nuestro conocimiento para mejorar su manera de comportarse en una batalla. Estábamos siendo sus guías en todos los aspectos y, como tales, la compenetración que els debíamos superaban nuestros propios juicios morales.

 

Arya Macnair era, en ese momento, mi protegida.

 

Volví a soplar un poco del polen de lirios de fuego sobre ella sin que se percatara de aquella acción una vez la alcancé en aquel túnel que nos acercaba a una cámara más grande del volcán, lo sabía por su estructura; desafortunadamente para ella también la acercaría hasta el enfrentamiento y podía asegurar que en cualquier momento un grupo de cherufes nos encontraría porque, como era de esperarse, utilizaban estos sitios como trincheras en estos campos de batalla. ¿Sería capaz de utilizar sus conocimientos previos y los nuevos? Confiaba que sí.

 

Esperaba mucho de la señorita Ignea...

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  • 2 semanas más tarde...

Todo sucedió demasiado pronto.

 

Estornudó un instante cerrando los ojos y su mano izquierda se topó con una zona rocosa, porosa y cálida de la cueva por donde transitaba. Volvió la vista por sobre su hombro y contempló la silueta de Badru pero nuevamente fijó sus orbes esmeralda hacia el frente, era demasiado tarde, no podía dar un paso hacia atrás —no hablamos de orgullo— aquellas criaturas que luchaban por territorio al aire libre, permitiendo que las partículas de oxígeno aumentaban las llamas que lamían su piel oscura y monstruosa, la habían visto.

 

Con cierto pesar pero apresurada, desgarró la falda de su vestido utilizando fuerza bruta, la longitud de dicho trozo de tela le sirvió para imitar al Guerrero Uzza y tapar nariz y boca antes de cerrar el puño con firmeza para —al volver a abrirlo— hacer aparecer unos cuantos pétalos morados de una suave textura; aquello no era todo, sino que al volver a ejercer presión sobre éstos, se deshicieron como agua y solamente quedó su fragancia en el aire, la cual viajó con la abrasadora brisa hacia su enemigo.

 

—Semillas de hielo

 

Sus pensamientos fueron consiguientes a los pétalos que envenenaron las vías respiratorias de la criatura cuando ésta logró posar una de sus garras flameantes en el brazo izquierdo de Macnair haciendo que ésta soltase un grito desgarrador, más que nada por el susto, puesto que sorprendida observaba su piel sin rasguño alguno; todo gracias a Badru. El accionar de su varita en alto hizo que la extremidad de la criatura se escarchara pues era tan grande su tamaño que no había logrado congelar su cuerpo por completo. Aun así parecía no poder controlar por completo la situación.

 

A su espalda, un rugir.

 

—¡Dios! Obsistens

 

Una vez más alzó su varita, casi se diría que por inercia, con los ojos enormemente abiertos debido a la sorpresa. Frente a ella se formó una barrera similar a un hechizo de mago principiante, pero con una potencia mucho mayor, de un tono ambarino que la protegió de un par de puños cerrados y en llamas que planeaban aplastarle el cráneo o quemarla hasta los cimientos cual madera. Entonces sí buscó a Badru, cayendo de espalda hacia atrás y perdiendo un zapato en el proceso, frunciendo un poco el ceño y notando que se había raspado los codos, pero solo quería sobrevivir la locura, los daños colaterales eran lo de menos.

 

—¿Podemos simplemente aparecer arriba?

 

Gruñó.

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Rápidamente active el conjuro de vínculo sobre la joven bruja al ver como arrancaba un pedazo de tela de su vestido para cubrirse la mitad de su rostro, una acción que hizo que una leve sonrisa apareciera en mi rostro sin que se notara. Estaba escuchando, estaba poniendo atención a su alrededor. Estaba aprendiendo. Una energía comenzó a surgir de mi varita hasta mis manos para conducir la misma a través de la cabeza de mi aprendiz a todo el resto de su cuerpo en un movimiento rápido, simple y contundente.

