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Libro de La Sangre


Zack Ivashkov
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Una vez que atravesó el portal la ojimiel observó a los presentes y asintió al escuchar a su prima, definitivamente no iría con el otro grupo. Era claro que ahí existía una rivalidad que solo traería más enfrentamientos y como siempre pasaba las personas que por una u otra razón quedaban en medio, siempre se llevaban parte del daño causado “daño colateral” solían llamar a ese tipo de situaciones.

 

—Definitivamente voy con Elvis… — le respondió a la Malfoy y sus palabras fueron confirmadas por el Gryffindor cuando llamó a unas cuantas personas para que lo acompañaran. >pensó la bruja. Además de eso no tenían ni la menor idea de cómo era la mentada llave y tampoco el lugar donde la tenían, pero si era tan importante de seguro tendría mucha protección.

—La verdad es que yo he dejado de prestarle atención… Al menos cuando estoy en alguna clase de la Universidad… —Le respondió a la inquietud que planteaba —No te ofendas, pero las clases cada vez son más peligrosas —Añadió recordando de pronto que estaba hablando con uno de los Directores y que la otra Directora también se encontraba cerca. Siguieron caminando, alejándose en la dirección contraria de los demás miembros de la clase y la castaña intentaba apartar la sensación de ser observada, aunque a su alrededor no había nadie más que sus compañeros.

—Seguramente ya saben que estamos aquí y vamos camino a una trampa… y dado que no podemos regresar por donde vinimos, no queda más que encontrar la llave... —Apenas había terminado de decir esas palabras cuando a tan solo unos metros de donde ellos se encontraban empezaron a materializarse una cantidad asombrosa de guerreros > pensó mientras sujetaba con fuerza su varita eran muchos y quien sabe si lograrían salir con vida de aquel lugar.

 

Al igual que sus demás compañeros aguardó expectante para ver quien lanzaba el primer ataque, si ellos o nosotros.

Editado por Valkyria Karkarov B.L

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Con lo igual que le daba que los presentes supieran el odio que sentía por su profesora, separó los labios dispuesta a hacerle ver su indiferencia, pero una mirada de Zack la detuvo. Vale, había sido suficiente. Ya la había cortado, había intentado maldecirla y no contenta con ello la había amenazado antes de ir contra él. Había ciertos límites, aunque ninguno incluyera vergüenza. Había matado suficientes personas en su vida como para que las miradas indiscretas de sus compañeros movieran algo en ella, en realidad eran parte de un entorno que podía ignorar fácilmente y si llegaban a interponerse, también iría contra ellos; no obstante, deseaba terminar de matricularse en el libro de una vez por todas.

 

Sostuvo la mano de Tauro con pertenencia, entrelazando los dedos para que todo el mundo viera las pocas ganas que tenía de dejarla atrás. Claro que, por si quedaba alguna duda, la Crouchs tuvo la delicadeza de demostrarlo besándola. Lindo. Después de eso, la típica sonrisa arrogante había vuelto al rostro de la rubia y todo había tomado el mismo ritmo. Mientras el resto se mataba, ella se hacía la loca al punto de no prestar atención más que para lo estrictamente necesario. Como el sonido estruendoso de una alarma, que de no haber sido accionada por su novia, posiblemente habría sido producto de una queja por parte de la Atkins, que quedó bajo la defensa de la líder como si se tratara de una pequeña infante.

 

—Prefiero el clima de Londres —murmuró, refiriéndose a Valhala—. ¿Se supone que es aquí?

 

Sus ojos se desviaron hacia donde una cantidad de guerreros aparecía de la nada y apretó los labios, entendiendo la actitud de Tauro. Sólo si algo le preocupaba actuaba de esa manera, haciendo todo lo posible por mantenerla a salvo. El problema de las dos estaba más que todo en que pensaban igual y antes de que pudiera hacer algo, la Nigromante había salido detrás de ella para ponerse a su lado, portando la varita en la mano libre.

 

—Son demasiados, por más que seamos suficientes para retenerlos. ¿Crees que sea una especie de bienvenida vikinga rara? No estoy demasiado familiarizada con el tema de la mitología nórdica, lo mismo están haciendo el pre-funeral —apretó la mano de la peli-azul.

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Alcanzar el mayor pabellón era el desafió mas extremo del día. Cientos, por no decir miles, de féminas con arcos nos atacaban sin ningún tipo de respeto por nuestra vida. Yo no haría como Zack. Matar por matar no iba con mi personalidad. Si podíamos evitar hacerles daño, lo haría, mas que nada porque eramos nosotros quienes habíamos irrumpido en su mundo. Si fuese ellas, tibien deferencia con ahincó la protección de este.


