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Libro de los Druidas


Badru
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Darla asintió a las palabras del Uzza y centró su atención en él. En verdad debía estar atenta a las propias pruebas y no a las de los demás, excepto claro que la de los demás fuera atacarla. Esperaba que sus compañeros estuvieran bien, pero haría caso a Badru. Las palabras del mago la hicieron recordar, había leído algo sobre ello en la historia del pueblo Uzza.


Lo siguiente que hizo él fue comentarle cuál consideraba él que era uno de los hechizos más poderosos del libro, interesante, no el más, sino uno de los más. Sospechaba cuál podría ser el otro, aunque para ser sincera, todos eran fantásticos, pero asintió una vez más.


—Obsistens —repitió, alejándose del guerrero tal cual él le indicara, recordando lo que había leído en el libro sobre el hechizo.


Era no verbal e invocaba un cerco de materia luminosa, indestructible e inmune a la magia, protegía al mago que lo invocara de cualquier hechizo o ataque y hasta desaparecía a las criaturas que atacasen tras la invocación. Darla sintió un poco de pena al pensar en las criaturas que fueran lanzadas mediante oppugno. ¿A dónde irían a parar o se desintegrarían? Aunque sospechaba que no debía preguntarlo en voz alta porque el Guerrero la reprendería.


Frente a ella Badru movía su varita, que había recuperado su forma oscura, girando en círculos en el aire hasta lograr una circunsferencia de luz negra. La idea que tenía la Potter Black sobre el hechizo fue ratificada por las palabras que siguieron, indestructible y poderoso, absorbe ataques o criaturas. Evitó estremecerse, ahí estaba la respuesta, destruírlos sin rastros.


—Entiendo —dijo moviendo suavemente su propia varita, pensando en cómo lo había hecho Badru.


Cuando el movimiento de la varita del mago finalizó también lo hizo la circunferencia de oscuridad luminosa, lo cual sonaba contradictorio, pero real. Sin embargo, Badru había hecho un nuevo movimiento y desde las sombras pudo notar un extraño movimiento, sospechando que no debía quedarse tranquila.


Evitó lanzar un grito al ver un Ridgeback Noruego a unos metros de ellos. Si algo estaba conociendo del Uzza es que le encantaba ir a la práctica para que sus estudiantes aprendieran sí o sí los hechizos del libro del Druida.


Pero si terminó abriendo los ojos como platos al escuchar las palabras que le dirigió, debía defenderse del dragón que se lanzaría contra ella.


—Ssí… —dijo olvidándose de él por unos minutos y girándose rápidamente hacia el dragón que estaba a unos quinientos metros de ella, pero ¿qué demonios era esa distancia para detener a semejante criatura?


Hizo memoria del libro y a la vez de los movimientos que le había visto hacer al mago, respiró, profundo, dudaba que el bendito dragón se conformara con estrellarse contra ella y no rostizarla. ¿Cuánto duraba el efecto del polen que se había echado y respirado? Esperaba que lo suficiente para que no terminara como pollito asado y chamuscado.


Comenzó a mover a Edelweiss tal cual lo había hecho Badru, mientras el dragón se lanzaba contra ella, se preguntó si el mago haría algo para impedir que la dañaran o solo se ocuparía de resucitarla si fallaba... ¿Se ocuparía?


Los círculos de luz continuaron aumento y pasando de la luz pura a un color que se iba definiendo, mientras ella pensaba con todas sus fuerzas en un Obsistens y tras un par de giros más tomaron finalmente la misma forma circular del cerco que había creado el guerrero pero en el caso de ella era una luz azul celeste, profunda como el cielo en un día despejado.


Y justo a tiempo, los rugidos del animal eran cada vez más cercanos, por no decir que estaba junto a ella. Darla podía sentir su ardiente y aterrador aliento, necesitaba unas mentas, y por suerte no había aspirado para lanzar una llamarada, pero en el momento en que estuvo junto a ella ya fue demasiado tarde… para él… Darla había logrado crear su cerco de luz azul, y éste había absorbido por completo al pobre dragón, no de una, como ella se lo hubiera esperado, pero si como si fuera un pequeño agujero negro del espacio o, más vulgarmente, una aspiradora. Se notó que la criatura intentó recu.lar, pero ya no tuvo oportunidad y fue absorbido por el cerco del obsistens que había creado la Potter Black.


Darla se volvió hacia Badru y no pudo evitar lanzar un suspiro de alivio mientras detenía el giro de su varita.


