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Libro de la Fortaleza — Grupo 2


Jank Dayne
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¿Donde está Sally?

 

La incógnita se esparció como una pandemia en la mente de los presentes, todos miraban desconcertados a los alrededores escudriñando minuciosamente la zona como si fuera una aguja en un pajar. Para la mala suerte de todos ninguno dio con ella, la preocupación empezaba también a hacerse presente.

 

Intentando aportar algo a la búsqueda, se colocó uno de los anillos que tenía en su bolsillo en el dedo anular. El anillo era parte de los poderes del libro de la fortaleza que estaba por aprender o algo parecido con los profesores. No tenía idea como usarlo, no tenía idea que iba a hacer. Pero no pasaba nada con el anillo. No vibraba, no escuchaba, no sentía... Por un pensó que no servía, pero luego se dio cuenta de que simplemente tenía que aprender a usarlo por su cuenta.

 

Trato de verlo como una varita, tal vez debía canalizar su magia en su mano y luego en su dedo para que surtiera efecto.

 

Suspiró, cerró los ojos, apretó el puño y lo acercó a los labios para darle un beso al anillo. Concentró su magia interna en la palma de la mano, fue sencillo, lo hacía a cada segundo. Ahora la cosa se complicaba, debía orientar esa magia a su dedo anular. Fallando más de una vez y dirigiendo la magia a donde no debía, después de un quinto intentó logro con éxito su objetivo.

 

A los oídos del mago llegaron todo tipo de sonidos, era como la primera vez de un sordo con un implante coclear. Escuchaba la nieve golpeando arriba de ellos, los olas del mar quebrar en la orilla, gruñidos de animales, chillidos. Oía de todo, menos la voz de Sally y eso no podía ser nada bueno, no podía preocupar más a los compañeros.

 

Abrió los ojos, volvió a la realidad cuando Axel comentaba que obviamente no estaban solos, tenía razón.

 

Ni siquiera caminaron lo suficiente cuando empezaron a suceder una serie de eventos desafortunados y los cuales no parecían ser sólo causalidad. Bowtruckles se acercaban rápidamente hacia donde se aglomeraban los alumnos, todos sin excepción sacaron la varita, alertas.

 

Stephanus ignoró la advertencia de Hades para usar otro de los anillos, era una tontería usarlo cuando ya los enemigos estaban encima de ellos. Después aparecieron unos osos polares, esos eran los gruñidos que había escuchado anteriormente con el anillo. Usaría uno de esos para defenderse, no le quedaba de otra.

 

- ¡Orbis Bestiarum! - Dijo haciendo un movimiento rimbombante con la varita.

 

De inmediato uno de los osos polares se vio envuelto en un anillo dorado, ese oso aceleró el paso separándose de su manada, acercándose a Stephanus en dos patas dando zarpasos con sus garras delanteras para apartar a los Bowtruckles que iban hacia el mago, defendiéndolo como le habían ordenado.

 

Ishaya también participaba en la defensa logrando que varios osos estuvieran controlados por él, quedaban pocos esparcidos todavía y uno de ellos se enfrentaba ahora al animal controlado por Stephanus, pero no podía detenerse a ayudarlo, no era su mascota. Sintió algo caer en su cabeza, pensó que tal vez había sido una estalactita, no se preocupó.

 

El suelo temblaba, la cueva parecía que iba a derrumbarse por tanto ajetreo causado.

 

- Hay que correr - Exclamó a todos, dirigiéndose por el camino donde habían entrado los animales, ese era el camino que habían escogido con anterioridad.

 

Corrió lo más que pudo esquivando las rocas, tratando de no caer por el suelo movedizo. Después de un momento sin parar el ritmo, ya no estaba temblando, pero pudo escuchar una especie de explosión que significaba que toda la zona en donde se encontraban ahora estaba bloqueada por rocas. Se alegró al ver que la mayoría estaba ahí, menos Sally.

 

De repente un dolor punzante se apodera de su cabeza acompañado de un líquido, supuso que era sudor. Paso el reverso de la mano por su frente y lo miró...

 

... Era sangre.

Editado por Stephanus

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Con su anillo de amistad con las bestias, aunque no es capaz de controlarlas (está demasiado nerviosa y agitada para tomarse un momento, y canalizar el poder), puede sentir lo que ellas sienten. Los bowtruckles están preocupados por sus árboles, y aunque es cierto que los magos no les han hecho nado, seguramente quieren la madera "mágica"; y mientras ellos más tratan de repelerlos, más se enojan. Así como nunca prestó atención a las clases de Herbología, tampoco lo hizo a las de Cuidado de Criaturas Mágicas. Le parecían asignaturas algo bobas, y que, además, se le daban fatal. Sin embargo, con el grito de Ishaya, recuerda lo que tiene que hacer para distraerlos.

 

—¡¿Alguien tiene insectos entre sus cosas?!

 

Y no, Madeleine no tiene insectos en su bolso. Pero se le ocurre algo. Mete la mano en su bolso y saca algo de la la basura que se acumula en el fondo: monedas de cobre y plumas rota, que tienen la masa suficiente. Entonces agita la varita sobre el montón de objetos, que están amontonados en su mano libre, y comienza a susurrar "¡Morphos! ¡Morphos! ¡Morphos!". Muy pronto hay una pequeña montaña de cochinillas. Si bien tiene los guantes, el sostener a los insectos tan cerca de ella le da asco y le pone la piel de gallina, así que se apresura a llamar la atención de los guardianes de árboles, que parecen arbolitos de por sí.