- Maldición – Pensé, efectuando con claridad aquel conjuro en mi mente y enviandoselo hacia tres de las Valkirias mas cercanas, logrando así transitar mas fácilmente hasta la pared opuesta, a cincuenta metros exactos de la puerta que considerábamos perfecta para ingresar al lugar donde y no sabia porque, esperaba estuviese la santa llave que estábamos buscando. Vi por el rabillo del ojo, como las mujeres tropezaron al unisono.


Sonreí. Aquel conjuro era hasta divertido. En cuanto apoye mi anatomía en la pared, fije mi vista en Mei y su estado. La paladín era una gran guerrera y confiaba en sus dones, pero no me iba a perdonar si le sucedía algo. Iba a decir algo sobre como seguir actuando, cuando la voz de Tauro resonó por el estrecho callejón donde nos habíamos, en parte, fortificado – Estamos buscando una llave, una llave en forma de rayo.


¿De verdad le interesaba? Yo hubiese dicho que solo iba a aquellas clases para disfrutar el morbo que besar a su novia en publico le reportaba – Esa llave, la cual fue creada por Odian, permite la entrada al Valhala cuando y donde se quiera. Sin ningún tipo de magia extra – Strellatus – Pronuncie para evitar que un hombre con maza tocase a Leah – Ahora continuemos, seguramente y por las densas, esta se encuentre allí.


No se como, pero llegamos a la gran sala blanca. No veía entrada alguna. El muro era de una textura conocida. Mármol. Si estaba allí, teníamos que ingresar, así que lo hice a mi manera – Bombarda Máxima – Una explosión tremenda hizo acto de presencia, logrando mi objetivo; abrir un boquete al interior. Un enorme puente con lava fue lo único que pude ver a través de la niebla que los escombros dejaron.


- ¿Veis lo que yo veo? - Flipaba en colores.

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A pesar de llevar varios minutos en el lugar todavía había pupilos como Tauro que no terminaban de comprender el objetivo de la actividad. Por suerte para el grupo, Lisa le aclaró la inquietud indicando que estaban ahí para encontrar la llave del Valhala y llevarla a los Uzza. Todo era por esos desgraciados cómodos que, aunque se abanicaban de tener mil y un poderes, no podían hacer uso de los mismos sino enviar a los demás a facilitar trabajos y expandir sus comodidades.


Apurado por terminar la travesía de una vez por todas, Zack siguió avanzando con el resto del grupo. Los sistemáticos ataques de las valquirias ya lo aburrían, haciéndolo desesperarse a cada minuto por finalizar todo. Intercambiaba miradas con la profesora expresándolo todo. No era la misma seriedad que de costumbre decoraba su rostro, sino el tedio mismo reflejado en sus facciones. Lisa procuraba no verlo, para no caer en el mismo sentimiento. De cualquier forma, tras varios minutos caminando llegaron a su destino.


El edificio era uno de los más grandes, esperaba fuera el indicado. Se adentraron al mismo con tanta prisa como precaución, dentro podrían haber mil personas más esperándolos. Sostenía su varita con firmeza mientras avanzaba maravillado por el inmaculado escenario. El piso de mármol blanco reflejaba las pocas luces en su interior, que además iluminaban los dibujos plasmados en la enorme cúpula sobre sus cabezas. Una bombarda de la reina de Rumania captó su atención y un segundo más tarde fue el culpable de su tos.


Guardó silencio entornando los ojos a través de la nube de polvo, procurando ver más allá de la misma. En cuanto comenzó a disiparse fue visible la lava mágica que no consumía la estructura, y tampoco quemaba el puente que tenía sobre ella. El calor que emanaba era sofocante, abrazador y más desesperante que la misma situación. El ángel caído suspiró y dio un paso al frente, ofreciéndose para cruzarlo.


—Yo iré. A ver si cumplimos la misión de una vez — Dijo en un tono lo suficientemente seco como para que nadie quisiera sugerir acompañarlo o detenerlo. Se tocó el cuello apareciendo su amuleto volador, un colgante con alas de plata cuyo borde resaltaba en color dorado. Con un gran salto se lanzó hacia el frente levitando en el aire gracias al objeto que incluía el libro del aprendiz de brujo. Pudo simplemente haber atravesado el puente caminando, pero obviamente era una trampa. Además de que una niebla mucho más espesa que la producida por la bombarda tapaba la mitad del trayecto.


Al atravesar la nube blanca su mente divagó perdiendo la conciencia. Sus músculos se relajaron hasta tal punto que su cabeza se fue hacia adelante estrellándolo directo contra una nueva superficie sólida. El poder del amuleto volador también había mermado.