—Por una escama… ¿cuánto dura el efecto del polen que echa uno sobre su cuerpo? Hay una forma de invocarlo más rápido ¿verdad? ¿Cuál es más efectivo o duradero? Podría haberme lanzado una llamarada...–no estaba muy segura de que le gustase tanto que preguntase, pero al menos era una clara muestra de su interés, al menos en no ser víctima del fuego pero también en aprender todo lo que él estuviese dispuesto a enseñarle.


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Sabe que la bruja está lista para enfrentarse a una persona que espera, probablemente impaciente, un rival digno para la batalla. Todas las pruebas que pone a los aprendices cuando considera que estos están listos suelen transcurrir detrás de un portal. Él conoce y puede usar los portales de forma que ningún otro humano puede. Él sabe la forma en que las tierras de la eterna oscuridad pueden ser encontradas, y de la misma forma sabe como manipular escenarios que en realidad no existen. Para su varita y para su magia la creación de "realidades" falsas está llena de posibilidad infinitas.

 

—Eres buena, tengo que reconocerlo

 

Levanta la varita y, en lugar de apuntar a Darla y atacarla, dibuja un pequeño circulo sobre su cabeza. Es más pequeño que el que sirve para invocar un Obsistens y no se trata de un círculo perfecto. Imita una especie de torbellino que gracias a la magia inherente al libro permite comunicar la reserva de polen de lirios de fuego con la varita mágica. Implica, por su puesto, cierta cantidad de poder mágico. Para que el hechizo funcione no se debe únicamente mover la varita de una forma específica, sino que también se debe creer en la conexión existente, en romper la el espacio a costa de reducir los beneficios.

 

Ignea

 

Una especie de lluvia de polen de lirios de fuego surge a pocos centímetros de su cabeza, cubre su cuerpo totalmente. Incluso ingresa por su nariz al dar una bocanada de aire. El mismo efecto, igual de poderoso, pero con una duración limitada.

 

—El polen de fuego directamente de su frasco puede durar varias horas, exactamente tres. Sin embargo este hechizo reduce considerablemente la duración a solamente unos minutos. Para que el ignea funcione debes creer que va a funcionar, debes encontrar una conexión entre tu mente y los poderes que este libro te ofrece. Armonía total, en caso contrario no funcionará. En esta ocasión no te atacaré, seré bueno. Sin embargo para continuar debes poder invocar un ignea o no te seguiré enseñando.

 

Dibuja en el aire algunas runas y posteriormente realiza los movimientos que en una situación normal invocan un fulgura nox. Las runas del tiempo que dibujó están conectadas a la varita de Darla. En el momento en que logre invocar el hechizo ignea de manera adecuada debajo de sus pies se abrirá un portal que la llevará a su prueba, a la batalla para demostrar sus habilidades.

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Darla no podía ver la expresión del Uzza tras su rostro cubierto por el pañuelo amarillo característico de su tribu, solo sus oscuros ojos, que tenían en ese momento una chispa muy particular. Sus palabras sin embargo lograron lo que muy pocas personas, contadas con los dedos, podían lograr, hacer arder las mejillas de la vampiresa causando que la sangre tomase vida y llegara hasta ellas, mostrando un color que resultaba imposible imaginar en otras circunstancias.


—Gracias —dijo con una mezcla de respeto y orgullo, ser reconocida por uno de los guerreros Uzza consideraba era un honor.


Un estremecimiento recorrió su espalda pero se mantuvo firme, esperando qué haría Badru con su oscura varita de cristal. Asumía tendría un instante para defenderse si fuera necesario, pero no lo fue, el mago realizo un círculo pequeño, imperfecto, ligero. Se parecía a un portal pero no lo era, sin embargo, el pequeño torbellino que se formó, unido a la palabra que el mago pronunció dio lugar a una lluvia de polen de lirios de fuego que lo bañó y hasta respiró.


La castaña mirada de la bruja seguía atenta el ágil movimiento de la varita de Badru. Escucha sus palabras que surgen claras tras el pañuelo que cubre su rostro. Definitivamente siente una conexión, una sensación de que la magia los une y llega poderosa hasta ellos.


Las palabras del Nefir llegan hasta ella, quien las sigue con atención, como bebiendo de la sabiduría que comparte el guerrero con su aprendiz. Tres horas las del frasco, unos minutos las del hechizo. Concentración para lograr una conexión entre mente y poderes del libro, sin darse cuenta asiente a cada frase.