 

Ahora podría sentir lo que yo sentía, consciente de mis emociones y estado de ánimo, porque tendría mi presencia en su mente; esperaba, con esto, que dejara de una vez por todas esa actitud derrotista con la que había llegado al entrenamiento, tan típica de su tribu inglesa. Le tomé una de sus manos para levantarla y, sin decir palabra alguna, me dirigí hacia el grupo de agresores que teníamos a nuestro alrededor.

 

Apareció en mi mano libre mi poderosa daga kansho mientras que en mi garganta se producía un rugido grave y potente, acto seguido pasé de la presencia de mi acompañante para lanzarme directamente sobre los cherufes que aún no estaban fuera de combate, con un par de movimientos de mi brazo deshice, por decirlo de alguna forma, a nuestros enemigos reduciéndolos a cenizas. Me giré levemente hacia la rubia mientras mi daga desaparecía sin mayor rastro que los últimos destellos de su empuñadura de plata con orfebrería en oros blancos y dorados, diamantes y esmeraldas.

 

- Termina con tu misión, srita. Ignea, guíanos a la salida y crea un portal para regresar a los terrenos seguros donde nos encontramos anteriormente.

 

Era un reto para ella: finalizar con orgullo la misión encomendada. Ella debía de hacerlo, tendría que enfrentarse a las adversidades sin dudarlo, porque así se comportaba un guerrero. Antes de continuar, recogí el zapato perdido y se lo entregué rápidamente.

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La Arena de Combate de los Uzza estaba repleta de estudiantes, como siempre. Los magos occidentales eran fácilmente distinguibles de los orientales, sobre todo porque los Uzza presentaban, en su mayoría, la piel morena, bronceada por el sol de Egipto. Pero allí, donde las dos culturas chocaban, los Guerreros Uzza eran los maestros y trataban a todos por igual, sin tapujos. Algunos no dejaban de mostrar abiertamente su malestar por tener que encontrarse en tierra foránea pero la mayoría solventaba ese problema mostrándose temerariamente peligrosos en los combates contra los magos y brujas que habitábamos Gran Bretaña y alrededores.

 

Mi piel era blanca, pálida y parecía un papel que iba rasgarse con el más leve de los rasguños. Además había perdido peso en los últimos meses y estaba esquelética a comparación de las curvas que solían acentuarse en mi cadera, allí donde iba a parar toda la comida chatarra y los chocolates de la ansiedad. Estar lidiando con tanta magia que me ahogaba había hecho mella en mi pero eso no quería decir que iba a dejar las enseñanzas de los Libros de lado. Quería seguir aprendiendo y ya había pospuesto mucho tiempo mis clases.

 

Busqué con la vista al Uzza del Libro del Druida pero no lo encontré. ¿Acaso había ido a otro emplazamiento a entrenar con los estudiantes que cursaban su Libro? Quería pensar que no había llegado tarde, que iba a dar con él y con Arya. Después de todo me había inscrito en aquella clase por ella y perderla sería molesto. Quizá tendría que haberle avisado al Uzza que llegaría tarde, ¿pero para qué? Seguro que me sancionaría haciéndome hacer ejercicios extenuantes y aunque mi mente estaba preparada, mi cuerpo se quejaba por el trabajo forzado al que tendría que enfrentarlo momentos más tarde.

 

La gente del pueblo Uzza ya me miraba raro mientras me encontraba parada a la orilla de la Arena de Combate, así que apreté los puños. Yo valía tanto como ellos, debía recordármelo momento a momento.

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El ojimiel se encontraba muy pensativo, sentado en un sitio arrinconado de aquel local que se dedica a la venta de té, la humeante taza contenía té de frutos rojos, su favorito...pero aún así, no lo había probado. Sus hombros estaban hacía adelante, cabizbajo...aún era incomprensible para él la actitud de esos dos magos que se quejaban de tener un lazo sanguíneo directo con él...solo rechazo conseguía por querer ser parte de ella, una familia...se mordió el labio inferior, algo que hacía cuando estaba preocupado.

