Libro de la Fortaleza — Grupo 1

[Crazy Malfoy]

Descendió en picado sobre la gran serpiente y trató de clavar las garras en su lomo, pero sus escamas eran demasiado duras y el animal ni siquiera pareció darse cuenta del ataque. Sintiéndose un poco humillado, voló en torno a la criatura lanzando arañazos y tratando de atraer su atención. Comenzó a escuchar voces lejanas a su alrededor, señal de que el resto del grupo había alcanzado la extraña cueva. Un súbito quejido del basilisco lo sorprendió.

 

- Malditoss magoss -su voz sibilante estaba cargada de furia- miss ojoss

 

Alguien parecía haberle lanzado una maldición conjuntivitis dejándolo momentáneamente ciego. Muy hábil -pensó. Aprovechó la oportunidad para atacar la cara del basilisco, cuya mirada ya no era una amenaza al tener los ojos cerrados. Atacó con sus garras una y otra vez, esquivando como podía las dentelladas hasta que la sangre comenzó a manar del ojo izquierdo de la criatura y ésta comenzó a alejarse de la jaula en la que estaba Thomas.

 

- Quién eress mago, hueles a serpiente -parecía enfadado-

 

Crazy bajó hasta el suelo y se transformó de muevo en humano. De reojo vio como alguien se acercaba al chico herido.

 

- ¿Acassso hablar tu lengua no me identifica? Soy uno de loss sagradoss veintiocho, un Caballero de Walpurgiss y me debesss obediencia

 

El basilisco giró la cabeza en su dirección. El anillo de las bestias brillaba en su puño y durante un instante pareció que la criatura se calmaba y sopesaba sus palabras.

 

- Ya tengo un amo y no eresss tú

 

Y se lanzó hacia delante a la velocidad del rayo, la boca abierta y repleta de colmillos dirigida directamente al lugar en que se encontraba Crazy, que habría sido triturado en un instante de no ser por la salvaguarda mágica que lo transformó en un ente intangible, provocando que el animal pasara de largo golpeando con fuerza el húmedo suelo de piedra.

 

Se giró y vio que el extraño duende nórdico colgado boca abajo recitaba una especie de letanía y el techo de la estancia comenzaba a derrumbarse sobre sus cabezas. Estuvo a punto de largarse en dirección a alguna de las playas que había no muy lejos, dejando que los demás buscaran el anillo mientras él tomaba un poco el sol y se daba un baño.

 

- Tenemos que irnos -gritó- olvidad el maldito anillo

 

Recorrió la cueva con la mirada, tratando de localizar a los otros Malfoy presentes. No se iría sin ellos.

[Mael Blackfyre]

Pasé mi mano por mi frente para sacarme el sudor. El cuerpo de mi hijo no era para nada liviano. Y aunque la poción había hecho su efecto y se sentía mejor, aún tenía que mantenerlo allí. Que se quedara en el suelo, como había pasado con Monica, era un peligro para todos. Y de hecho, lo era, cuando la cueva empezó a moverse. Parecía como si el anillo se estuviera dando cuenta que nos aproximábamos cada vez más. Seguía sin entender cómo algún muggle había llegado hasta allí.

Crazy estaba distrayendo de una manera excelente al basilisco. No sabía cuan bien pero de momento no se había girado hacia ninguno de nosotros, así que eso nos alcanzaba. ¿Qué hubiera ocurrido si el Ministro no nos hubiera encontrado? No quería ni imaginarlo. Y más cuando mi compañera debía ser ayudada aún por Niko, que se había librado del duende-hombrecillo-brujo. De golpe sentí como si no estuviera cargando nada. Thomas se había vuelto intangible.

— No. No. Debemos encontrar ése anillo. Como sea —mi voz resonó en los oídos de todos. Tal vez me calificarían como egoísta. Tal vez me criticarían por querer ponerlos en peligro. Pero habíamos llegado hasta allí. Habíamos enfrentado muchas cosas. No podíamos darnos por vencido porque los Uzza, estaba muy seguro, nos harían olvidar hasta de cómo nos llamábamos si era cuestión de no entregarnos el poder de la Fortaleza. Justamente se caracterizaba por eso: — Debemos resistir. Debemos ser fuertes.

No podía ponerme a dar un monólogo sobre los ideales y las cosas que debíamos demostrar para que vieran que cada uno se había enfrentado de manera individual a algo. Pero también de manera grupal. Ése era el momento, era el momento indicado para unir fuerzas y salir con vida de allí. No tenía idea, pero mi intuición era bastante buena. Ya no había nada más que hacer y los chicos no necesitaban más pruebas para comprobarlo.