—Si —susurra con un gracias mental por el hecho de que no la ataque —invocar un ígnea, lo haré, no lo desilusionaré —agrega viéndolo a los ojos, casi perdiéndose en esa oscuridad que da vértigo —seguirá enseñándome —promete casi, esperando no ser demasiado orgullosa o resultar presuntuosa, es su deseo de demostrarle que puede hacerlo bien lo que la lleva a aseverar y prometer que el Guerrero continuaría siendo su maestro.


Darla comenzó a mover la varita tal cual lo había hecho antes Badru, mientras observaba las runas que él dibujaba en el aire. No debía distraerse, pero había reconocido a varias de ellas y lo que éstas podían implicar en su conjunto. Vuelve Darla, se dijo a sí misma. ¿Eso era un movimiento de fulgura nox? Sacudió la cabeza y se concentró continuando con la práctica de sus propios movimientos, un circulo pequeño e irregular sobre su cabeza mientras se concentraba en la magia del libro, en la reserva del polen de los lirios de fuego.


—Ignea —susurró con el convencimiento de que lo lograría a su primer intento. El pequeño remolino se estremeció y por unos momentos parecía que no iba a pasar nada pero segundos después una lluvia de polen comenzó a caer sobre ella, la pelirroja respiró, volviendo a sentir la misma sensación que había tenido antes, al llenar sus pulmones y sus órganos internos con el mismo polen que la cubría por completo y le proporcionaba inmunidad contra cualquier fuego que no la afectaría, a excepción de uno que mencionaba el libro, el Compacto, el cual ella aún no conocía.


—Lo hice —dijo viendo al guerrero y luego un chillido escapó de sus labios al sentir que su cuerpo caía luego de que el suelo bajo sus pies desapareciera…


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  • 1 mes más tarde...

Esta vez, cuando los pies descalzos de Jank tocaron la arena de la Plaza, el calor le pareció agradable. Respiró hondo apenas sintió la brisa árida golpear su rostro, y cerró los ojos cuando se percató de que estaba en soledad. Desde que tenía memoria había sentido una peculiar satisfacción cuando se encontraba en silencio, sin demasiadas personas que lo juzgaran, observaran o retaran. Incluso, a medida que fue creciendo dentro del ambiente crudo que solo Londres ofrecía a los extranjeros, le irritaba también lidiar con opiniones distintas a la suya y pretender poseer las ganas suficientes para rebatirlas de una manera civilizada. De cierta manera, participar en una clase de ese estilo le abría una ventana para desahogarse.

 

Al cabo de unos minutos se sentó y cruzó las piernas. Lo que haría durante cualquier otra situación sería volver a cerrar los párpados, despejar su mente y tratar de hallar el modo de meditar aprovechando que nadie lo perturbaría por el momento, pero entonces recordó la dura personalidad de Badru. Jank lo conoció unas semanas antes de la gran excursión del Río Nilo, cuando Badru y el resto de los guerreros confiaron sus conocimientos a seis personas que, en su mayoría, terminaron por decepcionarlos mediante una serie consecutiva de deserciones, Dayne incluido. Luego, años más tarde, se volvieron a cruzar directamente como estudiante y profesor, pero los azares del destino confabularon para que no resultara a la primera. Estaba determinado a cambiarlo para la segunda.

 

Jank iba vestido de una sencilla camisa de algodón, unas bermudas y un cinturón de doce cierres encantados que servían para almacenar todo tipo de artilugio que necesitara en casos extremos, pese a saber que su propia dignidad jamás le permitiría usar más que a Libra. En uno de los compartimientos estaba el Libro del Druida, reducido a su versión de bolsillo para su fácil manipulación. Curiosamente después de pagar la matrícula éste se abrió y desveló los misterios que encapsulaba para aquellos que por fin estuvieran preparados para conocerlos. Y, ciertamente, no se podía sentir más listo.

 

Solo faltaba la llegada de Badru.

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—Espero no tardar

 

Badru se despide de su hijo de la misma forma en que siempre lo hace. Dibuja un espiral en el aire, con la mano, hasta que se crea una apertura de la que solamente mana oscuridad. Domina la apertura de portales desde que es niño, y no necesita una varita para invocar uno. Con la palma hacia el interior, acerca su mano haciendo que el portal se mueva hasta que lo atraviesa. Se cierra detrás de él en el momento en que pone los pies sobre la arena caliente de la plaza.