 

 

¿Debería buscarse otra familia?.....levanto la vista y observo a los magos y brujas del lugar, ellos tenían algo que él no, pero...antes no lo detuvo a continuar, "el camino a veces no es fácil" dice su padre adoptivo, un vampiro que vive como ermitaño porque se cree el peor de los seres humanos. El ojimiel se sonríe...sus ojos se humedecen...el pelinegro no le ha dado techo, tampoco mesadas, solo le ha entregado el cariño que le da fuerzas para continuar a pesar de lo que piensen los demás o del rechazo mismo.

 

 

Entonces recibe la misiva del Director de la universidad...es verdad, se había anotado para una nueva clase, observa el papel y se toma la barbilla. ¿Porque continuar? ¿Prestigio?....no...nunca le ha importado, tan es así que en lugar de gastar en "chucherías" invirtió sus galeones en un objeto de protección para su hogar...los tiempos son difíciles y ahora él es el responsable de resguardar la seguridad de los suyos...aunque solo sean dos que él ha elegido como su familia y ellos lo han aceptado a él, extraños que tampoco conocen su "verdadera familia sanguínea"...pero que orgullo sentir que le aman.

 

 

También esta su responsabilidad con sus compañeros en el Departamento, tiene un compromiso con ellos, responsabilidad...ha de dar ejemplo también.

 

 

Pero no, no es todo, lo que le impulsa más, es su sed de conocer, de saber...lo hace sentir que pertenece al mundo, porque ¿que es la vida sino una continua prueba? Se levanta, deja unos galeones sobre la mesa y da el primer paso y después de ese otros más...lo sabe, lo ha aprendido desde antes, se tiene que continuar y él trata de terminar todo cuanto inicia. Es un nuevo inicio y requiere su determinación para concluirlo y concluirlo bien. Aunque el camino para encontrar la respuesta a quien es, es el camino más largo y lleno de dificultades. Muy difícil es la tarea de conocerse, pero cada nuevo reto que vence, le ayuda a conocerse, saber quien es él.

 

 

Ha de pensar bien y elegir mejor, quizás no sea tan importante quien fue, sino quien es y quien será. Sale del local pensativo, sus pasos encamina a la universidad, ¿porque ha de cambiar su aspecto si se siente a gusto tal como esta, con su ropa formal negra exceptuando su camisa larga color verde esmeralda, su capa negra con botonadura de plata oculta su camisa y los amuletos que ha adquirido a lo largo de sus estudios. Piensa ir así a su clase, pero entonces recuerda que no tiene el libro...lo ha guardado en el castillo Karkarov, así que tiene que ir por el.

 

 

Nunca había asistido a una clase de los libros anteriores sin el libro respectivo, así que mejor se apresuro a tomarlo de la mesa donde cada noche lo hojea con curiosidad. Y como no hacerlo, si en este libro tiene la posibilidad de leer sobre el fuego sin que le supliquen: "No lo hagas...."

Un recuerdo que tiene clavado en su ser, la súplica de su tía Alexandra cuando tomo una llama en la palma de su mano...la súplica de Andy, novio de su tía Alexandra, cuando le dejo en casa de esa squib para que se escondiera...la súplica de Reacon (que pronuncio con ese tono de voz del cual no podía negarse)...cuando el lleno de ira quería dañar a los que le dañaron....................y entonces lo olvido, dejo su fascinación por el fuego. Pero solo era algo dormido y al parecer resurgía para descubrir secretos sobre el.

 

 

El ojimiel tomo también aquel frasco vacío, lo metió con cuidado en el bolsillo interno de su capa negra, después se coloca al cuello el colgante con forma de aro dorado y lo cubre debajo de su capa como los demás, por último toma el anillo entre sus dedos índice y pulgar y lo mira....recuerda entonces al aprendiz de mago que está bajo su guía.