—¿Qué demonios? — Se preguntó llevando una mano a su cabeza, procurando aliviar la molesta sensación de dolor mientras se levantaba del suelo. Corrió la mirada a un costado, justo de donde provenía una luz. Y ahí estaba; la llave en forma de rayo. Era tan dorada que podría decirse estaba hecha de oro. Su tamaño era igual a cualquier otra llave común, sólo que esta irradiaba un brillo particular. Zack se acercó al pedestal sobre la cual ésta levitaba y la cubrió con su mano, sosteniéndola con fuerza.


En ese mismo instante se produjo un estruendo tan fuerte que hasta la edificación completa comenzó a temblar, como si toda la estructura fallara. El suelo comenzó a hundirse en la lava que tenía alrededor y la misma llave comenzó a arder. Obligándose a soportar el ardor, la sostuvo fuerte al mismo tiempo que regresaba a junto al grupo haciendo uso del amuleto volador.


No tuvo que intercambiar palabras con sus acompañantes para darles a entender que debían abandonar el lugar. Juntos comenzaron a correr hacia el exterior del edificio, mientras todo se derrumbaba a sus espaldas. Al tocar el pavimento de la calle, Zack soltó la llave sobre el mismo mientras empuñaba la mano herida. Se obligó a callar el grito a punto de surgir en su garganta, podía soportarlo.


—Si todo esto no nos hace dignos de los conocimientos, entonces nada lo será — Agregó mientras se aplicaba una curación que aliviara las quemaduras en su mano derecha. —Hay que avisarle al resto que debemos salir. Reunámonos en la plaza principal — Puntualizó esperando que de alguna manera, el otro grupo perdido también llegara a ese lugar. —Y lisa, llévatela tú — dijo haciendo referencia al objeto dorado.

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Ahora les tocaba separarse por grupos, según había indicado Lisa. Anne miró hacia ella y luego en dirección a Elvis cuando la Weasley le indicó al hombre que debía escoger a algunos para luego tomar uno de los dos caminos que se extendían ante ellos y que exploraran por "equipos" así el Valhala. El Gryffindor la nombró y ella le sonrió: prefería ir con él y quienes había escogido antes que con Lisa y los líos que se traía con Zack, Leah y demás.

 

Avanzó con sus compañeros procurando quedar cerca de Hades, quien afortunadamente también había sido escogido por Elvis allí. Ahora tendrían que buscar una llave, pero no tenían la menor idea de dónde podría estar, cómo era o si estaría protegida. Cuando el Gryffindor habló de sus anillos, recordó que ella también llevaba aquel anillo que detectaba a los enemigos. Como no podía ser de otra forma, brillaba. El portal que les había transportado hasta allí se había cerrado, así que tendrían que cumplir con la misión de los Uzzas y seres que habitaran en el Valhala para poder salir de allí con vida y, por supuesto, para adquirir los poderes del Libro de la Sangre. ¿En qué momento había decidido meterse en semejante lío?

 

La voz de Hades la sacó de sus pensamientos, pues empezó a plantear una serie de cosas que realmente sonaban inquietantes. Sacudió la cabeza.

 

Tienes razón, Hades, todo está demasiado tranquilo. Y no, no creo que seamos dignos de estar aquí... estemos alerta

 

Aunque aquello era obvio, parecía que erea más seguro al decirlo en voz alta. Apretó un poco más su propia varita y continuó caminando tras el grupo, siempre pegada al Ragnarok. Terminaron de pasar por una calle que desembocaba en una extraña plaza ante la que se detuvieron. Sus dimensiones eran enormes, y había multitud de figuras que comenzaron a hacerse visibles conforme llegaban. Parecían antiguos combatientes... algunos incluso llevaban varitas. Hades se adelantó un poco para luego comentar si debían comenzar con la acción o preguntar primero. Anne frunció el ceño.

 

No seas bruto, hermano. No creo que estemos en posición de hacernos los héroes... seguro que podemos buscar la llave por las buenas. Y si se tuerce la cosa, entonces pasamos a las malas —comentó, aun sabiendo que sería muy complicado hacerlo tal y como lo había dicho ella. Hades se colocó delante de ella, probablemente con intención de protegerla, y la Gaunt en esta ocasión simplemente apoyó su mano libre en la espalda del vampiro, como aceptando así su posición. De repente, los más cercanos a ellos alzaron sus respectivas armas (espadas, lanzas, hachas y varitas) en su dirección, como si así les indicasen que no podían pasar de donde estaban. Anne dio un respingo, sobresaltada—. ¡Cuidado, nos estaban esperando!

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«¿Así que una llave?»

Por lo menos ahora que tenía claro que estaban buscando, era más fácil enfocarse en el objeto perdido. Por otro lado, no dejaba de notar los comentarios mal intencionados de la Weasley en lo que a ella y Leah se refería, pero lejos de importarle, le daba más razones para hacer cualquier cosa que pudiera molestar a la profesora y de paso le sacaba su propio provecho. Sintió el apretó de su novia y juntas emprendieron nuevamente la caminata que, esperaba, las llevara a donde se encontrara la llave, pero la luz de un rayo pasó justo por el medio de sus cabezas impactando de lleno en algo o alguien que se encontraba detrás. A Leah no le haría ni pizca de gracia el acto heroico de la Reina de Rumania.