 

—¡Tomen! —grita, y cuando se acercan a ella con la intención de arrancarle los ojos con sus garras, se agacha inclinando la cabeza, pero alzando la ofrenda hacia ellos. Puede sentir cómo se calman al ver los insectos, y aunque sería divertido dárselos ella misma, como si fueran mascotas, sabe que sus compañeros necesitan apoyo. Así que les deja los bichos a un par de metros del claro, no sin antes notar lo inofensivos y pacíficos que lucen ahora. Mientras nadie los siguiera atacando, y no se acercaran más de lo debido a sus árboles "mágicos", no tenían por qué preocuparse de ellos.
Cuando vuelve el rostro hacia los demás, nota que están luchando con osos polares.
—¡¿Qué demonios sucede?! —exclama. Hace sólo un par de minutos, todo estaba en silencio, en paz. ¿Cómo aquellas bestias habían llegado tan rápido, sin que ellos pudieran haberlo previsto? ¿Por qué se mostraban tan hostiles? Entonces piensa en los bowtruckles. ¿Y si alguien había herido algún árbol, para que las criaturas los atacaran? Oh, sabe que hay que pensar en todo éso, pero no en ese momento. Los osos aunque no les superen en número, pueden dejarlos fuera de combate con tan sólo una mordida y un manotazo— ¡Desmaius! —exclama al que corre en cuatro patas hacia ella, y cuando el hechizo impacta, cae con pesadez, provocando un ligero temblor que hace que un par de estalactitas caigan cerca de ella. Menos mal que desenfunda a Melle justo a tiempo, para protegerse bajo su anchura.
Madeleine pretende continuar con la danza, pero siente cómo el ligero temblor se intensifica.
—Mieeer... Mierr... —dice, sin aliento, porque cree entender lo que pasa. Y por las miradas en los rostros de sus compañeros, ellos también piensan lo mismo. Un derrumbamiento. ¿Causado por qué? ¿Tanta acción? ¿Terremoto? No le importa. Ni siquiera sabe si el Polo Norte es zona de terremotos. Lo único que sabe es que tienen que salir de allí, ya que la vibración cada vez es más fuerte, y no quiere terminar sepultada bajo toda esa roca, hielo y nieve.
No obstante, sólo logra moverse cuando escucha el grito de alerta de Fined.
—¡Corran! —grita también— ¡DAYNE! ¡No te quedes viendo como un bobo! —exclama, tomándolo bruscamente del brazo. En la Via Appia, caminaron con los brazos entrelazados, disfrutando del cielo e inclusive la compañía mutua, a mitad del evento. Pero aquel no era un paseo, y su agarre no era nada gentil. Madeleine tira de él con fuerza, haciendo que corra junto a ella— ¡VAMOS!
Con el amuleto volador, es capaz de saltar sobre las rocas y caer con ligereza. No sabe a dónde se dirigen, sin embargo; sólo sigue a Fined, ya que fue el que tomó la iniciativa de huir. No está acostumbrada a correr, especialmente en un lugar tan incómodo, así que su corazón se acelera de inmediato y no tarda en hiperventilar. De cualquier forma, sabe que no puede detenerse... no de momento, por lo menos. Sólo lo hace al escuchar el derrumbe a su espalda. Asoma la cabeza por encima del hombro, y se da cuenta de que el camino quedó bloqueado por piedras. Y de nuevo, están a oscuras, pero por lo menos los temblores se habían detenido. Cuando susurra un lumos, ilumina los rostros de los muchachos. Allí están, quizás algo lastimados, pero a salvo. Vivos.
—¿Dónde está Sally? —pregunta, al darse cuenta de que no encuentra su rostro. Instintivamente, vuelve la vista al montón de rocas— ¿Se quedó del otro lado? —susurra. No sabe quiénes son los que están atrapados, ella del otro lado del "muro", o ellos allí— No podemos dejarla sola —murmura. Había que encontrar una forma de despejar el camino.
Editado por Madeleine Stark

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Todo había cambiado en un momento, Axel solo apretó su cigarrillo con los dientes, y corrió detrás de la mujer de la espada y de Stephanus, los ataques de criaturas apenas comenzaban.

 

-¿Oh enserio? – Reclamó Axel respirando con dificultad, pese a que la temperatura había aumentado un poco, aun hacia un frio del demonio, y ahora había un derrumbe, la salida estaba sellada. – Esto es ridículo, no hemos visto ningún maldito árbol, como demonios puede haber un maldito árbol en el c*lo del Polo Norte.- Soltando la última bocanada de humo de su cigarro.- Ni siquiera en los bosques de Noruega hay estas pestes de guardianes de árboles. – Sentándose en el piso helado, intentando recuperar el aliento.

 

– En menos de un minuto habían sido atacados tres veces.- Axel solo comenzo a buscar en su bolsa de cuero, un nuevo anillo. – Estoy hasta la mi**** de todas estas pruebas. – gritó aun con más rabia, mientras sacaba de su mochila el Libro de la Fortaleza, y buscaba rápidamente entre sus hojas alguna página. – Bajamos por un maldito barranco, y estamos aquí atrapados en quién sabe dónde, con un frio terrible, no tenemos provisiones, ni nada. –

 

Continuaba moviendo rápidamente las hojas, hasta que por fin encontró el artículo que buscaba. – Y tu Jank eres un INUTIL.- Gritó con fuerza Axel y en seguida comenzó a leer de corrido sin dejar de insultar a Jank. – No sirves para nada, como puedes considerarte un mago siendo tan INUTIL.- Levantando el puño enfrente de su cara, apretando con fuerza el nuevo anillo que ahora lucia en el dedo medio.