 

 

"--Tú tienes todos esos anillos! y que tengo yo?" ....adivinaba que el aprendiz sentía impotencia, quizás hasta celos, por eso dedico unos minutos para alentar al mago aprendiz a continuar su estudio mágico, porque siempre hay que superarse, no por superar a otros, sino para crecer y hacer algo bueno con lo que se aprende, al menos ese es su propósito.

 

 

Se coloca el anillo, usa su varita para disminuir el tamaño del libro y después lo guarda cómodamente en el bolsillo de su camisa. Ahora se puede decir que está listo. Por fortuna le mencionan donde debe acudir, así que usa su moto mágica para llegar a la Universidad mágica. Ahí pide indicaciones para llegar a La Plaza del Árbol de Fuego.

 

 

Mencionan que es el sitio adecuado y él desea conocer el porque, llego tranquilamente caminando, mucho tiempo tenía que no iba a ese lugar, hasta había dejado el campus......un cambio percibió en su persona, ya no era tan impulsivo y se tomaba las cosas con algo más de calma. Su padre Reacon diría que esta creciendo....es extraño lo que cada persona piensa al ver a otra persona y aún así no puede decirse que la conozca por completo y eso razona el muchacho cuando ve esa gran zona con arena de gran dimensión, con solo ver la plaza no puede conocer a los guerreros Uzza.

 

 

El calor de inmediato lo rodea....¡Vaya! ....el negro de su indumentaria no es precisamente adecuado ¿pero que acaso no debe superar la inclemencia del clima? muy tonto sería de su parte pedir que las condiciones fuesen halagüeñas, toma un instante a su cabello levantando lo...el largo de este le hace sentir más calor...¡pero diablos! le encanta su cabello, así que respira hondo y camina hacia el árbol de fuego. Llega cerca de el y lo examina...es un árbol de color rojizo, desconocido por el ojimiel, ve aquellas flores hermosas. El calor emana de la arena, entonces el muchacho comienza a realizar una respiración rítmica, algo que su amiga Lyra le aconsejo esa vez que el ojimiel solicito su ayuda para lograr el control...

 

 

Un triste recuerdo, su rotundo fracaso....pero esta vez tal vez fuera distinto. Dejo correr su sudor. Era una manera en que el cuerpo regula la temperatura, era normal. En Escocia no experimento un calor semejante pero como dicen en Escocia: "no existe el mal tiempo, solo la ropa equivocada"....sonrió a la alusión...tampoco en Londres el clima es parecido al de la plaza que es más severo, más agobiante...pero su espíritu es distinto al de otras personas y se queda observando el árbol.

 

 

No sabe cuanto tiempo debe esperar, así que decide bajar a la arena, sus rodillas al frente, su cuerpo sobre sus piernas, buen momento para seguir pensando en las palabras de Reacon...se pierde por momentos en sus pensamientos pero su oído esta alerta y también tiene su anillo de escucha y el anillo Detector de Enemigos. Inicia su espera....

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No era la primera vez que aprendería de Badru, no al menos de la magia Uzza. Al inicio, más de un año atrás, fue uno de los encargados no solo de enseñarle la magia que ellos dominaban si no que también los códigos y un sinfín de cosas que Rouvás debía poner en práctica cada vez que alguien se presentaba a aprender de la Fortaleza. Pero su aprendizaje más recordado había sucedido en el Libro del Equilibrio cuando fue él quien se encargó de ayudarle a dominar los hechizos para que luego Khufu la evaluara. Y pese a todas esas experiencias que la fueron ayudando a forjar un camino aún ellos le parecían distantes, y... algo diferentes. Opinión que algunos otros alumnos habían compartido en más de una oportunidad.

 

Pese a eso se había decidido por continuar con su aprendizaje, más que nada por el solo gusto de aprender, puesto que no era tan diestra al momento de absorber cosas nuevas, algo que si aparecía mucho después con la práctica.