 

No recuerda el nombre del mago que ve, sin embargo si que recuerda su rostro. Es uno de los primeros seis magos británicos a quienes se les confió el poder de los guerreros por la obligación del contrato con Merlín. No se mueve, se limita a observarlo en lo que decide que hacer.

 

—¿Porqué debería confiarte nuevamente nuestros secretos? ¿Cómo sabré que no volverás a defraudarnos?

Editado por Badru
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Jank se levantó lentamente del suelo cuando vio que un portal, de la nada, destruía todas las leyes de la física muggle y aparecía frente a sus ojos. Recordaba que entre uno de los poderes que el Libro le había permitido leer para poder aplicarlos durante la clase, estaba la creación de un portal personal que eliminaría sus problemas de traslado para siempre. Le llamaba la atención especialmente la energía que el vórtice proyectaba, y no fue hasta que se cerró que quitó la vista de éste y la posicionó en Badru. A veces se preguntaba cómo todos se conservaban tan idénticos, como si el tiempo solo fuera otro gramo de arena que se sacudían de la piel bronceada.

 

Ante su pregunta solo existió el silencio durante unos segundos. Primero porque no tenía una respuesta clara, ni siquiera para él mismo. Y segundo porque estaba seguro que, dijera lo que dijera, no representaría una excusa suficiente para recobrar la confianza absoluta del guerrero. Pero a fin de cuentas no era eso lo que necesitaba: solo debía demostrar que estaba realmente preparado y que no cambiaría pese a sus conflictos internos, esos que en el pasado lograban separarlo de las principales.

 

- No lo puedes saber. Yo tampoco - chasqueó la lengua y miró hacia el lateral de la plaza, donde un pequeño remolino de arena se iba formando. Lo volvió a mirar - Solo poniéndome a prueba podremos averiguarlo ambos. El pasado murió y estoy dispuesto a conquistar mi presente.

 

Extrajo la varita de uno de los cierres. Jank puso sentir la energía que ésta almacenaba, y de cierta manera lo nutrió. Estaba auténticamente interesado en conocer por fin el verdadero potencial que aguardaba el Libro entre sus páginas, por lo que no dejaría escapar tan fácil la oportunidad de obtenerlo. Sabía que Badru no era de poner algodones para amortiguar las caídas. Después de todo era su trabajo, y Jank no podía agradecérselo más; solo así aprendería.

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—Respuesta incorrecta. Me niego a enseñarte.

 

Se voltea y en lugar de invocar un portal e irse comienza a caminar. Espera que el mago no desista, que no se rinda ante una simple negativa. Aún no decide que hacer. La respuesta es incorrecta tal como lo dijo, no hay duda en eso. Hay algo más importante que las respuestas correctas, hay algo mucho más valioso que la palabrería. Badru, además de los tesoros, valora la persistencia y los actos que van en contra del sistema y del status quo. En ese momento él representa el poder, la facilidad de frustrar el aprendizaje de un mago con la simple negativa de enseñarle a dominar la magia de los druidas.

 

Se detiene y, con un chasquido, deforma el espacio a su alrededor para invocar delante un portal (a un par de metros) que tiene dos posibles destinos según lo que suceda posteriormente en la clase. Si Jank se limita a mantenerse en silencio, a dar vuelta e irse, el portal (que ya se está moviendo hacia Badru) se cerrará y trasladará únicamente a su invocador hacia tierras lejanas en dónde tiene asuntos pendientes. Al contrario, si Jank dice una sola palabra para oponerse y desafiar las ordenes que son -sin lugar a dudas- injustas, entonces el portal no se cerrará, continuará moviéndose hasta llevarse consigo también a Jank hacia el mismo sitio.

 

Badru aparecerá (y Jank si hace lo correcto), en un desierto real. No en un sitio creado con magia como el campus de la universidad. En el sitio de destino se verán varias pirámides antiguas pero en perfectas condiciones, como nuevas. Es un pueblo carente de magia que sin embargo la conoce, un protegido por hechizos poderosos. Ocultan secretos a la espera de que el mago o bruja indicada llegue a reclamar el poder antiguo. Es algo que a Badru, por extraño que parezca, no le interesa. Allí vive un conocido al que salvó de morir en tierras uzzas por el crimen de nacer sin magia. Es su protegido, como un hijo. Lo visita cada que puede, y desde que lo dejó se encarga de aumentar las protecciones periódicamente.