 

– Ahhhh Jeg er træt! træt, vred og ked top, ligesom skide afslutte dette dumme mission, der bekymrer sig nonsens nordlys, min røv...Men hey, gør nogen af jer tale dansk? Jeg tror, vi kunne sammensætte en ny plan for at finde kvinden. – Prosiguió ahora Axel habia captado la atencion de todos los presentes en medio de aquella oscuridad, aunque ahora solo hablase en danés, mirando los rostros uno a uno de sus compañeros una vez que se encontraba de pie, viendo el pequeño resplandor del anillo de bronce

 

- Perfecto. – Suspiró aliviado al ver que el anillo de Salvaguarda estaba trabajando. – Lo siento Jank, necesitaba una distracción. - Axel había rodeado la pequeña zona de con el poder del anillo, necesitaba algo de privacidad, mientras se acercaba a Jank para darle una palmada en la espalda y una sonrisa. – Es obvio que nos están vigilando, criaturas, derrumbes, todo es una trampa, para evitar que consigamos esa supuesta aurora, y ahora estamos encerrados. Alguien nos está vigilando, cada paso que damos, no espera algo cada vez más peligroso. – Guardando su gorro y su libro de nueva cuenta en la mochila, después de disculparse con Jank – Tenemos dos opciones, podemos ir a buscar a Sally hacia atrás, y caer en más trampas, o…. seguir adelante y caer obviamente en más trampas. – Riendo un poco sin perder ese aire pueril.

 

– Personalmente confió en que Sally estará bien, es mucho más fuerte que algunos de nosotros, yo preferiría continuar, y patearle el trasero aquella persona que nos está jugando esta broma de pésimo gusto.- Finalizo el hombre, rascándola cruz tatuada que tenía en la sien derecha, esperando que alguno de sus compañeros diera su punto de vista; bajo el efecto del anillo de salvaguarda, podrían hablar sin miedo a que los escuchara alguien.

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Estaba en shock.


Mientras lo auxiliaban, la mente de Jank se había trasladado años hacia atrás, hacia un tiempo tan remoto que ni siquiera Hogwarts se colabra dentro del recuerdo. De repente, se visualizó a sí mismo recorrer el basto bosque Rhoynar que se asentaba, para ese entonces, frente a su antigua casa de verano en Noruega. Nym y Maia estaban allí, tratando de seguirle el ritmo al pequeño mago. Y si bien las adverencias de su padre se caracterizaban por ser concisas, durante ese preciso día Jank había tomado la alternativa de pasar sobre ellas deliberadamente, acercándose a la zona más inhóspita del bosque, la "prohibida"; la cual, por consiguiente, le resultaba más fascinante..


- ¡Cuidado, Jank! - escuchó a sus espaldas la voz de Maia, surcando los matorrales para detenerlo, pero el niño, apenas armado por una rama seca, hizo oídos sordos y avanzó. Sin embargo, hizo falta un mísero paso en falso para que se viera envuelto dentro de una coraza de lazo del diablo, con tentácul0s tan extensos que rebasaban a los árboles secos que pintaban su entorno. Jank trató de liberarse, incluso empleando el palo a su favor, pero la oscuridad propinada por la planta mágica nubló sus esperanzas. Primero fue la asfixia, después el dolor. Y por último, el terror..


- ¿Qué.. ehm.. ah? ¡AUCH!


El brazo de Nathan sujetaba el suyo con firmeza cuando Jank despertó de su trance. Sus pupilas volvieron a aclararse, y sus tendones se relajaron. Observó la posición de Ishaya y la de Edmund, los primeros en aventurarse para auxiliarlo, pero ni siquiera por eso quiso voltear hacia atrás. Solo el sonido del lazo retorciéndole por el ardor que le provocaba el fuego y el lumus solem hacía que Jank sintiera un zumbido sobre el oído, que al pasar de los segundos se convertía en un poderoso taladro destructor de la poca estabilidad que llegaba a mantener ante la manifestación de sus recuerdos reprimidos. El hombre cerró los ojos para centrarse, y le asintió a Nathan en modo de agradecimiento, safándose de su agarre. Había visto morir a sus compañeros, derrumbado a sus enemigos y verse envuelto en la muerte. El trauma no sería otra sombra que no pudiese combatir..


Es cuando decidió reincorporarse que notó el intento del bowtruckle por arrancarle su ojo derecho. A ese lo apartó de una patada, pero cuando se vio inmerso, activó el anillo de amistad con las bestias para, a la par de Madeleine y Stephanus (quien se había encargado de los osos polares), dirgir a un grupo hasta las cochinillas recién aparecidas por la primera. Las criaturas mágicas nunca habían sido su fuerte, a excepción de las variadas ocasiones que había urgido de éstas en el curso de las batallas, pero casi nunca se trataban de seres tan.. molestos. Un fénix encima de su antebrazo no podía mortificarle o sacarle de sus casillas, ¿pero un bowtruckle? ¿Quién podía apreciarlos? Incluso se había opuesto a concertar la inmensa tarea que daban para conseguirlos y así venderlos en masa por parte del Concilio, pero al parecer, en Londres, los apreciaban, y el cliente siempre llevaba la razón.


Jank se percató de la desaparición de Sally casi al mismo tiempo que el ingreso de Juv. A ésta le saludó con el brazo, haciéndole gestos para que se acercara y se compenetrara con las decisiones del grupo. De Sally no pudo preocuparse demasiado antes de que el terremoto sacudiera la cueva, haciendo que cayese contra el suelo de rodillas. Por suerte, Madeleine lo tomó del brazo en ese mismo instante, evitando inconscientemente otro bache auspiciado por su hermano. Durante el camino, tuvo que soltarse varias veces para esquivar rocas, saltarlas, explotar un par de estalactitas filosas dirigidas hacia sus cabezas, e incluso tuvo que empujar a Madeleine hacia un lado para salvarla de una.