Pasados unos breves minutos llegaron a lo que parecía ser su destino final y claro, una llegada no podía ser triunfal sino terminabas por abrir un enorme agujero en la pared, todo por cortesía de Lisa; y después se preguntaban por qué intentaban matarlos en todos lados. Por un momento Tauro creyó que todos debían cruzar el puente, pero Zack, el atrevido Ángel Caído, tomó la iniciativa y usando uno de los amuletos llegó hasta el otro extremo regresando casi de inmediato junto con la llave, la cual entregó a su compañera.

— ¿Esta es la parte en que nos dicen que debemos salir pronto porque se nos va a caer algo encima? —preguntó con ironía, pero sin esperar respuesta, pues no necesitó ni meditarlo dos minutos para volver a tomar la mano de su novia, dar media vuelta y caminar en dirección contraria a la que venían haciéndolo durante los últimos minutos. Su destino final: la plaza principal.

— Creo que estaríamos más seguros allí adentro, bajo los escombros —comentó sin intención de sonar sarcástica, pues lo decía muy en serio. Cuando todo el grupo hubo llegado a la dichosa plaza, la idea era salir de ahí lo más pronto posible, pero las Valkirias, que habían permanecido ausentes, ahora los atacaban con todo su arsenal y claramente no pretendían dejar salir a ninguno con vida. Pero claro, sus planes eran más retorcidos que lo que cualquiera delos allí presentes pudiera imaginar.

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No te preocupes, no me ofende para nada —le comenté a Valkiria, la cuál, había hecho un comentario referente a las clases. Le había estado a punto de explicar la cantidad de cosas que aún le esperaban a los chicos que querrían aferrarse a un libro de poder mayor. Pero los contratos hechos por los Guerreros Uzza no me permitían hablar de ellos. Cada uno debía pasarlo por su cuenta.

Pero no era momento de ponernos a charlas agradablemente. No era el momento ni el lugar. Todos habíamos divisado aquellas figuras. Algo me decía que si hacíamos un paso en falso, nos mandaríamos solos a la horca. Miré a mis compañeros. Todos estaban espectantes igual que yo. Algunas de las figuras se acercaban sigilosamente. Algunos esperaban a que nosotros hiciéramos algo. Nuestras varitas los atacarían sin problema pero estaba seguro que como mínimo, uno de nosotros nos veríamos afectados.

Buscamos una llave —exclamé en voz alta después de que Anne y Hades comentaran aquellas cosas. Ambos parecían igual de ansiosos que yo pero agradecía que ninguno actuara por su cuenta. Mi voz resonó como un eco y me escuché que sonaba tonto. ¿Qué llave? ¿Por qué la buscábamos? ¿Por qué intrusos como nosotros, estábamos allí? Recordé que no estábamos en Ottery. No conocía nada de allí—. Debemos hacer algo. No podemos quedarnos aquí. ¿Si nos separamos? Algo me dice que lo que buscamos está allí dentro.

Les señalé a todos aquella casa enorme que tenía una gran entrada. Ésta se encontraba vigilada por altas columnas, todas blancas, todas pulcras. Entre ella se podía divisar una puerta de madera con runas y jeroglíficos. Incluso estaba custodiada por dos estatuas con largas lanzas y laureles sobre su cabeza. Tal vez si desconcentrábamos a las figuras que se acercaban cada vez más, algunos podrían llegar hasta allí. Medidas desesperadas en momentos desesperados. Señalé con la mano al mástil del medio.

Les traemos un regalo —murmuré, causando que aquel pilar de piedra, estallara en llamas. Era gracias al Gubraith que estaba pensando en mi cabeza. Eran llamas sagradas, arderían por la eternidad porque no había manera de apagarlas. Y allí pude ver como muchos rostros de aquellas figuras, estaban demacrados, corroídos por el tiempo, pero no había olor putrefacto, solo eran Inferis de aquel sitio. Recordé la palabra de los profesores, tal vez eran parte del ejército que juntaba ése Odín—. Es el momento...

Comenté a mis compañeros. Algunos debían utilizar todos sus medios para abrirse paso. Tal vez el Salvaguarda lograría atravesarlos y llegar hasta aquella puerta. O mejor dejarlo para más tarde, para traspasarla justamente. Aquellos cuerpos vivos-muertos miraban atentamente a la estructura que se había envuelto en llamas tan blancas como la nieve, pero los más alejados continuaban observándonos.


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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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