 

—No voltearé a comprobar si estás conmigo o no. Confiaré en que fuiste sensato y me desafiaste. Si algún día alguien conoce de este lugar sabré quien rompió con el secreto; si eres tú entonces morirás. Este lugar es especial, está lleno de magia pero no hay magos ni brujas. Están sobre un volcán en dónde hay huevo petrificados de dragón. Los lirios de fuego aquí son especiales, poderosos. Los cosecharemos, caminemos. Mientras ya viste como invoqué un portal; mientras nos movemos intenta crear un portal con destino a casa. No lo usaremos, pero es tu primera prueba. Mentaliza esto: la oscuridad es el camino más corto para la luz. Los portales nos permiten movernos en este plano usando el poder del plano oscuro.

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La Plaza de fuego era un lugar visitado por primera vez para esa figura masculina llena de problemas y un cerebro repleto de voces incapaces de silenciar, tratando de ocultarlo se sintió un poco nervioso pensando en lo que podía representar para él el encuentro con un guerrero Uzza, eran conocidos, al igual que los arcanos, por ser estrictos en sus métodos de enseñanza y por su trastornada mente solo pasaban escenarios catastróficos donde el outcome mayoritariamente ganador fue la muerte en una batalla seguido de un accidentado encantamiento mal realizado. Sus voces y alucinaciones lo llevaban a ese extremo de desconfianza de sí mismo, intentando siempre alejarlo del mundo para evitar llevarse un daño, pero incluso en soledad el daño era ocasionado por sí mismo. Saldría herido de cualquiera manera.

La figura vestía con una túnica negra, zapatos sencillos del mismo color, no llevaba consigo ninguna especie de bolso, maleta o objeto donde pudiese tener guardado el libro necesario para la clase, de necesitarlo lo traería con su varita haciendo que saliera de la nada, era innecesario llevar todo las pertenencias requeridas por los libros o hechizos, si los necesitaba solo iba a convocarlos con una floritura de su arma mágica. Mientras caminaba divisó a dos personas, imaginó entonces que uno de ellos era el Uzza y el otro era un alumno más. Cuando llegó a la cercanía de ambos escuchó como el guerrero se negaba de manera rotunda a enseñarle a la otra persona.

En ese instante sus temores y rumores se hicieron verdaderos, transcurrieron escasos minutos y ya el arcano mostraba signos de apatía hacía sus estudiantes. Undefined no pudo hacer nada más que presentarse con un sencillo hola tratando de no interrumpir alguna probable respuesta del otro compañero que pareció en shock por la respuesta obtenida del guerrero.

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Bueno, al fin después de mucho intentos de aprobar el Libro del Equilibrio, el Ravenclaw lo había logrado, y con ello, también el pase al Libro del Druida. El Animago estaba seguro que a partir de allí, las pruebas serían mucho más duras que las de los tres libros anteriores, debido a que, bueno, comenzaba su aprendizaje directamente con los Uzza. No tenía realmente mucho problema con Badru, de hecho, cuando lo nombraron como profesor del Libro de la Fortaleza, él fue uno de los primero en darle la bienvenida y hacerle prometer que los conocimientos se impartirían con responsabilidad, Keaton recordaba muy bien aquella charla.

 

—Pero de eso, hace ya muchos meses, espero que aprenda más con él para poderlo implementar en mis clase —Dijo el aquel día ojilila mientras llegaba a la Plaza de Fuego.

 

No estaba muy seguro de si estaría con más personas durante su curso, pero de estarlo, estaba más que seguro de que los disfrutaría, esperaba que hubiera alguno que otro de sus compañeros de bando, porque se divertía más a su lado que con ningún otro mago o bruja. Aquel día, el mortífago lleva una camiseta sin mangas bastante ajustada que marcaba su torneado cuerpo, unos jeans de color azul claro y nada más. Sus pies tocaban directamente la cálida arena, lo cual le reconfortaba al estar su piel casi siempre a temperatura frías.

 

—Buenas, ¿Badru? —Dijo al aire esperando alguna respuesta. Notó la presencia de otras dos personas, pero su aroma no era el de nadie conocido, por lo que descartó por completo la diversión en aquella clase. Sonrió, al menos no tendría que contenerse al emplear los conocimientos de aquel Libro no el de los anteriores.