Durante el trayecto, la voz de Axel no dejó de perturbarlo ni por un segundo. Jank había optado por silenciarlo, convertirlo en guacamayo o simplemente expulsarlo de la expedición, haciendo que desapareciera sin más explicaciones. Pero, de haber sido por el brillo que de repente irradió del anillo de su estudiante, Dayne no habría captado de qué se trataba. Cuando atinó la respuesta en su mente, las palabras de Axel (incluyendo las que no comprendía) lograron soncarle una sonrisa irónica. Nunca se le habría ocurrido activar el poder usando una "carnada" de discurso. Ciertamente, estaba viviendo una clase peculiar, constituídos por magos excepcionalmente originales..


- No te disculpes, fue una buena estrategia - le dijo, ajetreado, colocando sus manos sobre las rodillas para descansar una vez dentro del nuevo camino -. Aunque a la próxima, verás lo que este mago inútil puede hacerle a esa lengua.


Jank imitó al resto y ejecutó un "Lumus" pero éste fue acompañado de un "Máxima" que logró expandir su luz hasta las cabezas de todos, alcanzando iluminar los rostros de todos los magos desde arriba, cual lámpara. Se acercó hasta las rocas que habían quedado a su espalda, y las tocó. Estaban secas, a diferencia del resto de la cueva empapada por la humedad, lo que le dio la impresión de que habían sido impuestas. Respiró el aire que circulaba el sitio donde ahora estaba el grupo, y diagnosticó lo fresco y helado que era, desprovisto de todo encerrona y olores húmedos propios de una cueva.


Quiso empezar a dictar ordenes, pues parecía lo que tanto había estado esperando el grupo, cuando se percató de la sangre que brotaba de la cabeza de Stephaus. Corrió hasta éste y le sujetó del hombro izquierdo, pasando su brazo por al rededor de su cuello. Contadas serían las ocasiones en las que Fined se dejaba ver por la luz pública, aparte de los escasos entrenamientos concretados en la torre este o sumergidos en el bosque del cuerno de madera, pero en Jank había crecido un aprecio hacia él que se veía incrementado por su sentido de responsabilidad. Primero como comapañero, segundo como profesor. Hizo que la manga ya desgarrada de su suéter se separara completamente de éste, quedando un especie de trapo que colocó sobre la herida. Los Primeros Auxilios nunca se le habían dado de maravilla..


- Hay que actuar rápido, y ahora - enfocó la mirada hacia los ojos de cada uno de los espectadores, cada vez ejerciendo más seriedad -. Hay opciones, si es lo que desean saber. Primero, ¿se ven capaces de abandonar a Sally allí dentro y continuar, o regresar para ayudarla a cruzar a este camino sin tener garantía de que simplemente se haya querido retirar? - la sangre de Stephanus le manchó la mano en ese instante, sin que se diera cuenta -. Esto no es una expedición cualquiera, aunque se esfuercen por verlo así. Si quieren descifrar el libro, si de verdad desean hacerse con él, este es su momento. Activen todos sus sentidos y.. ¡Por el amor a Merlín! ¡Curen a Stephanus!


Y se sacudió el chorro de sangre impregnado sobre su mano, usando disimuladamente el pantalón de Madeleine para limpiarse.

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Una multitud de eventos comenzaban a llevarse a cabo al mismo tiempo en claro, y por lo tanto, Browsler no sabía cuál sería más prioritario. Estos se originaron después de que la luz mágica que había invocado Nathan con su varita desapareciera.

 

Browsler tuvo que parpadear un par de veces para recuperar la vista. En medio de aquel caos no lograba escuchar lo que decían sus compañeros.

 

Decidió enfocarse en Sally, ya que sus compañeros se estaban ocupándose de todo lo demás. Browsler se subió a uno de los árboles hábilmente y observó el panorama en general, pero no había señales de su abuela. Saltó del mismo justo a tiempo, pues una pequeña criatura se había acercado hasta él para atacarle, evitando el contacto con la misma. Al girar sobre sus pies encontró a Madeleine, Jank y a otros magos más que no alcanzó a distinguir ocupándose de unos bowtruckles lanzándoles unas cochinillas que la bruja había transformado. Eso parecía aplacar la molestia de aquellas delgadas criaturas, quiénes comenzaban a alejarse de a poco.

 

Al otro lado, justo donde Stephanus le había indicado continuar. Browsler se percató de que una manada de osos polares se dirigía hacia ellos. Ishaya y Stephanus se estaban ocupando de ellos con algunos encantamientos, pero uno de ellos había alcanzado a derrumbar a Edmund en el suelo. El mago contuvo su respiración mientras tanteaba en su bolsita algo que le ayudara en aquella ocasión. El oso polar olfateaba amenazadoramente el cuello de Edmund mientras este se colocaba al anillo de amistad con las bestias en uno de sus dedos. Giró el anillo tres veces en su dedo, la bestia gruñó y acercó su hocico hacia el cuello del mago pero se detuvo unos centímetros antes de matarlo. El oso polar quedó bajo su control así que subió encima del mismo para avanzar detrás de los magos que comenzaban a correr.

 

El suelo comenzó a temblar violentamente y Edmund perdió el control de la criatura, cayendo al suelo con un golpe seco. El oso polar no podía atacarle de nuevo ya que perdía el equilibrio al hacerlo pero entonces unas rocas comenzaron a caer desde la parte superior de la cueva. Browsler rodó para evitar que una de las mismas lo aplastara.

 

- ¡Stephanus, cuidado! –gritó. El mago intentaba esquivar las rocas corriendo pero no había observado que una le iba a caer justo encima. Pensando en una proyección mágica logró moverla lo suficiente como para que esta no lo hiciera. Mientras tanto Madeleine se divertía saltando sobre las rocas utilizando el amuleto volador llevándose a Jank casi a rastras, quién le había devuelto el favor salvándola de una roca.