— ¡No, no me importa que seas el Ministro! No te irás —levanté mi brazo señalándolo con el dedo. Thomas se había convertido en un fantasma. Evarela y Niko también. Las piedras caían del techo. Moriríamos aplastados—. ¡Ayuda a Monica a llegar a la siguiente habitación! —le pedi (o le grité) a Crazy porque aún la profesora no parecía reaccionar—. Ustedes vayan adelante. El anillo tiene que estar adelante —no había una puerta. Pero con el Salvaguarda podríamos todos atravesar al pared. Si había un basilisco ahí, ahí estaba el Andvarinaut. Estaba seguro.

 

Apoyé una mano en la espalda de Mistify y otra en Ashley, impulsándolas hacia adelante, para que caminaran, para que hicieran algo. Teníamos tres opciones: O moríamos aplastados por el techo que caía, o moríamos en el interior de aquella misma cueva por materializarnos dentro de la roca o encontrábamos la habitación donde estaba nuestro objetivo. Solamente esperaba que fuera la tercera opción. Claramente pensé en aquel Salvaguarda Mágica para avanzar y poder traspasar las paredes. Una gran cantidad de rocas aplastaron al basilisco. Eso nos daría tiempo.

[Thomas E. Gryffindor]

<<¿Qué fue lo que le pasó al enano?>> pensó para sí mismo con incertidumbre, tras notar que éste cambiaba su actitud exaltada hacia una muy silenciosa, inclusive serena. Era muy evidente que había sido hechizado por su amigo Niko, quien retornó a la forma humana a través del ágil cuerpo del puma que antes le había llamado la atención; corroborando así y auto-respondiéndose acerca de la condición de animago del Dumbledore. A continuación otra explosión se hizo presente en la cueva, en esta oportunidad causada por un rayo que impactó en el cielo adornado de estalactitas por sobre la cabeza del basilisco, el cual no logró reaccionar a tiempo y pasó a ser víctima de aquel desagradable golpe producto del desprendimiento de rocas y sedimento. -¿Atravesar el piso? Quizá a dónde vamos a llegar con todo esto… ¿No es mejor tratar de subir a la superficie?- preguntó Thomas aún algo adolorido, pero ya más fuerte gracias a las lágrimas de fénix.

 

-Concuerdo con Evarela y con el Ministro… debemos salir de acá. Hay que buscar una vía de escape lo más expedita posible. No sabemos con quién o quiénes nos podemos encontrar en esta caverna malnacida. Hay que ser inteli…- fue lo que alcanzó a decir, debido a que la intervención de Elvis le dejó descolocado y algo perplejo. -Profesor… entiendo. Cuente con mi ayuda entonces- prosiguió, recordando que el escocés desde muy pequeño le enseñó e inculcó el valor del coraje y la lealtad, y como buen hijo y Gryffindor debía dar el ejemplo y colaborar con el deseo del Director de Hogwarts. -¡Vamos!- fue la arenga que le alentó para tomar la iniciativa de atravesar la pared de roca que tenía por delante con el hechizo Salvaguarda Mágica como aliado. Corrió tan rápido como pudo y cuando logró cruzar hacia su destino; fue una luz blanquecina muy fuerte la que le cegó por completo. Resplandor que estimuló que el pelirrojo se llevase ambas manos para tapar sus orbes de tonalidad esmeralda con tal de no encandilarse demasiado; no pudiendo observar lo que estaba ahora frente a su organismo y, seguramente, a los de sus compañeros y docentes.

Editado 26 de Febrero del 2016 por Thomas E. Gryffindor

[Mael Blackfyre]

En el momento que dejamos la cueva atrás, miles de rocas continuaban cayendo al ritmo del terremoto que producía aquel sitio. Nunca ibamos a saber realmente si era la maldición del anillo que nos iba a sacar de allí o la magia de los Guerrero Uzza. Recordaba como si fuera ayer, que en la clase anterior, literalmente uno de ellos interrumpió la situación por la que estábamos atravesando, abrio un Haz de la Noche y nos sacó allí.

 

— Creo que no estamos en la cueva.

 

Todos habían perdido el efecto del Salvaguarda Mágica, o eso creía porque el destello blanco no los invisibilizaba, sino que los veía a todos. Al parecer habíamos dejado atrás el basilisco, el hombrecillo y el anillo. Ni siquiera habíamos podido ver como era el anillo. Me imaginaba que seria una cueva mucho más chica, que el anillo estaba sobre un pedestal hecho también de piedra y seguramente habría huesos alrededor. O asi lo mostraba mi mente.

 

Esperaba que los chicos no se sintieran frustrados ni enojados. Por lo menos, sabía que estarían aliviados de habernos salvado. Todos habían pasado diferentes pruebas individuales. También lo habíamos atravesado en grupo, ya que sin la presencia de uno solo, seguramente la situación había sido diferente. Pero si estábamos dirigiéndonos hacia la prueba final, como creía que estaba pasando, entonces era porque todos eran aptos, todos habían demostrado que merecían llegar hasta allí. Ahora dependia de cada uno para comprobarlo.