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Respiró hondo. Una parte de él quiso alzar su varita, invocar el poderoso Kiorke, amarrar a Badru por el tobillo y hacerlo chocar contra el suelo, mínimo seis veces. Estaría muerto antes de lograr alzar a Libra por séptima vez, pero habría pasado al más allá con una sincera sonrisa pintando su rostro. Sin embargo, al botar el aire, supo que valía la pena vivir un poco más. La experiencia de estar bajo la tutela de Rosália y Baélyr, dos magos muy distintos entre sí y aun más a Badru, solo le había servido para enseñarle el poder de la paciencia. No iba a dejar que la decepción prematura arruinara una aventura.

 

- No lo acepto - se le oyó decir, firme.

 

Apenas empezó a caminar tras el guerrero, notó que dos personas llegaban. A los dos los conocía, pero solo uno era interesante. De Fined se decían muchas cosas nefastas, de las cuales destacaban su desequilibrio mental. Desde su llegada a la Orden, Jank siempre trató de limitar sus encuentros a las batallas, donde tampoco se lo topó muy a menudo. Les dejó de prestar atención y siguió su camino hasta el portal que se había creado, otra vez de la nada, frente a sus ojos. Miró su lenta trayectoria hasta su cuerpo y, al sentirse absorbido, contuvo la respiración.

 

La soltó apenas se percató de que el trayecto era muy diferente a los trasladores o desapariciones comunes. No sentía su cuerpo fallar o tambalearse; por el contrario, durante unos segundos incluso juraría que podía percibir mejor las energías a su alrededor. Era la clase de magia que le gustaría volver a probar. Pero, al pisar la tierra desértica, olvidó su curiosidad. Ahora estaba asombrado por las pirámides que los rodeaban, por la arquitectura de un pueblo aparentemente escondido de la sociedad que pedía a gritos ser descubierto por los historiadores, aunque estaba seguro que el calor que emanaba el suelo no era para todo el mundo.

 

Se amarró una pañoleta sobre su cabeza para que el sol no destiñera sus mechones blancos. El único rastro que quedaba de la desgracia que le había hecho perder a su madre estaban reflejados a través de ese color, por lo que prefería su impunidad. Mientras, iba escuchando las palabras de Badru en silencio. Consideró oportuna la amenaza de muerte ante la ruptura de confidencialidad. Lo de los Lirios lo había notado por sí mismo. Siempre llevaba consigo un frasco de lirios por si necesitaba la protección que éstos brindaban, pero su fulgor parecía desvanecerse a medida que se adentraban al sitio. Como si existiera otra fuerza mayor que los hiciera inservibles. La explicación acerca del pueblo solo le generó más curiosidad y ansias por escudriñar dentro de su historia; aun así, optó por seguir callado y obedecer a la última petición.

 

"La oscuridad es el camino más corto hacia la luz". Cuánta razón. Debían existir al menos cien maneras de interpretar esa frase. Para Jank estaba clara su versión: años de buscar la luz, de alzar la bandera que simbolizara la libertad, la comprensión y la justicia, de perpetuar todos los valores que los viles mortífagos y el resto de magos corruptos intentaban destruir. Durante un tiempo lo logró, pero no tardó demasiado tiempo en percatarse lo mucho que se parecía a sus enemigos cuando iba acabando con ellos. La salvación no era un premio al se le llegaba impune.

 

<< Fulguria Nox.. Fulgu.. ¿Hay que decirlo?>>. Al cabo de unos minutos desistió de la idea y echó un vistazo hacia las dunas sin dejar de caminar. La brisa que movía los granos de arena hacia una única dirección lo relajó. Aquello le recordó a Noruega, a la extraña calidez emocional que le proporcionaba la vista desde la cima de una montaña helada. Una tranquilidad que no se conseguía tan fácil a menos que aceptaras la conexión de tu existencia con la de la naturaleza no-pensante. Pero también vino a su mente el fuego que incendiaban los callejones desprotegidos, el grito despavorido de un niño recién raptado o el de una puerta al ser destruida por un rayo explosivo. Se combinó la paz, el odio, la paciencia, la ira, el silencio, el caos, el amor..

 

Al abrir los ojos (sin recordar haberlos cerrado), presenció su más reciente logro. El portal creado por Jank destilaba energía de colores diversos, tanto, que a veces dudaba en reconocer algunos. Desde allí pudo observar la espalda de los otros dos magos, aún en la Plaza. La sola idea de cruzarlo y comprobar su efectividad lo entusiasmó, pero tenía en cuenta que todavía debía acompañar a Badru, cosa que no le disgustaba en lo más mínimo. A partir de entonces, los consejos del maestro entrarían como canciones dentro de sus oídos, de esas que nunca te sacas la melodía.

Editado por Jank Dayne

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