 

Edmund fue observando como cada uno de ellos iba ingresando al lugar de dónde habían salido los osos polares. Browsler los contó a cada uno de ellos, pero faltaba Sally. Les quedaba poco tiempo porque los osos polares ya habían recuperado el dominio de sí mismos y se dirigían de nuevo hacia ellos. Aquella parte de la cueva estaba en tinieblas nuevamente por lo que no observaba a ninguno de sus compañeros, así que dijo: - ¡Reducto! –La explosión generó que se bloqueara el acceso hacia ellos. Edmund se lanzó el suelo para cubrirse el rostro del polvo. Cuando todo pasó se incorporó y encontró al grupo gracias al encantamiento de Dayne.

 

Edmund se acercó a Stephanus y aplicó el hechizo de curación que estaba explicado en el libro cuando escuchó a Jank un tanto preocupado. La sangre se había detenido y su primo tenía un mejor aspecto. Infirió que si había tenido un buen resultado. Por ocuparse en bloquear la entrada de la cueva, no había prestado atención a la discusión que mantenían los demás, tan sólo había escuchado las últimas palabras de Jank.

 

- Sally jamás se retiraría –sentenció Edmund con voz solemne-. Yo volveré por ella, si alguien quiere acompañarme, es bienvenido, pues cada quién es responsable de sus propias decisiones. –Su rostro inexpresivo observó a cada uno de los presentes-. Nos veremos después, si sobrevivimos.

 

» Salvaguarda mágica.

 

El cuerpo de Edmund se tornó intangible y poco después desapareció detrás de las rocas para regresar al claro.

Editado por Edmund Browsler

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Alzando las cejas, se queda mirando al mago que no para de arremeter verbalmente contra Jank. A pesar de que lo detesta, no puede soportar que alguien se meta con él. Inconscientemente aprieta la varita entre sus dedos, y frunce el entrecejo. Él puede ser muchas cosas, y Madeleine nunca lo ocultará; sin embargo, así como lo conoce lo suficiente para admitir que tienes muchos defectos, también protege sus virtudes. Y él no es un cobarde, ni mucho menos un inútil. Siente el poder recorrer su brazo, pero sabe que no puede meterse con un compañero. Y como si no se sintiera lo suficientemente impotente, su hermano no hace nada. Ni siquiera mira a Axel.

 

Finalmente, trata de convencerse de que si él lo ignora, ella debería hacer lo mismo... oh, pero al escucharlo hablar en otro idioma, sin poder distinguir nada de lo que dice, la llena de suposiciones. Y está a punto de gritarle que cierre el pico de una maldita vez, cuando el brillo que proviene de su anillo la distrae.

 

—¿Qué...?

 

Y cuando vuelve a mirar al muchacho, su actitud es completamente diferente. Madeleine tarda un par de segundos en asimilarlo. Y al hacerlo, suelta una tos incómoda y, disimuladamente, afloja el agarre de su varita.

 

—Ahm... bien pensado —termina diciéndo—. Supongo que es preferible que, quien quiera que sea el enemigo, piense que estamos muertos.

 

Mientras Ed se encarga de curar a Fined, Jank habla sobre el asunto de Sally, y la decisión de volver a por o ella o seguir adelante. Obviamente ellos, la mayoría parte de la Orden del Fénix (salvo por una bruja que no había dicho ni pío durante toda la aventura), y no van a dejar atrás a compañera, a una ex-Líder. Aunque si tan sólo se hubiera tratado de una aspirante, o quizás de una bruja que no conoce, quizás lo más probable es que hubiera actuado de la misma forma. Son un equipo, aunque hayan personas ajenas al bando, y deben velar el uno por el otro. Así que guarda a Melle en su vaina, y se acomoda la mochila de cuero.

 

—Iré contigo, Browsler —termina diciendo, al tiempo en que se pone en marcha tras él—. ¿Nadie más? ¿Tonks? ¿Weasley? ¿Tú? —le dice al mago que activó en anillo de salvaguarda, pero del que no conoce el nombre— ¿Dayne?

 

Sin embargo, no espera a nadie. Al igual que Ed, utiliza la Salvaguarda Mágica para que su cuerpo se vuelva intangible, y así poder atravesar el derrumbe. A pesar de que requiere mucho esfuerzo, ya que casi no lo ha practicado, no se queda atascada en la roca y éso es excelente. Cuando llegan a claro, el efecto del encantamiento ha desaparecido. Sin embargo, antes de hablar, se asegura de tener puesto el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos. No tarda mucho en sentir cómo la reliquia actúa.

 

—Vaya... ¿qué habrá pasado con los bowtruckles? ¿Y los osos? —pregunta, pero se da cuenta de que su compañero no la oye. Necesita concentrarse, meterse en la cabeza que quiere que Edmund la oiga, para que anillo lo permita— Al parecer, las bestias también huyeron —dice finalmente, esperando haberlo hecho bien ahora. Allí hay buena iluminación, pero con el derrumbamiento la nieve mezclada con escombro vuelve un poco opaca la escena—. ¡Sally! ¡Sally! —llama, pero su voz no puede más que llegar a los oídos de Ed y a los de ella misma. Sabe que tiene que intentarlo, permitir que ella la oiga, pero ¿cómo puede intentarlo, si ni siquiera sabe dónde está?

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- Una desaparecida y ahora un herido. Pensó el mago, bajando un poco la cabeza y pasando una mano sobre su despeinado cabello, la situación no era para nada sencilla, y las palabras Abandonar a Sally no era precisamente muy motivacionales. Axel simplemente relajo los hombros y entrecerró los ojos, cuando Ed decidió ir por Sally.