 

La plaza del Árbol de Fuego es el lugar donde recuerda siempre se puede encontrar a este Guerrero, y es allí donde se dirige pues recuerda su ubicación. Ya no son tantos los alumnos que se ven por el camino; al ir avanzando en la exigencia son menos los que se animan o los que logran juntar los recursos para cursar. Les pasa como a ella, que solo lo van postergando. Procura no pasar a llevar a nadie con la mochila que lleva solo colgando de un hombro, no parece pesado pero en su interior está el Libro del Druida. Pese a que existen otros métodos para llevarlo ella prefiere esta alternativa.

 

—Por lo visto no soy la única. —Desde el borde logra divisar a otras dos personas, pero ninguna corresponde a Badru. —¿Quienes...son? —Se hace un techito sobre la vista con una mano para que la luz solar no interfiera en la visión. No está segura, pero al parecer no reconocer a quienes podrían ser sus compañeros de clase.

 

Al final baja un poco más al centro de la Arena donde se preparan los futuros guerreros. Una imagen que dista mucho de como ella acude, con jeans, una sudadera y la capa de viaje negra sobre los hombros. El cabello tomado en una coleta... demasiado como estudiante.

 

No es su intención comenzar a entablar una charla porque no sabe con que se pueda topar en respuesta. Siempre al inicio es así, cuando ya entra en más confianza puede que se explaye algo. Sin embargo necesita algo de información; tal vez ellos sepan dónde se encuentra el Uzza, tal vez la clase comenzó y ella venía demasiado tarde.

 

—Disculpen, ¿también esperan a Badru? —No supo si Cissy logró escucharla, pero al menos está algo más cerca de Antoni así que de seguro él si escuchó.

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Lamentablemente la bruja Ignea se había quedado paralizada en esos momentos y no podía seguir esperándola, tendría que terminar con su misión sola debido a que tres nuevos alumnos habían llegado hasta la arena de combate, no podía dejar esperándolos demasiado tiempo, debía de presentarme de inmediato. Miré de reojo a la bruja que se encontraba aún desorientada antes de partir, sin decir nada más, regresaría por el primer portal que había creado.

 

No recordaba que los directores de aquella institución cambiarán el sitio donde esperaría a los aprendices, en la Plaza del Árbol de Fuego, por lo que ya iba molesto por tener que alejarme hasta los terrenos donde mi gente entrenaba y, como era de esperarse, cada uno de los rostros de mis compañeros Uzza estaba notoriamente molesto al tener a tres ingleses husmeando por esos rumbos. Estaban más cerca de lo que se permitía.

 

- Síganme.

 

Lo único que había hecho era caminar en frente de los tres inscritos sin detenerme ni un momento, debía de regresar hasta la tranquila plaza donde comenzaríamos con el entrenamiento. Una vez lejos de mi pueblo, la varita que estaba en mi mano derecha se convirtió en una vara larga de cristal mientras una lluvia de estrellas comenzaba a cubrir todo a nuestro alrededor, la alcé frente a ellos como si fuese un duelo personal.

 

¿Habrían notado dos de los conjuros que se habían invocado en su presencia? Ninguno correspondía al libro que estaban a punto de aprender, por supuesto esto no era ninguna excusa para prepararse en su entrenamiento.

 

- Un guerrero no aprende leyendo, - comencé a hablar - un guerrero se entrena.Ante este ambiente hostil, ¿qué harían para defenderse ante la clara diferencia de nivel que hay entre ustedes conmigo? La ventaja numérica nunca será un punto a favor, se han ganado guerras enteras con una diferencia abismal. Piensen. Hablen. Actúen.

 

El conjuro del vínculo aún seguía activo, en cuanto la señorita Ignea estuviera lista... la traería de regreso, mientras tanto debía de evaluar rápidamente a estos tres magos, ninguno lo veía con la fuerza suficiente para sobrevivir no una batalla campal, un enfrentamiento simple.

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