 

Era algo complicado para el Rexdemort, por un lado quería saber si Sally se encontraba bien, Axel conocía muy bien lo poderosa que era aquella bruja, más de una ocasión comprobó que ella tenía otro nivel, incluso por un segundo pensó que quizá ella fuera la más fuerte de todos los que bajaron por el acantilado. Pero aún estaba el problema de que se perdiera, Stephanus había dicho que no la escucho con su anillo, era acaso ¿Qué se había retirado? ¿Realmente estaría en problemas? Toda esa situación le daba dolor de cabeza.

 

Axel arrastró los pies para sentarse al lado de Jank, y solo le sonrió. - ¿Cómo profesor, tu postura es neutra? ¿Buscar al compañero, o el poder? Buscando los ojos del hombre, Axel solo volvió a sonreír al inminente silencio de Jank, y busco sus cigarrillos, para ofrecerle uno a su profesor. Aun me falta mucho por aprender. Cerrando los ojos, para colocarse uno en la boca y encenderlo con su varita. Ojala que logre aprender algo de ti. Bajo la voz, tragando una nube de humo la cual ahora recorría su garganta, mirando el techo de la cueva.

 

Después de que Edmund los abandonara, Axel solo suspiró resignado, mirando el techo intentando ver las rocas, pero ahora Madeleine se apresuraba a seguirlo. Me llamo Axel.- Levantando la palma derecha de su mano, alcanzo a decir, pero al parecer la joven bruja solo lo ignoro y se fue corriendo tras Ed.

 

Por un segundo Axel sintió celos, sus compañeros ya parecían unos expertos con los anillos y habilidades de los libros, y el aun no recordaba ni como se llamaban, pero su búsqueda de poder realmente era mas fuerte que el hecho de abandonar a un compañero. Obviamente el hashtag #DóndeEstaSally? Era trending topic en el polo Norte.

 

La oscura y húmeda habitación, era por ahora un buen refugio. Y ustedes, ¿También irán a buscar a Sally? Preguntó a Nathan e Ishaya. Yo confió en que Sally puede apañárselas sola, me preocuparía más que hubiera mas héroes, y al final terminemos todos perdidos aquí debajo. Nada garantizaba la seguridad de aquellos dos que ahora abandonaban el equipo. - Pese a todo Axel siempre pensaba con la cabeza fría, sabía que no podía dejar a un compañero, pero que era una terrible idea separarse del grupo en medio de una misión.

 

- Supongo que aún podemos alcanzar a aquellos dos valientes.- Riendo por primera vez desde el incidente del lazo del diablo. - Como grupo es más importante la seguridad de todos, y ahora con la partida de Ed y Madeline, ya tenemos 3 desaparecidos más en el grupo. ¿O qué opinan ustedes? Mirando ahora a Stephanus, si el grupo decidía regresar por los 3, y volver a avanzar todos juntos de nueva cuenta, era una decisión que solo podían tomar los mismos alumnos, ya lo había dicho Jank y por ahora al Rexdemort le interesaba la seguridad de todos.

 

- Si salimos de este refrigerador, deberías organizarnos una fiesta. Susurró a Jank, levantándose del suelo y apagando su cigarrillo con las puntas de los dedos. Aún seguían bajo el efecto del anillo de Axel, asi que era hora de idear un plan y no solo un impulso repentino por ir a salvar a alguién.

 

Se coloco el anillo de detección de enemigos, al paso que iba tendría que ponerse todos y cada uno de los anillos, sólo suspiro y cerró los ojos intentando concentrarse, No sabia exactamente por que pero que podía sentir algo, algo no estaba bien en dirección a donde habían partido sus compañeros. Era la magia del anillo que lo alertaba, Madeliene y Ed, quizá corrían demasiado peligro por intentar buscar a alguien teniendo mejores formas de localizarlo al observar rápidamente el anillo de Escucha. -Si vamos a ir por ellos, sugiero que nos apresuremos, algo se esconde por allá y no creo que sea Sally - Acercándose al muro de roca que los separaba.

Editado por Axel Rexdemort

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Por primera vez, dudó. Tanto, que incluso se le vio levantar el brazo para detener a Madeleine, pero no lo estiró lo suficiente para sujetarla. De repente, Jank se encontraba sumergido dentro de una auténtica encrucijada, de esas que cualquier camino derrumbaría automáticamente al opuesto inmediato. Por una parte tenía en cuenta que en él existía un gigantesco temor acerca de lo que podría pasar si volvía a fallarle a los Uzza. Los guerreros les habían planteado la misión clara desde un principio; la aurora les resultaría indispensables para el acceso a la segunda fase de la travesía. Pero, ¿dónde quedaría su sentido de culpabilidad? Si algo le sucedía a Sally Sigel que no pudiese controlar con sus poderes, no sería cualquier cosa lo que les esperara del otro lado del derrumbe.

 

Salió del innecesario trance pasadero cuando las palabras de Axel se le cruzaron por el oído. Habían pasado unos pocos minutos desde que las había dicho, pero Jank se encontraba demasiado dubitativo como para expresar alguna respuesta coherente. Tomó el cigarrillo que le tendía y se le quedó mirando a éste con el rostro congestionado, como si en la nicotina hallara lo que fuese que estaba buscando. Lo aplastó, arrojando las cenizas a la húmeda tierra que pisaban.

 

— Mi posición es neutra, tome el camino que tome. Y no soy de fiestas, a menos que paguen por mí.

 

Se volvió a Hades, quien se encontraba inusualmente callado. Soltó el agarre brazo de Stephanus cuando lo hizo, puesto que quería acercarse lo suficiente al profesor para que captara lo que necesitaba decirle. La misión había estado segmentada desde el primer momento en el que Runihura le entregaba el cofre a Ragnaventus, por lo que él también debía saber las consecuencias garrafales que traería la desobediencia. Por eso debían idear un plan múltiple, uno en donde cumpliesen con todas las expectativas al mismo tiempo.

 

— Necesito verificar que se encuentren a salvo, Hades le fue diciendo, mientras se quitaba el abrigo de pieles y lo arrojaba al suelo. La parte inferior constaba de un cómodo suéter que le haría la vida más fácil a partir de entonces —. Y no podemos arriesgarnos a que todo el grupo se disponga a averiguar lo que hay detrás del derrumbe. No sé, quizás.. suspiró —.. quizás alguien debe completar el verdadero cometido de este viaje.

 

Echó una mirada recortada hacia el resto de sus estudiantes. No les impendería actuar por voluntad, pero esperaba que con sus palabras depositaran su confianza en las manos de Jank. Giró sobre sus talones y se acercó al muro empedrado, que empezaba a enfriarse cada vez más. Quiso preguntarse el por qué, pero Jank se estaba hartando de solicitarle al universo explicaciones que jamás llegarían. Al menos no de la forma que imaginaba. Tocó la roca y miró a Axel, quien se encontraba a su lado. Jank extrajo su varita mágica e hizo un gesto con su boca para que éste si fijara en el procedimiento que, por supuesto, era meramente ornamental, puesto que se trataba de un encanto sumamente mental. El hombre cerró los ojos para acumular la concentración y con la punta de su varita, tocó su frente, pensando en un "Salvaguarda Mágica".

 

Inmediatamente, traspasó el muro. Contuvo las ganas de abrir los párpados mediante el proceso, el cual podía llegar a compararse al pesado conducto de un traslador, pero muchísimo más rápido y liviano. Sus poros se desmaterializaron tan efectivamente que solo hicieron falta pocos segundos para que su cuerpo volviese a cobrar materia sólida del otro lado. Soltó un largo suspiro cuando se dio cuenta del efecto, y se acercó hasta Madeleine y Edmund mediante pasos débiles. El claro se encontraba totalmente destruido por las rocas y hielos sueltos que le habían aplastado durante el terremoto, y si quedaba algún rastro de belleza Jank no lo visualizó.

 

— ¿Hay rastros de ella — preguntó, pero nuevamente, él mismo se contestó la interrogante. Jank levantó la vista hacia los muros, más helados, más oscuros. El tragaluz que antes les brindaba una iluminación idílica, fue haciéndose cada vez más lejano e inexistente. Miró a sus compañeros con incertidumbre, como si ellos tuviesen algo que ver. De pronto, un sonido constante empezó a invadir el espacio. Era constante, manteniendo un ritmo. El mago colocó su dedo índice sobre sus labios, para advertirle a los otros dos que mantuvieran silencio para poder diagnosticar el verdadero origen del sonido. Se hacía fuerte con cada segundo, invasivo, controlador... y se acercaba.

 

— ¿Será un.. ? — la primera pisada volvió a contestarle.

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No pudo evitar contener un gruñido y un sonido gutural en respuesta al dolor que le producía la quemadura por la nieve, más tampoco pudo detenerse a pensar mucho en ello dado que en cuestión de segundos todo comenzó a desordenarse violentamente. Un par de pisadas que resonaban fuertemente contra el hielo le advirtió que sería mejor enarbolar su varita ante cualquier potencial peligro que pudiese aparecer, más no dudo en imitar a sus compañeros y colocarse el anillo de amistad de las bestias que traía consigo en su mochila, para poder entender las intenciones de los Bowtruckles.

 

Sus compañeros efectuaron defensas efectivas contra aquellos demonios, desde insectos hasta un oso gigante que comenzó a barrerlos del camino, más poco tiempo de tranquilidad tuvieron cuando el suelo comenzó a temblar. La propia estructura de la caverna comenzó a sucumbir ante tal movimiento de las placas tectónicas, y de repente todos comenzaron a correr en cualquier dirección, buscando salvarse de las grandes formaciones de roca y hielo que comenzaban a caer alrededor de ellos.

 

- ¿Peró que car...? - soltó, mostrando su clara frustración al respecto, no supo que hacer más siguió los gritos de Madeleine que lo guiaron hacia lo que esperaba fuesen tierras seguras. - ¡PERO QUE DEMONIOS ES ESTO! ¡DAYNE! ¡La próxima vez que me invites a un lugar solo para que tu puedas darme clases te recordaré lo de mi beso con...! - pero a quien iba dirigido el beso, nadie se enteró puesto que en ese momento una gran roca se desprendió del techo y comenzó a caer justo hacia el punto donde Nathan se encontraba - ¡Confringo! ¡Confringo! ¡Confringo! ¡Rómpete maldita hija de Dios! - los tres rayos fueron suficiente para disminuir el tamaño de la roca hasta uno que no resultaba peligroso.

 

Finalmente, llegaron a una especie de pasadizo donde la calma parecía reinar. El silencio lo dejo atónito, pero podía escuchar un leve pitido en su oído derecho y se preguntó si los grandes estruendos de la roca contra el suelo no habían afectado su sentido del oído. Más sus compañeros no tenían intención alguna de quedarse quietos, y el Weasley no podía culparlos, había que encontrar a Sally. Lo que más quería en este momento era estar en su casa con una taza de café y no jugando a atrapar proyecciones luminosas en una botella solo por que un par de viejitos locos se les ocurrió.

 

- ¡Salvaguarda Mágica! - se animó a comentar a continuación, y la intangibilidad de su cuerpo que resultó de tal hechizo mágico le permitió atravesar el derrumbe de piedras que había allí y seguir a Madeleine y Ed hacia el claro nuevamente. Quizá al fin tendrían un poco de paz.

 

Sin embargo la paz no llegó, y no habían hecho más de dos o tres pasos cuando un sonido constante, como el rugido de un motor, comenzó a oírse y retumbar en la totalidad del claro, haciéndose cada vez más fuerte. El Weasley aprovechó su intangibilidad y sin pedir permiso alguno o decir nada comenzó a aventurarse por uno de los pasadizos que llegaban al claro, seguro de que esa era el lugar de donde provenía el sonido. No había caminado más de unos veinte metros dentro del pasadizo cuando este se escuchó un fuerte rugido y la estructura completa se movió... no había que ser demasiado inteligente para saber de que se trataba. ¿Pero como podía caber dentro del túnel?

 

- Ayayayayayayayayyyyyyyyy ¡Corran, corran, corraaaaaaaaaaaan! - comenzó a gritar, volviendo sobre sus pasos - ¡Defodio! ¡Defodio! ¡Defodio! ¡Bombarda! ¡Confringo! -agregó, apuntando con su varita a las paredes del túnel, que comenzaron a derrumbarse, obstruyendo el camino de la criatura que se aproximaba por él. - ¡JANK! Juro que me las pagarás.

Editado por Nathan Weasley

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—Nada —susurra Madeleine, cabizbaja. Ni siquiera el anillo de escucha, con el que puede oír los vientos fuera de la cueva, percibe respiraciones ajenas a las de ellos; no hay gritos pidiendo auxilio, ni llamándolos... Sólo, nada. Afloja el agarre de Fae, y considera echarse al suelo lleno de hielo roto y llorar como una niña pequeña. Ed no parece estar prestandole atención, y Jank... bueno, él ya debería estar acostumbrando a aquellos arranques. Quizás incluso la comprendería. Quizás todos su compañeros lo harían, aunque no se acercaran a abrazarla. En aquel momento, están en una misión asignada por los fulanos Uzza. Nunca ha oído hablar de ellos, ni siquiera en la Academia, pero se supone que son gente importante. El volver por Sally, Madeleine es consciente de que se debe a la lealtad que le tienen (o por lo menos así lo ve ella, puesto que no son cercanas, y nunca ha entablado una conversación con ella) y porque en la Orden del Fénix, la mayoría aprenden a no abandonar a un soldado, a un compañero, así lo único quede de él sea un dedo meñique. El choque de los dos asuntos es bastante imprudente, ya que por querer seguir sus ideales, se juegan el resultado de la misión—. Pero, ¿qué más podemos hacer? —dice, al cabo de unos momentos, colocando una mano en el hombro de su hermana— ¿Rendirnos? —pregunta, con una media sonrisa, sospechando la respuesta.

 

Nathan regresa del túnel al cabo de unos momentos. Madeleine, recordando su misión buscando el aquelarre, piensa hablar con él para que se convierta en un coyote, y así pueda explorar sin temor a llamar la atención del enemigo (quién quiera que sea, si es que lo hay). Sin embargo, él ni siquiera los saluda, ni los ve. Está de espaldas, y tan pronto como llega al claro (bueno, lo que queda de él) comienza a gritar como un loco, sin decirles nada, sólo diciéndoles que tienen que correr. Con hechizos destructivos, logra bloquear la gruta de dónde salió... oh, pero eso no detiene las pisadas, que se vuelven más furiosas, más rápidas.

 

Cuando la bestia hace añicos el muro improvisado de Weasley, y se asoma al otro lado del claro, Madeleine observa su pelaje blanco, la altura de más de cuatro metros y, sobre todo, la furia en su rostro.

 

—¡YETIIIIIII! —grita, y gracias al anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos, sólo sus compañeros (por lo menos, los que están en el radio del hechizo) pueden oír su advertencia.

 

Por un momento, no sabe si echarse a correr o tratar de ahuyentar a la bestia. Alza la varita, pero su mano tiembla... y se da cuenta de que el anillo de amistad con las bestias está brillando. Dios, está demasiado asustada. Puede sentir el miedo del abominable hombre de las nieves. Pero, ¿qué es? Madeleine, aunque escucha las voces de sus compañeros, cierra los ojos y trata de sentirlo, de comprender. Pero sólo hay fuego. Primero paz, tranquilidad, y luego fuego. Por un momento, aquello no tiene sentido, hasta que lo recuerda. Los Yetis temen al fuego. Pero ellos no pudieron haber encendido ninguna fogata ni antorcha. Y, ya que estamos... ¿qué demonios hace un Yeti acá? ¿Ellos no son del Tíbet?

 

Cuando fija la atención en sus compañeros, deja de sentir su magia siendo drenada al amuleto.

 

—Sólo está asustado —dice—. Alguien lo asustó, pero... ¡CUIDADO! —exclama. Al otro lado del claro, la criatura sostiene uno de los pedruscos que cayeron durante el derrumbe. Como un pitcher, se prepara para hacer un lanzamiento. Así que Madeleine alza la varita, y musita— ¡Morphos! —el Yeti arroja su brazo, pero no hay nada que se vaya a estrellar contra los magos. Sobre él, sin embargo, vuela una mariposa azul. Aquello parece enfurecerlo más, ya que suelta un grave gruñido— ¡Rápido! ¿Quién tiene el conocimiento de Criaturas? Maldición, que alguien trate de calmarlo —dice a sus compañeros. Ella no puede usar tan efectivamente el anillo de amistad con las bestias, porque no hizo ese curso en la Academia. Pero si alguien lo tenía podrían hacer que se calme. Si no, mejor que lo dijeran de una vez, para echarse a correr.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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